Dos cartas de Pantaleón y las visitadoras Mario Vargas Llosa Mi comandante y caro amigo: Cumplo con el deber de informarle que, por dos veces consecutivas en el espacio del presente mes, mi unidad ha recibido la visita de grupos de prostitutas, oriundas de Iquitos y venidas hasta aquí por barco, que fueron alojadas en el cuartel y quienes pudieron ejercer comercio carnal con la tropa a ojos vistas y con la total anuencia de la oficialidad. Entiendo que las dos veces capitaneaba el equipo de mujerzuelas un individuo contrahecho y enano, a quien, se dice, con el alias de Chupo o Pupo en los medios prostibularios de Iquitos. No puedo darle mayores detalles sobre esté acontecimiento, que conozco sólo de oídas, ya que ambas ocasiones fui previamente alejado de aquí por el mayor Zegarra Avalos. La primera vez, y sin considerar que me hallo aún convaleciendo de la hepatitis que tantos estragos hizo a mi organismo, como usted sabe de sobra, el mayor me envió a dar la extremaunción a un proveedor de la unidad, un pescador supuestamente moribundo, que vive a ocho horas de marcha por una trocha de lodazales pestilentes, y a quien encontré borracho y con apenas una insignificante herida en el brazo causada por la mordedura de un mono shimbillo. La segunda vez el mayor me envió a bendecir una tienda de campaña, refugio de exploradores, a catorce horas aguas arriba del Huallaga, misión absolutamente disparatada, como usted se hará cargo, pues jamás en toda su historia ha acostumbrado el Ejército bendecir semejantes instalaciones de precaria existencia. Ambas consignas, es evidente, fueron pretextos para evitar el ser testigo de la conversión en lenocinio de la Unidad N.7 de Caballería, aunque, le aseguro, por doloroso que hubiera sido para mí ese espectáculo no me habría causado las fatigas físicas y la frustración psicológica que significaron ese par de expediciones inútiles. Una vez más me permito rogarle, mi querido y respetado comandante, se sirva apoyar con el peso de la influencia que le ha ganado merecidamente su alto prestigio, mi solicitud de traslado a una unidad más llevadera y donde pueda ejercer con más beneficio espiritual mi misión de hombre de Dios y pasto de almas. Le repito, a riesgo de cansarlo, que no hay fortaleza moral ni sistema nervioso que aguante las infinitas burlas y el escarnio constante de que soy objeto aquí, tanto por parte de los oficiales como de la tropa. Todos parecen convencidos de que el capellán es el entretenimiento y hazmerreír de la unidad, y no pasa día sin que me hagan víctima de alguna vileza, a veces tan impía como encontrar un ratón en lugar de hostias en el copón de la Eucaristía en plena celebración de la Misa, o ir despertando la hilaridad general porque me ha sido pegoteado sin que yo lo notara un dibujo obsceno a las espaldas, o invitarme a beber cerveza que luego resulta ser orines, y otras cosas todavía más humillantes, ofensivas y hasta riesgosas para mi salud. Mi sospecha de que el propio mayor Zegarra Avalos instiga y atiza estas perfidias contra mí, ha pasado ya a ser certidumbre. Pongo en su conocimiento estos hechos, rogándole se sirva indicarme si debería elevar una denuncia a la Comandancia General de la V Región sobre la venida de las rameras, o si convendría que usted mismo tomara en sus manos el asunto, o si en aras de intereses conviene guardar piadoso silencio sobre el particular. En espera de su esclarecido consejo y haciendo voto por su buena salud y mejor ánimo, lo saluda muy afectuosamente su subordinado y amigo, capitán (CCC) Avencio P. Rojas, capellán de la Unidad de Caballería N. 7 Alfonso Ugarte, de Contamana. V Región Militar (Amazonia) 1 Iquitos, 1 de noviembre de 1957 Respetable señora Pantoja: Muchas veces he llegado hasta su puerta para tocarla, pero arrepentida cada vez me he vuelto a casa de mi prima Rosita, llorando, porque acaso no nos ha amenazado siempre tu esposo diciendo han de ir al infierno antes que acercarse a mi hogar. Pero estoy desesperada y viviendo ya el infierno, señora, compadézcase de mí, hoy que es el día de nuestros muertos queridos. De aquí me voy a rezar a la iglesia de Punchana por todos tus muertos, señora Pantoja, sé buena, yo sé que usted lo es, he visto lo linda que es tu hijita, con su carita tan santa como la del niño-mártir de Moronacocha. Le contaré que cuando nació tu hijita todas tuvimos tanta alegría allá en pantilandia, le hicimos su fiesta a tu esposo y lo emborrachamos para que estuviera más feliz con la bebita, ha de ser como un angelito de alma blanca venido del cielo, nos decíamos entre nosotras. Así ha de ser, yo lo sé, me lo sé, me lo secretea el corazón. Usted me conoce, una vez me vio hace como un año o más, esa «lavandera» que hizo entrar a su casa por equivocación, creyendo que iba a lavarle la ropa. Esa soy yo, señora. Ayúdame, sea buena con la pobre Maclovia, estoy muriéndome de hambre y el pobre Teófilo allá en Borja, me lo tienen preso en el calabozo, a pan y agua me dice en una carta que me trajo un amigo, el pobrecito, todo su pecado es quererme, haga algo por mí, te lo voy a agradecer hasta mi muerte. ¿Cómo quiere pues que viva, señora, si su marido me botó de Pantilandia? Diciendo que me había portado mal allá en Borja, que yo lo había invencionado para que se escapara conmigo al Teófilo. No fui yo, fue él, me dijo huyámonos a Nieva, que me perdonaba que fuera puta, que me había visto llegar a Borjay el corazón le había hablado diciendo: «Apareció la mujer que andas buscando por la vida». Tengo un techo gracias al corazón de mi prima Rosita, pero ella también es pobre y no puede mantenerme, señorita, ella te está escribiendo esta carta por mí porque yo no sé. Compadézcase que Dios te lo premiará en el cielo y lo mismo a tu hijita, la he visto en la calle dando sus pasitos y he pensado un niño-dios, qué ojitos. Tengo que volver a Pantilandia, háblale a tu marido, que me perdone y me contrate de nuevo. ¿Acaso no le he trabajado siempre bien? ¿Qué disgusto le he dado al señor Pantoja desde que estoy con él? Ninguno, pues, sólo éste, unito en un año acaso es tanto. ¿No tengo derecho a querer a un hombre? ¿A él no se le cae la baba cuando la Brasileña le hace sus mañoserías? Cuídate, señora, esa mujer es mala, ha vivido en Manaos y las putas de allá son bandidas, seguro le estará dando cocimiento a tu marido para tenerlo embrujado y aquí, en un puño. Además, ya se han matado por ella dos hombres, un gringuito santo, dicen y el otro un estudiante. ¿Acaso no lo tiene ya al señor Pan-Pan que le saca lo que quiere? Cuídese, esa mujer es capaz de quitártelo y sufrirías, señora. Rezaré para que no te pase. Háblale, ruégale, señora Pantoja. A mi Teófilo me lo van a tener preso todavía muchos meses y yo quiero irlo a ver pues, lo extraño, en las noches lloro dormida pensando en él. Es mi marido ante Dios, señora, nos casó un padre viejecito, allá en Nieva. Y en el Arca de allá clavamos una gallinita en prenda de amor y de fidelidad. Él no era "hermano" pero yo sí, desde que vino a Iquitos el Hermano Francisco, Dios lo bendiga, fui a oírlo y me convertí. Yo lo convertí a Teófilo, y se hizo "hermano" al ver cómo los "hermanos" nos ayudaron allá en Nieva. Los pobres, por darnos de comer y prestarnos una hamaca han tenido que irse al monte, dejando sus casas y sus animalitos y las cositas que tenían. ¿Es justo que se persiga así a la gente buena que cree en Dios y hace el bien?. ¿Cómo voy a ir a ver a Teófilo si no tengo plata para el barco? Y dónde voy a trabajar, el Moquitos es muy rencoroso, no quiere recibirme porque lo dejé para entrar a Pantilandia. De "lavandera" otra vez no quiero, es matador el cansancio y se tiene 2 encima a la policía que se tira todo lo que una gana. No hay donde ir, señora. Bésalo y amáñate bien, como las mujeres sabemos, harás que me perdone y yo iré de rodillas a besarte tus pies. Pienso en mi Teófilo allá en Borja y quiero matarme, clavarme una espinita de chambira en el corazón como hacen los chunchos en las tribus v se acabó la pena, pero mi prima Rosita no me deja y además sé que ni Dios nuestro Señor ni el Hermano Francisco, su capataz aquí en la tierra, me lo perdonarían, ellos quieren a todas las criaturas, hasta a una puta la quieren. Apiádese de mí y que me contrate de nuevo, nunca más le daré el menor colerón, te lo juro por tu hijita, voy a rezar por ella hasta ponerme ronca, señora. Me llamo Maclovia, él ya sabe. Le agradezco tanto, pues, señora Pantoja, que Dios se lo pague, le beso los pies y lo mismo a tu hijita, con toda mi devoción, Maclovia Actividades 1. Di qué registros lingüísticos predominan en las dos cartas. Razona tu respuesta. 2. Señala las formulas preestablecidas que aparezcan en la carta del capellán. 3. Busca el significado que desconozcas de las palabras que aparezcan en las dos cartas. 4. Maclovia, en su carta, duda al dirigirse a la señora Pantoja, ¿en qué se nota? 5. En la carta a la señora Pantoja, aparecen bastantes pregunta retóricas, ¿sabes en qué consisten? 6. ¿Qué rasgo lingüístico típicamente americano comparte Maclovia con Pocha Pantoja? 3