17 de mayo de 1998 - Milagro Eucarà stico

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17 de mayo de 1998 - Milagro EucarÃ-stico
CategorÃ-a : HISTORIAS 10
Publicado por Admin el 5/6/2015
Durante la noche, la Virgen ha entrado, estando la puerta cerrada, en la capilla. Ha tomado el
ostensorio, lo ha colocado en medio del altar y ha entronizado a Jesús EucaristÃ-a. Ha abierto la
puertecita del tabernáculo, anteriormente cerrada con llave por Don Claudio, y ha colocado muchas
formas consagradas. Por último en la habitación de Marisa, sobre las flores y en el cáliz de la
estatua blanca ha depositado otras formas consagradas que han llenado la casa de un perfume
particular.
Sobre las 9,30, Don Claudio ha entrado en la capillita, ya llena de fieles, para disponerse como es
habitual a dar cuenta y explicar los últimos mensajes de la Virgen, recibidos por Marisa. Apenas
habÃ-a llegado, cuando un timbrazo insólito de interfono ha roto el silencio. Han llamado a Don
Claudio que ha subido precipitadamente a la casa. Poco después una señora se ha asomado a
la puerta de la capilla para advertir a algunos jóvenes, miembros de la asociación, que alcanzaran
a su vez a Don Claudio.
Nos hemos dado cuenta, enseguida, que algo excepcional debÃ-a estar pasando y nos hemos
quedado para esperar orando en silencio.
Marisa informaba enseguida a Don Claudio que, mientras ella estaba momentáneamente ausente,
en su habitación, apoyada por Jesús sobre flores, habÃ-a una hostia grande de cuyo interior
borboteaban gotas de sangre: al darse cuenta del suceso milagroso habÃ-an estado dos señoras.
Era la séptima vez, desde que empezó el 14 de septiembre de 1995, la serie de los milagros
eucarÃ-sticos, que Jesús o la Madre de la EucaristÃ-a traÃ-an hostias manchadas de sangre.
Los jóvenes, después de haber adorado a Jesús presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad
en la EucaristÃ-a sangrante, han tomado fotografÃ-as y lo han sacado en vÃ-deo para documentar
el gran milagro eucarÃ-stico.
Don Claudio ha vuelto inmediatamente a la capilla, ha alcanzado el pequeño altar y por el
micrófono ha explicado a los presentes cuanto habÃ-a ocurrido.
Terminado de hablar, Don Claudio y los jóvenes han vuelto a subir de nuevo a la habitación donde
estaba la EucaristÃ-a que emanaba sangre y se dieron cuenta que en el intervalo, la sangre habÃ-a
continuado saliendo, transformando la forma originaria de la hostia.
Pasados pocos minutos, Don Claudio ha reentrado en la capilla; a breve distancia seguÃ-an Marisa,
llevada del brazo por los jóvenes hasta el cochecito, y los otros.
Marisa, palidÃ-sima, y sufriendo bastante, ha entrado en la capilla sentada en la silla de ruedas,
sosteniendo en un platito bien visible, una hostia grande plegada ligeramente, en forma de concha;
en el interior del borde blanco, habÃ-an presentes vistosas manchas de sangre.
Unas pocas palabras aún y después Don Claudio ha tomado de las manos de Marisa la
EucaristÃ-a y lentamente, parándose, ha pasado entre los fieles para permitir a todos ver de cerca
como estaba la hostia: entonces, la parte central, vista de cerca, aparecÃ-a inflada, mojada y
estriada de sangre, muy semejante a una porción de carne viva; hacia el exterior, la sangre era
más densa y formaba una orla irregular y marcada.
Don Claudio ha recibido de la Virgen la orden de conservar celosamente la EucaristÃ-a que ha
derramado sangre y que cada domingo deberá ser llevada solemnemente en procesión.
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La Madre de la EucaristÃ-a ha contado en presencia de los miembros de diversos grupos de
oración de Italia como ha sucedido el milagro de la EucaristÃ-a que ha derramado sangre: "Jesús
ha traÃ-do la hostia sustraÃ-da a un sacerdote que celebraba por hábito y no creÃ-a lo que estaba
haciendo en aquel momento. La sangre ha comenzado a borbotear y yo he dicho a Jesús:
Tomemos esta hostia, llevémosla al pequeño rincón de ParaÃ-so, el lugar taumatúrgico,
porque allÃ- será amada, adorada y respetada". Jesús, con todo el amor del Padre, del Hijo, del
EspÃ-ritu Santo, acompañado por el EspÃ-ritu Santo bajo forma de cándida paloma, ha entrado
en la habitación de Marisella y ha depositado sobre las sencillas flores a Jesús EucaristÃ-a. La
sangre continuaba manando y la hostia se inflaba, si, estaba muy inflada. Yo no quiero que esta
hostia sea entregada a los hombres de la Iglesia y a los adultos que no creen. Hay grupos que
corren de un santuario a otro , de un sitio a otro y no han comprendido que el lugar taumatúrgico
más importante y bendecido de Dios es este pequeño rincón de la Tierra escondido, ultrajado,
perseguido por tantos, tantos tantos".
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