37-C-96 Baltazar vrs Registrador de lo Propiedad Intelectual del

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37-C-96 Baltazar vrs Registrador de lo Propiedad Intelectual del Registro de Comercio
SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: Antiguo
Cuscatlán, a las ocho horas y quince minutos del día dieciseis de noviembre de mil
novecientos noventa y ocho.
El presente proceso de amparo constitucional ha sido promovido por el licenciado
Benjamín Baltazar Blanco, de treinta y siete años de edad al inicio del mismo, abogado y
del domicilio de San Salvador, como apoderado general judicial del señor Miguel Charlaix
hijo, contra providencias del Registrador de la Propiedad Intelectual del Registro de
Comercio que, según afirma, violan los derechos constitucionales de su mandante, en
específico, el derecho de audiencia, contemplado en el artículo 11 de la Constitución.
Han intervenido en el presente proceso, además de la parte actora, el doctor Alfredo
González Elizondo, en su calidad de Registrador de Comercio; y el Fiscal de la Corte,
doctor René Mauricio Castillo Panameño.
Leído el proceso; y, considerando:
I. El apoderado del señor Miguel Charlaix hijo manifestó en síntesis: que según inscripción
del libro de marcas de fábrica y comercio, asiento sesenta y cuatro, del libro cincuenta y
cuatro, página ciento cuarenta y tres, aparece que su mandante es dueño de la marca
BURGER KING, que ampara la clase noventa y tres a); que dichos derechos de registro
fueron pagados desde el año de mil novecientos setenta y cuatro, hasta el año de mil
novecientos ochenta y nueve; que según resolución dictada a las once horas y quince
minutos del cinco de febrero de mil novecientos noventa y uno por el Registrador, doctor
Alfredo González Elizondo, dicha marca fue caducada, por no haberse renovado el registro
de la marca en referencia para el quinquenio que va desde mil novecientos ochenta y nueve
a mil novecientos noventa y cuatro; que es inaudito que se haya cancelado la marca por no
haber pagado el impuesto y, además, sin haber sido oído y vencido en juicio a su mandante;
que su mandante no renovó dicha marca por una legítima causa de fuerza mayor; que dicha
causa fue que, en virtud de gravísimos problemas de carácter político que amenazaban la
seguridad del grupo familiar del señor Charlaix, éste tuvo que salir inesperadamente al
extranjero, no dejando quien lo representara; que salió del país el cuatro de marzo de mil
novecientos ochenta y nueve y regresó el quince de septiembre de mil novecientos noventa
y tres, según la prueba que presenta; que, por ello, no canceló el risible impuesto por causa
de fuerza mayor; que la fuerza mayor, en todo país civilizado, libera de responsabilidad;
que es obvio que con dicha resolución, el Registrador le violó a su mandante el derecho de
audiencia; que dicho Registrador justificó lo proveído en lo dispuesto en el artículo 42
literal b) del Convenio Centroamericano para la Protección de la Propiedad Industrial,
Marcas, Nombres Comerciales y Expresiones o Señales de Propaganda, que establece que
"El derecho de propiedad de una marca se extingue únicamente: b) cuando se ha dejado
transcurrir el plazo a que se refiere el artículo 25 sin haber hecho la renovación del
registro"; que los tratados nunca pueden contradecir nuestra Constitución, pues ésta
prevalece sobre todas las leyes y reglamentos; que la función de un Registrador de la
Propiedad o de Comercio, se circunscribe única y exclusivamente a ordenar la inscripción
de los documentos que se le presentan si reúnen los requisitos legales de fondo y de forma;
que, en consecuencia, el mencionado Registrador carecía de facultad legal para ordenar la
cancelación del instrumento en estudio; que la supremacía de la Constitución es
consecuencia lógica y necesaria de la supremacía constitucional y que es un principio
fundamental de todo Estado de Derecho, sea de tipo monárquico o republicano, unitario o
federal; que, como síntesis, reitera: a) que el acto contra el cual reclama en nombre de su
mandante es el auto dictado por el Registro de Comercio, Departamento de la Propiedad
Industrial, a las once horas y quince minutos del día diez de diciembre de mil novecientos
noventa y uno, en el que el señor Registrador, doctor Alfredo González Elizondo, declaró
caducada de pleno derecho el registro de la marca BURGER KING; b) que el derecho
constitucional violado es el artículo 11 de la Constitución; c) que el tercero beneficiado es
BURGER KING CORPORATION; que, por último, pide se le ampare en sentencia
definitiva y se ordene que vuelvan las cosas al estado en que se encontraban antes del acto
reclamado.
Por resolución de fs. 12 se admitió la demanda, se declaró sin lugar la suspensión del acto
reclamado por haberse ya ejecutado, y se pidió informe a la autoridad demandada. En la
misma resolución, esta Sala estableció que, en cumplimiento al principio "iura novit curia"
-el juez conoce el derecho-, no obstante que el actor sólo aduce violación a su derecho de
audiencia, a efecto del proceso, debe entenderse también, a partir de la relación de los
hechos expuestos, comprendido el derecho de propiedad sobre la marca.
El doctor Alfredo González Elizondo, actuando en su calidad de Registrador de la
Propiedad Industrial del Registro de Comercio, manifestó: que en el año en que se emitió el
auto en referencia, no tenía a su cargo el Departamento de Registro de la Propiedad
Intelectual; que fue hasta mediados del mes de septiembre del año de mil novecientos
noventa y dos que sus superiores lo trasladaron a ese departamento; que al revisar el
expediente respectivo y el libro donde está la inscripción, advierte que, antes que se
emitiera la resolución de caducidad, se pidió informe a la secretaría del departamento para
que informara sobre la situación jurídica de la marca aludida; que dicho informe estableció
que, en ese año, no había ningún escrito en relación con dicha marca; que según consta en
las marginaciones de los pagos de quinquenios en el asiento de inscripción, el propietario
de la marca referida pagó el primero, segundo y tercer quinquenio, cuyos recibos corren
agregados al expediente; que, en consecuencia, la vigencia de dicha inscripción de
conformidad con el pago del tercer quinquenio, terminó el diecisiete de julio de mil
novecientos ochenta y nueve, pues no pagó el cuarto quinquenio; que la marca había sido
concedida para el plazo de veinte años, es decir, que terminaba el diecisiete de julio de mil
novecientos noventa y cuatro; que el Registrador de esa época, doctor Mario Mezquita, por
no haberse pagado oportunamente el cuarto quinquenio, de conformidad al artículo 65 de la
Ley del Registro de Comercio, procedió a emitir resolución de caducidad, en la que declaró
caducada de pleno derecho el registro de la marca BURGER KING y dibujo, por no
haberse cancelado en tiempo el pago del cuarto quinquenio; que, consecuentemente, no son
ciertos los hechos expresados en la demanda.
De conformidad al artículo 23 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, se mandó oír
al Fiscal de la Corte para la siguiente audiencia, quien no hizo uso de la misma.
Por resolución de fs. 22, se confirmó la negativa de la suspensión del acto reclamado, y se
pidió nuevo informe al Registrador de la Propiedad Industrial del Registro de Comercio.
El doctor Alfredo González Elizondo, en su calidad de Registrador de la Propiedad
Industrial del Registro de Comercio, manifestó en síntesis: que la marca denominada
BURGER KING y diseño, de nacionalidad salvadoreña, que sirve para distinguir: carnes,
pescado, aves, huevos y animales de caza en estado fresco, comprendidos en la clase 93ª de
la Ley de Marcas ya derogada, fue inscrita en el Registro de Comercio a favor del señor
Miguel Charlaix h., al número sesenta y cuatro, del libro cincuenta y cuatro de marcas, con
fecha diecisiete de julio de mil novecientos setenta y cuatro, para un plazo de veinte años;
que de conformidad al artículo 65 literal e), inciso segundo, de la Ley del Registro de
Comercio, para mantener vigente la marca, el interesado deberá pagar los derechos por
enteros de cinco anualidades anticipadas; que el recibo de pago se presentará a la
dependencia respectiva dentro del primer mes correspondiente y si no lo hiciere podrá
efectuarse dentro de los noventa días siguientes pagando multas progresivas; que si
transcurrido el último mes con la multa respectiva, no se presentare el recibo, caducará el
privilegio y la oficina cancelará de oficio el registro; que el señor Miguel Charlaix h. no
pagó el cuarto quinquenio, por lo que el Registrador declaró caducado de pleno derecho el
registro; que, por último, presenta certificación literal de la resolución.
De acuerdo a lo establecido en el artículo 27 de la Ley de Procedimientos Constitucionales,
se corrió traslado por el plazo de tres días al Fiscal de la Corte y a la parte actora.
El doctor René Mauricio Castillo Panameño, en su calidad de Fiscal de la Corte, manifestó:
que en lo particular estima carente de razón la queja del impetrante, sin poner en tela de
juicio la inobjetable supremacía de la Ley Fundamental; que el querellante sencillamente
omitió cumplir con un requisito legal e imperativo exigido por la ley: el pago del
quinquenio respectivo; que, consecuentemente, la vigencia de dicha inscripción caducó por
disposición legal el día diecisiete de julio de mil novecientos ochenta y nueve; que el
derecho a conservar la marca fue concedido para el plazo de veinte años, siempre que los
respectivos pagos se hicieran oportunamente; que, por tal motivo, el presente caso se
traduce en un asunto de mera legalidad.
La parte actora, manifestó los mismos argumentos que en su demanda, agregando
únicamente como elementos novedosos relativos a la misma pretensión, los siguientes: que
para caducar la marca, no se le oyó previamente, como es jurídico y lógico y, por tanto, no
tuvo oportunidad de exponer el por qué de la falta de pago; que en el presente caso el
Registrador ignoró la garantía constitucional invocada y aplicó una normativa secundaria;
que con tal acto desconoció los artículos 11 y 24 de la Constitución; que, al parecer, para el
Registrador, la Constitución no es Ley Suprema; que, por último, reitera todos los puntos
de su demanda.
De acuerdo a lo establecido en el artículo 29 de la Ley de Procedimientos Constitucionales,
se abrió a pruebas el presente proceso por el plazo de ocho días; plazo durante el cual la
parte actor presentó, en primer lugar, prueba testimonial para comprobar que, en efecto,
tuvo que salir de emergencia del país (fs. 66); y, en segundo lugar, prueba documental para
reforzar el mismo punto y los argumentos vertidos en su demanda (fs. 42-63).
Posteriormente, se corrió traslado al Fiscal de la Corte, parte actora y autoridad demandada,
para darle entero cumplimiento al artículo 30 de la Ley de Procedimientos
Constitucionales.
El doctor René Mauricio Castillo Panameño, en su calidad de Fiscal de la Corte, manifestó:
que por considerar válidos, ratifica y confirma los conceptos que expresó en su anterior
traslado.
Por su parte, el demandante manifestó en esencia sus mismos argumentos, agregando en
esta oportunidad: que en el proceso se encuentran plenamente acreditadas las violaciones a
la Constitución, ya que arbitrariamente se declaró caducada la marca BURGER KING,
exclusivamente por no haber pagado impuestos, y sin haber sido oído previamente en
juicio, a fin de tener la oportunidad de justificar la falta de pago; que debió iniciarse por
parte del interesado de BURGER KING CORPORATION, diligencias de ausencia con el
objeto de nombrársele un curador ad litem; que hasta una vez concluidas esas diligencias,
se debió seguir el juicio sumario de cancelación de marca en base al artículo 42 literal b)
del Convenio Centroamericano para la Protección de la Propiedad Industrial, Marcas,
Nombres Comerciales y Expresiones o Señales de Propaganda; que para que exista la
posibilidad de defensa, tiene que haber proceso; que, por último, reitera sus peticiones
formuladas en la demanda.
El doctor Alfredo González Elizondo, en su calidad de Registrador del Registro de la
Propiedad Intelectual, manifestó: que como la mencionada marca fue otorgada conforme a
la derogada Ley de Marcas de Fábrica, de conformidad con el artículo 21 de la misma, la
inscripción de la marca tenía vigencia de veinte años; que terminando ese plazo, la marca
prescribe a no ser que se renueve; que la ley es clara en cuanto a las obligaciones que tiene
todo titular de un distintivo marcario; que el ya citado artículo 65 de la Ley del Registro de
Comercio es claro, ya que, en caso de falta de pago de los derechos respectivos
oportunamente, es decir, al finalizar cada quinquenio, al interesado se le da un mes de
gracia y noventa días con multas progresivas; que no le corresponde a esta Oficina informar
o prevenir al propietario de una marca que deberá hacer el pago correspondiente y presentar
el recibo; que esa formalidad corresponde al interesado si es que quiere tener vigente la
marca; que la ley no prohibe si se quiere pagar de una sola vez los cuatro quinquenios; que,
por último, en el caso en referencia no se pagaron los derechos oportunamente, por lo que
la caducidad está conforme a derecho.
Solventados los anteriores actos procesales, y en vista de no existir ninguna causal de
terminación anormal del proceso, el presente amparo quedó en estado de dictar sentencia
definitiva, es decir, sentencia de fondo estimativa o desestimativa.
II. Previo a efectuar pronunciamiento alguno sobre la pretensión objeto del presente
proceso constitucional, esta Sala estima oportuno -por su íntima relación con el thema
decidendi o tema de decisión- hacer algunas consideraciones teóricas sobre la caducidad, ya
que sólo así podrán sustentarse válidamente las consideraciones posteriores de la presente
resolución.
La caducidad es una figura jurídica que también se le conoce en buena parte de la doctrina
como perención, por lo que el análisis se hará teniendo como referencia este último
término.
Así, la perención -entiéndase de ahora en adelante también caducidad- procede del verbo
latino "perimere peremptuni", que quiere decir extinguir, destruir o anular. Por ello, la
perención es el lapso que produce la pérdida o extinción de una cosa o de un derecho, es
decir, la nulificación de una cosa o derecho por una inactividad procesal o procedimental
durante el tiempo que fija la ley.
Determinado el concepto, hay que establecer las características esenciales de la perención
y, por ello, esta Sala establece que sus rasgos típicos son: (a) tiene como presupuesto la
inactividad en el plazo que determina la ley; (b) es una figura de orden público
irrenunciable; (c) puede ser objeto de actos interruptivos o suspensivos, los cuales
favorecen a todos los intervinientes en el proceso o procedimiento de que se trate; (d)
pertenece al derecho procesal; (e) es extintiva; (f) corre contra toda persona; (g) opera de
pleno derecho, de tal manera que aún sin resolución judicial o administrativa expresa, los
derechos y las cosas caducan; y (h) cualquier interesado o de oficio puede hacerse valer.
En virtud de lo anterior, puede concluirse que la perención genera ciertos efectos concretos
dentro del respectivo proceso o procedimientos en que opere. Dichos efectos pueden
resumirse diciendo que aquélla extingue los derechos que están latentes en todo proceso o
procedimiento, porque desaparece la relación jurídico-procesal en donde se discuten,
establecen o mantienen.
En suma, puede decirse válidamente que la perención es una figura que extingue o destruye
una cosa o derecho por la inactividad procesal o procedimental, por lo que la misma no
tiene que considerarse como una sanción legislativa, ya que la perención opera de pleno
derecho por la presunción racional de que se ha perdido todo interés con el derecho que se
posee o con la defensa del mismo, según sea el caso.
Es decir, que la perención surge por una inacción atribuible exclusivamente a alguno de los
intervinientes y se lleva a cabo por razones de orden público: los procedimientos o procesos
indefinidos, así como la disponibilidad de derechos por tiempo indefinido, producen daños
sociales, porque mantienen en un estado de inseguridad o incertidumbre a los interesados o
posibles interesados.
III. A partir del marco de referencia expuesto en los párrafos que anteceden, corresponde
ahora determinar la concreción de tales consideraciones en el caso sub judice:
La parte actora alega no haber sido oída y vencida en el trámite que siguió el Registrador de
la Propiedad Intelectual al fin del cual declaró caducada la marca que poseía por no haber
pagado los derechos correspondientes, y con ello no tuvo -a su criterio- la oportunidad de
justificar el no pago de los derechos de la referida marca, correspondientes al cuarto
quinquenio de vigencia de la misma; y, por su parte, la autoridad demandada expone que tal
audiencia no era necesaria, ya que no le corresponde a dicha oficina informar o prevenir al
propietario de una marca que debe hacer el pago correspondiente y presentar el recibo,
porque esta formalidad corresponde al interesado si es que la quiere tener vigente y porque,
además, el artículo 65 de la Ley del Registro de Comercio es claro, estableciendo la
obligación del pago de los derechos de registro y la consecuencia jurídica en caso de
incumplimiento, no obstante plazo de gracia establecido para realizar el pago no verificado
en su oportunidad.
De lo anterior se deduce que el presente caso no se trata del examen de una transgresión a
una disposición que regule el derecho de audiencia, sino de la comprensión del específico
modo en que opera una figura jurídica -la caducidad o perención- desde la respectiva
dimensión constitucional, esto es, desde la perspectiva del artículo 11 de la Constitución.
Es conveniente aclarar también que, en el caso sub judice, si bien la decisión pasa por
determinar la forma en que opera la caducidad, no se trata de una mera interpretación de la
ley secundaria -artículo 65 de la Ley del Registro de Comercio-, sino que es un aspecto que
trasciende al ámbito constitucional por la indeterminación legislativa de la naturaleza de tal
figura. Se trata pues, de la comprensión constitucional de tal disposición, de una
interpretación conforme a la Constitución del artículo 65 mencionado, tomando como base
los aspectos teóricos de la caducidad o perención.
En el caso en estudio, el análisis -para la verificación de la posible violación al artículo 11
de la Constitución- se circunscribe al inciso segundo del citado artículo 65 de la Ley del
Registro de Comercio, pues ha sido la disposición base para declarar caducada la marca
BURGER KING, que había sido inscrita a favor del señor Miguel Charlaix h.; caducidad
solicitada por el doctor Alfredo Espino Nieto, apoderado de BURGER KING
CORPORATION. Tal regla jurídica, en lo pertinente, a la letra reza: "El pago de derechos
deberá hacerse por enteros de cinco anualidades anticipadas. El recibo se presentará a la
dependencia respectiva dentro del primer mes del período correspondiente. Si no se hiciere
así, podrá efectuarse dentro de los noventa días siguientes, pagando las siguientes multas:
50.00 por el pago verificado dentro de los treinta días siguientes al anterior período de
gracia; 75.00 por el pago verificado en los treinta días siguientes al plazo anterior; y 100.00
por el pago verificado en los últimos treinta días del plazo. Si transcurrido este último
período no se presentare el recibo, caducará el privilegio y la Oficina cancelará de oficio el
registro".
Es claro que dicha disposición consagra la posibilidad que una marca, inscrita legalmente,
caduque por falta de pago de los derechos de registro y esta consecuencia -caducidad o
perención- no puede considerarse como un acto privativo, para el caso, una sanción
interpuesta por el Registrador por alguna acción ilegal del propietario de la marca, ya que la
caducidad o perención -en el caso que nos ocupa- opera por la sola inactividad del
interesado, es decir, por la falta de pago necesario para mantener las marcas inscritas a su
favor, lo cual -el mantenimiento de la marca- sólo le es de su entero interés.
Por otro lado, la caducidad o perención de la marca BURGER KING no fue una
consecuencia jurídica surgida por la vulneración de derechos de otras personas, tampoco
por las pretensiones de éstas, simplemente fue -como se mencionó-el efecto surgido de la
inactividad del titular de la marca, es decir, por una conducta que le perjudicó única y
exclusivamente a dicho propietario, y el mismo efecto -la caducidad o perención- operó de
pleno derecho, no obstante haber sido declarado luego de la advertencia hecha al
Registrador por un tercero que tenía interés o expectativa de adquirir la marca en un futuro.
Ahora bien, establecido que la perención o caducidad no es una sanción, es conveniente
aclarar que el derecho de audiencia contemplado en el artículo 11 de la Constitución, debe
de respetarse -de manera directa o en virtud de la aplicación de las disposiciones procesales
o procedimentales que lo cumplan- dentro de todo proceso o procedimiento que persigue la
privación de derechos de cualquier naturaleza, entendida aquélla como la consecuencia
jurídica que obtiene todo vinculado pasivamente a tales procesos o procedimientos en
virtud de la lesión o violación, dolosa o culposa, a cualquier derecho protegible en favor de
cualquier persona natural o jurídica o, en última instancia, en favor del Estado mismo.
Por ello, si está en presencia de una privación de derechos -sanción- sin el respeto al
contenido de dicho artículo 11, tal privación deviene en inconstitucional, porque aquélla
sólo es posible si se le da al imputado, reo, demandado, o como se le denomine
dependiendo de la materia, oportunidad amplia y real de defenderse.
Entonces, por imperativo lógico, si no estamos en presencia de una privación -sanción para
el caso-, no puede exigirse válidamente respecto al derecho de audiencia, porque en estos
casos el mismo no puede cumplir su objetivo esencial: la defensa de derechos frente a una
posible privación involuntaria de los mismos, derivada de sentencia jurisdiccional o
resolución administrativa, por violación o transgresión al ordenamiento jurídico, traducido
en la afectación de las esferas jurídicas de terceros.
En consecuencia, siendo la caducidad o la perención una figura establecida por el legislador
para extinguir derechos por inobservancias procedimentales de su titular, a fin de terminar
con las situaciones jurídicas generativas de derechos por la falta de interés de los llamados
a mantenerlas, no es constitucionalmente obligatorio para su establecimiento la audiencia
previa que establece el artículo 11 de la Constitución, porque, como se justificó, opera de
pleno derecho y no configura ningún tipo de sanción contra el titular de una marca, ya que
las sanciones -como también se dijo- son las consecuencias que nuestro legislador ha
establecido cuando se vulneran o lesionan derechos de cualquier índole a favor de terceros,
y no para cuando se incumplen requisitos para el mantenimiento efectivo de derechos
propios, como la ausencia del pago de los derechos de registro de una marca.
A partir de los parámetros consignados en los párrafos que anteceden, esta Sala concluye
que, en el presente caso, la aplicación del inciso segundo del artículo 65 de la Ley del
Registro de Comercio se hizo respetando los parámetros y derechos constitucionales de la
parte demandante de este proceso de amparo y, en consecuencia, no es procedente conceder
el amparo solicitado.
POR TANTO: A nombre de la República, con base a las razones expuestas y en aplicación
de los artículos 11 de la Constitución y artículos 32, 33, 34 y 35 de la Ley de
Procedimientos Constitucionales, esta Sala FALLA: (a) declárase que no ha lugar el
amparo solicitado por el abogado Benjamín Baltazar Blanco, en su calidad de apoderado
general judicial del señor Miguel Charlaix h., contra providencias del Registrador de la
Propiedad Intelectual del Registro de Comercio; (b) condénase en costas a la parte actora; y
(c) notifíquese a las partes y demás intervinientes.---HERNANDEZ VALIENTE---E.
ARGUMEDO---ALEJANDRO GOMEZ V.---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES
MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---J. ALBERT ORTIZ.---RUBRICADAS
AS037C96.98
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