“A Cristo vivo responda la Iglesia viva” Que nadie sufra solo Pablo VI Paz y Bien CURSO PARA LOS EQUIPOS PARROQUIALES DE PASTORAL DE LA SALUD Y LA VIDA Celebrar los Sacramentos con los enfermos ¿Qué es un sacramento? El Sacramento es signo de algo que no se ve. Cuando un amigo llega a casa, le damos un beso, lo abrazamos, le servimos algo, charlamos, nos reímos, lloramos juntos… etc. Cuando este amigo se va, sentimos que algo se nos va con él. Pasemos un poco a analizar los signos que aparecen. El beso, el abrazo, el mate o el café que compartimos, la risa, el llanto, son expresiones de algo que no vemos, de algo invisible, pero no por eso irreal. Todos estos signos son la expresión de algo profundo, pero no por eso incomunicable. Los hombres necesitamos los gestos para comunicarnos. Es parte de nuestro ser humanos. Los gestos hablan o expresan lo que sentimos en lo profundo de nuestro corazón. El Sacramento no es sólo un signo Abrazar a un amigo no es un signo vacío sino que expresa o significa el amor que siento por ese amigo. Pero hay algo más el abrazo no sólo expresa el amor que tengo por mi amigo, sino que además construye ese amor. Y si esto pasa con los hombres, podemos pensar ¡Cuánto más con Dios! En los sacramentos Dios no sólo nos dice que nos ama, sino que además nos hace entrar en su amor. La Iglesia nos enseña que los sacramentos son signos “eficaces”, “eficientes” de la gracia de Dios. Es decir no sólo “significan” algo que no se ve, el amor (la gracia) de Dios, sino que también lo “hacen presente” en nuestras vidas. “Los sacramentos confieren la gracia que significan. Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo… Es Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento significa”. (CCIC 1127) Dios se expresa a través de signos En el Antiguo Testamento vemos como Dios se comunica con su pueblo a través de signos. Estos signos visibles manifiestan cualidades de Dios. Por ejemplo el fuego expresa la santidad divina (Ex 3,2ss; 2 Re 2,11); la nube significa para el pueblo el misterio de la presencia divina, pero también habla de la gloria de Dios (Ex 19,16); 33,20); la tormenta expresa la majestad divina (Jer 51,16; Sal 135,7; Job 38,34-38). También aparecen signos y símbolos que marcan la vida litúrgica del pueblo de Dios. Así podemos hablar de la circuncisión, la unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de las manos, los sacrificios, y sobre todo la pascua. Jesús y los signos Jesús en su paso por la vida de los hombres utiliza muchos gestos simbólicos como lenguaje para comunicarnos su gracia. Es parte de la encarnación. Cristo se encarna en la vida humana y asume un lenguaje puramente humano. Y para eso también se vale de signos. Veamos algunos ejemplos: “Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento… escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”… el ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía…” (Jn 9, 1.6-7) Jesús le comunica a este hombre la gracia de la sanación. Este hombre que no veía que estaba ciego en su humanidad en su ser hombre ahora es lavado por la gracia de Cristo naciendo a una vida nueva. ¿Qué necesidad tiene Cristo de utilizar estos signos? ¿Podría haberlo curado sin hacer toda esta ceremonia? Ciertamente que sí. Pero aquí se expresa verdaderamente un lenguaje gestual y humano. Es el lenguaje de Dios hecho carne, hecho terreno. Es la comunicación de la gracia a través de elementos terrenos, como lo fue siempre el lenguaje de Dios a través de la historia de la salvación. “Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete” Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente” (Mc 7, 31-37) Notemos como siempre el gesto está acompañado de la palabra. Todo gesto sacramental está acompañado de la Palabra de Dios. Se dan tres cosas entonces en liturgia sacramental: el gesto simbólico, la Palabra y la respuesta de fe por parte de quien recibe el sacramento. Es el encuentro de Dios con su pueblo a través de un diálogo. “Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la Palabra de Dios: a la vez iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.” (CIC 1153) Cristo le da un nuevo sentido a todos los signos de la Antigua Alianza, especialmente a los del Éxodo y a la Pascua. Esto lo visualizamos con profunda claridad en la preparación de la Pascua (Lc 22, 7-20) Allí aparecen varios elementos prefigurados en el Antiguo Testamento. Cristo mismo es el sacramento de Dios: “De él todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Jn 1,16). “El es imagen de Dios invisible” (Col 1,15). Cristo habla de Dios. Él es el lenguaje de Dios, es Palabra de Dios. “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18). Pero además Cristo nos comunica su gracia: “Porque la Ley fue dada por Moisés; pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1,17) Cristo es la salud de los enfermos. Él es el médico que viene a sanar a los hombres de la muerte que provoca la enfermedad del pecado en los hombres. Cristo es la salud que “pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él” (Hch 10,38). Él “tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,17) La Economía Sacramental Pentecostés es el acontecimiento de la Iglesia. Es a partir de ese momento y por la efusión del Espíritu Santo en que la Iglesia se manifiesta al mundo. Ya no está la presencia física de Jesús. Ahora es el tiempo de la Iglesia que hace presente a Cristo en el mundo con la asistencia del Espíritu Santo. Por eso con razón la Iglesia es llamada Sacramento de Cristo. Ella hace presente al Cristo vivo, y por ella Cristo sigue actuando entre los hombres comunicándonos su gracia. “El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo…; el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de su Iglesia, “hasta que él venga” (1 Col 11,26). Durante este tiempo de la iglesia, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella ya de una manera nueva, la propia de este tiempo nuevo. Actúa por los sacramentos; esto es lo que la Tradición común de Oriente y Occidente llama “la Economía Sacramental”; ésta consiste en la comunicación de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia “sacramental” de la Iglesia.” (CIC 1076) Veamos algunos puntos: Nos enseña San Pablo en Col 1,18 que Cristo “es la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia” Y es que en la Iglesia Dios muestra su gracia en la historia. Toda gracia que llega a los hombres es gracia de Cristo y es gracia en la Iglesia. La Iglesia, nos dice el Concilio Vaticano II es sacramento universal de salvación” (LG 48), ella misma es símbolo de la gracia y el amor de Dios en la historia. La Iglesia, a través de su misión, de su palabra y de su obra, nos “significa” la voluntad de Dios: “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4) ¿A qué queremos llegar con todo esto? A que los sacramentos se realizan por la Iglesia y en la Iglesia. Los sacramentos son de la Iglesia. Cristo está presente, actúa en su Iglesia especialmente en la celebración de los sacramentos. Y además los sacramentos constituyen la Iglesia. Leemos en el Código de Derecho Canónico en el canon 840 que “los sacramentos como instituidos por Cristo y encomendados a la Iglesia en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia” “La Iglesia actúa en los sacramentos como “comunidad sacerdotal””. (CIC 1119) Los siete sacramentos de la Iglesia Los sacramentos de la iniciación cristiana Bautismo Confirmación Eucaristía Los sacramentos de curación Reconciliación Unción de los enfermos Los sacramentos al servicio de la comunidad Sacramento del Orden Sacramento del matrimonio Antes de hablar de los sacramentos de curación que son los que nos interesan en nuestra relación con los enfermos, voy a recordar algunos puntos importantes. Nuestra tarea es esencialmente evangelizadora. Somos enviados a evangelizar a través de una obra concreta que son las obras de misericordia. Somos instrumentos de Cristo. Es Cristo quien se acerca al enfermo a través del gesto, a través de la palabra, en el amor que debemos poner en el trato con los que sufren. “No soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Nuestra tarea no es una tarea individual, es una tarea comunitaria. No soy yo quien se hace presente frente al que sufre sino la Iglesia a través de mi persona. Cuando visito a un enfermo no busco beneficiarme a mí mismo, sino que lo que trato de hacer es buscar el bien del otro, del que sufre. Beneficiando al otro me beneficio a mí mismo en cuanto que Dios en ese enfermo me manifiesta su gracia amorosa que me enriquece y me plenifica. Beneficiando al otro en Cristo evangelizo. Por tanto yo disminuyo para que Cristo crezca en mí. Recuerden cuando San Pablo decía ¡Ah de mí si no evangelizara! Apaguemos el YO y despertemos el nosotros. Por otro lado tengan presente que los sacramentos no se pueden ofrecer como quien pasa con un kiosco ambulante ofreciendo golosinas. Los sacramentos no son algo mágico. Y esto está muy metido en nosotros y en la gente. Debemos ser muy cuidadosos y prudentes al ofrecer un sacramento. Recuerden que los sacramentos exigen por un lado cierta disposición y además exigen una respuesta de fe. Debemos crear el ambiente antes de ofrecer el sacramento, cuidar el trato, la confianza. Debe haber antes una especie de liturgia y una breve catequesis sobre lo que significa el sacramento que se va a solicitar. En caso de gravedad siempre tengan en cuenta que se habla con los familiares, nunca se deben mandar solos a pedir el sacramento. También con los familiares hay que saber llegar para explicar lo que significa el sacramento sobre todo de la Unción de los enfermos para que no lo tomen como algo trágico. Por otro lado son los familiares directos los que lo deben solicitarlo y no el voluntario. El Sacramento de la Reconciliación: Los que tenemos la experiencia de visitar a los enfermos sabemos que ante la enfermedad el hombre se enfrenta a su ser creatural, se enfrenta con sus propias limitaciones. Y ante esta experiencia existencial surgen muchos cuestionamientos, son momentos que se viven con mucha angustia. Ante la enfermedad aparece en el horizonte el tema de la muerte. Esto se vive en un clima de impotencia, el límite de no poder hacer nada y por tanto hay un replanteo de la propia vida. Este replanteo de la vida muchas veces lleva a la necesidad de reconciliación. Reconciliación consigo mismo, con los seres queridos; reconciliación con la vida; reconciliación con Dios. Siempre surge en el hermano enfermo la necesidad de conversar, pero más que nada de ser escuchado. Los voluntarios en esto deben ser muy prudentes, porque el enfermo está abriendo su vida, y muchas veces surgen situaciones muy personales e íntimas. Prudencia y sigilo deben caracterizar al voluntario. También se debe ser muy prudentes al momento de ofrecer conversar con un sacerdote. Yo diría que nunca se debe ofrecer la confesión, salvo que el enfermo lo pida explícitamente. Es el sacerdote quien llegado el caso hablará con él enfermo y evaluará si le ofrece el sacramento de la reconciliación. Debemos tener en cuenta que la el Sacramento de la Reconciliación supone la contrición, esto es el arrepentimiento, la pena por las faltas cometidas, lo cuál lleva a una necesidad de conversión. Esto es muy importante. A veces los enfermos en especial los que no se han confesado por mucho tiempo, o se han confesado sólo al momento de la primera comunión, no tienen una conciencia clara de lo que este sacramento significa y por otro lado muchos aducen que no saben que confesar. Por eso hay que ser muy prudentes al momento de ofrecer este sacramento. La Unción de los enfermos “Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios”. (LG 11) Con este tema de la Unción de los enfermos quisiera que repasemos algunos puntos del Código de Derecho Canónico que les interesa a Uds.: Canon 1001: “Los pastores de almas y los familiares del enfermo deben procurar que sea reconfortado con tiempo oportuno con este sacramento” Con tiempo quiere decir que no hay que esperar a que el enfermo se esté muriendo para pedir el sacramento. En esto quizás hay que esforzarse por una profunda catequesis al Pueblo de Dios. ¿Por qué es importante de que la Unción se administre con tiempo, y en lo posible cuando el enfermo está conciente? En primer lugar porque esto permite una catequesis adecuada sobre el sacramento, para que el enfermo tenga un conocimiento serio sobre la naturaleza del mismo. Y siempre es mejor que sea el mismo enfermo o el anciano el que lo solicite. Y en segundo lugar el hecho de no esperar a último momento permite que el sacramento se reciba con plena fe y devoción de espíritu, es decir con plena lucidez. Canon 1003: respecto al ministro “Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos” Canon 1004: “Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez. Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave” El sacramento se administra por tanto en caso de peligrar la vida de las personas en caso de enfermedad o vejez. No se puede solicitar porque sí. Y siempre se debe administrar con prudencia teniendo en cuenta la situación angustiosa que está viviendo la persona enferma. El Ordo acerca de la administración de este sacramento precisa que: a) Puede darse la Santa Unción a un enfermo que va a ser operado, con tal de que una enfermedad grave sea la causa de la intervención quirúrgica b) También los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan seriamente, aun cuando no padezca una enfermedad grave. c) Debe darse a los niños, aunque se dude acerca de si han llegado al uso de razón. Canon 1006 “Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando estaban en posesión de sus facultades, lo hayan pedido al menos de manera implícita” Para que el sacramento produzca su efecto, es evidentemente necesaria la intención de recibirlo. De todos modos esto debe presumirse en cualquier bautizado católico, mientras no se demuestre lo contrario.