Amante justiciera Su mirada compañera Siempre busca la esperanza, Luchadora de esta era Suele acariciar mi alma Baila, baila, compañera, Nunca apagues tu mirada Sé paciente, sé sincera, Sé amante justiciera... Has echado al olvido Ese odio que hundía En lo oscuro de la vida y Has cambiado mi destino Con palabras de cariño, Misteriosa hechicera. Danza siempre por la vida, Sueña, ríe cada día. No detengas esa fuerza Que demuestra mi alegría. Baila, baila, compañera, No apagues tu mirada Sé paciente, sé sincera. Sé amante justiciera... Sé amante justiciera... Andino Evelyn (16 años) Inseguramente Yo pensaba que las cosas vendrían más lerdo Sin pensar demasiado, no hay nada más puntual que lo imprevisto. Seguramente dirías al verme que es una sorpresa. Seguramente diría yo que es mentira y que no regreses. Seguramente ya me estaría arrepintiendo. Otro día distinto, tal vez, suene tu teléfono gris sólo una vez, Sólo una vez para que no puedas atender, Para que no puedas decirme que sí o que no, Seguramente con esto apueste a la incertidumbre más que a lo otro, Nada más te pido que prestes atención y prepares tus reflejos. Nahuel Romani (21 años) Mis derechos No me dejan comer ni mirar televisión, ni salir a la calle. Me dejan en un rincón… Voy a la escuela y no puedo estudiar. Se me congelan las manos. ¿Qué más va a pasar? La justicia es ciega Me van a robar, Va no sé lo que pasa. ¿A quién van a matar? No me dicen la verdad. No me dejan hablar. No me dejan ni opinar, Ni tampoco pensar. No me visto bien. No hablo correctamente. No me ato los cordones. Me caigo diariamente. Todos mis derechos En esta poesía junté, Para que usted lea Y sepa que hacer. Nora López (11 años) Tu corazón El amor es como una pelota De ping pong, va y viene, Tu amor es distinto: vino A mi corazón y no se pudo ir. Pienso en ti Cada día que pasa pienso En tí cada día que sueño, Sueño contigo. Cada vez Que veo una estrella brillar veo Tus ojos allá en el cielo a Lo alto donde ni con una Escalera llegas como nadie Llegó a mi corazón más que vos. Movería Cuando empieza a llover te Extraño tanto que movería Cielo y tierra para que pare e Ir corriendo para verte sonreír. La nave del amor Hasta el espacio se llega con Un cohete espacial pero vos Llegaste a mi corazón con La nave del amor. Anabela Olmedo (13 años) Un castillo para los dos Un castillo para los dos Hecho con mucho amor, Que mis ojos brillen a tu alrededor Y que mi amor se libere a tu corazón. Yo liberaré un amor Que se divida entre tu y yo. Para que yo pueda pensar siempre en vos. Siempre… Alan Ordóñez (12 años) Unidos, siempre unidos. Nos pasaron muchas cosas, juntos. Enfrentamos los caminos, unidos En las buenas, hasta en las malas Sé que estarás ahí… Pero pensamos distinto y somos iguales. Unidos matando el egoísmo. Unidos, reviviendo a la amistad. Unidos, refrenando el vuelo. Unidos, sumando a los demás. Unidos, siempre unidos. No a la maldad. Unidos, siempre unidos. Sí a la igualdad. Unidos, de emoción en emoción. Unidos, siempre unidos. Unidos, rechazando el dolor. Unidos, siempre unidos. No a la maldad Unidos, siempre unidos. Sí a la igualdad Belén Pereyra (11 años) Encuentro El sol escapaba, deslizando tímidos rayos sobre los últimos pisos de los edificios, como huyendo de la inmensa nube gris que desde el sur avanzaba cubriéndolo todo. La lluvia era el destino indudable de esa tarde de julio. Cómodamente sentada, la mujer contemplaba a través de los cristales la creciente victoria de las sombras. Debía esperar, lo sabía, pero no tenía apuro y disfrutaba desde su posición del magnífico ocaso urbano. Un instante único y mágico. De pronto alzó la vista y su mirada se encontró con la del muchacho. No era la primera vez que reparaba en su presencia, aunque varias veces había simulado no verlo. Supo que esta vez algo diferente pasaría entre ellos. Se acomodó en su asiento, algo nerviosa. Miró a ambos lados, como buscando por donde salir, pero al volver la vista al frente él seguía allí. Un gesto de él, una insinuación, apenas. Una invitación… Ella era conciente de lo que él pretendía y se había propuesto ignorarlo, como en otras ocasiones, sin embargo, algo en su interior la empujó a actuar distinto. Tal vez fue la tarde, el inminente aguacero o la tranquilidad que le proporcionaba su cómodo presente de mujer independiente y triunfadora. Tal vez fue su soledad. Lo cierto es que asintió con la cabeza y bajó la vista. Sabía que eso bastaba para dar su consentimiento y permitir que él avanzara hacia ella para cumplir su cometido. Sobre los cristales comenzó a caer el agua y ella pudo ver el reflejo de su propia cara, impaciente, excitada, buscando donde mirar para no volver a toparse con los ojos negros de él. ¿De donde había salido? ¿Por qué a ella? ¿Por qué él? y ¿Por qué esas locas ganas de abrazarlo, besarlo y cobijarlo en su regazo, venciendo prejuicios, venciendo diferencias, venciendo el destino que en poco tiempo, inexorablemente, los separaría? Mientras ella se debatía entre tantas preguntas, él trataba de dar todo de sí para satisfacerla plenamente. Sus felinos movimientos mostraban que era un experto en la tarea, pese a su corta edad y su aspecto inocente. Usaba las manos con destreza y algunos instrumentos que ella, en otras circunstancias también había usado, pero que ahora le producían una mezcla de rechazo y fascinación. Todo terminó abruptamente. No hubo palabras, sólo sus miradas encontrándose nuevamente y el roce fugaz de sus manos. Ella se fue, casi huyó, creyendo que le había dado lo que él quería y sin volver la vista atrás. Él caminó unos pasos mientras la veía alejarse y se sentó a descansar. Íntimamente creyó percibir algo distinto en esa última mirada de la mujer, pero no lo comentó con nadie y pronto lo olvidó. El semáforo volvía a ponerse en rojo y Agustín, de 10 años, el mayor de los 6 hermanos Sosa tenía que volver a limpiar parabrisas en esa esquina de Buenos Aires. Gustavo Alonso Instantáneas Ácratas con foto carnet, Roban el fuego sagrado Reparten las brasas, Incendian la eternidad Ahora, esperan perecer. Enojos, Exabruptos, Necedades, Vomitados en el sendero La rutina fermentada puede hacer estragos. Remanso de cefalea fría. Encuentra en el parabrisa su último vuelo. Se posa vertiginosa en la explosión. Amarillo y sangre. El filo de la niebla rasga los huesos. La médula se desploma sobre sí. Amanece, implosionan lágrimas. La muerte perra Mueve sus dos colas, fiestera. Garronea al transeúnte sin tiempo Y corta el hilo con sus colmillos. La muerte De lengua salobre recorre las bocas. Besa a los enamorados, perejiles y colifas. La mugre cubre sus cavidades El sol se derrama techo abajo. Sube por el esófago el hedor del empleo, La agonía no tiene fin. La fritanga impregna voluntades. El deseo se decanta en un guiso amorfo. La cuchara toma y sacia. El rumor acerca las puntas del ovillo Los gritos penetran la inmunidad de los cuerpos El ruido corrompe y aplasta Los maestros estiban pedazos de cielo, Sacan de debajo los cuerpos aplastados. Cortan el aire, respiran. Apostatas malentretenidos yacen boquiabiertos. Cargan de galas sus guardapolvos Agiotistas de esperanzas reparten intenciones. Los cuerpos se apilan, descomponen. El mercado no descansa. El porvenir es un maestro del escruche. Te juna con el buche lleno, te despluma y deja de garpe. Dios es un gran chulero. Si jugás todas tus buenas acciones a un pleno, Volvés sin voluntad y pelado. Ganarle a dios es maravilloso: un dibujo, un hijo, mis dedos destejiendo tus piernas. Hasta que el tiempo destruye la certeza. Así regresamos, ricos y melancólicos. La batalla he ganado. El clima, los ríos, las bestias, las personas, Todo cuanto impedía mi plena felicidad fue destruido. Sólo me queda esperar tranquilo, la muerte. Rufianes, gerentes, usureros, comerciantes, botones, estafadores, chorros, pasan por el ojo del aguja, caminan por el terciopelo púrpura, tienen telepeaje Las piedras vierten jugo. Los panes se multiplican y los cartones modelan palacios. Los pobres hacen milagros: Multiplican panes de soja Los tripulantes del olvido fueron reclutados de entre lo más granado de nuestra comunidad, funcionarios consuetudinarios y probos. Vendrá, husmeará, trastabillará, apresurará, volteará, edificará, La revolución alborotará los intestinos. En la tierra habitarán sólo recién nacidos La justicia se durmió en el bondi. Despertó, al amanecer, en la terminal del abismo No puede regresar, no tiene monedas. El amor blande futuro. Clava su faca en el costado tierno y yace boquiabierto en el pavimento. La verdad en gayola, cumple perpetua. Da una luz de tumba. Dobla el espinazo y la yuga. La maldad usa jetra, calza tamangos lustrosos viste diseños exclusivos. ¡Cuídense de la elegancia! La maldad habita en mis grietas, en cada resquicio. Los días de humedad se pasea por la alacena, los zócalos y la pileta Ya se hizo resistente al DDT El fuego arrasa, los pájaros callan. La muerte cabalga sobre misiles pacificadores. El orden cubre de lápidas el horizonte. Los caminos se bifurcan. Pavimentos relucientes para viejas rutas, que conducen a ninguna parte. No tengo apuro, voy por la colectora. Degollados, empalados, conversos, pesificados saborizados. Heridos con estacas de madera y balas de plata escaparon del purgatorio, aprovechando la remodelación. El chimichurri le craqueló la sesera. Se deshizo de un lastre, triste y biliar. Prolijó su moño, limpió sus antiparras y sobrevoló el pánico. Los vidrios le cascaron la gola y, en llagas, el fuelle se infla, como un pochoclo bermellón. Si no fuera por ese último caño correría el Pellegrini de punta a punta. Gustavo Ibaldi