TESIS 12. EL DISCURSO TRINITARIO DE LA REFLEXIÓN CREYENTE. 1. Surgimiento y sentido de la teología trinitaria. 1.1. Fuentes originales. a) Confesiones de fe (unimembres, bimembres y trimembres). Son las primeras expresiones de la fe de la Iglesia y constituyen la cuna del credo cristiano. Su contenido original fue cristológico y con una sola cláusula.. En el NT se encuentran muchas de estas fórmulas. Presentan tres formas: a) unimembres: “Jesús es el Señor” (Rm 10.9); Jesús es “el Hijo de Dios” (Mc 1,1; 15,39). b) bimembres: unidad de Dios y de Jesús (1Cor 8,6). c) trimembres: Dios, Jesucristo y el Espíritu santo (2Cor 13,13; Ef 4,4-6). b) Doxologías (NT, fórmula-tipo). Se trata de fórmulas de alabanza a Dios por sí mismo de carácter litúrgico. La celebración litúrgica es un importante canal transmisor de la fe de la Iglesia. En estas oraciones se expresa el amor que asume como único objeto digno de alabanza al mismo ser divino. El sujeto de la alabanza es el “orante”, toda la comunidad o un miembro de ella en el intercambio típico: la comunidad puede ser un “nosotros” o un “yo” indistintamente, y también el fiel orante, que lo hace siempre en nombre de la comunidad. Ya en el NT hay abundantes ejemplos: en general las cláusulas con las que terminan las epístolas (p.e. Rm 16,27) y también en Apocalípsis (p.e. Ap 5,13). A finales del s. II es común la fórmula-tipo: “Gloria al Padre, por el Hijo, en el Espíritu santo” y la gran doxología conclusiva de la plegaria eucarística: “Por Cristo…”. Se descubre la “ley económica” de la doxología de la Iglesia: se dirige siempre y sólo “al Padre, mediante el Hijo, en la presencia operante del Espíritu Santo”. Se trata de una única alabanza, y no de tres a tres personas separadas. c) Símbolos bautismales. Los símbolos representan la traducción al lenguaje corriente del mensaje cristiano de las Escrituras. Los credos bautismales se van formando poco a poco. Son fórmulas fijas que constan de una serie de artículos de estructura binaria o ternaria. Se desarrollan en el ambiente de preparación al bautismo (traditio/redditio symboli). Presentan dos formas: interrogativa y declarativa. Uno de los más antiguos (ca. 215-217) es el de la Traditio apostolica (DH 10). A partir del s. IV van a adquirir un carácter doctrinal. d) Reglas de fe. Aparecen hacia la segunda mitad del s. II, por primera vez con S. 1 Ireneo. La regula fidei es un sumario genérico para salvaguardar la fe cristiana contra doctrinas erróneas. Su formulación está ligada a la presentación de la fe cristiana tal como se enseñaba y predicaba en las iglesias locales de los escritores eclesiásticos. Por eso, no tiene un contenido fijo, sino que varía según las circunstancias de los autores, e incluso en un mismo autor, teniendo en cuenta diversos destinatarios. 1.2. Modalismo y subordinacionismo Modalismo. 1) Noeto. Lo fundamental de la doctrina de Noeto es rechazar la Trinidad para defender la unidad de Dios. No reconoce más que un solo Dios, el Padre. A diferencia de Pablo de Samosata, Noeto salvaguarda la plena y perfecta divinidad de Cristo, pero sacrifica la distinción personal entre el Padre y el Hijo. Como prueba bíblica de su doctrina ofrece unos textos mutilados y con una particular interpretación (cf. Is 44,6; 45,14; Jn 10,30; 14,9). Según Hipólito, fue condenado como blasfemo en Esmirna (ca.200) por afirmar que “el Padre mismo ha nacido, sufrido y muerto”. 2) Práxeas. Probablemente se trata de un personaje imaginario, que le sirve a Tertuliano de antagonista. Según Tertuliano los puntos esenciales de su doctrina son los siguientes: a) El Padre y el Hijo no son más que una sola y la misma cosa (Adv Prax 5). b) El Verbo no tiene una existencia personal, es sólo un nombre dado al Padre, “flatus vocis” (Adv Prax 7). c) Se ha encarnado el Padre en el seno de la Virgen y al nacer se ha convertido en Hijo de sí mismo (Adv Prax 10). d) El Padre ha padecido y muerto (Adv Prax 1.2.29). e) En Jesucristo hay una dualidad: el hombre Jesús era propiamente el Hijo, mientras que “Cristo”, es decir, el elemento divino, era el Padre. 3) Sabelio. A partir de mediados del s. III fue considerado el representante principal del modalismo. Y en el s. IV el sabelianismo se configurará como la antítesis del arrianismo. Sabelio era de origen libio y hacia el 220 es el máximo exponente del monarquianismo modalista en Roma. Fue excomulgado por el papa Calixto (217222). Los principales rasgos de la doctrina sabeliana son los siguientes: a) Como exigencia para salvaguardar la unicidad de Dios, el Hijo se identifica con el Padre. b) La encarnación del Padre. c) La extensión de la doctrina de la absoluta unidad de la divinidad al Espíritu Santo: el mismo Dios es Padre, Hijo y Espíritu. En el AT, como Padre, ha 2 dado la ley; en el NT, como Hijo, se ha encarnado y, como Espíritu Santo, ha venido sobre los apóstoles. d) Como fundamento bíblico: textos sobre la unicidad de Dios (Dt 6,4; Is 44,6); sobre la unidad de Cristo y el Padre (Jn 10,30; 14,9); textos sobre la resurrección de Cristo por el Padre. e) Imágenes trinitarias: del mismo modo que hay diversidad de dones pero el Espíritu es uno solo (1Cor 12,4), así también el Padre es el mismo, pero se dilata en el Hijo y en el Espíritu. En occidente, Hipólito y Tertuliano van a designar a esta doctrina con el nombre de “patripasianismo”: el Padre padece y muere en la cruz. Sin embargo, en oriente, Epifanio de Salamina (+ 403) sostiene que los sabelianos negaban que el Padre hubiera sufrido en la cruz. La aparente contradicción entre los testimonios se resuelve si se tiene en cuenta que, según la doctrina sabeliana, Padre, Hijo y Espíritu son modos de manifestarse o aparecer la divinidad una, sin subsistencia personal. Por consiguiente, no es el Padre el que se ha hecho Hijo, sino el único Dios que se ha manifestado primero como Padre y luego como Hijo. Subordinacionismo. Para Arrio, el elemento fundamental de la divinidad es la carencia de principio. Puesto que el Hijo lo tiene, no puede ser Dios. Será como provinente de la nada una criatura excelsa, pero criatura al fin y al cabo. En resumen: no es Dios porque es engendrado y porque procede de la nada y no de la sustancia divina. Acoge la concepción del platonismo medio que convierte al Logos en un intermediario entre Dios y la creación. Esta óptica afecta profundamente a la cristología. El Verbo no es Dios, sino que por su ejemplaridad moral ha sido resucitado y con ello se le otorga la divinidad. Su excelsa categoría moral le proporciona una categoría ontológica superior, que no le es propia ni substancial. Y se establece de esta forma una diferencia radical entre el Verbo de Dios (criatura), Jesucristo (que no sería Dios) y el Cristo resucitado (que sería el divino). 1.3. Padres prenicenos. No le dan importancia ni personalidad propia. Una vez que se ha proclamado la divinidad del Hijo todo estará listo para precisar la identidad de la tercera persona. San Justino (+ 165) Es el primer autor cristiano que especula sobre la generación del Verbo1. Su punto de partida es que el Logos es la razón personal de Dios, de la cual participan todos los hombres. Esta participación en el Logos divino posibilita que los hombres puedan conocer a Dios y unirse a El. El Λόγος σπερματικός sería una adaptación de la parábola del sembrador (Mt 13,3ss). El Logos que se ha revelado completamente sólo al hacerse hombre, se ha hecho sin embargo parcialmente perceptible a través de su σπέρμα sembrado en los hombres desde la creación. 1 Cf. L. LADARIA, El Dios vivo y verdadero, Salamanca 1998, 135-138. 3 Antes de la venida de Cristo, los hombres poseen Λόγος σπερματικός. No sólo los profetas del AT, sino también los mismos filósofos paganos. Por eso, los destellos de verdad que hay en ellos son propiedad de los cristianos. Para Justino el Logos es distinto del Padre, no sólo nominalmente sino también numéricamente. Esa alteridad del Logos está implicada en: a) Teofanías del AT: No son del Padre, pues dada su transcendencia no puede entrar en contacto con el mundo. Por tanto, son del Logos, que es ángel y apóstol de Dios. El Logos es intermediario universal del Padre. Por el Logos el Padre se da a conocer. Y es intermediario por ser Logos. b) Diálogos intradivinos: Justino ve seres distintos dentro de la divinidad en los diálogos que encuentra en los relatos de la creación del Génesis (cf. Dial 62,23). El Logos intradivino aparece como numéricamente distinto y al mismo tiempo racional. c) Prov 8,21-25: Este texto sobre la Sabiduría le sirve también para insistir en la alteridad en el seno de la divinidad (cf. Dial 129,3-4). En resumen, Justino enseña que el Logos fue proferido en orden a la Creación. Pero luego continúa siendo personal. Fue generado por voluntad del Padre para ser intermediario en la Creación. Una vez generado no está separado del Padre, aunque es distinto de El. Hay pasajes en que parece afirmar la eternidad del Logos, pero en ningún texto se indica claramente una generación eterna del Logos. Ireneo de Lyon (+202) San Ireneo, fiel a la monarquía divina, se sitúa en la línea moderada o eclesiástica2. Como punto de partida de su enseñanza, remite siempre a la regula fidei. Este es uno de los testimonios más antiguos que se conservan de la misma: He aquí la regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único Dios, creador del universo. Este es el primer y principal artículo de nuestra fe. El segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio de su profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por medio de él ha sido creado el universo. Además, al fín de los tiempos, para recapitular todas las cosas, se hizo hombre entre los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para manifestar la vida y restablecer la comunión entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: El Espíritu Santo por cuyo poder los profetas han profetizado y los Padres han sido instruidos en lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para Dios (Demostración de la predicación apostólica 6). Para Ireneo el estudio de la vida intradivina requiere una actitud previa en el sujeto: “es mejor… no saber absolutamente nada… pero creer en Dios y perseverar en su amor, que hinchado por tal ciencia apartarse de ese amor que hace vivir” (Adv Haer II,26,21). No es recelo ante la teología especulativa. Lo que Ireneo rechaza son las cuestiones sutiles y los argumentos vanos. Se está refiriendo al artificio de las especulaciones gnósticas sobre el mundo del pleroma. 2 Cf. L. LADARIA, El Dios vivo y verdadero, 145-150. 4 Para Ireneo la Escritura está llena de misterios cuya comprensión escapa a nuestra inteligencia. Condena y rechaza la curiosidad de los que pretenden escrutar la vida divina antes de la Creación: “ningún texto de la Escritura nos dice lo que Dios hacía antes. Por lo tanto, la respuesta pertenece a Dios y no hay que pretender imaginar emanaciones locas, temerarias, blasfemas…” (Adv Haer II,28,3). Frente a las elucubraciones de los gnósticos Ireneo no se cansará de subrayar el tema de la unidad. Los gnósticos distinguían entre el demiurgo, al que identificaban con Yahvé, y el Dios Padre del NT. Ireneo afirma que solo existe un único Dios, que es juntamente Padre y Creador de todas las cosas. Dios es inefablemente único y, al mismo tiempo, tiene en sí su Logos y su Sabiduría (que es el Espíritu). Y esto desde toda la eternidad. Lo sabemos por la economía de la salvación (cf. Epideixis 47). El acceso a Dios le viene al hombre por medio del Logos y de la Sabiduría. Ireneo tiene una actitud más bien negativa respecto al conocimiento de las procesiones divinas3. Rechaza expresamente la analogía con la emisión de la palabra humana para explicar la generación del Logos. Tal analogía, empleada por los apologistas, es para él un antropomorfismo ilícito, al transferir a Logos eterno de Dios la génesis sensible del verbo humano. La analogía de la emisión de la palabra humana lleva esencialmente a la composición y Dios es simplicidad absoluta. Una generación en Dios es un misterio inefable (Ireneo aplica a este tema Is 53,8 LXX). Tampoco es admisible para Ireneo la teoría del doble estadio del Logos. La usan, además de los apologistas, Hipólito, Tertuliano y Novaciano. Ireneo la rechaza para explicar la generación del Logos en su enfrentamiento con la gnosis. A partir de Orígenes va a prevalecer la teoría del estadio único en la generación del Logos, aunque nunca llegará a condenarse como herética la teoría del doble estadio. De todas formas, con el surgir del arrianismo, será definitivamente abandonada. En lo que insiste Ireneo es en la coexistencia del Logos con el Padre desde toda la eternidad (cf. Adv Haer III,18,1; IV,20,1). Después de asomarse con tanta cautela a la vida de Dios, Ireneo se adentra en su actividad ad extra: creación del mundo, creación del hombre, teofanías del Logos y bautismo de Jesús. Según Ireneo, Dios no necesita intermediarios en la creación. Crea por sí mismo, es decir, por medio de su Logos y su Sabiduría, las “manos de Dios”: No son los ángeles los que nos han formado; los ángeles no han podido hacer una imagen de Dios, ninguno puede sino el Verbo del Señor, y no una potencia alejada del Padre del universo. Dios no tenía necesidad de ellos para hacer lo que había resuelto hacer, como si el no tuviera sus manos. Porque él tiene siempre consigo a su Verbo y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por quien y en quien lo ha hecho todo libre y espontáneamente; es a ellos a quienes habla cuando dice: “Hagámos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Contra los herejes IV, 20,1). El Hijo y el Espíritu son “ministros” del Padre, pero ello no implica una degradación descendente. No son propiamente “intermediarios” en sentido subordinacionista, pues es el Padre en que crea por sí mismo con sus colaboradores. Por eso indica Ireneo que los ángeles están sometidos al Hijo y al 3 Cf. A. ORBE, Introducción a la teología de los siglos II y III, Salamanca 1988, 76-80. 5 Espíritu. Es más, cada persona divina tiene una función particular: “Es el Logos quien pone la base… y es el Espíritu quien procura la forma y la belleza” (Epideixis 5). Respecto a la creación del hombre, Dios lo crea para “comunicarle sus beneficios” (Adv Haer IV,14,1). Ireneo subraya con fuerza el papel del Verbo. No sólo es colaborador, sino el modelo. Ireneo interpreta en sentido trinitario Gn 1,26: el padre habla con el Verbo y el Espíritu. Con sus “manos” lleva a cabo la creación del hombre. Son los órganos de su acción. No son intermediarios, sino el mismo Dios. Es verdad que se trata de una imagen imperfecta, pues si subraya, por un lado, su unión indisoluble con el Padre, diluye, por otra, su carácter de agentes personales (distinción). Porque no escapó Adán Jamás de las manos de Dios, a las que el Padre decía: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Y por la misma razón en la consumación también sus manos vivificaron al hombre haciéndolo perfecto, no por voluntad de la carne ni por voluntad de hombre, a fín de que Adán, el hombre, fuera hecho a imagen y semejanza de Dios (Contra los herejes V,1,3). Todo el hombre, y muy especialmente la carne, está hecha a imagen de Dios, es decir, de Cristo, Verbo encarnado. Veíamos al estudiar los apologistas que el sentido de las teofanías del Verbo era mostrar a los judíos la alteridad en Dios. En Ireneo su finalidad es mostrar la unidad de la revelación, desde la creación hasta la encarnación. Por eso, las teofanías comienzan en el paraíso y es siempre el Hijo quien se manifiesta (cf. Epideixis 12 y 45). Las teofanías son visiones proféticas (cf. Adv Haer IV,20,5 y 8). Y son un esbozo, imperfecto y parcial, de la encarnación: Por eso el Verbo se constituyó en dispensador de la gracia del Padre para utilidad de los hombres, en favor de los cuales obró tantos designios: manifestó a Dios a los hombres y presentó a los hombres ante Dios, guardando la invisibilidad del Padre..., y al mismo tiempo haciendo a Dios visible a los hombres... Porque la gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre, la visión de Dios. Y si la manifestación de Dios que consiste en la creación da la vida a todos los vivientes de la tierra, mucho más la manifestación del Padre que se hace por el Verbo da la vida a los que ven a Dios (Contra los herejes IV, 20,7). Por eso, las teofanías del Verbo tienen una doble eficacia. Por una parte, el Verbo habitúa a los hombres a vivir con Dios, y por otra, él mismo se habitúa a vivir entre los hombres (Adv Haer III,20,3). Preparan así la gran teofanía de la Encarnación. Sobre el tema del Espíritu, Ireneo estudia el bautismo de Jesús en el Jordán tanto frente al monarquianismo dinámico como frente a la gnosis. Interpreta este episodio como una manifestación trinitaria, en la que también el Espíritu se habitúa a habitar entre los hombres con vistas a su efusión en Pentecostés4. Tertuliano (160-220) La obra de este jurista africano ofrece una teología trinitaria bastante elaborada5. Responde tanto al modalismo de Praxeas, como al diteísmo de 4 5 Cf. C. GRANADO, El Espíritu Santo en la Teología patrística, Salamanca 1987, 32-49. Cf. L. LADARIA, El Dios vivo y verdadero, 150-158. 6 Marción. Frente al primero propugna una concepción monarquiana moderada que rechaza un dios unipersonal, sin romper por ello con el monoteísmo: La única monarquía no se destruye porque el rey tenga ministros u oficiales, y mucho menos se divide por el hecho de que el rey tenga un hijo, príncipe, que garantiza la sucesión, porque el rey sigue detentando el gobierno (Contra Práxeas 3,2-3). Igualmente reacciona contra el dualismo de los valentinianos y marcionitas, que, separando al Padre y al Hijo, dividían la divinidad enseñando dos dioses. También Tertuliano se apoya en la Regula fidei, aunque no da de ella un texto fijo. Además transmite varios símbolos de fe. Parece que siempre creyó en la divinidad y personalidad del Espíritu, y no sólo con su paso al montanismo. Para Tertuliano, a diferencia de Ireneo, es posible el conocimiento de la vida intradivina. Podemos conocer la generación del Verbo a partir de la Escritura. Considera dos premisas: que el hombre ha sido creado a imagen de Dios (Gn 1,26) y que el alma humana es consustancial a Dios. Por consiguiente, conociendo la misma conoceremos también la procesión del verbo en el interior de Dios. La generación del Verbo tiene dos fases: inmanente o ab aeterno (Sabiduría divina sin subsistencia personal) y ante tempus (Sermo subsistente manifestado con vistas a la Creación). En definitiva, se trata de una reaparición de la teoría del doble estadio del Logos. Para Tertuliano, Dios comienza a ser Padre ante tempus. Y el Hijo de Dios, en sentido estricto, es sólo el Sermo pronunciado en orden a la Creación. Antes, ab aeterno, solo existía como Ratio divina impersonal. También Tertuliano atribuye las teofanías al Hijo, y también con ellas se prepara la encarnación del Verbo (cf. Adv Prax 15). Era El quien bajaba siempre a hablar con los hombres, desde Adán hasta los patriarcas y los profetas, en visiones y sueños, en imágenes y enigmas, siempre preparando ya desde el comienzo aquel orden que había de conseguir en los tiempos finales. De este modo, constantemente estaba Dios aprendiendo a conversar con los hombres en la tierra: un Dios que no era otro que la Palabra que tenía que hacerse carne... ya desde entonces empezó a experimentar los afectos propios del hombre, ya que El tenía que asumir los elementos propios del hombre, la carne y el alma. Estas cosas convenían al Hijo, que tenía que someterse aun a las pasiones humanas, a la sed, el hambre, las lágrimas, incluso el nacimiento y la muerte, en lo cual el Padre lo hizo un poco inferior a los ángeles (Contra Práxeas 16). Se debe a Tertuliano, que es el gran innovador en el vocabulario teológico de la Iglesia latina, la introducción del término Trinitas: Porque todo viene del uno por la unidad de la substancia, y a la vez se guarda el misterio de la economía que organiza la unidad en trinidad y explica que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres. Tres, sin embargo, no por naturaleza, sino por el grado, no por substancia, sino por la forma, no por el poder, sino por la manifestación, pero los tres de una única substancia, de una única naturaleza y de un único poder porque no hay más que un sólo Dios a partir del cual estos grados, formas y manifestaciones se distribuyen en los nombres del Padre y del Hijo y del Espíritu santo (Contra Práxeas 2,3-4). Para ilustrar el misterio trinitario Tertuliano recurre a diversas tríadas creadas: las imágenes del árbol, la corriente de agua y la luz. Con esta triple analogía, radix-frutex-fructus; fons-flumen-rivus; sol-radius-apex, explica Tertuliano la distinción personal de la Trinidad. Es una analogía de tipo lineal. Se 7 compara la Trinidad con el desarrollo vital: como de la raíz brota el tronco para terminar en el fruto, o como el canal deriva de un río que nace de un manantial, o como el punto luminoso del rayo procede del sol. Le interesa demostrar que la monarquía divina no se destruye admitiendo una distinción personal en el Dios uno y único. Ciertamente, con estos ejemplos, Tertuliano no se plantea directamente por qué tres y no más personas. Tertuliano es el primer autor latino que ha utilizado el término trinitas y también persona en teología trinitaria. Los tres en Dios admiten una distinción numérica, sin que esto implique romper su unidad. Que el Padre es Dios lo afirma claramente la Escritura. Respecto al Hijo y al Espíritu son Dios, en cuanto que proceden de la sustancia del Padre. Pero no hay tres dioses: “Qui tres unum sunt, non unus…” (Adv Prax 25). En cuanto Dios son uno, en cuanto Padre e Hijo son dos. Orígenes La influencia de Orígenes (185-253/4) ha sido inmensa. Los ss. III-IV están llenos de discípulos suyos (Eusebio de Cesarea, Dionisio de Alejandría, los padres Capadocios, Evagrio Póntico…). También tuvo grandes antagonistas (Epifanio, Jerónimo, papa Virgilio). Su doctrina fue condenada en Constantinopla II (553). Como consecuencia de ello muchas de sus obras se perdieron o se conservaron con manipulaciones correctoras (caso de su traductor Rufino), lo cual hace muy difícil conocer con exactitud su pensamiento. Sobre la teología trinitaria6, las principales fuentes son De principiis I,1-3 y su Comentario a San Juan. Con respecto a sus predecesores la teología trinitaria de Orígenes presenta un doble avance: afirma que la generación del Hijo es eterna y define las funciones específicas del Espíritu. Orígenes se presenta como un testigo de la fe tradicional y parte de la regla de fe transmitida por la predicación apostólica: He aquí la verdad que nos ha sido transmitida claramente por la predicación apostólica. En primer lugar, único es Dios que ha creado y ordenado todas las cosas, que de la nada ha hecho existir el universo... Este Dios justo y bueno, Padre del Señor nuestro Jesucristo, ha dado la ley, los profetas, los evangelios: es el Dios de los Apóstoles, del Antiguo y del Nuevo Testamento. En segundo lugar, Jesucristo, el cual ha venido, ha nacido del Padre antes de toda criatura. El, después de cooperar como ministro del Padre en la creación del universo, por su medio, de hecho, han sido hechas todas las cosas, en los últimos días, anonadándose se ha hecho hombre, se ha encarnado, aun siendo Dios. Ha asumido un cuerpo semejante a nuestro cuerpo, diverso sólo en cuanto nacido de la virgen y del Espíritu Santo. Jesucristo ha nacido y ha padecido realmente, no en apariencia; ha muerto realmente con la muerte común a todos; y realmente ha resucitado de entre los muertos... Finalmente, [los apóstoles] asociaron el Espíritu Santo en honor y dignidad al Padre y al Hijo. A propósito de esto no está claramente precisado si es engendrado o inengendrado; si también tenga que considerarse hijo de Dios o no: tales cuestiones deben profundizarse, en cuanto sea posible, según la Sagrada Escritura y con un agudo examen. Por otro lado, en la Iglesia se profesa con la máxima claridad que el Espíritu Santo ha inspirado a todos los santos profetas y apóstoles, y que no ha habido un espíritu en los antiguos y otro distinto en aquellos que han sido inspirados con la venida de Cristo (Sobre los principios I, praef. 4). 6 Cf. L. LADARIA, El Dios vivo y verdadero, 161-170. 8 Como se puede apreciar el texto está claramente dividido en tres artículos, correspondientes a cada una de las personas divinas. Y se distingue “lo claramente transmitido” de lo que “no está claramente precisado”. La teología de Orígenes se ha definido como una teología en búsqueda a partir de la Regla de fe. El Padre Para Orígenes Dios Padre es principio sin principio de la vida divina y origen sin origen de toda existencia. Es “Mónada” (la Unidad primera que engendra a la multitud) y “Hénada” (el Uno en sí). Sólo El es en sentido estricto αύτόθεος, el único ingénito. Es la fuente de la divinidad. Orígenes afirma el monoteísmo. Por otra parte, defiende la identidad del Dios justo creador del AT con el Dios bueno misericordioso Padre de Jesús, con una clara intención antignóstica y antimarcionita. El Hijo Orígenes es el autor de lo que se puede denominar el primer “tratado de los nombres de Cristo” (cf. Com S. Juan I; De Prin I,2). Afirma claramente que es Hijo de Dios por naturaleza, no por adopción. No está permitido poner en el mismo nivel del hombre, o de cualquier otro animal que engendra, a Dios Padre cuando engendra y da subsistencia a su Hijo; por otra parte, es necesario definir algo que sea digno también de Dios, para el cual no se puede encontrar en absoluto ningún término de comparación no sólo en la realidad sino aun en el pensamiento o en la imaginación, para que el entendimiento humano pueda comprender de qué modo el Dios inengendrado sea Padre del Hijo unigénito. De hecho, esta generación es eterna y perpetua como el replandor es engendrado de la luz, puesto que no por adopción del Espíritu se hace el Hijo tal desde el exterior, sino que es Hijo por naturaleza (Sobre los principios I, 2,4). No hay que entender su generación en analogía con la generación humana. No es una emanación que comportaría separación del Padre. La generación del Hijo es inefable. El Padre engendra eternamente al Hijo, de modo que no se puede decir que hubiera un tiempo en que el Hijo no existía. Se trata de una generación eterna y continua. El Padre es άρχή ontológica del Hijo, pero no cronológica porque no ha comenzado nunca a existir, sino que existe desde siempre, eternamente. De ahí que participe de sus prerrogativas divinas. La generación del Hijo se lleva a cabo “como el resplandor de la luz”: Por el resplandor se reconoce y se siente lo que es la luz misma. Y este resplandor al ofrecerse a los ojos mortales y débiles de forma más plácida y suave, les enseña y les acostumbra poco a poco a soportar la claridad de la luz, pues remueve en ellos lo que obstruye o impide la visión... los hace capaces de recibir la gloria de la luz, también en esto convertido en una especie de mediador de los hombres para que lleguen a la luz (Sobre los principios I, 2,7). Pero la comparación principal utilizada por Orígenes para expresar la generación del Logos es “como la voluntad de la mente” (cf. De Prin IV,4,1). Prefiere esta imagen por su inmaterialidad. Para evitar toda analogía con la generación animal, usa ésta tomada de la actividad intelectual porque le parece más pura y espiritual. En definitiva, se trata de una generación de amor (cf. Comentario al cantar de los cantares). 9 El Logos estrictamente para la mediación creadora no necesitaría ser Dios. Pero sí para la mediación salvífica, porque solamente si es Dios en sí mismo puede divinizar. El Espíritu Santo Se debe a Orígenes el mejor tratado y el primero sobre el Espíritu anterior a la segunda fase de la controversia arriana (segunda mitad s. IV). Para Orígenes las actividades propias del Espíritu son la inspiración de las Escrituras y la santificación de los fieles. En el Comentario al evangelio de San Juan se plantea las dos cuestiones que había dejado abiertas en la Regla de fe: el origen del Espíritu y si se le podía considerar un segundo Hijo. Analizando Jn 1,3 se pregunta si también el Espíritu hay que incluirlo en ese “todo” (II,10,73). Considera tres posibles respuestas: a) afirmativa: el Espíritu fue hecho o creado por el Logos. Luego es una criatura. b) negativa: el Espíritu tiene subsistencia personal y es ingénito y sin origen. Luego tenemos dos principios sin principio (Padre y Espíritu), lo cual es Diteísmo. c) negativa: el Espíritu carece de subsistencia personal y se identifica con el Padre, lo cual es Modalismo. Orígenes pasa a exponer su propio parecer, inclinándose por la primera opinión: el Espíritu es la primera criatura del Logos, es decir, el primero de los seres hecho por el Padre por medio del Hijo dentro de la tríada divina, y quien le corresponde la máxima dignidad: En cuanto a nosotros, estamos persuadidos de que hay tres hipóstasis, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y creemos que ninguna de ellas, salvo el Padre, es ingenerada, y pensamos que sobre todo lo que vino a la existencia mediante el Logos el Espíritu Santo tiene una posición preeminente, siendo el primero de los seres que ha recibido la existencia del Padre por medio de Jesucristo (Comentario al Evangelio de S. Juan 2,10,75). De esta forma, considerando al Espíritu de un rango distinto y superior al de todas las demás criaturas y subordinado a la mediación del Logos, Orígenes salva las tres hipóstasis y consigue combinar el principio filosófico de un solo ingénito con la afirmación bíblica de que “todo” fue hecho por medio del Logos. Otra cuestión a dirimir era si el Espíritu Santo puede ser considerado un segundo Hijo dentro de Dios. La resuelve en sentido negativo porque necesita la mediación del Logos para tener una existencia personal. El Espíritu Santo es dentro de Dios “la naturaleza subsistente de los dones”. A la luz de 1Cor 12,8s, cualquier don es el Espíritu, en cuanto que comunicado. Es la “comunicabilidad” o “donabilidad” de Dios. Los carismas vienen fontalmente de Dios Padre, pero para llegar a las criaturas deben subsistir en el Espíritu. 2. Las formulaciones dogmáticas de Nicea (325) y Constantinopla (381). 2.1. La divinidad del Hijo en la fe de Nicea. El llamado “símbolo” de Nicea es en realidad una definición contra el arrianismo. Tiene como base un credo bautismal de una de las iglesias de oriente, problablemente Cesarea de Palestina, a cuyo texto se han incorporado expresiones antiarrianas y una cláusula final que condena puntos fundamentales de la doctrina arriana. 10 a) El símbolo niceno: estructura (DH 125). Antes de entrar en el estudio de sus cláusulas conviene tener presente su estructura. Siguiendo el tenor de las profesiones de fe (cf. 1Cor 8,6), el símbolo está construido según un esquema económico salvífico. Es decir, no hay primero una confesión de la divinidad y después de cada una de las tres personas (esquema binario); sino una confesión directamente trinitaria. b) “Un solo Dios Padre todopoderoso” (cf. Ap 1,8). Un solo Dios Padre παντοκράτωρ… Recoge la revelación monoteísta del único Yahvé que se opone a la multiplicidad de falsos dioses. Este “único Dios” no significa aquí una sustancia divina común, sino concretamente Dios Padre. Παντοκράτωρ es un adjetivo tomado del Ap que indica un señorío universal sobre toda la creación. c) “Un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios” (homoousios). Confesión de la filiación divina de Cristo tomada literalmente de 1Cor 8,6. No se emplea el título Logos. “Όμοούσιον τω Πατρί”. Es la expresión que resume el permanente significado antiarriano de Nicea. Con este término se afirma la plena divinidad del Hijo. El Hijo comparte el mismo ser o esencia del Padre. Es totalmente divino: cuanto pertenece a la divinidad, pertenece al Hijo. Los padres de Nicea, pertenecientes a diversas tradiciones teológicas que podían interpretar diversamente el término, se pusieron de acuerdo en una significación básica del óμοούσιος: con él pretenden solamente puntualizar la naturaleza auténticamente divina del Hijo igual a la del Padre. "Consustancial al Padre" quiere decir que el Hijo es Dios en el mismo sentido que lo es el Padre, y por consiguiente que no es una criatura. - Όμοούσιος, aunque no era un término de la Escritura, expresaba adecuadamente el kerygma apostólico de la generación eterna del Hijo del Padre y de su plena participación a la naturaleza divina. - Aun habiendo sido condenado en Antioquía (268), no tenía ahora el significado monarquiano que le había dado Pablo de Samosata. - No implicaba ahora una concepción materialista gnóstica de la divinidad: el Hijo no es parte del Padre, siendo la esencia divina naturalmente indivisible y plenamente poseída también por el Hijo. - Finalmente, frente al sabelianismo, afirmaba explícita y contemporáneamente la divinidad del Padre y del Hijo, y su distinción personal. d) Los anatemas de Nicea (DH 126). Todas y cada una de las frases que se condenan son lemas típicamente arrianos: 1) Hubo un tiempo en que él no existía Es la doctrina arriana que niega la eternidad del Hijo y afirma una posterioridad cronológica respecto al Padre. Ya Orígenes había negado las especulaciones en este sentido y también Dionisio de Roma. 2) No existía antes de ser engendrado 11 Es otro modo de expresar la fórmula anterior. Orígenes había afirmado ya la generación eterna del Hijo en un sentido ontológico, no temporal. En cambio, Eusebio de Cesarea, aunque acepta formalmente los anatemas de Nicea, interpreta "engendrado" en el sentido del nacimiento histórico de Cristo en un intento astuto de desentenderse del contenido de la doctrina nicena que posteriormente dará lugar al semiarrianismo (óμοιος óυσία). 3) Comenzó a existir de la nada Esta frase dará lugar a la corriente radical de los anomeos (ανόμοιος) o "exukontianos" (έξ ούκ őντων) en la segunda fase de la controversia arriana. 4) Es de una hipóstasis o ousía diferente Tanto los arrianos como el Concilio de Nicea consideran ousía e hipóstasis como términos sinónimos. Para los arrianos el Hijo no es de la sustancia del Padre. Sólo se llegarán a precisar los términos con el Concilio de Alejandría (362) que distingue, en un contexto trinitario, la hipóstasis, que indica la persona, de la ousía, que indica la esencia o sustancia divina. 5) Es creado, mutable o alterable Los arrianos llegaban a afirmar que el Hijo de Dios podía pecar. Si de hecho no pecó fue por su voluntad, pero su naturaleza mudable estaba sometida al cambio moral. En resumen: 1) Nicea presenta imperfecciones a nivel terminológico: a) porque en los anatemas no distingue hipóstasis y ousía, lo que acentuará la incomprensión entre latinos y griegos a la hora de formular la fe. b) porque el término “homoousios” traerá a la memoria de muchos el recuerdo de los gnósticos y de Pablo de Samosata. Los defensores del término serán acusados de sabelianismo; y sus detractores de subordinacionismo. 2) Nicea ha formulado con precisión la fe en la divinidad de Jesús con dos afirmaciones fundamentales frente al arrianismo: a) El Hijo no es una criatura, sino que es Dios. b) El Hijo es tan Dios como el Padre y en el mismo sentido que el Padre es Dios. 3) Nicea interpreta de forma autorizada la verdad bíblica sobre Jesucristo. Cuando el lenguaje bíblico no podía ya comunicar por sí solo el ser de Jesucristo, porque los arrianos recurrían también a la Escritura para fundamentar sus tesis, Nicea introduce el lenguaje dogmático que legitima el "es decir", la explicación necesaria y autorizada de los contenidos del kerygma neotestamentario. 2.2. La divinidad del Espíritu en el credo “niceno-constantinopolitano” (DH 150) a) “Y en el Espíritu Santo...”. Hay una pequeña pero significativa diferencia gramatical respecto a la escueta fórmula de Nicea. En Nicea “Espíritu santo” aparece con un sólo artículo (τò άγιον πνεũμα). Aquí aparece duplicado delante de los dos términos (τò πνεũμα τò άγιον). Con ello se tiene la intención de 12 subrayar que el atributo personal de la santidad pertenece al Espíritu. Porque es “el Santo” (cf. Is 6,3) puede santificar. Como en el NT, tampoco en el credo se designa al Espíritu Santo con el término Dios. Sin embargo, el símbolo nicenoconstantinopolitano proclama su divinidad: a) atribuyéndole dos títulos divinos (“Señor” y “Santo”) b) un origen divino (“procede”) c) funciones divinas (“dar la vida”, inspirar a los profetas) y sobre todo, d) un culto en un plano de igualdad con el que se tributa a las otras dos personas de la Trinidad. En cambio, a) no se expone la relación entre la naturaleza y las personas divinas, b) ni la relación del Espíritu con el Hijo (“Filioque”). Ambas cuestiones serán fuente de controversias entre la tradición latina y la griega. La posición oficial de la Iglesia latina sobre ambas cuestiones es la recogida en el llamado símbolo Quicumque (DH 75) de finales del s. V o principios del VI y atribuido erróneamente durante mucho tiempo a S. Atanasio. b) el canon de la condena (DH 151). Se articula en dos partes. La primera contiene la ratificación oficial de la fe de Nicea. En la segunda se pasa a anatematizar de una forma concisa las principales herejías trinitarias y cristológicas conocidas. En concreto 6 errores trinitarios y uno cristológico (Apolinarismo). 1) eunomianos o anomeos: arrianos radicales que consideran al Hijo desemejante al Padre y negaban la divinidad del ES 2) arrianos o eudosianos: se refiere en particular a los seguidores de Eudoxio, obispo arriano de Antioquía, de origen armeno que consideraba también al Hijo inferior al Padre. 3) semiarrianos o pneumatómacos: incluye aquí en general a los homeusianos que sostenían que el Hijo era semejante al Padre pero no de la misma ousía, y en particular a Macedonio y sus seguidores que consideraban al Espíritu una criatura. 4) sabelianos: discípulos de Sabelio que extienden su doctrina también al Espíritu Santo (las personas divinas no son más que modos de aparecer o manifestarse la divinidad una). 5) marcelianos: discípulos de Marcelo de Ancira, antiarriano radical, acusado de sabelianismo en la primera mitad del s. IV. 6) fotinianos: discípulos de Fotino de Sirmio que profesaba un rígido monarquianismo sosteniendo que el Hijo no existió antes de nacer de la virgen y que el Logos no era una persona divina sino una pura potencia impersonal del Padre. Como se puede apreciar el Concilio de Constantinopla condena como heréticas las dos tendencias radicales de la doctrina trinitaria 13 precedente: modalista. el subordinacionismo extremo y el monarquianismo 3. Conceptos fundamentales de teología trinitaria. 3.1. Misiones, procesiones, relaciones. 1) Las misiones divinas. El punto de partida y la categoría principal de una doctrina trinitaria de corte soteriológico tiene que ser el concepto de misión, que en los manuales tradicionales de corte ontológico suelen colocar al final. La Escritura atestigua el envío del Hijo por el Padre y el envío del Espíritu Santo por el Padre y por el Hijo. Se trata de una noción acuñada por el magisterio de la Iglesia (DH 527). La primera de las misiones divinas es visible (encarnación) mientras que el don del Espíritu acontece de forma invisible (gracia) pero también experimentable. La misión incluye dos momentos: 1) final: la presencia del Hijo y del Espíritu en el mundo y en la historia 2) original: el origen del Hijo respecto del Padre que lo manda y del Espíritu Santo con respecto al Padre y al Hijo. Por tanto, la noción de envío en el tiempo presupone un mandante eterno, el concepto de misión lleva al concepto de procesión. 2) Las procesiones trinitarias. El Hijo procede del Padre (Jn 8,42) y el Espíritu Santo procede del Padre (Jn 15,26) principaliter, y de forma dada por el Padre, también del Hijo. Cuando la Escritura alude a estas procesiones se refiere directamente a las misiones, sólo incluiría las procesiones eternas como condición de posibilidad de la procesiones temporales. Toda procesión implica una relación originaria. Sto Tomás distingue entre procesiones ad extra y ad intra. En las primeras lo procedente abandona su origen; en las segundas el procedente permanece en su origen. Del primer modo proceden las criatutas del Creador; del segundo las personas divinas (el Hijo del Padre y el Espíritu del Padre y del Hijo)7. Por eso, no se pueden entender las procesiones inmanentes en Dios como movimientos espacio-temporales, se trata de procesos intradivinos. No hay sucesión espacial o temporal. Inspirándose en la Escritura, la tradición de la Iglesia ha intentado precisar de la mejor manera posible, dentro de las limitaciones de la razón y el lenguaje humanos, las procesiones inmanentes en Dios. Así ha descrito la procesión del Hijo como generación y la del Espíritu Santo, a partir de Jn 15,26, como procesión en sentido estricto. Mientras que el concepto de generación es de comprensión inmediata por vía de la analogía, la terminología para expresar la procedencia del Espíritu delata un cierta pobreza conceptual o vacilación (en la teología latina). El término procesión se usa en sentido genérico (procesiones trinitarias) y específico (procedencia del Espíritu Santo). Tanto la generación del Hijo como la procesión del Espíritu Santo dan origen a las relaciones divinas. De la noción de procesión intratrinitaria surge la cuestión de las relaciones. 7 STO. TOMÁS, Summa I, q.27, a,1. 14 3) Las relaciones divinas. Como señala Sto. Tomás, se entiende por relación el hecho de estar referido algo a otra cosa (Summa I, q.28, a.1.3). Según él, el concepto de relación implica tres elementos: un sujeto (terminus a quo), un término (terminus ad quem) y un fundamento de la relación entre ambos. El sujeto es el ser que tiene o da origen a la relación. El término es el ser hacia el que tiende o se refiere el sujeto de la relación. El fundamento es el hecho sobre el que se basa la relación al otro. En Dios, enseña S. Tomás, el sujeto y el término son inmanentes a Dios mismo y el fundamento de la relación no es meramente posicional sino interpersonal. Entre el sujeto-origen y el término se da una oposición relativa. De las dos procesiones divinas resultan estas 4 relaciones (Summa I, qq.28 y 29): - la del Padre con el Hijo: generación activa (generare) o paternidad - la del Hijo con el Padre: generación pasiva (generari) o filiación - la del Padre y el Hijo con el Espíritu: espiración activa (spirare) - la del Espíritu con el Padre y el Hijo: espiración pasiva (spirari) Tres de estas relaciones son realmente distintas entre sí: la paternidad, la filiación y la espiración pasiva. La espiración activa, en cambio, se identifica con la paternidad y la filiación y compete al Padre y al Hijo en común como a un único principio (ambos espiran). La espiración pasiva, por el contrario, es realmente distinta tanto del Padre como del Hijo (que no son espirados). Esto significa que hay en Dios (en virtud de las dos procesiones) tres oposiciones relativas que fundamentan una referencia dialogal y relacional entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. De aquí derivará el magisterio en el Concilio de Florencia el principio trinitario de que “en Dios todo es uno, donde no hay oposición de relación” (DH 1330)8. Y estas tres relaciones contrapuestas entre sí, que se dan en Dios (paternidad, filiación y espiración pasiva), son la expresión abstracta de las tres personas divinas. Las personas tan sólo se distinguen relativamente, por relación al término opuesto en la relación de origen. Al final del recorrido, las relaciones opuestas en la Trinidad dan origen a las personas. 3.2. La noción de persona. a) origen del término. Curiosamente el concepto de persona tiene originariamente un uso teológico. Surge primero en el contexto de las controversias cristológicas y trinitarias, para pasar posteriormente a emplearse en antropología. El primer autor eclesiástico que lo usa en un contexto trinitario es Tertuliano (aparece 33 veces en Adversus Praxean). Tras zanjarse teóricamente el problema de la unidad de Dios con la introducción del término “homoousios” en el Concilio de Nicea, seguidamente se plantea el problema de mantener al mismo tiempo la Trinidad de Dios: la diversidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los padres Capadocios son los primeros que proponen la fórmula “una ousía y 8 Este principio aparece ya implícitamente en Gregorio Nacianceno y S. Agustín, pero su formulación se debe a S. Anselmo de quien lo toma directamente el Concilio de Florencia. 15 tres hipóstasis”. Con hipóstasis proponían evidenciar la concreta objetividad de cada uno de los tres. En occidente, el paso decisivo fue traducir “hipóstasis” por “persona”9. La traducción literal debiera haber sido “substantia”, pero se evito usar esta noción porque a los oídos occidentales sonaba a triteísmo. S. Agustín confiesa que adopta el término no para decir lo que son los tres en Dios, sino por “no callar” (cf. De Trin. V,9,10). De hecho, si por un lado su proveniencia de “πρόσωπον” podía evocar el modalismo (un único sujeto con tres máscaras), por otra no resolvía el riesgo de triteísmo (la idea de individuos separados). En el Medioevo, bajo el impulso de los debates teológicos, el término persona tuvo por primera vez una atención filosófica. Boecio (ca. 470-525) propone la célebre definición10 que se convertirá en clásica durante todo el período. Frente a las categorías de Boecio que parten de lo “sustancial”, Ricardo de S. Victor (+ca. 1271) define la persona divina a partir de lo “relacional” como “existencia incomunicable de naturaleza divina” (De Trin. IV,22,24). Es decir, sin eliminar el acento de Boecio en la sustancia, corrige su definición con la idea de relación (ex-sistere). El genio de Sto. Tomás, sin prescindir de Boecio, modifica su perspectiva al definir a los tres de la Trinidad como “relaciones subsistentes” (Summa I, q. 29, a. 4): por un lado, la noción de subsistencia mantiene la noción original griega de hipóstasis (la presentación “objetiva”); por otro, la relación indica que cada uno de los tres es lo que es precisamente en razón de su relación original con las otras dos. De ahí que para S. Tomás la persona es a la vez esse in (subsistencia) y esse ad (relación). b) problemática moderna. Sobre la problemática de la noción de persona en teología trinitaria podemos apuntar algunas conclusiones11: 1. - Es preciso mantener este concepto tradicional ya que, con todas sus limitaciones, omitirlo plantea más problemas de los que resuelve. 2. - El lenguaje sobre la Trinidad de las personas divinas en la práctica lleva inevitablemente a caer en un modalismo o en un triteísmo verbal, sin que ello comporte necesariamente planteamientos teológicos heterodoxos o heréticos. 3. - Como toda la terminología trinitaria, también el concepto de persona se emplea analógicamente porque las personas divinas no son “personas” como las personas humanas. Pero además, en el caso particular de la noción de persona aplicado a la Trinidad, se añade la peculiaridad de que la analogía es doble ya que ni el Padre es persona como el Hijo, ni el Espíritu Santo es persona como el Hijo o como el Padre. Es necesaria la matización del término. Barth dice que son 3 modos de ser. Rahner que son 3 modos distintos de subsistencia. No es modalismo pero para la gente es complicado utilizar estos términos. Estas definiciones han sido criticadas. 9 “Lo que para los griegos es la hipóstasis, para los latinos es la persona” (S. AGUSTÍN, De Trinitate 5, 9, 10). 10 S. BOECIO, Liber de persona et duabus naturis 3 (PL 64,1343c-1345b): “naturae rationalis individua substantia”; Cf. S. TOMAS, Summa I, q. 29, a. 1. 11 Cf. L. LADARIA, La Trinidad, Misterio de Comunión, 120-133. 16 c) el modelo comunitario. Recurriendo a las raíces tradicionales tanto griegas (redescubriendo la noción de περιχώρεσις) como latinas (la analogía del amor), algunos autores ortodoxos primero (N. Fedorov, S. Bulgakov), y durante el siglo pasado también católicos del ámbito de lengua francesa (Taymans d’Eypernon), han ensayado una nueva comprensión de la Trinidad a partir de la imagen comunitaria de Dios. Recientemente este modelo ha sido acogido, con diferentes matices, por autores de diversas procedencias. En campo católico H. Mühlen en Una Mystica Persona12, presenta un modelo comunicativo de la Trinidad en el que el Padre es caracterizado como el “Yo” en Dios, el Hijo como el “Tú” y el Espíritu Santo como el “Nosotros” del Padre y del Hijo, el “Nosotros en persona”. Mühlen observa agudamente que en realidad “Nosotros” no puede ser nunca el plural de la primera persona, porque el “Yo” en rigor no tolera el plural. “Yo” hay sólo uno. “Nosotros” es a la vez el plural de la primera y la segunda persona, el plural del Padre y del Hijo. Para él el Espíritu Santo es “una persona en dos personas” en el seno de la Trinidad. De ahí establece la correspondencia con la fórmula eclesiológica: “una persona en muchas personas”. En campo protestante, J. Moltmann sigue un planteamiento paralelo. Según él de acuerdo con la economía salvífica no se puede partir de la absoluta indivisibilidad de la unidad divina para afirmar las distintas personas, sino que el procedimiento debe ser el contrario: pasar de las relaciones divinas a las personas y de ellas a la unidad de Dios. El considera la Trinidad como la comunidad divina de personas en relación. El ser de las personas es su relacionalidad. Este modelo comunitario de la Trinidad es todavía hoy acusado por muchos autores de representar una sutil forma de triteísmo. Moltmann se ha defendido diciendo que una concepción comunitaria de la Trinidad sería triteísta sólo si se considera que las personas son ante todo autoconciencia y sólo posteriormente interrelación. Sin embargo, él considera tal comprensión típica del individualismo burgués: las personas no sólo tienen, sino que son relaciones y sin ellas no hay personas. Esta visión abre obviamente el camino hacia una analogía entre la Trinidad y la comunidad humana con implicaciones socio-políticas y escatológicas. 4. La dimensión trinitaria en el conjunto de la teología y de la vida cristiana. La Trinidad divina ha sido vista simplemente como el misterio incomprensible, más que como el fundamento y el principio de nuestra salvación. En la misma teología la doctrina de la Trinidad ha sufrido en algunas épocas un cierto “aislamiento”: una vez afirmado que Dios es uno y trino, después prácticamente se ha dejado de lado, o al menos no ha tenido muchas repercusiones en el desarrollo de buena parte de las materias restantes. No siempre ha sido fácil ver el sentido de esta enseñanza. No hay duda de que en ciertos momentos de la historia se ha producido en amplios estratos de creyentes 12 Cf. H. MÜHLEN, Una Mystica Persona.. El Espíritu Santo en la Iglesia, Salamanca 1974. 17 una cierta disminución del sentido de la originalidad del monoteísmo cristiano, de la visión cristiana de Dios. Si en Dios hay tres o diez personas resulta indiferente, porque “de esta diferencia no puede uno sacar ninguna regla diversa para su comportamiento”. Se impone por tanto una interpretación sólo racional de la Trinidad ya que esta enseñanza no sólo supera, sino que contradice la razón práctica. De ahí que lo que la doctrina cristiana del Dios uno y trino llama tres personas, son únicamente estos tres atributos de Dios, que es santo, benévolo y justo. El que Dios sea uno y trino no es importante para la gente. Dice Rahner que si se demostrara que la Trinidad no existe eso no afectaría lo escrito sobre Dios. Se han elaborado teorías que han pecado de a-trinitarias. De eso no sacamos nada para la práctica. Antes de colocar la trinidad inmanente debemos conocer la trinidad económica. Cómo se ha hecho presente en la historia. La Trinidad está en el lugar central de la liturgia cristiana, en la celebración eucarística y de los otros sacramentos. Ha sido puesta también al centro de la vida de la Iglesia en el concilio Vaticano II. La Iglesia es Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del ES. La Iglesia está asistida por el ES. Lo que sin duda está al centro de la fe y de la vida de la Iglesia debería estarlo también en la conciencia cristiana. Sólo con el trasfondo de la doctrina trinitaria podemos entender la salvación de Cristo. Reducir nuestra preocupación a la significación de Jesús o de Dios para nosotros, sin preguntarse por lo que en sí mismos son, equivale a perder de vista el sentido mismo de la salvación cristiana. 18