Pobreza, castidad y obediencia:

Anuncio
Pobreza, castidad y obediencia: sacramento y profecía
JOSE A. GARCIA Sj
1. Los votos, tres formas de diálogo cultural
VR/VOTOS VOTOS/VIDA-RELIGIOSA: La teología de la vida religiosa ha experimentado
durante los últimos años un desplazamiento de su fundamentación evangélica que va desde
el concepto de "consejos de perfección" al de "seguimiento radical de Jesús"1. Este
"corrimiento" quiere hacer significativo, con razón, el hecho de que la radicalidad evangélica
es mucho más amplia y abarcante que los votos religiosos. Seguir a Jesús en la vida religiosa
incluye, sin duda, esas tres dimensiones de la existencia humana, pero no puede quedar
reducido a ellas. Tan radicales como la pobreza, la castidad y la obediencia son otras
narraciones que nos llegan de Jesús y que no quedan directamente aludidas por los votos:
amar a los demás hasta dar la vida por ellos, perdonar a los enemigos, una gratuidad que se
centra en el dar y no en la obsesión de recibir, ser buenos del todo como el Padre es bueno... y
tantas otras.
Ahora bien, esta nueva perspectiva, que desbloquea y hace más fresca y atrayente la teología
de la vida religiosa, no podría en absoluto pasar por alto que pobreza, castidad y obediencia
son precisamente tres formas concretas de esa radicalidad evangélica, profundamente
vinculadas a la existencia y práctica históricas de Jesús. No lo son todo en el seguimiento, es
cierto, pero la vocación interna de esos tres "radicales evangélicos" es configurar al hombre y
a la mujer en tres de sus estructuras antropológicas relacionales, de tal manera que queden
asimilados por entero a Jesús, no sólo en su manera de existir ante Dios, sino también en la de
"mirar" al mundo y situarse militantemente en él. Siendo en sí mismos encarnaciones
parciales de Jesús -¿quién podría encarnar a Jesús totalmente?-, los votos aspiran a que Jesús
invada totalmente la vida y la acción de quien se consagra de este modo a él.
Para el tema que nos ocupa es de capital importancia tener presente la estructura unitaria
místico-política de los votos, tal como la ha expuesto, por ejemplo, J. B. Metz2 y a la que
acabamos de hacer mención de pasada. Quien se consagra a Dios por ellos (dimensión
mística, modo de vivirse ante él) se ve irremediablemente re-enviado al mundo (dimensión
política, modo de situarse en la historia en la perspectiva del Reino de Dios). Dicho de otra
manera, pobreza, castidad y obediencia están llamadas a tener una significatividad interior
para el sujeto que las vive, pero, ciertamente, desde el seno de su carácter público, de su
dimensión mundanal, de su posibilidad de diálogo con la cultura. Alguien ha definido
últimamente la vida religiosa como una "profecía cultural"3. ¿Adónde apunta exactamente
esta metáfora? De los tres ámbitos o subsistemas en que se divide nuestra sociedad -el tecnoeconómico, el político y el cultural-, es en este tercero donde la vida religiosa está llamada a
ser significativa.
Nosotros no somos ni potencia económica ni grupo político, y bien poco podemos hacer
directamente a esos niveles. Es en la matriz cultural, en el seno de las diversas corrientes
culturales con sus formas de entender la vida, sus ideas, creencias, símbolos, valores, etc.,
donde debe articularse no sólo nuestra acción, sino también nuestro estilo de vida comunidades pobres, castas y obedientes- e intentar un diálogo evangélicamente relevante con
la cultura contemporánea. No es momento para discutir aquí hasta qué punto las
trasformaciones que se operan en el ámbito cultural terminan por influir y trasformar a los
1
Cf., por ejemplo, las obras de T. MATURA, El radicalismo evangélico, Instituto de Teología de la Vida
Religiosa, Madrid 1980, y Seguir a Jesús. De los consejos de perfección al radicalismo evangélico, Sal Terrae,
Santander 1984.
2
Las órdenes religiosas, Herder, Barcelona 1978.
3
JOSE C. R. GARCIA PAREDES, en Boletín de Vida Religiosa, 15-II-1988, p. 66.
subsistemas político y económico y, así, al conjunto social entero4. Damos por supuesto,
simplemente, que esa influencia existe, con tal de que su discurso interno no se desvincule
acríticamente de lo que sucede en los ámbitos tecno-económico y político.
Plantear así las cosas (es decir, atribuir a la pobreza, castidad y obediencia la dimensión de
portadores de una "cultura evangélica" que ha de vivirse en el seno de una matriz cultural
pluriforme y en diálogo con ella) tiene en estos momentos, a mi modo de ver, una gran
importancia. En primer lugar, porque nos hace más conscientes del mundo de influencias que
nos llegan de esa matriz facilitándonos con ello la posibilidad de procesarlas evangélicamente.
En segundo lugar, porque la "cultura de los votos" es de vocación apostólica, quiere
introducirse en las corrientes culturales en medio de las cuales vive y recrearlas evangélicamente. En tercer lugar, porque en muchos casos vivir la pobreza, castidad
y obediencia significará ponerse en pie ante muchos ídolos y resistir y desvelar sus sistemas
de seducción. Muchas anemias y anomías personales y comunitarias pueden tener su origen
en esta doble falta de conciencia: por una parte, la ignorancia ingenua de que estamos
queriendo vivir un Evangelio en medio de otros muchos evangelios; y, por otra, una
cierta desesperanza con respecto a la significatividad que pueda tener nuestra vida en una
matriz cultural que, globalmente considerada, aparece como muy distinta y distante de ella, si
no hostil. Este artículo quisiera ofrecer algunas pistas para procesar esa doble impresión y,
sobre todo, ser una pequeña utopía animante sobre las posibilidades de los votos, esas tres
encarnaciones radicales del seguimiento de Jesús, en la cultura moderna en paso ya a
la postmodernidad.
Será bueno empezar diciendo que, en nuestro caso, no se puede hablar de "una" cultura, sino
de muchas corrientes culturales, para añadir inmediatamente después que sí pueden
distinguirse, dentro de la misma matriz, culturas dominantes y otras que podrían
denominarse como sub-culturas. Se ha hecho ya tópico -un tópico que sigue siendo realdefinir los rasgos de esa cultura dominante bajo los apelativos de secularizada, en el sentido
de que sus sistemas de legitimación no provienen ya de la religión, sino de las
ideologías o de las ciencias; plural, en el sentido de una diversificación y fragmentación de los
significados y, por tanto, de una tendencia a relativizarlo todo; materialista, en cuanto que
el consumo de masas tiende a erigirse como valor central que destituye a la vida de otros
ulteriores significados; narcisista, en la medida en que dirige hacia el yo un interés tal y una
hiperinversión de energías que hacen muy difícil el hecho de auto- transcenderse; científicotécnica, en la que el rendimiento y la eficacia miden el valor del hombre...
Se ha producido, en lo que llevamos de vida, tal estallido en la cultura moderna -en muchos
aspectos ya postmoderna- que no es nada extraño el desconcierto que ha producido en la vida
religiosa a muchos niveles y la multiplicación de visiones apocalípticas y catastróficas.
El engaño de esta postura está no sólo en que tiene el peligro de remitirse continuamente a un
pasado que ya no existe -y que, por tanto, no es ya el mundo de Dios- y a diatribas
indiscriminadas carentes de toda creatividad apostólica, sino también en que se hace ciega
para percibir otras corrientes culturales a través de las cuales el Espíritu de Jesús sigue
trabajando a la Historia y en las que nuestros votos están llamados a articularse. Todo
lo críticamente que se quiera, pero seguramente en su misma dirección, Simón Decloux hace
referencia a tres de esas contracorrientes presentes en nuestra sociedad: la llamada a
la comunidad que convive al lado de un individualismo desenfrenado; una búsqueda de
interioridad que se opone al consumismo y a vivir de simples estímulos de superficie, y que
con frecuencia es muy exigente; y una opción en favor del compromiso,
cuyas manifestaciones modernas estarían en los movimientos de solidaridad con el Tercer
Mundo, los movimientos pacifistas, feministas, ecologistas, etc5 . Juan Pablo II, en su última
Encíclica, añade a esta lista el crecimiento de la conciencia de la propia dignidad y la
preocupación por el respeto a los derechos humanos de los individuos y de los pueblos; la
4
Análisis de origen marxista insistirán mucho en la cuasi-determinación de los subsistemas político y cultural a
partir del económico. Análisis neo-conservadores acentuarán mucho la influencia inversa. Cf., por ejemplo, la
obra de D. BELL, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Universitaria, Madrid 1987, 2.
5
"Las alternativas actuales a la vía de la felicidad": Confer, Enero-marzo 1988, pp. 43-62.
convicción de una radical interdependencia y de una necesaria solidaridad; la mayor
conexión entre una búsqueda de la paz y una preocupación por la justicia internacional, etc6 .
¿Tienen algo que decir en este contexto cultural nuestros votos? ¿Pueden ser ahí, en esa
matriz pública, la pobreza, la castidad y la obediencia vividas en comunidad, un diálogo con
la cultura, un sacramento de Algo-Alguien, una especie de profecía cultural? Mi
convencimiento cordial es que sí, y la razón es ésta: los votos se dirigen a tres áreas de la
existencia y convivencia humanas tan importantes como el tener, la afectividad y
el poder, de cuya configuración depende en gran medida un mundo según el Evangelio o
contrario a él y en cuya manipulación están empeñados muchos intereses bastardos. Pobreza,
castidad y obediencia, vividas en comunidad, están llamadas a ser, como
intentaremos mostrar, un sacramento del Reino de Dios, es decir, de la filiación y la
fraternidad históricamente vividas, y una profecía cultural, es decir, narración, palabra y
acción que apuntan a un mundo hecho de valores evangélicos, articulables y alternativos otros
con respecto a los que rigen la sociedad contemporánea.
2. Pobreza: "No somos lo que poseemos". El voto de pobreza como resistencia a las
ideologías del consumo y la insolidaridad.
H/POSTMODERNO: Según G. Lipovetsky7 , lo que marca la transición de la época moderna
a la postmodernidad es el paso del homo politicus al homo psicologicus, caracterizado por el
abandono de los grandes sistemas de valores y por la hiperinversión en el yo (pp. 50-53), que
se convierte en el gran objeto del culto con un ritual narcisista psi (p. 119). El espacio privado
tiende a absorberlo todo, se vive sólo en el presente sin apenas sentido de pertenencia a
ningún pasado ni a ningún posible futuro. "Un mínimo de austeridad y un máximo de deseo"
(p. 7) definirían a ese hombre postmoderno.Lo que ha hecho posible este giro antropológico
ha sido, según el mismo autor, la revolución del consumo de masas (pp. 8-10), que ha puesto
en marcha un auténtico proceso de seducción, sobremultiplicando las posibilidades de
elección, facilitando la existencia a la carta, remodelando el mundo según un "proceso
sistemático de personalización" (p. 119)8 . Ahora bien, "el consumo es un proceso que
funciona por la seducción" (p. 107), pero a costa de una destrucción, de una des-inversión en
valores y finalidades, de un descompromiso emocional y de una indiferencia como cese de la
necesidad de sentido (pp. 34-37). "El hedonismo y el consumismo -que es su vector- son el
epicentro del postmodernismo" (p. 106). Esta apatía, como desvalorización de lo
social y sobreinversión en lo privado, es inducida, es una necesidad "para el funcionamiento
del capitalismo moderno en cuanto sistema experimental acelerada y sistemático", que
encuentra en la indiferencia una condición ideal para su experimentación sin resistencia (pp.
42-44).
Es ahí, en un consumismo fluido y vertiginoso, en el proceso de un "apetito irrestricto" (D.
Bell), donde la cultura del consumo ofrece realización al hombre. Esta cultura tiene como
motor productor un sistema económico cuyo desarrollo depende de la creación de
necesidades siempre crecientes y cuyo impacto no permanece exterior a la persona, sino que
afecta y configura también su modo de conocer y ser conocido, su modo de sentir y su
comportamiento. "La persona existe en cuanto es vendible o productiva. Esto significa que no
existe un valor intrínseco personal e ireemplazable...
TENER/SER SER/TENER: Nuestro ser y objetivos se desvelan únicamente en términos de lo
que poseemos. Somos lo que poseemos y sólo en cuanto poseemos. Somos, pues,
6
Sollicitudo Rei Socialis. n. 26.
La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Anagrama, Barcelona 1986.
8
¿Se trata realmente de un proceso de "personalización"? Desde la primera página describe el autor con ese
término la "nueva fase en la historia del individualismo occidental" (p. 5), pero se podrían aportar muchas
razones en contra de un uso tan indiscriminado de ese concepto. Mucho más exacto parece el subtítulo de la
obra, en el que el término "personalización" queda sustituido por el de "individualismo" contemporáneo.
7
poseídos por nuestra posesión"9. Un auténtico proceso de idolatría en el que el adorador
termina siendo de la misma materia que el ídolo (Ps. 115).
INJUSTICIA-SOCIAL: Pero, aun siendo cierto que el consumo de masas se ha extendido
mucho en nuestro país en los últimos 20 años, no podemos perder de vista otros dos aspectos
de la situación global actual. El primero es el que muchos analistas
denominan como "sociedad dual" o "sociedad de los tres tercios".
Con estas denominaciones aluden al hecho de que la salida estructural de la crisis económica,
a la que apuntan ya ciertos indicadores, no será salida para todos. Un tercio no tendrá
ninguna salida. Se prepara un tipo de sociedad de la que podrá disfrutar un
70 % de la población y a la que no tendrá acceso un 30 %, a no ser a sus migajas10. El
segundo es el pavoroso problema del eje sur del mundo, cuya pobreza y cuya muerte están en
grandísima parte vinculadas al espolio, al armamentismo y al egoísmo del norte. La pregunta
es ésta: si dejamos caer, de parte de Dios, nuestro voto de pobreza en medio de esa triple
situación -cultura consumista vehiculada y necesitada por el capitalismo moderno; exclusión
de un tercio de la población española de la situación de bienestar; y relación Norte/Sur-, ¿qué
papel está llamado a jugar en ella, de qué quiere ser sacramento, qué profecía cultural
quiere significar? Voy a intentar a este propósito una reflexión lo más concisa y ordenada
posible, hecha más bien de intuiciones que de visiones acabadas.
1. El voto de pobreza es una forma concreta de seguimiento radical de Jesús, no de un
determinado dogma de "la cultura capitalista que ofrece realización humana bajo la forma
de acumulación infinita, de apropiación y de auto-realce competitivo. Un primer nivel de este
voto consiste en resistir a aquellas corrientes culturales que nos estimulan a conocer y ser
conocidos en términos de mercancía, interés, conveniencia... Tendría que haber arraigado
tanto en nosotros la identificación y el seguimiento de Jesús, para quien la verdadera gloria
del hombre es ser "hijo y hermano", que esta convicción se tradujera pública y
eclesialmente en dos direcciones. Una, haciendo de cada uno de nosotros un "pobre" que
confiesa con su vida pobre, no atrapada por las ideologías del consumo, que Dios es su único
Señor, que a nadie se le puede tratar como mercancía y que todo hombre, especialmente
aquellos que menos valor de cambio tienen, son personas humanas, hijos de Dios. Otra,
creando comunidades que resulten contraculturales por su modo de vivir sobrio, su
capacidad de acogida y reconciliación, su disposición a compartir con los más necesitados...
Comunidades que, como diría Metz, ejerzan en este mundo la función de "modelos
productivos" y "encarnaciones plásticas" de recuerdos evangélicos que ayuden a re-crear
la cultura moderna en lo que tiene de antihumana. Vivir así hace de las personas y las
comunidades sacramento de aquello a lo que toda la humanidad está llamada -vivir la
fraternidad desde la filiación- y profecía de una cultura alternativa a la dominada por
la obsesión del consumo y la acumulación violenta e insolidaria.
2. La realidad económica de la "sociedad dual" o "de los tres tercios" plantea a la vida
religiosa, entendiendo su voto de pobreza como solidaridad real con los pobres, dos
cuestiones muy agudas. La primera es ésta: ¿con quién vamos a estar: con los
beneficiarios del sistema o con sus víctimas? ¿No deberá llevarnos este fenómeno económico
a nuevos corrimientos de nuestras presencias apostólicas hacia ese último tercio, en nombre
del Evangelio y de la compasión de Dios? La segunda se dirige a aquellas obras y presencias
que, por justas razones tal vez, vivan y trabajen con los otros dos tercios. ¿Cómo vamos a
estar y trabajar ahí sin circunvalar la insoslayable opción preferencial por los pobres de
tal manera que provoquemos en esos lugares sociales "buenas noticias" para ellos?
9
J. F. KAVANAUGH, Following Christ in a Consumer Society. The Spirituality of Cultural Resistance, Orbis
Books, Maryknoll (NY) 1982, pp. 22 y 26.
10
JUAN N. GARCIA NIETO, Pobreza y Exclusión social, Cristianisme i Justicia, Barcelona 1987, pp. 19ss.
3. Dicen muchos analistas que los grandes problemas del mundo -el problema Norte/Sur, en el
que se implica también el del Este/Oeste, es el mayor- solamente tienden a resolverse a
través de la presión masiva y creciente de la humanidad que vaya forzando las soluciones
políticas y económicas de los mismos. El comienzo del desarme ¿es sólo una cuestión
económica, sobre todo de la URSS, o responde también a una enorme y creciente
presión social...? En cualquier caso, nosotros no podremos dejar de crear esa conciencia
creciente y de ponernos al lado de otras corrientes culturales que la promueven. Críticamente,
pero al lado y en esa dirección.
4. Finalmente, yo soy un convencido de que des-teologizar el voto de pobreza es hundirlo en
su propio vacío. Somos pobres delante de Dios y no queremos relacionarnos con él a través de
nuestras "obras", sino únicamente de su amor y su misericordia. No queremos ser el fariseo de
la parábola, sino el publicano. La verdadera riqueza de nuestra vida es el Señor y su causa
en el mundo -ése quisiéramos que fuera nuestro "tesoro encontrado" (Mt 13,44). Esto nos
lleva a una segunda manera de ser pobres: vivir pobremente, o al menos con mucha sencillez,
y no entrar en el engranaje del consumo ni en las categorías que internaliza.
La opción por los pobres es nuestra tercera forma -o la primera: el orden no es esencial; lo
esencial es que una conduzca las otras dos- de ser pobres. Desde ellos nos llama Dios, ellos
son verdadero lugar teológico del encuentro con él. En el amor preferencial con que Dios los
ama -lo sabemos por Jesús, pero también por la experiencia de cómo ama Dios nuestra propia
pobreza- queremos articular nosotros también toda nuestra capacidad de cercanía, amor y
trabajo.
He ahí cuatro posibilidades preciosas de que nuestro voto de pobreza, vivido
comunitariamente, se convierta en un elemento de diálogo con las culturas humanistas y de
resistencia contra las ideologías del consumo y la insolidaridad.
3. Castidad: "El hombre de Amor único se convierte en el hombre de amor a todos". El
celibato en una cultura tocada de hedonismo narcisista.
Una segunda esfera del ser humano que ha quedado profundamente afectada por la nueva
matriz socio-cultural ha sido la de la afectividad y sexualidad. También aquí las
descripciones apocalípticas y globalizadoras de lo que está sucediendo en la nueva cultura son
falsas y apostólicamente equivocadas. Hay, sin duda, señales inquietantes de las que
queremos hablar, pero existen también otras que pueden ser leídas positivamente y a las que
haremos también referencia.
NARCISO/PROMETEO: En la obra de G. Lipovetsky a la que aludíamos anteriormente se
sostiene la tesis de que la nueva fase de la revolución individualista, cuyo portador fue la
modernidad, es la revolución narcisista. Narciso es la nueva metáfora que sustituye a
Prometeo. La razón estaría en que, por una parte, al quedar abandonadas las preocupaciones
"sociales" y, por otra, al multiplicarse continuamente en la sociedad de consumo
la información. las posibilidades de elección y las necesidades, resulta que el deseo y el
placer, la hiperinversi6n en el yo y en lo privado, la obsesión por el sexo y el cuerpo tienden a
convertirse en los únicos valores. La seducción general por la que opera esta sociedad se
transforma aquí en sexducción (p. 29), en inflación erótica que disuelve todo el misterio del
sexo, lo mecaniza y lo convierte en una "orgía repetitiva".En la importante obra de Alain
Finkielkraut La derrota del pensamiento, se describe así el momento presente:
«Vivimos en la hora de los feelings; ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni invención,
belleza ni fealdad, sino una paleta infinita de placeres, diferentes e iguales. La democracia,
que implicaba el acceso de todos a la cultura, se define ahora por el derecho de cada cual a la
cultura de su elección (o a denominar 'cultura' a su pulsión del momento.»
...
...
...
«Actualmente, lo que rige la vida espiritual es el principio del placer, forma postmoderna del
interés privado. Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de
satisfacer sus deseos inmediatos, de divertirles al menor costo posible. El individuo
postmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado
que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar de cadenas, y la propia cultura algo
más que una pulsión satisfecha.»
En alusión directa a Gilles Lipovetsky, Finkielkraut añadirá a continuación que, aunque aquél
hable de "era del vacío", él parece ver "en esta nueva actitud, pese a todo, un adelanto
importante, cuando no la fase última de la democracia...."11.
HEDONISMO: CULTURA-HEDONISTA: Hay en estas descripciones cuestiones tan
vinculadas a la antropología humana y a una subjetividad seriamente personalizada que no
admiten respuestas triviales. Cuando la afectividad se vive como sexualidad sin compromiso
y el sexo adquiere caracteres de voyeurismo, mecanización de los "cómo" y separación del
afecto y la intimidad, de las auto-revelación al otro y del compromiso con él, podemos estar
siendo víctimas de una cultura hedonista que no integra como es debido el cuerpo con la
interioridad, y en la que el sexo deja de ser expresión de nuestra persona para convertirse,
muchas veces, en "objeto" de intercambio, campo de batalla o vehículo de seducción,
violencia y manipulación12. Lo preocupante de este panorama, volviendo a Lipovetsky,
es que, al estar "Narciso subyugado por sí mismo en su cápsula de cristal" (p. 33),
experimenta "la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí... demasiado bien
programado para que pueda afectarle el Otro, para salir de sí, y, sin
embargo, insuficientemente programado, ya que todavía desea una relación afectiva" (p. 78).
De ahí su extremada vulnerabilidad, su sensación de estar desarmado, de estar cruzando a
solas un desierto sin ningún apoyo de tipo trascendente y con una democratización de
la enfermedad de vivir (p. 46).La gran pregunta es si estas corrientes culturales sobre el
sexo, la afectividad y la "derrota del pensamiento" que dominan gran parte de los mass-media
y de la calle, no tienden a hacer cada día más difícil el problema crucial de la
autotrascendencia de la persona, sin la cual no hay realización humana posible.
La lectura positiva de la nueva cultura tiene también, en este punto, sus grandes ángulos de
visión. En la revolución sexual que ha producido se puede leer la caída de represivos
tabúes seculares; en el descubrimiento del cuerpo, la posibilidad de vivir más cerca y con más
cariño en esa casa de nuestro yo de la que hemos estado tan alejados; en la mayor
subjetivización, individualización y diversificación inducidas por la modernidad," el reto de
construir desde ellas proyectos más personalizados que los del pasado; en la búsqueda de
relaciones grupales más íntimas y sin barreras, la preocupación por acoger a cada uno por lo
que es y no por lo que tiene o hace; en la fragmentación del pensamiento y la cultura, una
huida de todo "sistema" imperialista e idolátrico; etc.
Y otra vez la misma pregunta: ¿en qué sentido pueden nuestro celibato y la vivencia de
nuestra afectividad, en medio de una cultura tan mezclada y ambigua, ser sacramento del
Reino de Dios y profecía cultural?
1. Para empezar, no habría que extrañarse en exceso de dos cosas. Primera: que en esta matriz
socio-cultural la castidad se convierta muchas veces en algo problemático y oscuro, e
incluso irrelevante, para quien la practica. Insinúo, a este propósito, laimportancia de procesar
evangélicamente las influencias culturales en este terreno, no buscar compulsivamente
reconocimientos sociales a nuestro celibato por el Reino y anclarlo poderosamente en la
vivencia de un seguimiento personal de Jesús que alcance también a nuestros afectos.
Segunda: que, si la cultura en la que vivimos nuestra afectividad y nuestra capacidad de amar
está fuertemente tocada de lo que hemos llamado "hedonismo narcisista", no sería extraño que
11
12
ALAIN FINKIELKRAUT, La derrota del pensamiento, Anagrama, Barcelona 1987, pp. 121 y 128.
J. F. KAVANAUGH, op. cit., pp. 35ss y 43.
nos sorprendiéramos a veces con que el celibato está vehiculando en nosotros actitudes
de autoenvolvimiento o desplazamiento de la afectividad hacia cosas, ideas, profesión, etc. Su
vocación es claramente la de trascender, pero hay que estar atentos a sus posibles derivas. La
piedra de toque está en la capacidad de acogida universal y gratuita que conservemos: "El
hombre de Amor único se convierte en hombre de amor a todos"13.
2. Hay un error en pensar que primero decidimos ser célibes y después aplicamos nuestro
celibato al servicio del Reino de Dios. La expresión de Jesús "eunucos por el Reino" sugiere
más bien, como aconteció en su caso, que es el Reino de Dios el que provoca una existencia
célibe en nosotros, no al revés. El celibato, antes de ser decisión, es gracia. Ya hablé de esto
en otro sitio14. Aquí quisiera únicamente reiterar la convicción de que recibir de Dios
la experiencia de saberse "hijo" suyo y, por tanto, "hermano" universal puede resultar tan
sobre-cogedora unas veces, o tan coherentemente insinuante otras, que genere dentro de
nosotros la decisión de dedicar toda nuestra vida -incluida, por supuesto y especialmente aquí,
la capacidad de amar y sentir afecto, de ser acogedor y cercano, de practicar la ternura y la
com-pasión...- a ser sacramento comunitario y profecía activa y operante de esa
verdad: porque todos son hijos, todos son mis hermanos. En el matrimonio, el horizonte del
Reino de Dios atraviesa necesariamente por las categorías concretas de marido-mujer, madrepadre. En el celibato, las categorías directamente vividas y peleadas son las de hijo
y hermano: en eso consiste su "tirón escatológico". En todo caso, una cosa está clara: la
vocación al celibato no nace de una carencia ni de un recorte del amor, sino de su
sobreabundancia y universalización. Ahí radican sus posibilidades de fecundidad espiritual y
social.
3. Chesterton decía algo así como que unos se quedan célibes para que otros se puedan casar.
Debajo de esa afirmación late la intuición de la profecía viva que el celibato, por su
tensión universalista y escatológica, está llamado a evocar: la profecía de la
autotrascendencia de la sexualidad, el amor y la afectividad que no pueden cerrarse sobre uno
mismo (narcisismo) y ni siquiera sobre la persona amada o el ámbito familiar. La tentación
del amor sexualizado es degenerar en apropiación; la del celibato, en falsos desplazamientos
de la afectividad o en su abstracta generalización. Ambos modos de existencia están llamados
a mantener entre sí un diálogo que, por todo un mundo de prejuicios, aún no ha comenzado.
En ese diálogo de ida y vuelta, el celibato comunitario recuerda frecuentemente que "el amor,
dejado a sí mismo -sin la tensión a autotrascenderse- tiende a corromperse y a corromper"15.
4. Pero ¿qué será lo que evite que sea justamente el amor célibe el que quede corrompido?
Tengo la impresión de que esto tiene mucho que ver con la canalización de la afectividad y,
otra vez, con la vivencia teologal del segundo voto. Ser célibe no es castrar la afectividad,
sino canalizarla en tres direcciones que no hago más que insinuar. La primera es Dios y la
relación con el Señor Jesucristo, a quien accedemos también con nuestros afectos y de quien
recibimos respuestas afectivas, consolación. A la larga, si nuestra realidad corporal y nuestras
pulsiones no quedan alcanzadas por el Señor y si nuestros afectos no le siguen, se hace muy
difícil el seguimiento célibe de Jesús. La segunda es la comunidad. No soy ningún ingenuo a
este respecto, en el sentido de que ignore las dificultades de establecer en ella esas
corrientes afectivas a las que me estoy refiriendo. Afirmo solamente que una comunidad es un
grupo de hombres o mujeres convocados por el Señor con vistas al Reino de Dios, y que este
hecho tiene posibilidades todavía inéditas de producir "grupos de amigos en el Señor".
Muchos podríamos afirmar que esto es verdad. La tercera dirección -o, tal vez, la primera:
aquí tampoco es esencial el orden, sino la mutua implicación- es la misión. Tengo la
impresión, si se me permite el juego de palabras, de que se nos ha entrenado más para
13
P. G. CABRA, Amarás con todo tu corazón (Celibato), Sal Terrae, Santander 1982, pp. 62-63.
Cf. Hogar y taller. Seguimiento de Jesús y comunidad religiosa. Sal Terrae, Santander 1987, 2ª, cap. 8.
15
P. G. CABRA, op. cit., p. 59.
14
querer a la gente trabajando por ella que para trabajar por la gente queriéndola. Un amor sin
compromiso es falso, pero ¿cómo habría que calificar a un compromiso des-afectado y sin
amor? Los afectos están llamados, así pues, a canalizarse en la misión y, dentro de
ella, especialmente hacia aquellos lugares sociales donde están las víctimas del des-amor.
Opción por los pobres y celibato se sitúan así en una vecindad que los integra y unifica.
Estando al servicio de la vida, siendo narración comunitaria de filiación y fraternidad y
empleando la vida en historizar estas dos categorías centrales del Reino de Dios es como la
comunidad de célibes se convierte en un espacio anticipador del mundo-según-Dios y en un
diálogo re-creador con la cultura moderna, en una vida social y culturalmente fecunda.
4. Obediencia: "El poder, destinado al servicio, está inclinado a la dominación". La
obediencia como des-centración del ego en busca del Reino de Dios.
La cuestión del poder es inseparable del ser humano, y también en esa esfera queda afectado
el hombre o mujer que se consagra a Dios en la vida religiosa. En principio, hay que afirmar
que no todo poder es malo. Hay un poder personal que expresa al hombre como capacidad de
relación, de inteligencia, de amor y servicio... -de ese poder tuvo Jesús a montones-, y un
poder político del que pueden emanar leyes que promuevan una mayor justicia o libertad.
Toda la cuestión del poder está en si funciona de hecho como una mediación del amor
(personal o político) o no; en si se dirige al bien de los demás, especialmente de aquellos que
más padecen sus formas de tiranía, o si termina siendo un medio de autoexaltación violenta
para quien lo ejerce. No se puede ser ingenuo a este respecto. "En su raíz antropológica,
psicológica, el poder está poseído por una dinámica de expansión continua. Destinado
al servicio, está inclinado a la dominación"16.Si es cierto que en la matriz socio-cultural
española conviven al mismo tiempo elementos de la modernidad con otros postmodernos, nos
encontraremos, por una parte, con corrientes culturales postmodernas más interesadas en la
realización de la intimidad que en el "triunfo" social y, por otra, con tendencias modernas
ligadas a la competitividad, al éxito a cualquier precio, al poder, a la autopercepción de sí
mismos como objetos de un mercado en conflicto ascensional con otras personas-objeto. En
ambos casos, el individuo tiende a constituirse como valor central con una mayor o menor
impotencia para autotrascenderse hacia los otros. Las demandas del ego, en ambos casos,
tienden a dominar la escena, bien sea por la seducción o por la violencia. (Ya señalamos
al comienzo de este artículo que en nuestra cultura conviven también contracorrientes en
forma de llamada a la comunidad y a una interioridad exigente vocacionada a trascenderse).
¿Qué quiere significar ahí nuestro voto de obediencia vivido en comunidad? Quisiera aludir
muy esquemáticamente a lo siguiente:
1. Nos hacemos obedientes, no por sometimiento a nada ni a nadie, sino exclusivamente para
encontrar, en una comunidad de seguimiento de Jesús, la voluntad de Dios. Es, una vez
más, obediencia por el Reino. Vivir así supone, ya de comienzo, una excentricidad radical con
respecto a los imperialismos del yo, tanto en su versión moderna como postmoderna. El Reino
de Dios como horizonte único de nuestra vida y la búsqueda de nuestro papel histórico en él
tiran de nuestro yo hacia su propio des-centramiento y trascendencia.
2. Esa comunidad donde se practica la obediencia no está interesada ni en el autoritarismo
como vuelta a formas del pasado, ni en la anomía como abandono y anarquía frente a los retos
del presente. La autoridad se entiende en ella en función de la comunidad en misión, y no al
revés. Más que autoridad burocrática es fuerza moral (exousía). Su finalidad, antes que
mandar, es hacer crecer (augere), exhortar, consolar, estimular, animar (parakalein), con vistas
a la experiencia evangélica, a la participación comunitaria y a la implicación en la misión17.
16
C. BOFF, El Evangelio del poder-servicio. La autoridad en la vida religiosa, Sal Terrae, Santander 1987, p. 51.
17
Cf. C. BOFF, op. cit., pp. 8, 46, 57-71.
Finalmente, por supuesto, es también enviar. La obediencia se vive en ella no como
dependencia simbiótica, sino como participación activa en la búsqueda y encuentro de la
voluntad de Dios, y como adultez humana para aceptar el resultado de tal discernimiento,
transmitido en última instancia por el servicio de la autoridad.
3. Vivida así, una comunidad de obediencia es narración histórica y anticipación de una
sociedad nueva, hecha de participación, autoridad como servicio, rechazo de la
competitividad agresiva y del conflicto sistemático como modo de resolver las diferencias.
Una profecía de lo que un mundo-según-Dios está llamado a ser. Un sacramento del señorío
único y universal de Jesucristo, según el cual nadie puede ser señor de nadie en el mundo,
porque uno solo es el Señor y todos nosotros hermanos.
5. Conclusión:
¿Un tiempo de gracia para la Vida Religiosa? ¿Y por qué no, a pesar de todos los síndromes
de María Magdalena y Emaús que nos rodean y acosan? Por toda circunstancia histórica pasa
el Señor, y lo que al sociólogo le puede aparecer como desolación puede ser para el creyente
un "kairós" de Dios, una nueva oferta de gracia. Ahora bien, la gracia, que siempre es gratuita,
nunca es barata. Comporta siempre costos humanos. Para que este tiempo fuera "de gracia"
para la Vida Religiosa, tal vez tendríamos que:
- Abrirnos paso entre dos modelos caducos: el "tradicional", incapaz ya de entrar en diálogo
con el mundo moderno y, por tanto, sin apenas relevancia dentro de él, y el "aggiornado", que
diluye su identidad en la modernidad, perdiendo así toda posible significación evangélica
dentro de ella.
- Percibirnos como seres sociales y comunidades que han optado por un Evangelio que
quieren inculturar en el mundo a través de un diálogo cultural con él. Un Evangelio -en medio
de otros evangelios que emanan de la matriz socio-culturalque nos llama a hacernos radicales
en tres áreas cruciales -de la existencia y relación humanas, como son el tener, el amor y el
poder, a través de las cuales podamos ser políticamente relevantes, socialmente fecundos.
- Pobreza, castidad y obediencia se viven entre la seducción del mundo y la seducción del
Espíritu. La posibilidad de una vida no dictada por los dogmas de la cultura dominante, sino
por la radicalidad del Evangelio, pasa necesariamente hoy por una vida de oración y fe que
nos identifique y por una comunidad que contrapese y dinamice la "herejía cultural" que
supone en muchos casos la vida religiosa.
- Por fin, la manera de que esas tres formas de diálogo evangélico con el mundo no se
corrompan a sí mismas ni corrompan a los demás consiste en articularlas amorosa y
fuertemente en el amor mismo con que Dios ama al mundo. Esa será su máxima instancia de
aliento y de posible corrección. Alcanzadas por el mismísimo amor de Dios, es como
podrán convertirse en sacramento y profecía suyos para el mundo.
José A. García SAL-TERRAE/88/04. Págs. 291-306
PARA LA REUNIÓN COMUNITARIA
1. Lee el artículo y subraya lo que te parezca importante o te llame la atención.
2. Escoge algunas ideas de cada uno de los votos que te hayan iluminado para su
vivencia.
3. ¿Qué aspectos crees que tú personalmente y tu comunidad debéis potenciar para una
mejor vivencia de los votos?
¿Cómo lo harías?
Descargar