Segundo centenario, sonora conmemoración j o s é i vá n A manera de abordaje de un tema elusivo 158 No han sido infrecuentes las pesquisas orientadas a localizar vestigios que dieran idea de cuáles eran en la Nueva Granada, en la época de las independencias, las preferencias en materia de música. De entre los escasos documentos disponibles, descontando aquellos conservados en algunos templos y que se remiten a la música de uso para los rituales eclesiásticos, y de las referencias a la música popular, destaca el así llamado Cuaderno de música para guitarra, de Carmen Caicedo Jurado, un folleto con piezas de carácter marcial y de sentimiento popular que, según testimonios confiables, estuvieron en boga durante los años de la independencia y en el decenio correspondiente a la Gran Colombia. Se trata de una colección de valses, contradanzas, sugestiones de bambucos –versiones arcaicas de lo que posteriormente se asumiría como el aire nacional colombiano–, ritmos con sutil influencia británica y algunos otros que solían interpretarse en el Palacio de San Carlos en aquella época de fiebre republicana. Del periodo de las campañas guerreras contra el dominio español destacan, como muestras de la estética musical independentista, las contradanzas La vencedora y La libertadora. La primera, según el relato de testigos, se escuchó en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, en tanto que la segunda, compuesta especialmente para la ocasión, hizo parte del repertorio festivo que engalanó la recepción triunfal de Bolívar y sus hombres en Santafé de Bogotá. El relato de época cuenta que La vencedora fue ejecutada por un pequeño grupo de músicos que habrían ar tes H U RTA D O H I DA L G O abandonado las filas realistas y se incorporaron a las patriotas, conjunto de apenas unos cinco integrantes, que fue dirigido por José María Cancino, cuyo nombre aparece mencionado junto al de Juan Antonio de Velasco como los músicos de la época de la Independencia y precursores de la orientación musical en la naciente Colombia. Se conoce que la primera banda que se oyó en Santafé, de acuerdo con la cita de Andrés Martínez Montoya, fue la del regimiento de la Corona, que vino en enero de 1784. Por la misma época existió una orquesta de salón que dirigió Pedro Carricarte. Posteriormente aparecerían las bandas militares dirigidas por el mismo Carricarte y por un alemán de apellido Zeiñer o Súñer. Al tiempo con el desarrollo incipiente de la música ceremonial –la que se usaba en las paradas militares–, de la música religiosa y de la destinada a la escena teatral, se generaba por iniciativa espontánea el repertorio que el pueblo raso interpretaba en sus fiestas, y que con frecuencia incorporaba canciones y danzas muy influidas por las corrientes estéticas europeas. Sin duda esta vertiente popular debió florecer en todos los rincones del territorio que Bolívar soñó como su utopía americana, pero el registro histórico no permite precisar sus caracteres definitorios. Posteriormente, y en la medida que lo permitieron las circunstancias de la dolorosa y accidentada gestación de la República, surgieron iniciativas tendientes al establecimiento de academias o escuelas musicales que culminaron con la creación de la célebre Sociedad Filarmónica de Conciertos (18461857), fundada por don José María Caicedo y Rojas y algunos otros entusiastas del arte. De edición 6 159 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r segundo centenario, sonora conmemoración Tomado de Hojas de Cultura Popular Colombiana. 160 aquella efímera historia datan algunas composiciones que podrían llamarse eruditas, en la medida en que fueron fruto del estudio e interpretación de partituras vocales e instrumentales pertenecientes al repertorio clásico europeo. Luego vinieron, de acuerdo con el relato de José Ignacio Perdomo Escobar, la Unión Musical (fundada en noviembre de 1858 por Manuel María Párraga y Alejandro “En Cundinamarca y Boyacá nos hemos atenido ciegamente a la escuela italiana; en Panamá, Bolívar y Magdalena, a la española, impor tada de las Antillas; en Santander, a la que ha venido de Venezuela, que, con poca diferencia, es la misma. Parece que Antioquia, Cauca y el Tolima no se han decidido por ninguna”. Ricaur te en Reper torio Colombiano Juan Crisóstomo Osorio y ar tes Linding) y en 1868 la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia, que apoyó el general Santos Acosta. Son estos los registros del desarrollo musical en la capital, pero paralelamente surgieron iniciativas en otros territorios, si bien no tan visibles en las páginas de la historia. Del periodo inmediatamente siguiente a la gesta emancipadora, y a resultas de un proceso espontaneo de creación estética cimentado en las escuelas europeas, destacan pequeños trozos líricos o de intención poemática que aparecieron editados en publicaciones periódicas en algunas regiones, pero principalmente en Santafé, como El Neo-Granadino, El Mosaico, El Eco de los Andes, El Museo y El Pasatiempo, entre 1848 y 1860. Al lado de numerosas citas de autores que prefirieron conservar el anonimato, brillan las composiciones de Santos Quijano (sin fechas conocidas), José Joaquín Guarín (1825-1854), Daniel Figueroa Pedreros (sin fechas conocidas), Diego Fallon (1834-1935), Julio Quevedo Arvelo (1829-1897), Atanasio Bello (1800-1876), Manuel María Párraga (c.1826-1895) y Juan Crisóstomo Osorio y Ricaurte (1836-1887). Se trata de valses, polkas, contradanzas, minuetos, mazurcas, redovas, gavotas y canciones. En septiembre de 1879 el mencionado Juan Crisóstomo Osorio y Ricaurte concluyó un artículo en Repertorio Colombiano, afirmando: “Hoy la música se halla muy adelantada. No la tenemos nacional, pero la tenemos. En Cundinamarca y Boyacá nos hemos atenido ciegamente a la escuela italiana; en Panamá, Bolívar y Magdalena, a la española, importada de las Antillas; en Santander, a la que ha venido de Venezuela, que, con poca diferencia, es la misma. Parece que Antioquia, Cauca y el Tolima no se han decidido por ninguna”. En la misma época surgieron algunas iniciativas escénicas, quizá como imitaciones de la ópera italiana o alemana. En este campo descuellan las dos óperas de José María Ponce de León (1846-1882), Florinda y Ester. Y de esa época es también la génesis edición 6 Para la época del primer centenario de la independencia ya existía un núcleo muy dinámico de músicos profesionales, pianistas en su mayoría, entre los que destacan los nombres de Emilio Murillo Chapull, Luis A . Calvo, Ricardo Acevedo Bernal, Guillermo Quevedo Zornoza, Fulgencio García y Pedro Morales Pino. José María Ponce de León (1846-1882). Tomado del Papel Periódico Ilustrado. del Himno Nacional de Colombia, que partió de la Canción Nacional de José Joaquín Guarín sobre lacónicos versos de José María Caicedo y Rojas (1816-1898), adoptada como primer Himno Nacional hasta la culminación, en 1887, con la composición de Oreste Sindici (1837-1904) sobre el ingente poema de Rafael Núñez. Esta composición fue finalmente adoptada como Himno Nacional de Colombia mediante la Ley 33 de 1920. Posteriormente, el gobierno nacional adoptó como oficiales las transcripciones de José Rozo Contreras (1894-1976). Teóricos, compositores e intérpretes fueron consolidando un movimiento autónomo musical que, si bien es cierto no tuvo los alcances y desarrollos que se lograron en otros contextos latinoamericanos, como en México, Cuba, Brasil y la vecina Venezuela, alimentaron la creatividad de los criollos y poco a poco construyeron un acervo musical que definió las líneas características de lo que posteriormente se ha reconocido como el arte 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r musical nacional. Para la época del primer centenario de la independencia ya existía un núcleo muy dinámico de músicos profesionales, pianistas en su mayoría, entre los que destacan los nombres de Emilio Murillo Chapull (1880-1942), Luis A. Calvo (18821945), Ricardo Acevedo Bernal (1867-1930), Guillermo Quevedo Zornoza (1886-1964), Fulgencio García (1880-1945) y Pedro Morales Pino (1863-1926). De su inagotable creatividad surgieron piezas emblemáticas que se incorporaron al dominio popular, pero cuyos perfiles se inspiraron en antiguas tendencias 161 Tomado de Hojas de Cultura Popular Colombiana. segundo centenario, sonora conmemoración ar tes gueroa (1923- ), alusivo a Manuelita Sáenz y compuesto para la banda sonora de una serie de televisión dedicada a la Libertadora del Libertador; por su parte, y sobre argumento de Joaquín Piñeros Corpas, el músico Fabio González Zuleta (1920- ) compuso una secuencia para danza inspirada en la figura de Manuela Beltrán; La Revolución de los Comuneros, para solistas vocales, coro, actores y orquesta, que fue el resultado del tratamiento musical del tema histórico abordado a partir de los versos de Nelson Osorio Marín por el santandereano Jesús Pinzón Urrea (1928- ), a quien volveremos a mencionar más adelante; importante mención corresponde al Homenaje a Bolívar, de Guillermo Uribe Holguín (1880-1971), que cita estrofas de Joaquín Piñeros Corpas y José Asunción Silva; Luis Antonio Escobar (1925-1993) compuso a su turno Juramento a Bolívar, una cantata sobre versos del poeta Jorge Rojas, y aludió también a la figura de Francisco de Paula Santander en el poema sinfónico que lleva por título El hombre de las leyes. El antioqueño Blas Emilio Atehortúa (1933- ), en pleno dominio de su moderna paleta sonora, es el autor del poema sinfónico vocal Simón Bolívar, en cinco partes, para tenor, coro infantil, coro mixto y orquesta; Atehortúa volvió al tema bolivariano con su Nocturno al Libertador, para una similar formación sonora, inspirado en fragmentos de un poema de José Umaña Bernal. Por su parte, Francisco Zumaqué (1935- ) compuso en 1983 su ópera Simón, con ocasión del bicentenario del Libertador. Ese mismo año, Antonio del Vilar editó Bolívar, vida y legado: le gesta libertadora de un continente, una extensa y muy heterogénea obra en tres largos episodios, basada en melodías indoamericanas. La última cita de Carlos Barreiro corresponde al nariñense Gustavo Parra Arévalo, nacido en Ipiales en 1964, autor de la Cantata para Simón Bolívar; la obra, sobre texto de Juan Manuel González, fue merecedora de un premio otorgado por el Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bogotá en 1993. Tomado de Hojas de Cultura Popular Colombiana. estéticas procedentes de Europa, mezcladas con tintes de color local de origen indígena o como resultado del triple mestizaje “negrindoblanco” o “blanquinegrindo”, de tan fértil descendencia en toda Latinoamérica. 162 Durante el siglo XX, después de 1910 Sin que se pueda establecer parangón con los avances que en materia musical se dieron durante el siglo XX en otros ámbitos latinoamericanos –particularmente en los citados de Brasil, México, Cuba y Venezuela, como también en Chile y Argentina–, en Colombia se aprecia un notable incremento del interés por el estudio disciplinado de la música y la etnomusicología, en donde se pueden perfilar como las características predominantes: a) las contribuciones de notables compositores de orientación universal; b) el movimiento nacionalista que incidió vigorosamente en la música de fiesta popular y la canción, y c) una intensa aunque desarticulada labor docente fundamentada en las teorías universales consolidadas, la investigación en el terreno del folclor y la utilización de las técnicas modernas de la instrumentación y la reproducción sonora. Sin pretender ser exhaustivos, nos atrevemos a mencionar algunos de los más destacados compositores que, por su preparación académica y aplicación al arte de la creación musical, han perfilado la imagen nacional en el concierto de la cultura internacional. Y comoquiera que este artículo se referirá a los aportes de más reciente creación con motivo de las celebraciones del bicentenario de la independencia, tomaremos el listado de obras alusivas a Bolívar y a la gesta libertadora que menciona Carlos Berreiro en reciente publicación de carácter nacional: Himno al 20 de julio, granadinos los ecos de gloria, de Julio Quevedo Arvelo; Himno al 7 de agosto de 1819, de Guillermo Quevedo Zornoza (tío del anterior y autor de la canción Canto a la Pola para voz y piano); finalmente, Apoteosis del Libertador, de José María Ponce de León sobre el texto del juramento en el Monte Sacro. Y ya en el siglo XX son numerosas las citas bolivarianas con música. Veamos: un hermoso Nocturno para piano del vallecaucano Luis Carlos Fiedición 6 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r Ecos del Bicentenario en Santander A falta de obras que pudieran ser interpretadas a propósito de la iniciación de las conmemoraciones del Bicentenario de las independencias en Santander, región a la que se atribuye la cuna de las insurrecciones contra la dominación colonial, coincidieron dos importantes iniciativas como resultado de las cuales se amplió el repertorio musical colombiano en el género conmemorativo. Por una parte, el Gobernador de Santander, Horacio Serpa Uribe, acogió favorablemente una iniciativa consistente en otorgar becas de creación artística a los autores, compositores y artistas plásticos que formularan propuestas. Por su parte, el historiador y profesor de la Universidad Industrial de Santander, Armando Martínez Garnica, miembro de la comisión de honor encargada de asesorar al alto gobierno nacional en el tema de la celebración del Bicentenario colombiano, entre otras realizaciones en la materia de su especialidad encargó a tres maestros santandereanos la composición de obras destinadas a engalanar la conmemoración. Como resultado de la iniciativa regional bajo el liderazgo del Gobernador de Santander, mencionaremos aquellas que corresponden al ámbito de la composición musical1. De 31 proyectos presentados por artistas regionales, fueron otorgadas 5 becas a las siguientes propuestas: a) Vientos Santandereanos, proyecto de música para banda de vientos, presentado por el Licenciado en Música Rubén Darío Gómez Prada, compositor, director de banda y orquesta, docente universitario, intérprete y gestor cultural; b) Siempreviva, el canto de la memoria, proyec- 1 Las Becas del Bicentenario fueron creadas en el marco del proyecto Agenda Bicentenario para Santander, y abarcaron varios campos de creación artística y literaria: Teatro, Danza, Música, Artes audiovisuales, Artes visuales y Literatura. Dibujo de Gil Tovar. Tomado de Hojas de Cultura Popular Colombiana. 163 segundo centenario, sonora conmemoración to de música tradicional presentado por el Licenciado en Música John Jairo Claro Arévalo, cantautor, intérprete, docente y gestor cultural; c) Santander bicentenario, proyecto de música coral presentado por el Licenciado en Música Andrés Páez Gabriunas, compositor, intérprete, director de coros y docente universitario; d) Meras mentiras, proyecto de música urbana presentado por el músico Edson Velandia, cantautor, compositor e intérprete; e) 200 años de poesía y música colombiana, proyecto de música coral presentado por la Licenciada en Música Zulma Carolina Mora y el compositor santandereano José Antonio Rincón, director de coros y docente universitario. 164 a) Vientos santandereanos es una obra sinfónica que incluye una fantasía para banda basada en la obra musical del maestro José A. Morales; una orquestación y adaptación para banda de una obra del maestro Luis A. Calvo; y una adaptación de tres obras para banda que han sido compuestas en homenaje a distintos sitios de interés en nuestro departamento, entre ellos Bucaramanga y el Cañón del Chicamocha. La interpretación estuvo a cargo de la Banda Juvenil Especial de la Corporación Cultural Mochila Cantora y su grupo de docentes. Los títulos de los trozos que integran la composición son: 1. “Señora de las cigarras” (bambuco), 2. “El cantor de la Patria” (fantasía), 3. “Mesa de las Tempestades” (fantasía), 4. “En la Puerta del Sol” (bambuco), 5. “María Elena” (danza), 6. “Chicamocha” (fantasía), 7. “Dos locos soñadores” (bambuco-guabina) y, 8. “Los caminos de Lengerke” (fantasía). Se trata de una partitura de gran formato, inspirada en los aires tradicionales colombianos y muy específicamente en aquellos de mayor raigambre en tierras de Santander. El compositor, Rubén Darío Gómez Prada, echa mano de conocidas tonadas tradicionales, las cuales reelabora con impecable maestría y cuidadoso tratamiento, adecuado a las posibilidades interpretativas ar tes los Comuneros. Personajes como José Antonio Galán y Manuela Beltrán, al igual que los desconocidos y anónimos también son protagonistas de esta cantata. Siempre viva, el canto de la memoria viaja al pasado para traer al presente los sucesos del grito de independencia ocurridos en Socorro el 10 de julio de 1810, la cruenta Batalla de Pienta, librada en el río del mismo nombre el 4 de agosto de 1819 en inmediaciones de la población de Charalá, el grito de independencia del 20 de julio de 1819 en Santafé de Bogotá y finalmente un intermezzo que habla el papel que jugó la mujer santandereana en los sucesos que conllevaron a la determinación autónoma de los súbditos que poblaban la región del centro de Santander. El compositor ocañero John Jairo Claro Arévalo recrea las atmósferas locales, sin que pueda eludir la influencia de otros autores latinoamericanos de mediados del siglo XX, como el chileno Luis Advis (autor de la famosa Cantata de Santa María de Iquique, de finales de 1969 e interpretada con el grupo vocal Quilapayún, que narra los sucesos de la Matanza de la Escuela Santa María, ocurrida el 21 de diciembre de 1907 en la ciudad de Iquique, en el norte de Chile, y perpetrada por el general Roberto Silva Renard, en el gobierno del presidente Pedro Montt). Sin duda, el acierto del compositor en la conducción de la trama con la voz de un narrador y el canto a cargo de las voces del pequeño coro masculino empasta de manera fluida y efectista sobre la sonoridad de un conjunto instrumental de reducidas proporciones, que incluye los instrumentos de la organología tradicional colombiana. El conjunto vocal instrumental Cardumen, conformado para la ocasión, tuvo a cargo el estreno de la pieza en la ciudad de Socorro el 8 de julio de 2010 y posteriores representaciones en Bucaramanga. de los músicos de la banda infantil y juvenil, a quienes fue destinada la obra. Los fragmentos de autoría del director de la agrupación son trozos de gran virtuosismo en los que se funden los acentos de los aires vernáculos con tratamientos de la textura instrumental, la amalgama rítmica y la armonía, propios de las tendencias musicales del siglo XX. Esta obra fue estrenada el 11 de julio de 2010 en el parque principal de la ciudad de Socorro, y posteriormente presentada en el Centro Cultural del Oriente, en Bucaramanga. Además de las citas literales de compositores consagrados en el acervo cultural nacional y regional, Gómez Prada aporta sus propias y muy originales creaciones inspiradas en paisajes, tradiciones y personajes santandereanos, haciendo gala de su gran creatividad e inventiva y del dominio de la paleta sonora para banda de vientos. b) Siempreviva, el canto de la memoria, es una cantata que narra los acontecimientos que condujeron a nuestra independencia, mediante la conjunción de los lenguajes musicales, vocales e instrumentales, con un narrador que enlaza los episodios musicales con los relatos históricos. Tiples, bandolas, guitarras, bombo y las voces de un pequeño coro masculino, al ritmo de aires andinos como el bambuco, el pasillo, el vals, la guabina veleña y la rumba ligera, subrayan los acontecimientos y personajes santandereanos –héroes y heroínas reconocidos, y otros tantos anónimos– que dejaron una impronta en nuestra historia desde la época precolombina hasta la republicana. La obra se inicia con una semblanza del pueblo indígena Guane, seguido del relato de un narrador que, sobre un tejido sonoro instrumental, ilustra los acontecimientos políticos, internos y externos, acaecidos a lo largo de trescientos años de colonización española. Después, la música nos traslada a finales del siglo XVIII en la Villa del Socorro para contar y cantar los sucesos más relevantes que motivaron y generaron la rebelión de edición 6 c) Santander Bicentenario, por su parte, es una cantata para coro mixto a capella y participación de narradores, de la auto2011 r e v i sta de s a n t a n d e r ría de Andrés Páez Gabriunas y sobre textos elaborados por el compositor en colaboración con el joven escritor Edimar Jhossed Ortiz Díaz. La obra presenta diversas estampas relacionadas con las raíces históricas, los personajes, la geografía, las costumbres y demás aspectos que configuran lo que se ha dado en denominar la identidad santandereana. Esta original cantata conmemorativa presenta un variado mosaico de episodios musicales y narrativos, con una alta muestra de ingenio y picardía, en donde es posible percibir los valores e imaginarios del pueblo santandereano. La cantata no pretende condensar ni abarcar la totalidad de los hechos, personajes y circunstancias de tiempo y lugar relacionados con la Independencia en tierras santandereanas, ni con su identidad regional. En lugar de ello se alternan imágenes sonoras inspiradas en el anecdotario, retratos de personajes, paisajes, citas de la jerga regional, alusiones gastronómicas y los valores sobre los que se fundamenta la reciedumbre del carácter de las gentes en Santander. El manejo del recurso vocal del que hace gala Páez es el resultado de sus estudios autodidactas y de extensas lecturas de partituras de la polifonía clásica y contemporánea, así como del análisis minucioso de obras de grandes nombres de la música del siglo XX como Debussy, Schönberg, VillaLobos, y el colombiano Antonio María Valencia, entre otros. La obra fue interpretada en Socorro el 11 de julio de 2010, en el marco de las conmemoraciones realizadas en la villa histórica comunera, y posteriormente en el Centro Cultural del Oriente en Bucaramanga, por el Coro Polifónico de la UPB dirigido por el compositor. Los sugestivos títulos de la secuencia, que integran la cantata y que son separados por breves interludios armónicos y pintorescas narraciones, son: “Introducción”, “Provincia de Soto”, “América hispánica: rito indígena”, “Generalidades del paisaje”, “Canto del Chicamocha”, “Provincia de Guanentá”, “Colonia: estructura de los 165 segundo centenario, sonora conmemoración pueblos”, “Provincia Comunera: homenaje a José Antonio Galán”, “La Carta de Jamaica”, “Provincia de Mares”, “Primer centenario: Lengerke I y Lengerke II”, “Provincia de García Rovira”, “Segundo centenario: José A. Morales”, “Cenizas al viento”, “Provincia de Vélez”, “Moños” y “Final”. La textura polifónica es en ocasiones densa y desafiante, en otras, tierna y acariciadora, de textura impresionista, siempre decorada con sutiles armonías y recursos expresivos distribuidos estratégicamente para conferir variedad a la interpretación y estimular el interés del auditorio. 166 d) Meras mentiras es una secuencia de música urbana –cualquiera sea el significado de esta denominación muy contemporánea– ideada por Edson Velandia, joven compositor santandereano que ha ganado celebridad por sus propuestas iconoclastas, su humor ácido y su fértil imaginación. Ha realizado varios álbumes con obras suyas, en los cuales hace franco derroche del gracejo directo y cortante, inspirado en las tradiciones regionales y plagado de citas del habla popular y de le jerga de los jóvenes de nuestra época. Consignamos aquí literalmente la cita que apoyó la propuesta y que le mereció el otorgamiento de la Beca Bicentenaria de creación artística. Se inicia con el subtítulo de la composición: Seite perdas guerridas, y siguen, “Fucaleta (El Libertador)”, “Dul Ti Coné (Los humanos derechos)”, “Se Ronta El Paco (Los que sufren bendicen su pasión)”, “Le Ja-Ja, Jo-Jo (En la independencia, Santander fue primero)”, “Sasof Sal Sopio Sol Ne (Cesó la horrible noche)”, “Patetío Putetío (Rafael Núñez, el poeta)”, “Bigoteescobaj Ilegachleclo (Santander, el hombre de las leyes)”, “Patithí Patatá (Los padres de la patria)”, “Patatá (La Patria)”, “Ja Ja Ja Ja Ja (La Independencia)”, “Vacula A Ritare (Satí Ko)”. ar tes Dejamos a la curiosidad del lector la tarea de descifrar el acertijo y de aproximarse a esta composición, caracterizada por el elevado tono de lenguaje, la picardía y la irreverencia de los jóvenes de la Colombia Bicentenaria. Magno concierto en Bucaramanga Mencionábamos en el apartado anterior que el historiador Armando Martínez Garnica asumió el reto de proponer la creación de un conjunto de obras sinfónicas que serían incorporadas al ceremonial conmemorativo del Bicentenario de la Independencia Nacional en la ciudad de Bucaramanga. Tiempo atrás, a propósito de otra celebración histórica regional, Martínez había propuesto al maestro Sergio Acevedo Gómez, director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, la interpretación de alguna obra alusiva al acontecimiento libertario, y en ese momento, a falta de una que se acogiera literalmente a los términos de la ocasión, se optó por la inclusión, en un concierto memorable, de la pomposa Obertura 1812 de Piotr Ilich Chaikovski. Tanto el director como el proponente, profesor Martínez Garnica, unieron esfuerzos e iniciativas en torno a la próxima conmemoración del Bicentenario, acariciando la posibilidad de realizar el estreno de, al menos, una partitura sinfónica destinada específicamente a esta muy significativa conmemoración. Fue esta la génesis de una iniciativa que se prolongó en su elaboración por algo más de un año, y que se consolidó inicialmente en tres propuestas, dos de ellas presentadas a los jóvenes compositores santandereanos Rubén Darío Gómez Prada y Adolfo Hernández Torres, ambos licenciados en música egresados de la Escuela de Artes de la Universidad Industrial de Santander y actualmente docentes de la Facultad de Música de la UNAB; la tercera propuesta fue presentada también con carácter de encargo para estreno mundial, al insigne compositor bumangués Jesús Pinzón Urrea. Conocido el grado de exigencia de las obras de Pinzón Urrea, se convino en solicitar al compositor una obra de amplio formato que fuera susceptible de ser interpretada con los recursos locales a disposición, en su mayor parte in- e) 200 años de Poesía y Música Santandereanas es un ramillete de obras polifónicas corales inspiradas en versos de poetas santandereanos de muy diversas épocas. El criterio y la elaboración de la propuesta se fundamentaron en la gran experiencia y sensibilidad en el arte de la composición y dirección de música coral del maestro José Antonio Rincón, nacido en Rionegro (Santander) y residenciado hace varias décadas en el exterior; virtudes que se conjugan en esta obra para favorecer el diálogo entre la poesía y la música, estableciendo una muestra significativa y diversa de nuestra identidad santandereana. La obra, inspirada en textos de Tomás Vargas Osorio, Luz Helena Cordero, John Galindo, José A. Morales y otros grandes autores, permite cantar con ímpetu la historia de los que habitaron esta tierra bravía, recordando las leyendas que avivan el espíritu, sintiendo en cada interpretación el desarraigo y la distancia, el amor y el desamor. La propuesta fue elaborada, con la asesoría del maestro Rincón, por la estudiante de último nivel de Licenciatura en Música Zulma Carolina Mora, quien dirigió el grupo vocal convocado para el estreno de la obra, alternando con la diestra batuta del propio maestro colombiano. El estreno de la pieza se realizó en el Auditorio Luis A. Calvo de la Universidad Industrial de Santander, en donde adelantó sus estudios la joven artista. La velada en que se ofreció el recital de canto coral fue presentada por el maestro Rincón, quien expuso los motivos de la selección de los poetas en los que se inspiró la música, casi totalmente elaborada por el propio director. edición 6 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r Dibujo de Gil Tovar. Tomado de Hojas de Cultura Popular Colombiana. tegrados por artistas jóvenes en proceso de formación y unos pocos intérpretes de probada experiencia y trayectoria. El resultado no pudo ser mejor: las dos propuestas con las que respondieron los dos jóvenes compositores convocados fueron dos poderosas obras, elaboradas en gran formato sinfónico a la manera de poemas tonales basados en los textos que se han consagrado para la historia de la gesta libertadora; por su parte, el maestro Pinzón Urrea respondió con una sencilla pero elocuente cantata sinfónica con participación de un narrador, coros y orquesta, basada en textos de su propia autoría y adecuada a las posibilidades del conjunto disponible de cantores e instrumentistas. Posteriormente, y por su propia iniciativa, el maestro Pinzón Urrea presentó una cuarta alternativa que espera su montaje 167 segundo centenario, sonora conmemoración 168 ar tes e interpretación y que responde a un proceso y un lenguaje musical mucho más elaborados y exigentes, para conjunto de voces solistas de tenor y bajo, declamador, piano y conjunto de percusión, de la cual hablaremos posteriormente en este artículo. En el espacio que resta a continuación, intentaremos una breve descripción de estas obras. Las tres primeras fueron interpretadas en calidad de estreno absoluto, la tarde lluviosa del 17 de julio de 2010, en la gran Plaza Cívica Luis Carlos Galán Sarmiento de la ciudad de Bucaramanga, por un contingente de instrumentistas y cantores convocados en torno a la Orquesta Sinfónica de la UNAB, que por motivos insuperables no pudo conducir el maestro Acevedo Gómez, director titular de la misma. En su reemplazo fueron encargados de tan comprometedora responsabilidad, a su turno, los otros dos jóvenes compositores y docentes universitarios que también habían recibido el encargo del profesor Martínez Garnica. He aquí una somera descripción de las piezas, que resulta mucho menos interesante y emocionante que escucharlas. El magno acontecimiento, que discurrió bajo la amenaza de una lluvia pertinaz que por momentos amenazó con echar a perder la velada, se inició con la interpretación de la composición de Rubén Darío Gómez Prada titulada Próceres, que fue dirigida por el mismo compositor. II. Bolívar. Sección sobre un ritmo más pomposa entonación sinfónica en la que los recursos de la orquesta cantan una especie de coral acentuado por el brillo de la percusión, con el que concluye triunfalmente la composición. cadencioso en tiempo amalgamado que sugiere herencias hispánicas del zortzico, melodía popular del País Vasco de carácter lírico o danzante de reconocible influencia en algunos aires populares venezolanos y del que algunos eruditos dicen ser un posible antecedente del bambuco colombiano. Al final de esta sección, sobre notas en armónicos agudos de los violines se escuchan floreos en escalas y arpegios de las maderas puntuadas por enfáticos acentos de la percusión. Esta secuencia enlaza el siguiente trozo. La composición utiliza con frecuencia alternaciones de ritmos binarios y ternarios sin despliegue horizontal del recurso de la polifonía de desplazamiento horizontal imitativo. Las armonías y el uso certero de la textura de los timbres de la orquesta resaltan, de acuerdo con la intención del discurso musical, los planos sonoros que permiten el lucimiento de todas las secciones y de la obra en su conjunto. La pieza se desarrolla en un entorno de fantasía danzante. Las asimetrías rítmicas y el tratamiento de los planos sonoros de la orquesta son similares a los de numerosos fragmentos de Ígor Stravinski, Aaron Copland o Alberto Ginastera. La disposición de la paleta orquestal incluye: 2 flautas y flauta piccolo, 2 oboes, 2 clarinetes en Si bemol y clarinete bajo, 2 fagotes, 4 cornos en Fa, 3 trompetas en Si bemol, 3 trombones, tuba, timbales, 3 grupos de percusión que incorporan xilófono, Glockenspiel, platillo suspendido, cabasa, tom-tom, congas, redoblante, bloques chinos y bombo, piano y conjunto de cuerdas (violines I y II, violas, violonchelos y contrabajos). Duración de la obra: 9’ 15’’. La partitura está fechada el 19 de junio de 2010. III. Nariño, compuesto en ritmos quebrados que alternan tiempos binario y ternario hasta sugerir una guabina arcaica, subrayada por los acentos espasmódicos de la percusión. Por momentos se escucha en la cuerda una sugestión de antiguas salmodias religiosas. El movimiento enlaza tras una breve pausa con el segmento siguiente. IV. Galán, heroínas y otros fusilados. Se trata de una cadenciosa danza a manera de habanera, que crece en densidad armónica y expresión dramática, en la medida que evoca la marcha de los condenados al cadalso. Enlaza directamente con el fragmento siguiente. Próceres Se trata de una Fantasía para Orquesta dispuesta en varios movimientos que enlazan tras breves pausas y que responden a los títulos de: I. Santander. Sección sobre impetuosos ritmos que sugieren el bambuco, aire nacional colombiano, y evoca la figura del Hombre de las Leyes; una breve cadenza de la trompeta de perfiles taurinos evoca la herencia hispánica y enlaza con el movimiento siguiente. V. Oh, júbilo inmortal se inicia con aire Grito de IndependenciaBicentenario marcial que muta al ritmo de pasillo y desemboca en una cadenciosa cumbia, a manera de sutil evocación de ambientes de fiesta tropical, con los acentos habituales de la percusión caribeña; este segmento, inspirado en el verso del Himno Nacional de Colombia, desemboca en el trozo conclusivo que rubrica el sentido de triunfo de la campaña libertadora. Se trata de una suerte de poema sinfónico de gran densidad tímbrica y armónica, concebido por Adolfo Enrique Hernández Torres, quien dirigió la orquesta en el concierto Bicentenario. La obra mantiene un impulso incontenible al tiempo que los recursos expresivos destacan los efectos de acumulación emocional por efecto del sofisticado tratamiento armónico. Los trozos, de concepción abs- VI. Bicentenario, dinámico fragmento que constituye la coda de la fantasía, con su edición 6 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r tracta y evocadores del cubismo pictórico, se enlazan sin solución de continuidad y corresponden a la intención descriptiva a los siguientes títulos: I. Grito de Independencia. Fragmento muy breve y lento que sirve de pórtico y posteriormente cierre a esta composición. Partiendo de un enfático redoble del timbal, acumula las notas de un racimo armónico (cluster) con el que se sugiere el carácter dramático de la obra. Sin modificación sustancial del pulso rítmico, el fragmento se interrumpe brevemente para sugerir una ráfaga del tiempo que enlaza directamente con el siguiente fragmento. II. Precolombino. Trozo de pulso inmutable que evoca danzas indígenas y apela al recurso tímbrico de la percusión y las flautas ancestrales, en modos tonales de armadura pentatónica. Los grupos instrumentales entonan brevísimos fragmentos melódicos de talante arcaico. III. Descubrimiento-invasión. Se constru- ye sobre el mismo pulso sostenido del fragmento anterior con veloces arpegios alternados entre la cuerda y la madera y acumulaciones armónicas de intención dramática, subrayadas por punzantes acentos de la percusión y acometidas sincopadas de los conjuntos sonoros que acentúan el carácter amenazador del trozo. Después de una densa acumulación tímbrica y armónica, sin variar el pulso se da curso al siguiente fragmento. IV. Persecución-muerte. Las veloces escalas de las cuerdas reforzadas por el sintetizador electrónico sugieren la cacería de los nativos a manos de los invasores en una carrera frenética que se detiene súbitamente después de un largo y dramático crescendo. 169 segundo centenario, sonora conmemoración V. Adoctrinamiento-iglesia. El ritmo re- posado de este interludio de expresión contenida y tenues sonoridades insinúa la labor persistente y disciplinada de los religiosos en busca de la dominación sobre la voluntad de los nativos sometidos por la fuerza de las armas a la profesión de la fe católica. VI. Esclavitud-trietnia (Lo indígena, Lo 170 negro, Lo criollo, Mezcla, Lo criollo). Elaborado fragmento que discurre sobre el ritmo amenazador descriptor de la dominación por parte del invasor, dibuja con trazos apenas insinuados el sincretismo y el mestizaje resultantes de la confluencia de las tres sangres constitutivas de la esencia cultural y genética de los nuevos pobladores del continente. En este trozo, que constituye el centro gravitacional del discurso sonoro, cada una de las componentes es evocada con diferente sonoridad y combinación rítmica, tímbrica y melódica. El pulso se suspende en un prolongado pedal de la cuerda, sobre el que aparecen espasmódicamente, ad libitum, breves sugestiones melódicas en las voces de las maderas solistas. Sobre un trino sostenido en el registro superior del piano, una secuencia melódica sugestiva del aire del bambuco da paso a la secuencia conclusiva de la obra. VII.Movimiento independentista. Sobre ritmo marcial de nuevo aparecen los fraseos del sugerido bambuco; la cita melódica va ganando fuerza y nitidez y el pulso se acelera sobre los acentos de los bloques sonoros de la cuerda. Poco a poco, el pulso regresa a su ritmo inicial y el trozo enlaza directamente con VIII.Revolución Francesa. Sobre un floreo de la cuerda en todos sus registros, el coral entonado por los instrumentos de viento se transforma gradualmente en la ar tes melodía característica de La Marsellesa, entonada muy lentamente por los bronces que sirven de heraldos a la proclama de Este poema sinfónico requiere una nutrida orquesta integrada por: 3 flautas y piccolo, 2 oboes, saxo alto, 2 clarinetes en Si bemol, clarinete bajo, 2 fagotes, 4 trompas en Fa, 3 trombones, tuba, timbales, 3 grupos de percusión, arpa, sintetizador, piano, voces sin texto y al unísono (intervienen episódicamente en los trozos Adoctrinamiento y Esclavitud, con notable efecto dramático), declamador (con breve intervención en el trozo Derechos Humanos) y la cuerda (violines 1 y 2, violas, violonchelos y contrabajos). Duración aproximada de la obra, 10’ 30’’. La partitura está suscrita por el autor con nota de agradecimiento al profesor Martínez Garnica. IX. Derechos humanos. Sobre un soporte armónico de la orquesta, el declamador anuncia: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos; estos derechos son la Libertad, la Propiedad, la Seguridad y la Resistencia a la opresión”. Un firme redoble del timbal regresa a la evocación del X. Grito de Independencia, fragmento con el que abre la obra y que termina con una veloz coda sobre la melodía rítmica afirmativamente proclamada por los conjuntos instrumentales en compactos bloques sonoros que culminan en un acorde seco en fortissimo. Canto a Bucaramanga El encargo del profesor Armando Martínez al maestro Jesús Pinzón Urrea fue atendido en la forma de una muy breve cantata para orquesta, coro y declamador. En este caso, el compositor elaboró la pieza en concordancia con la constitución de la Orquesta Sinfónica de la UNAB. La lírica, que es anunciada por el declamador y entonada por el coro mixto a cuatro voces, es igualmente de autoría del ilustre maestro santandereano. El recurso sonoro, sobre el que Pinzón Urrea ha demostrado dominio absoluto en todas sus obras y en todos los formatos, se confirma en este breve cántico cuya duración apenas llega a los 5 minutos. No obstante, el equilibrio de las sonoridades orquestales con el canto del coro y la sencillez de los tratamientos, melódico, rítmico y armónico, logran comunicar una sensación de plenitud acorde con el motivo de la celebración. El maestro Pinzón Urrea, en una breve entrevista para televisión realizada por el profesor Martínez, afirma su credo y sus postulados en materia social, que utilizó como guía para la creación de un texto de trazos literarios directos y sobrios, que engalana con el dominio de su técnica, probada ya en obras Esta obra corresponde a una concepción abstracta –quizá al estilo de Guernica de Picasso– de la gesta independentista. Los ritmos sostenidos y punteados, la entonación fragmentaria de trozos melódicos que no conducen a desarrollos formales, la identificación de los sujetos históricos mediante caracteres rítmicos, y la combinatoria de los planos sonoros, corresponden a una estética muy propia del siglo XX y particularmente del arte musical cinematográfico. También en este caso es evidente el aprendizaje de los grandes autores contemporáneos como Serguéi Prokófiev, Dmitri Shostakóvich, Ígor Stravinski, Alberto Ginastera y Bernard Herman, quienes incursionaron en la pantalla grande, y en cierta forma Bela Bartok o Aaron Copland. Por cierto, en la presentación de estreno de la partitura, bajo la dirección sobria pero efectiva del compositor, se proyectaron sobre un telón de fondo, en tonos monocromáticos pero cambiantes, imágenes alusivas a la conmemoración histórica del Bicentenario. edición 6 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r de mayor envergadura. Su intención, además de la proclamación de su identidad regional, fue la de sugerir, más allá de las disputas por razones ligadas a la condición humana, un entorno de entendimiento que pueda aproximarnos a la paz y el reposo de los espíritus. La obra discurre en cuatro breves estancias que se enlazan mediante cadencias del timbal y la percusión. I. Loor a los grandes. La masa vocal instrumental, en disposición vertical, irrumpe con firmeza el allegretto, entonando los versos que rinden tributo a los campeones de la Independencia a partir de un redoble del timbal y el tambor militar y un toque de fanfarria de los vientos: Loor a los grandes gestores, que con su sangre y valentía, con el fervor de aquellos días, nos legaron Patria y Libertad. Una cadenza del timbal anuncia la voz del declamador, que repite los versos antes de que el coro retome el texto en expresión poco piu moso: Loor a los grandes, los gestores, los gestores, los gestores… II. El eco de los campeones. El de- clamador anuncia los versos: Ciertas historias fenecen, otras, muchas otras, se olvidan, mas en nosotros no muere el eco de los campeones. Seguidamente, en expresión allegretto, las voces femeninas del coro apoyadas en los violines entonen el primer verso al que responde el coro en pleno entonando la segunda línea de la estrofa. Un tono de fanfarria de los vientos da curso al verso siguiente que canta el coro en armonía vertical y concluye en un expresivo ritardando. III. Solo de tambores y declamador. Se trata de un breve fragmento de textura antifonal (pregunta-respuesta) en que la voz 171 segundo centenario, sonora conmemoración del declamador alterna en cada línea de la estrofa conclusiva con las llamadas del redoblante y el tambor militar. IV. Archivados están rencores y 172 venganzas. Una breve fanfarria en tiempo allegretto moderato, preludia la entrada del coro en el himno final sobre los versos proclamados por el recitante en el interludio anterior: Hoy, archivados están, rencores y venganzas; solo queda el recuerdo y el deseo de vivir, de vivir y compartir, ¡para un buen morir! Siempre compartir, sin rencor, compartir, ¡sin rencor! Este breve Canto a Bucaramanga convoca un recurso vocal consistente en coro de cuatro voces mixtas (sopranos, altos, tenores y bajos) y una orquesta integrada por piccolo, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes en Si bemol, 3 saxos tenores en Si bemol, 2 fagotes, 3 cornos en Fa, 3 trompetas en Si bemol, 2 saxos tenores en Si bemol, 3 trombones tenores, 1 tuba, timbales, redoblante, tambor militar, platillos, tam-tam, arpa y cuerdas (violines 1 y 2, violas, violonchelos y contrabajos) La estética de la pieza evoca la música ceremonial de corte militar, con breves citas de sentimiento más lírico y contenido. Los versos, sobrios y de sentida elocuencia son abordados alternativamente por el declamador y el coro, con espacios para el lucimiento del grupo de percusionistas, que aportan sentido heráldico al breve trozo. Una obra sencilla pero efectiva, susceptible de adopción popular. El autor hizo entrega de la partitura fechada el 13 de mayo de 2010, con agradecimiento al doctor Martínez Garnica y con destino a la celebración del Bicentenario de la Independencia, el 20 de julio de 2010. Con este cántico elocuente concluyó el magno concierto, ofrecido por la ar tes utilización del recurso expresivo y la entonación dramática del texto. A diferencia de la sencillez del lenguaje que utilizó Pinzón Urrea en el Canto a Bucaramanga, en la Batalla por la Independencia la exigencia de la composición requiere el concurso de intérpretes vocales e instrumentales de muy rigurosa preparación y solvencia. Posiblemente Pinzón Urrea sintió la necesidad de legar a las generaciones del futuro una obra acorde con las tendencias contemporáneas en materia de estética musical y expresión poética. Tanto para los posibles intérpretes, como para el público, la pieza se sugiere como un reto de grandes dimensiones y exigencia técnica y discursiva; el recurso instrumental ya lo dice todo en cuanto al tipo de conjunto sonoro se refiere. El piano, por su parte, se aparta de las estructuras melódicas tradicionales y aboca un lenguaje percutido, quizá a la manera del Bela Bartok de la Sonata para dos pianos y percusión, o del ballet Bodas de Igor Stravinski. En efecto, el lenguaje del piano se funde con las sonoridades del conjunto de percusión que convoca dos timbales, timbaleta, cencerro, dos maracones, campanilla, triángulo, tambor redoblante y dos platillos, efectivo sonoro que debe ser atendido por el pianista –que debe en algunos fragmentos tocar uno de los maracones–, el timbalista –que igualmente debe hacer sonar en ocasiones el cencerro– y tres percusionistas. Un conjunto de cámara que pese a su reducido número de integrantes produce un resultado sonoro penetrante y en ocasiones abrumador. La voz cantante –tenor o soprano, de acuerdo con la instrucción del compositor–, debe abordar breves pero muy exigentes pasajes que, sin alcanzar los límites habituales del registro agudo de sus tesituras, debe mantenerse en un registro medio agudo que requiere muy cuidadosa preparación vocal. Adicionalmente, la entonación del canto es muy exigente puesto que con frecuencia debe tomarla de las notas del piano mezcladas en el interior de acordes o arpegios disonantes. Por su parte, el declamador debe poseer el Orquesta Sinfónica de la UNAB y la participación de numerosos grupos corales de la ciudad de Bucaramanga. Actuó como declamador el profesor Omar Álvarez, director del Grupo de Teatro de la Universidad Industrial de Santander. Ocasión memorable que propició el enriquecimiento del acervo musical colombiano desde la región cuna de la Gesta Libertadora. Coda inédita Poco tiempo después de la composición del Canto a Bucaramanga, el maestro Jesús Pinzón Urrea remitió, como complemento a su compromiso en relación con la celebración de Bicentenario en Bucaramanga, una segunda partitura original suya con el título de Batalla por la Independencia. Quizá convencido de la necesidad de consagrar, a propósito del acontecimiento, una obra de carácter épico que obedeciera a parámetros más sofisticados en su estructura formal y más exigentes en términos de su interpretación e innovación, esta partitura se aparta del formato sinfónico y aborda un lenguaje muy poco frecuente, aun en nuestros tiempos. La Batalla por la Independencia del maestro santandereano está escrita para voz cantante de soprano o tenor, declamador, piano y conjunto de percusión. En esta oportunidad, al igual que con la propuesta de Canto a Bucaramanga, la lírica es también de la autoría del compositor. Es un texto dramático y pudiera decirse que expresionista, una suerte de poema que describe momentos trágicos y situaciones desgarradoras, como sucede en todas las guerras que en el mundo han sido, y tal como sigue siéndolo en el caso de Colombia, doscientos años después de la gesta libertadora. El texto está destinado por igual a la voz del solista, que para el caso debe ser una voz aguda de hombre o mujer, y al declamador. En el manuscrito existen instrucciones muy precisas en relación con la edición 6 2011 r e v i sta de s a n t a n d e r 173 debido entrenamiento para la lectura musical, especialmente en lo concerniente a la medida del tiempo, ya que la sonoridad de los instrumentos de percusión no se sostiene en el tiempo como sucede con los instrumentos melódicos de cuerda o de aliento. También para el caso del declamador, existen muy precisas instrucciones del compositor, consignadas en el manuscrito. El lenguaje del piano rara vez se remite a un canto lírico y con frecuencia aborda un lenguaje seco, percutido, astringente y disonante, acentuado por las intervenciones de los instrumentos de percusión, a los que se asigna la tarea de subrayar el talante dramático del desgarrador texto. Debe tenerse en cuenta el título guerrero de la composición, que remite al sonido fragoroso y caótico y al frenesí consustancial con las escenas bélicas. En esta materia, el compositor ratifica El maestro Jesús Pinzón Urrea. segundo centenario, sonora conmemoración 174 su dominio de la estética expresionista y contemporánea, como ya lo ha abordado en anteriores oportunidades, en obras de muy diferentes formatos. Sin duda, el conjunto de intérpretes debe responder con gran solvencia al reto de la creación sonora de una música acorde con nuestros tiempos. Las voces deben conferir al texto la intención dramática minuciosamente indicada por el compositor, de tal manera que al auditorio llegue la música como un discurso dramático debidamente articulado y muy cercano al arte lírico de la ópera moderna, que hace tiempo se apartó de la lírica ya de hecho muy exigente de las creaciones de Stravinski, Shostakovich, Hindemith, Kurt Weill, Bartok o Prokofiev, y aún del lenguaje del canto declamado de los integrantes de la Nueva Escuela de Viena –Schönberg, Webern y Berg–, y aún de renombrados exponentes modernos de la escena lírica como Karlheinz Stockhausen, Werener Egk, Philip Glass o John Adams. Es sorprendente el minucioso entramado y el despliegue expresivo otorgado a los percusionistas que además del timbalista deben ser tres, para atender adecuadamente el despliegue de la partitura. A continuación transcribimos el dramático texto de Pinzón Urrea: Batalla de Independencia Entonan los himnos; Hay gritos y arengas, Relinchan caballos, Descubren banderas. Hay voces de mando, Toques de corneta, Truena la escopeta, Llega la contienda. Ah….! (lamento desgarrador) Gotea la sangre, El dolor se siente. Son horas de espanto, De horror y de muerte. Bravos combatientes, ar tes Salven nuestra patria, Con amor y furia, Con valor y gloria. CIFUENTES, Santos. “Hacia el americanismo musical. La HERNÁNDEZ TORRES, Adolfo Enrique, Grito de música en Colombia”, en Textos sobre música y folklore, Independencia–Bicentenario. (partitura y entrevista), Vol.1, Boletín de la Radiodifusora Nacional de Colom- Bucaramanga, 2010 Transcurren las horas… El rival se aleja, Callan los fusiles, La victoria es nuestra. La emoción es grande, Esta es la verdad Viva Dios! Viva Dios! Libertad! Libertad! Viva la libertad! CLARO ARÉVALO, John Jairo, Siempre viva el canto de bre la música colombiana, desde la época de la Colonia la memoria, (Notas de programa y entrevista), Buca- hasta la fundación de la Academia Nacional de Música”, ramanga, 2010. en Textos sobre música y folklore, Vol.1, Boletín de la bia no. 221. Bogotá, COLCULTURA, 1965. BARREIRO O., Carlos. “Música para el Libertador. Un ensayo sobre ‘Sonografía bolivariana’, en Revista NÚMERO, 65 (2010). BÉHAGUE, Gerard. La música en América Latina, Caracas, Monte Ávila, 1983. BERMÚDEZ, Egberto. Historia de le música en Santafé Sin duda un texto directo que delata intención poética pero cuya crudeza armoniza con el imaginario de la música. Definitivamente, música del presente y del futuro, que rompe ataduras con el pasado bicentenario y presagia el triunfo definitivo de la justicia y la libertad. Premoniciones, tal vez, de un maestro del arte que alcanza a percibir, después de la debacle, el designio pacífico y progresista de su patria, forjada con dolor, sangre y sudor, desde tiempos de los Comuneros. La obra espera su interpretación y es justo anhelar que el estreno se realice en las mismas tierras en donde se encendió la chispa revolucionaria que dio inicio a una independencia que aún parece lejos de haber concluido. ❖ y Bogotá, 1538-1938, Bogotá, Fundación de Mvsica, 2000. DUQUE, Ellie Anne. Notas de programa de fonogramas: Luis A. Calvo – Obras para piano (1) (1995). Fin de siecle _ Gonzalo Vidal (1,2) (1998, 2000). – El Granadino – La música en las publicaciones periódicas colombianas – 1848 a 1860 (1,2) (1998). Emilio Murillo – Obras para piano (1) (2000). Emirto de Lima – Música para piano (1,2) (2001). Adolfo Mejía – Obras para piano (1) (2001). Pedro Morales Pino – Obras para piano (1) (2004). 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