LAS VENIDAS DE JESÚS

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LAS CUATRO VENIDAS DE JESÚS
Domingo 1° adviento-A/28 –11- 2010
Dijo Jesús: Cuando venga el Hijo del Hombre, sucederá
lo mismo que en los tiempos de Noé: En la inminencia
del diluvio, la gente seguía comiendo, bebiendo y
casándose, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y
cuando menos se lo esperaban, llegó el diluvio y se los
llevó a todos. Por eso, ustedes estén despiertos y en
vela, porque no saben en qué día vendrá su Señor.
Comprendan que si el dueño de casa supiera a qué
hora de la noche viene el ladrón, permanecería en vela
para impedir el asalto de su casa. Por eso también
ustedes estén preparados, porque a la hora que menos
lo piensen, vendrá el Hijo del Hombre. Mt 24, 37-44.
Adviento
significa
“venida”. El evangelio de hoy se
refiere a la venida gloriosa de Jesús
al fin del mundo, que es la última
de sus cuatro venidas. La primera
fue la venida en Belén, que tiene
como fin enseñarnos y hacernos
posible el camino hacia la eternidad
gloriosa con él.
Otras dos venidas intermedias
de Jesús resucitado marcan
nuestra existencia: su venida
diaria a nuestra vida: “Estoy
con ustedes todos los días hasta
el fin del mundo”; y su venida
final de nuestra vida terrena:
“Voy a prepararles un puesto...
y vendré a buscarlos para que
donde yo estoy, estén también
ustedes conmigo”.
El sentido profundo del adviento
hoy consiste en centrar nuestro
esperanzado y gozoso esfuerzo de
acoger a Cristo resucitado en su
real y continua venida a nuestra
vida de cada día, como nos lo ha
prometido, y así él nos acoja en su
venida al final de nuestros días
terrenos, y nos ponga a su derecha
en la venida del último día.
Nosotros invitamos a Jesús para
que venga: “¡Ven, Señor Jesús”,
y él nos invita a acogerlo:
“Estoy a la puerta llamando:
quien me abra, me tendrá
consigo a la mesa”. “Vengan a
mí todos los que están cansados
y
agobiados,
que
yo
los
aliviaré”. Venida y encuentro
mutuos.
No sabemos cuándo será el fin del
mundo, que puede durar todavía
millones de años. Como tampoco
conocemos la fecha de nuestra
muerte,
que
en
realidad
es
“nuestro propio” fin del mundo. Es
necesario vivir en vigilancia y en
preparación
permanente
para
lograr,
con
la
muerte
y
la
resurrección, el éxito total de la
vida terrena: la vida eterna.
No podemos ilusionarnos con
una supuesta conversión en el
último
momento,
que
no
sabemos cuándo será. Hay que
decidirse
en
serio
a
una
conducta coherente como hijos
de
Dios,
frente
a
la
superficialidad y perversidad de
gran parte de la sociedad de
hoy, que imita a la insensata
generación del diluvio, la cual
pasó
improvisamente
de
la
seguridad
y
del
placer
desenfrenado a la destrucción.
Destrucciones
parecidas
se
repiten a través del tiempo, y
conocemos varias recientes.
Hay que tomarse fuerte de la mano
de Jesús resucitado presente en
nuestra vida, estar pendiente de su
palabra y de su voluntad, vivir en
1
trato amoroso con él y con el
prójimo. Repitamos a menudo:
“Jesús, yo confío en ti”.
Is 2,1-5
Isaías, hijo de Amós, tuvo esta visión
acerca de Judá y de Jerusalén. Al fin de
los tiempos, el cerro de la Casa de Yavé
será puesto sobre los altos montes y
dominará los lugares más elevados. Irán
a verlo todas las naciones y subirán hacia
él muchos pueblos, diciendo: "Vengan,
subamos al cerro de Yavé, a la casa del
Dios de Jacob, para que nos enseñe sus
caminos y caminemos por sus sendas.
Porque la enseñanza irradia de Sión, de
Jerusalén sale la palabra de Yavé." Hará
de árbitro entre las naciones y a los
pueblos dará lecciones. Harán arados de
sus espadas y sacarán hoces de sus
lanzas. Una nación no levantará la espada
contra otra y no se adiestrarán para la
guerra.
Judá, Jerusalén, el cerro de Yavé, la
casa del Dios de Jacob, son figura de
la Iglesia, a cuyo frente va el mismo
rey y centro de la historia, árbitro de
las
naciones:
Cristo
resucitado
presente. Él es quien enseña los
caminos de Dios, ya que es su Palabra
personificada.
La acción liberadora y salvífica de
Cristo Jesús alcanza, desde su
Cuerpo, que es la Iglesia, a todas
las naciones, razas y lenguas. Así
lo confirmamos en la consagración
de
la
Eucaristía:
“Sangre
derramada por ustedes y por
muchos”. Y nosotros estamos
invitados por el mismo Dios a
compartir con Cristo en ese plan
de
salvación
universal,
ofreciéndonos junto con él en cada
misa, y en la vida ordinaria.
Dios mismo nos pide y concede
colaborar con Cristo en la construcción
de ese mundo nuevo “donde no habrá
llanto ni dolor”, donde la energía
nuclear se ponga al servicio de la vida
y no de la muerte, y donde todos los
progresos de la ciencia y de la
tecnología se conviertan por doquier
en armas para desterrar la guerra, el
hambre, la enfermedad, las brutales
desigualdades..., y donde todos los
hombres se sientan y se amen como
hermanos, hijos del mismo Padre.
Rom 13,11-14 - Comprendan en
qué tiempo estamos, y que ya es hora
de despertar. Nuestra salvación está
ahora más cerca que cuando llegamos
a la fe. La noche va muy avanzada y
está cerca el día: dejemos, pues, las
obras propias de la oscuridad y
revistámonos de una coraza de luz.
Comportémonos con decencia, como se
hace de día: nada de banquetes y
borracheras, nada de prostitución y
vicios, nada de pleitos y envidias. Más
bien revístanse del Señor Jesucristo, y
no se dejen arrastrar por la carne para
satisfacer sus deseos.
Comprender el tiempo presente,
es vivir conscientes de que
estamos en la era de Cristo
resucitado, era dominada por su
presencia viva y gloriosa, a pesar
de las muchas apariencias en
contra.
No podemos perder la
máxima y única oportunidad. La fe
vivida en su presencia constituye
la
única
manera
de
vivir
despiertos
y
ser
cristianos
verdaderos.
Perdemos el tiempo si prescindimos
de esa presencia de Cristo y del trato
asiduo con él. Sin Cristo, nada
podemos hacer para salvarnos y
salvar a otros, y resbalaríamos hacia
las tinieblas, perdiendo la resurrección
para la luz eterna.
Sin esa relación asidua con Cristo
presente, nos deslizamos hacia los
criterios, actitudes y conductas
tenebrosas de quienes no creen,
aunque nos llamemos cristianos,
pues
si
prescindimos
de
la
presencia de Cristo resucitado, de
su Palabra, de su ejemplo, de su
ayuda…, nuestra vida, trabajo,
relaciones,
diversiones,
sufrimientos,
prácticas
religiosas...,
serían
vanas
experiencias de cristianos sin
Cristo, de simples paganos, en
lugar de ser otros “cristos”.
2
Quienes creen en Cristo resucitado
presente, no pueden vivir como los
que no creen, adorando los ídolos del
poder, del dinero y del placer. Es
necesario vivir como “otros cristos”.
P. Jesús Álvarez, ssp
Estén despiertos y en vela, pues no saben el día ni la
hora.
Banqueteaban y lo pasaban bien, pero cuando menos
lo esperaban, se los llevó el diluvio a todos.
P. Jesús Álvarez, ssp
3
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