Viaje por Colombia (1825-1826) de Carl August Gosselman en la traducción de Ann Christien Pereira (1979)* Martha Pulido & Cecilia Alvstad Viaje por Colombia es un relato de viaje publicado en Suecia en 1828, traducido al español en Colombia en 1979. Nos proponemos presentar en este estudio el doble proceso de traducción visible en estos dos documentos: (1) la traducción cultural, caracterizada por una serie de comparaciones entre Colombia y Suecia, realizada por el autor sueco al escribir la obra y (2) la traducción stricto sensu −que también está impregnada en buena medida de traducción cultural− realizada por la traductora al castellano, Ann Christien Pereira, sobre quien no fue posible encontrar información alguna. Es evidente que el estudio debía realizarse de manera colaborativa, entre académicos de lengua castellana y de lengua sueca. Esto permitió el estudio del material desde múltiples perspectivas, que iban señalando nuevas observaciones a medida que las lecturas y relecturas avanzaban y promovían la discusión. Las fuentes para el análisis fueron el texto en español publicado por el Banco de la República en 1981, y el correspondiente texto digital disponible en la Biblioteca Luis Ángel Arango; y la primera edición sueca de 1828. En primer lugar presentaremos algunos datos sobre el autor y su obra. El teniente de marina Carl August Gosselman (1799-1843), nacido en Suecia, llegó en 1825 a lo que en ese período se llamaba la Gran Colombia (1819-1830); el primer lugar desde donde avista tierra firme es el Cabo de la Vela, en la Guajira, para, después de permanecer un período en la región costera, adentrarse en los valles de Aburrá, San Nicolás y llegar luego a la capital, Santa Fe de Bogotá. Diez años después, Gosselman regresa para realizar un periplo más amplio con el encargo de escribir un Informe sobre los Estados Sudamericanos en los años 1837 y 1838, que también cuenta con traducción al español. Viaje por Colombia es considerado literatura de viajes. Hacemos esa aclaración, porque inicialmente el viaje se emprende para cumplir con una misión encargada por la Corona sueca, relacionada con la minería y el comercio, asunto que es el fin primero y * Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2009-13326-C02-01, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1 no el viaje en sí mismo. Sin embargo, todavía hoy es leído en Suecia como literatura de viajes, pues es esta la transformación que sufre desde el momento de la recepción del texto. También se tradujo al alemán, lengua en la que alcanzó gran popularidad. El libro está dividido en dos partes, cada una de diez capítulos, a lo largo de los cuales el autor hace un recorrido de índole antropológica y etnográfica. Encontramos descripciones minuciosas del clima, la temporada de lluvias, los paisajes, los hábitos indumentarios, el mobiliario y las costumbres sociales, así como los sistemas de transporte; observaciones, paso a paso, sobre los modos de vida cotidianos, desde la temprana mañana hasta la caída de la noche, incluyendo comentarios gastronómicos en sus respectivos contextos. Una parte importante del texto está dedicada a la descripción de la naturaleza: los ríos, su caudal, su navegabilidad, las variaciones climáticas en un mismo día y en relación con la topografía. En su estancia en la provincia de Antioquia el autor relata su encuentro con familias suecas que viven en Colombia, como los De Greiff y los Houssolff, y de acuerdo con lo agradable de las costumbres y del clima dice “durante todo el tiempo que el grupo estuvo reunido en la casa y en otros sitios de Medellín […] le parecía a uno trasladarse a Suecia a lo que ayudan el clima y los hermosos parajes que rodean a esa ciudad, donde se goza de la región natural más agradable de Colombia” (1979: 228). De esta parte de Colombia hace el elogio también de las costumbres de sus habitantes. En otros lugares como Bogotá, Cartagena u Honda, se refiere a las prácticas de los comerciantes y de los tenderos, también a los servicios de salud, como es el caso de un hospital regentado por los franciscanos, al que hace referencia. El recorrido va desde la costa del Caribe, Cartagena, Santa Marta, Mompós, luego viaja por el río Magdalena, por el río Nare, hace un recorrido por la provincia de Antioquia, se traslada luego a la capital, Bogotá, y completa el libro con observaciones históricas y antropológicas de carácter general, para terminar con la narración del viaje de regreso por la costa del Caribe. Es un libro de investigación antropológica, geográfica y etnográfica, con numerosos detalles sobre las formas de vida en las diferentes regiones de la Colombia del siglo XIX. Por otra parte, también provee información para el extranjero que se proponga viajar a Colombia: “lo que se ha tratado de esbozar es el cuadro de la mezcla de distintas razas, colores y climas, con las características y variaciones tan propias de la población colombiana” (1979: 344). Ofrece una visión de Colombia de la primera parte del siglo XIX por el conjunto de informaciones de diferente índole que provee. Los análisis y descripciones que presenta el autor son abundantes. Enumera provincia por provincia el número de habitantes, describe los rasgos de cada una de las razas, luego contextualiza histórica y económicamente su recorrido que en un principio es geográfico y etnológico. Y, sobre todo, hace un elogio de la manera en que los colombianos hablan el castellano, de lo sonoro de la lengua y del placer que es escucharlos hablar. La traducción al castellano es legible, fluida, coherente y de agradable lectura. El mismo texto en sueco hubiese deleitado a teóricos como Berman con su posición extranjerizante, dado que se encuentra constantemente interferido por 2 el castellano, con las explicaciones correspondientes en sueco. Estas interferencias, obviamente se hacen innecesarias en el texto en castellano que presenta Ann Christien Pereira. El original sueco fue publicado en 1828. Se volvió a imprimir en 1830, y es este el texto señalado como fuente de la traducción al castellano en la publicación que hace el Banco de la República. El original experimenta reediciones en formato modernizado en 1950 y 1971. La publicación digital en español lleva una introducción realizada por Hans E. Sköld, a la sazón embajador de Suecia en Colombia. Al leer el texto en español con tanta fluidez se podría inferir que la traductora aclaró muchos detalles, quizás sí, pero también omitió, allí donde no vio necesidad de hacer aclaraciones para el público colombiano; la estrategia domesticadora es evidente y razonable. La traducción está enriquecida con aportes al texto que tienen que ver con el evidente conocimiento que tiene la traductora sobre la naturaleza tropical; tal es el caso de términos como “aguacero”, que en el original sueco es regn, “lluvia”, y para el que la traductora da la característica de “aguacero”, puesto que, sin duda, conoce la fuerza de las lluvias en el trópico. En otras ocasiones, se puede observar el esfuerzo de la traductora por pasar al español ciertos términos, particularmente de carácter cultural, y que tendrían sentido para el lector sueco y no para el lector en castellano. Es el caso del término “Monsterulla” en la siguiente frase: “La otra unidad era un escuadrón llamado Húsares, al que tan solo le quedaban el nombre y el sable, porque los caballos escaseaban hacía mucho en este Cuerpo Monsterulla”. En realidad mönsterrulla (1830: I, 49), es un término militar antiguo, que quiere decir “libro de registros”; la frase en español debería leerse entonces “porque desde tiempo atrás no había ya caballos registrados en este cuerpo”. En algunas ocasiones, cuando la traducción es muy literal, podría inferirse que la traductora decide, seguramente muy a su pesar, atenerse a la estructura del caso, para no arriesgar tergiversaciones; así ocurre con “frutos de raíces, como la yuca y la arracacha”. En sueco rotfrukter (1830: I, 40) significa en realidad raíces tuberosas o simplemente, tuberosas; en el original incluye el autor yams, que es el ñame, omitido en español. Con frecuencia, el autor combina su narración con expresiones en otras lenguas, entre ellas el latín. La traductora imita la estrategia del autor, dejando dichos términos también sin traducir. Sin embargo, la consistencia en esta estrategia solo se mantiene cuando es necesaria. En el caso de materiam superabat opus, que aparece en latín en el texto sueco, la traductora escribe en nota a pie de página, “la obra superaba la materia”, una expresión que utiliza el autor en sentido negativo en un pasaje en el que quiere insistir en el hecho de que la casa que visita tiene muy pocos muebles. Aunque haya pocos muebles, los viajeros siempre cargan su “hamaca”, que cumple la función de cama y es el “lugar” que prefiere el autor para dormir, cuando hace calor; este término aparece con mucha frecuencia en el texto. “Hamaca” es una palabra de origen quechua; en la versión sueca de 1828 se lee hängmatta, häng del verbo “colgar”, y matta, “alfombra”. La hamaca es un objeto que aparecerá a lo largo del libro como el lugar 3 privilegiado de descanso seguro y limpio para el viajero. La descripción de la casa ocupa mucho más espacio en el original. La traductora ha debido omitir pasajes, dada la densidad de la descripción sueca; consideró que en castellano no se necesitaba una descripción tan exhaustiva sobre todo del interior de los lugares y del mobiliario, para que el lector en castellano captara el contexto. El autor introduce constantemente nuevo léxico en sueco. Cuando llega al asunto de la cañabrava, que él denomina “cañas-bravas” (1830: I, 91), deja el término en castellano y enseguida explica en sueco, storarör, “largas cañas”. La estrategia de incorporación de léxico castellano en el texto original permite que el lector sueco perciba la realidad colombiana, en sus diferencias, comparada con la de Suecia; teniendo en cuenta que muchas veces no existen palabras suecas para describirla. Podríamos decir en nuestra terminología actual, como lo habíamos anotado antes, que el texto original está extranjerizado, y no solamente con palabras del castellano, pues también aparecen incorporadas en el texto palabras extranjeras provenientes de otras lenguas como el francés y el alemán. Observamos que cuando la traductora se encuentra con palabras extranjeras diferentes del sueco, en ocasiones las deja tal cual, o bien, añade una nota o traduce; no espera que sus lectores en castellano tengan los mismos conocimientos de lenguas extranjeras que los que tuvo Gosselman en sueco. También es cierto que desconocemos si hubo intervención editorial sobre el texto entregado por la traductora, como seguramente ocurrió. En lo que se refiere a las explicaciones que da el autor de la terminología castellana que utiliza, con justa razón, la traductora las omite. Cuando en el capítulo V se habla de los “bongos” en los que se transporta la mercancía, en sueco se lee “botes och bongos” (1830: I, 113). Ninguna de las dos palabras existe en sueco, por lo que más adelante se da una descripción muy clara de cómo están construidos y de las funciones que cumplen. Los otros términos que hacen referencia a embarcaciones se resuelven en sueco con canoter, “canoas”; o flodfartyg (1830: I, 164), que significa “embarcación de río”. Términos como “bollos” pasan al sueco tal cual, con la consiguiente explicación “especie de panes hechos con harina de maíz y plátano, que son devorados por los nativos”. Lo mismo sucede con “pita” o “cabullas de pita” (1830: I, 194), que pasa así al sueco con la explicación, “especie de cuerda confeccionada con un producto común en el país”. En lo que se refiere a aspectos netamente culturales la traductora, en ocasiones omite asuntos que son claros para el lector de la versión castellana; en otras traduce, al pie de la letra, las apreciaciones culturales y la estupefacción que el autor quiere comunicar a sus compatriotas nórdicos. Palabras como “carajo”, requieren explicación en sueco, por lo que cuando esta aparece en el texto original es presentada con una nota explicativa. Es también el caso de “pendejo”, otra palabra que requiere explicación; el autor insiste en comentar que es lo peor que un español puede decir a otro. Dice que había escuchado a un señor de origen francés, con español como lengua materna, decir que “Mais pendejo –Messieurs– pendejo c’est un mot, qu’aucun Espagnol ne peut pas 4 digérer!” (1830: II, 5 nota). Estas explicaciones, evidentemente, no son necesarias en castellano. Asuntos de carácter religioso se muestran en las explicaciones que se dan en sueco de la utilización de nombres de lugares precedidos por santa o san, como Santa Fe o Santa Cruz y que el autor considera producto de la influencia de los españoles, que adjetiva de católicos mojigatos o beatos. Expresiones como ”Ave Maria purissima, santissima!” y ”Adios Santa Cruz de Mompox” (1830:, I, 197-198), aparecen en español en el texto sueco. Estas expresiones, así como la nota, muestran el origen protestante del autor y sus diferencias con las actitudes católicas y la influencia de estas últimas en el país que visita, apreciación muy personal que es innecesaria en castellano. Un personaje que sorprende al autor es el silletero. La palabra se presenta en español, explicando que viene de “silla” y que se refiere a un peón que lleva a un hombre en una silla. Así, encontramos con frecuencia el texto en sueco interferido por el castellano y luce así: ”Samma afton tingade min vän, Bodegueren, trenne utvalda Peoner, som han sade vara, den ene, en "muy bueno Silletero”, och de andra, tvenne "muy buenos cargueros” hvilket, med afseende på deras yrke, skulle rättast kunna öfversättas med en mycket god Ridhäst, och tvenne mycket goda Packhästar. Med Silletero förstås nemligen en Peon, som bär menniskor, och med Carguero en som här varor. Den första benämningen kommer afordet Silla–. Stol eller Sadel –och det andra af Carga– Last eller Börda” (1830: II, 9). Además, en la primera página del segundo tomo hay un grabado que representa a un silletero llevando a un señor que fuma placenteramente. Hay comparación cultural cuando, al llegar a la provincia de Antioquia, el autor describe a sus habitantes, comparándolos con una escena de un cuadro flamenco, por su físico corpulento exhibido alrededor del fuego, en un rato de descanso. También hay comparación cultural cuando describe el sombrero que llevan las mujeres en Antioquia, añadiendo que podría verse mejor si llevara ciertas características propias de los sombreros en Europa, en la época, como la alta copa y las alas angostas dobladas hacia arriba. Hay otra comparación cultural, en lo que se refiere a la piel de la gente que habita Antioquia, pues hay muchos blancos en comparación con la costa, en donde abundan los habitantes de piel oscura. El autor, para aceptar esta estética que en un principio él no calificaría de colombiana, dice que decorarían perfectamente con su blancura las ventanas del norte de Europa. Este interés por la comparación también se manifiesta en la descripción de los interiores y el mobiliario, pues en Suecia, debido a los largos meses del invierno, se vive mucho dentro de las casas y el mobiliario es de vital importancia. Las alteraciones al pasar el texto sueco al castellano son inevitables. Es interesante resaltar el caso de la muestra de mestizaje cultural con la fiesta del Corpus Christi. En español constatamos que se omitieron las referencias comparadas entre los católicos y los protestantes. El autor critica la pompa que se hace para el Corpus, asunto que la traductora –o los editores colombianos– prefieren pasar por alto. 5 Cuando llega al salto del Tequendama, el autor, hace una descripción de la sorprendente fuerza y belleza del paraje; al describir esta fuerza hace alusión al lugar perfecto para un suicidio seguro. Lo que sorprende, es la relación paradójica de la belleza con el suicidio, y el lector castellano toma entonces la tendencia al suicidio como una característica muy nórdica. En realidad, el texto sueco no habla de suicidio sino de ättestupan. Una leyenda dice que en Suecia, hace muchos siglos, en espacios geográficos con abundantes precipicios, como sería el caso del salto que describe el autor, se hacía caer por ahí a los viejos que ya no resultaban útiles. El fenómeno que describe el autor sueco como ättestupan, no corresponde exactamente al que da la traductora de “suicidio”; además, la traductora habla de “comprar un pasaje para el salto del Tequendama”, mientras que el autor habla de “paso” en el sentido geográfico. En este caso, la traducción introduce un tipo de estereotipo cultural sobre Suecia y el asunto de ättestupan sigue siendo hoy confuso y, quizás, estereotipado para los colombianos. Las descripciones densas del sueco se hacen livianas en español y muchos de los fragmentos que demuestran la sorpresa del autor de que está viviendo casi una ficción, se omiten en la traducción, dado que lo que para el autor sueco es una sorpresa, para el lector colombiano forma parte de la vida cotidiana. En el original, expresiones como: “Toda la casa está a vuestra disposición” se presentan en español y luego se traducen al sueco con una explicación. Podríamos inferir que esto se debe a que la expresión y lo que ella contiene nunca se hubiesen utilizado en sueco. El autor, en este caso, explica además la expresión mediante una comparación cultural, diciendo que en esto se parecen las casas de los curas colombianos y las de los párrocos suecos. Esta comparación se evita en la traducción, lo que tiene como efecto que el lector de la traducción infiera que en Suecia nadie pondría la casa completa a disposición de un desconocido. Este comentario es importante, dado que el autor en muchas ocasiones se hospeda en casas de curas católicos. Para el autor es evidente que los curas católicos no tienen esposa; sin embargo lo que encuentra es que generalmente cohabitan con mujeres, aunque no se casan. Esto en español se obvia, diciendo simplemente que las mujeres del poblado acudían a visitar al señor cura después de la cena. Suponemos que esto se hace para no levantar sospechas indecorosas contra los curas. De todas maneras, en el texto sueco toda esta narración resulta sintácticamente bastante complicada y semánticamente oscura. Se pretende sugerir que los curas que viven en Colombia, que se suponía debían mantener el celibato, solían vivir con una mujer que no era su ama de llaves sino que esta más bien cumplía la función de esposa, y que incluso en ocasiones tenían hijos con ellas. Es interesante reflexionar sobre ese cambio, que podría entenderse como una omisión consciente para no faltar el respeto al espíritu católico y a sus clérigos. De todos modos, la omisión, como decíamos anteriormente, puede también ser obra del corrector. A modo de conclusión, podemos afirmar que la traductora incurre con frecuencia en una traducción cultural y en adaptaciones. Se producen omisiones, cuando la 6 traductora considera que el lector en castellano no necesita las explicaciones dirigidas a los receptores originales de la obra sueca. El autor desarrolla una comparación intercultural e intracultural. La estrategia de comparación que ha utilizado el autor para hacer los comentarios sobre aspectos culturales continúa cuando emprende el viaje de regreso a Europa, al comparar la costa colombiana con el interior del país, a medida que va describiendo el recorrido con sentimientos de nostalgia. En esta breve exposición hemos mostrado que Viaje por Colombia es un documento valioso sobre la Colombia del siglo XIX, por sus descripciones exactas del país, de su geografía y sus costumbres. Además, hemos argumentado que indirectamente también es un documento sobre Suecia, ya que la narración está desarrollada desde un punto de vista sueco y hacia un público sueco. La traductora, mediante una serie de pequeñas e inevitables transformaciones, ajusta el texto a un público lector de habla hispana, adaptando algunas explicaciones a los contextos culturales y religiosos locales. En ocasiones, como en el pasaje sobre el suicidio, introduce en su traducción estereotipos sobre Suecia. Lo interesante de esta obra, de este viaje de ida y vuelta de los textos, es que siendo una experiencia vivida por un sueco, en castellano, en América, se relata en sueco y se lleva a Suecia impregnada de la lengua extranjera para ser leída por lectores suecos que desconocen la geografía y la cultura colombiana al comenzar el libro, pero que terminan involucrándose en esta cultura, al finalizar la lectura. Luego vuelve al castellano impregnada –enriquecida– de interferencias culturales extranjeras. Extranjerización y domesticación se conjugan para ofrecer a los suecos un paisaje colombiano desde la voz de uno de sus compatriotas, y a los colombianos una visión de su propio país desde la voz de un extranjero que da cuenta clara de su sorpresa, del encantamiento que significó para él su pasaje por estas tierras. BIBLIOGRAFÍA GOSSELMAN, Carl August. 1950. Resa i Colombia. Ilustraciones de Gösta Geerd, Estocolmo, Niloé; existe una versión abreviada: Resa i Colombia, Helsingborg, Bokfrämjandet, 1971. GOSSELMAN, Carl August. 1962. Informes sobre los estados sudamericanos en los años 1837 y 1838. Ed., introd. y notas de Magnus Mörner, trad. del sueco de Ernesto Dethorey, Estocolmo, Biblioteca e Instituto de Estudios Ibero-americanos de la Escuela de Ciencias Económicas. Texto original: Rapporter om Syd-amerikanska. Insända till H. E. Statsministern för utrikes ärenderna åren 1837 och 1838, Nyköping, 1840. GOSSELMAN, Carl August. 1979. Viaje por Colombia (1825-1826). Versión castellana de Ann Christien Pereira, Bogotá, Publicaciones del Banco de la República (“Archivo de la Economía Nacional”, 41), 2ª ed., 1981. Texto original: Resa i Colombia åren 1825 och 1826, Estocolmo, Johan Hörberg, 1830. 7