Ir lejos: caminar juntos hacia el buen éxito en las misiones por L. John Bueno Un proverbio africano dice: “Si quieres llegar rápido, viaja solo. Si quieres llegar lejos, viaja acompañado”. Todo seguidor de Cristo que tenga el sentido de la dirección de Dios sobre su ministerio, tiene una pasión natural por cumplir la Gran Comisión a partir de la fuerza de su declaración personal sobre su misión. Sin embargo, aprender a combinar nuestro fervor personal por alcanzar a los demás con la dirección que va llevando el Espíritu Santo dentro del cuerpo más amplio de Cristo es algo que tiene un efecto multiplicador con unos resultados de una importancia eterna. Lo mismo sucede cuando los distintos grupos de ministerio desarrollan una colaboración entre sí para tener un alcance mundial. En los primeros días del movimiento pentecostal, nuestros líderes no se sentían inclinados hacia la organización. La mayoría de ellos habían dejado las iglesias establecidas después de recibir a Cristo dentro del contexto de un avivamiento pentecostal. Sentían desconfianza hacia las instituciones religiosas, una desconfianza que muchas veces era justificada a causa de la hostilidad de la religión organizada hacia todo lo que fuera pentecostal. A pesar de todo, nuestros antepasados espirituales se sintieron obligados a organizarse, aunque no fuera esa su preferencia ni su inclinación natural. Una lectura detenida de las actas de los primeros Concilios Generales revela entre las principales razones de que se organizaran, la búsqueda de claridad y unidad en cuanto a la doctrina, la fundación de escuelas de adiestramiento bíblico a fin de preparar personas para el ministerio a tiempo completo, y la facilitación de una responsabilidad ética a los ministros. La fuerza claramente abrumadora que los movía era el deseo de obedecer al mandato del Señor y alcanzar al mundo para Cristo. Había una realidad de la cual no podían escapar: individualmente, y divididos, nunca les sería posible cumplir con una tarea tan gigantesca. La necesidad los obligó a unir sus esfuerzos para dedicarse a la mayor de las causas que hay sobre la tierra: alcanzar a un mundo espiritualmente perdido antes del regreso del Señor. El buen éxito de esa misión encomendada por Dios se encuentra en el compromiso de los diversos miembros del cuerpo de Cristo a unirse mientras aceptan con toda sinceridad la gama de características que trae cada cual a la empresa del ministerio. Las misiones mundiales son exitosas cuando los ojos, oídos, y pies de los que trata el apóstol Pablo en 1 Corintios 12:12-26 obran juntos con una agilidad coordinada por el Espíritu. 1 Obtenemos el buen éxito cuando aceptamos las características distintivas de los demás La naturaleza humana es la que nos lleva a decir: “Yo lo voy a hacer solo”. Tal vez una iglesia se dedique a su propio ministerio en el exterior, establezca sus propios contactos, y tal vez edifique un centro de alcance o un lugar para ministrar en otro país. Es posible que esa congregación crea con sinceridad que puede identificar dónde se acercará a Cristo el máximo número de personas en respuesta a cada dólar que se invierta en las misiones. Sin embargo, en su filosofía, esta congregación no comprende la misión que Jesús encomendó a la Iglesia. No podemos comparar de manera objetiva a un misionero que trabaje en la Argentina — donde se está produciendo un avivamiento, y centenares de personas aceptan a Cristo todos los meses—, con misioneros que trabajan en países con restricciones, donde el gobierno prohíbe la predicación abierta, y donde no es posible llevar a cabo el evangelismo de las maneras tradicionales. Jesús llamó a la Iglesia a sembrar el evangelio, tanto en el suelo árido cuanto en el suelo fértil. Y esto exige colaboración. Uno de los fundamentos que inspiró el Espíritu a las Misiones Mundiales de las Asambleas de Dios es el de estar dispuestas a colaborar con los creyentes del lugar sin renunciar a nuestros valores básicos ni a nuestras verdades doctrinales. Por ejemplo, Brasil es el país donde se encuentran las Asambleas de Dios mayores del mundo: más de veinte millones de seguidores. Las iglesias brasileñas no tienen las mismas normas que las Asambleas de Dios de los Estados Unidos, o que la mayoría de los demás países. Las iglesias grandes del Brasil fundan iglesias hijas y tienden a mantenerlas bajo la autoridad de una iglesia central. Pero han encontrado formas de realizar una poderosa obra para el Señor en esa nación. Nosotros podemos colaborar con ellos, y aceptar las diferencias en cuanto a sus normas, porque estamos de acuerdo respecto a la doctrina y a nuestros valores básicos. Desde que cayó la Cortina de Hierro, hemos colaborado con muchas uniones pentecostales de aquella región. Tienen obispos y mantienen distintas formas de gobernarse, pero estamos de acuerdo en doctrina y en espíritu. Nos unimos con ellos en nuestra pasión por alcanzar a las almas perdidas de nuestro mundo. Al colaborar con estas iglesias, en vez de competir con ellas, hemos acelerado en décadas nuestra posibilidad de alcanzar al mundo. La red de uniones pentecostales independientes de los estados está bien establecida. Estas iglesias sobrevivieron como congregaciones subterráneas durante los años del comunismo. Ahora que están floreciendo, nosotros nos podemos acercar a ellas con adiestramiento y con otros recursos que necesitan. En los doscientos doce países y territorios donde ministran las Asambleas de Dios de los Estados Unidos, nuestras confraternidades de colaboración mantienen distintas normas eclesiales. Al colaborar con personas que están en el campo y que son ajenas a nuestros propios sistemas, nos estamos capacitando para ser más eficaces. Cuando trabajamos por medio de esta colaboración, la Gran Comisión marcha con una velocidad mucho mayor que cuando nos volvemos dogmáticos respecto a nuestra metodología. 2 Obtenemos el buen éxito cuando alimentamos una visión a largo plazo La colaboración en el trabajo es un principio válido en todas partes. Si se aplica a los Estados Unidos, nuestra fortaleza de hoy en cuanto a trabajar unidos no tiene paralelo en la historia. Dios ha bendecido abundantemente a nuestras iglesias con recursos humanos y materiales. El reto consiste en hacer que nuestras iglesias mantengan una visión a largo plazo respecto al potencial de cosecha de un campo misionero. Hay iglesias que poseen la economía y el personal necesarios para llevar a cabo sus propios proyectos en el exterior, y realizar un trabajo de buena calidad. Sin embargo, cuando nos fijamos en el cuadro general, ¿alcanzará la longevidad un ministerio así? ¿Tendrá un efecto a largo plazo entre los creyentes locales? ¿Sobrevivirá el proyecto cuando la iglesia cambie de pastor principal, o cuando decida dirigir su apoyo a otro país? ¿Encajará ese ministerio dentro de una confraternidad o una estructura que garantice el buen éxito a largo plazo? Para una iglesia de los Estados Unidos tal vez sea fácil decir: hagámoslo con rapidez. Hagámoslo a nuestro modo. Sin embargo, nuestro proverbio africano nos invita a pensarlo de nuevo. Los pastores reconocen que este principio funciona en sus propias congregaciones. En muchos casos, un pastor podría hacer un trabajo mejor en un ministerio determinado, que la mayor parte de los laicos. Sin embargo, el pastor que es sabio entrena laicos para que lleven a cabo y amplíen los ministerios de su iglesia. El pastor que piense que él es quien lo tiene que hacer todo, guiará a una iglesia estancada que nunca crecerá más allá de la capacidad que tenga el propio pastor para cuidar de un número limitado de personas. Los retos que nos lanza el mundo son sorprendentes. En respuesta a los miles de millones de personas que no han sido alcanzadas aún, lo natural sería decir: “Son demasiados”, o bien, “busquemos un atajo”. Algunos predicadores de la radio y la televisión proclaman haber hallado una nueva forma de alcanzar a mil millones de personas, o de llevar a cabo una labor de alcance masivo. Sin embargo, a fin de cuentas, dependen de las personas que se comprometan con esta causa, que estén dispuestas a colaborar, y que acepten realizar juntas los propósitos de Cristo. El Señor mismo nos dio ejemplo de esto. Jesús habría podido levantar su ministerio público como un disidente solitario. Habría podido enseñar, alimentar y sanar a todos Él solo. Al fin y al cabo, Él era el Hijo de Dios. Sin embargo, reunió a doce discípulos llenos de defectos, e invirtió parte de su vida en ellos. Aquellos hombres eran los que debían seguir su obra. Después vemos en el libro de los Hechos cómo la Iglesia se multiplicó y creció después que Cristo ascendió a los cielos. Obtenemos el buen éxito cuando reconocemos nuestras limitaciones A lo largo de mi vida he observado el ministerio de muchos misioneros independientes que eran personas de fe. Estaban dispuestos a renunciar a todo y a vivir en medio de grandes sacrificios. Dios honra el espíritu de siervo que paga el precio que haga falta para obedecer a la Gran Comisión. 3 Sin embargo, con demasiada frecuencia, la persona con un espíritu independiente no recibe unos recursos que el Espíritu Santo la ha invitado a aceptar. El misionero solitario que trabaja en un campo donde el gobierno impone restricciones y la cultura se resiste al evangelio, puede terminar derrotado si no halla un colaborador en el ministerio. Ayuda el hecho de tener un colega. Ayuda tener alguien que comparta nuestros ideales, nuestra fe, y nuestra carga por la gente. Demasiadas veces los que tienen espíritu de precursores comienzan con gran vigor, con una gran fe, y dispuestos a renunciar a todo, pero terminan marchándose derrotados del campo. Tal vez su base de apoyo se ha ido acabando. Tal vez ellos mismos se hayan sentido desanimados. Estos individualistas heridos hacen ver lo valioso que es trabajar juntos en equipo y tener un sistema que nos apoye. Todos los sistemas, cualquiera que sea su tamaño, tienen sus retos de tipo burocrático. Debo confesar que a mí mismo me incomoda el sistema. Una organización tan grande como la nuestra puede llegar a desarrollar principios burocráticos que no sean fundamentales para nuestra misión. No obstante, tenemos que enfrentarnos a las exigencias del Servicio de Rentas Internas, las de nuestro sistema legal en los Estados Unidos, y las de los sistemas legales y los gobiernos extranjeros. Debemos cerciorarnos de no estar poniendo en peligro a las personas, trátese de los misioneros que están en el campo, de nuestras iglesias nacionales, o aun de nuestras iglesias en esta nación. Pero si tenemos en cuenta el impacto que causan nuestras empresas misioneras en todo el mundo, vemos que los beneficios son mucho mayores que los inconvenientes. Obtenemos el buen éxito cuando sacamos el mayor partido posible a nuestros recursos No creo que haya ninguna otra organización que ofrezca un apoyo más especializado a su personal de misiones que las Asambleas de Dios. Pensemos, por ejemplo, en nuestro programa para los hijos de misioneros. Nosotros estamos dedicados a ayudar a los MKs no sólo cuando están en el campo, sino también cuando están de vuelta en los Estados Unidos y pasando por tiempos de transición. Esto es una gran bendición; ni por un instante lo consideraría como algo superfluo. Nuestros programas de apoyo son esenciales para el bienestar de nuestras familias misioneras. Speed the Light es otro ejemplo convincente. Muchas organizaciones admiran la forma en que están equipados nuestros misioneros. Esto no es posible obtenerlo por medio de esfuerzos individuales. Decenas de miles de jóvenes de toda la nación colaboran con nosotros para proporcionar a nuestros misioneros las mejores herramientas posibles. Boys and Girls Missionary Crusade ha sido una inmensa bendición, al proporcionar ayuda a muchos ministerios en todo el mundo. El Ministerio Femenino ha sido desde el principio mismo, un programa que ha ofrecido un apoyo clave. Durante muchos años, Light for the Lost ha proporcionado literatura para facilitar el evangelismo. Ningún misionero puede levantar fondos para su sostenimiento personal y, al mismo tiempo, obtener dinero para vehículos, equipos, y literatura destinada a las personas no 4 evangelizadas. Sin embargo, estas estructuras de apoyo de las Asambleas de Dios ayudan a nuestros misioneros en ese proceso, y demuestran una y otra vez que no podemos llevar solos nuestros ministerios. Obtenemos el buen éxito cuando ministramos en unidad En un viaje reciente al sureste del Asia, vi con mis propios ojos a un equipo misionero — nuestro cuerpo misionero, junto con los líderes nacionales de la iglesia local— trabajando en la unidad de la cual estoy hablando. Todas las familias misioneras estaban trabajando para alcanzar la misma meta. Todos habían asumido la tarea de ser parte de un equipo que hiciera avanzar una amplia gama de ministerios. Durante mi visita veía continuamente los resultados de este espíritu de unidad. Este espíritu fue transferido a la iglesia nacional. Cuando ésta ve unidos a los misioneros, pondera lo valioso que es colaborar con ellos en el ministerio. Los líderes nacionales de ese país colaboran entonces con nuestro cuerpo misionero. Así es como las misiones deben funcionar. Esto es lo que Cristo quiere que hagamos. Su misión y su anhelo son edificar el reino de Dios por medio de un cuerpo unificado de seguidores suyos. Cuando individualizamos nuestro ministerio hasta el punto de que ya no podemos ver el valor de los demás, estamos desvirtuando los verdaderos propósitos del reino de Dios. El reino de Dios debe glorificar a Cristo y propagar su nombre en el mundo, pero a veces son nuestros propios “reinos” los que se le cruzan en el camino. Dedicamos demasiado tiempo a edificar y realizar nuestras propias aspiraciones en nombre del ministerio. Nuestro propio proyecto favorito se convierte en el punto focal de nuestra vida. No podemos ver ya el cuadro general de la Gran Comisión ni tampoco valorar lo que están haciendo otros para cumplir la misión que Cristo les ha encomendado. Obtenemos el buen éxito cuando recordamos el esfuerzo misionero en general La multiplicación dentro del cuerpo mundial de misioneros es una poderosa consecuencia de nuestra colaboración con otras fraternidades. Los países en vías de desarrollo que se encuentran dentro de la familia de las Asambleas de Dios patrocinan en la actualidad a más de cinco mil misioneros internacionales. La responsabilidad nuestra consiste en acercarnos a ellos y ayudarlos a que el impacto que causen sus misiones sea lo mayor posible dondequiera que estén. Si nosotros no hacemos un esfuerzo concertado por incluirlos, podrían estar trabajando aislados. Podrían estar luchando por levantar un apoyo económico y conseguir los recursos materiales que nosotros damos por sentados. Según vamos ampliando nuestra visión, podemos ir colaborando con estos nuevos hermanos en las misiones, y multiplicar su ministerio. Por ejemplo, en el norte de Asia, la confraternidad misionera está formada por misioneros estadounidenses y también por misioneros de Guatemala y de otros países. Todos ellos están trabajando en equipo para realizar una misión al estilo del siglo XXI. Es mucho más lo que podemos hacer cuando seguimos haciendo un esfuerzo deliberado para traer a nuestra Fraternidad a los misioneros de estos países en desarrollo, con el fin de alentarlos, 5 de colaborar en sus proyectos, de apoyarlos económicamente, y de proveer otras contribuciones de tipo logístico para crear unos ministerios de alcances nuevos y poderosos en nuestros días. Puesto que el crecimiento de este tipo de misioneros procedentes de países en vías de desarrollo aumenta de manera exponencial, llegará un día en el que ellos serán mucho más que los misioneros de los Estados Unidos. Es vital que encontremos formas de trabajar juntos para compartir nuestro andar en el ministerio. Esto puede ser laborioso, necesitar mucho tiempo y convertirse en un verdadero desafío intercultural, pero la cosecha de almas demostrará que habrá valido la pena. En algunos casos, esto significará trabajar junto con otras denominaciones. Creo que cualquier nivel de colaboración que nos ayude a regresar a la unidad de la iglesia apostólica, es dirigido por el Espíritu. Esto aún no está sucediendo como debería, pero las exigencias espirituales de estos tiempos nos señalan en esa dirección. Necesitamos mantenernos sensibles al Espíritu a fin de oír lo que nos está diciendo acerca de nuestras relaciones, de nuestra red de colaboración, y de la búsqueda de maneras de trabajar unidos con personas de nuestra misma fe, en vez de competir con ellas. Obtenemos el buen éxito cuando innovamos, al mismo tiempo que nos mantenemos centrados Mientras nuestra misión se sigue multiplicando, y nuevos desafíos, oportunidades, tecnologías, y comunidades se abren ante nosotros, estoy convencido de que el Espíritu Santo nos está hablando para dirigir con claridad a los misioneros a una unión de maneras creativas e innovadoras de cumplir la Gran Comisión. El medio misionero de hoy exige un acto de equilibrio retador, y a veces paradójico, entre la flexibilidad y la innovación por una parte, y el compromiso con nuestras doctrinas básicas y nuestros valores misionológicos, por la otra. Toda organización que quiera causar un fuerte impacto en el mundo, necesita aprender a andar por la delgada línea que separa a la preparación para una amplia variedad de tareas pertinentes a su misión, y la retención del enfoque sobre el propósito primario que quiere alcanzar. En la historia de las Misiones Mundiales de las Asambleas de Dios hemos dado una clara prioridad a la fundación de iglesias nacionales por medio de las cuatro columnas del alcance misionero: alcanzar, fundar, entrenar, y tocar. Por lo general, una organización dedicada a los ministerios especializados en las misiones es la que mejor puede concretar este propósito. Durante casi catorce años, nuestras Misiones Mundiales han colaborado con los Traductores de la Biblia Wycliffe. Tenemos veintinueve misioneros de las Asambleas de Dios trabajando con Wycliffe. Nuestras iglesias de las Asambleas de Dios pueden apoyar a estos misioneros de Wycliffe y recibir crédito por donativos a las Misiones Mundiales por hacerlo. Esta colaboración no causa un conflicto con los muchos misioneros que están ocupados de manera extensa en las traducciones. Por ejemplo, Sobhi Malek ha desarrollado un 6 Nuevo Testamento en árabe, y John Hall tradujo una Biblia en mossi. Pero el hecho de entrar a una cultura primitiva cuya lengua aún no ha sido escrita, y trabajar con este nivel de traducción especializada, es una tarea en la cual sobresale Wycliffe. Nuestros líderes misioneros decidieron hace ya mucho tiempo que colaboraríamos con Wycliffe en estos aspectos. Estamos abiertos a todo ministerio nacido del Espíritu en el corazón de un siervo consagrado de Dios. Cuando el Espíritu convence a nuestros líderes sobre el llamado de esa persona, su dedicación a la edificación del Reino, y su contribución a nuestra tarea primaria de establecer y servir a largo plazo a nuestras iglesias nacionales para que sean saludables, le abrimos campo para su ministerio. ¿Hay visiones de ministerio que nuestra misión no podría integrar? Sí. Con todo, me emociona ver que una variedad siempre creciente de misioneros y de ministerios se van uniendo en estos últimos días para llevar el evangelio a todos los rincones del planeta y a todos los corazones hambrientos. © 2008 L. John Bueno, usado con permiso. Reimpreso de la publicación Enriquecimiento Q3, 2008. 7