Duras palabras de amor.

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Devarim (Deuteronomio) 1:1-3:22
Haftara: Yeshayahu (Isaías) 1:1-27
Duras palabras de amor.
En esta semana comenzamos a explorar el último libro de la Torah, cuyo nombre en hebreo es
“Devarim” que traducido es “palabras”. Como toda parasha inicial de cada libro de la Torah, la
primer parasha es “Devarim” y narra una pequeña recapitulación de ciertos sucesos acontecidos
en la travesía por el desierto y registrados en los primeros libros de la Torah de Moisés.
Por esta razón, en las traducciones modernas se le llama “Deuteronomio”, que significa “Segunda
ley” o “repetición de la ley” (Este nombre es derivado de la versión Septuaginta). En gran medida,
el libro de “Devarim” es una repetición comentada y ampliada por Moisés; en el encontramos
sucesos acontecidos en Exodo, levítico y Números así como también, más leyes necesarias para la
nueva generación que estaba a punto de entrar a la tierra prometida.
El titulo en hebreo para el libro también es pertinente desde el punto de vista devocional y
espiritual. El libro de Devarim está compuesto en gran medida de consejos, reprensiones y
exhortaciones hechas por Moshe a la nueva generación de Israelitas. Moshe da muchas
reprensiones recordando el pecado de la generación que salió de Egipto y como Adonay no se
agradó de ellos, sino que dijo: “No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la
buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres” (1:35).
En buenas porciones del libro de “Devarim”, Moshe tiene palabras duras para los hijos de Israel,
quizás no son las palabras que convencionalmente desearíamos encontrar en la despedida de un
gran líder y caudillo; sin embargo Moshe amaba tanto al pueblo de Israel, que estaba dispuesto a
ser claro con ellos para evitar que su historia fuera una repetición de la generación que salió de
Egipto. Moshe tenía duras palabras de amor, el amor se preocupa por el otro y está dispuesto a
palabras no tan cómodas cuando se trata de cuidar, proteger y corregir algo que hará daño.
Sin duda alguna, el suceso más funesto registrado y recordado por Moshe en esta parasha es lo
acontecido a los diez espías y el castigo de la generación del desierto por su incredulidad y
perversidad. Moshe vuelve a recordarlo para hacer hincapié en no repetir esos mismos errores y
hacer que la ira santa y justa del Eterno venga sobre su pueblo otra vez.
En esta misma línea, la Haftara (sección de los profetas) de esta semana es el famoso pasaje de
Isaías donde él arremete en una fuerte reprensión contra el pueblo judío y sus gobernantes en el
siglo VIII antes de la era común. Las duras palabras de Moshe y de Isaías, buscaban hacer que él
pueblo escapara del juicio, tuviera arrepentimiento y confiara en El Eterno, su escudo y su ayuda.
No es coincidencia de que en cada año la parasha Devarim coincida con el shabbat previo a Tisha
Be’Av (9 de Av). El día noveno del quinto mes del calendario judío es sin duda alguna el más
trágico en el calendario, muchas catástrofes acontecieron al pueblo en ese día. El primer templo
fue destruido por los babilonios en el año 586 AEC, el segundo templo fue destruido en el año 70
de nuestra era por los romanos, la fortaleza de Betar cayó en este día, los judíos fueron expulsados
en el año 1492 de la tierra de España en un Tisha Be’av, entre otras cosas.
Según la tradición (Mishna Ta’anit 4:6) también el reporte de los diez espías fue dado en un Tisha
Be’Av. En este sentido, el primer Tisha Be’Av fue trágico porque se decidió el juicio contra la
generación entera por no haber creído en las buenas palabras de Hashem, sino en el pesimismo y
la falta de fe de los 10 espías.
En memoria de todas estas desgracias, y para meditar en nuestros caminos y volvernos del mal,
Tisha Be’av es un día de ayuno para todo el pueblo judío. La biblia lo llama: “el ayuno del mes
quinto” (Zacarías 8:19).
Cada año en el shabbat previo a Tisha Be’av tenemos la oportunidad de meditar en nuestros
caminos, tener una seria inspección, volvernos de nuestro orgullo y malos hábitos, decidir caminar
íntegramente delante del cielo, enmendar nuestras veredas torcidas.
Moshe e Isaías nos recuerdan lo que ha pasado cuando no atendemos la voz del cielo, cuando
persistimos en nuestra obstinación, cuando oímos claramente lo que debemos de hacer pero
terminamos haciendo lo que queremos hacer. El Shabbat previo a Tisha Be’av (Shabbat Jazon) es el
shabbat de las duras, y a la vez suaves palabras de amor.
Duras porque nos duele ver cómo nos hemos alejado de lo que debemos ser, duras porque
estamos plenamente conscientes del daño causado, duras porque no podemos creer que hicimos
cosas que nunca concebimos, nunca planeamos, pero que finalmente realizamos. Al mismo
tiempo, son suaves y dulces palabras; nos gustan porque nos quedamos totalmente asombrados
de que con todo y lo malo, aún hay esperanza para nosotros, porque no podemos comprender el
inefable amor del Eterno que sigue esperando pacientemente que hagamos Teshuva. Una hora de
arrepentimiento en este mundo, dirán los sabios, es más que toda la vida en el mundo venidero
(donde ya no podremos tener el merito de arrepentirnos, pues nuestra naturaleza será
reformada).
Como hemos mencionado en la parasha Shelaj leja, la generación del desierto tiene una gran
similitud con la generación que vio el ministerio y obras de nuestro Maestro. La generación del
desierto es descrita como perversa tal como la generación de nuestro maestro. Ambas
generaciones tuvieron los despliegues de milagros más grandes de la historia bíblica, ambas
generaciones no creyeron, son descritas como malas, y pierden la promesa hecha. El
cumplimiento no será perdido, será dado a otra generación.
Tanto Juan el Bautista como Yeshua vinieron predicando un sencillo mensaje: "Arrepentíos porque
el reino de los cielos (la era mesiánica) esta a las puertas". Este era el sencillo mensaje conocido
como "la buena nueva del reino" o "El evangelio del reino". El mensaje consistía en algo como
esto: "El reino de los cielos, esto es la era Mesiánica de paz y justicia perdurable esta a las puertas,
a punto de hacerse manifestar, el Mesías ha llegado, si como Nación respondemos con
Arrepentimiento, la era Mesiánica se manifestará con todo su esplendor".
Esta “Buena nueva” fue similar a lo que Moshe dijo a la generación del desierto como está escrito:
“Mira, El Eterno tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como el Eterno
el Dios de tus padres te ha dicho” (Devarim [Deuteronomio] 1:21).
Sin embargo como sabemos, ambas buenas nuevas del Eterno no fueron creías por ambas
generaciones. El resultado fue el mismo: Juicio contra la generación y el retardo del cumplimiento
de las promesas del Eterno a otra. En el caso de la generación del desierto, la tierra prometida fue
dada a otra generación, en el caso de la generación de nuestro Maestro, fue ni más ni menos que
la era Mesiánica.
Nuestro Maestro sabía que la falta de arrepentimiento nacional de Israel haría inevitable el juicio
del Eterno, la vara del juicio y los futuros destructores del templo, no serían esta vez los
babilonios, sino alguien mucho peor: El imperio romano. Contemplando proféticamente lo que los
romanos harían, el lloró, se lamentó sobre Jerusalén, e incluso en la hora de su muerte llamó a las
hijas de Tzion a no llorar por él, sino por lo que los romanos harían a sus hijos. Leemos en los
escritos apostólicos lo siguiente:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no
quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me
veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor." (Mateo 23:37-39).”
“Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú
conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus
ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y
por todas partes te estrecharán,” (Lucas 19:41-43).
“Pero Yeshua, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por
vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán:
Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.”
(Lucas 23:28-29).
Si alguien lloró, se lamentó y sintió en su corazón el Tisha Be’av del año 70 por anticipado, este fue
nuestro Santo Maestro. El vio como el templo sería destruido, básicamente lo que estaba diciendo
fue: "¡Cuánto quise que la redención final viniera pero no quisiste al no hacer Teshuva! Por tanto,
el exilio será profundizado y el Bet Hamikdash será destruido. La redención final aguardará hasta el
día que me digáis: ¡Baruj Haba Beshem Adonay!".
Para Yeshua la destrucción del templo no era la necesidad teológica de un sistema fallido, era la
destrucción de la casa de su padre. El exilio del pueblo judío y que Jerusalén fuera hollada por los
gentiles era la más terrible desgracia. Lastimosamente, como dirá el talmud, esa generación fue
culpable de “Sinat Hinam”, esto es odio gratuito, y lejos de hacer Teshuva, esa generación hizo
todo lo posible para traer la ira del Eterno.
La respuesta desesperada de los zelotes intentando vencer a los romanos por sus propias fuerzas y
sin la aprobación del cielo, es similar a la derrota que la generación del desierto sufrió en Horma
(14:39-45). Nuevamente la obstinación siguió a la incredulidad y la falta de arrepentimiento de la
generación.
Nuestro Maestro al igual que Moshe advirtió que Hashem no estaría con ellos en esta obstinación,
al no haber adoptado el programa del cielo para recibir las promesas del Eterno, la obstinación no
era la opción. Yeshua advirtió claramente que: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos,
sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los
montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en
ella.”(Lucas 21:20-21).
La historia atestigua que los judíos creyentes en Yeshua huyeron a Pella cuando vieron la
convulsión que llegaba a Jerusalén. Atendiendo a la advertencia de Yeshua, la mayoría de sus
discípulos escapó de la horrible suerte de la obstinación de los zelotes y la destrucción de los
romanos.
Lo acontecido en el año 70 es algo tan terrible, que cualquiera que lea lo que Josefo describe en su
libro “Guerras de los judíos” se conmoverá grandemente. El estima que más de un millón de judíos
murieron en la destrucción del templo, 97,000 fueron vendidos como esclavos para servir en
trabajos duros o de entretenimiento en el coliseo. El templo fue destruido hasta la última piedra y
los romanos pusieron sus abominaciones en el lugar y sacrificaron a dioses paganos. Más tarde
Adriano llamaría a Jerusalén “Aelia Capitolina”, en honor a sus dioses.
Cuando consideramos a todos los que murieron del hambre en esos días de verano y de calor,
podemos entender las palabras de nuestro Maestro cuando dijo: “Entonces comenzarán a decir a
los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.” (Lucas 23:30).
El hambre, el calor, la sangre en el templo, el sitio de los zelotes, los falsos profetas comprados por
los zelotes dando falsas esperanzas de paz, como en el tiempo de Jeremías, la espada, la
humillación, el exilio, todo es demasiado horrible para ser verdad… Pero lo fue.
En este shabbat tenemos el llamado de la las duras palabras de Moshe, Yeshayahu y de nuestro
Maestro y Redentor Yeshua HaMashiaj. Preparémonos para el ayuno meditando en nuestros
caminos, lamentando por Sión pues los que se lamentan por Jerusalén, serán consolados
juntamente con ella, tal como se dice:
“Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo,
todos los que os enlutáis por ella” (Isaías 66:10)
‫שבת שלום‬
¡Shabbat Shalom!
Yitzjak
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