La Buena Noticia a los pobres

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Una Buena Noticia
para la semana
Año II Nº 113
SUMMA
Aldapeta
Asterako berri ona
La Buena Noticia a
los pobres
Jesús acaba de comenzar su vida pública y se presenta
anunciando un mensaje nuevo de gracia y salvación, de luz
y esperanza. Propone en la sinagoga de Nazaret su programa basándose en el profeta Isaías. Pero hay una variante
muy significativa en la declaración de Jesús: el texto de
Isaías hablaba de “un año de gracia y un tiempo de venganza de nuestro Dios”. Jesús prescinde de la referencia a la
venganza divina, destacando solo el año de gracia. Es un
“nuevo semblante de Dios”. De Dios no hay que temer el
castigo sino confiar en su misericordia.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu; y su fama se
extendió por toda la comarca. Enseñaba en las
sinagogas y todos lo alababan. Fue Jesús a
Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y
se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque él
me ha ungido. / Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, / para anunciar a los
cautivos la libertad, / y a los ciegos, la vista. /
Para dar libertad a los oprimidos; / para anunciar a los cautivos la libertad, / y a los ciegos la
vista./ Para dar libertad a los oprimidos; / para
anunciar el año de gracia del Señor”.
Y, enrollando el libro, lo devolvió al
que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga
tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír”. (Lc 4, 14-21).
Emailgelio113 del 24 enero 2016
Tercer domingo del tiempo ordinario (C)
Jesús proclama que los predilectos de Dios son los
pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. “Todo lo que
tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres”, decían los obispos latinoamericanos en 2007.
¿Es que los pobres son mejores que los demás como
para merecer esa preferencia? Todos hemos admirado muchas veces virtudes de la gente sencilla que constituían una
auténtica lección de vida. Pero también es verdad lo que
reconoce Víctor Codina, un jesuita que lleva viviendo más
de treinta años entre los pobres de Bolivia: “los pobres son
muchas veces tan pecadores como los demás: violentos,
vengativos, corruptos, materialistas, envidiosos, abusadores
del sexo y del alcohol”. Pero no es su bondad lo que atrae la
compasión de Dios, sino precisamente su menesterosidad.
Como aquella madre saharaui a quien preguntaban a ver a
cuál de sus numerosos hijos quería más. Su respuesta fue:
“Al pequeño hasta que crezca, al enfermo hasta que sane, al
viajero hasta que regrese”.
Así es la preferencia de Dios por el pobre. No excluye
a nadie, quiere a cada uno, acoge a todos, pero con el que
más se conmueven sus entrañas es con el más indigente,
con el más necesitado de atención y cariño.
El Papa Francisco deseó desde el principio de su pontificado “una Iglesia pobre para los pobres”. En su encíclica
del 24 de mayo de 2015 “sobre el cuidado de la casa común”, se dirige al Creador como al Dios de los pobres y le
suplica: “ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos”. Termina su
oración diciendo: “Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida, para preparar un futuro mejor, para que venga
tu Reino de justicia, de paz, de amor y de hermosura”.”.
Ignacio Otaño SM
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