4 DE JUNIO DEL 2009 Fecha: 04/06/2009 Sección: OPINION Páginas: 7 O.J.D.: 159448 E.G.M.: 808000 La reacción ante los casos de corrupción en España Irresponsables y bien vestidos Debemos exigir responsabilidades políticas porque está en juego la salud moral de la democracia REYES Mate a democracia no está al abrigo de las corrupciones, ni los políticos demócratas, de los errores. El sistema se defiende de esos abusos con el derecho, desde luego, y también con la responsabilidad política. Es esta una especie de fusible social con el que se garantiza la salud moral de la democracia. El problema de la responsabilidad política es que no se sabe muy bien cuándo y cómo y a quiénes debe aplicarse. Ahí están, por ejemplo, los diputados y alcaldes madrileños implicados en el caso Gürtel, que han abandonado temporalmente la militancia y dejado sus cargos, mientras que el presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, se exhibe triunfalmente, por no hablar de Federico Trillo, que ve cómo subordinados suyos son condenados por el Yak-42, mientras él se fotografía sonriente con Mariano Rajoy, como si el desdén por la responsabilidad que no asume fuera prueba de que actuó decentemente con los cadáveres del desdichado accidente. L DE ENTRADA, la responsabilidad política poco tiene que ver con culpabilidad penal. El filósofo Karl Jaspers se vio obligado, en 1946, a escribir un libro, dirigido a sus paisanos alemanes, para aclararles que las culpas por la segunda guerra mundial no afectaban solo a los dirigentes nazis que luego serían condenados en el juicio de Núremberg. Estos eran, desde luego, grandes delincuentes, pero algo habría que decir de los que callaron o consintieron; algo también de los que formaban parte de un Estado criminal. Habló entonces a la población que hizo su vida en el régimen nazi de la respon- sabilidad moral, para referirse a los que callaron, y de la responsabilidad política. Sin el silencio o el consentimiento de las masas, Hitler no hubiera llegado adonde llegó; y los alemanes comieron, bebieron, hicieron negocios, disfrutaron de los beneficios y soñaron con el poder y la gloria que les prometía el régimen hitleriano. Unos fueron culpables, y los más, responsables. En el Código Penal no hay lugar, salvo casos excepcionales, para delitos por no hacer nada, ni por el hecho de nacer en un Estado criminal. El SILVIA ALCOBA concepto de responsabilidad, empero, sí se hace cargo de esas circunstancias, entendiendo que Rebajar los 20.000 euros de hay un punto de inmora- los trajes de Camps a la categoría lidad en el hecho de mide ‘regalitos-al-señorito’ es una rar hacia otro lado o de aprovecharse de los fru- burla a los parados españoles tos que procura un Estado como el hitleriano. Y ante esa inmoralidad hay que res- do por dirigentes que, de momenponder; es decir, de esa inmoralidad to, escapan a la justicia del derecho hay que responsabilizarse con algo penal, pero no encajan con la decende la propia persona, sea pidiendo cia que caracteriza a la democracia. perdón, sea indemnizando econóEn ese espacio de inmoralidad micamente o renunciando a seguir que solo puede sanar la responsabien cargos públicos desde los que se lidad política se juega la superioripudo hacer más de lo que se hizo. dad moral del sistema democrático. En efecto, quien asume su responespañoles en sabilidad y abandona el poder prolos que se plantea la responsabilidad clama la autoridad de aquellos a los política son, evidentemente, muy que sirve y a los que su gestión ha diferentes. Aquí estamos hablando defraudado. Con su gesto, está rede una trama de corrupción o de gra- conociendo la primacía del bien coves negligencias o de espionajes ro- mún, al que subordina su proyecto cambolescos entre personajes de la personal y los intereses del partido misma familia (política). Lo que tie- o del Gobierno al que pertenece. Lo nen en común estos episodios nacio- que justifica el ejercicio del poder nales con la situación analizada por en democracia es el servicio al pueel filósofo alemán es la existencia de blo, y cuando esto se malogra, sea un espacio de inmoralidad, ocupa- por negligencia, por incapacidad o LOS CASOS por aprovechamiento, lo que procede es dejar sitio. Esto es, ser responsable. Decisiva en la asunción de responsabilidades es la finura de la propia conciencia. Demetrio Madrid entendió de inmediato que un presidente de Castilla y León no podía ser un imputado y por eso presentó la dimisión, aunque fuera luego absuelto. Federico Trillo está hecho manifiestamente de otra pasta y no le conmueve ni siquiera la condena de militares a sus órdenes, que, como bien se sabe, van por libre. Pero, aunque sea decisiva la conciencia de cada cual, los demás estamos obligados a exigir esa responsabilidad, porque ahí se juega la salud moral de la democracia. Resulta lacerante el desparpajo con que los dirigentes políticos tratan a los jueces de inquisidores del siglo XXI, y a los periodistas, de delincuentes, mientras esperan que el triunfo en las urnas traiga bajo el brazo una absolución electoral de los Francisco Camps, Carlos Fabra e tutti quanti. SI SOLO ESTUVIERA en juego el triunfo electoral, no habría razón para el sobresalto. Ya nos hemos familiarizado con los excesos retóricos de unos y otros. Pero el problema es el fusible moral de la democracia, que parece estar fundido en algunos dirigentes. Rebajar los 20.000 euros que cuestan los trajes hechos a medida por el sastre José Tomás a la categoría de regalitos-al-señorito es una burla a cualquiera de esos parados que tanto juego dieron a Jaime Mayor Oreja, cabeza de cartel del Partido Popular en las elecciones al Parlamento Europeo, en el debate con el socialista Juan Fernando López Aguilar. También aquí el rey va desnudo, aunque vaya cubierto con trajes de muchos euros. H Filósofo e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.