SEGUIDORES DE JESÚS 15 marzo SANTA LUISA DE MARILLAC Fundadora de las Vicentinas, Hijas de la Caridad DETALLES DE ESTE DÍA / FIESTA Santa Luisa de Marillac nació el 12 de agosto del año 1591. Era hija de una familia noble. Huérfana de madre muy pronto, su padre le proporcionó una formación extraordinaria en todas las ramas del saber. Era también sumamente piadosa y ejemplar. A los quince años quiso entrar en un convento de capuchinas, pero la disuadieron por su delicada salud. Muere entonces su padre, y a instancias de sus parientes se casó con el señor Le Gras. Se lee en el proceso de beatificación: “Fue un dechado de esposa cristiana. Con su bondad y dulzura logró ablandar a su marido, que era de carácter poco llevadero, dando el ejemplo de un matrimonio ideal en que todo era común, hasta la oración”. Tuvieron un hijo al que Luisa le tenía un amor sin límites. Esta experiencia maternal le serviría mucho para la futura fundación. Quedó viuda a los treinta y cuatro años. El señor Le Gras murió santamente en sus brazos. Desde entonces decidió entregarse totalmente a Dios y a las buenas obras. Francia estaba enredada en guerras de religión en el siglo XVI. Pero en el XVII surge con fuerza una pléyade de santos, que realizan una gran tarea: Francisco de Sales, Juana Francisca, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac. Francisco de Sales era el director espiritual de Luisa, que la encaminó a Vicente de Paúl. Vicente había empezado ya sus ingentes obras de misericordia, como las Caridades, asociaciones al servicio de los pobres. Luisa pondrá en ellas el toque maternal y femenino, todo su corazón. Recorría los pueblos, reanimaba las cofradías, visitaba a los enfermos. Hacían falta más brazos para atender a tantas necesidades. La miseria imperaba en ciertas regiones. Vicente y Luisa no descansan. Amplían su radio de acción. Otras muchas jóvenes se unen a Luisa para atender a tantos necesitados. Después de un tiempo de noviciado, Luisa y sus compañeras pronuncian sus votos en la fiesta de la Anunciación de 1634, fecha en que luego renovarán sus votos en todo el mundo las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. A partir de entonces la bola de nieve se convierte en alud arrollador. Se multiplican las obras en favor de “sus señores los pobres”, como gustan llamarlos: visita a hospitales; acogida de niños; atención a las regiones en guerra; Asilos para pobres; establecimientos para enfermos mentales. No hay dolencia sin remedio para Luisa y sus compañeras. A principios de 1655 quedaba canónicamente erigida la Congregación de las Hijas de la Caridad. San Vicente les leyó las Reglas y les dijo: “De hoy en adelante, llevaréis el nombre de “HIJAS DE LA CARIDAD”. Conservad este título, que es el más hermoso que podéis tener”. La actividad desarrollada por Santa Luisa era sobrehumana, a pesar de su débil constitución. Cayó agotada en el surco del trabajo el 15 de marzo de 1660. Vicente, también enfermo, no pudo acompañarla a la hora de la muerte. Le envió este recado: “Usted va delante, pronto la volveré a ver en el cielo”. Vicente, cargado de buenas obras, no tardaría en acompañarla. Los venerables restos de Santa Luisa de Marillac reposan en París, en la casa madre de la Congregación, en la misma capilla de las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Marillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales. Las Hijas de la Caridad durante los siglos XVII y XVIII desarrollaron su labor solidaria en Francia y Polonia. Hacia 1790 se establecieron en España y en el siglo XIX se extendieron por toda Europa y América Latina, además de América del Norte, Asia, África y Oceanía. En la actualidad la congregación está presente en 93 países de África, América del Sur, Asia y Europa. El número de Hermanas ha sido superior a las 33.000, distribuidas en más de 2.500 comunidades y 78 provincias canónicas. A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS EVANGELIO: Lucas 10, 25-37 En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: - «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: - «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Él contestó: - «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: - «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: - «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: - «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él contestó: - «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: - «Anda, haz tú lo mismo». HOY, NUESTRA HORA También en esta ocasión, nos encontramos a alguien que merece la pena que se le conozca, pues aunque haya sido una mujer de salud quebradiza, su capacidad de entrega y de trabajo ha sido, sencillamente, inconmensurable. Santa LUISA DE MARILLAC es una figura destacable de la ESENCIA misma del Evangelio, vivido como CARIDAD exquisita, haciendo el bien a favor de los más desfavorecidos de su tiempo y de su entorno. Asimismo, la Familia por ella fundada, llevará adelante la causa de los pobres y marginados. Y nuevamente nos encontramos con esos “caminos de Dios” que nos son fáciles de entender, pero que no se encuadran, tantas veces, en los esquemas habituales. Él busca a esta madre de familia y mujer ejemplar para cooperar, en cuerpo y alma, junto a otro insigne testigo del Evangelio, que fue Vicente de Paúl. Junto a él, Luisa será esa mano prolongada que animará tantas actividades puestas en marcha por su hermano y director espiritual, Vicente de Paúl. Así, pues, Dios se sirve de CORAZONES ABIERTOS para ir haciendo realidad ese Reino que Él sueña para la humanidad. Ante el relato evangélico de hoy y ante la pregunta del Maestro: “¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó…”, “El que practicó misericordia con él”, Luisa no para en su labor y anima a OTRAS AMIGAS y COMPAÑERAS a realizar esa actividad inmensa y que no tiene barreras. Así, con la ayuda y animación de san Vicente de Paúl, nace la NUEVA FAMILIA religiosa y que tantos frutos hermosos ha ofrecido a nuestra humanidad en su andadura a través de la historia. Son los POBRES la fuente de inspiración de esta mujer, a la “sombra” de Vicente de Paúl. Esto es, descubrimos nuevamente que el Evangelio de Jesús ha penetrado a fondo en el corazón y en el ser de esta extraordinaria mujer. Hasta tal punto llega la fuerza de esa experiencia, que su mismo nombre titular, “HIJAS de la CARIDAD”, expresa dónde se encuentra el “secreto evangélico” que da calor y sabor a las vidas de quienes son ALCANZADOS por esa fuerza maravillosa. Luisa y Vicente lo fueron de forma tan singular y característica, que son admirables por su entrega y compromiso con los más pobres y marginados de nuestro mundo. Ahí es donde impresiona el Reglamento mismo que les quedó para sus vidas: “Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer…”. Con esto queda dicho el ESPÍRITU que anima a esta Familia. HOY y AQUÍ, para NOSOTROS, la llamada queda abierta. Y es que las situaciones de pobreza, posiblemente han cambiado de los vividos por Santa Luisa y San Vicente de Paúl, pero los POBRES siguen estando ahí, y las necesidades, en lugar de disminuir, posiblemente se han agudizado y, de hecho, siguen siendo tan dramáticas y sangrantes como entonces. De ahí que la “causa de los pobres” sigue muy viva y presente, también en nuestro entorno más inmediato. Por lo tanto, cuanto estas figuras y testigos de la fe han vivido y siguen sugiriendo, tiene plena validez hoy, aquí, entre nosotros, en nuestras Comunidades, en nuestras realidades inmediatas a nuestra existencia de cada día. Que queramos verlas y afrontarlas… ¡será otra “historia”! Pero la tozuda realidad nos lo recuerda de forma permanente. Es el DESAFÍO del Evangelio que Luisa de Marillac, Vicente de Paúl y… tantos otras y otros han sabido “leer” y responder con todas su energías. Celebrar la fiesta de Santa Luisa nos puede ayudar a descubrir la “ESENCIA” del Evangelio y hacer que nuestra vida adquiera una calidad especial. Ojalá sea así. Ojalá sepamos ASUMIR el RETO que, también hoy, suponen tantas formas de POBREZA que abundan en nuestro mundo. ORACIÓN Dios y Padre nuestro, que haces tuya la causa de los pobres, hasta el punto de hacer que Jesús, tu Hijo amado, sintiera una profunda debilidad por ellos, y siempre se mostrara cercano a cuantos la sociedad arrinconaba. Padre, al estilo de Santa LUISA de MARILLAC, concédenos un corazón grande y generoso, para que cuantos sufren, de forma especial y cruel, las consecuencias de la pobreza, en esta cultura del bienestar en el que estamos inmersos, encuentren en NOSOTROS, una respuesta adecuada con la propuesta del Evangelio que Jesús nos planteó y que a Ti tanto te agrada. PLEGARIA MIEDO A GASTAR LA VIDA Tú, Señor, nos has dicho que el que pierda la vida por tu causa y por el Evangelio, la salvará. Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo y nos atenaza. Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos. Y sobre todo está la cobardía... Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se puede economizarla en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no lo va a devolver; lanzarse aun al fracaso, si hace falta; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos: sólo entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia, y no nos dejarás caer en el vacío. A pesar de que el futuro es un enigma y nuestro camino se interna en la niebla, queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche, con mil ojos humanos rebosando lágrimas. CANTO EVANGELIO ES DECIR AMIGO Evangelio es decir amigo, es decir hermano. Evangelio es darte mi tiempo, es darte mi mano. Evangelio es mirarte a los ojos, es reír contigo; es compartir tu pena, es llevarte a Cristo. Es compartir tu pena, es llevarte a Cristo. Evangelio es llevar la paz siempre contigo. Evangelio es amar de balde hasta caer rendido. Evangelio es decir te amo a tu enemigo, abandonar tu vida en manos de Cristo. Abandonar tu vida en manos de Cristo. Evangelio es vivir como un pobre que todo lo espera. Evangelio es mirar al cielo con ojos de niño. Evangelio es dar gracias al Padre al nacer el día, y continuar cantando al hacer camino. Y continuar cantando al hacer camino. Evangelio es sembrar libertad, es vivir unidos; es llevar esperanza a un mundo que llora perdido. Evangelio es romper cadenas, es abrir sepulcros. No le busquéis muerto que está entre los vivos. No le busquéis muerto que está entre los vivos. (Lucía Díaz Alonso – Disco: “Evangelio es decir amigo” – Ed. Paulinas)