JHON LOCKE Y LA CUESTIÓN DE LA TOLERANCIA Notas biográficas John Locke (1632-1704) nace en Wrington. Su vida corre pareja con la revolución puritana, que, tras la guerra civil, desembocaría en la República (1649-1660), la restauración de los Estuardo y desde 1688 la entronización de los Orange, en la persona de Guillermo, que da paso a la monarquía parlamentaria y constitucional, consagrando la supremacía del Parlamento y la proclamación de Derechos. Todavía en 1704 alcanzaría a conocer el paso de la corona a la casa de Hannover, con cuyo reinado se crearán los fundamentos del parlamentarismo moderno. Con el triunfo de la Revolución se produjo el triunfo de las libertades políticas, religiosas y económicas, si bien tales libertades habrían de conocer diversas vicisitudes durante la vida de Locke, estimulando su intervención y reflexión. John Locke es un pensador profundamente imbuido del espíritu e intereses de la ilustración, lo que se manifiesta en que ninguna de las cuestiones sociales, políticas y económicas que interesaban a sus contemporáneos fuera ajena a su reflexión y este es el caso de la cuestión de la tolerancia. Teórico del liberalismo político, es junto a Isaac Newton, el gran inspirador de la Ilustración europea. La cuestión de la tolerancia La cuestión de la tolerancia y los principios de la sociedad civil, de los que forma parte, era una cuestión muy presente en la Europa del tiempo de Locke, donde las persecuciones por motivos de religión constituían uno de los problemas que azotaban la paz de los diferentes estados, tanto de aquellos en los que había triunfado la Reforma, como de aquellos en que triunfaba la Contrarreforma. Bajo el concepto de «tolerancia religiosa» se acumulaban connotaciones de orden social, seguridad pública, unidad nacional, moral, etc., y, una vez más el problema religioso servía para enmascarar auténticas tensiones económicas y de poder, convirtiéndose en un problema político en toda la extensión del término. En Inglaterra la Guerra Civil y el Interregno le dan unas características especiales1, que se ven reflejadas en el planteamiento de Locke. La libre interpretación de la Biblia, propia del protestantismo, encerraba ya el principio de la tolerancia. Este principio de la sociedad civil, si cabe, era más necesario en Inglaterra, pues al asumir el propio Rey la primacía religiosa 2 se le puede discutir la autoridad dogmático religiosa, de lo cual se pueden derivar implicaciones de tipo político. En este sentido, los dos bandos enfrentados en la guerra civil, también lo estuvieron en la cuestión de la tolerancia. El triunfo de la Revolución produjo un cierto clima de liberalismo y Cronwell permitió cierta tolerancia. Carlos II, en un principio y para debilitar el poder de la Iglesia Anglicana, propició cierta tolerancia. Sin embargo, entre 1662 1665 se dictaron ciertas leyes represivas, recogidas en el «código Clarenton», que recrudecieron el problema. De las posiciones circulantes en su tiempo Locke recibió influencias de dos. Bargshaw defendía la tolerancia desde una posición religiosa. El cristianismo, desde el principio, proponía esta tolerancia, y al entender que la religión está por encima del poder político, el magistrado no tenía más remedio que respetarla. Locke le contestó con dos escritos 1 Cfr. J. W. Allen, A Histoty of Political Thougbt in the Sixteenth Century, Mathuen and C.° Ltd., Londres, 1977 (1928), cap. V y IX. F. Lezius, Der Toleranzbegriff Lockes und Púfendorf, Leipzig, 1900; J. W. Gouh, op. cit., pp. 193-211; C. A. Viano, Op.cit., pp. 278-418; M. J. McLachlan, Socianism in Seventeenth-Century England, U. P. Oxford, 1959; Hefelbowere, The Relation of John Locke to English Deism, Chicago, 1981; E. Baldini, op.cit., pp.99 y ss.; Noeman Colín, En pos del milenio, Alianza Editorial, Madrid, 1981 (1970); R. Polin, John Locke's conception of freedom, en John Locke. Problems and Perspectives, editado por J. W. Yolton, Cambridge 1969; A. A. Seaton, The Theory of Toleration under the Later Stuarts, Cambridge, 1911, p. 484 y ss. 2 En la Iglesia Anglicana, la jefatura de la Iglesia queda en manos del Rey o de la Reina en los que mantenía la tesis de que el poder del Magistrado (civil) era superior a cualquier otro poder. Por su parte, Henry Stubbe3, defendía la tolerancia religiosa en una República fundada sobre una asamblea colectiva. Tesis que Locke apoyaba. La posición de Locke, en el primer caso, niega la superioridad de la religión sobre el poder político, y en el segundo, comparte con Stubbe la separación de ambos poderes y se refiere a la tolerancia como un derecho del individuo. Esta doble posición expresa perfectamente el planteamiento lockiano: la tolerancia no era para él sólo una cuestión abstracta de libertad de conciencia o intelectual, sino de política práctica. El planteamiento lockiano de la tolerancia religiosa Este planteamiento queda fijado en forma casi definitiva en su escrito «An Essay concerning Toleration» («Ensayo sobre la tolerancia»), que no llegó a publicar. Considerado como el escrito más importante de su primera época, refleja la influencia que sobre él ejerce Shaftesbury4, fundamental para sus ideas políticas. En este ensayo, el punto de partida es la separación entre la Iglesia y el Estado, las leyes humanas están solo limitadas por las divinas, y es competencia del Magistrado todo lo concerniente a la paz y gobierno de la sociedad. La máxima autoridad del Magistrado es condición para un correcto funcionamiento del Estado. Un Estado fuerte ha de proteger la libertad religiosa por ser necesaria para una mejor convivencia de sus ciudadanos. Pero, por otra parte, combate el derecho divino de los reyes, y del magistrado como su prolongación, poniendo como límite, ya no la ley divina, sino la ley natural. Supuesto lo anterior, hace la siguiente división de la Tolerancia: 1) Respecto a las opiniones puramente especulativas (problema de la realidad) y del culto divino (, la Santísima Trinidad, formas del culto, etc.), absoluta tolerancia. 2) Respecto a usos y costumbres que no son buenas ni malas socialmente (uso de las propias riquezas, número de hijos, maneras de comportarse y vestir, etc.), tolerancia en tanto en cuanto no disturben la paz del Estado. En estos casos será la Sociedad la que determine sus límites. 3) Respecto a los vicios y virtudes. El magistrado no debe hacer apología de los primeros y sí instar a los ciudadanos a perseverar en los segundos, pero, por sí mismos, los vicios no deben ser prohibidos. El magistrado no es, por principio, ni un moralista ni un censor, por lo que tiene que respetar la tolerancia en ese campo, salvo cuando los vicios hagan daño al Estado. Locke opina que mantener la paz social mediante leyes represivas5, como mostraba la experiencia histórica, no era razonable, pues fortalecía la fe de las sectas y aumentaba el número de sus seguidores. Es curiosa, a pesar de esta argumentación, la exclusión de esta tolerancia de católicos y ateos. En suma, los rasgos fundamentales de «An Essay...»: Separación Iglesia-Estado, la tolerancia como un deber del magistrado, utilidad y oportunidad de la tolerancia, y la racionalidad al servicio de la política, serán constantes en su pensamiento político. El cambio de la coyuntura política determinó que la obra no fuera publicada, apenas si llegó a ser conocida por sus más íntimos. Sus ideas sobre la tolerancia llegaron a ser conocidas por sus contemporáneos a través de la «Carta sobre la Tolerancia» (1689). La obra levantó no pocas críticas a las que Locke fue contestando, de modo que las réplicas y contrarréplicas se prolongaron hasta 1692. No obstante haber sido aprobada por el 3 «Essay in Defense of the Good Old Cause and A Light Shining out of Darkness», de 1659 Se encontró con él en 1.666, y es muy posible que el Ensayo…, fuera escrito a instancias del Conde. 5 El «Código de Clarenton», llevado a cabo en la Restauración, entre 1662 y 1665, recogía toda una serie de leyes represivas, con las que se ponía fin al periodo de tolerancia política y social que se había iniciado con la Revolución y los primeros años del reinado de Carlos II, y que pretendía mantener un clima de paz social, con lo que el clima de conflicto volvió a recrudecerse. 4 Parlamento la Tolerantia Act, fue acusado de socionista, hobbista y ateo, lo cual nos da una idea de la importancia y delicadeza del tema. La concepción de la Tolerancia en la Carta, es prácticamente la misma que en 1667. Pero ahora adquiere otro sesgo, señalándola como una característica de la verdadera Iglesia: «Tolerar a aquellos que difieren de los demás en asuntos de religión es asunto que concuerda con el Evangelio, con la razón, y extraña que ciertos hombres cieguen esta luz». La tolerancia religiosa exige del poder civil no intervenir en los asuntos del cuidado del alma, de modo que no debe lanzar mediante su ley civil artículos, dogmas o modos de adorar a Dios. Es anticristiano obligar a alguien por el tormento o la fuerza a aceptar tal o cual modo de adorar a Dios, y apoya esta opinión en frecuentes citas evangélicas. La Carta se extiende en la explicación de los límites de la Tolerancia. No debe ser aplicada: ni con los dogmas o las normas que se opongan al buen funcionamiento de la sociedad, ni con los que al pertenecer a la Iglesia pasan a ser súbditos de otros príncipes (clara alusión a los católicos), ni con los ateos —pues para el ateo los juramentos, pactos y promesas, que son lazos de la sociedad humana, no pueden ser algo estable— ni con aquéllos que aspiren al poder para poder dominar a los demás. Como se ve, para Locke la tolerancia es algo positivo, y no un mal menor o irremediable, y, junto con la confianza en la razón, es una de sus aportaciones más positivas. No es ni útil ni razonable imponer por el tormento o la fuerza tal o cual modo de adorar a Dios: «Únicamente la ilustración opera cambios y la ilustración no procede de padecimientos corporales». Es la razón que parte de la base de un «cuerpo de principios» ya fijados, las leyes naturales y opera con los datos que la experiencia le suministra, más el examen crítico de las Escrituras —como se ve es toda una declaración programática que se repetirá en los diferentes filósofos ilustrados. En cualquier caso, en Locke no opera nunca una concepción de la libertad absoluta, sino una concepción utilitarista de la misma, típica del liberalismo. Ello le lleva a tratar la tolerancia desde dos aspectos: como un problema político (por razones prácticas y económicas es necesario mantenerla) y como un problema filosófico (el hombre es un ser libre y racional, pero con unos límites en su conocimiento por lo que le es imposible alcanzar la verdad única).