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Fayez al-Sarraj
© Unión Europea/Salah Habibi, 2016
Libia
Actualización: 19 abril 2016
Presidente del Consejo Presidencial y primer ministro del
Gobierno de Acuerdo Nacional (2016-)
Fayez Mustafa al-Sarraj
Mandato: 1 abril 2016 - En ejercicio
Nacimiento: Trípoli, 1960
Partido político: sin filiación
Profesión: Arquitecto y funcionario gubernamental
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate
Presentación
El primer ministro Fayez al-Sarraj es un arquitecto metido a político independiente que entre marzo y
abril 2016 está ejecutando una empresa en extremo complicada y trufada de peligros, que cuenta con
el respaldo sin fisuras del Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Europea y los países vecinos, y
que, pese a los formidables imponderables de partida, ya está empezando a cosechar éxitos sobre el
terreno: el reconocimiento como el único Ejecutivo legítimo de Libia del Gobierno de Acuerdo
Nacional y su Consejo Presidencial, aprobados en Marruecos en diciembre de 2015 y con él al frente,
por las banderías e instituciones rivales que operan en el cuarteado Estado libio, hoy por hoy solo
existente sobre el papel. Desde hace casi dos años, el desvertebrado país magrebí, uno en los que
prendió la Primavera Árabe y consiguió librarse del dictador local (Gaddafi) pagando un elevado
tributo de sangre y destrucciones pero que luego se hundió en un caos de violencia miliciana y vacío
de autoridad, sufre una confusa guerra civil de múltiples contendientes donde hacen su agosto el
terrorismo, el jihadismo y todo tipo de tráficos criminales.
De conseguir consolidarse y funcionar, por de pronto en Trípoli, hasta ahora en manos de un
Gobierno de Salvación Nacional y el Congreso General Nacional, aunque también tiene que doblegar
a la Cámara de Representantes y al Gobierno rivales de Tobruk, amén de conseguir el acatamiento
del poderoso general antiislamista Jalifa Hafter y extender su jurisdicción a la urbe cirenaica de
Bengasi, señoreada por salafistas, el Gobierno de Unidad de Sarraj deberá iniciar la transición hacia
la paz y la democracia, lo que pasa inexcusablemente por el desarme de las diferentes tropas
irregulares, tarea imposible desde hace un lustro, y la elaboración de una Constitución, armazón
jurídico pendiente también desde la Revolución de 2011. Entre tanto, las huestes locales del Estado
Islámico ganan terreno en esta cabeza de puente del Califato en la costa norteafricana.
(Texto actualizado hasta abril 2016)
Biografía
1. Los antecedentes de una tarea política arriesgada: Libia como Estado fallido
2. Primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional en busca de reconocimiento doméstico
1. Los antecedentes de una tarea política arriesgada: Libia como Estado fallido
Faltando la divulgación de una biografía oficial, todo lo que se sabe de los antecedentes de este dirigente de
55 o 56 años (su natalicio se sitúa en 1960, sin más precisión) es que está casado, que es hijo de un ministro
de tiempos de la monarquía del rey Idris, Mustafa Sarraj, que estudió Arquitectura y Planificación Urbana en
la Universidad de Trípoli y que en los años de la Jamahiriya, el régimen dictatorial fundado por el coronel
Muammar al-Gaddafi tras el golpe de Estado de 1969, trabajó de funcionario en el Ministerio de Vivienda.
Algunos medios añaden que posteriormente montó una firma privada de asesoría de proyectos de ingeniería.
Tras el derrocamiento de Gaddafi en la Revolución de 2011, Sarraj formó parte de la Comisión Preparatoria
del Diálogo Nacional, panel de personas de la sociedad civil que de manera voluntaria y desinteresada
ofreció sus servicios para ayudar a dotar a Libia del consenso y la unidad imprescindibles para levantar un
sistema democrático. Su nombre salió del anonimato en mayo de 2014 al figurar como titular de Vivienda en
el Gabinete del primer ministro Ahmad Matiq, un Gobierno efímero y que en realidad no llegó a funcionar
porque su elección por el Parlamento, el Congreso General Nacional (CGN), en circunstancias tumultuosas
fue declarada inconstitucional por el Tribunal Supremo al cabo de un mes, de manera que siguió gobernando
el Gabinete inaugurado en marzo, el del primer ministro Abdullah al-Thani. En aquella ocasión, Sarraj fue
citado por algunos observadores como un político de línea abiertamente secular y prooccidental.
A renglón seguido, Sarraj presentó su candidatura independiente a la Cámara de Representantes o Majlis alNuwaab, el Parlamento que debía tomar el relevo al CGN salido de las votaciones de julio de 2012,
celebradas a su vez once meses después de la conquista de Trípoli por las fuerzas rebeldes alzadas contra
Gaddafi en febrero de 2011 y el consiguiente colapso militar de la Jamahiriya, si bien la guerra civil se había
prolongado hasta octubre de 2011 con la captura y muerte de Gaddafi, y la supresión del último foco de
resistencia gaddafista en Sirte. Para apoyar su campaña proselitista, Sarraj creó sendas cuentas en Twitter y
Facebook, las cuales seguían abiertas en 2016, aunque sin actividad: el usuario dejó su último mensaje en la
página de Facebook en noviembre de 2014 y lanzó su último tweet en junio de 2015. Luego, en octubre de
2015, Sarraj iba a abrir otra cuenta en Facebook para impulsar su nueva empresa política de vocación
ejecutiva.
Como otros 200 candidatos, todos independientes al prohibir el código electoral la concurrencia de listas de
partidos -a diferencia de las elecciones de 2012-, Sarraj se hizo con el escaño en los comicios del 25 de junio
de 2014. Estos registraron una bajísima participación, el 18%, y se desarrollaron bajo el ambiente de
anarquía y violencia adueñado del país con la proliferación de los atentados terroristas de grupos jihadistas y
los combates a campo abierto entre fuerzas militares y milicianas de diverso signo, con el resultado de
cientos de muertos a lo largo de la geografía de Libia. Hasta la fecha, primero el Consejo Nacional de
Transición (CNT) de Mustafa Abdul Jalil y luego el CGN presidido sucesivamente por Muhammad al-Megarif
y Nouri Abu Sahmain, así como los gobiernos de los primeros ministros Mahmoud Jibril, Ali Tarhouni, Abdul
Rahim al-Kib, Ali Zidan y últimamente Abdullah al-Thani, se habían mostrado incapaces de meter en cintura a
la pléyade de brigadas y milicias que, resueltas a controlar instalaciones estratégicas, explotar recursos
económicos o directamente hacerse con el poder político, se negaban a deponer las armas y acatar a las
débiles instituciones de Trípoli. Estas, minadas por las peleas partidistas y los conflictos legales, no tenían
jurisdicción sobre muchas ciudades, empezando por la segunda del país, Bengasi, capital de la región
oriental de Cirenaica y cuna de la Revolución de 2011.
De hecho, la inminente constitución de la Cámara de Representantes en Trípoli marcó el recrudecimiento de
las pendencias políticas y armadas, abocando a Libia a una nueva guerra civil y a la desintegración estatal.
En julio, estallaron combates de envergadura por el control del aeropuerto internacional de la capital entre
una alianza de milicias liderada por las Brigadas de Misrata, llamadas a sí mismas el Escudo Central Libio,
que adoptó el nombre de Operación Amanecer de Libia (Fajr) y en la que predominaba el elemento islamista,
y las Brigadas de Zintan. Al este, fuerzas leales al general antiislamista y comandante del Ejército Jalifa
Hafter, quien actuaba básicamente por libre y que en mayo anterior ya había intentado un violento golpe de
mano contra el CGN en Trípoli, abrieron hostilidades contra los integristas instalados en Bengasi, regida por
un Consejo de la Shura de los Revolucionarios, donde llevaban la voz cantante los salafistas de Ansar Al
Sharia, considerada organización terrorista por la ONU y Estados Unidos.
El punto de ruptura definitiva se precipitó en agosto cuando el CGN, encabezado por Abu Sahmain, se negó
a disolverse y a transferir el poder legislativo al Majlis electo. Trípoli quedó bajo el pleno control político de
los congresistas y militar de la coalición Fajr, mientras que en Tobruk, en el extremo oriental de la costa
cirenaica, pudo establecerse y sesionar la Cámara de Representantes de la que era miembro Sarraj y
presidente Akila Saleh Issa, que se aseguró los respaldos del Ejército Nacional y el general Hafter, el cual
bautizó su cruzada antiislamista como Operación Dignidad ; en medio, se situaba la Shura de Bengasi,
autónoma pero coordinada con Amanecer de Libia para enfrentarse a los enemigo comunes, el belicoso
Hafter, el Ejército Nacional y los brigadistas de Zintan.
La división política e institucional de Libia quedó completa al dotarse los parlamentos rivales de sendos
gobiernos que pasaron a disputarse con fiereza la legitimidad nacional: en Tobruk, el del primer ministro
Thani, de tinte secularista y que retuvo el reconocimiento de Occidente y el grueso de la comunidad
internacional, y en Trípoli el Gobierno de Salvación Nacional (GSN) encabezado por Omar al-Hassi,
apuntalado por los Hermanos Musulmanes y apoyado desde fuera por Turquía y Qatar. Para empeorar las
cosas, irrumpió una agresiva rama local del Estado Islámico, que se apoderó de la ciudad de Derna, entre
Tobruk y Bengasi, convertida por los jihadistas en la cabeza de puente en Libia de la organización que tenía
en su cúspide al autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, acuartelado en la ciudad siria de Raqqah y
luego en la irakí Mosul. El baluarte del Emirato del EI en Derna, cuyo objetivo no era sino conquistar toda
Cirenaica, declarada "provincia" de Barqah por el Califato, consideró enemigos por igual a las operaciones
Dignidad y Fajr, y empezó a hacer frente a bombardeos abiertos o furtivos de las aviaciones de Egipto y los
Emiratos Árabes Unidos, aliados del Gobierno de Tobruk. Ante la ausencia generalizada de Estado y
autoridad, bandas tribales, contrabandistas y traficantes de toda especie a los que no faltaban clientes que
campaban a sus anchas por las vastas extensiones de un país fundamentalmente desértico.
Las escaramuzas bélicas de mayor o menor intensidad en los diversos frentes de lucha prosiguieron en Libia
a lo largo de 2014 y 2015, para consternación de Sarraj y muchos representantes del segmento político que
consideraban que este calamitoso estado de cosas empujaba rápidamente a Libia a un escenario de
descomposición irreversible a la somalí. En enero de 2015 arrancaron en Ginebra unas rondas de
conversaciones de paz con los auspicios de la ONU a las que los delegados de las instituciones antagónicas
de Trípoli y Tobruk, a su vez pasto de las pendencias intestinas y los enfoques divergentes, no fueron
capaces de imprimir avances resolutivos. La desidia y la mala voluntad de las partes interlocutoras en las
mesas de negociaciones de Suiza, Argelia y Marruecos, donde los representantes de Tobruk se llevaron la
palma en cuanto a intransigencia, se prolongaron durante meses, tiempo que el Estado Islámico aprovechó
para expandirse desde Derna a otras localidades costeras, como la emblemática Sirte, caída en sus manos
en febrero.
El español Bernardino León, el representante del secretario general de la ONU y jefe de la Misión de Apoyo
de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), intentó una y otra vez arrancar el visto bueno a sus borradores
de propuesta para la formación de un Gobierno unitario capaz de aglutinar fuerzas para frenar el avance del
terrorismo y el jihadismo en Libia, y proporcionar al descalabrado país la estabilidad pendiente desde la
Revolución de 2011.
2. Primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional en busca de reconocimiento doméstico
El 8 de octubre de 2015 León consiguió por fin que las delegaciones de los gobiernos de Tobruk y Trípoli
firmaran en Sjirat un acuerdo sobre el establecimiento de un Gobierno de Unidad Nacional, provisional y de
transición, con un mandato de un año en principio, aunque susceptible de ampliarse si las circunstancias lo
requiriesen. Una de las tareas de este Gobierno sería impulsar la elaboración y aprobación de una
Constitución permanente, pues ahora únicamente regía la Declaración Constitucional interina promulgada
por el CNT en agosto de 2011. En febrero de 2014 había habido elecciones a una Asamblea Constituyente,
pero el órgano, debido al caos político, no había llegado a reunirse. De todas maneras, si había una misión
crítica e inaplazable para el Gobierno de Unidad era el desarme y el acatamiento de la constelación de
milicias y tropas irregulares, tarea imposible desde hacía más de cuatro años.
La persona escogida para fungir de primer ministro del Gobierno de Unidad, anunció al día siguiente León en
la ciudad marroquí, sería el diputado Sarraj, del que se reconocía su talante moderado, conciliador y abierto
al más amplio consenso. Algunos observadores se apresuraron a manifestar sus dudas sobre esta elección,
pues Sarraj, aunque no había razones para dudar de su honestidad y patriotismo, era poco conocido por el
público y no desprendía precisamente carisma o fortaleza de carácter. El núcleo de este Ejecutivo sería un
Consejo Presidencial de seis miembros que completaban tres vicepresidentes y viceprimeros ministros, uno
por cada una de las tres regiones del país, Tripolitania al oeste, Cirenaica al este y Fezzán al sur, más dos
ministros de Estado. Sin embargo, el acuerdo provisional de Sjirat debía ser refrendado por los respectivos
parlamentos y la Cámara de Representantes de Tobruk fue la primera en pronunciarse, el 19 de octubre,
dando un rotundo no por respuesta. El CGN de Trípoli también transmitió a León, el cual traspasó en
noviembre el testigo diplomático al alemán Martin Kobler, sus propias pegas y reclamó nuevas enmiendas.
Por el momento, el Gobierno de Unidad Nacional de Sarraj no era más que un mero proyecto.
Sometidos a las fuertes presiones y urgencias de la ONU, la UE y Estados Unidos para que dieran su brazo
a torcer y comprendieran que Libia no podía continuar en esta situación de "vacío de poder" que daba alas al
extremismo y condenaba a un panorama humanitario "desesperado" a cientos de miles de habitantes, los
respectivos cabezas parlamentarios, Saleh Issa y Abu Sahmain, tuvieron que implicarse personalmente para
desbloquear la situación. Los presidentes sostuvieron un primer encuentro en Malta el 15 de diciembre y dos
días después sus diputados delegados suscribieron en Sjirat un Acuerdo Político para la formación del
Gobierno de Unidad, en adelante llamado del Acuerdo Nacional, en el plazo de un mes. De nuevo, imperó la
incongruencia porque este documento no contaba con el aval expreso ni de Saleh Issa ni de Abu Sahmain.
El 23 de diciembre el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad una resolución, la 2259, en la
que daba la bienvenida al Acuerdo Político de Sjirat y se adhería al Comunicado del 13 de diciembre en
Roma, por el que las potencias reconocían al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) como el único legítimo
de Libia. Así, el Consejo instaba a todos los estados miembros a cesar cualquier reconocimiento, apoyo o
contacto con las "instituciones paralelas" que quedaran fuera del Acuerdo Político. Hecho no menos
importante, Marruecos, Argelia, Túnez y Egipto estaban con Sarraj. El último día del año, desde Tobruk,
Saleh Issa, sensible a las presiones de El Cairo, dijo que reconocía los términos del Acuerdo de Sjirat.
2016 arrancó con nuevas arremetidas guerrilleras del Estado Islámico, que atacó Bin Jawad, Zliten y los
puertos petroleros de Sidra y Ras Lanuf, causando decenas de muertos. Sarraj acaparó protagonismo al
tomar las riendas de los esfuerzos negociadores que debían convertirle en el primer estadista de Libia. Su
puesta de largo internacional se la facilitó la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política
de Seguridad, la italiana Federica Mogherini, que el 8 de enero se reunió con él en Túnez, sede provisional
de su protogobierno. El encuentro escenificó el pleno espaldarazo político y económico, con ayudas
concretas para la asistencia humanitaria y la construcción institucional por valor de 100 millones de euros, de
la UE al futuro Gobierno de Unidad libio.
El 19 de enero, al cabo de unas conversaciones maratonianas con las diversas partes políticas implicadas en
el proceso, Sarraj y el Consejo Presidencial, ampliado a los nueve miembros, anunciaron en Túnez la
definición de su Gobierno, que se componía de 32 ministros procedentes de todo el país y en representación
de los dos parlamentos rivales así como de otras facciones. Por el momento, nadie sabía cuándo podría
trasladarse a su propio país desde el hotel de la vecina Túnez donde estaba alojado el GAN, que Sarraj, en
un intento de vencer las resistencias y reticencias locales, recortó hasta los 17 miembros, entre ministros con
cartera y ministros de Estado. Además, varios de los puestos aún no estaban asignados.
Por el momento, se conocían a los miembros del Consejo Presidencial, donde eran viceprimeros ministros
Ahmad Matiq (el frustrado primer ministro de 2014), Mousa al-Koni y Fatih Al-Mijabri. Además, Al Mahdi alBarghathi, un comandante del Ejército que venía sirviendo a las órdenes del general Hafter, tenía adjudicada
la cartera de Defensa, Al Aref al-Joga, que había llevado este departamento en el GSN de Trípoli y mantenía
buenas relaciones con los Hermanos Musulmanes, recibía el Ministerio del Interior, y Jaled Nejm, del
Gobierno de Tobruk y federalista cirenaico, recibiría el Ministerio de Información. El 25 de enero, empero,
llegó el ya habitual jarro de agua fría: la Cámara de Representantes de Tobruk, pese a lo dicho por su
presidente el 31 de diciembre y pese a que había perdido el reconocimiento de la ONU, Estados Unidos y la
UE, desaprobaba el Gobierno de Sarraj.
Febrero de 2016 fue otro mes perdido para Libia. El 23, días después de atacar la Aviación de Estados
Unidos un campamento del Estado Islámico en Sabratha con el resultado de más de 40 terroristas muertos y
en plena ofensiva del Ejército Nacional de Hafter contra las posiciones de Ansar Al Sharia y el Estado
Islámico en el área de Bengasi, Sarraj vio con frustración cómo la Cámara de Tobruk volvía a votar en contra
de su Gobierno pese a todos los cambios y retoques introducidos en el mismo. Definitivamente, ni las
autoridades de Trípoli ni las de Tobruk, donde los intransigentes seguían imponiendo su criterio, estaban
dispuestas a disolverse sin más y transferir sus funciones y competencias al equipo de Sarraj. Más aún, dos
miembros del propio Consejo Presidencial rehusaron validar con sus firmas la nueva composición del
Gobierno de Unidad.
Llegado marzo, Sarraj y sus colaboradores, visto el panorama, tomaron una decisión altamente arriesgada:
presentarse por las bravas en Trípoli, montar allí sus despachos y procurar ganarse las adhesiones del
pueblo y de los elementos políticos moderados, obligando al GSN y al CGN a claudicar; si el bando de Trípoli
tiraba la toalla, el de Tobruk, solo y aislado, no tendría más remedio que plegarse también. Enterado de este
plan, el primer ministro tripolitano, Jalifa al-Ghawi, advirtió que el espacio aéreo de la capital estaba cerrado
al avión que llevara a bordo a Sarraj. Entonces, Sarraj, en compañía de seis miembros del Consejo
Presidencial, incluido el vicepresidente Matiq, se subió a un barco que zarpó de Túnez y que el 30 de marzo
atracó en el puerto de Trípoli sin hallar ningún obstáculo.
Con el desembarco sin novedad de Sarraj y su comitiva arropados por personal de la UNSMIL en una ciudad
potencialmente hostil patrullada por grupos de milicianos fuertemente armados comenzó una nueva e incierta
etapa del desbarajuste libio. Medios internacionales reportaron que los miembros del GSN y el CGN, cogidos
por sorpresa, ya habían comenzado a desertar y que ambas instituciones se estaban desintegrando a toda
velocidad, de manera que lo que podrían haber sido tres gobiernos paralelos en Libia se habría reducido en
cuestión de horas a una situación de dos, el de Sarraj, aposentado de manera improvisada en una base naval
y por hacerse aún con el control efectivo de Trípoli, y el de Thani, que guardaba silencio en Tobruk. La
sensación imperante era de guerra psicológica. Sarraj quiso espolear el aparente vuelco estratégico a su
favor dando una rueda de prensa en la que proclamó lo siguiente: "Llegado este bendito momento histórico,
anunciamos a nuestro pueblo el comienzo de los trabajos del Gobierno de Acuerdo Nacional desde Trípoli
así como de una nueva era de diálogo y comunicación con los hijos de nuestro pueblo, sin importar sus
posiciones políticas". El enviado especial de la ONU, Kobler, se sumó al llamamiento con una petición "al
pueblo libio para que preste al Consejo Presidencial y al Gobierno de Acuerdo Nacional todo su apoyo y
cooperación".
Sin embargo, el primer ministro rebelde alzó a su vez la voz para lanzar una amenaza directa contra Sarraj:
"El Gobierno de Salvación Nacional insta a estos infiltrados ilegítimos a entregarse y quedar en buenas
manos, o bien a regresar por donde han venido", dijo Ghawi a una cadena de televisión. El 1 de abril se
informó que el personal del GAN ya había tomado posesión de las oficinas ministeriales hasta entonces
ocupadas por el GSN, a primera vista evaporado, y que Ghawi había huido a Misrata, en tanto que Abu
Sahmain estaría refugiado en su casa de Zuwara. Además, puedo verse a Sarraj pasearse por las calles
céntricas de la capital en un ambiente de normalidad, sin un fuerte dispositivo de seguridad a su alrededor,
recibiendo con respeto y efusividad los saludos, los abrazos y los besos de viandantes, funcionarios y
policías.
El 4 de abril, mientras comenzaba a acumular reconocimientos y adhesiones de personalidades de la
sociedad civil, el arco político moderado, el mundo de los negocios y las compañías estatales (muy
importantes fueron los respaldos de la National Oil Corporation of Libya y el Central Bank of Libya, pilares de
la economía nacional), así como de las fogueadas Brigadas de Misrata, columna vertebral de la Operación
Fajr y brazo armado del GSN, cuyos hombres de hecho ya estaban haciendo de escoltas del GAN, Sarraj
recibió de Mogherini una llamada telefónica de aliento. En las calles de Trípoli, cientos de ciudadanos se
manifestaban con pancartas que llevaban escrito el lema "El Gobierno de Unidad me representa".
El 5 de abril, horas antes de aterrizar en Trípoli Martin Kobler, quien alabó "el coraje y la determinación"
mostrados por el GAN y comunicó a su primer ministro la disposición de la ONU a prestarle "todo el apoyo
necesario" de cara a una "transferencia del poder inmediata y pacífica", el Ministerio de Justicia del GSN
anunció a través de su página web que este cesaba voluntariamente "las actividades que nos fueron
encomendadas como poder ejecutivo". Sarraj parecía tener ganada la batalla política de Trípoli. Pero el 7 de
abril, Ghawi reapareció para emitir un mensaje de lo más desafiante, en el que ordenaba a los ministros del
GSN a seguir en sus puestos y amenazaba con llevar a juicio a cualquiera que cooperara con el GAN.
(Cobertura informativa hasta 6/4/2016)
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