Pobreza, castidad y obediencia: sacramento y profecía JOSE A. GARCIA Sj 1. Los votos, tres formas de diálogo cultural VR/VOTOS VOTOS/VIDA-RELIGIOSA: La teología de la vida religiosa ha experimentado durante los últimos años un desplazamiento de su fundamentación evangélica que va desde el concepto de "consejos de perfección" al de "seguimiento radical de Jesús"1. Este "corrimiento" quiere hacer significativo, con razón, el hecho de que la radicalidad evangélica es mucho más amplia y abarcante que los votos religiosos. Seguir a Jesús en la vida religiosa incluye, sin duda, esas tres dimensiones de la existencia humana, pero no puede quedar reducido a ellas. Tan radicales como la pobreza, la castidad y la obediencia son otras narraciones que nos llegan de Jesús y que no quedan directamente aludidas por los votos: amar a los demás hasta dar la vida por ellos, perdonar a los enemigos, una gratuidad que se centra en el dar y no en la obsesión de recibir, ser buenos del todo como el Padre es bueno... y tantas otras. Ahora bien, esta nueva perspectiva, que desbloquea y hace más fresca y atrayente la teología de la vida religiosa, no podría en absoluto pasar por alto que pobreza, castidad y obediencia son precisamente tres formas concretas de esa radicalidad evangélica, profundamente vinculadas a la existencia y práctica históricas de Jesús. No lo son todo en el seguimiento, es cierto, pero la vocación interna de esos tres "radicales evangélicos" es configurar al hombre y a la mujer en tres de sus estructuras antropológicas relacionales, de tal manera que queden asimilados por entero a Jesús, no sólo en su manera de existir ante Dios, sino también en la de "mirar" al mundo y situarse militantemente en él. Siendo en sí mismos encarnaciones parciales de Jesús -¿quién podría encarnar a Jesús totalmente?-, los votos aspiran a que Jesús invada totalmente la vida y la acción de quien se consagra de este modo a él. Para el tema que nos ocupa es de capital importancia tener presente la estructura unitaria místico-política de los votos, tal como la ha expuesto, por ejemplo, J. B. Metz2 y a la que acabamos de hacer mención de pasada. Quien se consagra a Dios por ellos (dimensión mística, modo de vivirse ante él) se ve irremediablemente re-enviado al mundo (dimensión política, modo de situarse en la historia en la perspectiva del Reino de Dios). Dicho de otra manera, pobreza, castidad y obediencia están llamadas a tener una significatividad interior para el sujeto que las vive, pero, ciertamente, desde el seno de su carácter público, de su dimensión mundanal, de su posibilidad de diálogo con la cultura. Alguien ha definido últimamente la vida religiosa como una "profecía cultural"3. ¿Adónde apunta exactamente esta metáfora? De los tres ámbitos o subsistemas en que se divide nuestra sociedad -el tecnoeconómico, el político y el cultural-, es en este tercero donde la vida religiosa está llamada a ser significativa. Nosotros no somos ni potencia económica ni grupo político, y bien poco podemos hacer directamente a esos niveles. Es en la matriz cultural, en el seno de las diversas corrientes culturales con sus formas de entender la vida, sus ideas, creencias, símbolos, valores, etc., donde debe articularse no sólo nuestra acción, sino también nuestro estilo de vida comunidades pobres, castas y obedientes- e intentar un diálogo evangélicamente relevante con la cultura contemporánea. No es momento para discutir aquí hasta qué punto las trasformaciones que se operan en el ámbito cultural terminan por influir y trasformar a los 1 Cf., por ejemplo, las obras de T. MATURA, El radicalismo evangélico, Instituto de Teología de la Vida Religiosa, Madrid 1980, y Seguir a Jesús. De los consejos de perfección al radicalismo evangélico, Sal Terrae, Santander 1984. 2 Las órdenes religiosas, Herder, Barcelona 1978. 3 JOSE C. R. GARCIA PAREDES, en Boletín de Vida Religiosa, 15-II-1988, p. 66. subsistemas político y económico y, así, al conjunto social entero4. Damos por supuesto, simplemente, que esa influencia existe, con tal de que su discurso interno no se desvincule acríticamente de lo que sucede en los ámbitos tecno-económico y político. Plantear así las cosas (es decir, atribuir a la pobreza, castidad y obediencia la dimensión de portadores de una "cultura evangélica" que ha de vivirse en el seno de una matriz cultural pluriforme y en diálogo con ella) tiene en estos momentos, a mi modo de ver, una gran importancia. En primer lugar, porque nos hace más conscientes del mundo de influencias que nos llegan de esa matriz facilitándonos con ello la posibilidad de procesarlas evangélicamente. En segundo lugar, porque la "cultura de los votos" es de vocación apostólica, quiere introducirse en las corrientes culturales en medio de las cuales vive y recrearlas evangélicamente. En tercer lugar, porque en muchos casos vivir la pobreza, castidad y obediencia significará ponerse en pie ante muchos ídolos y resistir y desvelar sus sistemas de seducción. Muchas anemias y anomías personales y comunitarias pueden tener su origen en esta doble falta de conciencia: por una parte, la ignorancia ingenua de que estamos queriendo vivir un Evangelio en medio de otros muchos evangelios; y, por otra, una cierta desesperanza con respecto a la significatividad que pueda tener nuestra vida en una matriz cultural que, globalmente considerada, aparece como muy distinta y distante de ella, si no hostil. Este artículo quisiera ofrecer algunas pistas para procesar esa doble impresión y, sobre todo, ser una pequeña utopía animante sobre las posibilidades de los votos, esas tres encarnaciones radicales del seguimiento de Jesús, en la cultura moderna en paso ya a la postmodernidad. Será bueno empezar diciendo que, en nuestro caso, no se puede hablar de "una" cultura, sino de muchas corrientes culturales, para añadir inmediatamente después que sí pueden distinguirse, dentro de la misma matriz, culturas dominantes y otras que podrían denominarse como sub-culturas. Se ha hecho ya tópico -un tópico que sigue siendo realdefinir los rasgos de esa cultura dominante bajo los apelativos de secularizada, en el sentido de que sus sistemas de legitimación no provienen ya de la religión, sino de las ideologías o de las ciencias; plural, en el sentido de una diversificación y fragmentación de los significados y, por tanto, de una tendencia a relativizarlo todo; materialista, en cuanto que el consumo de masas tiende a erigirse como valor central que destituye a la vida de otros ulteriores significados; narcisista, en la medida en que dirige hacia el yo un interés tal y una hiperinversión de energías que hacen muy difícil el hecho de auto- transcenderse; científicotécnica, en la que el rendimiento y la eficacia miden el valor del hombre... Se ha producido, en lo que llevamos de vida, tal estallido en la cultura moderna -en muchos aspectos ya postmoderna- que no es nada extraño el desconcierto que ha producido en la vida religiosa a muchos niveles y la multiplicación de visiones apocalípticas y catastróficas. El engaño de esta postura está no sólo en que tiene el peligro de remitirse continuamente a un pasado que ya no existe -y que, por tanto, no es ya el mundo de Dios- y a diatribas indiscriminadas carentes de toda creatividad apostólica, sino también en que se hace ciega para percibir otras corrientes culturales a través de las cuales el Espíritu de Jesús sigue trabajando a la Historia y en las que nuestros votos están llamados a articularse. Todo lo críticamente que se quiera, pero seguramente en su misma dirección, Simón Decloux hace referencia a tres de esas contracorrientes presentes en nuestra sociedad: la llamada a la comunidad que convive al lado de un individualismo desenfrenado; una búsqueda de interioridad que se opone al consumismo y a vivir de simples estímulos de superficie, y que con frecuencia es muy exigente; y una opción en favor del compromiso, cuyas manifestaciones modernas estarían en los movimientos de solidaridad con el Tercer Mundo, los movimientos pacifistas, feministas, ecologistas, etc5 . Juan Pablo II, en su última Encíclica, añade a esta lista el crecimiento de la conciencia de la propia dignidad y la preocupación por el respeto a los derechos humanos de los individuos y de los pueblos; la 4 Análisis de origen marxista insistirán mucho en la cuasi-determinación de los subsistemas político y cultural a partir del económico. Análisis neo-conservadores acentuarán mucho la influencia inversa. Cf., por ejemplo, la obra de D. BELL, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Universitaria, Madrid 1987, 2. 5 "Las alternativas actuales a la vía de la felicidad": Confer, Enero-marzo 1988, pp. 43-62. convicción de una radical interdependencia y de una necesaria solidaridad; la mayor conexión entre una búsqueda de la paz y una preocupación por la justicia internacional, etc6 . ¿Tienen algo que decir en este contexto cultural nuestros votos? ¿Pueden ser ahí, en esa matriz pública, la pobreza, la castidad y la obediencia vividas en comunidad, un diálogo con la cultura, un sacramento de Algo-Alguien, una especie de profecía cultural? Mi convencimiento cordial es que sí, y la razón es ésta: los votos se dirigen a tres áreas de la existencia y convivencia humanas tan importantes como el tener, la afectividad y el poder, de cuya configuración depende en gran medida un mundo según el Evangelio o contrario a él y en cuya manipulación están empeñados muchos intereses bastardos. Pobreza, castidad y obediencia, vividas en comunidad, están llamadas a ser, como intentaremos mostrar, un sacramento del Reino de Dios, es decir, de la filiación y la fraternidad históricamente vividas, y una profecía cultural, es decir, narración, palabra y acción que apuntan a un mundo hecho de valores evangélicos, articulables y alternativos otros con respecto a los que rigen la sociedad contemporánea. 2. Pobreza: "No somos lo que poseemos". El voto de pobreza como resistencia a las ideologías del consumo y la insolidaridad. H/POSTMODERNO: Según G. Lipovetsky7 , lo que marca la transición de la época moderna a la postmodernidad es el paso del homo politicus al homo psicologicus, caracterizado por el abandono de los grandes sistemas de valores y por la hiperinversión en el yo (pp. 50-53), que se convierte en el gran objeto del culto con un ritual narcisista psi (p. 119). El espacio privado tiende a absorberlo todo, se vive sólo en el presente sin apenas sentido de pertenencia a ningún pasado ni a ningún posible futuro. "Un mínimo de austeridad y un máximo de deseo" (p. 7) definirían a ese hombre postmoderno.Lo que ha hecho posible este giro antropológico ha sido, según el mismo autor, la revolución del consumo de masas (pp. 8-10), que ha puesto en marcha un auténtico proceso de seducción, sobremultiplicando las posibilidades de elección, facilitando la existencia a la carta, remodelando el mundo según un "proceso sistemático de personalización" (p. 119)8 . Ahora bien, "el consumo es un proceso que funciona por la seducción" (p. 107), pero a costa de una destrucción, de una des-inversión en valores y finalidades, de un descompromiso emocional y de una indiferencia como cese de la necesidad de sentido (pp. 34-37). "El hedonismo y el consumismo -que es su vector- son el epicentro del postmodernismo" (p. 106). Esta apatía, como desvalorización de lo social y sobreinversión en lo privado, es inducida, es una necesidad "para el funcionamiento del capitalismo moderno en cuanto sistema experimental acelerada y sistemático", que encuentra en la indiferencia una condición ideal para su experimentación sin resistencia (pp. 42-44). Es ahí, en un consumismo fluido y vertiginoso, en el proceso de un "apetito irrestricto" (D. Bell), donde la cultura del consumo ofrece realización al hombre. Esta cultura tiene como motor productor un sistema económico cuyo desarrollo depende de la creación de necesidades siempre crecientes y cuyo impacto no permanece exterior a la persona, sino que afecta y configura también su modo de conocer y ser conocido, su modo de sentir y su comportamiento. "La persona existe en cuanto es vendible o productiva. Esto significa que no existe un valor intrínseco personal e ireemplazable... TENER/SER SER/TENER: Nuestro ser y objetivos se desvelan únicamente en términos de lo que poseemos. Somos lo que poseemos y sólo en cuanto poseemos. Somos, pues, 6 Sollicitudo Rei Socialis. n. 26. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Anagrama, Barcelona 1986. 8 ¿Se trata realmente de un proceso de "personalización"? Desde la primera página describe el autor con ese término la "nueva fase en la historia del individualismo occidental" (p. 5), pero se podrían aportar muchas razones en contra de un uso tan indiscriminado de ese concepto. Mucho más exacto parece el subtítulo de la obra, en el que el término "personalización" queda sustituido por el de "individualismo" contemporáneo. 7 poseídos por nuestra posesión"9. Un auténtico proceso de idolatría en el que el adorador termina siendo de la misma materia que el ídolo (Ps. 115). INJUSTICIA-SOCIAL: Pero, aun siendo cierto que el consumo de masas se ha extendido mucho en nuestro país en los últimos 20 años, no podemos perder de vista otros dos aspectos de la situación global actual. El primero es el que muchos analistas denominan como "sociedad dual" o "sociedad de los tres tercios". Con estas denominaciones aluden al hecho de que la salida estructural de la crisis económica, a la que apuntan ya ciertos indicadores, no será salida para todos. Un tercio no tendrá ninguna salida. Se prepara un tipo de sociedad de la que podrá disfrutar un 70 % de la población y a la que no tendrá acceso un 30 %, a no ser a sus migajas10. El segundo es el pavoroso problema del eje sur del mundo, cuya pobreza y cuya muerte están en grandísima parte vinculadas al espolio, al armamentismo y al egoísmo del norte. La pregunta es ésta: si dejamos caer, de parte de Dios, nuestro voto de pobreza en medio de esa triple situación -cultura consumista vehiculada y necesitada por el capitalismo moderno; exclusión de un tercio de la población española de la situación de bienestar; y relación Norte/Sur-, ¿qué papel está llamado a jugar en ella, de qué quiere ser sacramento, qué profecía cultural quiere significar? Voy a intentar a este propósito una reflexión lo más concisa y ordenada posible, hecha más bien de intuiciones que de visiones acabadas. 1. El voto de pobreza es una forma concreta de seguimiento radical de Jesús, no de un determinado dogma de "la cultura capitalista que ofrece realización humana bajo la forma de acumulación infinita, de apropiación y de auto-realce competitivo. Un primer nivel de este voto consiste en resistir a aquellas corrientes culturales que nos estimulan a conocer y ser conocidos en términos de mercancía, interés, conveniencia... Tendría que haber arraigado tanto en nosotros la identificación y el seguimiento de Jesús, para quien la verdadera gloria del hombre es ser "hijo y hermano", que esta convicción se tradujera pública y eclesialmente en dos direcciones. Una, haciendo de cada uno de nosotros un "pobre" que confiesa con su vida pobre, no atrapada por las ideologías del consumo, que Dios es su único Señor, que a nadie se le puede tratar como mercancía y que todo hombre, especialmente aquellos que menos valor de cambio tienen, son personas humanas, hijos de Dios. Otra, creando comunidades que resulten contraculturales por su modo de vivir sobrio, su capacidad de acogida y reconciliación, su disposición a compartir con los más necesitados... Comunidades que, como diría Metz, ejerzan en este mundo la función de "modelos productivos" y "encarnaciones plásticas" de recuerdos evangélicos que ayuden a re-crear la cultura moderna en lo que tiene de antihumana. Vivir así hace de las personas y las comunidades sacramento de aquello a lo que toda la humanidad está llamada -vivir la fraternidad desde la filiación- y profecía de una cultura alternativa a la dominada por la obsesión del consumo y la acumulación violenta e insolidaria. 2. La realidad económica de la "sociedad dual" o "de los tres tercios" plantea a la vida religiosa, entendiendo su voto de pobreza como solidaridad real con los pobres, dos cuestiones muy agudas. La primera es ésta: ¿con quién vamos a estar: con los beneficiarios del sistema o con sus víctimas? ¿No deberá llevarnos este fenómeno económico a nuevos corrimientos de nuestras presencias apostólicas hacia ese último tercio, en nombre del Evangelio y de la compasión de Dios? La segunda se dirige a aquellas obras y presencias que, por justas razones tal vez, vivan y trabajen con los otros dos tercios. ¿Cómo vamos a estar y trabajar ahí sin circunvalar la insoslayable opción preferencial por los pobres de tal manera que provoquemos en esos lugares sociales "buenas noticias" para ellos? 9 J. F. KAVANAUGH, Following Christ in a Consumer Society. The Spirituality of Cultural Resistance, Orbis Books, Maryknoll (NY) 1982, pp. 22 y 26. 10 JUAN N. GARCIA NIETO, Pobreza y Exclusión social, Cristianisme i Justicia, Barcelona 1987, pp. 19ss. 3. Dicen muchos analistas que los grandes problemas del mundo -el problema Norte/Sur, en el que se implica también el del Este/Oeste, es el mayor- solamente tienden a resolverse a través de la presión masiva y creciente de la humanidad que vaya forzando las soluciones políticas y económicas de los mismos. El comienzo del desarme ¿es sólo una cuestión económica, sobre todo de la URSS, o responde también a una enorme y creciente presión social...? En cualquier caso, nosotros no podremos dejar de crear esa conciencia creciente y de ponernos al lado de otras corrientes culturales que la promueven. Críticamente, pero al lado y en esa dirección. 4. Finalmente, yo soy un convencido de que des-teologizar el voto de pobreza es hundirlo en su propio vacío. Somos pobres delante de Dios y no queremos relacionarnos con él a través de nuestras "obras", sino únicamente de su amor y su misericordia. No queremos ser el fariseo de la parábola, sino el publicano. La verdadera riqueza de nuestra vida es el Señor y su causa en el mundo -ése quisiéramos que fuera nuestro "tesoro encontrado" (Mt 13,44). Esto nos lleva a una segunda manera de ser pobres: vivir pobremente, o al menos con mucha sencillez, y no entrar en el engranaje del consumo ni en las categorías que internaliza. La opción por los pobres es nuestra tercera forma -o la primera: el orden no es esencial; lo esencial es que una conduzca las otras dos- de ser pobres. Desde ellos nos llama Dios, ellos son verdadero lugar teológico del encuentro con él. En el amor preferencial con que Dios los ama -lo sabemos por Jesús, pero también por la experiencia de cómo ama Dios nuestra propia pobreza- queremos articular nosotros también toda nuestra capacidad de cercanía, amor y trabajo. He ahí cuatro posibilidades preciosas de que nuestro voto de pobreza, vivido comunitariamente, se convierta en un elemento de diálogo con las culturas humanistas y de resistencia contra las ideologías del consumo y la insolidaridad. 3. Castidad: "El hombre de Amor único se convierte en el hombre de amor a todos". El celibato en una cultura tocada de hedonismo narcisista. Una segunda esfera del ser humano que ha quedado profundamente afectada por la nueva matriz socio-cultural ha sido la de la afectividad y sexualidad. También aquí las descripciones apocalípticas y globalizadoras de lo que está sucediendo en la nueva cultura son falsas y apostólicamente equivocadas. Hay, sin duda, señales inquietantes de las que queremos hablar, pero existen también otras que pueden ser leídas positivamente y a las que haremos también referencia. NARCISO/PROMETEO: En la obra de G. Lipovetsky a la que aludíamos anteriormente se sostiene la tesis de que la nueva fase de la revolución individualista, cuyo portador fue la modernidad, es la revolución narcisista. Narciso es la nueva metáfora que sustituye a Prometeo. La razón estaría en que, por una parte, al quedar abandonadas las preocupaciones "sociales" y, por otra, al multiplicarse continuamente en la sociedad de consumo la información. las posibilidades de elección y las necesidades, resulta que el deseo y el placer, la hiperinversi6n en el yo y en lo privado, la obsesión por el sexo y el cuerpo tienden a convertirse en los únicos valores. La seducción general por la que opera esta sociedad se transforma aquí en sexducción (p. 29), en inflación erótica que disuelve todo el misterio del sexo, lo mecaniza y lo convierte en una "orgía repetitiva".En la importante obra de Alain Finkielkraut La derrota del pensamiento, se describe así el momento presente: «Vivimos en la hora de los feelings; ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni invención, belleza ni fealdad, sino una paleta infinita de placeres, diferentes e iguales. La democracia, que implicaba el acceso de todos a la cultura, se define ahora por el derecho de cada cual a la cultura de su elección (o a denominar 'cultura' a su pulsión del momento.» ... ... ... «Actualmente, lo que rige la vida espiritual es el principio del placer, forma postmoderna del interés privado. Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de satisfacer sus deseos inmediatos, de divertirles al menor costo posible. El individuo postmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar de cadenas, y la propia cultura algo más que una pulsión satisfecha.» En alusión directa a Gilles Lipovetsky, Finkielkraut añadirá a continuación que, aunque aquél hable de "era del vacío", él parece ver "en esta nueva actitud, pese a todo, un adelanto importante, cuando no la fase última de la democracia...."11. HEDONISMO: CULTURA-HEDONISTA: Hay en estas descripciones cuestiones tan vinculadas a la antropología humana y a una subjetividad seriamente personalizada que no admiten respuestas triviales. Cuando la afectividad se vive como sexualidad sin compromiso y el sexo adquiere caracteres de voyeurismo, mecanización de los "cómo" y separación del afecto y la intimidad, de las auto-revelación al otro y del compromiso con él, podemos estar siendo víctimas de una cultura hedonista que no integra como es debido el cuerpo con la interioridad, y en la que el sexo deja de ser expresión de nuestra persona para convertirse, muchas veces, en "objeto" de intercambio, campo de batalla o vehículo de seducción, violencia y manipulación12. Lo preocupante de este panorama, volviendo a Lipovetsky, es que, al estar "Narciso subyugado por sí mismo en su cápsula de cristal" (p. 33), experimenta "la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí... demasiado bien programado para que pueda afectarle el Otro, para salir de sí, y, sin embargo, insuficientemente programado, ya que todavía desea una relación afectiva" (p. 78). De ahí su extremada vulnerabilidad, su sensación de estar desarmado, de estar cruzando a solas un desierto sin ningún apoyo de tipo trascendente y con una democratización de la enfermedad de vivir (p. 46).La gran pregunta es si estas corrientes culturales sobre el sexo, la afectividad y la "derrota del pensamiento" que dominan gran parte de los mass-media y de la calle, no tienden a hacer cada día más difícil el problema crucial de la autotrascendencia de la persona, sin la cual no hay realización humana posible. La lectura positiva de la nueva cultura tiene también, en este punto, sus grandes ángulos de visión. En la revolución sexual que ha producido se puede leer la caída de represivos tabúes seculares; en el descubrimiento del cuerpo, la posibilidad de vivir más cerca y con más cariño en esa casa de nuestro yo de la que hemos estado tan alejados; en la mayor subjetivización, individualización y diversificación inducidas por la modernidad," el reto de construir desde ellas proyectos más personalizados que los del pasado; en la búsqueda de relaciones grupales más íntimas y sin barreras, la preocupación por acoger a cada uno por lo que es y no por lo que tiene o hace; en la fragmentación del pensamiento y la cultura, una huida de todo "sistema" imperialista e idolátrico; etc. Y otra vez la misma pregunta: ¿en qué sentido pueden nuestro celibato y la vivencia de nuestra afectividad, en medio de una cultura tan mezclada y ambigua, ser sacramento del Reino de Dios y profecía cultural? 1. Para empezar, no habría que extrañarse en exceso de dos cosas. Primera: que en esta matriz socio-cultural la castidad se convierta muchas veces en algo problemático y oscuro, e incluso irrelevante, para quien la practica. Insinúo, a este propósito, laimportancia de procesar evangélicamente las influencias culturales en este terreno, no buscar compulsivamente reconocimientos sociales a nuestro celibato por el Reino y anclarlo poderosamente en la vivencia de un seguimiento personal de Jesús que alcance también a nuestros afectos. Segunda: que, si la cultura en la que vivimos nuestra afectividad y nuestra capacidad de amar está fuertemente tocada de lo que hemos llamado "hedonismo narcisista", no sería extraño que 11 12 ALAIN FINKIELKRAUT, La derrota del pensamiento, Anagrama, Barcelona 1987, pp. 121 y 128. J. F. KAVANAUGH, op. cit., pp. 35ss y 43. nos sorprendiéramos a veces con que el celibato está vehiculando en nosotros actitudes de autoenvolvimiento o desplazamiento de la afectividad hacia cosas, ideas, profesión, etc. Su vocación es claramente la de trascender, pero hay que estar atentos a sus posibles derivas. La piedra de toque está en la capacidad de acogida universal y gratuita que conservemos: "El hombre de Amor único se convierte en hombre de amor a todos"13. 2. Hay un error en pensar que primero decidimos ser célibes y después aplicamos nuestro celibato al servicio del Reino de Dios. La expresión de Jesús "eunucos por el Reino" sugiere más bien, como aconteció en su caso, que es el Reino de Dios el que provoca una existencia célibe en nosotros, no al revés. El celibato, antes de ser decisión, es gracia. Ya hablé de esto en otro sitio14. Aquí quisiera únicamente reiterar la convicción de que recibir de Dios la experiencia de saberse "hijo" suyo y, por tanto, "hermano" universal puede resultar tan sobre-cogedora unas veces, o tan coherentemente insinuante otras, que genere dentro de nosotros la decisión de dedicar toda nuestra vida -incluida, por supuesto y especialmente aquí, la capacidad de amar y sentir afecto, de ser acogedor y cercano, de practicar la ternura y la com-pasión...- a ser sacramento comunitario y profecía activa y operante de esa verdad: porque todos son hijos, todos son mis hermanos. En el matrimonio, el horizonte del Reino de Dios atraviesa necesariamente por las categorías concretas de marido-mujer, madrepadre. En el celibato, las categorías directamente vividas y peleadas son las de hijo y hermano: en eso consiste su "tirón escatológico". En todo caso, una cosa está clara: la vocación al celibato no nace de una carencia ni de un recorte del amor, sino de su sobreabundancia y universalización. Ahí radican sus posibilidades de fecundidad espiritual y social. 3. Chesterton decía algo así como que unos se quedan célibes para que otros se puedan casar. Debajo de esa afirmación late la intuición de la profecía viva que el celibato, por su tensión universalista y escatológica, está llamado a evocar: la profecía de la autotrascendencia de la sexualidad, el amor y la afectividad que no pueden cerrarse sobre uno mismo (narcisismo) y ni siquiera sobre la persona amada o el ámbito familiar. La tentación del amor sexualizado es degenerar en apropiación; la del celibato, en falsos desplazamientos de la afectividad o en su abstracta generalización. Ambos modos de existencia están llamados a mantener entre sí un diálogo que, por todo un mundo de prejuicios, aún no ha comenzado. En ese diálogo de ida y vuelta, el celibato comunitario recuerda frecuentemente que "el amor, dejado a sí mismo -sin la tensión a autotrascenderse- tiende a corromperse y a corromper"15. 4. Pero ¿qué será lo que evite que sea justamente el amor célibe el que quede corrompido? Tengo la impresión de que esto tiene mucho que ver con la canalización de la afectividad y, otra vez, con la vivencia teologal del segundo voto. Ser célibe no es castrar la afectividad, sino canalizarla en tres direcciones que no hago más que insinuar. La primera es Dios y la relación con el Señor Jesucristo, a quien accedemos también con nuestros afectos y de quien recibimos respuestas afectivas, consolación. A la larga, si nuestra realidad corporal y nuestras pulsiones no quedan alcanzadas por el Señor y si nuestros afectos no le siguen, se hace muy difícil el seguimiento célibe de Jesús. La segunda es la comunidad. No soy ningún ingenuo a este respecto, en el sentido de que ignore las dificultades de establecer en ella esas corrientes afectivas a las que me estoy refiriendo. Afirmo solamente que una comunidad es un grupo de hombres o mujeres convocados por el Señor con vistas al Reino de Dios, y que este hecho tiene posibilidades todavía inéditas de producir "grupos de amigos en el Señor". Muchos podríamos afirmar que esto es verdad. La tercera dirección -o, tal vez, la primera: aquí tampoco es esencial el orden, sino la mutua implicación- es la misión. Tengo la impresión, si se me permite el juego de palabras, de que se nos ha entrenado más para 13 P. G. CABRA, Amarás con todo tu corazón (Celibato), Sal Terrae, Santander 1982, pp. 62-63. Cf. Hogar y taller. Seguimiento de Jesús y comunidad religiosa. Sal Terrae, Santander 1987, 2ª, cap. 8. 15 P. G. CABRA, op. cit., p. 59. 14 querer a la gente trabajando por ella que para trabajar por la gente queriéndola. Un amor sin compromiso es falso, pero ¿cómo habría que calificar a un compromiso des-afectado y sin amor? Los afectos están llamados, así pues, a canalizarse en la misión y, dentro de ella, especialmente hacia aquellos lugares sociales donde están las víctimas del des-amor. Opción por los pobres y celibato se sitúan así en una vecindad que los integra y unifica. Estando al servicio de la vida, siendo narración comunitaria de filiación y fraternidad y empleando la vida en historizar estas dos categorías centrales del Reino de Dios es como la comunidad de célibes se convierte en un espacio anticipador del mundo-según-Dios y en un diálogo re-creador con la cultura moderna, en una vida social y culturalmente fecunda. 4. Obediencia: "El poder, destinado al servicio, está inclinado a la dominación". La obediencia como des-centración del ego en busca del Reino de Dios. La cuestión del poder es inseparable del ser humano, y también en esa esfera queda afectado el hombre o mujer que se consagra a Dios en la vida religiosa. En principio, hay que afirmar que no todo poder es malo. Hay un poder personal que expresa al hombre como capacidad de relación, de inteligencia, de amor y servicio... -de ese poder tuvo Jesús a montones-, y un poder político del que pueden emanar leyes que promuevan una mayor justicia o libertad. Toda la cuestión del poder está en si funciona de hecho como una mediación del amor (personal o político) o no; en si se dirige al bien de los demás, especialmente de aquellos que más padecen sus formas de tiranía, o si termina siendo un medio de autoexaltación violenta para quien lo ejerce. No se puede ser ingenuo a este respecto. "En su raíz antropológica, psicológica, el poder está poseído por una dinámica de expansión continua. Destinado al servicio, está inclinado a la dominación"16.Si es cierto que en la matriz socio-cultural española conviven al mismo tiempo elementos de la modernidad con otros postmodernos, nos encontraremos, por una parte, con corrientes culturales postmodernas más interesadas en la realización de la intimidad que en el "triunfo" social y, por otra, con tendencias modernas ligadas a la competitividad, al éxito a cualquier precio, al poder, a la autopercepción de sí mismos como objetos de un mercado en conflicto ascensional con otras personas-objeto. En ambos casos, el individuo tiende a constituirse como valor central con una mayor o menor impotencia para autotrascenderse hacia los otros. Las demandas del ego, en ambos casos, tienden a dominar la escena, bien sea por la seducción o por la violencia. (Ya señalamos al comienzo de este artículo que en nuestra cultura conviven también contracorrientes en forma de llamada a la comunidad y a una interioridad exigente vocacionada a trascenderse). ¿Qué quiere significar ahí nuestro voto de obediencia vivido en comunidad? Quisiera aludir muy esquemáticamente a lo siguiente: 1. Nos hacemos obedientes, no por sometimiento a nada ni a nadie, sino exclusivamente para encontrar, en una comunidad de seguimiento de Jesús, la voluntad de Dios. Es, una vez más, obediencia por el Reino. Vivir así supone, ya de comienzo, una excentricidad radical con respecto a los imperialismos del yo, tanto en su versión moderna como postmoderna. El Reino de Dios como horizonte único de nuestra vida y la búsqueda de nuestro papel histórico en él tiran de nuestro yo hacia su propio des-centramiento y trascendencia. 2. Esa comunidad donde se practica la obediencia no está interesada ni en el autoritarismo como vuelta a formas del pasado, ni en la anomía como abandono y anarquía frente a los retos del presente. La autoridad se entiende en ella en función de la comunidad en misión, y no al revés. Más que autoridad burocrática es fuerza moral (exousía). Su finalidad, antes que mandar, es hacer crecer (augere), exhortar, consolar, estimular, animar (parakalein), con vistas a la experiencia evangélica, a la participación comunitaria y a la implicación en la misión17. 16 C. BOFF, El Evangelio del poder-servicio. La autoridad en la vida religiosa, Sal Terrae, Santander 1987, p. 51. 17 Cf. C. BOFF, op. cit., pp. 8, 46, 57-71. Finalmente, por supuesto, es también enviar. La obediencia se vive en ella no como dependencia simbiótica, sino como participación activa en la búsqueda y encuentro de la voluntad de Dios, y como adultez humana para aceptar el resultado de tal discernimiento, transmitido en última instancia por el servicio de la autoridad. 3. Vivida así, una comunidad de obediencia es narración histórica y anticipación de una sociedad nueva, hecha de participación, autoridad como servicio, rechazo de la competitividad agresiva y del conflicto sistemático como modo de resolver las diferencias. Una profecía de lo que un mundo-según-Dios está llamado a ser. Un sacramento del señorío único y universal de Jesucristo, según el cual nadie puede ser señor de nadie en el mundo, porque uno solo es el Señor y todos nosotros hermanos. 5. Conclusión: ¿Un tiempo de gracia para la Vida Religiosa? ¿Y por qué no, a pesar de todos los síndromes de María Magdalena y Emaús que nos rodean y acosan? Por toda circunstancia histórica pasa el Señor, y lo que al sociólogo le puede aparecer como desolación puede ser para el creyente un "kairós" de Dios, una nueva oferta de gracia. Ahora bien, la gracia, que siempre es gratuita, nunca es barata. Comporta siempre costos humanos. Para que este tiempo fuera "de gracia" para la Vida Religiosa, tal vez tendríamos que: - Abrirnos paso entre dos modelos caducos: el "tradicional", incapaz ya de entrar en diálogo con el mundo moderno y, por tanto, sin apenas relevancia dentro de él, y el "aggiornado", que diluye su identidad en la modernidad, perdiendo así toda posible significación evangélica dentro de ella. - Percibirnos como seres sociales y comunidades que han optado por un Evangelio que quieren inculturar en el mundo a través de un diálogo cultural con él. Un Evangelio -en medio de otros evangelios que emanan de la matriz socio-culturalque nos llama a hacernos radicales en tres áreas cruciales -de la existencia y relación humanas, como son el tener, el amor y el poder, a través de las cuales podamos ser políticamente relevantes, socialmente fecundos. - Pobreza, castidad y obediencia se viven entre la seducción del mundo y la seducción del Espíritu. La posibilidad de una vida no dictada por los dogmas de la cultura dominante, sino por la radicalidad del Evangelio, pasa necesariamente hoy por una vida de oración y fe que nos identifique y por una comunidad que contrapese y dinamice la "herejía cultural" que supone en muchos casos la vida religiosa. - Por fin, la manera de que esas tres formas de diálogo evangélico con el mundo no se corrompan a sí mismas ni corrompan a los demás consiste en articularlas amorosa y fuertemente en el amor mismo con que Dios ama al mundo. Esa será su máxima instancia de aliento y de posible corrección. Alcanzadas por el mismísimo amor de Dios, es como podrán convertirse en sacramento y profecía suyos para el mundo. José A. García SAL-TERRAE/88/04. Págs. 291-306 PARA LA REUNIÓN COMUNITARIA 1. Lee el artículo y subraya lo que te parezca importante o te llame la atención. 2. Escoge algunas ideas de cada uno de los votos que te hayan iluminado para su vivencia. 3. ¿Qué aspectos crees que tú personalmente y tu comunidad debéis potenciar para una mejor vivencia de los votos? ¿Cómo lo harías?