EL DÍA, domingo, 9 de noviembre de 2014 p1 LA HISTORIA DE LA catedral de La Laguna desde una curiosa perspectiva: la rivalidad con la iglesia de la Concepción como símbolos de dos clases sociales. 6/7 del domingo revista semanal de EL DÍA LA FUNDACIÓN DE LA MISIÓN DE SANTA BÁRBARA, EN CALIFORNIA, ATRIBUIDA AL FRANCISCANO YCODENSE CRISTÓBAL DE ORAMAS Justificación necesaria y conveniente para historiadores e ycodenses Texto: Álvaro Fajardo Hernández ([email protected]) H eródoto (484-430 a.C), el padre de la historia para Cicerón, fue el primer historiador experimental que narraba lo que observaba, comenzando siempre con una serie de relatos míticolegendarios para darles luego una explicación racional argumentada en que la responsabilidad de los actos humanos, de cualquier índole, recae siempre sobre los hombres, y no sobre las deidades, que si bien han jugado un papel importante en la evolución histórica de la Humanidad, no son los que determinan, en última instancia, los acontecimientos de los que es protagonista y único responsable. Sería otro gran filosofo-historiador griego, Tucídides (460-400 a.C.), el que confieriría al relato histórico el rigor de las ciencias y la pasión por la verdad objetiva, siendo su premisa fundamental la observación directa de los hechos convirtiéndose así en el primer historiador moderno. Para Protágora, epígono de Herodoto, la realidad y la leyenda, originalmente, son asimismo historia, sólo que contadas de diferente manera. Los historiadores modernos afines a Tucídides se ufanan egoístamente, cuando pueden demostrar que un texto que ha sido paradigma es falible o de dudosa probatura histórica, no tanto si hace referencia a hechos que, consuetudinariamente, han sido considerados como ciertos, y refutados por otros historiadores poco o nada proclives a la siempre peligrosa subjetividad. Pero cuando la fiabilidad de los documentos la hacen necesaria hay que rendirse a la verdad y aceptarla por dura que sea. Me hubiese gustado que lo que voy a relatar, de forma objetiva y fiel a los textos consultados, hubiese sido evidenciado por alguien ajeno a Ycod, pero al estudiar las circunstancias y textos que propiciaron este “error” involuntario, pienso que debería enmendarse por bien de la historia, sin que por ello la egregia figura de nuestro abnegado y tenaz ycodense fray Cristóbal de Oramas, que evangelizó de forma admirable en la misión de Santa Bárbara, se vea afectada. El nombre de “misión” se debe a los jesuitas que llegaron a México en 1572. Se iniciaron en el estado de Sonora en 1632, teniendo como principal tarea organizar a los indígenas en “rancherías” basadas en el aprovechamiento de las mejores tierras de cultivo, haciéndoles trabajar gratis cuatro días a la semana, de los que dos lo hacían para ellos, descansando el domingo del trabajo físico, para dedicarlo al adoctrinamiento en la religión católica. Los jesuitas enseñaron a los indios el arte de la agricultura y plantación de nuevos cultivos de cereales y frutales traídos de la metrópoli y surtían de productos alimenticios, industriales y artesanales a las minas, presidios y pueblos recién creados por los colonos españoles. Las misiones jesuitas dependían directamente del Papa, liberándoles de la jerarquía de la Iglesia y de los gobiernos virreinales. El reconocimiento por la Santa Sede de los reyes como patronos y garantes de la Iglesia dio lugar al “Real Patronato”, que obligaba a los monarcas al cumplimiento de la evangelización de los “infieles” y la expansión de la Iglesia en las posesiones del reinado en América, compensándolos con el cobro de diezmos que propiciaron una política “regalista” que chocaba con los intereses de los jesuitas, que, dependiendo de Roma, tenían que someterse ahora a la voluntad de los obispos propuestos por el rey. Pronto surgieron intrigas y desencuentros despertando las envidias y celos de otras órdenes religiosas (dominicos, betlemitas, franciscanos) que culminaron con la expulsión de los jesuitas de la península y territorios de ultramar(1). Algunos textos especializados dedicados a las fundaciones de las misiones en tierras americanas(México, California…), escritos, algunos, muchos años después de la muerte de fray Junípero Serra (17131784)(2), atribuyen la fundación, en 1786, de la misión de Santa Bárbara al fraile franciscano, nacido en Ycod, Cristóbal de Oramas (1752-1798) (3). La misión de Santa Bárbara. Error comprensible, toda vez que por su esforzada labor en la misión se ganó la admiración y el respeto de sus superiores y de los indios yumas, chumash y pimas, a los que el fraile Oramas dedicó su corta pero intensa vida misional. En algunos textos españoles y americanos aparece Junípero Serra como fundador de la misión de Santa Bárbara, hecho refutable toda vez que había muerto dos años antes (1784). Otros confirman con más certeza que fue el padre, nacido en Vitoria, fray Fermín Francisco de Lasuén (1736-1803) (4), destinado en principio a las misiones de Sierra Gorda en México, pasando, en 1767, a la Alta California, donde fundaría además nueve misiones(5), continuando la expansión misional iniciada por Junípero Serra. El error, por supuesto involuntario, del erudito ycodense José Díaz Martín al atribuirle a fray Cristobal Oramas no sólo la fundación de la misión de Santa Bárbara, el 4 de diciembre de 1786, sino incluso el nombre, en honor del barrio del mismo nombre en Ycod, se debe a la información recibida, en 1972, del p2 domingo, 9 de noviembre de 2014, EL DÍA EN PORTADA escritor y pintor norteamericano Joseph P. Ramis, que sacó a la luz “la participación ejemplarizante del Padre Oramas en la colonización y evangelización de la Alta California, al que J .P. Ramis da como fundador, argumentado en una carta del Alcalde Mayor de Santa Bárbara acompañada de datos fehacientes que venían a demostrar sus afirmaciones..., constituyendo un aporte valioso al conocimiento de un hecho de indudable trascendencia, hasta hoy incomprensiblemente desconocido”. La carta y un pergamino ilustrado fueron entregados, en 1973, por el comisionado Ramis al alcalde de Ycod Antonio Hernández Pérez, documentos que estuvieron, lujosamente enmarcados, en el despacho de la alcaldía ycodense, desapareciendo posteriormente. La comisión californiana visitó, acompañada por el alcalde el mayestático y milenario Drago de Ycod, llevándose una semilla y una plántula con la idea de plantarlas en los jardines de la misión de Santa Bárbara. Hoy, el drago, de 42 años, ha enraizado, presentando una ramificación similar a su progenitor ycodense. La confusión como fundador de la misión de Santa Bárbara por fray Cristóbal Oramas es comprensible al suponer que los libros que a continuación mencionamos, escritos por Fray Francisco Palou (1723-1791)(6) sobre Junípero Serra no eran conocidos por el escritor ycodense José Díaz Martín, autor del artículo “Presencia de Icod en las misiones de California”, publicado el domingo 24 de septiembre de 1972 en el periódico El Día, en el que relata, basándose en las notas escritas mediado el siglo XX de un padre franciscano, la estancia en México y California de fray Oramas . Las fuentes más próximas y fidedignas de lo acontecido en las misiones californianas hay que buscarlas en “Historia de la vida y apostólicas tareas del venerable Padre Fray Junípero Serra y de las Misiones que fundó en la California Septentrional y nuevos establecimientos de Monterrey”, obra que se debe a Palou, que escribió, en 1787, a los tres años de la muerte de Junípero, al que acompañó durante toda su vida misional. Otra obra suya, “Noticias de la Antigua y Nueva California”, fue parcialmente publicada en forma de folleto en México (1857), obras de carácter biográfico y etnográfico dignas de destacar, por el vínculo de amistad y complicidad entre Junípero Serra y su biógrafo, y necesarias para comprender la auténtica historia de las misiones al estar escritas por Palou, protagonista y testigo presencial de los hechos acaecidos en la Alta California desde 1768 hasta 1791, fecha de su muerte en el Colegio de Santa Cruz de Querétaro, donde también moriría, en 1798, el fraile ycodense Cristóbal Oramas, al que no se menciona en la obra escrita por fray Francisco Palou. Paema, nombrado por el padre Lusmén (Lasuén), “para fundar una nueva misión en la Alta California que se denominaría Santa Bárbara, la que tuvo lugar en cuatro de diciembre de 1786, acampando en un viejo cuartel abandonado que acomodaron para vivienda de la pequeña comunidad, durante el tiempo que tardó la construcción de la iglesia y misión de Santa Bárbara”. Según el padre Maynard, Oramas estuvo misionando en San Buenaventura, y en la Purísima Concepción en Lompoc, distantes varios días de viaje de Santa Bárbara. Visitó y ofició en las misiones de San Luis y San Gabriel Arcángel. En 1793, enfermo, pidió a sus superiores regresar a México, lo que hizo en 1795, siendo nombrado maestro de novicios en el Colegio de San Fernando hasta 1798 en que fue trasladado al Colegio de Santa Cruz de Querétaro, “donde acabó santa y dignamente su vida” a los 46 años de edad. Estancia en México y California La llegada a México del apellido Oramas se remonta a 1716, en que Nicolás de Oramas y Saá, nacido en el pueblo tinerfeño de San Juan de la Rambla, emigra a tierra mexicana, estableciéndose en Astapa (Jalapa), donde lo encontramos en 1765, dejando descendencia. Su hermano Manuel Oramas de Saá también se traslada a México, coincidiendo con ellos su sobrino el ycodense fray Cristóbal de Oramas. Su primo Manuel González Oramas, nacido en 1739, fue procurador general de la provincia de Tabasco, donde el apellido Oramas es hoy frecuente. Lo que sabemos de la estancia de fray Cristóbal de Oramas en tierras americanas se debe a unas notas reproducidas por José Díaz Martín, escritas 150 años después de la fundación de Santa Barbará, tomadas de la “Historia de los franciscanos de California”, del padre Maynard J. Geiger (1901-1977), que define a Oramas como: “Un hombre de acusada personalidad, de insuperable energía y de fe inconfundible en la prosecución de la elevada y difícil obra misional encomendada”. Se sabe por fuentes locales que Oramas, antes de viajar a México y entrar en la orden franciscana, regentó algunas parroquias en Tenerife como clérigo secular. El padre Juan Sancho, maestro de novicios del Colegio de San Fernando de la capital de México, define a Oramas “de superior inteligencia, de una gran vocación religiosa y de conducta ejemplar. Llegó a California con un grupo de franciscanos bajo la superior dirección del Padre Fermín Lusmén (el nombre y apellido correcto es fray Fermín Francisco Lasuén), nom- Casa de retiro de Santa Bárbara (arriba) y estatua de fray Fermín Francisco Lasuén. brado como docto y muy calificado dentro de la Orden para la dirección de las misiones de la Alta California, después de la muerte del gran Junípero Serra, principal fundador”. Fray Cristóbal de Oramas permanece algún tiempo en la capital mexicana, viajando a la región de Jalisco, Guadalajara, y desde allí al puerto de San Blas Nayarit, en el Pacífico, embarcando en un pequeño velero hasta el puerto de Monterrey en un penoso y largo viajes de varios meses. Desde aquí parte, junto al padre Las misiones fundadas por Junipero Serra Junípero Serra fue el fundador de seis misiones(7) y trece poblaciones entre la Alta y Baja California. Algunos autores le atribuyen la fundación de la misión de Santa Bárbara, lo que resulta imposible toda vez que muere dos años antes de hacerlo su sucesor, el padre fray Fermín Francisco Lasuén. Sí estaba en la mente de Junípero crear, en la canal del mismo nombre, varias misiones y un presidio, advocada a la santa y mártir por la que sentía, junto a san Francisco y santa Clara, gran devoción. Junípero expresa en 1777, recogido por Palou en el capítulo XLVII de su libro: “Esta procesión de Misiones está muy truncada, es preciso que sea vistosa a Dios y a los hombres, que corra enseguida, ya tengo pedida la fundación de tres en la Canal de Santa Bárbara; ayúdenme a pedir a Dios se consiga, y después trabajaremos para llenar los otros huecos”. En el capitulo LI se lee: “Tan impresionado quedó el nuevo Comandante General D. Teodoro de Croix de la recomendación del Exmo. Señor Virrey sobre la pretensión del V.P. Junípero para las fundaciones de la Canal de Santa Barbara, que envió orden al Gobernador para que fuese a los Arispes el Capitán D. Fernando Rivera para comisionarlo a reclutar setenta y cinco soldados para la fundación de un Presidio y una Misión en la dicha canal de Santa Bárbara, el Presidio y una Misión en el centro de la canal, con el nombre de la Santa, y las otras dos dedicadas a la Purísima Concepción de María Santísima, y la de S. Buenaventura en los dos extremos de la Canal, dotada cada una de quince Soldados, y los restantes para el Presidio con sus correspondientes Oficiales e igualmente para reclutar familias de Pobladores para fundar un Pueblo titulado de Nuestra Señora de los Ángeles en el Rio nombrado de Porciúncula”. p3 EL DÍA, domingo, 9 de noviembre de 2014 EN PORTADA En febrero de 1782 Junípero solicita dos misioneros, “uno para dar principio a la Misión de San Buenaventura y otro para la de Santa Bárbara pasando a la de San Buenaventura como Ministro interino el Padre Cambón, con la idea de que pasarían a fundar después en el centro de la Canal el Presidio a la orden de un comandante y la Misión de Santa Bárbara”, lo que no se realizó por falta de misionero. La misión actual de Santa Bárbara Fundada el 4 de diciembre de 1786, como hemos probado, por el padre Fermín Lasuén, que había asumido la presidencia del “rosario” de misiones a la muerte del padre presidente Junípero Serra, se encuentra en la homónima ciudad, condado y canal de Santa Bárbara. Los terrenos se hallan entre las montañas de Santa Ynez y el océano Pacífico, y es la única misión que permanece baja la tutela y dirección de frailes franciscanos desde su fundación, hace ahora 228 años. Está advocada a santa Bárbara, la joven que, supuestamente, fue decapitada después de abrazar la fe cristiana. Los primeros misioneros, entre los que se encontraba el ycodense fray Cristóbal de Oramas, construyeron tres capillas diferentes que fueron arrasadas por el terremoto que asoló Santa Bárbara el 21 de diciembre de 1812. Ese mismo año se inició la reconstrucción de la misión que vemos actualmente, cuyas torres fueron seriamente afectadas por otro terremoto, acaecido el 29 de junio de 1925, aunque el aspecto austero del interior de la iglesia no ha variado desde 1820. Los sistemas de recuperación y conducción de las aguas pluviales hasta las cisternas y aljibes para abastecer a la misión fueron construidos por los indios chumash, conservándose en buen estado. En 1818 fue víc- El drago de la misión de Santa Bárbara y, a la derecha, placa en la calle, en Icod, que recuerda a fray Cristóbal Oramas. tima de un ataque corsario que fue valientemente repelido por neófitos ayudados por los frailes. La misión conserva el archivo más antiguo del Estado de California. Contiene la mejor colección de manuscritos coloniales, convirtiéndose en un centro de estudios y documentación de las misiones americanas para expertos de todo el mundo. Las Notas: (1) En 1766, en Madrid, se produjeron altercados, conocidos como el “motín de Esquilache”, por la carestía de productos básicos, y se acusa a los jesuitas de ser los causantes, que además de sojuzgar a la Corona y acusan al monarca de “bastardo”. El 27 de febrero de 1767 Carlos III firmó el decreto de expulsión de los jesuitas de las doce provincias en las que estaban instalados, incluyendo las mexicanas de Sonora y Sinaloa, de la que, en 1767, fueron embarcados 51 misioneros en el navío “El Príncipe” y abandonados al garete en el Golfo de California, llegando a Puerto Escondido, en la Baja California, partiendo para San Blas la mayoría enfermos de escorbuto y diezmados por las condiciones insalubres. (2) Miguel José (Junípero) Serra nació un 24 de noviembre de 1713 en la villa de Petra (Mallorca), de familia humilde, honrada y cristiana. Su madre, Margarita Ferrer, le enseñará los primeros rudimentos religiosos, hasta entrar en el convento de la orden Franciscana en Petra, destacando su facilidad para las lenguas clásicas. Pasa al convento de Palma, donde continúa estudios con especial dedicación al latín, iniciándose en filosofía. En 1730 viste el hábito de San Francisco, tomando el nombre de Junípero; se doctora en teología accediendo a la cátedra, destacando como insigne orador, En el convento se unen a Serra, como discípulos, Francisco Palou y Juan Crespi, que le expresan el deseo de ir con él a predicar a las Américas, lo que consiguen con dispensas de sus superiores, embarcando el 13 de abril de 1754, llegando a México al año siguiente, donde se les encomienda la labor misional de la Sierra Gorda, habitada por los indómitos indios pames y compartida con la orden religiosa rival dominica. En 1758 Serra y Palou quieren hacerce cargo de la misión de San Sabas, en Texas, pero las autoridades virreinales no apoyan el proyecto. Palou regresa a Sierra Gorda y Junípero al Colegio San Fernando, y atendiendo a las misiones próximas a la capital mexicana. Es la única separación en el trabajo misional de Serra y Palou. En 1767 son expulsados de todos los dominios de España los Padres de la Compañía de Jesús. Por lo que había que cubrir las misiones jesuitas en la Baja California. El visitador general José de Gálvez y el marqués de Croix envían a los franciscanos de San Fernando a hacerse cargo de las misiones dejadas por los jesuitas, no sin incidentes entre frailes rivales de la orden franciscana de Xalisco y México. En 1768 parten Serra, Palou y Crespi, con doce misioneros más, desde San Blas hacia el puerto californiano de Loreto, permaneciendo cinco años en las misiones de la Baja California y fundando algunas en la Alta California. Junípero moría, en presencia de Palou, el 28 de agosto de 1784 en Monterrey (California), dejando la fundación de trece poblaciones y seis misiones en la Nueva California. misiones fueron secularizadas en agosto de 1833 por el Congreso mexicano. La de Santa Bárbara se retiró, en 1840, de la diócesis de Sonora para formar parte de la diócesis de la Alta y Baja California, lo que justifica que la capilla tenga dos campanarios. En 1865, siendo presidente Abraham Lincoln, se restauraron la mayoría de las misio- (3) La copia original de la partida de nacimiento de Cristóbal de Oramas folio 221, vuelto, del libro diez de Bautismos de esta parroquia (de San Marcos de Ycod) dice: “En dos días del mes de Agosto de mil septos,sinqta, y dos años .Yo Dn. Salvador Manuel Borges Presvo .Con licencia del Sr. Dn. Joseph Antonio de León y Vergara VE. Bendo. De la Parrql,del Sr. Sn. Marcos de este lugar, de Ycod , Baptice a Cristhoval Nicolás hijo legítimo de Dn. Cristhoval de Saa Oramas y Meneses y de su legítima mugr.Da. Anna Nicolasa Borges todos besinos y naturales de este dho. Lugar excepto rl dho. q, lo es de el de Sn. Juan de la Rambla aviendo nacido a veinte y ocho de julio próximo pasado,fue su padrino Dn. Nicolás Bentura Borges clérigo Diacono, tiene oleo y crisma y de verdad lo firme.- (firmados y rubricados:) Salvador Manuel Borges ;León”. (4) Fray Fermín Francisco Lasuén nace en Vitoria el 7 de junio de 1736. Se ordena como franciscano en marzo de 1751 en el convento de San Francisco de la capital alavesa. Con 23 años pasa a las misiones americanas, siendo destinado a las de Sierra Gorda en México hasta 1767, evangelizando a los indios pame. Se dirige a California para seguir, junto a otros misioneros, entre los que se encuentra el ycodense Cristóbal de Oramas, la labor misional iniciada, tiempo atrás por los jesuitas y continuada por junípero Serra. Al padre Fermín Lasuén se le atribuye la fundación de nueve misiones. Falleció en 1803, en la misión de San Carlos. (5) Las misiones que se la atribuyen como fundador al padre Fermín Francisco Lasuén son: la de Santa Bárbara, dando origen a la ciudad del mismo nombre; la de la Purísima Concepción, en el valle de Lompoc; la de Santa Cruz, dando origen a la ciudad del mismo nombre; la de Nuestra Señora de Soledad; la misión de San José de Guadalupe, origen de la ciudad de San José; la de San Miguel Arcángel, origen de la ciudad de los Ángeles; la de San Fernando Rey, origen de la ciudad de San Fernando, y la misión de San Luis, origen de la población del mismo nombre. (6) El padre Francisco Palou nació el 21 de enero de 1723 en Palma de Mallorca, en 1740, con 17 años es acogido, junto con Juan Crespi, como discípulo por Junípero Serra, al que acompañaría hasta el final de los días del maestro. El padre Palou se retiró, como guardián, al Colegio de San Fernando (México), dedicándose a terminar los libros mencionados. Es considerado el primer historiador de las Californias, muriendo en 1791 en el Colegio de Santa Cruz de Querétaro, donde estaba de visita, dejando tras de sí una vida entregada a la obra evangelizadora, estando al cargo de las misiones de la baja California y ser amanuense de Junípero en muchas ocasiones. (7) Misiones fundadas por Junípero Serra, según José Luis Anta Félez: 1769 (1 de julio): San Diego, 1770 (3 de julio): San Carlos Borromeo de Car- nes californianas, al mismo tiempo que se entablaba un pleito entre el obispado y los frailes sobre la titularidad. Finalmente, y hasta hoy, la de Santa Bárbara es la única que quedó en manos franciscanas. Entre 1854 y 1885 fue colegio apostólico, y de 1869 a 1877 fue colegio laico, desempeñando un papel relevante en la educación superior de Santa Bárbara. La misión tiene la más antigua tradición coral entre las misiones de California, que sigue siendo atendida por dos coros de prestigio internacional (8). La misión actual es la atracción turística más importante y visitada de Santa Bárbara. Sigue ofreciendo a la comunidad un lugar de culto como iglesia parroquial, pose un museo, un convento franciscano, una casa de retiro y en su patio-jardín crece un hijo del Drago de Ycod como guardián mudo y perenne para recuerdar la abnegada labor misional de nuestro paisano ycodense fray Cristóbal de Oramas en la misión de Santa Bárbara, en la Alta California. melo quedando al frente hasta 1782 el mallorquín Fray Juan Crespi donde muere; 1771 (14 de julio): misión de Santa Lucía; 1771 (8 de septiembre): San Gabriel Arcángel, dando origen a la ciudad de los Ángeles; 1772 (1 septiembre): San Luis Obispo de Tolosa, cuando viaja de regreso a México; y 1782 (31 de marzo): San Buenaventura, poco antes de morir. Otros autores le adjudican la fundación de las misiones de San Fernando de Villacatá, San Antonio, San Juan Capistrano, Santa Clara y San Francisco. A finales de 1783, Junípero Serra, enfermo de asma y cojo por una pierna infectada e hinchada, visitó una por una todas las fundaciones, despidiéndose de sus compañeros, sabedor de que nunca se volverían a ver. (8) Los coros que asisten la liturgia católica en la iglesia de la Misión de Santa Bárbara son: The California Missión Schola y la Bárbara Cappella. BIBLIOGRAFIA –Francisco Palou:.- Junípero Serra y las misiones de California. Edición de José Luis Anta Félez. Editorial Dastin Historia. Colección Crónicas de América Nº 46. –Francisco Palou.-Noticias de la Antigua y Nueva California. Editado en México (1857) –José Díaz Martin.- Presencia de Icod en las Misiones de California. Artículo publicado en El Día, domingo 24 septiembre 1972, y reproducido por José Fernando Díaz Medina en Fiestas del Santísimo Cristo del Calvario (1970-1975). –Manuel Ballesteros Gaibrois.- Fray Junípero Serra. Biblioteca Indiana; Madrid (1958). –La Enciclopedia de la presencia española en Estados Unidos. http://www.entierralejan.com/santa-barbara-mision. (2014) –Álvaro Fajardo Hernández.- La acción misional del ycodense Cristóbal Oramas en California. Madrid (1968). –José Luis Iraburu.- Beato Junípero Serra, fundador de ciudades. –Maynard J. Geiger. - Life and Apostolic labors of venerable Father Junípero Serra. Washington, D.C. (1955). –M. Hernández Sánchez-Barba.- La última expansión española en América, Madrid (1957). –El apellido en América la emigración de los Oramas http:// joramas.weebs.ull.es/apellido/amca/mex.htm –David Arias.- Fermín Lasuen (1736-1803) Franciscan Misionary.Superior of the missions. –LLC Book .- Christian Missiaris in México. General Book (2010). p4 domingo, 9 de noviembre de 2014, EL DÍA DE PUNTILLAS SOBRE EL RECUERDO La leyenda de Peña María, en El Médano: triunfo del amor y coste afectivo de la emigración La enternecedora leyenda de “Peña María” acuñada en la playa de El Médano, un mágico lugar para la ensoñación, representa, con despiadado dramatismo, el triunfo del amor y el coste afectivo que debió pagar nuestro pueblo en su condenación, al tener que abandonar su terruño para marchar en pos de una fortuna que, por lo general, se resistió. Texto: Emiliano Guillén Rodríguez (periodista. Cronista Oficial. Miembro del Instituto de Estudios Canarios) Foto: Archivo Municipal I niciado el siglo XX, algunos miembros destacados de la élite tinerfeña, especialmente proveniente del área metropolitana, descubren las bondades paisajísticas y de salubridad que el histórico puerto de El Médano les brindaba. Allí también recalaban tanto los beneficiados lugareños como los de menor caudal, para compartir conjuntamente la misma finalidad, la búsqueda de la salud a través del bienestar físico. Mejora perseguida entre los baños de mar, de yodos y de sal. En consecuencia, hasta este entonces alejado reducto se trasladaban los unos y los otros, nativos y foráneos, para veranear a lo largo de los cálidos periodos estivales. Los forasteros, de rico intelecto, posiblemente sin quererlo, se transformarían en cualificados pioneros a la hora de publicitar estos paisajes, estas playas y estos soles, complementados con una sana alimentación, o la incipiente estampa del típico caserío marinero. Uno de estos destacados visitantes fue Leocadio Machado, un letrado y publicista que se enamoró perdidamente de sus motivaciones. Nuestro protagonista, a lo largo de sus múltiples estancias en este emblemático lugar, cono- ció, por tradición oral, como no podía ser de otro modo, la leyenda de Peña María. El contexto se ofrecía generoso para liberar las fantasías y la propia creatividad, para desembocar finalmente en placentera ensoñación. Aquel relato, escuchado con la vehemencia que le imprime el hablante popular, era propicio para despertar las más tiernas y sinceras emociones en el alma del receptor. Cuando ya las brisas costeras amainan sus ímpetus a los pies del rompeolas y la mar se despoja de todo cuanto extraño sobre su piel soporta, en las almas de los visitantes renacen sentimientos plagados de belleza. En la hora en que el vespertino atardecer tiñe de sangre las albarradas, los muros y las fachadas del humilde caserío, atreviéndose incluso con el áureo rielar del agua,; entonces ha llegado el momento óptimo para adornar la fantasía recreada, para sentirla, enseñarla, divulgarla y expandirla, cual disemina el labriego sus simientes alforjadas. En este relato el autor ubica y regenera la entrañable trama sin alejarse demasiado del original, apoyando siempre su estructura en la cálida tradición oral. De esta suerte nace una novelita corta y sin grandes aspiraciones literarias, como fruto de ese inventivo saber popular. En su texto recoge las costumbres y modos de vivir de la época, los baños curativos, las tertulias sostenidas en aquellos provocados encuentros du- Bahía de El Médano en el año 1959. rante el tenue dominio crepuscular; halo etéreo que sólo se diluía ya bien definido el tintinear inquieto de las estrellas para luego, mitigados de presagios, entregarse al reparador descanso, aliviados totalmente de cualquier negatividad. También, en nuestro caso, la motivación etnográfica complementa el contenido. Los personajes que aparecen reflejados a lo largo de la trama novelada bien pudieron ser los mismos informantes, debidamente transformados, con los que el recopilador conviviera. Sus protagonistas principales, Juan y María, amén del bohemio intercalado, representan, de una parte, el triunfo del amor, y de otra el coste afectivo de la emigración. María siempre esperó a su amado para que le cumpliera la ya lejana promesa que le había jurado en aquel fatídico día en el que emprendió el camino sin retorno. Juan, en la otra orilla, buscó para su fiel amada la fortuna suficiente que le permitiera vivir en la comodidad. Una fortuna que nunca se plasmó. En la otra vera sólo había trabajo duro, miseria y estrecheces. El indiano rico casi no existió. Los retornados, en su inmensa mayoría, apenas agenciaron posibles para adquirir un trozo de tierra “calma” y labrar en ella una modesta vivienda donde guarecerse con un huerto para anexar. Casi todos los emigrados, al regreso, continuaron realizando sus acostumbradas labores sobre la tierra que les viera nacer. El indiano rico, salvadas algunas excepciones, como ya ha quedado dicho, apenas existió. Su futuro se hallaba muy vinculado a una formación personal y profesional. El pobre, analfabeto y sin cualificar, apenas logró cruzar las fronteras de la opulencia. La actual sofisticación que al indiano se le profesa por estas peñas sólo refleja una fantasía más del buen hacer ilusorio del común. Durante las primeras décadas del pasado siglo XX, muchos paisanos residentes en Cuba serían repatriados a las Islas en situación calamitosa. Desde acá, sus familiares pagaban los fletes y el Cabildo organizaba los traslados. Se sabía que vagaban mendigando por la ciudad de La Habana en un estado deplorable. Algunos de ellos morían en el más absoluto desamparo y sus restos mortales eran literalmente devorados por los perros callejeros. En este término de Granadilla pudiera decirse que no hubo familia que no tuviese algún miembro “embarcado”. Aquí el hambre entonces imperaba. De entre los escasos afortunados en la aventura, merecen especial mención Antonio Martín Sierra, promotor de la ermita de El Médano, por promesa; y el señor González Mena, que enviara una generosa partida de dinero para obras de carácter colectivo. Si bien el fruto económico de la emigración a Cuba no fue grande, sí lo sería en cuanto a vinculación de sangre, riqueza agraria, lingüística y acervo cultural. María, nuestra fiel enamorada, como una sirena varada entre la arena y la playa, jamás declinó en su esperanza. Aquellos ojos, de mirada perdida, siempre oteando velas que fueron pájaros. El sol de cada día, en su eterna continuidad, borraba su silueta. Aquel perfil se consumía irremediablemente por la doliente espera. Su cuerpo languidecía con presteza y sin piedad. Los emblemas de la senectud imponían sus dominios. Hasta que un día, sin aparente explicación, aquella musa de las aguas dejó su asiento, previsiblemente para vestirse de mar en su soledad. El profundo sentir de María por Juan pudo más que su férrea esperanza. Según este grave epílogo, el amor en esta orilla se impone frente a todo, incluso frente a la vida misma. En la otra linde marinera, Juan luchaba denodadamente por un hogar digno y confortable, donde compartir con su pareja aquel idilio infatigable. Por causas ajenas a sus deseos, ni Juan ni María, al menos en esta vera, consolidaron sus anhelos. La Granadilla, agradecida, como era de esperar, al divulgador de tan entrañable leyenda, algún tiempo después, le brindó sonados homenajes. También, sin dudarlo, le dedicó la mejor de sus playas situadas en aquel dilatado paraíso. Todo ello como recuerdo grato a una iniciativa que ya forjaba las bases para un futuro deseable. Aún hoy en el lugar, el pueblo diferencia con grata simpatía la roca, la playa y sus recuerdos. María, en la memoria colectiva de sus paisanos, se refleja esbelta, grácil, transparente y envuelta en peculiares fantasías de color. p5 EL DÍA, domingo, 9 de noviembre de 2014 EN PORTADA TURISMO Un brillante diplomático para el Consulado de Argentina Pablo Antonio de Angelis nació el 20 de febrero de 1968 en la ciudad de Chascomús, provincia de Buenos Aires, Republica de Argentina. Casado y tiene 2 hijas. Abogado por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) en 1989, con tan solo 21 años. Muy pronto, en 1990, forma parte como investigador en proyectos de la Agencia para el Desarrollo Internacional, del Gobierno de los Estados Unidos de América, actividad que realiza en paralelo al desempeño de su profesión en la Ciudad de Buenos Aires. En 1993 realiza un postgrado en Derecho Procesal Civil y Comercial, en la Crow English University de Auckland (Nueva Zelanda). Luego continuó como funcionario de Instrucción Penal, del Menor y la Familia en la ciudad de Río Gallegos (Argentina). En el año 2000 fue seleccionado por concurso a la carrera diplomática, donde se ubicó entre los primeros 20 promedios que ingresaron al instituto del Servicio Exterior de la Republica de Argentina. A inicios del 2003 perteneció a la Subsecretaría de Coordinación y Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto del Gobierno Argentino. Del 2005 al 2011 fue cónsul adjunto en el Consulado General de Argentina en Belo Horizonte (Brasil), siendo responsable del área economica y comercial, para luego ejercer de cónsul interino en el Consulado de Santa Catarina (Brasil) hasta febrero del 2012. Desde abril de 2012 es cónsul titular de la Republica de Argentina en Tenerife, con jurisdicción en toda Canarias. Señala que se considera amante de los deportes y la dedicación de su tiempo libre a su familia y amigos, pilares de su vida. Es un apasionado a los viajes, la música, la lectura y la aventura. Su curiosidad lo ha hecho visitar lugares recónditos del mundo, y le ha llevado a conocer su actual destino, Canarias, de manera muy especial, donde se siente como en casa y valora mucho todo lo que descubre, su gente y el gusto por las tradiciones, fiestas, romerías, carnavales y demás. Comparte todo esto con su amada esposa y compañera de aventuras, Natalia, quien no solo es una gran deportista y atleta, es la madre inseparable de sus dos soles, Martina y Oriana. Pablo Antonio de Angelis (óleo sobre lienzo de 120 cmx80 cm) p6 domingo, 9 de noviembre de 2014, EL DÍA LA CATEDRAL DE LA LAGUNA Y LA TORRE DEL RELOJ Texto: Carlos García L a catedral de La Laguna, primero capilla y luego iglesia parroquial nombrada Nuestra Señora de los Remedios, fue mandada construir por el Adelantado Fernández de Lugo bajo la autoridad eclesiástica del obispo Fernando de Arce, por lo que el Cabildo, el 26 de marzo de 1515, tomó la decisión de edificarla sobre los mismos solares que ocupó la primigenia ermita, levantada con el nombre de Santa María, bajo la advocación de la “Expectación del parto de la Virgen” y existente con probabilidad antes de 1511, al lado de los corrales de la incipiente villa lagunera. Se tomaron las disposiciones oportunas para que la nueva construcción parroquial englobara, dentro de su capilla mayor, la vieja ermita, dejando dispuesto que el terreno de los solares colindantes se dejaran libres con el fin de acondicionar una plaza alrededor. La obra de esta parroquia fue modificada frecuentemente con el transcurso de los años, conociéndose que, de una sola nave, pasó a disponer de tres en 1590, fecha en la que parece haberse fabricado el primer campanario que dispuso del reloj del Cabildo, que, por el peso de las campanas, se resquebrajó. El obispo Corrionero, en 1618, mandó realizar una torre nueva para la iglesia más en consonancia con la verdadera importancia de la parroquia por no tener dónde colgar las campanas, que fue encargada al cantero Manuel Penedo, quién derribó la primera torre del reloj y construyó la nueva a la derecha de la entrada principal. Trabajaron en su levantamiento Jorge de Silva y Diego Penedo, quién la finalizó con cinco pisos de altura en 1656, siendo en su momento la más alta de las islas. Su duración se prolongó hasta 1691, en que fue derribada y cambiada por otra nueva. En 1751 fue colocado otro reloj, costeado por el Cabildo, en la torre que lo sustentaba. Es la historia que aquí nos ocupa sobre el reloj de la catedral de La Laguna. Dos parroquias de prestigio en un corto espacio de terreno, en una misma calle, a la vista una de otra, no podía sino traer problemas entre los feligreses de la ciudad lagunera. La Villa de Arriba, con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, donde habitaban los labradores, los artesanos, los trabajadores, el vulgo; la Villa de Abajo, con la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, lugar de mayor abolengo social, de gentes nobles de apellidos linajudos, gentes adineradas... la aristocracia. Terreno y condicionantes, circunstancias propicias para la polémica, la disputa, las rencillas pueblerinas Las de la Villa de Arriba, las de la Concepción, fueron las primeras campanas en colocarse ya que, en 1541, existieron tres que fueron cambiadas y aumentadas con otras nuevas años más tarde. En su momento la campana mayor fue la más grande en la isla, pudiendo contener en su parte cóncava hasta doce fanegadas de trigo y, para subirla, se precisaron doce parejas de bueyes debiendo perforarse todos los pisos en el centro para poder colocarla definitivamente en la torre. Esta campana se trajo de Flandes y su sonido no se correspondía con su gran tamaño por estar colocada, según se ha dicho, en el centro de la torre y no en sus huecos, que no eran capaces de albergar semejante mole. Las de Los Remedios, las de la Villa de Abajo, fueron consideradas por sus feligreses como de mayor importancia que las otras; más grandes, mas pesadas; de veinte quintales la llamada Santa María y San José, fundida en Holanda de un cañón inservible que La catedral a principios del siglo XX. donó el Ayuntamiento o Cabildo de la isla, y la Inglesa, la menor, de quince quintales de peso y fundida en Inglaterra, todas ellas consagradas un 11 de diciembre de 1649 por el arzobispo Francisco Sánchez de Villanueva, con asistencia de numeroso público. Las campanas que en la actualidad tañen en la catedral lagunera se distinguen cada una por su nombre. La principal, de clase, tiene una inscripción que dice: “Santa María de los Remedios”, que según información del Gremi de Campaners Valencians, la hizo traer don Gonzalo de Castro, mayordomo de dicha iglesia, debiendo ser de 1700, aunque la fecha que tiene grabada es ininteligible. Otra se nombra La Esquila, de 1808; la siguiente, La Chueca, en la que se lee “me fecit Hijos Marcos”; en una más dice: “Reinaba Pontífice Máximo León XIII. Obispo D. Raimundo Torrijos Gómez. Me fecit Carolus Marcus et Ragel. Anno 1893”; la última es la María Antonia, en la que pone “Deus meus et omnia. Año 1914. Construida por Esteban Puig. Gerona. Año 1914”. Esta situación de pique entre los habitantes laguneros trajo como consecuencia la aparición de una copla, sin duda nacida de la mente de un vecino próximo a la Concepción, que recorrió las calles y que se recitaba por las esquinas: Las campanas de arriba son los clarines con que cantan y bailan los serafines. Las campanas de Abajo son las calderas donde calientan agua las panaderas. La copla sirvió para mantener latente un conflicto añejo que venía desde tiempos pasados y que diferenciaba totalmente a la sociedad de Aguere, dividida en dos territorios marcados. Las envidias y recelos continuaban entre las personas que habitaban en los dos barrios correspondientes moti- vando algaradas y peleas. Con el tiempo, la disputa se avivó al conocerse la decisión del obispo Cámara y Murga de construir una nueva torre en la iglesia de la Concepción para la adquisición de una nueva campana mucho mayor que las existentes. Pero, sobre todo, con la intención de traer un nuevo reloj a la Villa de La Laguna. Este reloj fue encargado a la ciudad de Londres por el comerciante Guillermo Vanden–Heede Dujardín con un coste de 14.141 reales de vellón, llegado a la isla a bordo del bergantín goleta “Las Dos Hermanas” el 8 de junio de 1751 y ocasionando una disputa entre la parroquia de Los Remedios, la de la Concepción y las Casas Capitulares. Pero, además, originó una rocambolesca situación, según bien nos relata Luis García de Vegueta en su libro “Islas Afortunadas”, y que encontramos entre las notas del Diario del regidor Anchieta y Alarcón, en la que intervino la presencia de dos señoritas de la aristocracia lagunera enredando mucho más la tensa situación. Ante el litigio planteado por las parroquias, se decide votación para dilucidar a quién corresponderá su ubicación. Asisten los regidores, el síndico personero, beneficiados y sacerdotes de las parroquias. No se llega a ningún acuerdo ya que cada uno argumenta a favor de su parroquia. Entonces aparecen las damiselas laguneras que, con sus encantos, amoríos y engaños seducen a los carreros encargados de recoger el reloj del velero, amarrado en el muelle de Santa Cruz, para que no asistan a su trabajo con la excusa de citarlos por la noche en los jardines de sus casas. Esta argucia, maquinada de antemano por los partidarios de robar el reloj y colocarlo en la Concepción, motiva que se presenten en Santa Cruz y, tras recogerlo, lo esconden en los graneros del Cabildo. Se denuncian los hechos y comienza la investigación del paradero de lo robado. Debe intervenir el gobernador Juan Urbina, quien comienza las pesquisas. Se reúne el Cabildo, se hacen asambleas, todos hablan. Finalmente se ordena, por parte del gobernador, la entrega del reloj a la parroquia de Los Remedios, y, por mediación del corregidor, se coloca en la torre que existe en la fachada para disfrute, servicio y gobierno de los laguneros, quienes dispondrán desde ahora de una sola medida del tiempo, sirviendo para control de las horas de riego y de las faenas. Anchieta describe en su Diario: “Martes, 22 de junio 1751, como a las once de la mañana subieron la campana grande del reloj en la torre de los Remedios; subiéronla la gente de mar de los p7 EL DÍA, domingo, 9 de noviembre de 2014 navíos de las Indias, que a ello vinieron. A la tarde, todos fueron de diversión a las Mercedes, a caballo, y echando voladores, y al venir lo mismo, y a comer, que comieron en casa del mayordomo del Cabildo”. Estado actual de la torre y el reloj El deterioro de la torre y la fachada de la iglesia parroquial de Los Remedios se hacía patente desde 1813, situación que advirtieron Cristóbal Bencomo, arzobispo de Heraclea, Pedro Bencomo, chantre de la catedral de Canaria, y Santiago Bencomo, deán de Canarias, todos hermanos, que decidieron acometer una profunda renovación arquitectónica de aquella a costa de su propio patrimonio personal. Estos benefactores trajeron los planos de la catedral de Pamplona que había elaborado Ventura Rodríguez para realizar la modificación que exigía el frontis de la iglesia lagunera. Ya en este momento se había conformado la diócesis Nivariense, en 1818, tras haberse segregado las cuatro islas occidentales, situación que propició la transformación de parroquia a catedral, en lo que tuvieron que ver mucho los hermanos Bencomo, instalándose el nuevo rango eclesiástico en diciembre de 1819. Estos planos originales fueron modificados por Juan Nepomuceno Verdugo y Pedro Díaz, quienes se encargaron de las obras, que finalizaron en 1825, tanto la torre sur como el pórtico, colocando en su cúspide una de las dos veletas de bronce que coronan los torreones. La falta de presupuesto económico hizo detener las obras hasta 1882 en que comenzó a edificarse la segunda planta de la fachada, finalizándose la torre norte en 1916, aunque en 1897 tuvo que clausurarse la iglesia por amenaza de ruina del crucero y del cimborrio, situación que se corrigió a principios del siglo XX con proyecto del ingeniero Rodrigo Vallabriga, que derribó todo el edificio, excepto el frontis original de 1820 La fachada que hoy podemos contemplar es una muestra de estilo neoclásico con una sensación de poca altura, muy achatada si se compara con su copia de Pamplona, y toda la obra pertenece a la realizada hasta 1915, a excepción de la última torre, que se construyó un año después. Tras las modificaciones y reformas llevadas a cabo a lo largo de su historia, el templo conserva interiormente de su etapa primitiva la planta general, estando constituida por tres naves habiendo sido sustituidas las dos laterales previamente existentes para la ubicación de las capillas, y, desde la última renovación arquitectónica, poco queda de la configuración original de la iglesia parroquial. La fachada, como escribe Cioranescu, versión modificada de la catedral de Pamplona, se compone de dos cuerpos; el inferior, con un atrio de cuatro columnas toscanas flanqueadas por dos puertas; y el superior, con sus esquinas de cantería típicas canarias, La torre de la iglesia de la Concepción, la “rival” de la catedral. A la derecha, inscripciones en las paredes del habitáculo del reloj de la catedral. se compone de cuatro ventanas rectangulares con otra de mayor dimensión circular y un frontón en el atrio de forma triangular. En las dos esquinas del frontis se alzan sendas torres con las campanas y en una de ellas, el reloj. Subiendo a la torre donde se encuentra el reloj, pude verificar su funcionamiento y comprobar una serie de circunstancias que me parece interesante darlas a conocer. Muchos han sido los encargados del mantenimiento del reloj –no pudiendo olvidar a los conocidos “Perita”– que, además de campaneros, han colaborado en el cuidado de aquel. Algo que me sorprendió fue descubrir las numerosas inscripciones y escritos que se hayan pintadas en la paredes que conforman el habitáculo donde se encuentra el reloj. Son numerosas y variadas las frases que podemos leer. Se trata de anotaciones hechas por quienes han tenido a su cargo el mantenimiento y arreglo del reloj, por lo que podemos decir que es un diario, una agenda de lo acontecido durante muchos años con respecto a los personajes y avatares por los que ha transcurrido la historia del aparato controlador del tiempo de La Laguna. Pero no solo en lo que se refiere al reloj sino que, incluso, existen múltiples anotaciones de la vida social y cotidiana de la ciudad de La Laguna con datos de fallecimientos de personajes conocidos, de circunstancias distintas en el día a día ciudadano. Son pequeñas narraciones periódicas que conforman un verdadero diario social de la ciudad. Algunas de estas anotaciones quiero dejarlas mostradas en este escrito para que puedan conocerse y descubrir la temática a que alude. Y como muestra de ellas existen muchas dedicadas a informaciones sobre fallecimientos de personas y vecinos como las siguientes: – El 2 de Junio de 1881 mataron a Pedro de Armas y Manuel Brito por asesinos – El 7 de Marzo de 1906 murió D. José Leiva de Mesa – Carmen García y Recco falleció el 1 de Agosto de 1910 – El 11 de Octubre de 1911 murió Dª Concha Salazar y Chirino – Dª Trinidad Cambreleng falleció el 1 de Agosto de 1914 – El 16 de Septiembre de 1914 falleció Juan Alonso (a) Garrafón – En Abril de 1914 murió la madre de D. Ramón Matías – Juan Benítez de Lugo y García falleció el 27 de Octubre de 1914 – Juan Rodríguez y Rodríguez (a) Coneja) murió el 4 de Julio de 19... – Murió Francisco García (a) El Largo el 20 de Diciembre de 1911 – El 9 de Abril de 1914 murió Dª Adela Amador esposa de D. Jesús Beyro. En otras podemos leer noticias sobre momentos determinados y hechos ocurridos en la ciudad como las que dicen: – 2 de Abril de 1901 se inauguró el tranvía eléctrico. – Se inauguró el alumbrado eléctrico del Instituto la noche del 4 de Octubre de 1911 siendo director de dicho centro D. Adolfo Cabrera Pinto – Se hizo la primera acometida del agua en la casa de D. Francisco García calle de Pargo nº 15 el día 12 de Junio de 1911. Y por fin, otras informan de los arreglos y modificaciones que el reloj de la catedral ha venido sufriendo desde el siglo XVIII: – S.P. 1842 (escrito con pintura negra y con grandes caracteres que sobresalen del resto) – Se compuso el reloj el 25 de Abril de 1863 – El 1 de Enero de 1889 tomó Domingo Rodríguez el reloj – El día 14 de Diciembre de 1895 se desmontó el reloj y se limpió por el relojero Juan Gutiérrez de Santa Cruz. 300 pesetas. – En Junio del año 1899 se limpió el reloj porque se llevó una composición general hasta unas 500 pesetas y lo arregló D. Rafael F. Trujillo – Me hice cargo de darle cuerda al reloj el 28 de Enero de 1906. José Bello – Se puso esfera nueva el 28 de Marzo de 1923 – La instalación del nuevo cristal fue 3–9–66 colocado por el personal de la cristalería de don Santiago Martín siendo los mismos J. Ortega, M. Sosa, T. Rojas, L. Hormiga y J. Avalo. Ahora que el templo catedral de La Laguna luce nuevo aspecto después de muchos años cerrado por reformas y tras las mejoras arquitectónicas en su nuevo diseño, deseamos que estas notas sobre las paredes y muros de la torre sur, la torre del reloj, se conserven y protejan como verdadero testimonio de un pasado ya lejano, para que pueda seguir siendo conocido y contemplado por las futuras generaciones y que, por qué no, los actuales encargados de mantener y proteger la vieja esfera del tiempo sigan escribiendo datos sobre las paredes blancas y continuar con esa tradición, que nadie sabe cómo y quién empezó, que nos ha servido para conocer algo más del pasado de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna sin necesidad de acceder a legajos, libros, periódicos o papeles viejos en ningún archivo, sino solo con visitar la catedral y escudriñar entre sus paredes. p8 domingo, 9 de noviembre de 2014, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 953 BALCÓN DE VENEZUELA “Capacitación profesional en el conocimiento y perseverancia son los caminos indiscutibles hacia el éxito” (CIESTCA). GERARDO BUDOWSKI EN EL RECUERDO Un ciudadano del mundo, enamorado de la naturaleza Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes. (del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo, OMT, de las Naciones Unidas, ONU) N uestro primer encuentro con el ilustre Gerardo Budowski Wolffang fue en el aeropuerto Juan Santamaría de San José, en Costa Rica, cuando él se disponía a realizar uno de sus frecuentes viajes. Fue una atropellada entrevista ya que su vuelo partía de inmediato y nosotros teníamos la urgente necesidad de obtener su conformidad para integrarlo como un componente de excepción en el programa que preparábamos en esos momentos sobre la maestría Calidad Turística-Ambiental Sostenible y Promoción de La Paz, sobre cuyo programa acabábamos de firmar los documentos que hacían posible el mismo con el rector de la Universidad para La Paz (UPAZ), Dr. Francisco Barahona, y su asesor y hombre clave en la consecución de esta importante gesta, el honorable venezolano, afincando en Costa Rica, y parte vital integrante de la citada universidad, Felipe Matos González. Gerardo Budowski nos impactó desde ese primer momento. Con su reposada conversación nos hizo preguntas sobre las realidades de Canarias que nos descubrieron sus conocimientos sobre las Islas y su problemática medioambiental. Su ilusión y compromiso con nuestro programa se confirmó desde ese mismo momento de nuestro fugaz encuentro. Muchos y hermosos inolvidables recuerdos asaltan nuestra mente cuando queremos pasar revista a las horas vividas al lado de este gran personaje, con una rúbrica de excepción a su presencia en el salón de actos del Excelentísimo Ayuntamiento de la villa de La Orotava en el solemne acto de inauguración de la maestría de referencia como rector encargado de la Universidad para La Paz, acompañado de las más señeras autoridades presididas por el inolvidable alcalde villero Isaac Valencia Domínguez, valedor del acto y principal apoyo para que dicha universidad y su brillante programa se radi- cara precisamente en tan emblemático enclave, uno de las más importantes referentes en la historia de Canarias. Nos llega la triste noticia desde las tierras costarricenses –acompañada de un auténtico panegírico sobre Gerardo Budowski–por medio de nuestro común amigo Felipe Matos, el cual, como nosotros, ha sentido profundamente el deceso del amigo con quien compartió sus más íntimos momentos de trabajo alrededor siempre del cuidado y la conservación de los recursos naturales de este planeta. Federico Paredes, desde Costa Rica, expresa con toda claridad la trayectoria de este brillante e inolvidable personaje: “Pretender hacer una reseña de la vida y obra del Dr. Budowski es no sólo pretencioso, sino una tarea casi imposible. Lo conocí siendo yo un niño en el campus del IICA en Turrialba (hoy Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza. CATIE) y él, un joven profesional con muchas ideas por desarrollar y recién llegado de la Universidad de Yale de donde venía con su Ph.D, o doctorado científico. “Nacido en Berlín el 30 de octubre de 1925, se mudó con su familia a Francia durante la Segunda Guerra Mundial y de ahí a Caracas, Venezuela. Para 1952 se trasladó a Costa Rica; era en realidad un ciudadano del mundo; por sus venas corría la sangre judeo-alemana. “Gerardo fue un verdadero paradigma en temas de conservación. Se hizo ingeniero agrónomo en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, y fue cuando luego emigró a hacer su maestría en ciencias forestales, en Turrialba, en donde fue designado como el graduado más destacado del IICACATIE en la ocasión de su cincuentavo aniversario. “Trazó muchos senderos en este campo, recorrió el mundo y sus áreas naturales, invitado a participar en misiones especiales en más de 30 países de los cuatro continentes e incursionó en temas de los cuales casi ni se hablaba: El doctor Gerardo Budowski en el año 2000, en la sede de la UPAZ, recibiendo una de nuestras publicaciones relacionadas con la maestría de la cual era un auténtico pilar. conservación para el desarrollo, desarrollo ecológico o ecodesarrollo, agroforestería y finalmente en otros que despegaron en Costa Rica en la década de los ochenta: turismo ecológico o ecoturismo. “Fue quizás una de las primeras personas que empezó a hablar de la valoración de los bosques húmedos del trópico americano”. Sigue Federico Paredes: “Cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza le otorgó su premio en la 18° Asamblea General realizada en Perth, Australia en 1990 le reconoció su denodado esfuerzo a favor de las áreas protegidas, fueran éstas parques nacionales, reservas biológicas o reservas de la biosfera, y lo eligió Miembro Honorario del Consejo Mundial de Áreas Protegidas. “En la década de los sesenta trabajó para la Unesco en París, en labores relacionadas con la ecología y la conservación, lo que incidió de forma directa en el rediseño del Programa MAB (Man And Biosphere) sobre el Hombre y la Biosfera. A fines de esa década fue electo por un periodo de seis años y medio como el primer director general de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “En 1976, el Dr. Budowski regresó nuevamente al Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) en Turrialba, donde dirigió el Departamento de Recursos Naturales durante 10 años. Fue presidente de la Sociedad Mundial de Ecoturismo y se desempeñó como asesor en el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), así como en el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF- Global Environmental Fund) del Banco Mundial. “En 1986, a pedido del llorado presidente de Costa Rica Rodrigo Carazo Odio, estructuró, con la ayuda de Jim Barborak, Felipe Matos y Rolain Borel, el Departamento de Recursos Naturales de la Universidad para La Paz, en Costa Rica, que dictó la primera promoción de su maestría en ese campo. En 1999, fungió como su vicerrector. “El maestro Budowski recibió varios premios de gran prestigio internacional como la Medalla Henri Pittier, otorgada por el Gobierno de Venezuela, la Medalla Siempre Verde del Gobierno de Nicaragua y el Golden Arc de Holanda, entre otros. Fue miembro honorario del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y de la UICN. Posteriormente fue nombrado profesor emérito del CATIE y de la Universidad para la Paz. En el 2005, el CATIE le concedió un doctorado Honoris Causa. “Durante su desempeño profesional desarrolló un interés muy profundo por los bosques naturales tropicales, la importancia de los bosques secundarios para la producción de madera y la conservación de la biodiversidad”. Termina Federico Paredes: “Sin temor a equivocarme, figuras como las de Gerardo Budowski son irremplazables”. Nuestras íntimas sesiones de trabajo rodeados de la mística que emanan las instalaciones de la Universidad para La Paz, allá en Ciudad Colón, en los campos de Costa Rica, a donde llegábamos atravesando amplias plantaciones de café rodeadas de las “cercas vivas” que tanto le gustaba destacar a Gerardo Budowski, son imperecederos recuerdos abonados con las sabias lecciones que siempre encontrábamos en este singular personaje y que un día trasladamos hasta las mismísimas aulas de nuestra sede en la villa de La Orotava, en Tenerife, para ilustrar con sus brillantes lecciones a treinta y cuatro técnicos en turismo que seguían la maestría de la cual él era uno de sus artífices, en una memorable ocasión en la que, cargado de un precioso material de apoyo, vertió todo su sabio saber y entender con la pasión y el conocimiento como él sabía hacerlo. Imperecederos recuerdos que marcan toda una real e imborrable historia. Gerardo Budowski marcó uno de los nuevos principios en nuestra vida. Su amor y aprecio a la naturaleza eran más que un descubrimiento en su personalidad. En el recorrido que hicimos decenas de veces desde el histórico hotel Europa, en San José, hasta Ciudad Colón, sede de la universidad, su instructiva charla sobre el sendero que recorríamos –varias veces azotados por furiosas tormentas– era salpicada por las oportunas intervenciones de nuestro inseparable amigo en esas andanzas, Felipe Matos, cuyas precisiones y comentarios hacían que el largo camino nos pareciese siempre muy corto. Estudios y conocimientos unidos a la gestión de los mismos, que en el discurrir del tiempo y el espacio, acosados por la insensatez, la avaricia, la injusticia y la sinrazón, se han visto rodeados de las más insólitas hazañas y aventuras teñidas de “sangre, sudor y lágrimas”, como diría Theodore Roosevelt.