Fragmento adaptado de Alrededor de la Luna de Julio Verne Los viajeros abrieron uno de los paneles que cubrían los agujeros donde estaba el proyectil. Había dos a los lados y uno cerca de la parte superior de la punta del proyectil. Miraron la Tierra y la Luna a tracés de uno de los agujeros laterales. —¡No, amigos! —exclamó Barbicane a sus dos compañeros—. No hemos caído de vuelta en la Tierra, ni estamos en el fondo del golfo de México. ¡No! ¡Estamos viajando por el espacio! ¡Miren las estrellas que brillan a nuestro alrededor! Más brillantes y más pequeñas que nunca. ¡Hemos dejado la atmósfera de la Tierra a nuestras espaldas! —¡Hurrah! ¡Hurrah! —gritaron el capitán Nicholl y Ardan con la sensación de que los atravesaba una corriente eléctrica, solo veían oscuridad. Barbicane convenció al capitán y a Ardan de que la oscuridad probaba que no estaban, ni podían estar, en la superficie de la Tierra. Estaba seguro de que habían atravesado varias capas de la atmósfera y que aún se movían. Ya no había lugar para dudas. —¡Es un hecho! —observó el capitán, ya bastante convencido. Durante unos minutos, los tres observaron maravillados el cielo estrellado. —¿Dónde está la Luna? —preguntó Ardan—. ¿Por qué no la vemos? 23 SRC_F_G4.10_FPP_spidml_Sp.indd 23 7/20/15 2:55 PM —El hecho de que no podamos verla —respondió Barbicane—, me da una gran satisfacción porque significa que nuestro proyectil fue lanzado con tanta velocidad por el cañón en la Tierra, que no está rotando. Esto es muy bueno para nosotros. En cuanto a la Luna, no podemos verla desde este lado. Abran la ventana del lado este. Justo en ese momento, los tres viajeros miraron hacia el oeste y vieron un objeto brillante que se acercaba rápidamente. Era un disco enorme, tan gigante que no podían estimar su tamaño. A la distancia parecía una luna, pero el lado que miraba a la Tierra desprendía una luz brillante que se intensificaba a cada momento. —¡Miren ! ¿Qué es esto? —dijo Barbicane. El objeto venía hacia ellos a una velocidad feroz y se movía directamente hacia la trayectoria del proyectil. A medida que avanzaba, de este a oeste, pudieron ver que rotaba sobre su eje, como todos los cuerpos celestes. —¿Qué es eso? —dijo Ardan emocionado—. ¿Será otro proyectil? El capitán Nicholl limpió sus gafas y volvió a mirar pero no contestó. Barbicane se hurgaba la barba confundido e inquieto. Era muy posible que hubiera una colisión con resultados desastrozos. Su proyectil, si no estallaba en mil pedazos, sería desviado de su trayectoria y arrastrado a una nueva por este furioso asteroide. 24 SRC_F_G4.10_FPP_spidml_Sp.indd 24 7/20/15 2:55 PM Barbicane sabía que en cualquier caso significaría el fracaso de su misión. Él y el capitán miraban al espacio en silencio, pero Ardan no podía dejar de hablar. —¡Miren, miren a qué velocidad se nos acerca esa maldita cosa! — exclamó Ardan—. ¡Y duplica su tamaño a cada segundo! Viene directo hacia nosotros como una flecha. ¿Qué podemos hacer? Contra un monstruo como ese estamos tan indefensos como tres hombres en un bote pequeño que se acerca al borde de las cataratas del Niágara. Cada vez, se acercaba más pero sin hacer ruido, sin chispas ni estela. Y cuanto más se acercaba, más inminente parecía la colisión. Imagina que estás en un puente angosto de un ferrocarril a medianoche y un tren expreso se acerca a toda velocidad, sus luces te encandilan, el rugir de los vagones aturde tus oídos. Esa era la sensación que vivían los viajeros. Al final, estaba tan cerca que los viajeros se apartaron asustados. Sus ojos cerrados y los cabellos erizados. Creían seriamente que les había llegado la hora final y que no podían hacer nada más. Luego, en un instante más tarde todo acabó. El asteroide pasó a varios cientos de yardas del proyectil y desapareció. 25 SRC_F_G4.10_FPP_spidml_Sp.indd 25 7/20/15 2:55 PM —¡Adiós, y ojalá no vuelvas nunca! —gritó Ardan, casi sin poder respirar—. Es completamente ridículo. ¿No hay suficiente lugar, en el espacio infinito para permitir que un proyectil como el nuestro se pasee sin riesgo de ser destruido por un monstruo como ese? ¿Y qué era, por cierto? ¿Lo sabes, Barbicane? —Sí —contestó Barbicane. —Claro que lo sabes, ¿hay algo que no sepas? ¿Eh, capitán? —Es un simple meteorito pero es tan enorme que la atracción de la gravedad de la Tierra lo ha convertido en satélite. —¡Qué! —gritó Ardan—. ¿Otro satélite aparte de la Luna? ¡Espero que no haya más! 26 SRC_F_G4.10_FPP_spidml_Sp.indd 26 7/20/15 2:55 PM