La ola de violencia olvidada Análisis de NorLARNet, 14.4.2009 Benedicte Bull y Erik Berge Mientras las miradas del mundo – y las de los Estados Unidos- se dirigen a México y la guerra contra la violencia del narcotráfico en ese país, una ola de violencia, más grave si cabe, azota América Central. Guatemala, El Salvador y Honduras presentan actualmente niveles de homicidios mayores que los de México. Guatemala, en particular, experimentó un incremento agudo de las tasas de homicidio en los últimos años (más información). Solo durante la semana de pascua fueron asesinadas 117 personas en Guatemala . Una de las razones por la cual esta situación ha merecido limitada cobertura internacional es que afecta únicamente a la vida de la población de Centroamérica y no incide en la seguridad nacional de los Estados Unidos, como es por otro lado, el caso de la violencia causada por el narcotráfico en México. Otra razón es que la violencia no está causada solo por los cárteles de la droga. Guatemala, por ejemplo, esta azotada por un cóctel explosivo de crimen juvenil, violencia relacionada con drogas y violencia política articulada por grupos que intentan desestabilizar el régimen e impedir la continuidad del proceso actual por el que se pone sobre la mesa la verdad sobre el pasado reciente del país. En las últimas semanas se ha revelado que existen importantes conexiones entre grupos clandestinos en contacto con miembros de las elites político-económicas del país, pandillas de jóvenes y con creciente intensidad, los carteles de drogas mexicanos. La nueva ola de violencia que está azotando América Central solo puede compararse con los peores años de las sangrientas guerras civiles que han afectado históricamente a la región. El año pasado hubieron 6.244 homicidios en Guatemala (informe anual 2008 OACNUDH). Esta cifra está bastante por encima del número de muertos por año durante los 36 que duró la guerra civil en ese país. Es también superior al número de asesinatos en la guerra del narcotráfico en México durante el pasado año – y México es un país con una población casi 10 veces por encima de la de Guatemala. Sin embargo, no se sabe cuantos de los homicidios en Guatemala están relacionados con el tráfico de drogas ya que la policía local no tiene la capacidad suficiente para registrar el contexto de los asesinatos y mucho menos para investigarlos. Según un estudio del Instituto Inter-Americano para los Derechos Humanos (IIDH) solo un 5% de los asesinatos son investigados y solo el 2% de los casos se resuelven (www.iidh.ed.cr). Eso significa que existe casi plena impunidad por los asesinatos en Guatemala. Violencia ciega pero también estratégica La violencia ataca ciega y estratégicamente. Afecta a gente normal cuando trabajan como conductores de autobús, periodistas o comerciantes, y a aquellas personas que están en el sitio equivocado en el momento equivocado. En lo que lleva de año se cuentan ya 33 conductores de autobús asesinados. 700 mujeres aproximadamente fueron asesinadas en el 2008 e investigaciones demuestran que estos homicidios son a menudo consecuencia extrema de la violencia de género. En las zonas más violentas no hay ningún guatemalteco que sepa seguro si él o ella volverá a casa tras un día de trabajo o un desplazamiento a la tienda local. Estas circunstancias han conducido, según algunos expertos, a una situación nacional de neurosis colectiva, pero en contra de lo ocurre con la mayoría de neurosis, en ésta el miedo está justificado (más información). La violencia también afecta a personas que de alguna manera han estado involucradas con el tráfico de drogas, la investigación del mismo y a gente que ha trabajado en el área de los derechos humanos. En las últimas semanas ha salido a la luz que en muchos casos, la aparente violencia ciega podría estar motivada también por razones estratégicas. No se puede decir que la explotación de la violencia común por actores políticos sea un fenómeno nuevo en Guatemala. Cuando el régimen militar traspasó su poder a un gobierno civil en el 1986, muchos oficiales habían abusado del mismo con el objetivo de establecer sus propios grupos criminales. El control de la población con una red de agentes entrenados para obedecer órdenes de usar violencia contra civiles les había facilitado el establecimiento de empresas criminales propias especializadas en secuestros, narcotráfico y destrucción de la selva tropical. Cuando la represión política no fue posible por más tiempo, la solución fue disfrazarla de robos y asaltos por parte de los que a primera vista parecían criminales comunes. Los sicarios empleados por militares realizaban los trabajos encomendados y cuando en el paro, seguían con el crimen común. Los grupos criminales dirigidos por militares establecieron redes de colaboración con gente de negocios y de la política así como con elementos corruptos de la policía, el sistema judicial y la administración de aduanas. Esas estructuras tienen el interés común de evitar que las instituciones gubernamentales se fortalezcan y construyan un estado de derecho, como se preveía en los acuerdos de paz de 1996. La existencia de esas redes político-criminales que debilitan a las instituciones públicas no se reduce a Guatemala. Colombia, Perú y El Salvador son otros estados latinoamericanos que han sido sujetos a amenazas similares y en todos los casos el narcotráfico internacional ha sido uno de los factores principales (más información – en inglés). Tres actores principales Hay tres actores principales detrás de la violencia en Guatemala. El primero son las pandillas o los celebres Maras. A ellos se les atribuyen asesinatos de conductores de autobús, comerciantes y otras personas susceptibles de ser amenazadas con impuestos y estrategias estilo mafia. Hay pocas dudas sobre el hecho de que las pandillas perpetran esos crímenes. Sin embargo, los miembros de éstas son también víctimas. Su existencia tiene que entenderse en el contexto de sociedades desestructuradas y de jóvenes sin ninguna esperanza de futuro (más información – en inglés). Las pandillas son también objeto de violencia ya que son frecuentes los enfrentamientos entre grupos violentos y los conflictos internos, una gran parte de los cuales se dan entre rejas. El informe más reciente del Alto Comisionado para Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Guatemala confirma que el gobierno no consigue proteger a los internos de la violencia, haciéndoles incluso más vulnerables dentro de la cárcel que en la calle (informe anual 2008 OACNUDH). Pero las pandillas son también colaboradoras de dos actores mucho más organizados. Uno de estos actores son los cárteles mexicanos de la droga. Los cárteles usan miembros de pandillas, los llamados Mareros, para realizar diferentes tareas y también reclutan entre sus miembros. La policía guatemalteca apunta a que entre 300 y 500 miembros de los Zetas –los sicarios del cártel mexicano Sinaloa – tienen Guatemala como base, principalmente los cuatro departamentos del noroeste del país: Petén, Alta Verapaz, San Marcos y Quiché. La Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (UNODC) ha demostrado que las tasas de homicidios aumentan claramente a lo largo de las rutas de la droga. La mayoría de ellos son mexicanos, pero los Zetas también han captado acólitos entre los Kaibiles; las fuerzas especiales de seguridad guatemaltecas entrenadas principalmente para la guerra en la selva. Recientemente, fue descubierto un campo de entrenamiento de Los Zetas con 35 reclutas en Ixcán. La situación en Guatemala empeoró tras la masacre de Zacapa en la frontera con Honduras que se saldó con 11 muertos en marzo del 2008. Se arrestó a tres mexicanos y la policía sospecha que las muertes fueron ordenadas por el líder del cartel de Sinaloa Joaquín ‘Chapo’ Guzmán que se quería vengar por un envío de cocaína fallido. La siguiente gran masacre, también en Zacapa, terminó con 16 muertos en noviembre del 2008. Los cuerpos de 15 nicaragüenses y un turista holandés con signos claros de tortura fueron encontrados en un autobús incendiado. La semana pasada, una persona conectada con los carteles de la droga fue arrestada por ser el culpable principal de tales atrocidades. El control de las áreas fronterizas con México por parte de los cárteles amenaza no solo las vidas de los ciudadanos sino que también hace peligrar parques nacionales y el patrimonio cultural de esas regiones. El director de la Cámara de Agricultura (CAMAGRO), Carlos Zûñiga, confirman que los propietarios de tierra en esas zonas se ven forzados frecuentemente a venderlas a los narcotraficantes. La compensación que se les ofrece es generosa, pero si no aceptan, se les mata. Una parte significativa de la Reserva de la Biosfera Maya es ahora utilizada por los cárteles de la droga para el tráfico de drogas, armas y personas. Según noticias recientes están aproximándose al parque nacional por Tikal, que es la atracción turística más importante de Guatemala y está declarado patrimonio de la humanidad. No son solo las zonas fronterizas las afectadas sino que la amenaza se extiende también a los centros urbanos. Carlos Castresana, director de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) creada bajo auspicios internacionales, dijo el pasado diciembre que la totalidad de Ciudad de Guatemala estaba a punto de pasar a manos de los cárteles de la droga. Sin embargo, la violencia en Guatemala no puede interpretarse sólo en clave de crimen organizado. El tercer grupo responsable de la violencia está formado por grupos clandestinos relacionados estrechamente con ciertos elementos de las élites políticas y económicas del país. Parece que éstos quieren desestabilizar el régimen del presidente de centro-izquierda Álvaro Colom, que al contrario de su competidor por el puesto en las elecciones del 2007 no está relacionado históricamente con las fuerzas de seguridad del país. Ciertos acontecimientos recientes indican que la violencia está también relacionada con los varios temas no resueltos tras la guerra civil y los acuerdos de paz. Más de diez años después de la firma de los acuerdos de paz y gracias a la puesta en marcha de varios procesos se ha revelado el papel de la policía y el ejército en la guerra civil, así como la información de la que disponían los Estados Unidos sobre las violaciones de derechos humanos. Ello ha originado protestas por parte de los acusados y un oficial de policía ha sido acusado en base a los hechos históricos que han salido a la luz recientemente. A finales de marzo, el defensor de los derechos humanos en Guatemala, Sergio Morales, publicó el primer informe basado en el análisis de 11 de los 80 millones de documentos policiales sobre la guerra civil que fueron encontrados por activistas pro derechos humanos en el 2005. El informe aclara aspectos desconocidos sobre el papel de la policía en relación con asesinatos y desapariciones durante la guerra civil y confirma en varios casos lo que las familias de las victimas han venido argumentando hace años. El día después de la publicación del informe, la esposa de Morales, Gladys Monterosso fue secuestrada y torturada. Fue puesta en liberad sin ninguna petición de rescate, algo que indica que el secuestro fue orquestado con el único fin de aterrorizar a Morales y a otros para evitar que se continúe hurgando en el pasado. No son solo 69 millones de documentos del archivo policial los que quedan por analizar, también hay archivos militares, con lo cual puede haber muchos interesados en impedir el progreso de las investigaciones (más información – en inglés). Apuntan también a conexiones políticas el asesinato de tres miembros salvadoreños del parlamento centroamericano que fueron secuestrados, torturados y asesinados en Guatemala en febrero del 2007. Entre los muertos estaba Eduardo d’ Aubuisson, hijo de Roberto d’ Aubuisson uno de los presuntos arquitectos de los escuadrones de la muerte en El Salvador. La primera investigación encontró que los perpetradores eran miembros de una red criminal que opera en el marco de la policía guatemalteca. Cuatro agentes policiacos fueron detenidos, pero poco después de su arresto y convicción, los acusados se encontraron muertos (degollados) dentro de sus celdas. En abril del 2008, el consejero de seguridad del ministro de interior también experto en crimen organizado con responsabilidad principal en este caso, Víctor Rivera, fue asesinado solo cuatro días después de haber renunciado a su cargo como consejero del gobierno. Nadie ha sido declarado culpable por ese asesinato. Estos son solo algunos de los signos que muestran que no estamos hablando solo de violencia por narcotráfico y pandillas juveniles, sino de crimen organizado con motivos más allá del dinero rápido y el control territorial (más información: http://ca-bi.com/blackbox/?p=2134 – en inglés). Estos son grupos conectados con partes del estado guatemalteco que están interesados en asegurarse la impunidad. Así, si se usa el concepto de ’estado fallido’ para calificar a un estado de la región tal como hizo el pentágono en un informe del año pasado, no es México sino Guatemala el país que más se acerca a esa descripción (más información). La lucha contra la impunidad Pero la lucha contra la impunidad y el crimen organizado en Guatemala no está falta de éxitos puntuales. En primer lugar, visto desde la perspectiva de la historia de violencia y secretismo en Guatemala, el hecho de que existe un proceso que intenta saber la verdad de lo que paso a las victimas de la guerra civil y descubrir a los culpables de las atrocidades cometidas, es ya de por si un éxito importante. En segundo lugar, el gobierno actual ha tomado varias medidas para afrontar la situación. El congreso le ha seguido adoptando una ley sobre los asesinatos de género (femicidios) y la violencia contra mujeres además de aprobar otra ley regulando la venta y posesión de armas tras más de 7 años de larga espera. Estas medidas no son suficientes pero al menos muestran la voluntad de atacar el problema. El gobierno también ha hablado abiertamente sobre los problemas a los que se enfrenta. Fue el mismo presidente Colom el que confirmó la sospecha de que el secuestro de Gladys Monterosso tuvo una motivación política. En tercer lugar, el gobierno ha dado un gran apoyo a la ya mencionada CICIG que en varias ocasiones ha tenido que enfrentarse a acusaciones de inconstitucionalidad. En febrero, se renovó el mandato de la CICIG por dos años más. El CICIG, con alrededor de 100 empleados, ha conseguido solucionar y llevar ante los tribunales un numero importante de casos de alto perfil. Fue la CICIG la que entregó al presunto culpable de la masacre de Zacapa a la policia, y fue la CICIG la que llevó al ex-Presidente Alfonso Portillo ante los jueces acusado de corrupción, además de perseguir otros casos de corrupción y violencia. La sociedad internacional ha apoyado a la CICIG financiera y moralmente. Este respaldo ha venido principalmente de países latinoamericanos y de la OCDE, incluyendo Noruega. De todas maneras parece claro que Guatemala y otros países centroamericanos no despiertan gran interés. No suponen una amenaza suficientemente seria para llamar la atención de los Estados Unidos. No es de extrañar entonces, que la violencia no fuera un tema a discutir cuando el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se reunió con cuatro de los cinco presidentes centroamericanos en marzo y sí lo fuera en las reuniones que Hillary Clinton tuvo en México y con probabilidad lo sea en la próxima visita de Barack Obama a este país. Tampoco sorprende que solo el 10% del Plan Mérida, que supuestamente da apoyo a México y a América Central en su lucha contra los cárteles de la droga, se destine a América Central. Los países suramericanos, que actualmente presentan un frente común en relación a temas de seguridad, tampoco están interesados en lo que ocurre más allá del norte de Colombia. A principios de este mes, el director de la Interpol Ronald Noble aviso que Al-Qaeda está reclutando entre los mareros de América Central. Este argumento había sido descartado por la misma organización hace cinco años. Pero la violencia actual no está principalmente relacionada con el terrorismo de la misma manera que en el pasado las guerras civiles en América Central no estaban primeramente ligadas al comunismo. América Central necesita en estos momentos, al igual que necesitaba entonces, un apoyo internacional que reconozca las razones complejas que están detrás de las ráfagas de violencia extrema que vive la región.