IV - Celebrar los Sacramentos con los Enfermos

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“A Cristo vivo responda
la Iglesia viva”
Que nadie sufra solo
Pablo VI
Paz y Bien
CURSO PARA LOS EQUIPOS PARROQUIALES
DE PASTORAL DE LA SALUD Y LA VIDA
Celebrar los Sacramentos con los enfermos
¿Qué es un sacramento?
El Sacramento es signo de algo que no se ve.
Cuando un amigo llega a casa, le damos un beso, lo abrazamos, le servimos algo,
charlamos, nos reímos, lloramos juntos… etc. Cuando este amigo se va, sentimos que
algo se nos va con él.
Pasemos un poco a analizar los signos que aparecen. El beso, el abrazo, el mate o el
café que compartimos, la risa, el llanto, son expresiones de algo que no vemos, de algo
invisible, pero no por eso irreal. Todos estos signos son la expresión de algo profundo,
pero no por eso incomunicable.
Los hombres necesitamos los gestos para comunicarnos. Es parte de nuestro ser
humanos. Los gestos hablan o expresan lo que sentimos en lo profundo de nuestro
corazón.
El Sacramento no es sólo un signo
Abrazar a un amigo no es un signo vacío sino que expresa o significa el amor que siento
por ese amigo. Pero hay algo más el abrazo no sólo expresa el amor que tengo por mi
amigo, sino que además construye ese amor. Y si esto pasa con los hombres, podemos
pensar ¡Cuánto más con Dios!
En los sacramentos Dios no sólo nos dice que nos ama, sino que además nos hace entrar
en su amor.
La Iglesia nos enseña que los sacramentos son signos “eficaces”, “eficientes” de la
gracia de Dios. Es decir no sólo “significan” algo que no se ve, el amor (la gracia) de
Dios, sino que también lo “hacen presente” en nuestras vidas.
“Los sacramentos confieren la gracia que significan. Son eficaces porque en ellos actúa
Cristo mismo… Es Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia
que el sacramento significa”. (CCIC 1127)
Dios se expresa a través de signos
En el Antiguo Testamento vemos como Dios se comunica con su pueblo a través de
signos. Estos signos visibles manifiestan cualidades de Dios. Por ejemplo el fuego
expresa la santidad divina (Ex 3,2ss; 2 Re 2,11); la nube significa para el pueblo el misterio
de la presencia divina, pero también habla de la gloria de Dios (Ex 19,16); 33,20); la tormenta
expresa la majestad divina (Jer 51,16; Sal 135,7; Job 38,34-38). También aparecen signos y
símbolos que marcan la vida litúrgica del pueblo de Dios. Así podemos hablar de la
circuncisión, la unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de las
manos, los sacrificios, y sobre todo la pascua.
Jesús y los signos
Jesús en su paso por la vida de los hombres utiliza muchos gestos simbólicos como
lenguaje para comunicarnos su gracia. Es parte de la encarnación. Cristo se encarna en
la vida humana y asume un lenguaje puramente humano. Y para eso también se vale de
signos.
Veamos algunos ejemplos:
“Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento… escupió en la tierra, hizo barro con la
saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”…
el ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía…” (Jn 9, 1.6-7)
Jesús le comunica a este hombre la gracia de la sanación. Este hombre que no veía que
estaba ciego en su humanidad en su ser hombre ahora es lavado por la gracia de Cristo
naciendo a una vida nueva.
¿Qué necesidad tiene Cristo de utilizar estos signos? ¿Podría haberlo curado sin hacer
toda esta ceremonia? Ciertamente que sí. Pero aquí se expresa verdaderamente un
lenguaje gestual y humano. Es el lenguaje de Dios hecho carne, hecho terreno. Es la
comunicación de la gracia a través de elementos terrenos, como lo fue siempre el
lenguaje de Dios a través de la historia de la salvación.
“Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea,
atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le
pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le
puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después levantando los
ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete” Y enseguida se abrieron sus
oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente” (Mc 7, 31-37)
Notemos como siempre el gesto está acompañado de la palabra. Todo gesto sacramental
está acompañado de la Palabra de Dios. Se dan tres cosas entonces en liturgia
sacramental: el gesto simbólico, la Palabra y la respuesta de fe por parte de quien recibe
el sacramento. Es el encuentro de Dios con su pueblo a través de un diálogo.
“Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la Palabra de Dios: a la vez iniciativa
gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.” (CIC 1153)
Cristo le da un nuevo sentido a todos los signos de la Antigua Alianza, especialmente a
los del Éxodo y a la Pascua. Esto lo visualizamos con profunda claridad en la preparación
de la Pascua (Lc 22, 7-20) Allí aparecen varios elementos prefigurados en el Antiguo
Testamento.
Cristo mismo es el sacramento de Dios: “De él todos hemos recibido gracia sobre gracia”
(Jn 1,16). “El es imagen de Dios invisible” (Col 1,15).
Cristo habla de Dios. Él es el lenguaje de Dios, es Palabra de Dios. “A Dios nadie le ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18). Pero
además Cristo nos comunica su gracia: “Porque la Ley fue dada por Moisés; pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1,17)
Cristo es la salud de los enfermos. Él es el médico que viene a sanar a los hombres de la
muerte que provoca la enfermedad del pecado en los hombres. Cristo es la salud que
“pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba
con Él” (Hch 10,38). Él “tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt
8,17)
La Economía Sacramental
Pentecostés es el acontecimiento de la Iglesia. Es a partir de ese momento y por la
efusión del Espíritu Santo en que la Iglesia se manifiesta al mundo.
Ya no está la presencia física de Jesús. Ahora es el tiempo de la Iglesia que hace
presente a Cristo en el mundo con la asistencia del Espíritu Santo. Por eso con razón la
Iglesia es llamada Sacramento de Cristo. Ella hace presente al Cristo vivo, y por ella
Cristo sigue actuando entre los hombres comunicándonos su gracia.
“El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo…; el tiempo de la Iglesia, durante el cual
Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de
su Iglesia, “hasta que él venga” (1 Col 11,26). Durante este tiempo de la iglesia, Cristo vive y
actúa en su Iglesia y con ella ya de una manera nueva, la propia de este tiempo nuevo.
Actúa por los sacramentos; esto es lo que la Tradición común de Oriente y Occidente
llama “la Economía Sacramental”; ésta consiste en la comunicación de los frutos del
misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia “sacramental” de la Iglesia.” (CIC
1076)
Veamos algunos puntos:
Nos enseña San Pablo en Col 1,18 que Cristo “es la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la
Iglesia” Y es que en la Iglesia Dios muestra su gracia en la historia. Toda gracia que llega
a los hombres es gracia de Cristo y es gracia en la Iglesia.
La Iglesia, nos dice el Concilio Vaticano II es sacramento universal de salvación” (LG
48), ella misma es símbolo de la gracia y el amor de Dios en la historia.
La Iglesia, a través de su misión, de su palabra y de su obra, nos “significa” la voluntad
de Dios: “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim
2,4)
¿A qué queremos llegar con todo esto? A que los sacramentos se realizan por la Iglesia y
en la Iglesia. Los sacramentos son de la Iglesia. Cristo está presente, actúa en su Iglesia
especialmente en la celebración de los sacramentos. Y además los sacramentos
constituyen la Iglesia.
Leemos en el Código de Derecho Canónico en el canon 840 que “los sacramentos como
instituidos por Cristo y encomendados a la Iglesia en cuanto que son acciones de Cristo y
de la Iglesia”
“La Iglesia actúa en los sacramentos como “comunidad sacerdotal””. (CIC 1119)
Los siete sacramentos de la Iglesia
Los sacramentos de la iniciación cristiana
Bautismo
Confirmación
Eucaristía
Los sacramentos de curación
Reconciliación
Unción de los enfermos
Los sacramentos al servicio de la comunidad
Sacramento del Orden
Sacramento del matrimonio
Antes de hablar de los sacramentos de curación que son los que nos interesan en nuestra
relación con los enfermos, voy a recordar algunos puntos importantes.
Nuestra tarea es esencialmente evangelizadora. Somos enviados a evangelizar a través
de una obra concreta que son las obras de misericordia. Somos instrumentos de Cristo.
Es Cristo quien se acerca al enfermo a través del gesto, a través de la palabra, en el amor
que debemos poner en el trato con los que sufren. “No soy yo, es Cristo quien vive en mí”.
Nuestra tarea no es una tarea individual, es una tarea comunitaria. No soy yo quien se
hace presente frente al que sufre sino la Iglesia a través de mi persona. Cuando visito a
un enfermo no busco beneficiarme a mí mismo, sino que lo que trato de hacer es buscar
el bien del otro, del que sufre. Beneficiando al otro me beneficio a mí mismo en cuanto
que Dios en ese enfermo me manifiesta su gracia amorosa que me enriquece y me
plenifica. Beneficiando al otro en Cristo evangelizo. Por tanto yo disminuyo para que
Cristo crezca en mí. Recuerden cuando San Pablo decía ¡Ah de mí si no evangelizara!
Apaguemos el YO y despertemos el nosotros.
Por otro lado tengan presente que los sacramentos no se pueden ofrecer como quien
pasa con un kiosco ambulante ofreciendo golosinas. Los sacramentos no son algo
mágico. Y esto está muy metido en nosotros y en la gente. Debemos ser muy cuidadosos
y prudentes al ofrecer un sacramento. Recuerden que los sacramentos exigen por un lado
cierta disposición y además exigen una respuesta de fe. Debemos crear el ambiente
antes de ofrecer el sacramento, cuidar el trato, la confianza. Debe haber antes una
especie de liturgia y una breve catequesis sobre lo que significa el sacramento que se va
a solicitar. En caso de gravedad siempre tengan en cuenta que se habla con los
familiares, nunca se deben mandar solos a pedir el sacramento. También con los
familiares hay que saber llegar para explicar lo que significa el sacramento sobre todo de
la Unción de los enfermos para que no lo tomen como algo trágico. Por otro lado son los
familiares directos los que lo deben solicitarlo y no el voluntario.
El Sacramento de la Reconciliación:
Los que tenemos la experiencia de visitar a los enfermos sabemos que ante la
enfermedad el hombre se enfrenta a su ser creatural, se enfrenta con sus propias
limitaciones. Y ante esta experiencia existencial surgen muchos cuestionamientos, son
momentos que se viven con mucha angustia. Ante la enfermedad aparece en el horizonte
el tema de la muerte. Esto se vive en un clima de impotencia, el límite de no poder hacer
nada y por tanto hay un replanteo de la propia vida. Este replanteo de la vida muchas
veces lleva a la necesidad de reconciliación. Reconciliación consigo mismo, con los seres
queridos; reconciliación con la vida; reconciliación con Dios.
Siempre surge en el hermano enfermo la necesidad de conversar, pero más que nada de
ser escuchado. Los voluntarios en esto deben ser muy prudentes, porque el enfermo está
abriendo su vida, y muchas veces surgen situaciones muy personales e íntimas.
Prudencia y sigilo deben caracterizar al voluntario.
También se debe ser muy prudentes al momento de ofrecer conversar con un sacerdote.
Yo diría que nunca se debe ofrecer la confesión, salvo que el enfermo lo pida
explícitamente.
Es el sacerdote quien llegado el caso hablará con él enfermo y evaluará si le ofrece el
sacramento de la reconciliación. Debemos tener en cuenta que la el Sacramento de la
Reconciliación supone la contrición, esto es el arrepentimiento, la pena por las faltas
cometidas, lo cuál lleva a una necesidad de conversión. Esto es muy importante. A veces
los enfermos en especial los que no se han confesado por mucho tiempo, o se han
confesado sólo al momento de la primera comunión, no tienen una conciencia clara de lo
que este sacramento significa y por otro lado muchos aducen que no saben que confesar.
Por eso hay que ser muy prudentes al momento de ofrecer este sacramento.
La Unción de los enfermos
“Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia
entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los
salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir,
así, al bien del Pueblo de Dios”. (LG 11)
Con este tema de la Unción de los enfermos quisiera que repasemos algunos puntos del
Código de Derecho Canónico que les interesa a Uds.:
Canon 1001:
“Los pastores de almas y los familiares del enfermo deben procurar que sea reconfortado
con tiempo oportuno con este sacramento”
Con tiempo quiere decir que no hay que esperar a que el enfermo se esté muriendo para
pedir el sacramento. En esto quizás hay que esforzarse por una profunda catequesis al
Pueblo de Dios.
¿Por qué es importante de que la Unción se administre con tiempo, y en lo posible cuando
el enfermo está conciente? En primer lugar porque esto permite una catequesis adecuada
sobre el sacramento, para que el enfermo tenga un conocimiento serio sobre la naturaleza
del mismo. Y siempre es mejor que sea el mismo enfermo o el anciano el que lo solicite. Y
en segundo lugar el hecho de no esperar a último momento permite que el sacramento se
reciba con plena fe y devoción de espíritu, es decir con plena lucidez.
Canon 1003: respecto al ministro
“Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos”
Canon 1004:
“Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de
razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.
Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de
nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más
grave”
El sacramento se administra por tanto en caso de peligrar la vida de las personas en caso
de enfermedad o vejez. No se puede solicitar porque sí. Y siempre se debe administrar
con prudencia teniendo en cuenta la situación angustiosa que está viviendo la persona
enferma.
El Ordo acerca de la administración de este sacramento precisa que:
a) Puede darse la Santa Unción a un enfermo que va a ser operado, con tal de que
una enfermedad grave sea la causa de la intervención quirúrgica
b) También los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan seriamente, aun cuando no
padezca una enfermedad grave.
c) Debe darse a los niños, aunque se dude acerca de si han llegado al uso de razón.
Canon 1006
“Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando estaban en posesión
de sus facultades, lo hayan pedido al menos de manera implícita”
Para que el sacramento produzca su efecto, es evidentemente necesaria la intención de
recibirlo. De todos modos esto debe presumirse en cualquier bautizado católico, mientras
no se demuestre lo contrario.
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