Testigo de segunda conversión: San Juan Bosco Carta de Mons. Agustí Cortés, obispo de Sant Feliu de Llobregat. 4-11-2012 Nos hemos dejado iluminar por cristianos que vivían una verdadera conversión, aunque dentro de una fe, que hasta entonces era formal y sin fuerza transformadora. Pero tenemos la oportunidad de recibir el testimonio de lo que podemos llamar «segunda conversión» o, en términos industriales, «re-conversión» de una fe, que desde sus inicios fue viva y sincera. La familia salesiana y sus amigos vivirán estos próximos días, en las comunidades cercanas a Barcelona, una particular reafirmación de su fe, en versión del propio carisma. El motivo será la presencia de la urna conteniendo las reliquias de san Juan Bosco. Desde el año 2009, cuando se cumplían 50 años de la fundación de la Congregación, este testimonio de su presencia «peregrina» por los «lugares salesianos» de todo el mundo. Su camino culminará el año 2015, cuando se cumplan 200 años del nacimiento del fundador. San Juan Bosco desde su infancia es un verdadero cristiano empapado de pobreza y sufrimiento. Su fe, sin embargo, quizá por influencia de su madre Margarita Occhiena, parece un motor de humanidad, de lucha y esperanza. Es la fe verdadera que despierta sueños y alimenta los mejo res sentimientos y deseos. La fe que le lleva al seminario y al sacerdocio. Pero dentro de ese camino puede haber especiales momentos de reencuentro con Jesucristo, visiones más claras de su luz, que conduzcan a reorientaciones de la vida. Así Jesucristo le salió a su encuentro en el rostro de los jóvenes Bartolomé Garelli y Miguel Rúa, en los de numerosos jóvenes obreros, víctimas de la explotación de la revolución industrial, en los consejos de su director espiritual P. José Cafasso, en la espiritualidad de san Francisco de Sales, en los obstáculos a su proyecto educativo y en las manos que le ayudaron, en el apoyo del Papa Pío IX y también en los trabajos de pastelería, sastrería, ferretería, zapatería, carpintería, en la pedagogía preventiva y en el estilo del oratorio… La fe aquí consiste en descubrir esa presencia de Cristo llamándole como una realidad absoluta, con el peso de su Palabra y la urgencia de su amor y responder jugándoselo todo por Él. Esto es esencialmente lo que llamamos «la vocación especial». La vida de Don Bosco, desde aquel primer oratorio de Valdocco, no fue sino un desarrollo de esa experiencia desencadenante. Cada decisión, cada contradicción, cada proyecto, cada alegría, cada gesto, cada ayuda a los jóvenes, era respuesta al Cristo que le buscaba y le llamaba a la misión concreta. Parecía que la fe en Cristo le hacía creer en los jóvenes y en el trabajo que hacía por y con ellos. Por eso no había en él ningún problema de dualidades ni separaciones: la catequesis, la celebración de la Eucaristía, el sacramento de la reconciliación, la oración con los jóvenes, se hacía con la misma naturalidad, el mismo amor y la misma alegría que las excursiones, las clases, las sesiones de teatro, los juegos, la música… —La fe y la conversión es un continuo de búsqueda, hallazgo y respuesta. —A más claridad, más fe y conversión, por tanto, más amor. —Por eso la fe y la conversión sirve y salva a la humanidad. Dicen que comentó Don Bosco un día a los jóvenes que le rodeaban: «Os debo mi vida. Pero estad seguros, de ahora en adelante la derrocharé toda por vosotros». Lo había aprendido de Cristo. † Agustí Cortés Soriano Obispo de Sant Feliu de Llobregat