Reflexiones hacia un psicoanálisis enactivo. Ponencia en Panel La

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Congreso Mundial IARPP – Noviembre 2013.
Panel: La mente encarnada en la práctica clínica
Reflexiones hacia un psicoanálisis enactivo
Ricardo Pulido
Unidad Mindfulness - Facultad de Psicología
Universidad Alberto Hurtado
[email protected]
Resumen:
En el presente trabajo se examina el significado de mente encarnada - noción
central en el pensamiento del biólogo y epistemólogo Francisco Varela - como
remedio a las paradojas y puntos ciegos que se derivan de los enfoques
representacionalistas que subyacen las teorías de la mente de la mayor parte de
las corrientes psicológicas y filosóficas de Occidente, incluido el psicoanálisis
freudiano.
Dado que la comprensión de esta noción implica una revisión radical de nuestras
creencias acerca de la realidad sustancial del yo (self), del mundo y de la relación
que se establece entre ambos, Varela sugiere que sólo una praxis no-discursiva y
no-analítica – basada en el método de la Presencia Plena/Consciencia Abierta puede acercar al sujeto a la observación, indagación y aceptación de su
experiencia de sí, del otro y del mundo como vacías e infundadas, lo que es fuente
de liberación, tranquilidad existencial y antídoto contra las tendencias polares del
nihilismo y objetivismo de nuestro época post-moderna.
A partir de etas ideas se hace una reflexión preliminar sobre: 1) la posibilidad de
desarrollar un psicoanálisis enactivo, es decir un psicoanálisis que entiende la
experiencia de fragilidad constitutiva del self como potencial experiencia liberadora
y no como una falla en la estructuración de la personalidad y sus defensas, y 2)
cómo introducir el método de la Presencia Plena/Consciencia Abierta en el
encuadre psicoterapéutico sin que interfiera en la escucha analítica y en el trabajo
relacional entre paciente y terapeuta.
Francisco Varela fue a la vez, admirador y crítico del psicoanálisis. No sé si fue
paciente. Lo dudo, pero seguramente tuvo un modo de aproximarse a la práctica
analítica gracias a su 3ra esposa, Amy Cohen, psicoanalista norteamericana de
orientación lacaniana residente en París. Lo que admiraba del psicoanálisis era su
enfoque práctico, es decir, el hecho que no fuera una teoría abstracta del sujeto o
de la mente, sino una verdadera praxis de transformación del sujeto, algo escaso
por no decir inexistente, en la Filosofía y las Ciencias Occidentales. Lo que en
cambio criticaba explícitamente era que el acento representacionalista y
adpatacionista del pensamiento freudiano y sobre los cuales se ha edificado su
praxis, no permiten, en la mayoría de sus escuelas y enfoques, acceder a un
estudio directo de la mente y a una transformación radicalmente liberadora del
sujeto, transformación que ocurre ahí cuando la experiencia del sujeto es capaz de
debilitar y diluir progresivamente sus nociones sustanciales, sólidas y estables de
sí-mismo y de mundo, hasta que la falta de fundamento deja de ser una amenaza
y se convierte en fuente de fascinación.
Si bien, dentro del mismo psicoanálisis, y especialmente en el relacional e
intersubjetivo, se ha ido dejando a un lado la metafísica freudiana y las postfreudianas en función de contribuir a una práctica de transformación cada vez más
ajustada a lo concreto de la situación analítica y sus actores, hay algunas
nociones del enfoque enactivo que aún le son ajenas y que sin embargo serán
cada vez más necesarias de incorporar, tomando en cuenta las subjetividades y
ritmos de vida de la postmodernidad. El presente trabajo es un intento por acercar
el pensamiento de Varela a la práctica clínica y esbozar los primeros pasos hacia
un psicoanálisis enactivo. Estos pasos requieren una doble apertura: por un lado
reflexionar cómo incorporar concretamente, como modus operandi, el método de
la Presencia Plena/Consciencia Abierta (PP/CA) como instrumento de autoobsrevación, tanto del paciente como del terapeuta, sin que esto interfiera en la
escucha analítica, y por otro, que paralelamente revisemos las nociones de
mundo, de sujeto y de relación desde las cuales nos vinculamos con nuestros
pacientes y desde las cuales construimos nuestras teorías clínicas.
¿Qué es la mente encarnada? Una respuesta puntual y que delimita el campo
donde esta pregunta cobra sentido y relevancia es: “la mente encarnada es una
teoría de la experiencia y particularmente de la percepción humana que surge
como respuesta a las ideas representacionalistas y adaptacionistas”. Estas dos
nociones no son solo una más entre las teorías del ser humano, son en realidad
dos supuestos basales y fundamentales sobre los cuales se han construido
enormes edificios teóricos acerca del sujeto, su sentido, su relación con el medio
ambiente y su lugar en el universo.
En pocas palabras el representacionalismo supone 3 aspectos: 1) existe un
organismo independiente del ambiente que constantemente busca adaptarse; 2)
existe un ambiente pre-dado donde el organismo nace y se desarrolla y al cual
debe adaptarse, y 3) el organismo, extrae las características relevantes del
ambiente y lo representa internamente (hace una representación mental del
mundo) con mayor o menor grados de exactitud. A esto se le llama realismo
cognitivista: existe una realidad y la cognición es el acto de representarla en aras
de una eficaz adaptación.
Un ejemplo de teoría representacionalista de la mente es precisamente la
metapsicología freudiana. El Proyecto de Psicología, por ejemplo, es una
descripción detallada de cómo se constituye el psiquismo desde las interacciones
de un organismo biológico en contacto con un ambiente que es progresivamente
representado e internalizado: primariamente en cuanto cosa, secundariamente
como palabra. Por otra parte, recordemos que una de las acepciones de lo
inconsciente es, precisamente, aquello que no puede ser representado,
indicándonos, por oposición, que el ámbito de lo consciente, de la experiencia
consciente, es precisamente el ámbito de la representación, tanto de los estímulos
externos como internos.
Lo que he dicho hasta aquí suena a discurso academisista sobre teorías del
sujeto, modelos perceptivos, construcción de mundo, etc. Sin embargo, es una
manera de describir el modo en que la mayor parte de los individuos urbanos postmodernos pensamos al ser humano y su lugar en la naturaleza. Si bien con
múltiples matices y variaciones, en general todos los aquí presentes operamos en
nuestra cotidianidad suponiendo estos tres aspectos. Por ello, comprender
realmente a qué se refiere la idea de mente encarnada, demanda, al que desea
comprender, un cambio radical en sus nociones de yo, de mundo y de la relación
entre ambos. Esto no es sencillo, pues comprender, en este sentido, equivale a
transformarse.
Para Varela, el mayor desafío consistía en superar la dicotomía "interno/externo"
desde la cual la cognición es vista o como recuperación de lo externo en el interior
(objetivismo) o como proyección de lo interno en el exterior (idealismo). En lugar
de estas polaridades propone entender la cognición como un evento de co-
producción, de co-originación del cual surgen en la experiencia distinciones tales
como si-mismo/mundo, interno/externo, sujeto/objeto, organismo/ambiente. Dice
Varela:
Más que un mundo pre-determinado, es esta estructura -la forma en que el
sujeto que percibe está encarnado- la que determina los modos de acción posibles
del que percibe y como éste puede ser moldeado por acontecimientos ambientales
(…) La realidad no es algo dado: es dependiente del que percibe, no porque este
"construye" el mundo en forma antojadiza, sino porque lo que cuenta como mundo
relevante es inseparable de la estructura del que percibe (FV, 228).
Aquí tenemos que detenernos un momento. El lenguaje especializado y técnico
hace que se aleje de nosotros lo abismal de este pensamiento. En síntesis Varela
nos está diciendo que este mundo, esta realidad y este sujeto (tú, yo) no tienen
fundamento, no tienen una existencia autónoma, independiente, separada. Son
sólo en cuanto relación de co-determinación. Pero atención, no es que existe el
uno y el otro y al relacionarse se influencian y constriñen recíprocamente, este es
justamente el modo de pensar representacionalista; de hecho, ni siquiera la
relación puede ser supuesta como punto de partida. Los tres elementos sí-mismo,
mundo y relación co-existen ¿Dónde co-existen? En la experiencia… y no en una
realidad objetiva pre-dada. En la experiencia… y no en la mente de un sujeto predado. ¿Cómo es esto posible? ¿De qué está hablando Varela? Si aparecen este
tipo de cuestionamientos, quiere decir que estamos entrando en la senda correcta,
pues el pensamiento de Varela es un pensamiento incómodo que hace temblar
algunas de nuestras suposiciones más radicales sobre la realidad. Otra cita:
El punto clave es que tales sistemas no operan por representación: en vez
de representar un mundo independiente, enactúan un mundo como un dominio de
distinciones que es inseparable de la estructura encarnada por el sistema
cognitivo (DCP, 168)
Se suele malentender la mente encarnada y la teoría enactiva como un enfoque
donde el cuerpo tiene un rol protagónico. Se piensa en una especie de mente
metida en todo el cuerpo donde el rol del cuerpo es fundamental y por lo mismo
estudiarla y entenderla implican estudiar y entender el cuerpo, desarrollar técnicas
corporales, incluir la corporalidad como temática central, etc. Sin embargo, para
Varela, la palabra embodyment refleja algo diferente. Embodyment, se opone a
representación abstracta. La mente encarnada es la mente situada, concreta, que
está siempre ocurriendo desde una perspectiva, desde un observador dado y no
desde un lugar pre-dado y existencialmente des-implicado. En palabras de Varela:
Al hablar de corporizada, deseamos subrayar dos elementos: primero, que
la cognición depende de las experiencias originadas en la posición de un cuerpo
con diversas aptitudes sensorio-motrices; segundo, que estas aptitudes sensoriomotrices están encastradas en un contexto biológico, psicológico y cultural más
amplio. (DCP, 202 - 203).
Insistirá Varela en esto: la cognición es acción corporizada. Es decir, la mente es
mente encarnada ¿Qué significa esto? Justamente lo opuesto a la idea de
representar pasivamente un mundo pre-dado. Cognición como acción significa que
cuando percibimos el mundo lo hacemos gracias a una actitud activa, a una acción
guiada perceptualmente. Percibimos un mundo no porque tengamos ojos, sino
porque interactuamos con él, porque sentimos y actuamos y en este sentir y
actuar se enactúa un mundo y nuestro sentido de sí. Dice el biólogo:
Los seres vivientes y sus medios se relacionan mutuamente a través de la
especificación mutua o co-determinación. Así, lo que describimos como
regularidades ambientales no son rasgos externos que se han internalizado, como
supone el representacionalismo y el adaptacionismo. Las regularidades
ambientales son resultado de una historia conjunta, una congruencia que nace de
una larga historia de co-determinación. En palabras de Lewontin, el organismo es
tanto el objeto como el sujeto de la evolución. (DCP, 231)
Este es un pensamiento desconocido en Occidente. Corresponde al modo de
pensar de la escuela Budista Madhyamaka, o del Camino Medio, cuyo principal
exponente es Nagarjuna, un sabio del siglo III D.C., la época dorada del Budismo
hindú. Es un pensamiento difícil de seguir pues demanda una implicación en
primera persona. Es un pensamiento escabroso, sobre todo para nuestras mentes
afanadas en la búsqueda y consolidación de fundamentos, no solo fundamentos
existenciales de sentido, de cómo vivir la vida, sino mucho más básicos y
primitivos, como la certidumbre del mundo y del yo. Es un pensamiento que, a
diferencia de nuestros sistemas filosóficos, y me atrevería a decir
psicoterapéuticos, sólo se comprende cuando se experimenta en carne propia,
contradiciendo así dos creencias centrales desde las cuales hemos construido
nuestras identidades personales y colectivas: 1) que existe el agente, el
organizador central y unitario, el experimentador de los actos, emociones y
pensamientos: el yo o el sí-mismo, y 2) que existe un mundo, una realidad
material, objetiva, estable, sólida, que está ahí y desde la cual el yo surge y que el
yo puede conocer.
Uno de los temas más apasionantes en los que trabajó Varela, fue el demostrar
cómo es posible que emerja una mente inteligente, aparentemente centralizada y
global, a partir de una serie de interacciones de unidades sencillas y locales, por
ejemplo las colonias de abejas, de termitas o de neuronas. Según sus
planteamientos no existe algo así como un yo central, unificado, dueño de las
experiencias. Lo único que existe es una serie de interacciones, redes de
comunicaciones entre componentes locales desde los cueles emerge una
coherencia global. En palabras de Varela:
Aun cuando el todo se comporta como una unidad y para el observador es
como si hubiera un agente coordinador "virtualmente" presente en el centro. A
esto me refiero cuando hablo de un sí mismo no sustancial: también se podría
hablar de un ser virtual. Un patrón global coherente que emerge de simples
componentes locales, que parece tener una localización central donde no se
encuentra a nadie, pero que es esencial como nivel de interacción para la
conducta de toda la unidad. (FV, 98)
La ausencia de un self, sí mismo, yo o identidad, indica que no hay un centro o
elemento central diferente de los componentes del sistema. Es decir, el self sería
una constante emergencia que no sólo no existe sustancialmente, sino que su
emerger está indisolublemente ligado al emerger de un mundo relevante en el que
está existencialmente implicado. En otras palabras, la experiencia de sí y del
mundo (y del otro) son experiencias co-producidas. Sin embargo, tal como nos
advierte Varela en la siguiente cita, nuestro modo de estar cotidiano contradice
completamente estas ideas:
Constantemente pensamos, sentimos y actuamos como si tuviéramos un yo
que proteger y preservar. La menor intrusión en el territorio del yo... despierta
temor y furia. La menor esperanza de exaltación del yo... despierta codicia y afán.
Todo indicio de que una situación es irrelevante para el yo... provoca aburrimiento.
Tales impulsos son instintivos, automáticos, ubicuos y poderosos. (DCP, 86)
Para Varela, son los apegos y afanes los que nos hacen mantener la creencia del
yo sustancial, aun cuando constantemente este yo muestra su fragilidad
existencial y su falta de fundamentos. Cotidianamente vivimos la fragilidad siempre
amenazante del self y por ello nos esforzamos en afirmar aún más su realidad.
Otra vez Varela:
No construimos la creencia o discurso interior que alude a la existencia de
un Yo porque la mente esté vacía de dicho yo, sino porque la mente condicionada
cotidiana está llena de apegos... La fuente de esta carencia. Esta conversación
interna no reside en la carencia de un yo, sino que constituye la respuesta
emocional a esta carencia. Como habitualmente damos por sentado que hay un
yo, nos sentimos desorientados al no hallar inferencialmente el objeto de nuestras
convicciones. Tenemos la sensación de haber perdido algo precioso y familiar, e
inmediatamente procuramos compensar esa pérdida con la creencia de un yo
(DCP, 153)
Justamente en los momentos significativos de la vida podemos captar con más
claridad la naturaleza de esta tensión entre el yo y el no-yo, o entre la creencia de
un yo sustancial y la experiencia de su vacío constitutivo. Por ejemplo, en
momentos de máxima dicha o de máximo dolor, se produce una completa
implicación y encarnación existencial, al mismo tiempo que se suspenden todas
las teorizaciones y abstracciones (estos momentos son momentos donde se
puede experimentar la mente encarnada en todo su esplendor, cuando sus
intentos de abstracción se detienen). Lo que queda es una experiencia de
extrañeza: ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es todo esto? El mundo y el yo, antes
sustanciales y obvios, se vuelven extraños e infundados. Dependiendo cuánto
seamos capaces de soltar los apegos a nuestras teorías de sí y del mundo, estas
experiencias pueden desencadenar episodios psicopatológicos de despersonalización, disociación o des-realización o bien, abrirse como instantes
donde se puede revelar un aspecto crucial de nuestra experiencia y de nuestra
comprensión de lo mental.
Es aquí donde una comprensión de la mente encarnada y de la construcción
enactiva del mundo y del self, pueden jugar un papel crucial en los destinos de la
comprensión del experiencia analítica, tanto del paciente como del analista mismo.
Precisamente cuando nos aproximamos a una zona de experiencia donde las
asociaciones y los anudamientos de sentido se fracturan, es que la ausencia de
fundamento del propio ser se puede manifestar. En general esta experiencia es
terrorífica, generando angustias de desintegración de la propia personalidad. De
hecho las construcciones de sentido de sí y del mundo pueden ser entendidas
como formas de anestesiar y defendernos contra esta cruda evidencia. Aquí un
analista clásico, desde sus teorías clínicas, seguramente invitará al paciente a
rastrear el contenido primitivo, incluso pre-verbal, que se aloja como vivencia no
mentalizada en el paciente y que es la fuente de dicha angustia. Un analista
relacional, irá un paso más allá y seguramente utilizará el rastreo de las
experiencias primitivas no tanto con el fin de mentalizarlas o representarlas, sino
más bien para que la reactualización de la vivencia ocurra en un contexto vincular
diferente, donde es posible acoger y elaborar la experiencia sosteniendo el sentido
y la cohesión del sí-mismo. Desde una perspectiva enactiva, podríamos avanzar
ulteriormente e invitar al paciente a estar con su angustia, a encarnarse en ella
suspendiendo los intentos de resolverla mediante una abstracción, es decir una
representación que le dé sentido, de manera tal que la angustia de fragmentación
pueda ser transitada experiencialmente como el pasadizo, la angostura, que
muestra la infundación constitutiva del propio ser. Un poco como expresa un viejo
refrán: lo que para la oruga es la muerte para la mariposa es el inicio de la vida.
Esto significa un cambio radical en el modo de considerar nuestras experiencias y
de cómo ellas pueden ser fuente de confusión o claridad. Cuando la mente es
vista e investigada desde la perspectiva representacionalista, este tipo de
experiencias de vacío, infundación, extrañeza y desestabilización de la realidad
convencional, son vividas como amenaza y por tanto se activan toda clase de
defensas, sobre todo las que tienden a fortalecer el sentido de identidad y
cohesión del yo. Dice Varela:
El comprender que no estamos plantados sobre terreno sólido, que las
cosas afloran y pasan sin cesar sin que podamos sujetarlas a un terreno objetivo o
subjetivo estable, afecta nuestra vida y nuestro ser. Dentro de este
contexto existencial, podemos no solo comprender la falta de fundamento sino
realizarla, en el sentido de ponerla en acto: la vida o la existencia humana se
transforma en interrogante, duda o incertidumbre (DCP, 277)
¿Cómo sostener la ausencia de fundamento del yo, del mundo y de la relación
entre ambos? Para Varela es claro que una transformación radical en este sentido
pasa por una práctica de aprendizaje concreto y no por una especulación
abstracta y teórica. En este sentido, la praxis psicoanalítica puede ser un terreno
fértil donde este tipo de desarrollos pueden surgir, pero siempre y cuando enfrente
pragmáticamente la paradoja básica desde la cual se construye y surge nuestra
experiencia de ser un yo sustancial:
El pensamiento occidental no tiene una tradición que trabaje directa y
pragmáticamente con la cognición y la experiencia vivida (la única excepción
posible es el psicoanálisis, pero, como y hemos visto, en la mayoría de sus
manifestaciones actuales ha sido incapaz de enfrentar las contradicciones básicas
de nuestra experiencia del yo o de ofrecer una recorporización transformadora)
(DCP, 278)
En este sentido, más que el psicoanálisis, Varela sugiere adoptar un nuevo
método de acercamiento a la experiencia de sí y de exploración de la naturaleza
del yo, denominada reflexión abierta y alerta y que se funda en las prácticas
budistas de la PP/CA que se acercan bastante a lo que en nuestro medio se
conoce como Mindfulness. En palabras de Varela:
Lo que sugerimos es un cambio en la naturaleza de la reflexión, desde una
actividad abstracta e incorpórea a una reflexión corpórea (alerta) y abierta. Por
corpóreo aludimos a una reflexión donde se unen el cuerpo y la mente. Esta
formulación pretende aclarar que la reflexión no es sobre la experiencia, sino que
es una forma de experiencia en sí misma, y que esa forma reflexiva de experiencia
se puede realizar con la presencia plena/consciencia abierta. Cuando se hace de
esta manera, puede cortar la cadena de patrones de pensamiento y de patrones
habituales y conducir a una reflexión abierta, es decir, abierta a otras posibilidades
aparte de las contenidas en nuestras actuales representaciones del espacio de la
vida. La designamos reflexión alerta y abierta (DCP, 52).
¿Este método sustituye el método analítico? ¿Puede introducirse en el encuadre
psicoanalítico sin que éste último se desnaturalice? ¿Cómo integrar las praxis
discursivas y de anudamientos de sentido y las praxis de retorno a la experiencia
directa, al silencio de los significados de la mente? Son preguntas del todo
abiertas. Con todo, puedo decir que mi convicción es que el método de la PP/CA
no es suficiente para acompañar al paciente a que se adentre en el terreno de la
experiencia de sí donde sólo se escucha el silencio y la apertura. En una
investigación que realicé el 2010, le consulté a un grupo de pacientes meditantes
sobre sus respectivas experiencias: muchos señalaban que la terapia era
necesaria para profundizar en la experiencia de sí que se abre durante la
meditación, para elaborar también algunas experiencias desestabilizantes,
incluidos recuerdos infantiles que emergen, patrones interpersonales y una serie
de complejos y conflictos que se amplifican durante la práctica meditativa.
Por otro lado, si bien torpe y tímidamente, he podido experimentar con unos pocos
pacientes la introducción de la PP/CA en el encuadre terapéutico relacional. En
paralelo al trabajo de interpretación tradicional, les he enseñado algunas técnicas
para ir adentrándose en el método de la PP/CA. En general sólo ha sido fructífero
introducir al paciente en este tipo de experiencia, una vez que ya se ha iniciado
una exploración analítica y se ha instalado un vínculo terapéutico. De lo contrario,
el paciente se escuda en un conjunto de técnicas para reducir su malestar,
privilegia la búsqueda de experiencias agradables y tranquilizadoras que se
generan en las primeras experiencias con el método o bien simplemente no le
hacen ningún sentido y le parecen un conjunto de tareas saludables que podría
haber aprendido en una revista o en un libro de autoayuda.
Me he dado cuenta que el enfoque enactivo y el método de la PP/CA sólo pueden
ser desarrollados cuando se ha despertado una verdadera pregunta sobre sí,
sobre el yo, sobre el propio ser en el mundo, una suerte de sospecha radical
acerca de la propia condición existencial que es más relevante que la búsqueda
de un cambio o alivio, más relevante que la búsqueda de un resultado o una
adaptación. Cuando esto no ocurre, la PP/CA se vuelve una buena técnica para
reducir sintomatologías como el estrés, impulsividad, depresión y ansiedad entre
otros y un excelente complemento para tratamientos psicológicos donde se
exploran los patrones relacionales. Pienso que esta pregunta radical sobre sí, es
la verdadera frescura del enfoque enactivo y creo que puede constituir su mayor
contribución a la práctica psicoterapéutica. Si en el paciente se despierta esta
pregunta, el método de la PP/CA será un excelente camino de exploración y
transformación hacia la libertad que dona la pacífica constatación de la ausencia
del yo. En esta etapa, el rol del analista ya no será el de interpretar, tampoco el de
mostrar patrones relacionales, sino más bien el de guiar progresivamente al
paciente hacia la fragilidad constitutiva del self.
¿Qué es esta fragilidad constitutiva del self? En primer lugar debemos evitar
confundirla con el sentimiento primitivo de vulnerabilidad que, si es sostenido por
el vínculo con el terapeuta, permite la emergencia del self genuino o verdadero
escondido tras una serie de representaciones falsas de sí. Se trata más bien de
encaminarse hacia la constatación madura de que es posible sostener la fragilidad
experiencial sin apegos ni afanes, sin la respuesta emocional que soslaya la
carencia de un self sustancial y estable. En segundo lugar, la fragilidad del self es
la vivencia fenomenológica de estar viviendo en una paradoja, la paradoja de la
ausencia del yo, que busca ser resuelta ya no en la dirección de la afirmación del
self que llena dicha carencia, sino en la del vaciamiento de todo aferramiento a un
sustituto ilusorio que causa sufrimiento. En este sentido se requiere una gran
fuerza yoica, por contradictorio que este concepto parezca – quizás sea mejor
expresarlo en términos relacionales: un gran sostén vincular – para vaciarse de las
representaciones de sí. Si bien, realizar esto en su plenitud puede ser la práctica
de toda una vida, ya el sólo hecho de adentrarse en su comprensión libera, y lo
hace por medio de la vivencia sostenida de la fragilidad. Creo que Pessoa
describe muy bien este encaminarse en el siguiente verso:
... Estoy cansado objetiva y subjetivamente de mí.
Lo que inicia siendo una comprensión inferencial y algo abstracta de la ausencia
del self progresivamente se va ahondando hasta que se comprende en una
dimensión directa, vivencial y personal. Quisiera terminar leyéndoles un extracto
del poema de Nagarjuna, seguramente el mayor inspirador de Varela:
Mi mismo
Si yo fuese mente y materia,
Iría y vendría como ellas.
Si fuese algo más,
Ellas no podrían decir nada sobre mí.
¿Qué es mío cuando no hay yo?
Si el egocentrismo se apaciguara,
No pensaría en términos de yo y mío No habría nadie allí para pensarlos.
- “Lo que está adentro soy yo,
Lo que está afuera es mío” Cuando estos pensamientos terminan,
La compulsión se detiene,
La repetición cesa,
Amanece la libertad.
Libros de Francisco Varela citados:
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El Fenómeno de la Vida. Editorial Dolmen, Santiago de Chile, 2000. (FV)
Ética y Acción. Editorial Dolmen, Santiago de Chile, 1996. (EA)
The embodied mind. Cognitive Science and Human Experience, coescrita
con Evan Thompson y Eleanor Rosch (En español De cuerpo
presente Editorial Gedisa, Barcelona 1992). (DCP)
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