CEUSKO JAURLARITZAREN AHOLKU BATZORDE JURIDIKOA COMISIÓN JURÍDICA ASESORA DEL GOBIERNO VASCO DICTAMEN Nº: 039/2001 TÍTULO: Consulta 18/2001 sobre la revisión de oficio de la Resolución de 18 de agosto de 2000, del Director de Función Pública de reconocimiento de garantía retributiva al funcionario de carrera Sr. C.B.F.. ANTECEDENTES 1. El dictamen solicitado a la Comisión, que tiene carácter preceptivo por aplicación de lo dispuesto en el artículo 3.1 del Decreto 187/1999, de 13 de abril, en relación con los artículos 22.10 y 23, párrafo segundo, de la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, y el artículo 102 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, trae causa del procedimiento tramitado por el Departamento de Hacienda y Administración Pública para revisar de oficio la Resolución del Director de Función Pública de 18 de agosto de 2000 en el particular relativo al reconocimiento de la garantía retributiva prevista en el artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado a D. C.B.F., funcionario de carrera de la Administración de la Comunidad Autónoma. FUNDAMENTOS I. Tramitación 2. Examinado el expediente administrativo remitido por la autoridad consultante, se aprecia que su tramitación adolece de los mismos defectos procedimentales que aquejaban a los expedientes analizados, a instancia del mismo Departamento que ha instruido el que ahora se examina, por la Comisión Jurídica Asesora en los DDCJA 7/2001, 23/2001 y 24/2001. Tales defectos son la existencia de dos acuerdos de iniciación del procedimiento de revisión y la omisión del trámite de audiencia previsto en el artículo 84 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre. 3. En efecto, figura en el expediente un primer acuerdo de iniciación adoptado por el Director de Función Pública el día 17 de noviembre de 2000 (folios 27 a 31); y un segundo acuerdo de la Consejera de Hacienda y Administración Pública de 8 de enero siguiente con igual objeto y prácticamente idéntico contenido (folios 38 a 42). También en este caso el segundo acuerdo incoa, como si de un nuevo procedimiento se tratase, el procedimiento ya iniciado anteriormente. Y también este segundo acuerdo soslaya la existencia del primero, y omite las razones que han propiciado el dictado del nuevo acuerdo. 4. La similitud de este supuesto y de los analizados en los dictámenes referenciados releva a la Comisión de reiterar ahora el examen realizado en los dictámenes reseñados a propósito de la competencia de la Consejera de Hacienda y Administración Pública para revisar el acto sometido a revisión, la vía adecuada para sanar el primer acuerdo de iniciación, y las consecuencias de orden práctico que se derivan de la solución adoptada por el Departamento instructor para sanar este acuerdo (DCJA 7/2001, p. 6 a 13. , DCJA 23/2001, p. 12 a 23, DCJA 24/2001, p. 12 a 23). Dicho examen, que mantiene plenamente su vigencia, se da por reproducido en el presente dictamen. 5. Como sucedía en los DCJA 23/2001 y 24/2001, si entendemos que el procedimiento de revisión se inició con el primer acuerdo de iniciación, el día 17 de noviembre de 2000, éste habría también caducado, porque, al igual que allí sucedía, el acuerdo de suspensión por petición de dictamen a la Comisión Jurídica Asesora es anterior a la propia petición y cuando ésta se formula (el día 21 de febrero de 2001) había transcurrido ya el plazo máximo de tres meses fijado por el artículo 102.5 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, para finalizar el procedimiento. 6. Pero, como hacíamos en los dictámenes señalados, también ahora podemos interpretar que el primer acuerdo de iniciación fue revocado tácitamente por el acuerdo posterior de 8 de enero de 2001, y que, a falta de determinación expresa en el mismo sobre la eficacia retroactiva de sus efectos, es este último acuerdo el que ha iniciado el procedimiento de revisión. En este caso, el plazo para resolver habría quedado interrumpido el día 21 de febrero de 2001 con la solicitud de dictamen a la Comisión Jurídica Asesora, y no se habría producido la caducidad del procedimiento, pero, como en los supuestos allí examinados, el procedimiento así tramitado se encontraría falto de un trámite esencial, cual es la audiencia al interesado prevista en el artículo 84 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre. 7. Al igual que en los supuestos analizados en los tres dictámenes reseñados, estima la Comisión que tampoco en este caso el defecto procedimental señalado poseería efectos invalidantes, siempre que se incorporase al nuevo procedimiento el trámite de audiencia practicado en el primero. Porque, si se produce esta incorporación, las facultades de defensa del interesado se mantendrían intactas, ya que, entonces, el citado funcionario sí habría tenido la oportunidad de manifestar cuanto hubiera tenido por conveniente en relación con los hechos o circunstancias tomadas en consideración por la propuesta de resolución del procedimiento, al ser dichos hechos y circunstancias idénticos a los que figuran en la Orden de iniciación y en el primer acuerdo de iniciación. Dictamen 39/2001 Página 2 de 9 II. Análisis de fondo 8. Pese a las irregularidades procedimentales que han sido reseñadas en el epígrafe precedente, la Comisión, siguiendo el mismo criterio mantenido en los DDCJA 7/2001, 23/2001 y 24/2001, no encuentra tampoco en este caso inconveniente en analizar la cuestión de fondo que el procedimiento de revisión plantea, al concurrir en este supuesto las mismas circunstancias que fueron tomadas en consideración en aquellos dictámenes para entrar en dicho análisis (fundamentalmente, la posibilidad de subsanar tales irregularidades, la excesiva dilatación del procedimiento desde el primer acuerdo de iniciación, y el hecho de que la declaración de caducidad no sea obstáculo en este caso para abrir un nuevo procedimiento), y teniendo también presentes los criterios de eficiencia, economía y celeridad que deben presidir la actuación administrativa. Todo ello, igualmente, en aras de impedir una dilación mayor del procedimiento, y en el entendimiento de que la Orden de la Consejera de Hacienda y Administración Pública de 8 de enero de 2001 revoca el primer acuerdo de iniciación e inicia un nuevo procedimiento. 9. El acto que se pretende revisar es la Resolución del Director de Función Pública de 18 de agosto de 2000 en el particular relativo al reconocimiento al interesado del derecho a que se le incremente la cuantía del complemento de destino correspondiente a su grado personal “en la cantidad necesaria para igualarlo al complemento de destino fijado legalmente para los Directores Generales de la Administración del Estado”. 10. La vía elegida para revisar el acto es la prevista en el artículo 102 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, en la creencia de que concurre en dicho acto el vicio de nulidad de pleno derecho previsto en el artículo 62.1.f) de la misma Ley, a cuyo tenor son nulos de pleno derecho “los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se adquieren facultades o derechos cuando se carezcan de los requisitos esenciales para su adquisición”. 11. El Departamento instructor del procedimiento estima que el acto sometido a revisión cumple los requisitos del precepto señalado, porque, a su juicio, dicho acto es contrario al artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado, y el interesado carece, además, de un requisito esencial para adquirir el derecho que el acto le reconoce, cual es “ser un alto cargo comprendido en la Ley de Presupuestos citada”. 12. Así planteada la cuestión, antes de adentrarnos en el análisis del fondo, hemos de recordar, una vez más, la interpretación restrictiva que la Comisión viene realizando del vicio de nulidad de pleno derecho que motiva la revisión que ahora se dictamina (entre otros, DDCJA 23/2000, y los más recientes 7/2001, 23/2001 y 24/2001, de constante cita en este dictamen). Como la Comisión expresó a este propósito en los dos últimos dictámenes reseñados, “dicha interpretación sintoniza plenamente con la doctrina del Consejo de Estado, que en el dictamen 73/1999, afirma en relación a Dictamen 39/2001 Página 3 de 9 dicha causa de nulidad que `los vicios de nulidad radical recogidos en el ordenamiento jurídico (fundamentalmente en el artículo 62 de la Ley 30/1992) deben ser objeto de una interpretación estricta, máxime en el caso concreto del vicio establecido en el artículo 62.1 apartado f), cuya interpretación amplia –dada su potencial “vis expansiva”- podría provocar una desnaturalización del régimen mismo de la invalidez de los actos administrativos. No es ocioso recordar que, dentro de la teoría de la invalidez de los actos, la nulidad radical constituye la excepción frente a la regla general (anulabilidad)´. Y, más adelante, continúa señalando que `para entender concurrente el vicio recogido en el artículo 62.1 apartado f) no basta con que el acto sea contrario al ordenamiento jurídico, pues si así se sostuviera se estaría produciendo un improcedente vaciamiento de los supuestos de nulidad relativa, que quedarían inmediatamente subsumidos en el citado apartado. El mencionado precepto exige algo más, pues no basta con que el acto sea ilegal, sino que además debe provocar que en su virtud el interesado adquiera facultades o derechos “cuando se carezca de los requisitos esenciales para su adquisición”. A través de esta última previsión el legislador ha querido acotar este supuesto de nulidad radical a aquellos casos extremos en los que, no simplemente se discuta sobre la eventual ilegalidad de un acto administrativo, sino que además constituyan casos graves y notorios de falta del presupuesto indispensable para adquirir lo que el acto improcedente le reconoció u otorgó´”. (DDCJA 23/2001 y 24/2001, p. 44). 13. Pues bien, a la vista del planteamiento que traslada la propuesta de resolución y tomando en consideración la doctrina reseñada, la cuestión radica en determinar si nos hallamos ante un caso grave y notorio de carencia de uno de los presupuestos exigidos por el artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado, para adquirir el derecho que el acto sometido a revisión reconoce al interesado, cual es, como decimos, haber desempeñado “puestos en la Administración del Estado o de la Seguridad Social, comprendidos en el ámbito de aplicación de la Ley 25/1983, de 26 de diciembre, sobre Incompatibilidades de Altos Cargos”. Porque, como ha quedado señalado, la nulidad de pleno derecho de dicho acto se vincula por el Departamento instructor única y exclusivamente a la falta de este requisito. Además, pese a la falta de acreditación en el expediente del cumplimiento por el interesado de algunos de los restantes requisitos exigidos por la Ley citada para ser beneficiario del incremento retributivo que reconoce (tal es el caso del periodo de tiempo en el que el interesado ha desempeñado el puesto de Director de Personal del Hospital Nuestra Señora de Aránzazu de Gipuzkoa, y el nivel retributivo correspondiente a dicho puesto), esta circunstancia en ningún momento resulta cuestionada por dicho Departamento. 14. El artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, establece que “los funcionarios de carrera que durante más de dos años continuados o tres con interrupción, desempeñen o hayan desempeñado a partir del 5 de julio de 1977 puestos en la Administración del Estado o de la Seguridad Social, comprendidos en el ámbito de aplicación de la Ley 25/1983, de 26 de diciembre, sobre incompatibilidades de Altos Cargos, exceptuados los puestos de Gabinete con Dictamen 39/2001 Página 4 de 9 categoría inferior a la de Director General, percibirán desde su reincorporación al servicio activo y mientras se mantengan en esta situación el complemento de destino correspondiente a su grado personal incrementado en la cantidad necesaria para igualarlo al valor del complemento de destino que la Ley de Presupuestos del Estado fije anualmente para los Directores Generales de la Administración del Estado”. 15. Hay que señalar que el Tribunal Supremo en las Sentencias de 24 de septiembre de 1994 –Ar. 6920- y 24 de noviembre de 1997 –Ar. 8390-, ha realizado una interpretación analógica y extensiva de este precepto, declarando su aplicación a aquellos casos en los que los servicios a los que alude hayan sido prestados en las Comunidades Autónomas. En la Sentencia de 24 de noviembre de 1997, dictada en un recurso de casación en interés de ley, afirma el Tribunal que “lo determinante para que proceda o no el reconocimiento del derecho (…) no es la Administración concreta, del Estado o de las Comunidades Autónomas, en que se presten los servicios que se computan a efectos del referido complemento de destino que se cuestiona, sino, muy en concreto, la real equivalencia de los niveles retributivos o del estatuto jurídico de la figura” (F.J. 8º). 16. La propuesta de resolución entiende que el puesto de trabajo de Director de Personal del Hospital de Aránzazu (cuyo desempeño por el interesado fue tomado en consideración por el acto sometido a revisión para reconocerle el incremento retributivo en él señalado) no es un puesto de los que, conforme al artículo 33.2 de la Ley de Presupuestos citada, dan derecho al incremento retributivo que dicho precepto prevé. Las razones que aporta para ello son, en síntesis, las siguientes: (a) la literalidad del precepto no recoge ese puesto ni cualquier otro con el que se pudiera asimilar; (b) son altos cargos a estos efectos los que ejercen algún tipo de representación política y disponen de un nombramiento político del Gobierno; (c) el ordenamiento jurídico autonómico aborda la regulación de los altos cargos en la Ley 7/1981, de 30 de junio, de Gobierno, y dicha Ley circunscribe esta categoría a los Viceconsejeros y Directores; (d) en las Entidades Públicas el puesto de Director de Personal de Hospital es un puesto de segundo nivel, en contraposición a los de primer nivel que son el Presidente, Director General, Gerente o equivalentes; (e) no existe normativa alguna que permita calificar dicho puesto como de alto cargo; y (f) la distinción entre altos cargos y personal directivo de las Entidades Públicas de Derecho privado que contienen los Decretos 129/1999, de 23 de febrero, y 130/1999, de 23 de febrero. 17. Bien es cierto que el ordenamiento jurídico autonómico no contiene un concepto unívoco de alto cargo, lo que, sin duda, propicia soluciones interpretativas de la cuestión que analizamos de muy distinto signo. Así, como señala la propuesta de resolución, la Ley 7/1981, de 30 de junio, de Gobierno, en su artículo 29 califica como tales a los Viceconsejeros y Directores de la Administración de la CAPV, para, a renglón seguido, incluir también en tal categoría a los Consejeros (art. 32). Por el contrario, la Ley 32/1983, de 20 de diciembre, de incompatibilidades para el ejercicio de funciones públicas en la Comunidad Autónoma del País Vasco (LI, en adelante), Dictamen 39/2001 Página 5 de 9 alude expresamente en su artículo 1.1 a los altos cargos de los Entes Institucionales, para someterlos al mismo régimen de incompatibilidad que el Lehendakari, los “Consejeros y Altos Cargos de la Administración de la Comunidad Autónoma del País Vasco”. 18. Para la LI existen, pues, altos cargos de la Administración General de la CAPV y altos cargos de sus Entes Institucionales; categoría esta última que abarca a los Entes Públicos de Derecho Privado que ahora nos ocupan [art. 7.3.b) del Texto Refundido de la Ley de Principios Ordenadores de la Hacienda General del País Vasco, aprobado por Decreto Legislativo 1/1997, de 11 de noviembre]. 19. Esta Ley no enumera, sin embargo, los altos cargos de los Entes Institucionales, al modo que lo hace la Ley de Gobierno con los altos cargos de la Administración General, ni define el concepto. Se limita, sin más, a admitir su existencia. 20. Las normas encargadas de cumplir esta función han sido los Decretos 129 y 130/1999, de 23 de febrero, por los que, respectivamente, se regulan la declaración y registro de las actividades y los derechos y bienes patrimoniales de los miembros del Gobierno, los altos cargos de la Administración y los directivos de los entes públicos de derecho privado y de las sociedades públicas, y el estatuto personal de los directivos de los Entes Público de Derecho Privado y de las Sociedades Públicas. 21. El primero de los Decretos citados que, según expresa su preámbulo, encuentra habilitación en la LI y en la Ley 14/1988, de 18 de octubre, de retribuciones de Altos Cargos, comienza su parte expositiva señalando, por lo que ahora interesa, que “pretende ser un primer paso en la determinación del Estatuto del cargo público en lo que afecta a los miembros del Gobierno, los altos cargos de la Administración y los directivos de los Entes Públicos de Derecho Privado”. Este Decreto incluye en su artículo 1 con carácter general a los directivos de los Entes citados en su ámbito de aplicación, al lado de los demás cargos públicos, y difiere a una posterior determinación la identificación de los concretos directivos sometidos a dicho régimen (art. 2 ). 22. El Decreto 130/1999, de 23 de febrero, por su parte, establece el estatuto personal de los directivos de los Entes Públicos de Derecho Privado. Su preámbulo proporciona, a juicio de la Comisión, elementos interpretativos de singular importancia para resolver la cuestión que se somete a nuestra consideración, que justifican la reproducción literal de amplios pasajes del mismo. En efecto, comienza la parte expositiva de este Decreto señalando que “las leyes que regulan en la Comunidad Autónoma del País Vasco los aspectos más importantes del régimen jurídico de los cargos públicos incluyen en su ámbito de aplicación a los directivos de los Entes Públicos de Derecho Privado y las Sociedades Públicas. Así, por ejemplo, la Ley de Incompatibilidades de 1983 o la de Retribuciones de Altos cargos de 1988”. Y añade “con el fin de superar los problemas de identificación del personal incluido dentro de esta figura [los directivos de los Entes Públicos de Derecho Privado], el presente Decreto tiene por objeto el establecimiento de un procedimiento de determinación por Dictamen 39/2001 Página 6 de 9 cada Ente o Sociedad de los directivos que pueden ser asimilados a los altos cargos de la Administración a los efectos de la aplicación de las leyes citadas. Con ello no sólo se superará el principal obstáculo para incluirlos en una categoría general de directivo con validez tanto en la Administración General como en la institucional sino que, también, se paliará la dispersión de la normativa hasta ahora vigente en relación con quienes desempeñan importantes funciones de dirección y gestión en dos ámbitos de la Administración muy directamente entroncados con el llamado sector público empresarial”. Más adelante pone de relieve “las dificultades que siempre ha habido para realizar un claro deslinde entre los directivos de los Entes y Sociedades que pueden considerarse el trasunto de los altos cargos de la Administración General (Viceconsejeros y Directores), de los que desempeñando funciones directivas o de gestión de alto nivel encajan perfectamente con figuras propias de la empresa privada. En este último caso, la asimilación, de acuerdo con la comparación realizada, habría que hacerla a los funcionarios que ejercen jefaturas y funciones directivas en la Administración general y en los Organismos Autónomos”. Y continúa “por todo ello, la equiparación práctica en el estatus de unos y otros, se efectúa en el Decreto estableciendo criterios objetivos que permitirán identificar cuáles son los directivos que en cada Ente o Sociedad han de considerarse equivalentes a los altos cargos de la Administración. Establecido el procedimiento conducente a tal fin será plenamente factible extender a las personas que los ocupen el régimen jurídico ya existente desde hace años tanto en materia de incompatibilidades como de retribuciones”. 23. Por lo que atañe al contenido regulador de este Decreto hay que destacar los artículos 3, 4 y 5. El primero de ellos encomienda al Gobierno aprobar la relación de los directivos de los Entes Públicos de Derecho Privado sometidos a su régimen, a cuyo fin fija dos criterios (la existencia de apoderamiento estatutario que denote amplios poderes respecto al Ente e impliquen a la generalidad de la empresa o a un amplio sector de su giro o tráfico funcional o territorial, y la especial posición jerárquica y de responsabilidad en la organización del Ente que permita gestionar sectores concretos de los mismos bajo las exclusivas directrices de la gerencia o del Consejo de Administración). El artículo 4 permite que la vinculación de los directivos de Entes Públicos de Derecho Privado sometidos al régimen del Decreto sea la de nombramiento administrativo cuando en aplicación de sus normas reguladoras accedan al puesto en virtud de dicho nombramiento. Y, por último, el artículo 5 somete al personal directivo de los Entes Públicos de Derecho Privado al régimen de incompatibilidades y prohibiciones establecido en la LI y al control establecido por el Decreto 129/1999, de 23 de febrero. 24. El Decreto 307/1999, de 27 de julio, ha sido, finalmente, la norma encargada de aprobar la relación de directivos de Osakidetza-Servicio Vasco de Salud sujetos a dicho estatuto. El puesto de Director de Personal del Hospital de Aránzazu se encuentra incluido en dicha relación. Dictamen 39/2001 Página 7 de 9 25. El régimen legal que en líneas generales se ha descrito impide a la Comisión compartir las razones que llevan a la propuesta a entender que existe en el caso una notoria y grave infracción del ordenamiento jurídico. Como se deriva de dicho régimen, el ordenamiento jurídico autonómico sí prevé la existencia de altos cargos de los Entes Públicos de Derecho Privado (con esta denominación están designados en la LI). En desarrollo de la LI se configuran como tales los directivos de dichos Entes expresamente determinados por el Gobierno, entre los que se encuentra el titular del puesto de Director de Personal de Hospital de Aránzazu. El Estatuto del personal directivo de los Entes Públicos de Derecho Privado distingue entre directivos sometidos a su régimen y excluidos del mismo, pero todos los directivos sometidos a dicho régimen ostentan la misma consideración. Estos directivos se encuentran sometidos al mismo régimen de incompatibilidades y retribuciones que los altos cargos de la Administración General. Y, en fin, el nombramiento administrativo del titular del puesto no es obstáculo legal a ello. 26. A la vista de dicho régimen, la Comisión tampoco aprecia en este caso que el interesado carezca de modo grave y notorio del requisito de haber desempeñado uno de los puestos de trabajo a que se refiere el artículo 33.2 de la Ley de Presupuestos, exigido por el precepto para tener derecho al incremento retributivo que fija, en la interpretación analógica y extensiva que el Tribunal Supremo ha realizado de dicho precepto. 27. Es reveladora de esa falta de notoriedad la propia labor interpretadora que la propuesta se ve abocada a realizar para llegar a la solución que propone, consecuencia, sin duda, de un marco jurídico que, como hemos expresado con anterioridad, presenta claras deficiencias a la hora de definir el concepto de alto cargo de la Administración de la CAPV. Y lo es también el hecho de que el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 1 de Vitoria-Gasteiz en sentencia de 9 de noviembre de 2000 (rca nº 1122/00) haya reconocido a un funcionario docente de la CAPV el derecho a cobrar el incremento previsto en el artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, por haber desempeñado un puesto de Asesor en la Administración General de la CAPV, pese a que dicho puesto no se encontraba calificado formalmente en el ordenamiento jurídico autonómico como un puesto de alto cargo. 28. La falta de gravedad de la carencia resulta con evidencia de la aplicación de los criterios objetivos utilizados por el Consejo de Estado para estimar la concurrencia de la gravedad requerida por el viejo artículo 103.1 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, para revisar los actos anulables, esto es, que la aplicación de la norma no comporte la obtención de un resultado radicalmente contrario a dicho precepto ni altere sustancialmente la finalidad perseguida por el mismo (Dictámenes 104/88 y 91/97, entre otros muchos). Al parecer de la Comisión, el estatuto jurídico al que se encuentra sometido el personal que desempeña el puesto de Director de Personal del Hospital de Aránzazu (descrito someramente en los párrafos 17 a 24 de este dictamen) proporciona base suficiente para entender que la aplicación al interesado Dictamen 39/2001 Página 8 de 9 del artículo 33.2 de la Ley 31/1990, de 27 de diciembre, no comporta la obtención de un resultado radicalmente contrario a dicho precepto ni altera sustancialmente la finalidad perseguida por el mismo, atendiendo, repetimos, a la interpretación analógica y extensiva que del precepto señalado ha realizado el Tribunal Supremo. CONCLUSIÓN 29. Se emite dictamen desfavorable a la revisión de oficio propuesta en base a las consideraciones contenidas en el cuerpo de este dictamen. Dictamen 39/2001 Página 9 de 9