Los enemigos de mi enemigo

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Los enemigos de mi enemigo…no son mis amigos
Dr. Fernando Casado Cañeque
Director para el Centro de Alianzas para el Desarrollo (www.globalcad.org)
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Cuando Abu Bakr al-Baghdadi irrumpió en el frente Sirio y el norte de Irak sorprendió a
muchos. Clamando reconstruir los grandes imperios musulmanes extintos e imponer un
califato en todo el mundo árabe, se autoproclama califa del Estado Islámico (EI) y exige
obediencia a los musulmanes de todo el mundo. Se estima que el EI puede llegar a abarcar
un territorio de entre 25 y 50,000 kilómetros cuadrados, gobernando a unos 8 millones
de personas. El califato, de ser reconocido internacionalmente, sería el primero desde el
siglo XXI (cien años después del último creado por el imperio otomano). El régimen ha
establecido un consejo superior islámico que incluye la imposición de la Sharia en su
versión más estricta. Informes narran decapitaciones masivas y crucifixión de la comunidad
cristiana, mutilación genital femenina obligatoria, violación y venta de mujeres infieles a la
esclavitud y decapitaciones de niños y bebés exponiendo sus cabezas en plazas públicas,
entre otras aberraciones.
El pasado 7 de agosto Estados Unidos aprobó bombardear Irak. Obama afirmó que la
acción había sido solicitada por el Gobierno iraquí. A la iniciativa se le fueron sumando un
compendio de aliados formando una coalición atípica y variopinta: Turquía, Irán, Arabia
Saudita e Israel con países europeos, todos en un frente común.
Unos meses antes, concretamente el 21 de agosto de 2013, se acusaba al Gobierno Sirio de
haber utilizado armas químicas, probablemente gas serín, en la región de Guta contra su
propia población. Se estima que 1.400 personas perdieron la vida (muchos de ellos niños).
Estados Unidos posicionó barcos de guerra en el mediterráneo preparados para lanzar
misiles. Obama declaraba "¿Qué mensaje vamos a enviar si un dictador puede gasear a
cientos de niños? No podemos y no debemos cerrar los ojos a lo que ocurrió en
Damasco".
En menos de un año se amenaza con bombardear a ambas facciones del conflicto
Sirio generando una gran confusión en cuanto a quién apoyar y el rol que debería adoptar
la comunidad internacional. El califato de al-Baghdadi no sólo genera la urgente necesidad
de crear una defensa férrea de los derechos universales, sino que ha puesto en evidencia el
fracaso de las políticas de desarrollo con el Medio Oriente y la falta de políticas coherentes
con sus países miembros.
Ni Europa ni Estados Unidos han sabido reaccionar después de las primaveras árabes. El
cambio en el orden internacional les ha cogido por sorpresa y todavía andan desorientados
intentando descifrar qué posición adoptar. En demasiadas intervenciones parece utilizarse
la doctrina de los enemigos de mi enemigo son mis amigos, en un proceso que ha
generado una espiral acelerada de violencia que sólo ofrece soluciones cortoplacistas
ampliando la problemática a largo plazo.
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Uno de los apogeos de este principio fue en la Segunda Guerra Mundial, cuando bloques
comunistas se aliaron con aliados capitalistas para enfrentarse al nazismo. Defendiendo la
ayuda británica a las fuerzas soviéticas, Churchill declaró que si Hitler invadiera el infierno,
le gustaría hacer una referencia favorable al Diablo en la Cámara de los Comunes. Durante
el periodo de la 'Guerra Fría', el principio fue el sistema diplomático más común. En
América Latina, considerado el patio trasero de Estados Unidos en la época, fue común el
apoyo a dictadores y regímenes totalitarios y era frecuente la expresión "Sabemos que el
apoyo que damos es a un hijo de puta, pero lo podemos considerar nuestro hijo de puta".
Lo que está sucediendo en el Medio Oriente refleja el fracaso de esta doctrina y debería
hacernos reflexionar sobre la importancia que tiene trabajar en coalición para defender de
manera incondicional los derechos universales. El juego de apoyo y sanción del gato y el
ratón entre países democráticos y estados autoritarios es una espada de doble filo que ya ha
demostrado con creces lo afilada que está.
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El EI ha surgido como uno de los ejércitos más eficaces y mejor financiados de las últimas
épocas, pero no ha surgido de la nada. Seguir la financiación de los países que financian las
causas Suníes y no debería ser difícil identificar quién está detrás.
En el conflicto actual en Siria, es triste verse limitado a decidir quién es el menos malo a
quien hay que apoyar porque tiene menos muertos en la mesa. Nos debería hacer
replantear nuestras prioridades en política internacional. En estas situaciones críticas,
siempre es sano volver al origen y recordar la esencia de los derechos por los que sí vale la
pena luchar. Personalmente me quedo con el Artículo 2 de los Derechos universales:
Toda persona tiene todos los derechos y libertades (...), sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión y opinión política. Quizás ha llegado el momento de redefinir la política
internacional de amigos y enemigos en función de qué países cumplen o no este
principio. Esta es una lucha que Europa tiene demasiado olvidada y es una batalla de ideas
que no se ganará con bombas, sino con educación, desarrollo y justicia social.
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