La vio acercarse a la barra desde lejos con sus

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La vio acercarse a la barra desde lejos con sus andares de reina, varias cabezas se
giraron a su paso, evaluándola de manera apreciativa, pero ella no se daba cuenta. La
observó con adoración mientras se sentaba en una esquina de la barra y tragó saliva al
comprobar que le hacía una seña.
Cuando le pidió una ginebra con hielo y limón con su voz grave y aterciopelada, decidió
que no iba a dejar escapar su oportunidad. En un derroche de maestría, concentró todo
su ser en la preparación de ese cóctel especial mientras ella tamborileaba distraídamente
con los dedos sobre la barra.
Recordó el primer día en que llegó al hotel, sola y con un velo de tristeza en sus bellos
ojos, el primer ingrediente en la coctelera.
Le vinieron después a la cabeza, las cálidas noches de verano en que había estado
observándola desde su lugar en la barra, siempre sola, siempre con la mirada perdida en
algún punto lejano en el horizonte, un chorro de licor dorado a la coctelera y otro
ingrediente más.
Pensó con un suspiro profundo en aquella vez que la había seguido en su paseo solitario
por la playa, casi le descubre pero afortunadamente, no lo hizo, unas gotas de esencia y
un poco del zumo de esa fruta exótica.
Se extasió ante el recuerdo de la contemplación de su hermoso cuerpo desnudo cuando
decidió bañarse en aquella cala solitaria mientras él moría de amor entre las rocas, unas
gotas del ingrediente secreto.
Una sombra cruzó su rostro cuando la imagen de aquel sujeto que la abordó la noche
pasada en el restaurante, le pasó por delante como un mal sueño, se había sentado a su
mesa y habían compartido la cena mientras el se retorcía de rabia en su rincón, pero
luego se marchó solo y ella se quedó fumando un cigarrillo y su corazón volvió a latir
con calma, un poco de hielo picado.
Cerró la coctelera con un suspiro y la agitó entre sus manos vigorosamente, mientras
enrojecía recordando el sueño de la noche anterior, y de la otra, y de la otra.
Después, se le acercó tímidamente y le expresó su deseo de invitarla a un cóctel que
había ideado en su honor, ella iluminó su rostro con la sonrisa mas hermosa del mundo
y le dijo que si, pero que sólo si lo compartían. Su alma gritaba de alegría cuando
preparó dos esbeltas copas que llenó ceremoniosamente con el maravilloso líquido color
cobre.
Levantaron las bebidas al unísono y sus manos quedaron suspendidas por un momento
en el aire, observando el burbujeante líquido como si de un embrujo se tratara, pura
alquimia.
Bebieron un sorbo, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, ella dejó que el
liquido resbalara cálido por su garganta, inundándola de tantas y tan variadas
emociones, que por un momento pensó que se iba a desmayar. Sentía una calidez
profunda y un sabor ligeramente dulce perfumaba sus labios, abrió los ojos muy
despacio y los clavó en el con tanta intensidad que parecía que iba a abrasarle con sus
ascuas.
Dos días mas tarde esperaba de nuevo con su porte de reina y sus maletas, la llegada de
un taxi en la entrada del hotel. Vestía de forma discreta y deportiva y unas gafas oscuras
cubrían sus ojos para protegerlos de la intensa luz del mediodía.
Desde la barra del bar de la terraza, el camarero secaba vasos y atendía a los pocos
clientes que a esa hora estaban allí, sin quitarle ojo de encima.
El taxi se hizo visible, el taxista cargo su equipaje y subió al coche, ella se dispuso a
hacer lo mismo pero antes, miro por encima de su hombro buscando al camarero entre
la gente, una vez lo vio, levanto sus gafas, le guiñó un ojo y con los labios formó una
frase: te espero en dos días, el sonrió y asintió con la cabeza de manera imperceptible,
ella subió al coche.
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