LA ACCIÓN LITÚRGICA José L. Yáñez, s. d. b. En su segundo día de trabajo, el 10 de septiembre, el Sínodo se detuvo a reflexionar sobre la acción litúrgica de la Iglesia de Sanüago. El grueso volumen de los Documentos Fundamentales, en su segunda parte dedicada a la Jerarquía, contenía 140 párrafos destinados a orientar esta reflexión. Como el resto del material sinodal, los diagnósticos y perspectivas de solución acerca de la acción litúrgica provenían en su mayor paite de las amplias cónsul las y encuestas presinodales. Los fieles, en general, tienen siempre algo que decir acerca de la liturgia. Muchos, en efecto, identifican en forma casi exetusiva Iglesia con misa, sacramentos, devociones ... Por esto era natural que los sondeos previos al Sínodo aportaran muchas indicaciones relacionadas con la liturgia. De hecho se reunió un material bastante abundante. Este fue clasificado en cuatro grandes rubros y luego trabajado por una comisión sinodal especializada que evacuó cuatro informes: Bautismo, Asamblea, Otros Sacramentos y Orden Devocional. En teoría, cada una de las cuatro comisiones fundamentales debía sacar de ellos lo pertinente a su ministerio. Así, lo litúrgico habría debido quedar repartido en los cuatro documentos fundamentales. 572 De hecho, por razones prácticas las cuatro comisiones fundamentales prefirieron repartirse amigablemente los 18 informes especializados. Así, y no por una concepción clericalista de la liturgia, se explica el hecho que el documento B (Jerarquía) monopolizara todo el campo de la acción litúrgica. El documento sobre la "acción litúrgica" se presenta como UQ documento bastante homogéneo, consta de siete puntos: I. II. III. IV. La Liturgia del pueblo sacerdotal El servicio del pueblo sacerdotal La revisión de los ritos La Eucaristía, cumbre y fuente de la liturgia del pueblo sacerdotal V. El ejercicio del ministerio litúrgico en los sacramentos VI. El orden devocional y VIL La oración comunitaria Es fácil percibir cómo los tres primeros temas tratan de elementos genéricos que son fundamentales para toda la acción litúrgica. Los cuatro restantes, en cambio, se refieren a sectores específicos. El aula sinodal fue bastante favorable para juzgar los diagnósticos y perspectivas de solución presentadas en este documento. Sin embargo, salvo la sección VII —sobre la oración comunitaria— que fue simplemente aprobada, todo lo demás fue aprobado con modificaciones. Esto, más que a la presencia de graves objeciones, se debió a Ja presentación de votos excesivamente amplios, que acumularon, en consecuencia, gran cantidad de modificaciones. Es imposible presentar, en un artículo que se ha pedido breve, la densa sucesión de temas contenidos en esta sección litúrgica. Nos limitaremos, poi tanto, a recordar las condiciones básicas postuladas por el Sínodo para la plena realización de la liturgia del pueblo sacerdotal, para detenernos luego en tres puntos específicos que pensamos son los de mayor interés para captar la orientación del Sínodo en el campo de la acción litúrgica: La iniciación cristiana, la eucaristía y el orden devocional. en espíritu y en verdad", ubica toda la acción litúrgica en una perspectiva abierta al crecimiento y con capacidad de superar la "esclerosis" formalíslica y ritualista que es la continua y gran amenaza de la liturgia. LA LITURGIA DEL PUEBLO SACERDOTAL El documento sinodal parte recordando la visión de liturgia que nos ha dado e! Concilio Vaticano II. La liturgia no es el conjunto de ritos que es necesario "hacer" para dar gloria a Dios y conseguir determinadas gracias. En línea con la liturgia de Cristo, que tuvo su acto supremo en la muerte y resurrección del Señor, "ta liturgia de! pueblo sacerdotal, dice el documento, debe considerarse primeramente como la expresión de la vida en cuanto realiza la gloria del Padre" (B. 109) "Esta liturgia del pueblo de Dios que se puede llamar vital, se recapitula en la liturgia sacramental que culmina en la Eucaristía, renovación del Sacrificio de Cristo y consumación del sacrificio espiritual de los fieles. Por esto, dice siempre el documento sinodal, "la liturgia sacramental más que "rilo" es "signo", tanto de la reactualización del acontecimiento histórico de la Pascua del Señor, cuanto de la asunción de los eventos históricos de la vida cristiana en el mundo", y así, a través de la mediación del pueblo sacerdotal, de toda la vida de la humanidad en cuanto orientada al Padre. Esta visión de la liturgia cristiana está en la base de toda la renovación actual y abre posibilidades en gran parte insospechadas para el futuro. El documento sinodal no entra con audacia hacia ese futuro, lo que según nuestro parecer es una de sus mayores limitaciones. Sin embargo, al recordar las condiciones fundamentales que debe revestir la liturgia para que sea auténticamente "culto Las condiciones fundamentales que recuerda el documento sinodal son tres: la necesidad de la fe, la necesidad de la comunidad y la necesidad de la conexión con la vida. Digamos una palabra sobre cada uno de estos postulados. Necesidad de la fe La acción litúrgica supone la fe, es decir, la acogida del Misterio Pascual de Cristo manifestado eclesialmente en los signas litúrgicos. Ahora bien, recogiendo un clamor universal, el Sínodo ha tomado conciencia del grave "desajuste entre lo que el sacramento significa como gesto pascual y presupone como actitud de fe, y la disposición real —inmadura y en muchos casos semimágica— con que se acerca a ellos el pueblo". Frente a esta situación muy real, la Iglesia de Santiago, y en general la Iglesia universal, aparece mal dotada pastoralmente. ¿Qué hacer frente a una persona que por motivos insuficientes, muy lejanos en todo caso de ]a verdadera fe, pide el matrimonio, el bautismo u otro sacramento? ¿Se le da el sacramento que solicita? ¿No se le da? Pero al negarle el sacramento ¿que se le ofrece para ir conduciéndole a la fe que se necesita para acceder al sacramento? La aprobación de la "prioridad de la evangelización" como criterio pastoral básico, es ya una respuesta a esta compleja situación. Desde el piín573 to de vista de la liturgia, ia línea aprobada consiste L-n favorecer "la creación de alternativas no estrictamente sacramentales, tales como celebraciones de la palabra, paral¡turgias, devociones, etc.". Lo que importa es que la Iglesia cuente con los medios oportunos y diversificados para acoger y educar en la fe a todos los que se acercan a ella, pero sin verse en la necesidad de tener que echar mano en todos los casos a los sacramentos, aún a costa de obnubilar su sentido cristiano. Necesidad de la comunidad La acción litúrgica es la acción de una comunidad orgánica que se llama técnicamente ''asamblea litúrgica". Es la asamblea litúrgica quien celebra la liturgia, la misa, los sacramentos. La misa no la "hace", no la "dice" el sacerdote. Los fieles no "asisten" a la celebración. Todos la celebran, todos participan en ella, pero cada uno según su función, uno en la función capital de presidir, otros leyendo, otros tocando el órgano o las guitarras, etc. El Sínodo ha tomado conciencia que "con demasiada frecuencia, más que una asamblea, es decir, un cuerpo orgánico que se siente co-responsable de la acción litúrgica, se tiene la impresión de contar sólo con un público que asiste individualmente a un especiado". También en este punto, un elemento básico de solución pastoral es proporcionado por otro documento, el documento sobre la organicidad pastoral, al proponer la creación de auténticas "comunidades eucarísticas" de base. El documento litúrgico, junto con propugnar desde su punto de vista ese proyecto, sugiere algunos elementos casi de metodología. Uno de los más novedosos consiste en la "promoción dentro del mismo templo, casa del pueblo de Dios, de elementos de convivencia fraternal: saludo, conversación respetuosa, cantos, etc. antes o después de la celebración litúrgica". Necesidad de conexión con la vida Hemos recordado más arriba cómo, por definición, la liturgia es expresión de la vida. Es cumbre y fuente de toda la vida cristiana. Al respecto, el Sínodo ha recogido en su diagnóstico una impresión de peligrosa desconexión entre la liturgia y la vida. Esto se manifestaría "por una parte, en que no siempre hay correspondencia entre lo que se hace ritualmente y lo que se vive. Se lamenta así el caso 574 de cristianos que observan rigurosamente los valores rituales y que descuidan gravemente muchos importantes valores humanos y evangélicos". Esta misma desconexión, por lo demás, se refleja en las fórmulas y ritos que por lo general son completamente ajenos a todas las circunstancias que entretejen la vida concreta de los hombres. El proyecto de solución confia en una catcquesis permanente que explique el sentido del rito litúrgico como signo de la vida, y sobre todo en la reforma de los ritos y fórmulas. A esta reforma de los ritos, el Sínodo dedica un párrafo especial. En él, junto al criterio fundamental que pide que el rito sea expresión y fuente de fe, comunidad y vida, se presentó y se aprobó otro criterio básico: el de la flexibilidad litúrgica. Los signos deben tener la capacidad de adaptarse a los diversos niveles culturales y de te de las comunidades. La plena realización de la celebración litúrgica depende en forma determinante del sacerdote que preside, del "presídeme" de la asamblea litúrgica. Su misión especifica es ser convocador, es procurar que este pueblo reunido por Ja palabra de Dios, se convierta en el "cuerpo de Cristo" por su comunión con el Señor. Esta misión esencial, al servicio de la cual está la misma transubstanciación y la presencia real, se ve en muchos casos entorpecida por una especie de obsesión ritual, por una prescindeneia del pueblo, un fin, por una incapacidad de presidir una asamblea en forma significativa. En muchos casos, el celebrante del rilo, absorbe al presidente de la asamblea. E! Sínodo, al respecto, ha aprobado un voto que nos parece de ia máxima importancia. "Pedir a la conferencia episcopal que abogue ante el "Consilium" porque se tenga más confianza en el "Presidente" inmediato de la asamblea en orden a ciertas adaptaciones exigidas por !a comunidad local. Esto estará supeditado, evidentemente a una formación litúrgica más profunda y a una mayor compenetración con su pueblo. ALGUNOS TEMAS ESPECÍFICOS La iniciación cristiana La iniciación cristiana es el proceso marcado por el bautismo, la confirmación y la primera eucaristía que conduce al hombre a la plena integración en la comunidad eclesial, en el pueblo de Dios. Este proceso aparece ahora completamente desarticulado. Más que una iniciación cristiana, o sea un camino de maduración en la fe y de compromiso con la Iglesia, tenemos ahora ritos sueltos relacionados con determinados momentos fuertes de la vida: el nacimiento, la llegada al uso de razón, la entrada en la adolescencia, etc. En ellos se plantea así, con toda su fuerza, la tensión o desajuste entre el sacramento como signo y compromiso de fe, y la fe real de quienes lo reciben o solicitan. Esta situación se agudiza en el caso del bautismo. Frente a esta problemática llegaron voces al Sínodo pidiendo la postergación del bautismo hasta una edad en que haya suficiente capacidad personal de decisión. ¿Cuál fue la linca aprobada por e! Sínodo? Podemos condensar la decisión sinodal en estos puntos: • Destaca la unidad del proceso de iniciación cristiana que se inicia con el bautismo y se comple- ta con la confirmación. La atomización de la sacramentalidad de la Iglesia ha desarticulado este proceso, haciendo aparecer la iniciación cristiana como identificada y concentrada exclusivamente en el bautismo, como si este solo sacramento debiera entregar ya un "cristiano perfecto", sujeto de todos ios derechos y deberes eclesiales. La responsabilidad de entregar un cristiano maduro en su fe y en su compromiso eclesial debe confiarse a todo el proceso y especialmente a las últimas etapas: confirmación y "primera comunión". • De acuerdo a este criterio y a otras muchas razones —necesidad de caridad y justicia pastoral, problemas teológicos aún sin resolver, tradición de la Iglesia, peligro de discriminación subjetiva, etc.— el Sínodo no ha juzgado como solución la simple postergación del bautismo de los niños. • Ha decidido, en cambio, garantizar suficientemente la seriedad del compromiso eclesial de los padres, estableciendo un catecumenado que les proporcione la preparación debida y que pruebe la seriedad con que solicitan el bautismo para su niño. • Y finalmente, se ha acordado rodear del máximum de seriedad y exigencias de fe el momento de la confirmación en el cual culminaría la iniciación cristiana. La eucaristía La asamblea eucarística dominical es el centro de la liturgia y de toda la actividad de la Iglesia. La Iglesia, por siglos, ha subrayado este carácter central, imponiendo la obligación de asistir a misa todos los domingos y fiestas de precepto. Dejando de lado muchos otros interesantes problemas acerca de la eucaristía, en esta nota nos limitaremos a ver qué ha dicho el Sínodo sobre el precepto de la misa dominical. Al confeccionar el dignósik-o de la situación actual, haciéndose eco de numerosas opiniones de los fieles, dice lo siguiente: "La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo dia de la resurrección de Cristo, celebra el Ministerio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón, día del Señor o domingo" (SC. n. 106). Este ritmo semanal a menudo no puede ser observado por muchos fieles a causa de las dificultades de la vida moderna, o en la mayoría de los casos, por no comprender el sentido pleno de la misa, o por no corresponder la misa semanal a su ritmo 575 personal en la expresión de la fe. Por otra paite, el precepto estaría también enturbiando el rostro de la asamblea cucarística dominical, al hacerla una reunión de "cumplidores de una observancia" y no una asamblea de "testigos entusiastas" de la resurrección". De lo expuesto, el Sínodo toma pie para pedir una rcforrnulación del precepto de la misa domini cal "de mudo que se acentúe, no tanto la obligación individual, cuanto la importancia que tiene la eucaristía para la vida cristiana y la necesidad que tiene la asamblea de la presencia de todos para dar un elocuente testimonio del Señor resucitado". La urgencia, en consecuencia, se debería poner, no tanto en la necesidad de cumplir cada uno sus deberes religiosos para con Dios, cuanto en la necesidad de integrarse en la asamblea cultual, en la necesidad de que "nadie disminuya la Iglesia no yendo a la asamblea, para que no disminuya ni siquiera de un miembro el cuerpo de Cristo" (Didascalia II, 60, I)". El orden devocional La liturgia no agota toda la riqueza santificante del misterio salvador de Cristo. Este irradia en múltiples formas: devociones, paraliturgias, culto a la Virgen y a los Santos, peregrinaciones, etc Todo este conjunto de expresiones religiosas es el que, a falta de otro nombre mejor, se ha llamado en el documento sinodal "orden devocional". La proliferación de devociones de dudosa calidad es una triste realidad pastoral. Sin embargo, las desviaciones que existen no justifican la abolición simplista del orden devocional. Esto traería, no sólo el extinguimicnto en muchos casos de la "mecha que aún humea", sino también un auténtico empobrecimiento del cristianismo, que debe ser capaz de asumir todas las realidades humanas, también la religiosidad natural. La linea adoptada, por el Sínodo es de reconocimiento del valor del orden devocional y de promoción de una pastora! que lo purifique de todas sus desviaciones y lo convierta en punto de partida para llegar a una fe siempre más rica, o en medio de expresión de la riqueza sobreabundante del misterio pascual de Cristo. El orden devocional, en efecto, no es sólo para quienes tienen "poca fe". También tiene una función para quienes tienen "mucha fe". Dentro de esta línea general, en especial se pide aprovechar estas manifestaciones devocio576 nales para la evangelización del pueblo; elaborar una pastoral mariann de acuerdo a las orientaciones mariológicas del Vaticano 11; fomentar las manifestaciones masivas ca que los fieles se encuentren como "pueblo peregrino", y purificar los santuarios de toda desviación fetichista y de comercialización, integrándolos en la pastoral de conjunto de la diócesis y asimilando los ingresos por rn/ón de limosnas, mandas, etc. a la condición de "contribución a la Iglesia local". CONCLUSIÓN Podemos terminar preguntándonos qué va a pasar con Iodos los proyectos de soluciones pastorales que ha aprobado el Sínodo respecto a la acción litúrgica, algunos de los cuales hemos presentado en este artículo. Pensamos que actualmente nadie está en condiciones de dar una respuesta exacta. Sin embargo, pueden ser útiles dos observaciones generales para valorar en sus justas perspectivas las decisiones sinodales. Primera observación La larga serie de "proyectos de soluciones pastorales" en malcría litúrgica contiene propósitos de muy distinto valor. En general, debemos distinguir entre las resoluciones sinodales las que implican reforma de las estructuras litúrgicas, y las que simplemente promueven la vifalizaciún de la acción litúrgica como actualmente se presenta. Es evidente que lo segundo puede, y debería, en- trar en vigencia lo más pronto posible, según lo estime conveniente el Pastor diocesano. Por el contrario las resoluciones que implican reforma y cambio de estructuras litúrgicas, caen en la competencia de la conferencia episcopal, y más arriba, del "Consilium", o sea del Consejo para la ejecución de la reforma litúrgica con sede en Roma. Por lo demás, loda reforma supone experimentación previa. Hsta experimentación se présenla oficialmente de "arriba para abajo" cuando el Consilium concede el permiso para experimentar algún elemento nuevo, por ejemplo el nuevo ritual de exequias. Pero junto a esta experimentación oficial, una sana vitalidad litúrgica promueve inevitablemente una experimentación "de abajo para arriba". Pensamos que el Sínodo pastoral debería desembocar, en este punto, en una actitud muy positiva de la jerarquía para promover la experimentación de "arriba para abajo" y para encabezar, en cierto modo. Ja búsqueda que se realiza "de abajo para arriba". Segunda observación Es una apreciación algo más personal. Pensamos que el documento sinodal sobre liturgia es bueno y que su aplicación permitirá una real renovación de la vida litúrgica del pueblo de Dios. Pero, por falta de maduración, es un documento a corto plazo, con soluciones que, por lo general, no corresponden a los datos doctrinales y pastorales expuestos en los diagnósticos. Las soluciones suelen desilusionar un poco. Como decíamos, le faltó maduración. El documento se limitó a traducir para la diócesis la "Constitución conciliar sobre liturgia", pero no tradujo plenamente el espíritu del concilio Vaticano II, que es mucho más amplio que su primer documento. Era necesario, en consecuencia, para obtener un documento a tono con todo el Concilio, especialmente con "Gaudium et Spes", un largo tiempo de estudio y de reflexión. Este tiempo no se tuvo. Tenemos así un documento discreto que nos parece, a pesar de muchas de sus declaraciones, radicalmente "ritualista". Sin embargo, en la medida en que el documento impulsa la turmación de autenticas asambleas litúrgicas co-responsables de la liturgia, y en que promueva la vida de estas asambleas, irá haciendo brotar también la liturgia viva que todos esperamos, más allá de fórmulas genéricas y ritos desprovistos de calor humano y cristiano. 577