El discurso de la igualdad choca con la realidad

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18/01/2015
Tirada:
11.614 Categoría: Castilla y León
Difusión:
9.853
Edición:
Regional
Audiencia: 29.559 Página:
42
AREA (cm2): 975,5
OCUPACIÓN: 88%
V.PUB.: 2.150
NOTICIAS PROPIAS
OPINION
El discurso de la igualdad choca con la realidad
S
omos iguales todos los españoles?
¿Disfrutamos de los mismos derechos? Sobre la Constitución, sí; en
la vida real, categóricamente, no. A
quien quiera desmentirme le sugiero
que antes de hacerlo avance por las
siguientes doce o catorce líneas, lea
unas sencillas preguntas que se plantean y si no se ve capaz de responder
que sí a al menos una de ellas, que se
abstenga y me dé la razón. O mejor
dicho, que pregunte a quien corresponda por qué eso es así; mi razón, a
fin de cuentas, vale de poco. ¿Reciben nuestros hijos la misma educación indistintamente de la comunidad autónoma en la que viven? ¿Paga los mismos impuestos un
castellano y leonés que un extremeño, gallego o madrileño en circunstancias semejantes? ¿Tenemos todos los españoles la misma cartera
de prestaciones sanitarias? ¿Nuestros empresarios tributan lo mismo
aquí que en el País Vasco? Para estas
preguntas y para varias más,
la respuesta es no.
Al discurso po-
ÓSCAR
GÁLVEZ
DIRECTOR
EDITORIAL
PROMECAL
CASTILLA Y
LEÓN
lítico de la igualdad de
todos los españoles le salen cada semana varias enmiendas a la totalidad, y lo paradójico es que los mismos que defienden que un manchego es igual
que un asturiano o que un castellano y leonés son quienes pasan por
la trituradora ese principio de igualdad, tan inexistente como profundamente necesaria. Para ejemplo,
un botón, o incluso dos, porque esta semana han pasado por Madrid
los consejeros de Educación y de Sanidad de todas las comunidades autónomas y han ratificado lo de casi todos los días: que cada uno hace en
su casa lo que quiere pese
a convivir todos bajo
un techo común.
Es lo que tiene el
Estado de las Autonomías parido en
1982, sobrealimentado desde el sempiterno afán político de comprar
apoyos territoriales y de querer quedar bien con todos (sin lograrlo), que
ha crecido por encima de la talla recomendable y ha hecho que al traje
le salten las costuras más por obesidad que por musculatura.
La igualdad real no parece posible mientras no se ponga orden y
sensatez en nuestro complejo entramado autonómico. No parece siquiera necesaria una involución que genere pérdidas de derechos o servicios, puede ser suficiente con
plo-, en asuntos de salud también se
percibe. Hace sólo cuarenta y ocho
horas que Extremadura incorporó a
su cartera de servicios sanitarios las
operaciones de cambio de sexo y los
tratamientos de fertilidad a mujeres
lesbianas. Cierto es que no son los
tratamientos más frecuentes, pero es
un ejemplo de desigualdad dado que
ciudadanos de otras comunidades
autónomas no lo tienen cubierto por
sus sistemas autonómicos, si bien no
es el caso de Castilla y León, donde
también hace escasamente un mes
se dio el visto bueno a su financiación pública. Las diferencias en otras
La lupa se sitúa especialmente
sobre la fiscalidad. Es, en realidad,
donde se concentran los mayores
y principales agravios
Al discurso político de la igualdad
de todos los españoles le salen cada
semana varias enmiendas a la
totalidad
empezar a construir un marco operativo partiendo del actual, con más
puntos de coincidencia y, sobre todo,
que perdure en el tiempo. El cortoplacismo en el que se mueven los poderes públicos en España, que llega a
anular en ocasiones los beneficios
inherentes a la alternancia política,
castiga a la ciudadanía con cambios
demasiado frecuentes en sistemas
tan importantes como el educativo,
el sanitario y el fiscal, que generan
desigualdades por doquier en estos
ámbitos, fundamentales para el desarrollo económico y social.
Aunque donde toca al bolsillo es
donde más se pone la lupa en búsqueda de esa desigualdad -que le
pregunten a JuanVicente Herrera por
Cristóbal Montoro, Cataluña y alguna que otra Comunidad, por ejem-
prestaciones más cotidianas, como
la atención especializada y la cirugía,
son las que más duelen a los usuarios, fácilmente constatables al comprobar que no se tarda lo mismo en
entrar a un quirófano en una región
que en otra. Ni siquiera hay igualdad
dentro de una misma Comunidad.
Sólo en el rechazo al copago farmacéutico se ha recuperado en los últimos meses la unanimidad perdida,
salvo para los ciudadanos de Ceuta y
Melilla, que pagan un tributo del que
otros estamos por ahora libres en esta España tan igual.
La lupa, como decía, se sitúa especialmente sobre la fiscalidad. Es,
en realidad, donde se concentran los
mayores y principales agravios. Y teniendo en cuenta su efecto transversal en las cuentas públicas, de ahí de-
vienen buena parte las desigualdades. Por ejemplo, algo que afecta de
forma muy directa a Castilla y León
son los privilegios de los que goza el
País Vasco, que gracias a su régimen
especial recibe del Estado un tratamiento distinto que mejora al del resto de comunidades. Una de las consecuencias directas es que el asentamiento empresarial en su territorio
tiene ventajas fiscales que Castilla y
León no puede ofrecer. En ese escenario, lo peor no es tanto lo que la
Comunidad vecina pueda sumar, sino lo que la nuestra pueda restar si,
por ejemplo, se trata de una deslocalización.
Pero hay muchos más casos que
a diario muestran lo irreal del discurso de la igualdad sin necesidad
de recurrir a titulares de cifras millonarias por desajustes en el reparto de fondos. Los gobiernos autonómicos gestionan una parte de los
tributos del Estado y otros que son
propios, de forma que buena parte
de la carga fiscal de los ciudadanos depende de
cada Comunidad.
El resultado no
es otro que nuevos agravios. Hay
abundancia de ejemplos, vayamos
con algunos que refleja el último informe del Registro de Economistas
Asesores Fiscales (Reaf-Regaf ): los
tramos autonómicos del IRPF no son
los mismos en unos lugares que en
otros y sobre un mismo salario se tributa diferente en función de la residencia. Castilla y León figuraba el año
pasado en un punto intermedio y lo
seguirá estando pese a la reducción
en un punto para incentivar el consumo. Impuesto sobre sucesiones y
donaciones: el año pasado eran nueve las comunidades con menor gravamen que Castilla y León y cinco
con mayor, al margen de Ceuta y Melilla, aunque con diferencias de hasta
160.000 euros de carga entre la que
más y la que menos ante un mismo
caso. El desembolso por el impuesto
de Actos Jurídicos Documentados
(AJD) por adquirir una vivienda de
150.000 euros tampoco tiene tratamiento fiscal igualitario: en La Rioja
o Aragón 750 euros menos que en
Castilla y León o Galicia. Son sólo algunos ejemplos, pero suficientes para comprobar que al discurso de la
igualdad le falta lo más importante:
que fuera verdad.
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