1. Privatización y persistencia de la religión entre los jóvenes.

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El pluralismo religioso de los jóvenes
LA RELIGIOSIDAD DE LOS JÓVENES
ESPAÑOLES: NUEVAS IDENTIDADES
CATOLICAS Y PERFIL SOCIAL
Jose Javier Callejo González
Dpto. De Sociología y Trabajo Social
Universidad de Valladolid
e-mail: [email protected]
Resumen/Abstract
El proceso de privatización experimentado en las últimas décadas por la religiosidad
de los jóvenes españoles ha dado lugar a cierto pluralismo relgioso dentro del
ámbito de la religión católica. Este pluralismo “suigéneris” puede identificarse a patir
de las clásicas categorías de “católicos practicantes”, “católicos no practicantes” y
“no creyentes”.
El análisis del perfil social de los jóvenes que se ubican en cada una de estas
categorías permite acercarse a algunos aspectos de su identidad religiosa a partir de
los contextos culturales y socioeconómicos en los que se mueven.
Ello plantea la existencia de formas de privatización religiosa alternativas a la del
“individualismo religioso” que plantean aquellos autores que han tenido como
referencia los análisis e interpretaciones procedentes de sociedades, como las
anglosajonas y las de el norte de Europa.
Palabras clave:
Religiosidad, jóvenes, privatización, modernidad
1
La privatización de las relaciones sociales.
1. Privatización y persistencia de la religión entre los
jóvenes.
El cambio y modernización experimentado por la sociedad española en el último
tercio del siglo XX se ha reflejado también, como no podía ser de otra forma, en el
ámbito de la religión. En el transcurso de unos pocos años hemos asistido en España
a una transformación radical de las relaciones entre la religión, el Estado y la
sociedad dando lugar a un “fulgurante1” proceso de secularización. En el transcurso
de tres décadas (1960-1990) los cambios socioeconómicos y políticos operados en
España han transformado por completo el modo de vida de los españoles, socavando
con ello las bases sociales y culturales en las que se asentó tras la Guerra Civil un
anacrónico modelo de relaciones entre la Iglesia Católica, el Estado y la sociedad
española, conocido como el “Nacional-Catolicismo”
Númerosos estudios y encuestas han puesto de manifiesto que la secularización y
modernización de la sociedad española se ha saldado con un acusado alejamiento de
los jóvenes de la institución eclesiástica y sus representantes, desplazando a su vez su
religiosidad al ámbito privado de sus vidas. Ese distanciamiento2 entre la iglesia y los
jóvenes ha sido interpretado como un claro indicador de la desinstitucionalización de
su religiosidad.
Pero este proceso de privatización y desinstitucionalización de la religiosidad de los
jóvenes no ha supuesto un declive sustancial, y mucho menos la desaparición, de la
dimensión religiosa en la vida de los jóvenes, sino que ésta se mantiene vigente para
amplios sectores de la población juvenil. Se ha podido comprobar a través de datos
de encuesta qué porcentajes significativos de jóvenes españoles afirman creer en
Dios, oran con relativa frecuencia o se declaran creyentes (Callejo, 2010).
Sin embargo es obvio que la privatización y desinstitucionalización experimentada
por la religiosidad de los jóvenes, así como los profundos cambios económicos,
políticos, sociales y culturales que ha experimentado la sociedad española a lo largo
del último tercio del siglo XX ha tenido necesariamente que modificar el carácter, el
contenido y las características de la religiosidad de los jóvenes en particular y de los
españoles en general, dando lugar inevitablemente a nuevas formas sociales de
Así, dice Davie Grace1 (2001: 121) “lo que ha durado cerca de un siglo en casi toda Europa se ha
producido en España en sólo una generación”.
2
Calificado por González-Anleo (2005:297) deseclesisación de la juventud española
1
2
El pluralismo religioso de los jóvenes
religión frente a la expresión tradicional, anacrónica3 y totalizante4 que adquirió
durante el franquismo.
El propósito de esta comunicación es analizar las nuevas expresiones que la
religiosidad católica adota actualmente entre los jóvenes españoles.
2. La emergencia de “cierto plurarismo religioso” en el
ámbito católico.
Uno de los indicadores más utilizados para rastrear los cambios en la religiosidad de
los individuos ha sido la autodefinición religiosa. Este indicador se basa en la
identificación que cada encuestado hace de sí mismo en un campo social específico
de su vida como es la dimensión religiosa, lo cual ha dado lugar a las conocidas
categorías religiosas de “católicos practicantes”, “no practicantes”, “indiferentes”,
“ateos” o “creyentes de otra religión”. Si seguimos a Herbert Mead (1982) la
identidad es un reflejo social, es la imagen que de nosotros mismos vemos
proyectada en los demás. Pedir a alguien que se defina religiosamente es, pues,
preguntarle por la posición social que en cuanto a su religiosidad cree ocupar frente a
los demás, es decir en un contexto socioreligioso determinado5.
Partiendo de esta premisa interpretativa, la evolución de este indicador a lo largo de
las últimas décadas revela, no sólo el crecimiento o reducción de los porcentajes que
arrojan estas categorías religiosas, sino también y sobre todo la emergencia de
nuevas formas de religiosidad entre los jóvenes españoles. Así, desde una situación
de partida en los años 60, donde el catolicismo oficial contemplaba una sola forma
de vivir la religiosidad, a partir de los años 70 van emergiendo posiciones y vivencias
religiosas diversas.
3
Miguel Requena (2005:323) la califica a la religiosidad de la España Franquista como cultura
Católica hermética, monolítica y anacrónica. Producto del monopolio religioso y de su capacidad para
intervenir decisivamente en la vida social y cultural del país.
4
Así la califica Pérez Díaz (1987: 430)
5
Estas posiciones son las que recogen las encuestas, al tiempo que contribuyen a crearlas instituyéndolas
como socialmente relevantes (Fernando Conde, 1994). Por ello, aunque las categorías que recogen las
encuestas hayan permanecido inalterables, las posiciones y significados que cada una de ellas encierra han
ido cambiando con la transformación del contexto socioreligioso, de tal manera que ser católico
practicante hoy, donde los católicos practicantes son minoría, es diferente a ser católico practicante hace
30 años cuando no había alternativas legítimas a esta opción, y los católicos practicantes eran abrumadora
mayoría.
3
La privatización de las relaciones sociales.
La distribución religiosa de los jóvenes que hace la primera encuesta de juventud en
1960, así como las categorías utilizadas en ella, revelan el predomino casi absoluto
en la época de una religiosidad practicante que se consideraba “normal”, en torno a la
cual se contemplan otras dos formas que derivan de la anterior por exceso (“Católico
ferviente”) o por defecto (“tibio”). Frente a ello, la opción religiosa “no practicante”
con 8% de los jóvenes varones y el 1,6% de las mujeres, se revela como una opción
“anómala”, sin legitimidad social. No existían, pues, entonces otras opciones
legítimas y sociológicamente significativas, como ponen de manifiesto los datos y la
elocuente ausencia en la tabla de categorías que recojan las posiciones agnósticas o
ateas.
Tabla 1
AUTODEFINICIÓN RELIGIOSA
A juzgar por las practicas religiosas que realizas ¿Cómo te
consideras?
AUTOIDENTIFICACIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES
Año 1960 (Jóvenes 16-20 años)
Año 1967 (Jóvenes 15-29 años)
Católico ferviente
Varones
Mujeres
6,7
17,5
Católicos practicantes
67
Normal
68,7
74,9
Católicos no practicantes
17
Tibio
15,8
8,6
Creyentes de otra religión
-
No practicante
7,7
1,6
No creyentes e indiferentes
3
Otra religión
0,1
--
N
1.104
N
(1.316)
(415)
Fuente:1960: Encuesta sobre presupuestos mentales de la juventud española, pág 241 .
1967: CIS nº 1020. 1980.
Sin embargo, a partir de entonces las opciones se abren dando lugar a un cierto
“pluralismo” en la forma de vivir la religiosidad. En 1967, la panorámica de la
religiosidad de los jóvenes españoles que se ofrece en al segunda encuesta de
juventud parece haber cambiado bastante. Primero por que las categorías del
indicador cambian en consonancia, se supone, con la transformación de la realidad
religiosa del país. Ahora es el carácter “practicante”, y no la intensidad de la vivencia
religiosa, lo que distingue a unos católicos de otros y se añade la categoría de “no
creyente o indiferente”. Y segundo porque los “los católicos no practicantes” que ya
aparecían en la encuesta de 1961, ahora se duplican.
Desde entonces hasta la actualidad este indicador ha permanecido en gran medida
inalterado ofreciendo una fehaciente panorámica de la evolución de la religiosidad de
los jóvenes españoles. La reconstrucción de esta panorámica se presentan en la
siguiente tabla
4
El pluralismo religioso de los jóvenes
Tabla 2
EVOLUCIÓN DE LA IDENTIFICACIÓN RELIGIOSA.
(Jóvenes 15-29 años)
1967 1980 1987 1988
67
33
24
26
Católicos practicantes
17
43
55
52
Católicos no practicantes
1
6*
1
Creyentes de otra religión
3
20
9
19
No creyentes e indiferentes
N
1.104
6.811
2.072
5.249
1989
28
53
1
16
1992
26
56
1
14
1996
19
54
2
23
2000
28
44
2
24
2005
14
49
3
29
17.266
5.000
6.000
(6.492)
(5.014)
2008
12
50
8
29
Los datos de 1980 se refieren a jóvenes de 18-29 años.
1967: CIS nº1020. 1980. CIS nº 1259. 1987:CIS nº 1698. 1988: Encuesta de Juventud 1988.
1989: CIS nº 1813. 1992: Encuesta de Juventud 1992. 1996: Encuesta de Juventud 1996;
2000: Encuesta Juventud 1999; 2005: Encuesta Juventud 2005.
Fuente: INJUVE, Informe: Juventud en España 2000 y 2005. Madrid.
En la serie se observa un importante cambio en la identificación religiosa de los
jóvenes consistente en un descenso de los jóvenes que se declaran “católicos
practicantes” y un incremento de los jóvenes que se declaran católicos no
practicantes y no creyentes. El cambio es fuerte en los años 60 y 70. En esos años se
podría decir que se da una auténtica revolución en la religiosidad de los jóvenes
coincidiendo con los intensos cambios sociales y políticos que en esos años vive la
sociedad española. A lo largo de los años 80 y 90 los datos muestran, con las
fluctuaciones lógicas de unas encuestas a otras, cierta estabilidad y asentamiento,
como si el proceso de cambio religioso hubiese tocado fondo. A lo largo de estas
décadas los católicos practicantes se sitúan en torno al 25%, los católicos no
practicantes en torno al 50% y los no creyentes en torno al 20%. En cambio los años
finales de la década de 1990 y los primeros años del tercer milenio parecen romper
esa tendencia a la estabilidad y apuntan a un nuevo descenso de los católicos
practicantes que repercute sobre todo en un aumento de los que se declaran
“agnósticos” o “indiferentes”, manteniéndose en cambio los jóvenes “catolicos no
prácticantes” en torno al 50%6.
La interpretación general de la evolución de la autoidentificaicón religiosa ha sido
siempre la de un claro declive de la religiosidad de las y los jóvenes, y de un fuerte y
rápido proceso de secularización de la sociedad española, que se ha basado en la idea
unas veces implícita y otras explícita de que las categorías intermedias contempladas
6
Es de destacar también que, a lo largo de estas décadas los porcentajes de jóvenes pertenecientes a
otra religión se han ido incrementando modestamente hasta alcanzar en la actualidad una cifra nada
despreciable del 8%, sobre todo si se tiene en cuenta que el % de catolicos prácitcantes se ha reducido
hasta el 12%
5
La privatización de las relaciones sociales.
en este indicador recogían grados diversos de desafección religiosa constituyendo en
este sentido pasos previos hacia el agnosticismo y la increencia (González-Anleo y
González Blasco, 1992: 25; Pérez-Agote et alii, 1993:276).
No obstante, la evolución de este indicador a lo largo de las últimas décadas, a parte
de reflejar el declive efectivo de una forma específica de religiosidad, la de la
religiosidad católica “tradicional”, institucionalizada y regenerada durante el
franquismo, pone de manifiesto la emergencia de nuevas formas de religiosidad. Así,
desde una situación de partida caracterizada por la existencia con anterioridad a los
años 60 de una sola forma de vivir la religiosidad, el “catolicismo oficial”, emergen a
partir de los años 70 al menos tres posiciones religiosas perfectamente legitimas: La
de los “católicos practicantes” en la que se sitúan en torno a un 10-15% de los
jóvenes españoles, la de los católicos “no practicantes” ( un 40 ó 50%) y la de los no
creyentes (otro 25 ó 30%).
Ello ha dado lugar, efectivamente, a un cierto pluralismo religioso en la España
moderna Se trata ciertamente de un pluralismo sui géneris ya que se mueve dentro de
un universo definido por la cultura y la tradición católica, que puede ir desde el
clericalismo, de las posiciones más conservadoras, hasta el anticlericalismo de las
posiciones ateas y laicistas.
Sólo en los últimos años, coincidiendo en cierto modo con la revisión de la tesis de
la secularización y la constatación de la persistencia de las creencias religiosas en el
conjunto de la sociedad pero sobre todo entre los jóvenes, se empieza a reconocer por
parte de la sociología la posibilidad de que una parte importante de los católicos no
practicantes, e incluso de los indiferentes presenten un tipo de religiosidad
cualitativamente distinta que no conduzca necesariamente a la increencia o al
agnosticismo (Estruch, 1995:10; Bericat, 2008)7 aunque obviamente, presupone un
tipo de religiosidad diferente a la tradicional o a la que propugna la Iglesia Católica.
Así, autores como González-Anleo, que siempre han visto el panorama religioso
dividido en dos partes, la de los creyentes, donde se integran los católicos
practicantes que observan los preceptos y las prácticas de la ortodoxia católica, y la
de los no creyentes, formada por ateos, agnósticos, indiferentes y católicos no
practicantes que estarían en vías de serlo, dibuja en el último Informe sobre los
7
Bericat define la religiosidad de los no practicantes como una forma postmoderna basada en la duda,
más que en la indiferencia.
6
El pluralismo religioso de los jóvenes
Jóvenes Españoles de la Fundación Santa María un mapa religioso de la juventud
española que siguiendo a otros autores Europeos (Fulton, 2000; Campiche, 1977)
contempla tres polos o tipos de religiosidad que se corresponden a grandes rasgos
con los tres tipos que viene a identificar la autodefinición religiosa (Católicos
practicante, católicos no practicantes y indiferentes o no creyentes). En este mapa
religioso se viene a reconocer implícitamente que los “católicos no practicantes” son
portadores de un tipo específico de religiosidad, la que Campiche denomina el
“cristianismo cultural”. Este se caracterizaría por estar constituido por cristianos de
práctica irregular y ritualista, limitándose a la participación en los principales ritos de
pasaje y a ciertas ceremonias, para quien Dios es una fuerza superior y la religión y
la Iglesia cuentan poco, pero para los que el cristianismo es aún una importante
fuente de identidad y sentido (González-Anleo, 2005: 252-254).
Se trata en este caso de una religiosidad o una situación, que Pérez Agote, en una
descripción del proceso de secularización del País Vasco, ya dejaba entrever, aún
decantándose por esa visión dicotómica de la realidad religiosa:
“En medio [ del polo representado por la religiosidad tradicional y del representado
por el laicismo militante se encuentra] la gran masa de la población vasca que se
desacraliza, que se aleja progresivamente de una dependencia firme de los grandes
doseles sagrados de la religión y la política. Ello significa, posiblemente una
creciente privatización de la vida, más acá de la implicación directa en el mundo de
la efervescencia política, y una tendencia progresiva a la fabricación ad hoc por cada
individuo de una construcción ad hoc de sentido, realizada con los fragmentos
resultantes de la explosión de los universos esféricos y herméticos de la política y la
religión” (Pérez-Agote et alii, 1993:281).
Así pues, los jóvenes españoles presentan en la actualidad y en ese contexto de
privatización de la religión, al menos, tres modos de enfrentarse ante el hecho
religioso. Dos de ellos son claramente religiosos y católicos aunque uno de estos no
responda en absoluto ni a la religiosidad tradicional del catolicismo español, ni
tampoco a la ortodoxia que actualmente proponen las instituciones eclesiásticas.
Pero, al margen de que estas posiciones sean religiosas o no desde el punto de vista
de la Iglesia Católica o la sociología religiosa, sí plantean la existencia entre los
jóvenes españoles de universos de sentido, formas de implicación con los demás y
7
La privatización de las relaciones sociales.
estilos de vida distintos que apuntan a diversas formas de sociabilidad y privatización
de las relaciones sociales.
El perfil social de los jóvenes que se ubican en cada uno de estos tres polos permite
un acercamiento a esa realidad social y a los rasgos que definen la pluralidad de
opciones religiosas entre los jóvenes españoles.
3. PERFIL SOCIAL DE LAS DISTINTAS IDENTIDADES
RELIGIOSAS: CLASE SOCIAL, IDEOLOGÍA Y ÁREA
SOCIO-CULTURAL
Clase social
La clase social ha sido siempre un factor a tener en cuenta en la afiliación religiosa
de los individuos. Algunos estudios realizados en Francia así lo atestiguan y ponen
de manifiesto, además, que la relación entre religión y clase social no se ha dado
siempre en el mismo sentido, sino que ha variado dependiendo de la coyuntura social
y política de cada época (Elzo 1989: 264). En la actualidad en España la relación
entre clase social y religiosidad no tiene el peso que tuvo en el pasado (Amando de
Miguel, 1994:427; González Anleo, 2004: 43; 2005: 254), siendo en la actualidad
muy débil8.
Aún así, el análisis de los datos recogidos en las encuestas revela que el grado de
asociación entre ambas variables, aunque es bajo, es consistente, ya que en todas las
encuestas apunta en la misma dirección: una asociación positiva entre nivel de
religiosidad y status social. (vease en este sentido los distintos informes de la
Fundación Santamaria de 1984:255; 1994:163; 1996: 443; 2002:45)
8
Ello se debe probablemente a la conjunción de varios factores: por un lado, el éxito obtenido en la
“recatolización de la sociedad española” durante el franquismo difundió una religiosidad homogénea
en el conjunto de la población que hizo desaparecer las grandes diferencias de clase que anteriormente
se daban en torno a la religión (Pérez Díaz, 1987:433-434). Posteriormente la transformación de la
sociedad española en una sociedad de amplias clases medias con un alto nivel de vida y de consumo,
ha hecho que las diferencias de clase al menos en el plano ideológico, se hayan difuminado.
Por otro lado la metodología utilizada para clasificar a la población en diferentes clases sociales,
generalmente la autoubicación del entrevistado o su adscripción en función de unas categorías de
ocupación muy generales, no parece ser muy sensible, ya que la inmensa mayoría termina por situarse
en las “indefinidas”·clases medias. No obstante, la clase social es probable que se situé detrás de otras
variables que tienen una incidencia mayor sobre la religiosidad, como es la ideología política, o la
propia autoidentificación religiosa.
8
El pluralismo religioso de los jóvenes
La siguiente tabla procedente de la Encuesta del Instituto de la Juventud del año
2000, permite matizar un poco esta apreciación general. En ella puede verse que son
las “viejas” clases medias las que arrojan los mayores porcentajes de católicos
practicantes, mientras que las “nuevas” clases medias presentan un porcentaje de
católicos practicantes sensiblemente inferior.
TABLA 3
AUTOIDENTIFICCAIÓN RELIGIOSA POR CLASE SOCIAL SUBJETIVA
AÑO 2000 (15-29 AÑOS)
CAT. PRACT
CAT. NO PRACT
NO CREYENTE
ALTA / MEDIA-ALTA
28*
40
29
VIEJAS CLASES MEDIAS
33
44
21
NUEVAS CLASES MEDIAS
26
46
24
OBREROS CUALIFICADOS
23
48
26
OBREROS NO CUALIFICADOS
27
46
* Porcentajes horizontales
Fuente: Informe Juventud 2000. Instituto de la Juventud, pág. 617.
21
La explicación de este hecho requiere hacer mención a la distinción entre “viejas” y
“nuevas” clases medias: la “viejas clases medias”, o también llamadas por otros
“clases medias patrimoniales” (Orti, 1987; Alonso y Conde 1994: 83; Moran,
1997:367) suelen incluir a pequeños empleadores y autónomos no profesionales, así
como agricultores, pescadores, etc. que se caracterizan, entre otras cosas, por poseer
bajos niveles de educación formal (Giner y Sarasa, 1993:78), estar ocupados en
sectores económicos y áreas geográficas donde los procesos de modernización y
secularización han sido menos intensos y haber sido uno de los sectores sociales
afines al régimen franquista (Carmona9, 2004: 259). Las nuevas clases medias se
refieren por contraste a profesionales técnicos, directivos y supervisores no manuales
(Requena, 2005 :275) que suelen tener, porque sus empleos lo requieren, un elevado
nivel de educación formal y por estar ocupados en sectores económicos y vivir en
zonas muy urbanizadas en los que la incidencia de la modernización es mucho
mayor.
Por ello las viejas clases medias presentan mayores índices de religiosidad que las
nuevas, debido a que se ubican en entornos socioculturales menos secularizados, en
los que el mantenimiento del status exige con frecuencia su presencia en rituales
religiosos públicos.
9
Carmona habla concretamente de “clases medias tradicionales”
9
La privatización de las relaciones sociales.
En conjunto estos datos permiten establecer una relación débil pero clara entre la
“identidad practicante” y las clases medias y medias- altas, y dentro de ellas con
aquellos sectores cuyo estilo de vida, ocupación, cultura y posición social conecta, o
es heredera, en cierto modo, de las clases y colectivos sociales que sustentaron el
“nacionalcatolicismo”.
Por el contrario, los “católicos no practicantes”, presentan siempre los mayores
porcentajes en las clases medias-bajas y bajas. Por lo general, las diferencias entre las
distintas clases en relación con el porcentaje de católicos no practicantes son muy
reducidas, ya que en todos los estratos en torno al 50% se declaran así desde el punto
de vista religioso. Sin embargo, las diferencias crecen significativamente en aquellas
encuestas en las que el estrato social más bajo se define como “clase trabajadora”. En
estos casos, se observa como el porcentaje de personas pertenecientes a esta clase
social que se definen como “católicos no practicantes” llega hasta el 58% en 1984 y
alcanza el 64% en 1994 y 2002. Parece pues, que el catolicismo no practicante
encuentra en las clases bajas, y especialmente en la clase trabajadora, un estilo de
vida y una cultura algo más propicia que en las clases sociales más elevadas. Ello
conecta también probablemente, con la tradicional desafección religiosa de las clases
trabajadoras españolas comentada ya por Duocastella en los años 60.
10
El pluralismo religioso de los jóvenes
Tabla 4
AUTODEFINICIÓN RELIGIOSA POR CLASE SOCIAL
CATÓLICOS PRACTICANTES (muy buenos católicos/ católicos practicantes)
1984
1994
1996
2002
27
6
25
23
16
22
18
21
18
Alto
Alta/Media-alta
24
Media
Media-baja
20
Bajo
Trabajadora
Diferencia status más alto/status
más bajo
14
18
15
13
9
12
16
9
-10
CATÓLICOS NO PRÁCTICANTES (católicos no practicantes y católicos no muy practicantes)
Alto
Alta/Media-alta
50
Media
41
30
51
49
51
49
53
55
57
58
Trabajadora
58
64
Diferencia status más alto/status
más bajo
-8
-13
Media-baja
Bajo
50
59
64
-18
-34
28
58
25
26
31
27
26
21
21
NO CREYENTES (indiferentes, agnósticos, ateos)
Alto
Alta/Media-alta
24
Media
Media-baja
25
Bajo
Trabajadora
34
19
25
21
15
Diferencia status más alto/status
-1
4
9
43
más bajo
1984: Clase social subjetiva/ Jóvenes 15-24 años. Los jóvenes españoles 84. Fundación Santa María
1984, pág. 255.
1994: Clase social ocupacional del padre / Jóvenes 15-24 años. Los jóvenes españoles 94. Fundación
Santa María 1994, pág. 163.
1996: Clase social subjetiva/ Jóvenes 15-29 años/ Informe Juventud 96. Instituto de la Juventud 1996,
pág.443.
2002: Clase social subjetiva / Jóvenes 13-24 años. Jóvenes 2000 y Religión. Fundación
Santa María 2004, pág. 45.
Los no creyentes, en cambio ofrecen un perfil de clase en principio muy similar al de
los católicos practicantes. Presentan una asociación positiva con el nivel de estatus.
Las diferencias que arrojan los no creyentes entre las categorías de status alto y bajo
es positiva como sucedía en el caso de los católicos practicantes.
11
La privatización de las relaciones sociales.
Ahora bien, la evolución de estas diferencias a lo largo de las encuestas
contempladas en la tabla presenta una peculiaridad que indica la existencia de un
cambio significativo en la composición social de este colectivo a lo largo del las
últimas décadas. En 1984 la diferencia entre la clase alta y la clase trabajadora da un
saldo mínimo, pero negativo, en cambio en los años sucesivos este saldo cambia de
signo y se incrementa. Ello apunta a que hasta 1984 la no creencia y el ateismo se
sitúa más en las clases bajas (en la clase trabajadora probablemente), pero a partir de
esa fecha los no creyentes crecen entre las clases medias y entre la clase alta, reflejo
probablemente de los cambios generados en la composición social de estas clases, al
sumarse, a las viejas clases medias y altas nuevos colectivos (profesionales y nuevos
empresarios) (Moran, 1997:367) que portan una religiosidad diferente, lo cual
incrementa los índices de secularización y agnosticismo de las clases medias y altas,
mientras que las clases bajas y trabajadoras, en una época de escasa conflictividad
social, y difuminación de los alineamientos político-ideológicos optan más por una
religiosidad no practicante.
Ideología política
La ideología política ha presentado siempre una fuerte asociación con la identidad
religiosa. Por ello, el cruce de ambas variables se ha convertido en un clásico en los
informes de la Fundación Santa María, apareciendo en todos ellos bien en un intento
por definir el perfil social de las diferentes identidades religiosas, o a la inversa,
cuando se trata de identificar el perfil de aquellos que se sitúan en las diferentes
posiciones político-ideológicas.
En todos los informes en los que se muestra este cruce se observa una fuerte
asociación entre las posiciones de derecha y la identificación con el catolicismo
practicante, y a la inversa entre las posiciones de izquierda y los no practicantes, los
indiferentes y los no creyentes. Esta asociación no parece cambiar ni declinar con el
paso del tiempo. Es probable que la asociación entre los extremos de la tabla haya
crecido como consecuencia de la moderación política experimentada por los jóvenes
españoles a lo largo de las últimas décadas que habría permitido que en los extremos
de la escala ideológica permaneciesen los más radicales también en sus posiciones
religiosas. En cambio, en las posiciones centrales la asociación entre ambas variables
es posible que en la actualidad aparezca más difuminada que en el pasado.
12
El pluralismo religioso de los jóvenes
En la siguiente tabla procedente del el Informe de la Fundación Santa María de 1999
pueden verse los datos de esta asociación. Puede verse, que la mayoría de los que se
definen como “católicos practicantes” se sitúan en posiciones de centro-izquierda (el
37%) y de derecha (el 31%). Los católicos no practicantes, en cambio se sitúan en el
centro izquierda (42%) y en la extrema izquierda (22%). Los no creyentes, por otra
parte, se sitúan en la mayoría de los casos en la extrema izquierda (43%).
Tabla 5
Autoidentificación religiosa por autoubicación política.
Año 1999 (Jóvenes 15-24 años)
Escala ideológica (1 ext Izq, 10 extr
derecha)
Media
1-2-3
4-5
6-7
8-9-10
Ns/nc
Católico
practicante/
muy buen católico
5,46
12
37
16
15
19
Católico
no
practicante
4,99
17
37
16
8
21
Católico no practicante
4,53
22
42
15
4
17
Indiferente/agnóstico
4,12
30
41
7
4
18
No creyente/ateo
3,64
43
28
8
3
18
muy
* Porcentajes horizontales.
Jóvenes españoles 1999, pág 102.
Aún así, no hay que olvidar que en todas las categorías religiosas salvo en la de no
creyentes, en torno al 50% de los que se definen ideológicamente se sitúan en
posiciones de centro izquierda, una posición que constituye en realidad el centro
ideológico de la sociedad española y que, por ello, define poco a los que se sitúan en
él.
Área sociocultural
La importancia del contexto sociocultural en la religiosidad de los individuos se
constata en todas las encuestas y estudios que se detienen en ello al comprobar que
los distintos índices de religiosidad presentan variaciones importantes de unas
regiones o comunidades autónomas a otras. Se trata de variaciones significativas,
superiores en la mayoría de los casos a las que introducen otras variables como la
case social, el sexo o la edad (Elzo 1989:304).
En Europa algunos estudios socioreligiosos han puesto de manifiesto que las formas
religiosas que se dan en un determinado área geográfica vienen determinadas en
13
La privatización de las relaciones sociales.
gran medida por la propia trayectoria histórica de la región, sus transformaciones
socioeconómicas y sus tradiciones culturales (González Blasco y González-Anleo
1992: 38). G. Le Bras, citado por Blasco y González-Anleo 1992, señala
concretamente como factores determinantes de la religiosidad de una región la
estructura socioeconómica, las tradiciones o movimientos históricos religiosos, la
influencia de las grandes ciudades en su entorno regional y los movimientos
migratorios.
En España, el análisis de las relaciones entre religiosidad y área sociocultural ha sido
abordado de forma esporádica y fragmentaria. Entre estos estudios destacan el ya
clásicos estudio de Rogelio Duocastella en los años 60, y algunas aproximaciones
realizadas en los primeros Informes FOESSA (González Blasco y González-Anleo
1992: 38).
Entre los estudios de Juventud destaca el análisis realizado por Javier Elzo en el
informe de 1989 en el que ofrece una panorámica relativamente exhaustiva de la
religiosidad que se da en las distintas comunidades autónomas a partir de los
indicadores disponibles (autoidentificación religiosa, asistencia a misa o la iglesia,
creencias). El resto de los informes se limitan por lo general a constatar las enormes
diferencias que se dan entre las comunidades en relación con el porcentaje de
“católicos practicantes” “no practicantes y no creyentes.
En relación a este aspecto de la religiosidad, los datos que se encuentran en las
distintas encuestas son abundantes, pero el análisis de los mismos se enfrenta a
algunos obstáculos importantes. Por un lado en la mayoría de las encuestas los
márgenes de error que ofrecen los datos cuando se desagregan por comunidades son
muy altos, debido al reducido tamaño de la muestra. Por otro lado, y debido en parte
a esta circunstancia los valores religiosos que arrojan las distintas comunidades
varían enormemente de unas encuestas a otras haciendo muy difícil percibir las
tendencias y peculiaridades que presenta cada área sociocultural.
No obstante, a pesar del baile de cifras, algunos rasgos y tendencias quedan
relativamente claros. El mapa religioso español, en el contexto de un intenso proceso
de secularización general y de fuerte caída de los índices clásicos de religiosidad,
parece haber cambiado sustancialmente desde los años 70 hasta la actualidad.
14
El pluralismo religioso de los jóvenes
En el informe FOESSA de 1970 se describía la existencia de “tres Españas” en
función de la religiosidad que presentaban los españoles: la España del Norte con
una religiosidad alta, a excepción de tres zonas con fuerte presencia proletaria e
industrial, la Galicia costera, Asturias y Barcelona. En estas zonas la asistencia
dominical a misa oscilaba10 entre el 89% de Bilbao y el 99% de Navarra. La España
central, incluida Asturias y Murcia, que presentaba una “religiosidad media”, con
porcentajes de asistencia a misa los domingos que oscilaba entre un 80 y 90%. Y
finalmente la España del Sur con Valencia, Madrid y Barcelona, que presentaba una
“religiosidad débil”. Estas zonas arrojaban entonces tasas de asistencia a misa que
iban desde el 57% de la ciudad de Barcelona hasta el 77% de la Andalucía oriental.
Se trata de un ámbito geográfico que coincide en gran medida, dice González-Anleo,
con la España liberal y de izquierdas (González Blasco y González-Anleo 1992: 38).
Tabla 6
PORCENTAJE
FESTIVOS
DE ASISTENCIA A MISA POR LO MENOS LOS DOMINGOS Y
1970
Barcelona
57
Andalucía Occidental y Extremadura
67
Valencia
70
Madrid
73
Andalucía oriental
77
Galicia costera
79
Asturias
81
Centro (sin Madrid)
82
Murcia
85
País Vasco
89
Castilla la Vieja
92
Baleares
92
Resto de Cataluña
93
León
95
Aragón
96
Galicia Interior
97
Navarra
99
Total
83
FUENTE: INFORME SOCIOLÓGICO. FOESSA 1970, PÁG.451.
10
El análisis y clasificación de las tres áreas religiosas se basa en una encuesta realizada a amas de
casa
15
La privatización de las relaciones sociales.
A pesar de que este mapa religioso fue construido a partir de una encuesta realizada a
amas de casa, el mapa religioso actual que muestran las encuestas realizadas a los
jóvenes desde los años 80 presenta importantes variaciones que se han ido
consolidando a lo largo de las tres últimas décadas, como puede comprobarse en la
siguiente tabla.
En 1982 el ranking de católicos practicantes por comunidades autónomas muestra ya
algunos rasgos de cambio, junto a otros rasgos de continuidad con el mapa religioso
de 1970. Madrid, Cataluña y Extremadura siguen siendo áreas de religiosidad débil.
Pero el País Vasco se ha descolgado ya del grupo que presentaba en los años 70 una
religiosidad fuerte y aparece en los últimos puestos de la tabla. Andalucía se podría
decir que asciende en el ranking hasta situarse en la media española, con un 34% de
“católicos practicantes”. También asciende claramente en el ranking Castilla y León,
que desde una religiosidad media en los años 70, se sitúa a ahora a la cabeza de la
clasificación junto a Navarra.
En los años posteriores, en las encuestas de la Fundación Santa María de 1989 y
1994 y en la encuesta nacional de Juventud del Instituto de la Juventud de 1992,
estas tendencias, descendentes en unos casos y ascendentes en otros, se consolidan, a
pesar de los datos muestran variaciones significativas en las mismas comunidades
entre unos encuestas y otras. Así, en 1989 Castilla y León se mantiene en los
primeros puestos del ranking y Madrid , el País Vasco y Cataluña en los últimos
puestos. Pero lo sorprendente es que el primer lugar lo ocupa en esta encuesta
Andalucía, que muestra de esta forma una fuerte tendencia ascendente. Esta posición
es probablemente coyuntural, producto probablemente de las variaciones muestrales,
no obstante su tendencia ascendente se corrobora en las encuestas de 1992 y 1994,
donde se sitúa en ambos casos por encima de la media nacional. Es de destacar en
este sentido también que Extremadura se sitúa en 1992 ligeramente por encima de la
media nacional , cuando en 1982 ocupaba el último puesto.
16
El pluralismo religioso de los jóvenes
TABLA 7
“CATOLICOS PRACTICANTES” por Comunidades Autónomas
AÑO 1982 (15-20)
TOTAL
AÑO 1989 (15-24)
AÑO 19921 (15-29)
AÑO 19942 (15-24)
AÑO 2002(13-24)
AÑO 2005 (15-24)
34
TOTAL
19
TOTAL
26
TOTAL
18
TOTAL
15
TOTAL
10
CAST Y LEÓN
54
ANDALUCÍA
27
NAVARRA
43
CAST Y LEÓN
28
ANDALUCÍA
33
CASTI Y LEÓN
13
NAVARRA
50
C. VALENCIA
23
CAST Y LEÓN
42
GALICIA
28
CAST Y LEÓN
21
ANDALUCÍA
12
ASTURIAS
46
CAST Y LEÓN
21
CANTABRIA
41
C. VALENCIANA
23
P. VASCO
15
MADRID
11
CAST LA MANCHA
43
GALICIA
17
RIOJA
37
ANDALUCÍA
20
MADRID
14
C. VALENCIANA
8
MURCIA
42
PAÍS VASCO
15
CAST LA MANCHA
32
MADRID
16
C. VALENCIANA
8
GALICIA
8
GALICIA
42
MADRID
12
GALICIA
30
P. VASCO + NAVARRA
13
CATALUÑA
4
PAÍS VASCO
8
RIOJA
40
CATALUÑA
6
ANDALUCÍA
28
CATALUÑA
7
CATALUÑA
3
SANTANDER
39
ARAGÓN
27
ARAGÓN
38
EXTREMADURA
27
CANARIAS
38
ASTURIAS
27
C. VALENCIANA
34
CANARIAS
26
ANDALUCÍA
34
MURCIA
25
BALEARES
28
MADRID
23
PAÍS VASCO
28
BALEARES
22
MADRID
23
C. VALENCIANA
21
CATALUÑA
21
PAÍS VASCO
19
EXTREMADURA
20
CATALUÑA
15
COMUNIDADES
17
En la mayor parte de los informes sólo se ofrecen los datos relativos a aquellas comunidades donde la
submuestra es lo suficientemente grande como para ofrecer resultados mínimamente fiables, de ahí
que solo aparezca una selección de aquellas comunidades con mayor población.
En los años 1982 y 1992 se contabilizan los que se definen como Católicos practicantes frente a los
católicos no practicantes, indiferentes, agnósticos, ateos y creyentes de otra religión.
En los años de 1989, 1994 y 2002 Se contabilizan los “muy buen católico” + “católico practicante”,
frente a los católicos no practicantes, indiferentes, agnósticos, ateos y creyentes de otra religión.
En 2005 se contabilizan los “muy buenos católicos” + “católicos practicantes” en una escala que
contiene estas categorías y la de “católicos no muy practicante”, “indiferente”, “agnóstico”, “ateo” y
“creyente de otra religión”.
Fuente: 1982: Quinta Encuesta de Juventud 1982. Informe Juventud Española 1960-1982. Fundación
Santa María, pág. 132.
1989 Jóvenes españoles 89, pág 309.
1992: Informe Juventud en España 1992. Instituto de la Juventud, pág. 222.
1994: Jóvenes españoles 94, pág 164.
2002: Jóvenes españoles y religión 2000. Fundación Santa María, pág 45.
2005: Jóvenes españoles 2005. Fundación Santa María, pág 256.
Estas tendencias observadas a lo largo de los años 80 y 90 han dado lugar en la
actualidad a un mapa religioso muy diferente al de los años 70. En las encuestas
realizadas a los jóvenes por la Fundación Santa María en 2002 y 2005, el mapa
religioso, siguiendo el esquema analítico de 1970, sería el siguiente: Por un lado una
España interior, formada por Andalucía, Extremadura, Castilla y León, Castilla la
Mancha, que muestra mayores índices de religiosidad institucional (González-Anleo
2005: 256), como puede comprobarse por otra parte en las dos siguientes tablas. Se
trata de áreas socioeconómicas quizás menos expuestas al influjo exterior de la
modernidad, en las que ésta ha sido menos lesiva para la tradición católica, e incluso
puede que haya favorecido la expresión y desarrollo de algunas formas religiosas de
carácter popular11 y social, como la Semana Santa, las romerías, o la pervivencia de
altas tasas de practica religiosa con motivo de acontecimientos sociales y vitales
especiales, como fiestas patronales, celebraciones o ritos de paso. Todo ello,
explicaría los mayores porcentajes de autodefinición como católicos de estas áreas,
bien como católicos practicantes o como católicos no practicantes.
11
Para González Anleo (2004: 44) lo que explica la persistencia de índices relativamente elevados de
religiosidad en estas regiones se debe a lo que denomina el catolicismo popular. Según él “verdadero
antídoto de la secularización que refresca la memoria religiosa de la gente”.
El pluralismo religioso de los jóvenes
Tabla 8
IDENTIFICACIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES EN ALGUNAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Año 2005 (Jóvenes 15-24 años)
Muy
bue
n
cató
lico
Católico
practi
cante
Católico
no muy
practica
nte
Indifer Agnóst
ente
ico
Ateo
Otra
relig
ión
N
Castilla y
León
4
9
40
18
4
19
4
1
Andalucía
2
10
48
16
5
15
2
2
Valencia
--
8
42
19
5
24
2
--
Galicia
--
8
40
14
10
20
1
7
Madrid
2
9
35
19
19
20
2
5
País Vasco
2
6
24
29
6
28
1
3
Cataluña
--
3
29
26
9
27
2
5
C
Fuente: Los jóvenes españoles 2005. Fundación Santa María, pág. 256.
Tabla 9
ASISITENCIA A LA IGLEISIA
DE LOS JÓVNES POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Año 1999 (Jóvenes 15-24 años)
Regular
Ocasional
Nunca
N
Galicia
34
36
29
234
C. la Mancha
31
31
40
145
Andalucía
29
28
51
692
Castilla y León
29
32
43
216
Rioja
29
44
38
99
Extremadura
26
35
42
102
Asturias
23
33
44
100
Canarias
18
45
52
160
Cantabria
18
58
34
98
Madrid
18
26
60
485
Aragón
17
44
53
104
Baleares
17
40
48
100
País Vasco
17
15
70
197
Murcia
16
28
65
112
C. Valenciana
14
21
70
360
Navarra
12
40
51
97
Cataluña
10
40
57
552
Fuente: Los jóvenes españoles 99. Fundación Santa María, pág. 270.
19
En el otro extremo, se situaría la España más secularizada, Cataluña, El país Vasco,
Madrid y la Comunidad Valenciana donde se dan las mayores tasas de no creyentes,
ya se identifiquen como indiferentes, agnósticos o ateos, y donde se dan también la
mayores tasas de jóvenes que no asisten nunca a la Iglesia . Se trata en todos los
casos de zonas muy expuestas al influjo de los procesos modernizantes aunque con
trayectorias y desarrollos muy diferentes. Cataluña ha sido tradicionalmente, en
especial el área de Barcelona12 , una zona más liberal, industrializada y secularizada
que además también ha estado tradicionalmente enfrentada a un nacionalismo
español que es identificado en parte con la Iglesia Católica Española. Este último
hecho, por ejemplo, es probablemente determinante en la evolución de la religiosidad
en el País Vasco quien de una situación preeminente en el plano de la religiosidad
con anterioridad a los años 70, ha pasado a ocupar los últimos puestos del ranking
(Elzo 1989:310). Madrid por su parte, refleja probablemente mejor que ninguna otra
región, los cambios y transformaciones experimentados por la estructura social
española: emergencia de nuevas clases medias y altas y declive social y cultural de
las viejas clases medias. Un proceso en principio similar quizás al vivido por la
comunidad Valenciana.
Entre medias, aparecen un grupo un tanto indefinido de comunidades que muestran
además de unos valores medios en cuanto a la autodefinición religiosa, tasas
relativamente altas de asistencia ocasional como Canarias, Cantabria, Aragón o
Baleares, donde persistiría un catolicismo cultural (asistencia ocasional a ceremonias
religiosas, identidad católica aunque no religiosos, etc.).
En definitiva el mapa religioso actual de España refleja por un lado el fuerte cambio
religioso operado, pero por otro lado refleja al mismo tiempo la continuidad o la
persistencia del influjo de tradiciones culturales y viejas estructuras sociales que han
determinado la evolución de las distintas identidades religiosas. Como dice Navarro
y Mateo (1992: 222) “las diferencias regionales en los índices de identificación
religiosa permite reconocer la persistencia de pautas tradicionales, que arrancan de
diferencias muy arraigadas entre la religiosidad de las áreas tradicionalistas y
liberales; agrarias e industrializadas; urbanizadas y rurales”.
12
Barcelona tiene una influencia grande sobre los índices de religiosidad en Cataluña debido a su
volumen de población.
El pluralismo religioso de los jóvenes
Así, aquellas regiones que han accedido a la modernidad más tardíamente o en las
que la modernización ha sido menos intensa, han conservado mayores índices de
identificación católica, tanto en la modalidad practicante como en la modalidad no
practicante, independientemente de que algunas de éstas presentasen en el pasado
una menor afección religiosa, como Andalucía y Extremadura. De hecho, se puede
entender que las nuevas formas de religiosidad que presentan en la actualidad el
conjunto de los jóvenes españoles encaja perfectamente con la tradicional
desafección y distanciamiento religioso que en el pasado se daba en estas zonas.
Todo ello, pone de manifiesto, a su vez, la importancia que tiene actualmente en la
configuración de las distintas identidades religiosas de los jóvenes españoles la
dimensión social y cultural de la religión, por encima de opciones personales y al
margen de los procesos de individualización y fragmentación de las identidades que
detectan en otros lugares y ámbitos sociales los sociólogos de la postmodernidad.
Conclusión
La diferenciación, privatización y desinstitucionalización de la religión ha permitido
la emergencia de cierto pluralismo religioso entre los jóvenes españoles. Se trata,
como se ha visto, de un pluralismo “sui generis” en el sentido de que las diferentes
opciones y posicionamientos de los jóvenes frente al hecho religioso se mueven
dentro de un universo cultural definido por el catolicismo.
Este pluralismo se puede concretar, a partir de los datos disponibles en tres
posiciones frente al hecho religioso, cada una de las cuales con un perfil social y un
tipo de religiosidad específicas.
El perfil social que presentan los “católicos practicantes” apunta más hacia un tipo
de religiosidad heredada, fuertemente institucionalizada e imbricada en un estilo de
vida y en unos “cleavajes” de identidad social y política que se reproduce en
contextos socioculturales de corte conservador o tradicional. Su ubicación preferente
en lo que algunos denominan las viejas clases medias y medias altas, su
escoramiento hacia las posiciones ideológicas y políticas del centro derecha y su
mayor persistencia en regiones y áreas geográficas que han accedido a la modernidad
sin grandes rupturas con la estructura social y las tradiciones culturales existentes
21
con anterioridad a los años 60, son rasgos de su identidad social que darían cuenta
de ello.
Por otra parte, el perfil social de los “católicos no practicantes” y el escaso éxito
de la implantación en España de nuevas creencias de origen oriental o esotéricas hace
poco probable que entre ellos esté arraigando un individualismo religioso de corte
místico o panteísta.
Su ubicación preferente en las clases medias bajas, y por lo tanto, con bajos niveles
de instrucción, sus orientaciones políticas e ideológicas moderadas y situadas en el
indefinido centro izquierda, una posición que se ha consolidado como el centro
ideológico de la sociedad española, y en consecuencia no precisamente
“vanguardista”, así como su persistencia preponderante en aquellas áreas geográficas
y comunidades autónomas de la España interior, que han accedido a la modernidad
sin grandes rupturas con la estructura social y las tradiciones culturales del pasado
reciente, hace pensar que el tipo de religiosidad que presentan los católicos no
practicantes tiene poco que ver con el moderno individualismo expresivo, ya que este
tipo de individualismo suele arraigar entre sectores de las nuevas clases medias y
altas, con altos niveles de instrucción y una mayor exposición a los procesos
modernizantes (Bellah, 1989).
Mas difícil, debido a la carencia de datos y dimensiones de análisis, resulta definir o
vislumbrar el tipo de privatización al que apunta el perfil de los jóvenes que se
ubican en las categorías de la “increencia”. El acercamiento a este colectivo requiere
de entrada distinguir entre los indiferentes y agnósticos por un lado y los ateos por
otro.
Los que se identifican como “ateos” presentan algunas similitudes con los católicos
practicantes como es su preferente ubicación en las clases sociales medias, y medias
altas y un claro alineamiento con los viejos “cleavajes” de la política clásica, en este
caso, claro esta, con las posiciones de izquierda y el laicismo militante. Este último
rasgo, sobre todo,
permite pensar que este colectivo juvenil, como heredero y
continuador de esas tradiciones ideológicas y culturales, mantiene, un clara
propensión a la participación social y a la asunción de compromisos públicos, de
donde surgirá una red de relaciones sociales y comunitarias no compatibles en
principio con ninguna de las tesis de la privatización de las relaciones sociales,
El pluralismo religioso de los jóvenes
especialmente en sus versiones política y cultural. Aunque ciertamente, como plantea
Bellah para el caso de los activistas políticos americanos, este compromiso con lo
público podría estar teñido en la actualidad de referentes y justificaciones
individualistas y personales que darían pie a una concepción débil de la res pública,
en la medida en que pueda estar siendo concebida como un simple agregados de
individuos con interés, inquietudes y estilos de vida particulares que habría que
tolerar y, en última instancia, hacer que sean compatibles (Bellah, 1989: 247-248).
Por otra parte, los que se identifican como “indiferentes” o agnósticos presentan
una clara cercanía con los “católicos no practicantes” en el perfil social e ideológico
y en su desafección o indiferencia respecto a la religión institucional, probablemente
también en cuanto a su distanciamiento de los referentes ideológicos y culturales de
la primera modernidad. Pero carecerían en principio de ese plus de sociabilidad
privada que la religión aporta a los “católicos no practicantes”. Por ello aparecen, en
principio, como el colectivo juvenil más susceptible de asumir los referentes
culturales de la postmodernidad y de dejarse llevar por las estructuras y procesos de
individualización que en ella se dan.
23
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