el señor es compasivo y misericordioso

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EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO
INTRODUCCION: Propósito de la Carta.
1) La situación que nos interpela (Ver)
1.1 El actual contexto cultural
1.2 Situaciones que surgen
1.3 Respuesta a las rupturas
1.4 La relación con Dios y la Iglesia
2) La buena Noticia que queremos anunciar (juzgar)
2.1. Ser cristiano es seguir a Jesús
2.2. Dios es misericordioso
2.3. Jesús, rostro del Padre
2.4 . El matrimonio cristiano
3) La propuesta pastoral que hacemos (actuar)
3.1. Apoyo a los matrimonios
3.2. Consideraciones acerca de situaciones particulares
3.2.1. Católicos unidos sólo con matrimonio civil
3.2.2. Católicos unidos en las uniones de hecho
3.2.3. Católicos separados y divorciados no casados de nuevo
3.2.4. Católicos divorciados civilmente y casados de nuevo.
3.2.5. Algunas conclusiones
3.3.
Saludo final
1
4) Anexos
1) Carta a los Obispos de la Iglesia Católica (14-IX-1994)
2) Instrucciones para las personas que solicitan los servicios de los
tribunales eclesiásticos en las causas matrimoniales.
3) Proceso de Nulidad Matrimonial en Tribunal Eclesiástico (Mons.
Juan Luis Ysern, Vicario Judicial de Rancagua)
2
EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO
(Salmo 103, vs 8)
INTRODUCCIÓN: Propósito de la carta
A la comunidad diocesana
:
“Gracia y paz a ustedes de parte de Dios
nuestro Padre y de Jesucristo el Señor”
(II Cor. 1, 2)
Con profundo cariño y afecto me dirijo con
esta carta “El Señor es compasivo y misericordioso” a todos los hermanos en
la fe de nuestra Iglesia diocesana. Todos los bautizados formamos parte de
la Iglesia, somos el pueblo de Dios. Las alegrías y sufrimientos, las esperanzas
y frustraciones de cada miembro de la Iglesia, son también alegrías y
sufrimientos, esperanzas y frustraciones de todos los miembros de la Iglesia.
De ahí que nada de lo humano es ajeno a la Iglesia, sea de los que tienen el
don de la fe, como de quienes no poseen ese don.
Una realidad que afecta a muchos creyentes
es que no han podido vivir su proyecto de vida matrimonial, según ellos
mismo alguna vez quisieron, en conformidad con la propuesta de Jesús en el
Evangelio y que presenta la Iglesia Católica. Y esa realidad, que los afecta a
ellos y también a toda la comunidad provoca, muchas veces, desconcierto,
dudas, perplejidades, incertidumbres. A los que viven esas situaciones y a
los que no las viven. Constituye un verdadero problema pastoral de no fácil
solución.
¿Cuál es el problema?.
Que esas personas se sienten
“excomulgadas” de la Iglesia Católica; que ha faltado el desarrollo en la
Iglesia de una pastoral que ayude a esas personas a vivir en la fe el quiebre
que se ha producido en su unión matrimonial; que toda la comunidad
creyente tenga una mirada evangélica frente a estos hechos; no se dispone
de estudios serios – de carácter social, sicológico, jurídico, pastoral – para
comprender y ayudar mejor a las personas; que nuestra comprensión del
matrimonio y de la familia hoy ya no es compartida por amplios grupos de la
sociedad y que, por tanto, debemos hacerlo hoy creíble y atractivo para los
jóvenes.
3
La caridad pastoral es el eje de la acción de la
Iglesia. La cercanía, la solidaridad, el amor, el apoyo, la ayuda, etc. son
expresiones concretas de esa caridad pastoral que deben expresarse en
todas las situaciones humanas. Esta sencilla carta tiene el propósito de
reflexionar, de orientar y de animar a quienes viven estas problemáticas y
también de ayudar y ayudarnos a todos a tener siempre una mirada de amor,
recordando aquello de San Pablo: viviendo en la verdad y en el amor,
crezcamos plenamente, unidos a Cristo” (Ef. 4,15). De eso se trata: de ser
fieles a la verdad que viene de Jesucristo, Redentor de todos. Esta verdad
está cimentada en el amor. Es hermosa y dignificadora la palabra y la acción
de Jesús en el episodio de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11). Ahí se descubre el
amor de Jesús por esa mujer, amor liberador y sanador y, al mismo tiempo,
amor en la verdad: “vete y no vuelvas a pecar” (Jn. 8,11)
En el contexto de nuestro II Sínodo Diocesano
y que estamos implementando, es urgente el rostro de una Iglesia
profundamente acogedora, una Iglesia Madre que ama, que confía, que se
acerca, que es compasiva y misericordiosa. Que todos los católicos
podamos asumir los grandes criterios a tener en cuenta para amar y servir a
quienes no han podido vivir el proyecto de vida matrimonial según el
Evangelio. Se trata - ¡lo sabemos! – de situaciones, a veces, complejas,
difíciles y dolorosas que requieren una palabra de amor y de clara
orientación de la Iglesia. Todos tenemos familiares y amigos que viven estos
dramas humanos. Necesitan nuestra cercanía y nuestro amor. El Sínodo es
un camino de esperanza, de renovación, de conversión, de mayor fidelidad a
Jesucristo y su Evangelio. Jesús, vino a salvar, no a condenar. Vino a
mostrarnos el rostro de Dios, su Padre, que “es compasivo y misericordioso”
(Salmo 103, 8)
Quiero presentar estas reflexiones en tres
momentos:
1)
La situación que nos interpela (VER)
2)
La Buena Noticia que queremos anunciar (JUZGAR)
3)
La propuesta pastoral que hacemos (ACTUAR)
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1)
LA SITUACIÓN QUE NOS INTERPELA (VER)
1.1. El actual contexto cultural
Tenemos que reconocer que actualmente no
se comparte en vastos sectores de la sociedad la visión y comprensión
de la sexualidad y del matrimonio que sustenta nuestra Iglesia.
También, hay hermanos y hermanas de nuestra iglesia que han
asumido en la práctica estas miradas.
Hoy día se habla mucho de las uniones de
hecho, de distintas formas de familia. Hay pre-proyectos legislativos
que quieren dar un estatuto jurídico, incluso, a uniones de parejas del
mismo sexo. Realidades nuevas que nos desafían fuertemente y que
nos urgen a presentar con toda su fuerza el ideal evangélico, propuesto
por Jesús, del amor humano.
Gracias a Dios, hay aún muchos que quieren
vivir su amor en el Señor y se casan con la alegría, la esperanza y la
voluntad de expresar sacramentalmente el amor de Dios por la
humanidad. Anhelan vivir el proyecto divino del amor humano.
También hay quienes no habiendo querido celebrar el sacramento del
matrimonio, luego de algunos años de convivencia, consideran que
hacerlo será para ellos una expresión más plena de su voluntad de
acoger la gracia del Espíritu para vivir en amor y mutua fidelidad para
el resto de la vida.
1.2.
Situaciones que surgen.
Dada la condición humana surgen, a veces,
problemas en las relaciones matrimoniales. Se producen crisis en el
proyecto de amor con el que se había soñado; hay rupturas, hay
fracasos. Las causas son múltiples: la cultura y los nuevos modos de
vivir y comprender las relaciones de pareja, enfermedades físicas y
síquicas, el conocimiento y enamoramiento de una tercera persona;
inmadurez al momento de contraer matrimonio, falta de libertad en la
decisión de amarse y respetarse para toda la vida; situaciones
laborales que exigen largas ausencias o extenuantes jornadas; un
5
ambiente permisivo y erotizado, con fuerte presencia en los medios de
comunicación social que distorsiona la visión creyente del amor
matrimonial, etc. En todas estas situaciones y en otras similares se
expresa la fragilidad humana, la propia debilidad y el pecado.
1.3. Respuesta a las rupturas
¿Qué sucede entonces, cuando ya se ha
producido un quiebre en el proyecto de vida matrimonial?.
 Hay quienes viven sus problemas y crisis como
una oportunidad para volver a creer y amar. Para ello, intensifican su
vida espiritual, comunitaria y sacramental, recurren a la ayuda de
profesionales que les puedan ayudar a reconocer y superar las
dificultades. En la pastoral familiar de muchas diócesis del país existen
centros especializados de Consejería Familiar que prestan diversos
apoyos para superar las situaciones que se viven y salir fortalecidos de
la crisis vivida.
 Algunas
personas
buscan
que
sus
matrimonios sean declarados nulos por la Iglesia, debido a que han
descubierto que hubo vicios en el consentimiento. En las diócesis
existen los Tribunales y/o los Oficios Judiciales que estudian estos
temas y buscan, en la medida de lo posible, resolverlos.
 Hay personas que frente a las dificultades
insalvables, optan por la separación, la cual podrá ser temporal o
permanente.
Hay quienes pierden toda esperanza y por la
profundidad del quiebre, al menos una de las partes, considera que ya
no hay posibilidad alguna de reconciliación. Cuando esto sucede las
personas siguen también diversos caminos, buscando en algunos de
ellos consuelo y esperanza, una posibilidad para poder volver a amar.
 Algunos recurren a la ley de divorcio, hoy
posible en Chile. Cuando lo obtienen suelen contraer un nuevo vínculo
civil.
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 Muchos comienzan una nueva relación de
pareja, sin preocuparse –inicialmente o quizás nunca – de tramitar
ningún proceso de nulidad o divorcio.
Es necesario tener presente que siempre – o
casi siempre – todas estas situaciones están acompañadas de mucha
confusión, sufrimiento y dolor.
1.4. La relación con Dios y la Iglesia
Podemos hacernos la siguiente pregunta:
¿cómo viven estas personas su relación con Dios y la Iglesia?.
Son muy diversas las experiencias que las
personas hacen con Dios y la Iglesia, cuando viven una crisis en su
proyecto de vida matrimonial. En general, podemos observar que
muchos creyentes se sienten más cerca de la Iglesia cuando se
encuentran en disposición de renovar su compromiso de amor
primero, que cuando se ha consumado una ruptura y ahora se busca
algún otro camino para vivir en pareja. Cuando ya se ha consumado
una separación, muchos fieles católicos, vivan o no esa situación,
consideran que quienes se han vuelto a casar están excomulgados y no
pueden ya participar en la Iglesia.
Aunque no todas, muchas de las personas que
se han separado y que se han vuelto a casar se sienten tratadas con
desconfianza en la iglesia, se siente condenadas por ella, marginadas
de la fe común, de la vida sacramental y de la práctica común de la
caridad. La consecuencia es obvia y evidente: una nula o muy escasa
participación en la vida de la Iglesia.
Estos sentimientos hacia la iglesia, muchas
veces, se proyectan también hacia Dios y, por tanto, muchas de estas
personas que han vivido un quiebre en su matrimonio, terminan
viviendo una crisis en su experiencia de fe, la que puede conducir hacia
la no creencia, o bien, a la adhesión de algunas de las tantas ofertas
espirituales que hoy se ofrecen en el mercado religioso.
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Por cierto, en ocasiones nuestros hechos y
palabras han dado lugar a esta distancia con la Iglesia o han
contribuido a ella. Pero también, ha habido personas que no han
podido o no han querido mirar su situación con un sentido más crítico,
justifican incondicionalmente su actuar, y sólo esperan que la Iglesia
avale y bendiga un nuevo proyecto de vida matrimonial.
ALGUNOS HECHOS DE LA VIDA REAL
Se presentan algunas situaciones concretas, que los pastores
escuchamos y hemos de atender “en la verdad y en el amor” (Ef. 4, 15)
1. Con ocasión de la iniciación a la Primera Eucaristía de los niños, algunos padres
católicos que está separados y vueltos a casar solicitan ser admitidos al
Sacramento de la Eucaristía. Y piden al sacerdote “permiso por esta única vez
para comulgar y acompañar así a sus hijos en el momento solemne de su
Primera Eucaristía.”
2. Me ha tocado conversar con hermanas y hermanos en la fe, separados y
vueltos a casar solo civilmente. Me han dicho: “Nosotros que estamos fuera
de la Iglesia; nosotros que estamos excomulgados, ¿somos también amados
por Dios?. Nosotros ¿podremos salvarnos?”
3. Un amigo sacerdote me contaba de una persona separada y vuelta a casar que
participa cada domingo en la Eucaristía y recibe la Santa Comunión.
Conversando con esa persona me decía: “Yo he llegado a la convicción de
conciencia que mi primer matrimonio fue absolutamente inválido. Mi
verdadero matrimonio es el actual”.
4. Un laico amigo, con mucho compromiso pastoral en su parroquia, me decía:
Sería bueno que se pongan de acuerdo acerca de estos temas tan delicados
todos los sacerdotes. Hay diferencia de criterios en relación a estas
situaciones matrimoniales especiales. Eso confunde mucho a los fieles”.
5. Una señora de mucha fe, cuyo esposo la abandonó hace muchos años, se
dedicó a criar y educar a sus hijos y hasta hoy conserva fidelidad a su esposo
afirmó: “Yo voy a Misa todos los domingos, pero no comulgo porque estoy
separada”.
Podríamos multiplicar los ejemplos y los hechos. Estamos ante una
realidad dolorosa y, a veces, dramática. Y donde existen conceptos equivocados y
mucha confusión. Los mismos hechos señalados nos muestran algo de esa
8
confusión.
2)
LA BUENA NOTICIA QUE QUEREMOS ANUNCIAR (JUZGAR)
2.1. Ser cristiano es seguir a Jesús.
Todos conocemos personas – y algunas muy
cercanas y queridas – que viven situaciones como las descritas.
Muchas de ellas amantes del Señor y su
Evangelio y que sufren profundamente. La Iglesia, que es madre de
todos, ha de hacerse presente en esas situaciones que requieren
orientación, consejo, apoyo y discernimiento. Y lo que tiene que decir
es el Evangelio, una Buena Noticia que nos llama a todos a la
conversión y a la fe. (Mc. 1, 15).
Un Evangelio que se encarna y se manifiesta
en Jesucristo: Su Persona es la Buena Noticia que Dios tenía que decir
a todos. Ser cristiano es seguir a Jesús. Cristiano es aquel que se
esfuerza por construir su vida siguiendo las huellas de Jesús. Es lo que
hicieron los apóstoles de la primera hora ante el llamado de Jesús. Y es
lo que han hecho millones y millones de seres humanos en 20 siglos de
cristianismo. Seguir a Jesús es inspirarse en Él para continuar hoy de
manera responsable la obra comenzada por Él y con Él. “Seguir a Jesús
es creer lo que el creyó, dar importancia a lo que Él se la dio,
interesarnos por lo que Él se interesó, defender la causa que Él
defendió, mirar a las personas como Él las miró, acercarnos a los
necesitados como Él lo hizo, amar a las gentes como Él les amó,
confiar en el Padre como Él confió, enfrentarnos a la vida con la
esperanza con que Él se enfrentó” (J.A. Pagola)
2.2. Dios es misericordioso.
En el Antiguo Testamento, un momento
privilegiado del encuentro y del diálogo con Dios es, sin duda, la
oración expresada especialmente en los salmos. El gran protagonista
9
de los salmos es Dios. Para los autores de los salmos, el Señor se
convierte en el motivo de la alabanza, el destinatario de la súplica o el
origen de las maravillas que existen en la naturaleza y en el hombre.
Dios es descrito en los salmos con sus diferentes características: justo,
fiel, misericordioso, compasivo, generoso para con los hombres y el
pueblo de Israel. Los salmos perfilan, por tanto, el rostro de Dios.
El título de esta carta está tomado del salmo
103, el Señor es compasivo y misericordioso que dice:
“Bendice al Señor, alma mía,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
no te olvides de sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas,
y sana todas tus enfermedades.
Él rescata tu vida de la tumba,
y te colma de amor y de ternura;
sacia de bienes tu existencia,
y te rejuvenece como un águila.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos.
Él dio a conocer sus planes a Moisés,
sus hazañas a los hijos de Israel.
El Señor es clemente y compasivo,
paciente y lleno de amor;
10
no nos trata como merecen nuestros pecados,
ni nos paga de acuerdo con nuestras culpas.
Como la altura del cielo sobre la tierra,
así es su amor con los que lo respetan.
Y así como está lejano el oriente del poniente,
así aleja de nosotros nuestros crímenes.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
así siente el señor ternura
por quienes lo respetan.”
2.3. Jesús, rostro del Padre.
El Salmo 103 es un precioso himno de
alabanza a la misericordia de Dios. En continuidad con el Antiguo
Testamento Jesús, el Hijo de Dios, nos ha mostrado en el Nuevo
Testamento, el rostro del Padre, el lenguaje apropiado para invocarlo y
el camino que conduce a Él. Jesucristo, el Enviado del Padre, nos
mostró su rostro de amor, de compasión, de ternura. Nos enseñó el
“Padre Nuestro” (Mt. 6, 9-13). Jesucristo es la plenitud de la
revelación.
Jesucristo se compadeció de quienes andaban
como “ovejas sin pastor” (Mc. 6, 34); perdonó y redimió a la mujer que
querían apedrear, quienes se sentían cumpliendo la ley de Dios (Jn. 8,
1-11); desenmascaró la hipocresía de quienes se creían más justos y
santos que los demás (Lc. 18, 9-14); nos enseñó a amar a todos,
incluso a los enemigos. (Mt 5, 43-48)
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La Buena Nueva de Jesucristo es un llamado a
la conversión. El Evangelio no es para autojustificarnos, para
corroborar lo que estamos haciendo, no es una ideología. El Evangelio
nos transforma, nos da vida, vida nueva, vida plena. Cada uno de
nosotros, esté en la situación que esté, debe preguntarse como el
Evangelio de Jesús es un llamado a la conversión, un llamado a amar,
creer y esperar. Nadie está exento de este llamado.
La Buena Noticia que Jesús trajo al mundo es
el infinito amor de Dios por nosotros, por su Iglesia, por toda la
humanidad.
La Buena Noticia de que el amor entre un
hombre y una mujer expresa en la historia ese amor de Dios por todos
nosotros, por su Iglesia, por la humanidad. De allí las propiedades del
matrimonio: la unidad e indisolubilidad. A ello estamos llamados, ese
es el horizonte de sentido de toda vida conyugal. La Iglesia sigue
haciendo esta invitación, anunciando esta Buena Nueva. Ayer, hoy y
siempre. Es la propuesta evangélica del amor humano y que el
Catecismo de la Iglesia Católica (Nºs. 1659 – 1666) resume así en ocho
puntos:
12
2.4. El matrimonio cristiano
J
 San Pablo dice: Maridos amen a sus mujeres como Cristo
amó a la Iglesia. Gran misterio es éste, lo digo con
respecto a Cristo y la Iglesia” (Ef. 5, 25, 32)
 La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer
constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue
fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por
su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así
como a la generación y educación de los hijos. Entre
bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo
Señor a la dignidad de sacramento. (GS. 48,1; CIC, CAN.
1055,1)
 El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo
con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el
amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del
sacramento perfecciona así el amor humano de los
esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el
camino de la vida eterna. (Concilio de Trento: DS 1799)
 El matrimonio se funda en el consentimiento de los
contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y
definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y
fecundo.
 Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un
estado público de vida en la Iglesia, la celebración del
mismo se hace ordinariamente de modo público, en el
marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el
testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea
de los fieles.
 La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad
son
esenciales al matrimonio.
La poligamia es
incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio
separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad
priva a la vida conyugal de su “don más excelente”, el hijo.
(GS 50,1)
13
 Contraer un nuevo matrimonio por parte de los
divorciados mientras vivan sus cónyuges legítimos
contradice el plan y la Ley de Dios enseñados por Cristo.
Los que viven en esta situación no están separados de la
Iglesia, pero no pueden acceder a la comunión eucarística.
Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus
hijos en la fe.
 El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el
primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada
justamente “iglesia doméstica”, comunidad de gracia y de
oración, escuela
de virtudes humanas y de caridad
J
cristiana.
Junto con seguir anunciando con gozo
profundo la Buena Nueva del amor humano, la Iglesia es madre para
todos, y en este caso, especialmente para todos los hermanos y
hermanas que han vivido una situación de quiebre en su unión
matrimonial, ofreciéndole un camino espiritual a las parejas que
desean seguir unidos Cristo y educar a sus hijos en la fe, a realizar
obras de caridad y ser testimonios vivos de fe y de amor cristiano en
todos los ambientes.
De ahí que en esta etapa post-sinodal y dentro
de la Pastoral Familiar, anhelamos ofrecer un servicio pastoral que
tenga las siguientes finalidades:
 Volver a acercar a la Iglesia a las personas separadas, a las
personas divorciadas y vueltas a casar, que estuvieron o están lejos
de ella a causa de su actual realidad.
 Reiterar el llamado universal a la santidad a todos los bautizados.
14
 Ayudar a las parejas a encontrar un camino de salvación a través
de la espiritualidad, participación en la vida de la Iglesia y obras de
caridad.
Se trata, pues, de apoyar a los hermanos para
que sostenidos con el misericordioso mensaje del Evangelio y
fortalecidos en la fe, compartan con otras parejas, en situaciones
similares, un mensaje de amor y esperanza, de bondad y de
misericordia para quienes buscan acercarse a Dios y caminar en una
senda de luz y de paz.
15
3)
LA PROPUESTA PASTORAL QUE HACEMOS
(ACTUAR)
El Documento final de nuestro II Sínodo
Diocesano en la dimensión misionera (letra D, 15 al 20) y bajo el título
de “la evangelización de las familias y su compromiso con la misión
permanente” señala una serie de propuestas pastorales.
El Departamento Diocesano de pastoral
familiar está preparando el proyecto post – sinodal para fortalecer la
familia, según el proyecto divino del amor humano y en ese proyecto,
entre otros aspectos considerará lo que pide el Sínodo:
“Apoyar y acompañar a las familias
que sufren desencuentros, con
una pastoral especializada y multidisciplinaria, para que puedan
experimentar la cercanía de la
Iglesia Madre y sentir la acogida de
la comunidad creyente.”
(Dimensión Misionera D. 18)
3.1. Apoyo a los matrimonios.
Es clara la voluntad del Sínodo, que no es otra
que la de toda la Iglesia.
Queremos impulsar dentro de la Pastoral
Familiar, una acción pastoral y dinámica en todos los niveles posibles
para presentar en toda su belleza el proyecto divino del amor
humano. El mayor esfuerzo pastoral debe estar dirigido en este
sentido. Pero también queremos desarrollar, dentro de la Pastoral
Familiar, una pastoral a favor de todas aquellas familias que estén
viviendo o que hayan vivido un quiebre en sus relaciones
matrimoniales.
La Iglesia diocesana quiere estar presente y
cercana a estas situaciones. Para acompañarlas como Madre y
Maestra. Ello supone el cuidado y la preparación de agentes de
16
pastoral matrimonial, especialmente cualificados y con sólida
formación y fidelidad a la doctrina de la Iglesia en estos delicados
asuntos.
La Buena Nueva del matrimonio y la familia
están unidos al misterio de la relación de Cristo con la Iglesia (Efesios 5,
21-33). El autor de la carta a los Efesios se extiende más en los deberes
de los esposos y es porque ve en la unión matrimonial una figura de la
unión de Cristo y de la Iglesia, tema fundamental de la carta.
En todas las situaciones de la vida – y también
en las dificultades matrimoniales – es importante el anuncio de la
verdad de Cristo. La caridad, la comprensión y misericordia con las
personas, no nos exime de proclamar clara y completa la verdad que
viene de Dios.
La pastoral familiar diocesana promoverá
acciones que permitan valorar la fidelidad matrimonial, como un don
inmenso para los esposos y la comunidad toda. Se trata de favorecer
todas las acciones pastorales posibles que fortalezcan la fidelidad y se
anticipen a cualquier crisis matrimonial. El equipo de Consejería
Matrimonial de la Pastoral Familiar es un medio importantísimo para
ayudar en este sentido. Hay que crear conciencia en los matrimonios
de la necesidad de buscar ayuda oportuna y adecuada cuando surgen
dificultades. Enfrentadas éstas a tiempo y en sinceridad y en verdad y
con apoyos efectivos podrán resolverse convenientemente.
Los cónyuges experimentan, a veces, una falta
de comunión.
Una adecuada evangelización que anuncie la
misericordia, el perdón y el amor de Dios manifestado en Cristo y
explicando el valor de la cruz y el sufrimiento, podrá infundirles
nuevas esperanzas y expectativas de un amor más maduro y más
sólido.
17
3.2. Consideraciones acerca de situaciones particulares.
La Iglesia está llamada a transmitir en todo la
enseñanza de Jesús. Ella enseña lo que Jesús enseñó. La Iglesia es
depositaria de una Palabra que viene de Dios. Esta Palabra da vida.
San Pablo nos recuerda en I. Timoteo 2,4 que
“Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad”. Por ello la Iglesia es Madre para todos. También para los
hermanos que viven una situación especial en relación a su vínculo
matrimonial. Ese apoyo pastoral, necesario y fundamental, no puede
ignorar la verdad de la enseñanza de la Iglesia, que tiene su origen en
la Palabra de Dios.
Los Obispos alemanes del Alto Rin (Saier,
Lehmann, Kasper) dijeron :
“Las directrices pastorales y las ayudas a personas
separadas, así como a los divorciados vueltos a casar,
son posibles sólo en el contexto de este mensaje del
amor recíproco vivido fielmente hasta la muerte. Por
consiguiente, no puede darse ninguna pastoral para
divorciados al margen del Evangelio”.
Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica
“sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual”, dedica un
importante apartado para analizar estas situaciones especiales que
acontecen en el campo de la familia. (Cfr. Familiaris Consortio 84)
Veamos algunas situaciones concretas:
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3.2.1.
Católicos unidos solo con matrimonio civil
Ocurre, en una mentalidad cada vez más
secularizada en relación a la unión matrimonial, que hay creyentes
que solo se unen civilmente, al margen del sacramento del
matrimonio. A veces tienen la intención de una unión estable y
definitiva; otros, comienzan esa unión abiertos a la posibilidad de
una separación, o también con la intención de “casarse por la Iglesia
más adelante”.
Esta situación margina a Cristo en su unión y
se da una incoherencia con la fe que se profesa. La acción pastoral
ayudará al varón, a la mujer, con paciencia y perseverancia a una
evangelización y catequesis que les ayude a entender y valorar
vivencialmente la riqueza del sacramento del matrimonio y su plena
integración a la vida de la comunidad cristiana.
Ocurre, en algunos casos que esta unión se
termina y una de las partes quiere contraer matrimonio sacramental
con una tercera persona. ¿Qué hacer?. Se necesita prudencia y
cautela.
Pueden haber hijos de la primera unión, es
necesario considerar en qué condiciones ha quedado la otra parte;
la persistencia del vínculo civil; las disposiciones en que se
encuentran para el matrimonio canónico, etc.
Es importante resolver estas situaciones
antes de conceder la autorización del matrimonio – sacramento.
Mientras persistan en el sólo matrimonio civil, no se les puede
admitir a la recepción del sacramento de la Eucaristía.
19
3.2.2.
Católicos unidos en las uniones de hecho
Hoy día es muy frecuente las denominadas
uniones de hecho, como un fenómeno de la sociedad actual. Se ha
privatizado el matrimonio como algo que afecta solo a dos personas y
en el que la sociedad no debe intervenir. Este tipo de unión no tiene
ningún vínculo, ni civil ni religioso.
¿Por qué hay católicos que optan por estas
uniones de hecho?. Una razón muy clara es la falta de formación
cristiana y el desconocimiento de la gracia de los sacramentos, en
especial del matrimonio; un falso concepto de la libertad que rechaza
en la relación conyugal todo vínculo, sea civil o religioso, etc. La
persistencia en esta situación no permite su acceso a los
sacramentos. Se necesita una conversión, que quizás sea posible
cuando nazcan los hijos y soliciten el bautismo de ellos. Ahí, con
respeto y amor se les puede proponer el matrimonio cristiano y
prepararlos para su celebración, evitando, eso si, toda forma de
presión que podría anular el eventual matrimonio.
Para reflexionar personal y/o comunitariamente
1. Compartir experiencias en relación a las situaciones
expuestas.
2. ¿Qué esfuerzos pastorales podemos hacer para ayudar
a estas personas y transmitirles el gozo del proyecto
divino del amor humano?
3. ¿Se evitan las presiones indebidas para que estas
personas “se casen por la Iglesia”? ¿Se utiliza una
pedagogía de cercanía y de convicción?
20
3.2.3. Católicos separados y divorciados no casados de nuevo
Ocurre, con mucho dolor para ambas partes,
que un matrimonio válidamente celebrado (por la Iglesia y por el civil)
llega a una ruptura irreparable y definitiva. En estos casos, después
de realizados todos los esfuerzos posibles para salvar la unidad
matrimonial, la separación surge como una solución extrema, y a la
cual muchos hombres y mujeres de fe acceden.
Los agentes pastorales y la comunidad eclesial
deben sostener, apoyar y animar al cónyuge separado, especialmente
si es la parte más inocente. Son claves, en este sentido, actitudes
como la estima, la cercanía, la solidaridad, la comprensión, la ayuda
concreta y efectiva.
Siempre se hará el esfuerzo pastoral de
ayudar a cultivar la exigencia del perdón y la eventual posibilidad de
reanudar la vida conyugal. En la práctica pastoral y con apoyo
especializado ha habido parejas que han vuelto a unir sus vidas
después de una fuerte crisis y de separación. Han sido crisis, en
definitiva, que han ayudado a la maduración personal y el
crecimiento mutuo.
¿Qué actitud cabe frente al cónyuge que ha
tenido que sufrir el divorcio y no se implica en una nueva unión?. Es
necesario valorar su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana y
acompañarlo pastoralmente. Quien vive esta situación puede
participar de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
21
Para reflexionar personal y/o comunitariamente
1.
Compartir experiencias en relación a los hechos
propuestos.
2.
¿Qué actitudes tenemos
como personas y como comunidad frente a las
personas separadas? ¿De rechazo?¿De condena?¿De
misericordia?
3.
Como Iglesia, ¿buscamos instancias concretas de
ayuda a las personas que viven estas situaciones?
3.2.4. Católicos divorciados civilmente y casados de nuevo
En la mentalidad actual es fuerte la tendencia,
que tras un fracaso en la vida matrimonial, es legítimo rehacer la vida
con un nuevo matrimonio, aunque sea sólo civil. Algunos recurren a
la ley civil que permite el divorcio. Una vez obtenido éste contraen
nuevo matrimonio civil; otros católicos simplemente conviven, sin
ningún vínculo, con otra persona. En ambas situaciones persiste el
matrimonio sacramento de la primera unión y obviamente no pueden
contraer el sacramento en esta segunda unión (civil o de hecho).
La caridad pastoral pide la cercanía a estos
fieles, que no se los abandone, pues su alejamiento total de la
comunidad y de la vida cristiana les perjudicaría todavía más en su
situación. La Iglesia, llamada a conducir a todos a la salvación (I
Timoteo 2, 3-4) “procurará infatigablemente poner a su disposición
los medios de salvación “ (Juan Pablo II)
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El Papa Juan Pablo II es su carta acerca de la
Familia ha invitado a toda la Iglesia a tener una caridad pastoral para
las personas creyentes que viven estas situaciones. Entre otras
acciones pastorales sugiere: a que se ayude a los divorciados
procurando que no se consideren separados de la Iglesia; como
bautizados están llamados a participar de la vida de la Iglesia; se les
exhorte a escuchar y profundizar la Palabra de Dios, a frecuentar el
sacrificio eucarístico y a perseverar en la oración; a incrementar las
obras de caridad y las iniciativas de la comunidad a favor de la
justicia; a educar a los hijos en la fe cristiana; a cultivar el espíritu y
las obras de penitencia para implorar de ese modo, día a día, la gracia
de Dios; que la comunidad cristiana rece por ellos y los sostenga en la
fe y en la esperanza. (Cfr. Familiaris Consortio 84).
En cada comunidad cristiana es necesario
impulsar estas y otras acciones pastorales que expresen el amor de
Dios y su Iglesia hacia los católicos que viven estas situaciones. Deben
sentirse parte de la Iglesia, dentro de ella, miembros de la comunidad
y teniendo en ella la participación que el Papa claramente señala.
Por tanto, no se les puede tratar, ni en público, en privado, ni
eclesial ni familiarmente como si la Iglesia los hubiera estigmatizado
al contraer nuevo matrimonio ante las leyes civiles. La doctrina de la
Iglesia, nos pide, en primer lugar, “a discernir bien las situaciones” y
en consecuencia a no caer en descalificaciones globales. En segundo
lugar, nos exhorta vivamente a ayudarles “procurando con solícita
caridad que no se sientan separados de la Iglesia” (Familiaris
Consortio 84)
En el ámbito preciso de esta exhortación
podemos presentar y razonar su abstención de acercarse a recibir la
Eucaristía. Fiel a la Palabra de Jesucristo la Iglesia afirma que no
puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el
anterior matrimonio. Si los divorciados se han vuelto a casar
civilmente,
se encuentran en una situación que contradice
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objetivamente a la ley de Dios y, por consiguiente, no pueden acceder
a la Comunión Eucarística mientras persista esa situación” (Carta C.
para la Doctrina de Fe 14-IX-1994)
El hecho de negarles la comunión eucarístíca
no significa que se juzgue a nadie, ni que estas personas sean
consideradas más o menos dignas, ni mejores o peores que los
demás. Se encuentran en una situación de comunión incompleta,
pero son hijos y miembros de la Iglesia. (Sn. Juan 8, 1-11)
Se trata de dar testimonio de fe y de vida
cristiana todos los seguidores de Cristo, más allá de nuestras
limitaciones.
“Quien por el contrario, descuidase habitualmente
esta dimensión práctica del ser cristiano e insistiese
sólo en ser admitido a los sacramentos se metería en
un callejón sin salida.
Los divorciados, como
miembros que son de la Iglesia, pueden dar un
testimonio significativo, si colaboran con la
comunidad, aportando, por ejemplo, las experiencias
negativas de su primer matrimonio y las del segundo,
no raras veces y desde el punto de vista humano, más
constructivas” (Obispos alemanes del Rin Superior)
La catequesis y contactos con ellos con
ocasión de la preparación al Bautismo, Primera Eucaristía,
Confirmación de sus hijos, es un momento privilegiado para que
descubran su responsabilidad en la formación cristiana de ellos y en
su propia profundización de la fe y de una vida coherente con el
Evangelio, comprendiendo más cabalmente la situación personal en
que se encuentran.
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¿Qué requisitos son necesarios para que los
divorciados civilmente y casados de nuevo (manteniendo el vínculo
sacramental) puedan recibir los sacramentos de la Reconciliación y de
la Eucaristía?.
- que abracen una forma de vida coherente con la indisolubilidad de
su verdadero matrimonio.
- El compromiso sincero de vivir en continencia total en caso de ser
moralmente necesaria la convivencia dada la imposibilidad de
cumplir la obligación de separarse.
- Que la recepción del sacramento no cause escándalo en los demás
que pudieran conocer su situación.
Para reflexionar personal y/o comunitariamente
1. Compartir las experiencias en relación a los hechos
propuestos.
2. En la práctica, como comunidad creyente ¿sienten
estos hermanos que son amados y acogidos, más allá
de la situación que viven?
3. ¿Promovemos su participación en la vida de la Iglesia
teniendo en cuenta los criterios dados por el Papa Juan
Pablo II? (Familiaris Consortio 84)
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3.2.5. Algunas conclusiones.
- Los católicos divorciados son hijos de la Iglesia. Son objeto del amor
de Dios y su Iglesia, que viven, sin duda una situación especial. Son
parte de la Iglesia, miembros de la comunidad y tienen en ella la
participación que el Papa claramente señala. Por tanto, no se les
puede tratar, ni en público ni en privado, ni eclesial ni familiarmente,
como si la Iglesia los hubiera penalizado automáticamente al contraer
nuevo matrimonio ante las leyes civiles. No están excomulgados (la
excomunión es una pena canónica por determinados delitos).
- La actitud de la Iglesia y, por lo tanto, de los creyentes frente a las
situaciones descritas en esta carta tiene que ser de profunda
misericordia. Hemos de enseñar siempre la verdad íntegra de la fe y
de sus consecuencias, pero al mismo tiempo, hemos de tener un
corazón de amor y de misericordia frente a todo límite y debilidad
humana.
Todos nosotros, en mayor o menor medida, somos pecadores,
limitados, inconsecuentes con la vida según el Evangelio. Solo Dios es
santo y justo y por un privilegio especial, la Virgen María. Todos los
demás somos pecadores.
- Los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen siendo
miembros de la Iglesia. Son invitados a cultivar un estilo de vida
cristiano, mediante la participación en la Santa Misa, aunque sin
comulgar, a acoger la Palabra de Dios, a la oración y adoración
eucarística, la participación en la vida comunitaria y en grupos de
servicio a los más pobres, a los enfermos, etc.
Sus hijos están llamados a recibir la educación de la fe, desde la
recepción del sacramento del bautismo, la preparación a los
Sacramentos de la Reconciliación, de la Eucaristía, de la Confirmación.
- Es necesario discernir bien cada situación, dentro de la enseñanza de
la Iglesia. La pastoral familiar diocesana tiene aquí un campo
extraordinario de acción. Es necesario buscar caminos y acciones
concretas para la integración en la vida de la Iglesia de los hermanos y
las hermanas que viven algunas de las situaciones que esta Carta
describe.
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La Pastoral Familiar Diocesana, una de las prioridades asumidas por el
II Sínodo, quiere ser un espacio de fraterna acogida para todas las
familias en cualquier situación que se encuentren. Se creará una
sección para servir a las personas a que se refiere esta Carta,
acogiéndolas con amor y benevolencia “ayudándoles a aclarar el
estado concreto de su condición, a través de un trabajo pastoral
iluminado e iluminador” (Juan Pablo II)
- En el discernimiento de cada situación, queremos fortalecer en el postsínodo el Oficio Judicial diocesano. Muchos sacerdotes y agentes
pastorales en el diálogo con creyentes divorciados vueltos a casar,
llegan a la convicción moral de la invalidez del primer matrimonio.
Esto nos exige como diócesis potenciar nuestro Oficio Judicial y
mantener el contacto necesario con los Tribunales del país que
estudian estas causas matrimoniales para procurar resolverlas (ver
anexos 2 y 3)
3.3 Saludo Final.
Al concluir esta carta “El Señor es compasivo
y misericordioso” (Salmo 103,8) hago mías las palabras del venerado
Papa Juan Pablo II señalando que “la recomendación que brota hoy de
mi corazón es la de tener confianza en todos los que viven situaciones
tan dramáticas y dolorosas. No hay que dejar de “esperar contra
toda esperanza” (Rom. 4,18) que también los que se encuentran en
una situación no conforme con la voluntad del Señor pueden obtener
de Dios la salvación si saben perseverar en la oración, en la
penitencia y en el amor verdadero” (24-I-1997).
Es también uno de los llamados que el Señor
nos ha hecho en nuestro Sínodo: “ Apoyar y acompañar a las familias
que sufren desencuentros, rupturas o separaciones, con una pastoral
especializada y multidisciplinaria, para que puedan experimentar la
cercanía de la Iglesia madre y sentir la acogida de la comunidad
creyente” (Iglesia Misionera G. 18)
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Que el Espíritu nos regale su gracia para
vivir en la verdad y en el amor (Efesios 4,15) y mostrar el rostro de un
Dios compasivo y misericordioso (Salmo 103, 8)
Rancagua, noviembre de 2011.
+Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
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4) ANEXOS
1. Carta a los Obispos de la Iglesia Católica (Congregación para la
Doctrina de la Fe, 14 – IX – 1994)
2. Instrucciones para las personas que solicitan los servicios de los
Tribunales Eclesiásticos en las causas matrimoniales.
3. Proceso de Nulidad Matrimonial.
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