Bernardo

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“Bernardo”
Bernardo era un perro solitario. Vivía en una hermosa casa con un jardín
lleno de flores. Sin embargo, la familia que lo había adoptado con tanto cariño
se había ido olvidando de él. Los padres trabajaban y los niños iban a la
escuela, a inglés, a danza, a jugar con sus amiguitos y a muchas otras cosas
más. Bernardo pasaba el día tras las rejas que rodeaban la casa, esperando la
llegada de los niños que antes jugaban con él. Los perros vecinos paseaban y
se burlaban de él:.
-Guau, guau, Bernardo es un perro malo, guau, por eso está preso,
guau. – ladraban algunos.
-Guau, guau, su familia no lo quiere, guau – ladraban otros.
Bernardo estaba tan triste que se enfermó. Esa noche, cuando los
padres y los niños de la casa llegaron, Bernardo, que siempre los recibía a los
saltos, lengüetazos y mucha alegría, no apareció.
-Bernardooo, Bernardooo - gritaron los niños.
-Bernardooo, Bernardooo - gritaron los padres.
¿Dónde estaba Bernardo? Lo encontraron en un rinconcito oscuro,
acurrucadito y solo. No quería comer ni tomar agua ni jugar. Los niños
comenzaron a llorar. No les gustaba ver a Bernardo enfermo.
Entonces, los niños comenzaron a acariciarle las orejas, la mamá lo
arropó con una mantita y el papá le trajo un hueso grandote. Luego, los niños
hicieron sus deberes sentados al lado de Bernardo y le mostraban sus dibujos
y la mamá y el papá se sentaron con ellos a hablar de lo que habían hecho en
el día y Bernardo empezó a alegrarse porque todos estaban con él y lo
hablaban y lo acariciaban y lo hacían sentir bien. Y Bernardo movió su cola
primero, y se levantó después y por fin, lamió la cara de los niños y saltó
contento a los papás.
Desde ese día, Bernardo ya no es un perro solitario. Ahora Bernardo
sale siempre a correr con los niños y a caminar con los papás y, por las
noches, todos juntos se sientan en ronda a jugar. Porque Bernardo, como
todos, necesita cariño.
Autor: Mariel Fernanda Vales
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