José Ma. Alegre Peyrón Gebyr 5,00 kr.

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Nummer 115
November 1984
José Ma. Alegre Peyrón
Decadencia socio-cultural de la
Francia merovingia
Romansk lnstitut
K0benhavns Universitet
Njalsgade 78-80
2300 Kbh. S
Gebyr 5,00 kr.
3
INDICE
J.á.gina
I - J.ntrod1J.cci6r:;. ......................................
.L.
..l.-
-
Q
.................
Una monarq_ufa a rcerceC. d. el azar .........................
III- El poder de la lglesia ..........................
L.;
8
e:
~
9
IV- Una sociedad laica en descomposici6n ............... 12
V - Abandono de la vida intelectuaJ. y te la
enseñan.za .......................... ~ .. • .. • . . .. .. . .. .. .. .. .. • .. .. .. .. .. .. J.6
VI - I"a aristocracia, nueva categoría social
ascendente •..••....••.••.•.••..•...•••...••••. 18
VII - La inmunidad, factor incrementador de la
diferencia de clases ........................................
~,
VIII - Un e,jérci to deEore;a..rtizado y variopinto ........ 22
IX- Poblaci6n urbana, rural, servil y r:colonaJ. 11
X- Hacia la
fe~dalizaci6n
.....
23
de la sociedad:
la administración central y local .............. 36
XI - Los
impuestos~
cargas in1Jt:L.les q_ue r:o
ge.neran beneficios ............................................... 3E5
XII - La moneda, exponente de u.na econor-.ía
a la deriva ................
o••··~··
...................
3S1
XIII- Una economía agraria heredada ............•••.. 40
XIV - Conclusi6n ....•••.••..•.••.•...........•••.... 42
XV - Notas ...............•.•....•.....•.••..•..•... 44-5;,
4
I - INTRODUCCION
En los ~ijos que transcurren desde que los bárbaros entran en
la Galia hasta que Clodoveo implanta una monarquía nacional, el
país va a olvidar su carácter de provincia romana para convertirse en asiento del potente y dilatado reino visigodo de Tolosa,primero, y después del reino de los francos y otros menores.
A partir de los años finales del siglo V y, sobre todo, desde 507 Galia comenzará a dejar de serlo para convertirse en Francia y empezará a constituirse como verdadera nación, aunque la
conciencia de tal nación no la tendrá hasta siglos después (1).
El hundimiento del Imperio provoca la regresión de toda la
economía, tanto la rural como la urbana. Pues bien, sobre una sociedad de tipo primordialmente económico viene a superponerse una
sociedad militarizada. Pero, aÚn siendo el elemento vencedor, el
germano se ahoga pronto en el fenómeno de una romanización que en
Francia, Italia y España se produce particularmente pronto en muchos aspectos ya que las dos barreras más fuertes, étnica y religiosa, desaparecen enseguida.
Como en los demás reinos occidentales, los bárbaros darán al
substrato romano y a toda la sociedad medieval el militarismo que
en parte está en su propia naturaleza y en parte, y no pequeña,
porque las nuevas circunstancias históricas obligan a los nuevos
países en formación a una lucha constante por su propio equilibrio.
Como consecuencia lógica de la nueva situación se suavizan
las categorías sociales indígenas. No desaparecen los grandes propietarios, tampoco se comparten las tierras pues Clodoveo sólo
se adueña de las fiscales y de las de los rebeldes. La vieja aristocracia senatorial conserva cierta autoridad y prestigio, pero
en definitiva la nueva clase superior la constituyen los conquistadores. No obstante, al ganar un asiento territorial fijo su organización evoluciona rápidamente hacia los cuadros tradicionales
que han destruido.
Si antes había en cada pueblo varios jefes militares con sus
propias comitivas, la entrada en el Imperio es una empresa nacional y exige una sola cabeza. La duración de la campaña produce el
que ese único jefe acabe por asimilarse al viejo rey y que sus
5
ocasionales poderes absolutos se conviertan en el apoyo y justificación de su realeza. Es la propia fuerza y envergadura de su movimiento y no el contacto con Roma lo que, en mi opinión, transforma las sociedades bárbaras. Las invasiones, si no han alterado
por completo los instintos germanos de democracia y gobierno directo del pueblo, han acabado por impedir su realización. En el siglo
VI no hay asambleas populares o su trascendencia es casi nula.
Pero, una vez asentados los germanos, el país debe ser repartido
de la forma que sea entre los soldados, de tal manera que la organización romano-indígena desaparece cierto tiempo para volver
adaptada a la vida de los nuevos pobladores con las ventajas e inconvenientes que esa sustitución entraña.
Entre los francos, en particular, la nobleza ha quedado por
completo anulada mientras que entre los bávaros, por ejemplo,subsisten ciertos cuadros aristocráticos (2). Por ello, la organización merovingia se sustraerá en cierto modo a esa renovación del
mundo antiguo en su propio seno y se basará, en principio, en un
tipo de monarquía absoluta y despótica, sólo limitada por reacciones populares y el rápido progreso político de la aristocracia que
comienza a nacer.
II - UNA MONARQUIA A MERCED DEL AZAR
Uno de los grandes cambios de la situación política es la
completa desaparición de la idea de ESTADO que Roma poseía de tradición clásica. La idea de ESTADO aseguraba antes la continuidad
del PODER. Ahora, el rey merovingio escapa a toda idea de soberanía, de bien común. De ahí que la monarquía no sea territorial en
su base como la romana, sino de bases personales de relación, mucho más en consecuencia con el germanismo.
El rey lo es de los francos y no de Francia; él miemo es el
poder y en consecuencia la organización es en cierta medida anárquica y rudimentaria (3). Contra todo este absolutismo está, en
cambio, la realidad de que los reyes merovingios no lo son por completo: carecen de los medios para imponer su indiscutida autoridad y no pueden crear ni disfrutar de inmediato de un sistema fiscal ni de un funcionariado (4).
Para los francos, el poder de sus reyes se parece al del cabeza de familia germánico, el munt; el rey es un patr6n que brin-
6
da protecci6n y exige ciega obediencia:-"Convertimini ad me et sub
defensione mea sitis"-, dice Clodoveo. La obediencia se debe en
virtud de la fidelidad al hombre superior, al jefe, pero no en
cuanto rey. El pueblo entero jura obligatoriamente en manos de los
leudes reales y cada nuevo rey tiene que conseguir ese juramento.
Esto es lo que se ha dado en llamar "carácter patronal" de esta
monarquía e5) .
Por otra parte, siendo el soberano un jefe militar que lleva
a su pueblo a la conquista, la tierra ganada es propiedad particular suya y la reparte entre sus hombres segdn su voluntad. No se
trata de bienes del Estado, puesto que no existe o no es comprendido, sino de patrimonio real por derecho legítimo de conquista.
El derecho privado de la Ley Sálica (6) es el único aplicado a su
muerte cuando lo reparte entre sus hijos como puede hacer un campesino con su predio.
No obstante queda inamovible una cosa: el reino o el reinado
sobre los francos no se divide, -lo mismo ocurre en España con los
visigodos-. Tan s6lo se reparte el poder sobre la conquista de la
familia, se delimitan las zonas de influencia, pero todos los sucesores siguen siendo "rex francorum".
Todo esto viene a explicar que los francos abandonen muy pronto el viejo principio electivo germano y hagan indiscutiblemente
hereditaria la transmisi6n de la corona, mientras los visigodos
españoles, de antiguo mucho más romanizados, permiten difícilmente a sus monarcas la práctica de la hereditariedad del poder supremo.
No deja de ser extraño que el germanismo franco se haya anulado hasta el extremo de respetar siempre esta condici6n hereditaria a pesar de la notoria incapacidad de los últimos representantes de la dinastía. Estos, y no un cambio de posici6n en el
pueblo,fueron la causa de su ruina.
Cuando los reyes francos legitiman su posici6n respecto al
Imperio aceptan de Roma la teoría de lesa majestad y muchos otros
derechos que disfrutan extensamente: de acuñaci6n e impuesto, legislativo, judicial, militar, etc (7).
Esta realeza no está fundada en un patriotismo a la antigua,
ni en una burocracia manejada por el ejército, no es la monarquía
patriarcal de la Edad Media sometida al imperio de la costumbre,
no es el régimen de clan, ni es tampoco el régimen feudal del que
todavía dista mucho. Dicha realeza es simplemente la persona del
7
rey que está tan sumamente unido al Estado que se confunde con su
misma persona. El "regnum" es una propiedad cuyo propietario se
llama rey y éste dispone de aquél según las reglas del derecho
privado. La finalidad del gobierno merovingio es la satisfacción
personal del monarca. El reino adquirido es simplemente un terreno de explotación y si se emprende una guerra es para acrecentar
su parte. Sus expeaJ.ciones no tienen otro fin que el pillaje o la
imposición de un tributo (8). Para construir su morada el rey merovingio recoge materiales de todas partes y sería absurdo decir
que el conjunto es romano o germano porque tal piedra procede de
Roma o Germanía ya que los materiales podrán ser compuestos pero
la estructura está adaptada a las necesidades y a los gustos del
nuevo dueño de la Galia.
La conquista de la Galia trae como consecuencia el cambio
de situación del pueblo y del rey. El monarca merovingio no ha heredado de su pasado germánico muchas prerrogativas amplias ya que
fuera del tiempo de guerra su poder estaba lin.:i ta.do por la nobleza y por la asamblea del pueblo. La conquista da a la realeza un
puesto tan eminente que los derechos del pueblo se desvanecen y
la asamblea deja de reunirse (9).
El rey continúa rodeándose de francos y sigue llamándose rey
de los francos, pero ya no reside en territorio franco. En el ejército la mayoría es galorromana reclutada entre los hombres libres sin distinción de razas. La conquista conduce a una ruptura
total con el pasado y aparta al rey del "populus francorum" situándolo tan alto que en lo sucesivo desaparece toda huella de
elección y la monarquía se convierte en hereditaria y absoluta.
Como a pesar de todo el Estado se apoya en el rey, la monarquía franca es esencialmente ~~ gobierno personal y si por alguna causa el señor falla todo se desarregla y la institución se
tambalea.
Un poder absoluto sólo puede subsistir si se sabe hacer perdonar su dureza a cambio de servicios al pueblo o consigue crear
una burocracia sólida que lo sostenga en las épocas de debilidad.
Entre los merovingios no se dan estos servicios al pueblo ni los
monarcas saben crear y menos organizar una burocracia sólida. El
monarca merovingio no puede ser querido por ser caprichoso, déspota, suspicaz, cruel y egoísta. Como entre él y su pueblo no existe ningún lazo de simpatía, es muy comprensible que al no haber
8
ninguna base efectiva el gobierno se derrumbe. Tan s6lo se le sirve por miedo o por interás. Indiferente al bienestar público,prodiga sus larguezas entre la camarilla cortesana, a cuyos componentes llama sus fieles. Toda raz6n de su política va encaminada, o
se reduce a sobornar a los fieles del rival.
Se produce una perversión del espíritu público. El funcionario acaba de desaparecer tras del protegido, o tras del servidor,
y esto hace arraigar fuertemente en los espíritus la idea de que
el servicio del Estado es la contrapartida de un beneficio. No se
realiza ninguna función si no es a cambio de una recompensa e,
igualmente, si no se reciben beneficios del rey tampoco se le obedece ni se tiene obligaci6n de servir al Estado (10). El soberano a su vez al menor indicio de infidelidad tiene derecho a renovar su donación y lo utiliza como un arma represiva.
Como no existe vida política, ni garantía de seguridad, la
masa de los hombres libres no dispone de ningún procedimiento legal para dar a conocer sus quejas y obtener justicia (11). El único procedimiento o recurso posible son las revueltas. No obstante, hay una ocasión en la que todos los hombres libres de todas
las nacionalidades y súbditos del rey merovingio pueden levantar
la voz y adoptar una actitud amenazadora. Es la llamada reuni6n
del Campo de Marte, cuando se celebraba la revista general de
las tropas que precedía a una expedici6n militar. El rey merovingio deja prácticamente de serlo cuando convoca este amasijo de
franceses de todas partes que componen el "populus francorum".
Sin existir verdaderas instituciones que respaldasen la monarquía franca, ésta estaba a merced del azar. Su decadencia fue
precipitada por las guerras civiles nacidas de las particiones
al estilo germánico y, luego, por una serie de minorías étnicas.
Lo que hoy nos produce todavía asombro es que en estas condiciones pudiese figurar como gran potencia durante más de un siglo
después de la muerte de Clodoveo.
Cuando hablemos de la feudalizaci6n de las instituciones merovingias tendremos ocasi6n de ver c6mo esta monarquía tenía en
la práctica muy menguadas sus atribuciones. En otro aspecto, la
realeza franca tiene a su servicio, como afirma E.Demougeot (12),
una antigua fuerza: la Iglesia y sus obispos, mediadores entre
los reyes y la poblaci6n.romana. Estos obispos, verdaderos funcionarios reales, no hacen sino conservar en sí una parte de la antigua administración romana.
9
La Iglesia mantiene y acrecienta el poder real de una manera clara, pero será también, paradójicamente, una de las primeras razones de su decadencia (13).
III - EL PODER DE LA IGLESIA
Al hundirse el Imperio Romano, la Iglesia católica es la
única institución que queda en pie y en ella se cifran todas las
esperanzas.
En la Galia, su organización permanece intacta salvo en las
fronteras con los territorios ocupados durante las invasiones bárbaras. Subsiste la geografía eclesiástica mientras desaparece en
la organización civil. Además, la Iglesia triunfa sobre el arrianismo al convertirse Clodoveo e intenta atraerse a los germanos
al cristianismo.
En el siglo VI, la Iglesia es el episcopado y el obispo es
una especie de soberano. Por su linaje siempre ilustre se recluta entre la nobleza senatorial y en el siglo VII entre la aristocracia galo-franca. Une al conocimiento de las Escrituras otro
quizá muy elevado de las letras antiguas. El clero y el pueblo velan por su conducta ya que la prosperidad del país depende de la
conducta del pastor. Si está casado se separa de su esposa para
vivir en la continencia. Hay una estrecha unión entre obispo y
feligreses (14).
La fortuna de las iglesias es bastante considerable y gracias
a ella el obispo puede socorrer al clero e incluso a los laicos
porque el Estado se desentiende de los servicios públicos (15).
Existe el derecho de asilo para los desventurados pero también, y
no pocas veces, para los criminales. Defiende a sus feligreses del
fisco y en el siglo VII logra la inmunidad (16).
Con gran rapidez, la ciudad y sus arrabales pasan a ser propiedad del obispo y la vida espiritual y material de la "civitas"
queda concentrada en sus manos (17). En realidad, este es un fenómeno general porque la preponderancia del episcopado aparece
por todas partes. Los reyes no se inquietan por ello sino que al
contrario le dan poderes para vigilar al conde y le conceden jurisdicción episcopal, contenciosa y arbitral. Su persona es intocable y sólo puede ser condenado legalmente por un concilio.
En realidad, si el rey se muestra tan magnánimo con el obis-
10
po es porque lo juzga en provecho propio y cree que el procedimiento ideal y más seguro es nombrar al obispo directamente, aunque
los hechos nos demuestran que estas elecciones casi siempre fueron
desafortunadas (18).
En el siglo VII, el clero se enfrenta al rey en más de una
ocasión y éste necesita de una gran energía, como la de Carlos
Martel, para abatirlo. Estos clérigos contestatarios son los precursores de los obispos-condes de los capetos.
El clero suele reunirse frecuentemente en concilios y sus
preocupaciones giran en torno a la disciplina y a la vida práctica, regulación de vida de clérigos, exclusión de funcionarios reales de los asuntos clericales, ,etc. Poco a poco, estos concilios
se van espaciando y el último de la época merovingia se celebra
en 695 tras una interrupción de 19 años. Hasta 742 no tiene lugar
el siguiente.
Hay que dejar sentado bien claro que el clero rural es poco
edificante por su conducta y sus componentes son muchas veces violentos y sanguinarios. El clero secular se retira
después a los
monasterios para buscar refugio. Al principio, los monjes no son
sacerdotes, ni siquiera clérigos. Estas agrupaciones religiosas
empiezan a seguir las reglas monásticas practicadas en los cenobios de Oriente, adaptadas a la vida occidental por Casiano y Cesareo. A finales del siglo VI, el irlandés Columbano las refuerza
en el sentido de austeridad. En el siglo VIII, su regla deja paso
a la de San Benito de Nursia, fundador de Montecasino, que había
muerto a finales del siglo VI.
Los monjes trabajan, rezan y su vida transcurre en el campo
debido a la falta de espacio para edificar claustros en las ciudades. Los cenobitas ingleses e irlandeses buscan la soledad refugiándose en las islas de la propia Irlanda, Oreadas, Sheltland,
etc. Los monjes, alejados de la ciudad, incitan a la piedad popular. El favor de los reyes les vale la inmunidad. También los obispos, de cuya autoridad dependen los monjes y religiosos, comienzan a otorgar, a partir del siglo VII, privilegios de exención que
relajan los lazos entre la catedral y el monasterio hasta el punto
de que los establecimientos religiosos llegan a constituir pequeñas soberanías casi autónomas (19).
La difusión del cristianismo es una tarea que incumbe tanto
al clero secular como al regular y alcanza tanto a los galorromanos como a los bárbaros.
11
Los campesinos, colonos y siervos no tienen libertad de movimientos y carecen de recursos por lo que el señor se preocupa
de construirles oratorios y capillas. Los obispos y abades son
los primeros en dar ejemplo. Sin embargo, en la época merovingia
no se hace más que esbozar esta obra que quedará completada en la
carolingia. Entonces es cuando se construirá la parroquia rural
y se practicará el cristianismo. Aunque en verdad, este cristianismo será más practicado que comprendido pues a los galorromanos, germanos, fieles y hasta al mismo clero les resultaba difícil comprender las ceremonias celebradas en una lengua no usada
como era el latín clásico que ya antes de la caída del Imperio
Romano entendían con d~ficultad.
Se proseguirá sin descanso la lucha contra el paganismo. Las
religiones y sistemas rivales del cristianismo habían desaparecido y sólo subsistían ciertas supersticiones carentes de peligro
al no pasar de ser ritos locales, tradiciones misteriosas poco o
nada comprendidas. Las únicas regiones de la Galia donde el olero encontró serias dificultades para erradicar la idolatría fueron las habitadas por los francos, pero al final aquéllas serían
superadas. Esta campaña evangelizadora fracasará en los territorios que estaban fuera de la autoridad de los reyes, como los
frisones y sajones. En el siglo VIII, la evangelización se encomendó a los irlandeses ya que el clero de la Galia era incapaz o
estaba demasiado corrompido para confiarle una empresa de conversión erizada de dificultades.
El cristianismo que triunfó en Occidente no revestía calidades altas ni esencias demasiado puras. Los obispos eran por lo
general supersticiosos y creían en presagios, obsesionados por
el temor al diablo. Su concepto de la divinidad era, a menudo,
el de un dios celoso y vengativo que favorecía a sus devotos sin
tener en cuenta su moralidad. La actitud de los fieles era peor
y degradaban el sentimiento cristiano con prácticas tales como la
costumbre de los penitenciales, costumbre esta al parecer
originaria de Irlanda y que consistía en pagar tarifas para obtener el perdón de los pecados. El culto divino, en esta época, cede ante el culto de los santos. La admiración profesada a los
mártires y más tarde a los santos confesores de la Iglesia se
transforma en un verdadero culto. Se espera de los santos no sólo su intercesión ante la divinidad sino también provechos materiales. Su cuerpo protegía al país donde estaba enterrado, sus
12
reliquias eran talismanes que curaban enfermedades y achaques. El
santo, pues, está al tanto de los males del cuerpo y del alma y
así se fueron creando entre los santos diferenciaciones que especializaban los efectos de su intercesión. Los santos curanderos
sustituyen a los dioses y héroes de la antigüedad.
La humanidad que no era ní justa ní buena se consideraba incapaz de satisfacerse con un díos justo y bueno y se volvió hacia
potencias más accesibles por creerlas más favorables a sus necesidades y hasta más indulgentes con sus vicios, y así el espíritu
humano abandonado a sus vicios y a estas creencias volvió a caer
plenamente en el paganismo.
Los fieles menifestaban su reconocimiento y esperanza con abundantes donativos, especialmente a los monasterios. La excesiva
riqueza del clero se convirtió en un peligro para éste. Cuando el
Estado no tuvo más tierras para distribuir fijó la mirada en los
bienes de la Iglesia. Mas, no atreviéndose a despojarla de ellos
brutalmente, hizo valer en su provecho una práctica eclesiástica,
imitación de la costumbre romana, la del precario, a título esencialmente revocable, pero en la segunda mitad del siglo VII el mayordomo de palacio, basándose ~n esta práctica, obtuvo para sus
partidarios bienes eclesiásticos, como el dominio de Taverny concedido por San Dionisio a un fiel de Ebroin (20). Como se puede
imaginar fácilmente, el ruego del señor era una orden. Carlos Martel aplicará en gran escala este procedimiento para recompensar a
los guerreros austrianos por la ayuda prestada. Sus sucesores, al
no estar en disposición de rest::.tair se limitarán a darle una
apariencia legal. Los monasterios no lograron jamás rehacerse de
este golpe dado por la monarquía merovingia en el momento en que
se acercaba el fin de su era.
IV - UNA SOCIEDAD LAICA EN DESCOJ:JPOSICION
Debemos a Gregorio de Tours la descripción de la corte de esta época y su visión es de lo más abominable: todo es una continua
conspiración entre hijos y padres, entre tíos y sobrinos, y entre
hermanos. La delación, al igual que en el Bajo Imperio, llega a
su apogeo. El rey es colérico y orgulloso, y sus castigos, dados al azar sin descernimiento ni piedad, lo demuestran claramente
(21). Las costumbres llegan al grado de depravación más inmunda y
13
el rey, junto con su camarilla, son ejemplos de la más abyecta inmoralidad. Este estado de depravación llega al máximo en los siglos VII y VIII. Con frecuencia el soberano es un vicioso, un degenerado que muere joven, víctima de sus excesos.
A finales del siglo VI y durante la centuria siguiente, la
aristocracia de los funcionarios, poseedora de la tierra, manifiesta una brutalidad y corrupción sin límites. Su nivel intelectual y su instrucción experimentan un marcado descenso. El tipo
de gran señor letrado que existía en el siglo V se esfumó en el
transcurso del siglo siguiente para desaparecer después por completo. El servicio del merovingio no requirirá una gran cultura
literaria, aunque se darán excepciones como Chilperico y Cariberto, reyes que conocían el latín clásico. Además, el contacto con
los francos no era precisamente lo más indicado para pulir las
costumbres y el estilo. Por el contrario, la aristocracia galorromana desde el primer momento se sintió atraída por la vida
ruda y guerrera de los bárbaros (22).
Los matrimonios mixtos fueron frecuentes y aunque subsistió
la dualidad de leyes, en la práctica fue relegada casi al olvido.
En el siglo VII se completó la fusión de las familias galorromanas y francas y de esta unión nació una aristocracia francesa de
lo más turbulento, batalladora, ignorante, nula en cuanto a las
cosas del espíritu e incapaz de elevarse a algún concepto político serio, además de ser fundamentalmente egoísta y anárquica.
En la formación de la sociedad galofranca, a partir de los
siglos VII y VIII, la aportación germánica fue considerable y
hasta predominante en muchos conceptos.Los francos no consideraban a sus conquistadores como una raza inferior sino que trataron de asimilar todo cuanto podía convenirles de su organización
y cultura. Pero el prestigio franco fue enorme y lo sigió siendo
durante cuatro siglos. Un testimonio claro lo tenemos en la onomástica. A medida que avanzaba el siglo VI, los romanos abandonaron sus nombres latinos para adoptar nombres fr~~cos, y en el siglo VII ya sólo encontramos nombres germánicos. Algo parecido sucedió con el vestuario y el armamento. Unicamente el clero impuso
su vestidura romana, introducida entre los bárbaros a través del
ritual. La influencia bárbara en la lengua latina fue innegable
y sin modificar la estructura gramatical del latín se fueron añadiendo gran cantidad de vocablos usuales, términos relacionados con la guerra, armamento, vestimenta, adorno, habitaci6n y
14
amueblamiento, alimentación, diversiones, fauna, flora, colores,
partes del cuerpo, etc. (23).
La Galia del Norte y parte de Aqui tania hasta la !"le seta Central fueron marcadas con una profunda huella por el derecho germánico. Y no fue porque los francos lo impusieran o extendieran,
ya que ~stos no se preocuparon es propagarlo por parecerles justo
y normal que los romanos fueran juzgados según sus propias leyes.
El derecho germánico se extendió debido a la práctica del tribunal del jurado, el mall, en el que los "hombres buenos" de cualquier nacionalidad "dictaban la ley". Los francos fueron numerosos e influyentes en todos los aspectos de la vida y esto nos explica el hecho de que en el siglo IX el derecho germánico hubiera
ganado tanto terreno en el Orleanesado hasta el punto de que ya
nadie recordaba el derecho romano.
La potestad del padre en la familia era desorbitada porque
detentaba la plena autoridad sobre la mujer y los hijos, y esta
potestad llega·::>a incluso a conferirle el derecho de venderlos.Con
mayor razón podía casar a sus hijas segdn su deseo. Ni siquiera el
matrimonio liberaba al hijo de la potestad paterna. Con respecto
a la condición de la mujer se aprecia que jurídicamente la germana estaba más degradada que la romana al ser la mujer una eterna
menor bajo el "mundium" del padre, del marido e incluso del hijo
(24). El menor y su fortuna estaban poco menos que a discreción
del tutor.
Las leyes del matrimonio prescindían de toda moralidad. El
divorcio por mutuo acuerdo o el repudio de la mujer por el marido
eran admitidos por un simple capricho de ~ste. Entre los reyes y
los grandes se daba con frecuencia la práctica de la poligamia.
El derecho germánico es rico en formalismos, lo que es signo
de una civilización retardataria. No existe el concepto de los
contratos por consentimiento mutuo. Las obligaciones tienen un carácter tan estrictamente personal que los cr~ditos, por ejemplo,
no pueden cederse a terceros. Es necesario señalar que la buena fe
o el error no son tenidos en cuenta para nada en la apreciación
del valor de un contrato.
El capítulo de las sucesiones es tambi~n muy imperfecto. En
un privilegio de masculinidad, las mujeres están excluidas de la
propiedad de los inmuebles. La transmisión de bienes está tan rigurosamente reglamentada que no deja ningún resquicio a la manifestación de la voluntad del moribundo, y el testamento en sí es des-
15
conocido. El procedimiento es aún más rígido. El más ligero error
de palabra o de gesto entraña la pérdida del proceso. El procedimiento sigue siendo privado. El requerimiento es formulado por el
demandante y es éste también el que procede al embargo. EJ. sistema de pruebas tampoco es satisfactorio y es más bien primitivo. El
juramento con conjuradores y la ordalia, -pruebas por el fuego o
por agua-, se sobreponen a la prueba testifical y con mayor razón
a la prueba escrita. La prueba incumbe al defensor y no al acusador.
La jurisprudencia no puede corregir las imperfecciones legales y cuando los expertos, los "hombres buenos", "dictan el derecho", el juez, es decir el conde y la asistencia quedan obligados,
y el pueblo con su asentimiento expreso o tácito confirma la sentencia. Esta sólo puede ser rechazada por la parte condenada. Sin
duda alguna se puede afirmar que el retroceso del derecho romano
ante el germánico es notorio y este es uno de los testimonios más
contundentes de la barbarie de aquellos tiempos.
La composición es el rasgo más conocido del derecho penal germánico y permite rescatar a fuerza de dinero los golpes, heridas
e incluso la muerte. Este procedimiento es adoptado pronto por
los romanos y favorecido por la Iglesia,al ver en él una forma de
evitar la efusión de sangre, y por el Estado incapaz de mantener
el orden público. Se dan casos muy curiosos en cuanto a la indemnización. Así por ejemplo, el cortar el brazo a una mujer por encima del codo vale 35 sueldos, cinco más que por las heridas que
han puesto al descubierto la masa encefálica o han abierto el vientre de la víctima. En realidad, lo de menos es la multa. Se busca
la forma de evitar la venganza, la faida (25), y el rescate es
tanto más considerable cuanto más poderosa es la parentela. Como
puede observarse, la composición no tendía a proteger a los débiles sino que era simplemente el pago de una prima contra el ejercicio del derecho de venganza. Desde luego era una garantía muy
precaria ya que los poderosos no se privaban de ejercer la~­
detta. La venganza no detendrá su marcha y caracterizará las costumbres de la Edad .Media.
Había también una gran inseguridad en relación a los bienes
de las personas y poca claridad con respecto a la idea de donación. La concesión podía ser revocada bajo cualquier pretexto por
poca base que tuviera. Desde este punto de vista es clarísimo que
en materia de legislación la barbarie marc6 en la humanidad un
16
gran retroceso.
V - ABANDONO DE LA VIDA INTELECTUAL Y DE LA ENSEÑANZA
Mientras la Iglesia es atacada y expoliada, las naciones se
hallan en continuas luchas y el cultivo de las letras va desapareciendo de las ciudades de la Galia. El retroceso de la literatura latina comienza en la época de los Antoninos. A finales del siglo IV y principios del V se dibuja una pretensión de renacimiento de las letras, pero en realidad lo que se oculta es un decantamiento.
Con la llegada del cristianismo la literatura pagana tenía
que ser condenada al estar la poesía estrechamente ligada a la
mitología y el teatro a la religión. Como para los cristianos de
entonces los dioses de los poemas no eran abstracciones inofensivas sino que les infundían un miedo horroroso o los despreciaban
por paganos, optaron por relegar al olvido la literatura que representaba esta temática. La mayor hostilidad hacia las letras
aparece en los Padres de la Iglesia y esta reprobación subsistirá
a lo largo de toda la Edad Media. Los máximos representantes de
la Iglesia temen y condenan la literatura clásica. San Gregario
Magno, en Italia, y San Isidoro de Sevilla, en España, son ejemplos de esta actitud. No obstante, los Padres de la Iglesia vacilaron antes de pronunciar una condena sin apelación y esto por dos
razones obvias: la primera porque las letras, bajo el Imperio, gozaban de gr~~ prestigio, y menospreciar los recursos de la retórica en las polémicas contra los paganos y heréticos que la poseían a fondo era exponerse a no ser leídos ni entendidos; y en segundo lugar porque a falta de tratados didácticos se sacaban de
los comentarios de los clásicos nociones indispensables para la
interpretación de los libros no sagrados, tales como los de historia, filosofía, ciencias físicas, etc.
De todas formas, a medida que se va formando la literatura
cristiana, cuyo estilo se inspira en la literatura pagana, ésta
pasa a un segundo plano. Los grandes modelos son sustituidos por
los escritos de los Padres: Tertuliano, Lactancia, Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, etc.
Puestos a sacar conclusiones,podemos afirmar que de no ser
17
porque Irlanda se convirtió en el siglo V y se transformó luego
en un refugio para la cultura, la pérdida hubiera sido total, o
al menos muy considerable. Desde finales del siglo IV, el griego
fue extinguiéndose y la cultura helénica desapareció en Occidente. Con el retoceso y luego con la extinción de la cultura helénica, la filosofía y la ciencia sufrieron pérdidas irreparables.
La Edad Media sólo conocerá la filosofía por los resúmenes
de Boecio, muerto en 525. El mismo renacimiento carolingio carecerá de originalidad filosófica , y si exceptuamos al irlandés
Juan Eseoto, hasta San Anselmo no se encontrará el verdadero espíritu filosófico (26). La teología, tan íntimamente unida a la
filosofía en la Edad Media, tampoco alcanzó metas bril1antes. Durante este periodo no surge ninguna herejía nueva por lo que esta
anomalía se puede interpretar como señal de tibieza religiosa, o
como prueba de estancamiento intelectual. La ciencia no progresa
lo más mínimo, y si algo hace es perder terreno en Occidente.
El olvido de la literatura antigua no sólo fue debido a la
insatisfacción intelectual y moral de los hombres de este tiempo,
sino también porque se hacía casi imposible comprenderla sin una
penosa iniciación. Poco faltó para que sucediera lo mismo a la
literatura cristiana.
Las pérdidasen el vocabulario fueron enormes. El lenguaje
vulgar, simplificado hasta el exceso, había hecho desaparecer los
sinónimos, había reemplazado voces usadas por los más preclaros
autores por términos populares, la morfología había quedado malparada, no se empleaba el neutro, ni el comparativo, ni el adverbio. Este fue sustituido por el adjetivo femenino unido a la terminación -mente. Tampoco se usaba el deponente, ni siquiera el pasivo, reemplazado por el participio con el verbo ser. Se olvidaron
los casos y el empleo del futuro que fue sustituido por el infinitivo unido al verbo haber. Las desinencias causales fueron sustituidas por las preposiciones de y ad. La ruina de la conjugación
y de la declinación afeetó profundamente a la sintaxis que sufrió
innumerables cambios, de tal forma que se volvió incomprensible
para la población romana.
La única poesía inteligible será la fundada en la sucesión
de sílabas altas y bajas, es decir en la rítmica de intensidad,
mientras que la antigua rítmica se basaba en la alternancia musical de largas y breves. Será en el llamado renacimiento carolingio cuando el latín volverá a adquirir la corrección clásica y só-
18
lo porque a partir de entonces se convertirá en lengua muerta.
La enseñanza no pudo prolongar mucho tiempo la tradición pues
la invasión goda le asestó un golpe mortal. Los reyes merovingios
no se preocuparon de subvencionar los establecimientos de enseñanza (27).La llaJLada "escuela de palacio" fue un eufemismo ya que
los escolares no eran estudiantes sino recomendados de la clase
alta que hacía allí el aprendizaje del arte de la guerra y de la
administración.
En adelante, la enseñanza adquirirá un tinte marcadamente
eclesiástico, y es natural que fuera en los claustros y obispados
donde ésta encontrase refugio. Limitado el programa de estudios
de estas escuelas a la gramática en el trivium, y al guadrivium,
aquél quedaría reducido a la práctica o a nociones de cómputo y
canto para la determinación de fiestas sagradas y celebración de
oficios religiosos •
.l,a confiscación de los bienes de la Iglesia por Carlos Nartel
y la instalación violenta en las sedes episcopales y monásticas de
guerreros avarientos, brutales y de una ignorancia sin límites contribuyó a extinguir los últimos fulgores, bastante débiles ya, de
la cultura antigua. En el siglo VIII, la Galia quedó en la más
completa oscuridad. En España, después de una esplendorosa era
isidoriana y leandrina durante el periodo visigodo, la civilización cristiana sufrirá el corte tremendo de la invasión musulmana.
VI - LA ARISTOCRACIA, NUEVA CATEGORIA SOCIAL ASCENDENTE
La carencia de unión fue la característica principal de la
aristocracia debido a la multiplicidad de sus orígenes y al temprano particularismo regional. La vieja aristocracia galorromana
no había desaparecido por completo, pero quedó anulada en su papel
de preminencia (28).
En los primeros tiempos de la dinastía falta toda tradición
de nobleza de sangre, pero se crea de inmediato merced a los cargos palatinos, en gran parte hereditarios desde muy pronto (29).
Hay un "refrendario" o jefe de la administración, un conde de palacio a la cabeza de la justicia, un "cubiculario" o tesorero y
un "maior domus", pero todos ellos son de nombramiento real revocable, no son hereditarios en principio.
Aunque la nobleza francesa ha desaparecido ya, queda la aris-
19
tocracia galorromana de los senadores, pero eso sí, s6lamante como
clase social (30). La aristocracia del siglo VI no es en realidad
una verdadera nobleza, es simplemente de función temporal a merced del soberano. El poder del soberano no conoce límites y los
súbditos no poseen ninguna garantía contra su arbitraridad. Hasta
los mismos obispos que por su carácter sagrado están por encima
del pueblo no siempre quedan libres de su c6lera y los concilios
tiemblan ante la corte.
La médula de la clase alta la formará ella misma en cuanto
consiga guardar sus prerrogativas para sus descendientes. Con todo, el poder no está en sus manos sino en la de los consejeros
del rey, en sus "fideles" o "leudes". Los próceres y optimates de
palacio son los verdaderos aristócratas.
A diferencia de la época antigua, la aristocracia se funda
en las monarquías bárbaras en el desempeño de las funciones públicas, y por ello está abierta a todos. De la sociedad galorromana
sale la clase de los obispos que se convertirán en los señores rrás
poderosos econ6micamente, y mientras los cargos palaciegos van incrementando sus prerrogativas lo consiguen también los jefes de
la administración local, de nombramiento de matiz local. Los condes van consiguiendo hacer también de sus funciones algo transmisible y hereditario. Su temprana vinculación a un lugar les proporciona los medios de enriquecerse muy rápidamente por ser sus
poderes civiles y militares demasiado amplios.
El fuerte regionalismo se opone con fuerza a los intentos de
reunificaci6n de un Clotario o un Dagobcrto (31). El enriquecimiento de los altos funcionarios es aún más rápido. Por los medios ya
conocidos van concentrando en sus manos la tierra y comienzan a
surgir los brotes de la nobleza militar posterior.
Como es natural en todo gobierno, en el merovingio el rey reclama servicios a sus súbditos y obtiene de éstos dinero sin dar
nada y muy cómodamente a cambio. Ya no hay gasto de interés pú.blico y desaparece hasta su noción. El rey retira tranquilamente de
la circulación todas las especies metálicas y las apila en sus cofres, en su tesoro. De esta forma el impuesto llega a tomar todo
el carácter de abuso (32). Pero tras esta fachada de una monarquía
de lo más despótico irá surgiendo una fuerza social que durante
la segunda mitad del siglo VI suplantará a la realeza. Esta fuerza social ascendente es la aristocracia.
Fuera de los merovingios ya no quedará al final ninguna fa-
20
milia noble. Por lo demás, las prerrogativas de esta clase eran de
orden econ6mico y moral, no legal. El único privilegio que elevaba
al hombre por encima del vulgo era el servicio del rey, y como nadie se prestaba a servirle sin ser remunerado, el monarca les concedía tierras. Estas concesiones fueron el origen de la nueva clase social. Por otra parte, se tendía a escoger a los, llamémosles,
funcionarios entre los grandes propietarios y así éstos siguieron
adquiriendo enormes extensiones de tierra.
S6lo el servicio del rey reporta privilegios. El hombre que
sirve al rey, e incluso el que le es simplemente recomendado es,
pues, de hecho un noble. Esta nobleza, legalmente, no es hereditaria, pero muy pronto llegará a serlo.
El espíritu de la época será profundamente aristocrático, y
era tan exagerado entre los romanos que constituía una especie de
casta, la "familia senatorial". Este espíritu aristocrático lleg6
a ser inevitable entre los francos. Normalmente, el hijo del propietario servía también al rey y buscaba beneficios. Al cabo de
unas cuantas generaciones se había establecido la costumbre. El
servicio del rey y las prerrogativas que entrañaba hiciéronse hereditarios. La monarquía merovingia reinstaur6 de este modo la
aristocracia que más adelante sería el origen de su ruina.
La aristocracia triunf6 porque desde hacía poco contaba con
un jefe, el mayordomo de palacio (33), cuyas funciones tenían una
importancia capital. Además no fue una insignificante paradoja de
esta época que el jefe de los funcionarios se convirtiera en el
cabeza visible de la oposici6n aristocrática al absolutismo real.
Las repetidas minorías de edad, el reinado de dos mujeres, Brunequilda y Fredegunda, tiránicas y vengativas pero incapaces de sostener el reino sin ayuda masculina, permiti6 al partido aristocrático levantar cabeza y hasta imponer sus condiciones. La principal
de ellas sería la designaci6n del mayordomo de palacio por el conjunto de los grandes laicos y eclesiásticos.
En adelante existirá un contacto no s6lo entre la realeza y
la aristocracia, sino también entre ésta y el mayordomo de palacio. Y desde entonces, las funciones públicas tenderán a perpetuarse en las mismas familias.
21
VII - LA INMUNIDAD, FACTOR INCREI"iENTADOR DE LA DIFERENCIA
DE CLASES
Su vital importancia en el periodo que estudiamos estriba en
que es el único uso que se practica en forma descendente ya que
sale de la propia corte real y se aplica a los elementos sociales
inferiores. De cualquier forma, sus efectos son parecidos: supresión o debilitamiento de todo lazo de dependencia legal en favor
de la libertad económica de los grandes terratenientes. Por ella,
el ejercicio de la autoridad real se transforma en cierto modo en
patronato.
Los primeros testimonios parece que se remontan a Clodoveo,
pero hasta el siglo VI sólo aparece como una simple exención de
impuestos. En su mejor época consiste en eximir de todas las cargas, incluso de las tierras adquiridas con posterioridad, pero lo
que es más importante es que los oficiales del rey no pueden instruir por sí mismos procesos ni exigir fianzas a los inmunistas
sin destruir por completo la jurisdicción de condes y de sus subordinados. Frecuentemente se extiende a la exención de obligaciones como la de albergue, pero si se ha tratado de ayudar con ella
al pueblo bajo el fracaso es rotundo porque su uso no tiene nada
de democrático.
Su origen quizás pueda encontrarse en la donación de algunas
tierras que ya en el Bajo Imperio escapaban a la administración
ordinaria. Después, a esas mismas tierras se las libera de impuestos y cuando el rey franco las reparte a sus soldados las da con
esas mismas ventajas. La inmunidad suele encontrarse también con
el carácter de privilegio personal cuyo disfrute permite al favorecido enfrentarse al poder de los condes y exactores en un momento en que estos funcionarios cohartan a todos los últimos restos
de libertad que permite el absolutismo monárquico. La concesión
se realiza por el simple mandato del rey dirigido concretamente
a los funcionarios de su administración. En la práctica, el privilegio es vitalicio y revocable, y tiene que ser renovado a la
muerte de cualquiera de las partes. Se dan casos en que se aplica
a mercancías que pasan por determinados lugares, medidas estas
con las que se comienza a favorecer el comercio.
En teoría, la inmunidad provoca el fortalecimiento de la re-
22
laci6n directa entre el pueblo y su monarca. De hecho, como el
pueblo en conjunto no es inmunista se encuentra con que los recaudadores se ceban más en él precisamente por el hecho de que
las mayores y mejores propiedades son las libres de cargas. La
diferencia de clases se acentúa así más. En el mejor de los casos
lo que impedía la inmunidad era toda ayuda al campesinado contra
el señor, sobre el que no gravan todos los impuestos en bloque
sino sobre los cultivadores de su dominio. Las obligaciones que
antes tenía el labrador con el funcionario las tiene ahora con el
"dominus", que sustituye por la suya propia la autoridad real.
VIII - UN EJERCITO DESORGANIZADO Y VARIOPINTO
Esta instituci6n acaparaba el gasto mayor de los estados de
forma que al rey merovingio no le costaba dinero el mantenimiento
del ejército. En principio, todo franco debía prestar el servicio
militar a sus expensas y el refractario o negligente pagaba una
fuerte multa, siendo la pena, ban, de 60 sueldos. Los pobres de
condici6n tampoco quedaban exentos del servicio, al menos en teoría.
Fácilmente podemos observar que los ejércitos de los francos
eran un revoltijo de indígenas sin instrucci6n militar ni valor
guerrero real, más temibles a veces para sus conciudadanos que para sus enemigos. El rey en persona ejercía el mando, pero muchas
veces lo confiaba a condes y duques, como así ocurri6 en la segunda mitad del siglo VI. Los jefes eran siempre francos, aunque
a veces también encontramos romanos, borgoñones y provenzales.
Las levas generales eran rarísimas. Lo más corriente era llamar a los contingentes de los "pagi" vecinos del objetivo de la
expedici6n. Así por ejemplo, para luchar contra los bretones llamaban a los turenenses, poitevinos, bayocasinos, manceos, angevinos. Desde luego no se comprende c6mo estas masas indisciplinadas,
mal armadas y difíciles
de transportar podían alcanzar triunfos.
Lo más seguro es que sus adversarios estarían peor organizados y
a los francos les resultaría fácil aplastarlos bajo el peso de su
masa. En cambio, éstos son derrotados con facilidad cuando tienen
que enfrentarse a jinetes bien armados y a guerreros consumados
como los ávaros (34).
23
IX - POBLACION URBANA, RURAL, SERVIL Y "COLONAL"
La decadencia urbana del Bajo Imperio no se remedia con el
cambio de régimen, sino que se acentúa (35). La población emigra
al campo (36) y las murallas cierran cada vez más el recinto urbano (37). La autoridad corporativa, o sus restos, va desapareciendo en manos de los funcionarios reales y la ciudad sólo se
mantiene precariamente merced a que se convierte en sede episcopal e37b). 'rodo resto de vida industrial se refugia en las "villce" y sólo quedan miserables reliquias de artesanado y pequeño
comercio e38).
Por carecer de serios estudios sobre demografía de la Alta
Edad Media, sólo podemos emitir ciertos juicios hipotéticos basándonos en hechos probados y en tanteos aproximados con la época anterior, mejor conocida, el Bajo Imperio. Para Doenhaerd e39), emitir la hipótesis de una débil densidad de población en la Alta
Edad Media por el hecho probado de una débil producción no es más
que expresar una tautología. No hay que olvidar que cuando el historiador se plantea el problema demográfico en relación con la
producción lo hace con un criterio relacionado entre el grupo de
productores y el de consumidores en el seno de un ámbito social.
En seguida comprenderemos que se proyecta desde el ángulo de la
cantidad relativa de trabajo aplicado al aparato productor.
Antes de seguir adelante conviene expresar claramente que el
problema demográfico en este periodo permanece hasta ahora sin solución. Es más, creo que no se solucionará jamás por el hecho de
no existir fuentes cuya finalidad hubiera sido la de dar cifras
aproximadas de la población de la época. Esta constatación habrá
que tenerla en cuenta también en los estudios referentes a los
siglos X y XI.
El historiador no puede aventurarse a dar un cuadro demográfico por el hecho de desconocer, incluso, los diferentes niveles
entre los que fluctuaría la curva demográfica indicadora. Esto no
quiere decir que debamos abandonar la idea de insistir sobre el
tema, aunque para ello tengamos que basarnos en índices de orden
cualitativo, cuya interpretación siempre será incierta. Podemos
razonar de la siguiente manera: ciertas situaciones o cambios de
la sociedad de entonces podrían explicarse comparándolos a las
24
fluctuaciones de la masa de población.Puesto que no podemos negar
estos cambios o diferenciaciones, deducimos que están íntimamente
relacionados con el aumento o descenso de la población.
Conocemos el descenso de población durante el Bajo Imperio,
situación ésta que irá mejorando con el espaciamiento de las guerras, la dedicación a la agricultura de muchos guerreros y la liberación de esclavos dedicados a la agricultura que se convertían
en soldados cuando el Imperio los necesitaba. Viene después la masiva afluencia de bárbaros al Imperio, que aunque no tan numerosa
como muchos historiadores creen, tiene importancia en el desarrollo demográfico. El hecho de desistir muchos gobernantes a percibir el impuesto sobre las tierras de labor en el siglo IV (40) nos
hace pensar en dos cosas: en la debilidad demográfica en el campo
al principio y, debido a la anulación del impuesto, en un ligero
aumento de población después.
Aunque Roma practicaba el reclutamiento de soldados entre los
bárbaros establecidos en el Imperio, originando un descenso demográfico en las zonas rurales, este descenso se vería pronto paliado con el desarrollo de una legislación que prohibía o limitaba a
los miembros de la clase campesina, no poseedores de tierras propias, el acceso a la carrera militar o el abandono de las zonas
rurales (41).
Hasta el momento es imposible refutar la afirmación de l"'.
Bloch, que describe la Romanía del siglo IV como zona débilmente
poblada (42), y la hipótesis de G. l"lickwitz, que afirma que muchos
cambios en la sociedad del siglo IV podrían explicarse por una baja en la curva demográfica (43).
El desequilibrio existente entre productores y consumidores
en el siglo IV pudo muy bien inducir a los grandes propietarios
a abandonar las ciudades e instalarse en sus tierras. En apoyo de
esta teoría tenemos el hecho conocido de la multiplicación de guarniciones y fortines protectores en ámbitos rurales (44), y la paulatina desploblación de las ciudades. El abandono de las ciudades
por los mercaderes podría estar relacionado con el éxodo de los
ricos terratenientes. Sin pasar de hipótesis, este fenómeno migratorio de la ciudad al campo nos explicaría la paulatina desaparición de muchas ciudades y un cierto repoblamiento del ámbito rural.
Sabemos por A. Dauzat (45) que el emplazamiento de las villas y
aldeas se hacía a lo largo de las vías de comunicación dependien-
25
tes del Estado y de las ciudades o a la vera de los caminos privados. Para evitar una nueva marea migratoria inversa, del Caffipo a
la ciudad, que originaría una regresión demográfica, se dictaron
sin duda las leyes en tiempos del emperador Mayoriano que prohibían a los jóvenes menores de 14 años la salida de sus villas o
aldeas natales y oblig,aban a las viudas a casarse antes de los
cinco años de viudedad bajo pena de confiscación de los bienes
patrimoniales (46).
Se ha exagerado a veces la amplitud de las invasiones en las
antiguas provincias romanas durante los siglos V y Vl. F. Lot fija, creo que acertadamente, un número aproximado de 50.000 a
80.000 personas por cada invasión (47).El desplazamiento hacia el
sur: Francia, España e Italia, originó sin duda un vacío en los
territorios abandonados. La Germanía de la orilla oriental del
Rhin y del norte del Danubio será durante siglos una zona de baja
densidad demográfica si se compara con Francia, España e Italia.
Los cataclismos sociales originados por las invasiones, la
caída del Imperio Romano, el triunfo del invasor, la diezmación
de los ciudadanos romanos habitantes de las provincias de Roma,
el expolio, la relegación de muchos al estado de esclavitud originaría sin duda un descenso demográfico entre los pueblos sometidos. Si a esto añadimos las constantes guerras y la lucha por
el poder entre los invasores durante los siglos VI y VII en las
zonas ocupadas, ribereñas del Mediterráneo, nos permitirá concluir
en que la curva demográfica bien pudiera haber llegado a un nivel
de los más bajos. Según F. Courcelle (47b), ya Rutilio Namanciano expresaba la necesidad de repoblar Italia después de la llegada de los godos, y Procopio culpaba a éstos de la despoblación
del país (48). Conocemos muy bien (49) los desiertos deshabitados que se establecen en el centro de España a partir de la invasión musulmana para establecer una tierra de nadie entre los dos
grupos étnicos. Las cartas papales de Gregario el Grande (50) y
los cartularios merovingios (51) nos hablan de pueblos destruidos,
campos abandonados y desiertos improductibles tanto en Italia como en Francia.
La Iglesia, mediante la donación de terrenos baldíos recibidos de los reyes remediará en parte esta situación caótica. A costa de los antiguos terratenientes aumentará su poderío y riqueza,
fenómeno este característico también de siglos posteriores. Son
significativas la prohibición del papa Pelagio, entre 555 y 560,
26
a uno de los intendentes de :l.os dominios pontificios para que no
sacase a los esclavos cultivadores de la tierra con el fin de instalarlos en los gineceos si no podían ser reemplazados por otros
nuevos (52), y las normas dictadas en los concilios de Agde en 506
y de Y~?nne en 517 que prohibían a los abades emancipar a los esclavos que trabajaban la tierra (53). Muchos documentos de la época
merovingia y textos hagiográficos testimonian la iniciativa de numerosos obispos que establecen cultivos en terrenos baldíos,cotos
rie caza, ti~?rras abandonadas, asi como la tala de gran:ies partidas
de bosque para dedicarlas a la agricultura (54).
A pesar de todos estos datos, sería temerario afirmar que la
puesta en cultivo de estas tierras haría ascender considerablemente la curva demográfica. :Pero no se puede negar su importancia desde el punto de vista del incremento de los poderes y riquezas de
la Iglesia. Evitando caer en afirmaciones a la ligera, todo lo expuesto anteriormente nos permite demostrar el estado de una Iglesia expansionista y conquistadora, mejor 1ue concluir en la existencül de una sociedad <'m situación de alto índice expansivo.
En época reciente han aparecido obras de gran rigor científico sobre poblamientos y repoblamientos en diversas partes de la
geografía europea d;li'ailte el periodo estudiado, en zonas rurales,
villas y ciudades (55). De esta importante bibliografia se puede
sacar ya algunas conclusiones. Parece ser que la roturación de nuevas tierras y el establecimiento de nuevos cultivos no se extienden
de una manera generalizada por toda Europa sino que sor: consecuencia del incremento deÍ poder de reyes, magnates y dignidades eclesiásticas en ciertos lugares, y de la constante variación de las
familias de agricultores que se desplazan muchas veces a las nuevas zonas de cultivo de las explotaciones monásticas. Otras veces,
son movimientos migratorios de pueblos hacia áreas abandonadas anteriormente como ocurrirá con el estanlecimiento de pueblos germanos en Alemania. :Por último, podemos entrever el fin del éonstante
descenso demográfico que se inicia en el Bajo Imperio, durante las
invasiones y en el tiempo de su consolidación. W.Abel (56) nos da
incluso cifras de la densidad de población por kilómetro cuadrado
en esta época: en Europa occidental el máximo es de 5 a 6 habitantes y en Alemania de 2,2 a 2,4. Claro es que son cifras conjeturales deducidas en consideración a la extensión de las zonas cultivadas en relación a la cantidad de trigo necesario para el consumo,
pero que no nos impiden constatar la baja densidad demográfica de
27
la Europa de entonces.
Si difícil es valorar la población rural, más difícil es todavía hacerlo con respecto a la población urbana. Carecemos por
completo de datos referentes al Bajo Imperio y por eso es necesario recurrir a la arqueología para conjeturar la densidad de población de las ciudades con relación al perímetro edificado tomando como punto de partida las aglomeraciones fortificadas del siglo III (57). Pero debemos recordar que el perímetro amurallado de
la ciudad a partir del siglo III no englobaba toda la población urbana. Barrios habitados se extendían fuera de las murallas, y bien
claro nos lo expresa la denominación "extra muros" de ciertos edificios religiosos. Otras veces, las murallas no sólo circundaban
la ciudad sino también extensas zonas de cultivo. Solamente, pues,
en aquellos casos en que exista una documentación complementaria
podrá determinarse con mayor precisión el coeficiente de habitantes.
Hemos hablado anteriormente del éxodo de los grandes terratenientes de la ciudad al campo a partir del siglo IV dejando los
placeres de la urbe a cambio de un mayor incremento de la producci6n de sus tierras. Pero es de suponer que sólo se atreverían a
hacer este desplazamiento los que dispusieran de medios suficientes para organizar su defensa en las zonas rurales n;al protegidas
y llenas de peligro. El ~xodo de esta clase rica originó el estancamiento econ6mico de la ciudad, pero en numerosos casos no logró
vaciarla de habitantes. En España, Francia, Italia, sabemos de numerosas ciudades que no sólo resisten la avalancha de los bárbaros sino que gozan de un esplendor cada vez, mayor. La aristocracia
bárbara se instaló en las ciudades de hispano-galo-italorromanos.
Con el tiempo, la fusión de las dos comunidades contribuirá en
parte al renacimiento de las ciudades que se distinguen desde el
punto de vista demográfico de las otras aglomeraciones humanas en
el periodo que va desde el siglo V hasta el X (58).
No temo equivocarme al afirmar que las invasiones germánicas
en el mundo latino volvieron a dar nueva vida a las ciudades erosionadas por el constante despoblamiento anterior. Incluso, al6~­
nos nobles que habían abandonado con anterioridad la ciudad volvieron de nuevo a ella en busca de ventajas de orden cultural que no
podían encontrar en los medios rurales (59). Sin embargo, la ciudad medieval no atraerá ya a las gentes por concentrarse en ella,
como en la época romana, el aparato de la administraci6n. Aunque
encontremos en ella condes, soldados y funcionarios públicos no se
28
puede definir esta ciudad medieval como el centro de la administración civil y militar. Tampoco atrae ya la ciudad como centro de
mercado regional o comunidad de mercaderes y artesanos puesto que
todo ello se encuentra también en los burgos, villas, pequeñas
aglomeraciones fortificadas y centros de explotación agrícola de
los ricos terratenientes.
¿En qué consiste pues el hecho diferenciador entre la ciudad
antivla 1 centro de la administración civil y militar, de las comunidades de mercaderes y artesanos, residencia de la élite cultural
y artística, y la ciudad de la Alta Edad ~edia que ya no es necesariamente el lugar de concentración de todos estos poderes? La
sola figura del obispo será la causa de la perduración de la vida
ciudadana. Podemos decir que si la ciudad continúa se debe sólo al
obispo y no a ninguna otra institución. Las funciones y prerrogativas episcopales configurarán durante siglos la estructura social
de la ciudad. El obispo será el poder om.YJ.Ímodo de la ciudad. Unica
autoridad real, será el jefe de la Iglesia estructurada en una jerarrluía sumisa, el señor de la ad.ministración y de la explotación
d8 vastos dominios. Exento del pago de impuestos,se beneficiará
del ejercicio de los poderes públicos y de las cargas y contribuciones tributadas por todos los l:abitantes de sus dominios. Pero
sobre el poder civil destacará la función religiosa del obispo que
convierte a la ciudad en un lugar santo. Alrededor de la catedral
y de la residencia episcopal irán surgiendo nuevas iglesias. Desbordando el recinto amurallado, aparecerán primero las basílicas
y luego los monasterios.
El peligro que para la ciudad supuso la diferencia de religión entre los invasores bárbaros y los ciudadanos romanos desaparecerá con la conversión al catolicismo de los primeros y esto
realzará más la importancia del obispo.
La actitud pública de la ciudad quedará subordinada al carácter religioso impuesto por la figura espiritual del prelado. Por
eso, las ciudades anti~úas que perdieron a su obispo se irán apagando lentamente o desaparecerán (60). Aquellas otras sin obispo
en la antigüedad y que se beneficiaron de su presencia a partir
del siglo V adquirieron importancia superior al resto de las aglomeraciones de población durante los siglos de la Alta Edad Media
(61). La ciudad toma así el aspecto de santuario donde se aglomeran iglesias, basílicas, monasterios, hospicios, hospitales, et;c.
?3~te de la población está compuesta por clérigos, monjes y serví-
29
dores de la Iglesia. Para abastecer de alimentos a esta numerosa
clase social eclesiástica, las ciudades disponen de cinturones de
tierras de labranza trabajadas por los propios habitantes de la
urbe. Este trabajo es el único medio de subsistencia y está encabezado muchas veces por los propios monjes de los monasterios y
hasta por los obispos (62).
El concilio de Aix-la-Chapelle de 816 obliga a los obispos en
caso de hambre a distribuir equitativamente alimentos entre todos
los habitantes de la ciudad (63).
Los judíos, dedicados preferentemente al mercado del dinero
y de metales preciosos, aparecen en muchas ciudades como poseedores de tierras de labor por el sistema de alodio.
La ruralizaci6n de la ciudad durante la Edad I"ledia fue necesaria para su mantenimiento (64).
Al definir la ciudad medieval como ciudad-monasterio nos será fácil imaginar la vida cotidiana. Las funciones reli~iosas y
los actos de culto ocuparían gran parte del tiempo ocioso de los
ciudadanos. Es verdad que no podemos describir con detalle la vioa
de estas gentes populares durante esta época porque carecemos de
documentación pertinente. Sin embargo, parece ser c;ue tanto las masas ciudadanas como las rurales permanecieron tan r;asivns como en
la época del Imperio romano. No hay revoluciones contra sus reyes
o magnates. Sólo algunas revueltas con ocasión del pago de i.n;puestos y, en general, debicio al abuso de poder de los funcionarios reales, obispos o señores encargados de estas funciones al querer someter a los hombres libres a la tasa de la "capitación" juzgada por
estos últimos como degradante de su condición de hombres libres.
El pueblo aparece mencionado en los documentes de la época s6lo con ocasión de los días de fiesta y, en general, de forma reprobatoria por la costumbre de celebrarlos con cantos, danz,as y prácticas obscenas y paganas reprobadas por la Iglesia. A decir verdad
poca diferencia se encuentra en las costumbres de estas gentes durante los siglos IV al VIll con las de sus antecesores o con las
de los que vivieron después. La alegría bulliciosa y depravance de
ciertos días cie fiesta religiosa era sin duda el escape de gentes
sometidas durante el resto del año a una vida miserable y extren:adamence dura. El refinamiento de las costumbres se daba en sentido
paralelo a la condición social del individuo. Con respecto a estas
costumbres fue una época violenta en la que los delitos por lesi6n
y muerte eran el pan nuestro de cada día y los encontramos en todas
30
las esferas sociales. La embriaguez era una costumbre de la que
no se escapaba nadie desde el rey, obispo o señor hasta el villano y el siervo y se hablaba de ella como una práctica natural y
corriente. Las anatemas de la Iglesia, a falta de otra documentación, nos sirven para darnos una idea de la vida de la gente de
aquella ~poca. Era una sociedad llena de vicios y de prácticas
supersticiosas. Entre las clases sociales más bajas existía la
afición a disfrazarse de bestias, -ciervos, cabras, etc.-, y los
hombres con capas femeninas. Esta práctica tenía lugar con preferencia el primer día del año. Este dfa terminaba con reuniones
nocturnas de sabor mágico y con cantos de tema diabólico. Los campesinos guarnecían esa noche las mesas de manjares creyendo que
con este rito tendrían asegurada la abundancia de comida durante
el resto del año y se negaban a compartir el fuego con vecinos
y peregrinos.
La Iglesia condenaba la extend~da creencia entre cristianos
en augurios y oráculos. La gente recurría a prácticas secretas,
consultaba a adivinos, augures, brujas para conseguir la c<:ración
de enfermedades de personas o de animales domésticos, o de mordeduras de serpientes. Además del crucifijo, llevaban colgados del
cuello amuletos y recurrían al poder secreto de ciertas plantas
medicinales que aplicaban al enfermo si~Jiendo ritos paganos. Se
continuaba el rendimiento de culto a astros, árboles, fenómenos
climatológicos, y se rezaba alrededor de las fuentes de agua.Junto
al Dios cristiano se rendía culto a dioses mitológicos como Diana
y en particular a Júpiter y dejaban de trabajar muchas veces los
jueves para celebrar el día en su honor. Los días de la semana recibieron el nombre de las antiguas divinidades paganas. Se continuó la costumbre pagana de entonar cantos a la luna y de sumergirse en el a~Ja el día de San Juan para protegerse de futuros males
corporales.Se rendía culto a los placeres de la carne expresado
en canciones deshonestas. Al igual que la embriaguez, la deshonestidad imperaba en todas las esferas sociales y era más notoria entre las clases altas y el clero. Al final de los actos de culto,
los dias de fiesta, la salida de la iglesia daba lugar a la costumbre de emborracharse para iniciar danzas de origen pagano mientras otros cantaban canciones de amor de tono deshonesto.
El hecho de que la Iglesia reiterara constantemente y durante siglos la condena de estas prácticas populares nos induce a
creer que fueron practicadas normal y continuadamente por la po-
31
blación, al mismo tien::po que nos demuestra. la ineficacia del rigor normativo eclesiástico. El deseo de distracciones de 1ma sociedad n::iserable y hasta de las clases altas era superior al miedo a las condenas de la Iglesia que ve!a costumbres paganas donde
la población sólo ve!a distracción y medio de alegrar su triste
existencia.
Resulta fácil imaginar que la posibilidad de distraccl.ones
seria mayor en las ciudades que en las zona:=, rurales. La contin,;ada presencia del obispo realzaba el esplendor de los actos. Otras
veces, la presencia del rey y de su cortejo real en viaje por sus
dominios, o de otros obispos y sefiores, daba ocasión a festejos
extraordinarios. Todo ello atraía a la ciudad a las gentes de lugares cercanos. La multiplicación de estos festejos haría canbi.ar
de opinión a muchos horcbres ricos que volver:fan a la ciude.d er:
busca de un ambiente más disipado para matar el tedio <1e EU existencia. Pero esto no nos debe hacer caer en la exageraciór hasta
el punto de afirmar que el deseo de r;laceres y de una vidE muelle
despoblaría los campos y auliJentaría considerablemente la dcr~oe;ra­
fía urbana. En verdad no fue así por la sencilla razón de oue a.ntes que el circo es necesario el pail y las ma.sas necesitaban alimentos y trabajo que difícilmente podían encontrar en la cil;dad.
En cambio, si. el ca'llpo no les proporcionaba la alegría de c:nil. vida de pJ..acer, sí podían al menos encontrar en él el sustento diario aunque fuera a costa de trabajos y padecinüentos sobrehumanos.
A pesar de carecer de documentación suficiente, podeffios concluir sin temor a equivocarnos en la existencia de una d6bil densidad demográfica en las ciudades durante este periodo hist6rico
y afirmar que la producción de víveres era más importante que la
de los restantes bienes de consumo. La mayor parte de la mano de
obra se dedicaba a la producción agrícola y en mucho menor porcentaje a la de otros bienes. Los mercados de~an de ser acontecirLientos exclusivos de las ciudades y aparecen en las villas, ruertcs,
a lo largo de los caminos y de las costas hasta hacerle verdadera competencia a las ciudades. Basta consultar los libros de or·denanzas y de formularios mercantiles de la época para darnos
idea de la dispersión de los focos comerciales. La alusión a villas, ciudades, aldeas, castros, fortalezas y castillos aparece
constantemente en los documentos de la época. Cuando un m;evo monarca accede al trono manda a los señores a los diversos centros
de población para recoger el testimonio del juramento de fideli-
32
dad de sus súbditos.
El ejercicio de la justicia ya no se limita al recinto de la
ci'Jdad sino que se ejerce indistintamente en cualquier habitáculo
con la previa convocatoria de la población. Hasta las asambleas y
reuniones de los ejércitos convocados por el rey tienen lugar muchas veces lejos de las ciudades.
Los obispos se darfu~ cuenta pronto de la importancia de las
villas y aldeas y establecerán en ellas el arciprestazgo de las
parroquias (65).
El éxodo de los señores de la ciudad al campo ocasionó la atomización de poderes y funciones en microaglomeraciones de población
en otro tiempo exclusivos de las ciudades.Sin embargo, sería peligroso afirmar que la competencia de estos centros de población contra la ciudad le harían perder a ésta su situación preminente y
privilegiada con respecto a las otras aglomeraciones. En España,
después de la invasión árabe, la situación será diferente porque
las continuas guerras de conquista exigirá la concentración de población en lugares am'Jrallados, pensando en su defensa y para evitar la proliferación de microconglomerados, presa fácil de los ataques musulmanes. Por lo que respecta a Germanía y Países Escandinavos, la cristianización tuvo importancia decisiva en el nacimiento
de las ciudades o en la consagración de la ya existentes.Será también la persona del obispo el factor decisivo en la historia del
urbanismo. Las numerosas sedes episcopales creadas en estos territorios originaron el nacimiento de muchas de las actuales ciudades.
He dicho anteriormente que el historiador no puede presentar
un cuadro demográfico por el hecho de desconocer los niveles entre
los que fluctuaría la curva demográfica indicadora. Siguiendo a R.
Doehaerd (66), podemos concluir en que la curva demográfica durante la Edad Media presentaría un brusco descenso durante los siglos
V y VI, continuaría estancada en esta baja posición durante el siglo VII en que tocaría fondo, para remontarse paulatinamente durante la época carolingia, en especial durante los siglos IX y X.
La ausencia o las pocas alusiones a los esclavos en la documentación de la época ha inducido a error a muchos historiadores
que afirman que si bien existían esclavos eran menos numerosos
que durante el Bajo Imperio. Hoy, a la luz de las Instituciones de
la Edad Media, podemos comprender mejor la situación. El hecho de
que tan apenas aparezca la mención a los esclavos se debe a que no
se acostumbraba a incluirlos en los inventarios o listas de perso-
33
nas que trabajaban en los dominios de un señor. l"i.Bloch (6'?) afirma que los esclavos eran numerosos durante este periodo. La
legislación fiscal del Bajo Imperio se olvida de la esclavitud y
en el siglo IV la adscribe a la libre disposición del propie~ario
de la tierra. La situación del esclavo no mejoró con las invasiones germánicas. Ni la Ley de los Burgundios (68) ni el Edicto de
Teodorico (69) mejoraron la condición del esclavo y reafirman a
favor del señor el derecho de venderlo, cambiarlo, donarlo y hasta de darle muerte (70).La esclavitud no estaba respaldada por
ninguna protección civil. La manumisión era el arma ée choque
del clero católico y de algunos señores magnánimos desde rr:uy rronto, aunque las condiciones del siervo continuarár, siendo precarias según, por ejemplo, la nacionalidc:d de} dueño que le sorr.ete
a una u otra ley. Desde el punto de vista de la ma.no de obra, la
acción caritativa de algunos señores que conceden la libertaci a
los esclavos erosiona el número de los que se dedican a la ag:r·icultura. Pero en este asunto es también imposible darse una idea
del número de mano de obra servil como ya vimos lo era también
de la no servil.
De la escasa documentación conservada podemos deducir que
hasta el siglo XI el trabajo de las explotaciones agrícolas del
rey, Iglesia y grandes señores lo hacía en parte la población servil. Ahora bien, haciendo un balance demográfico pod.emos decir que
la mayor parte de la población era libre.
La condición de esclavc varía según la nacionalidad y estado de su dueño. Si éste es rorr,ano el siervo qued& sometido a la
ley sobre esclavitud de Constantino. Si el dueñc es germano, el
esclavo queda sometido a las leyes germánicas. Er: ambos casos la
situación del siervo se diferencia poco. El señor es dueflo de vida o muerte, el siervo es una cosa que se sdquiere o se vende y
debe ser restituido a su dueño si huye. No se le reconoce el matrimonio ni se le permite poseer bienes propios. Su propia descendencia no le pertenece sino que pasa a engrosar el dominio del señor. El Edicto de 614 mejoró la situaci6n del esclavo porque prohibe matarlo o venderlo sin la autorizaci6n del conde o del obispo. En cambio, había diferencia notoria entre el esclavo del rey
o de la Iglesia y el de los otros señores. La situación del primero era mejor porque podía ser propietario de un peculio que podía ser transferido a sus hijos y se le autorizaba también a recurrir a la protección de la justicia (71).
34
La Iglesia procur6 mejorar la condici6n del esclavo a partir
del siglo VI al intentar anular el derecho de los señores sobre
la vida y muerte de sus siervos y al excomulgar a aquéllos que
osaban matarlos. También exigi6 que el esclavo culpable fuera
j11zgado por U..'l tribunal público. El siervo podía refugiarse en
las iglesias que le ofrecían asilo y s6lo eran devueltos a sus
dueños bajo la promesa de no matarlos. La legislaci6n eclesiástica prohibía la venta de esclavos a extranjeros y el comerciar con
ellos y obligaba a sus dueños a concederles el descanso dominical.
¿De d6nde proceden los esclavos y qué condiciones y leyes relegan al hombre al estado de esclavitud? Ya he dicho que todo hijo
de esclavo nace esclavo. Bastaba con que lo fuera uno de los padres, aunque esta situaci6n se daba pocas veces por el hecho de
caer en la esclavitud el libre que se casaba con esclavo o esclava. La excepci6n se daba entre los siervos de la Iglesia porque
las personas libres podían casarse con ellos sin caer en la esclavitud y muchas veces el señor eclesiástico renunciaba al derecho de propiedad sobre la persona esclava casada con libre.
El hombre libre podía ser relegado al estado servil por condena de ciertos delitos: rapto, adulterio, falsificaci6n de moneda, traici6n, etc. El culpable se convertía en esclavo de la víctima. Otras veces, el hombre libre caía en la esclavitud por voluntad propia al vender su libertad a otra persona libre, -"obnoxiatio"-. Los casos son frecuentes: deudores insolventes, condenados a muerte comprados por un tercio del valor, miserables que
prefieren acogerse a la protecci6n de un señor, etc. La "obnoxiatia~' reviste a veces un sentido religioso: un libre que quiere
ofrecerse a Dios se entrega como esclavo de la Iglesia. A partir
del siglo VI, obligadas por la miseria,muchas personas pobres venden a sus hijos para ser convertidos en esclavos.
Pero la causa más frecuente para reducir a la
esclavitud
a hombres libres era la guerra. Innumerables guerras que acechaban constantemente la seguridad de las personas con sus secuelas
de muerte, miseria y esclavitud.
Sabemos que la Iglesia contribuy6 a mejorar la condici6n del
esclavo, -mejorar que no exterminar-, porque ella misma poseerá
1m gran n6mero de ellos. La manumisi6n o liberaci6n de esclavos
.fue recomendada por la Iglesia, y la piedad de muchos señores seguía esta práctica. Unas veces éstos premiaban los servicios de
sus siervos con la libertad, otras los propios esclavos compraban
35
la libertad con su peculio. Se daban casos de obispos que compraban la libertad de esclavos a terceras personas por el doble de
la cantidad acostumbrada para dedicarlos a la carrera sacerdotal.
Las formas de manumisión eran varias. Los expertos en n:ateria
de Historia de las Instituciones nos hablan de las de origen romano y germánico. No entraré en detalles sobre esta práctica. !·,e interesa más recaJ.car la condición del "manumitido" u ~ombr·e liberado de la esclavitud. t1uchas veces aparece como perteneciente a una
condición social inferior a la del hombre libre y a pesar de la
libertad conseguida quedaba sometido al derecho del antiguo patrón.
Cuando no existía esta sumisión eJ. liberto debía buscar protección
del antiguo señor o de otro patrón o de la Iglesia par·a consef!;uir
una situación social reconocida por todos. Los libertos del rey
.salían mejor parados poroue siempre estaban bajo su protección,o_c;edaban por lo general a su servicio y jamás podían perder la libertad.La historia nos habla de libertos que lograron escalar los más
altos estadios dentro de la vida política, civil y eclesiástica.
Antes de terminar este capítulo conviene recorda.r 1a existencia de otra clase de gentes, los semilibres, que gozando de1 estado de hombre libre está.:J adscritos a J.a tierra del sefwr y oblir,ados al pago de servicios y capitulaciones tasados en dinero. Viven
en condiciones parecidas a los libertos y sus orígenes se remontan
al tiempo de los ciudadanos latinos del Imperio Romano. Despué¡; de
las invasiones los encontramos en los dominios de los señores y de
la Iglesia. No aparecen nombrados en la legislación de los germanos y son los antepasados de los siervos de J.a gleba, ciase despreciada que perdurará en algunos países hasta bien entrada la Edad
t!oderna. En la Edad nedia se les conoce bajo el nombre de colonos.
Cultivan las tierras de los grandes señores y ~stos les alojan a
veces en casas de su propiedad y les proveeen de alimentos necesarios. Es rara la mención de esta clase social en los documentes antiguos. J.de l"'alafosse afirma que el colono permanece ligado a la
tierra que trabaja tanto en Occidente como en Bizancio (72).
En las cartas de San Gregario el Grande aparecen alusiones a
la imposiblidad de 1os colonos de abandonar las tierras que trabajaban (73), o bien a J.a costumbre de sucederse hereditariamente en
el trabajo de la misma tierra (74). El propietario de un dominio
puede reclamar al colono que abandona la tierra y se instala en la
de otro señor, y esta reclamación puede hacerse incluso despué¡; de
30 años de ausencia. Las formas de reclamación ante el juez apare-
36
cen detalladas en las Cartre Senonicre del siglo VIII (75).
La ley era más benigna con los hijos del colono. El propietario sólo podía obligarles a permanecer en su dominio con vistas
a asegurar la herencia de la permanencia. Asegurada ésta, los restantes descendientes podían abandonar libremente la tierra para
servir a otros señores. Esta práctica con los colonos, juntamente
con la existencia de esclavos, proporcionó al señor durante siglos la existencia de mano de obra estable para la explotación
de sus dominios.
X - HACIA LA FEUDALIZACION DE LA SOCIEDAD: LA AD!'1INISTRACION
CENTRAL Y LOCAL
I'odemos definir el verdadero significado de la Adn:inistración en esta época como "la explotación del Estado por el rey".
Lo que ahora llamamos administración central se confundía en Francia en la época merovingia con el servicio particular del rey.Los
altos personajes o altos funcionarios son sus servidores personales. Entre estas personas no existe una división clara del trabajo ni consideración alguna de la naturaleza de sus funciones (76).
Los procesos de los cortesanos o funcionarios destinados a
las provincias son vistos en palacio. Con este término se designa la Corte, la administración central. El rey es el juez soberano aunque en la práctica delega la presidencia de este tribunal
al conde de palacio (77).
La administración local ofrece un aspecto muy simple.La provincia de la época imperial, -división administrativa artificial-,
no puede sobrevivir a las convulsiones de finales del siglo V y
desaparece completamente. Sólo queda la "civitas", la ciudad, es
decir un pequeño estado de origen galo. En cada una de ella el
príncipe pone al frente a un conde, "comes", verdadero virrey que
reune en sus manos la plenitud de los poderes administrativos,judiciales,económicos y militares (78). En las áreas germánicas del
"regnum", o cuando la "civitas" es demasiado vasta hay un conde
en cada "pagus". Esta organización vuelve a encontrarse en el Estado visigótico y desde luego lo más probable es que fuera de origen romano. Los condes son nombrados y destituidos por el rey
y a la menor sospecha éste los maltrata o los condena a muerte.
En realidad los trata como si fueran esclavos y la verdad es que
37
más de uno es de condición servil. El conde que compra su nombramiento no es retribuido por sus funciones, vive del producto de
algunas propiedades del fisco situadas en su jurisdicción y del
tercio de las mU.tas judiciales que revierten al rey (79). I,os duques aparecen en mayor número en el sie;lo VI y se encargan especialmente de la dirección de los ejércitos. Aunoue no podemos demostrarlo plenamente ahora, seguramente esta :i.nstitución esta.::-ía
influenciada en Occidente por la administracción bizantina.
El dominio público, confundido con la fortuna particular del
príncipe, tiene una administración particular. Cada una de las circunscripciones patrimoniales, "fisci", está d.\rigida por un intendente, "domesticus", cuyo ran.go es igual al del conde. El jefe de
todos ellos es el "maior domus" de palacio y hasta finales del siglo VI su importancia aumenta considerabler.JCnte hasta el punto de
que el intendente central, el ma;yordomo de paJ.acio, se convierte
en el siglo VII en eJ jefe del Estado.
Antes de los siglos VII y VIII los ¡>;randes funcionar:ios no
tiene~ más categoría que la de simples lnrócratas BObre los r;w: se
lev<mta toda la administra.ción.La monarc;uía de CJ.odovro tiene t.ma
autoridad de tipo personalista sin 6rgmcos fuertes de ¡sobi erno. SEC
heredan algunos de los altos cart:;os palatinos de la época anterio:r·.
El fisco ha desaparecido, al igual que el catastro, sobre todo por
la multiplicaci6n de J. as i.nr:nmidades.
Entre todos los "d.omestici in palatio" el Bás importante es
el mayordomo (80), en principio simple intendente de la casa, cuya impresionante ascensión en la política se debe a las ci.rcunstancias normales del reino. Cuando llega a ser 2efe de la ex¡:lotación patrimonial reune todos los resortes del mando y la aristocracia cuenta con uno de los SCJ.yos en el puesto más importante del
país. Este queda dividido, pa.ra su mejor funcionar.üento, en pagos
cada UilO bajo la autoridad de un conde con extensos poderes civiles y judiciales que serán el origen de una fuerte aristocracia
local (81). Muy pronto son adscritos a un J.uga.r y la remuneración
de sus servicios consiste en el goce de tierras y villas del patrimonio real. Sobre ellos y a título extraordinario están los duques que tienen a su cargo la inspección de la labor de los :¡;rimeros además de las funciones de jefes mili tares ya mencionadas <Wteriormente. Se multiplican rápidamente y se convierten en serio
obstáculo para las aspiraciones del mayordomo de palacio.
Bn cuanto a las asambleas, es claro que no conservan el mis-
38
mo nivel de importancia que tenían anteriormente. La expansión de
la población, antes fuertemente concentrada, dificulta las reuniones. Además, la asamblea nunca pasa de ser un órgano puramente consultivo que ahora se reúne sólo una vez al año en el Campo de l"tarte con carácter de mera revista militar y sin organización muy
concreta ya cue pronto se crean en su seno órganos especializados
(82). Entre ellos los "placitum", "plaids" o audiencias son ya de
tipo aristocrático y no se regularizan hasta la época carolingia.
La asamblea se mantiene difícilmente en Austrasia y desaparece en
Neustrasia o Borgoña.
La fusión étnica y las guerras civiles favorecen el juego de
la aristocracia laica y eclesiástica. Después de Dagoberto, condes, duques y oficiales palatinos dirigen ya la política. El ejército escapa al poder de los reyes e incluso la guardia real,"truste", está al mando del "maior", circunstancia esta que contribuye
al máximo enaltecimiento de éste y es causa de que la clase alta
pieraa la oportunidad de formar una oligarquía a su favor.
La Iglesia, que primero proclama el carácter divino de la
realeza y la apoya, se convierte en virtud de sus enormes inmunidades y del poder de los obispos en una de las primeras causas de
la decadencia merovingia y de la substitución de dinastía y representa para los carolingios la justificación plena de la usurpación y el apoyo de la nueva legitimidad que viene a enterrar conceptos arraigados entre los francos.
XI - LOS Il'I;PUESI'OS, CARGAS INU'l'ILES í,¿UE NO GENERAN B:t:NEFICIOS
'I'anto los reyes francos como los demás monarcas de los diferentes reinos de Europa no se preocupan de reducir y anular impuestos sino que al contrario los mantienen y aumentan (83). Estos son el territorial, el personal y los indirectos que comprenden los de aduana, peaje y gravámenes sobre objetos vendidos en
ferias y mercados. Estos impuestos reciben el nombre de telonea.
Persisten también las prestaciones en especie, el suministro de
caballos para la posta real, -"paravereda"-, y los derechos de
alojamiento y de cuidado para el soberano y su gente.
Como los merovingios fueron incapaces de reorganizar un sistema fin~~ciero
complejo,
la administración falló del modo más
lamentable. En cuanto al impuesto personal, los francos rehusaban
39
pagar+o por considerarlo un signo de degradación social y todos
los esfuerzos hechos por los reyes para someterlos resultaron nulos. Las iglesias y luego los monasterios se procuraron diplomas
de inmunidad que les reportaban la exención del impuesto territorial e incluso de los indirectos (84).
A mediados del siglo VII, el rey merovingio no puede ya cobrar
el impuesto territorial si no es por medio de las armas. Pero a pesar de las luchas y obstáculos existentes el impuesto territorial,
el censo y la capitación subsistieron por todas partes hasta el
siglo IX reducidos a la categoría de cánones "consuetudinarios" pagados al soberano. Con respecto a los impuestos indirectos pasaría
lo contrario ya que no solamente subsistieron sino que fueron incrementados considerablemente. El método puesto en práctica era
sencillo ya que bastaba con cerrar un camino o un puente para cobrar dichos impuestos. Sus denominaciones eran irillumerables: portaría (peajes), forática (derechos de mercado), landática o salutayca (derechos de ejercicio), saumática (sobre las bestias de carga), pulverativa (sobre los vehículos de transporte), cespitática
y ripática e sobre los puertos fluviales), pontática ( sobre los
puentes), etc. En estos impuestos iba incluido el desquite por la
quiebra del impuesto territorial (85).
Además de estos impuestos hay que añadir el producto de las
multas jurídicas y el tercio de la composición correspondiente al
rey por la que según el derecho germánico se extinguía la venganza de la familia perjudicada por un delito o crimen perpetrado a
uno de sus miembros. Otros ingresos eran los presentes de los grandes o recomendados con ocasión de un acontecimiento. Estos dones
gratuitos eran obligatorios y exigibles con ocasión de la reunión
del "populus fra..r1corum", es decir, del ejército en el mes de marzo, y por último el botín de guerra y el tributo de los pueblos
sometidos.
Todas estas rentas, bastante considerables, quedaban amontonadas estérilmente en el tesoro del rey sin producir beneficios
para el pueblo ni para el reino.
XII - LA MONEDA, EXPONENTE DE UNA ECONOMIA A LA DERIVA
Al igual que los restantes monarcas bárbaros, los reyes merovingios se limitaron cómodamente a imitar la moneda romana (86).
El primero en acuñar moneda de oro con su efigie fue Teodoberto.
40
La moneda acuñada consistía sobre todo en medios sueldos (semisis) o tercios de sueldo (tremisis o triens), todos ellos de oro,
y el denario de plata.
En el siglo VII, la acuñación de moneda, derecho exclusivo de
los reyes, pasó a las iglesias episcopales y monásticas, y hasta
a los particulares, lo que era sin duda alguna un signo evidente
de la disgregación del poder real.
Después del siglo VII no se acuña meneda de oro hasta el reinado de San Luis, y en el siglo VIII deja de usarse la de plata,
otro de los inequívocos signos que demuestran la tendencia regresiva operada en la economía que adopta formas más primitivas.
El vacío dejado por la circulación de monedas de plata en los
reinos de Occidente originó el incremento de circulación de monedas plata extranjeras, en especial de los "sccettce", monedas de origen sajón y frisón, tipo monetario de gran desarrollo durante el
siglo VII en Inglaterra, Frisia y Países Escandinavos (87).
Los daños producidos en la economía occidental por la invasión musulmana fueron menores y de carácter más bien local. Sucedía que dicha economía padecía los efectos de un desconcierto total y estaba gravemente herida. Más graves fueron las devastaciones de los normandos en el siglo IX.
Al hacer el balance de las economías occidentales nos resulta
algo francamente desolador. Igual da que sea urbanismo, moneda,navegación, etc., siempre existe la misma política de abandono, rutinaria y egoísta. Y lo peor fue que no se preocuparon de crear
una flota para suplir la falta de la bizantina cuando ésta cayó en
manos de los musulmanes.
Todo ello nos permite afirmar que tanto la época merovingia
como la de los demás reinos godos de Occidente no fueron ni con mucho la continuación de la política económica mediterránea del Bajo
Imperio, sino más bien una praxis económica a la deriva.
XIII - UNA ECONOMIA AGRARIA HEREDADA
La vida económica en Francia, Italia y España continúa siendo la del Bajo Imperio sin apreciarse cambios notables. La característica de estos pueblos es la economía natural. La tierra es la
riqueza por excelencia, casi la única riqueza (88).
La agricultura fue el elemento primordial en la actividad económica durante los siglos VI y VII, acentuada por la invasión
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germánica. El gran número de artículos que hacen referencia a esta actividad en las leyes de estas gentes demuestra que fueron escritas para un pueblo agrícola.
La explotación dei suelo se hace con los mismos procedimientos que en el Bajo Imperio. Siempre impera la gran propiedad, lo
cual no quiere decir que la explotación fuera también gra..'1de ( 89) •
El señor o propietario, "dominus", aunque se reserva los bosques
y los pastos no explota más que la parte menor, -el tercio o el
cuarto-, de las tierras de labor, viñas y prados.
El suelo, en su mayor parte, es trabajado por arrendatarios
hereditarios, los colonos. El manso es la tierra que éstos reciben
para sí y para sus familias. El manso no pertenece nunca a un solo
poseedor y está formado por parcelas de tierra y de prados situados
en diversos suelos del dominio (90). Los colonos tienen derecho al
disfrute del bosque de donde sacan leña y apacientan sus puercos.
Quedan obligados a pagar rentas en dinero,-aunque sie~pre fue más
corriente en especie, y sobre todo en prestaciones personales-,
además de ciertas obligaciones como la de tener a disposición del
señor cierto número de trabajadores ("mansus indominicatus").
La formación del colonato era ventajosa tanto para el señor
como para el campesino si dejamos aparte el lado humano y social
de esta institución. Sin embargo, quienes mayores beneficios obtenían de ella eran sin duda los señores que la consideraban muy ventajosa hasta el punto de extenderla a los mismos esclavos aunque
fuera a costa de imponer a éstos servicios más frecuentes, tales
como la entrega al señor de la ganancia de la mitad de la semana,
o sea tres días de los seis laborables.
El colono, con respecto a la ley, continúa siendo cone;iderado
como hombre libre, aunque como puede apreciarse no deja de ser una
falsa apariencia pues pertenece a una clase menospreciada, no desempeña ningún papel en el Estado y ni siquiera se le concede el
honor de llevar armas aunque, sin e~bargo, debe pagar el "hostilitium" en especie o en dinero.
El principal cultivo era el cereal. Se cultivaban también legumbres, nabos, habas, guisantes, lentejas, plantas textiles, árboles frutales como el manzano y el peral (91). La apicultura fue
desarrollada en cantidad y la falta de aceite originó una precoz
e intensa producción de cera.El pastoreo y la ganadería ocupaban
un lugar nada despecieble y los animales se utilizaban tanto en
la labor como para la alimentación (92). El viñedo fue herencia de
42
Roma y la prodigiosa extensión de la viticultura tuvo singulares
consecuencias (93). En favor de estas civilizaciones godas está
la difusión del molino movido por agua, conpcido ya por los romanos (94).
El establecimiento de los bárbaros en las provincias romanas
no afectó profundamente al comercio ni a la industria. Continuaron
las relaciones con Inglaterra y los Faíses Escandinavos, pero el
Mediterráneo seguirá siendo la gran vía de unión entre Oriente y
Occidente (95) hasta finales del siglo VII cuando los musulmanes
progresaron en sus conquistas y asestaron un duro golpe al comercio de los romano-germánicos (96).
La vía del Danubio no quedó cerrada por completo, pero después
del establecimiento de los ávaros en el corazón de Europa las relaciones de la Galia y la Germanía, y de Salónica y Constantinopla cesaron casi por completo. En España, después de la invasión árabe
y la retirada de los cristianos al reducto astur se paralizó totalmente la vida comercial.
No parece que ni los galofrancos ni los galorromanos tuvieran
mucha aptitud para los negocios por el hecho de ser la mayoría de
los comerciantes en estos territorios de origen judío y sirio (97)
cuyo predomio oriental se remonta a tiempos muy atrás (98).
Sabemos poco también de la industria en este tiempo. La única
próspera fue la de objetos preciosos, orfebrería, esmaltes y la de
armas (99). Es probable que los obreros estuvieran asociados profesional o religiosamente (lOO). En cambio, sabemos mejor que en las
zonas rurales cada propiedad agrícola tenía que autobastarse. Una
consecuencia de ello será que los mercados de las ciudades y de los
lugares libres, dadas estas condiciones, no se veían muy concurridos por gentes del campo. Sin embargo, existieron ferias célebres
en Francia, Sajonia, Lombardía y España donde se comercializaba
vino, miel y rubia, es decir, productos agrícolas y no industriales (101).
XIV - CONCLUSION
De todo lo anteriormente expuesto podemos deducir que los estados romano-germánicos se revelaron muy pronto como estados débiles sostenidos por ejércitos reducidos y mal organizados. La cultura romana no les fue favorable y llegaron sólo a remedarla sin conseguir asimilarla.
El carácter propio del Estado merovingio lo forma la ambición
43
de un hombre, rápido dominador de los galorromanos. Los francos
mantienen su individualidad en medio de los indígenas y a partir
del siglo VI constituyen la potencia más temible de Europa. Pero
también en ellos como en los demás reinos godos de Occidente la
única institución será la realeza que empieza a decaer a finales
del siglo VI. La aristocracia le ganará la partida en el siglo
VII. Primeramente el mayordomo de palacio y luego Carlos l'iartel
impidieron que el Estado merovingio saltara en pedazos bajo los
golpes de los germanos paganos por un lado y de los musulmanes de
España por otro.
La irrupción de los bárbaros en el mundo romano,sea cual fuere la forma de producirse, no conseguirá regenerar el mundo antiguo ni sustituirlo con fórmulas políticas mejores. Y en cuanto a
la cultura se refiere ya hemos visto que hay una decadencia generaliza con respecto a los valores culturales del mundo romano.:;,:uizá se salve de este naufragio la España visigótica de San Isidoro
y Leandro.La cultura en la Francia merovingia no llegará nunca a
alcanzar cotas de importancia como en la vecina España visigótica
y si algo caracteriza a la primera es la recesión con respecto a
la cultura galorromana, ~al asimilada y destruida er parte por los
merovingios. Lo mismo le sucederá a la Iglesia católica que se mostró impotente para mejorar por poco que fuese las nuevas. sociedades.Los caracteres generales, sin alterar su esencia, cambiarán y
se ampliarán bajo la dinastía carolingia. El cambio político de dinastía acelera enormemente el proceso de feudalización. El mismo
cambio es bastante elocuente por sí mismo. De una parte ha habido
un factor político de luchas civiles y de decadencia, y de otra
un factor ideológico en el acusado germanismo y sus pobres ideales políticos. No hay que olvidar el factor social en todo lo que
es una continuación del decadente Bajo Impario con la creación en
Francia de una nobleza exageradamente poderosa, y finalmente el
factor económico con la carencia de dinero, ruina del comercio,de
la industria y de la vida urbana junto al papel central que juega
la propiedad territorial acaparada en pocas manos.
El porvenir estaba reservado a nuevas fuerzas nacientes como
el Islam, el Papado y el vasallaje, germen orgánico éste último
del régimen feudal encarnador de la vida en Europa occidental durante largos siglos y de origen carolingio. Con estas nuevas fuerzas comenzará verda.deramente la Edad l"ledia.
44
XV - NOTAS
(l) - F.LOT: Naissance de la E'rance, :París, 1970, p.l2
(2) - Fr.OLIVIER-MARTIN: Histoire du Droit Fran9ais, París, p.4.
(3) - Ibidem, pp.38-39.
(4) - Histoire Universelle,Pléiade,Farís,l957, T.I., pp.l3-25.
(5) - J.ELLUL: Histoire des Institutions, París,l958, t.I,684-85.
(6) - He consultado la edición de K.ECKHARDT, de Francfort,de
1962: J?actus legis salicCB, 'I'.IV de la colección Leges,serie in 4?
de la Sección I: Legis nationum Germanicarum, 6 vols.
('?) - J .CAil'IETTE: Le monde féodal, París, 1951, p.l52.
(8)- J.ELLUL, op.cit., pp.665-67.
(9) - F.LOT: op.cit., pp.l67-l69; F.LOT y ROBERT FAWTIWR: Histoire des Institutions fran~aises au Moyen Age, París, l958,pp.947; No obstante, no existe una obra satisfactoria sobre la naturaleza de la institución monárquica en Francia durante la Edad Media,
sin duda, porque esta institución jamás se definió a sí misma ni
tampoco definió la naturaleza de su poder. A pesar de ello existen
n'1merosos trabajos u obras en las que se estudia este tema de forma más o menos científica, como C.COURTOIS: L'avénement de Clovis II
et les regles d'accession au tr6ne ohez les Mérovingiens, en Mélanges L.HALPHEN, París, 1950, pp.l55-64¡ E.EWIG: Die frankischen Teilungen und Teilreiche 511-616, en l'lainzer Akademie der Wissenchaften. Abhandlungen der Geistes-und Sozialwissenschaft klasse, 1952,
pp.615-715; Die frankischen Teilungen in 7. Jahrhundert, pp.613714; R.W. y A.J.CARLYLE: A History of the medioeval political Theory in the West, Londres, 2a.,ed.,l940,6 vols.; VACCARI: Studi sull'
Europa precarolingia e carolingia, Roma,l955; F.STEINBACH: Das Frankenreich, Constance,l956; M.DEANSLEY: A History of Early Medioeval
Europe, 476 to 911, Londres,l958; E.SALIN: La civilisation mérovingienne, 4 vols.,París,l950-l959; R.LATOUCHE: Galois et Francs.De
Vercingétorix a Charlemagne, París,l965; J.DHONDT: Das frühe Mittelalter, Francfort-Hambourg,l968; J.M.WALLACE-HADRILL: The long-haired Kings and other Studies in Frankish history, Londres,l962;La
concepción franca de la realeza ha sido analizada en una obra colectiva: Das Konigtum.Seine geistigen und rechtlichen G,rundlagen,
Lindau y Constanza,l956, y sobre todo en los trabajos de RUDOLF
BÜCHNER: Das Merowingische Konigtum, pp.l43-154; OTTO HOFLER: Der
Sakralcharakter des germru1ischen Konigtums, pp.75-lü4; Hay que te-
45
ner también en cuenta obras como las de A.CHEDEVILLE: La F~ru1ce
au Yloyen Age, París,l965; R.S.LOPEZ: El nacimiento de Europa, Labor, Barcelona,l965; M.PACAUT: Les Structures politiques de l'Occident médiéval, París, 1969; G.DUBY: Histoire de la France, 'l'. I:
Naissance d'une nation: des origines a 1348, París, 1970; G.FOURNIER: Les Méroving;iens, París, 1969; lbid: L'Occident (fin du Vefin du IXe siecle), París, 1970¡ R.DCEHAERD: Occidente durante la
alta Edad Media. Economías y sociedades, Labor, Barcelona, 1974.
(lC) - F.LOT: Origine et nature du bén~fice, en Anuario del Derecho Español, Madrid, 1933.
(11)- F.LOT y R.FA'dTIER: Histoire des Instjtutions, op.cic:.,
pp.289-301; A.LUCHAIRE: Histoire des lnstitutions, 'LI., 1'-ads,
1892, pp.243-336; P.VIOLET: Histoire des Institutions, T.II., París, 1898, pp.l84-237.
(12) - Enciclooédie, Pléiade, Histoire Uni ver· selle ;T. l., pp .13261327.
(13) - Considero básicas para el estudio de este tema obras como C.PACAUT: La Théocratie. L'Egl.ise et le pouvoir laigue au ¡v;o;yen
Age, París,l957; G.LE ERAS: Histoire du droit et des institut:..ons
de l'Église en Occicient, T.VII, París, 1965.
(14) - Sobre este tema existe una completísima documentación
tanto en lo referente a fuentes como a bibliografía. En cuanto a
las primeras basta recurrir a los Epistolarios Eclesiásticos, y
en particular al Registro de Gregario el. Grande en la edici6n de
P.EY!ALD y L.l'l.HART!"lANN: S.Gregorii Papa: Ep:i.stola: sive Rev,:i.strmr.,
2 vols., 1887-1889, T.I de la serie. Y bajo el título de Epístola:
selecta: una recopilaci6n de cartas de las épocas rr,erovingia y carolingia, T.II al VIII de la serie. Con respecto a la bibliografía
es tan numerosa e importante que me limito a señalar las obras más
modernas en las que aparecen incluidos o se han tomado como base
los trabajos anteriores: L.DUCHESNE: L'Église au Vle siecle, Farís,l924,pp.486-550; T.S.HGLt'lES:The úrigin and pevelopment of the
Christian Church in Gaul during the first six centuries, Londres,
1911; H.X.ARQUILLIEEE: L'Église au tlo;yen Áge, París,l939i .A.FLICEE
y l1ARTIN: Histoire de l'Église, publicada actualmente bajo la direcci6n de J.B.DUROSELLE y E.JARRY: T.V: por L.BRÉHIER y R.AIGRAIN:
Grégoire le Grand, les États barbares et la conguete arabe ( S>9C122l, :arís,l938; GUSTAV SCilliÜEER: L'Église et la civilisation au
l"loyen Age, trad. francesa de CATELLA-BUEGARD, 3 vols. ,París,l93338¡ 'd.ULLl1AN: The Growth of Papal Government in the M:i.dcJJe A¡¡;es,
46
I,ondres,l955; GONZALO l'lid'INEZ DIEZ: El patrimonio eclesiástico en
la España visigoda.Estudio histórico-jurídico, Comillas,l959; R.H.
BAITON: 'The Medieval Church, Princeton, 1962; C. BIHL!"'EYER y H. TUCHL~: Histoire de l'Eglise, T.I: L'Antiguité chrétienne, adaptado por
CH.IilJNIEl:l, 'l'oulouse,l962. Es un excelente resumen acompañado de una copiosa e importante bibliografía; Una historia de conjunto con
una visión muy clara es la obra de J.DANIÉLOU y H.f~RROU: Des origines a Saint Grégoire le Grand, París, 1963; G.LE BAS: Institutions
eclésiatiques de la chrétienté médiévale, París,l962-l964: 2 vols.,
[T.XII/1,(1962), y 'l'.XII/2,(1964) de L'Histoire de l'Église, de A•
.F'L~CHE y ftARTIN] ¡l"l.D.IGW',f';;E y D.OBOLENSKY:Nouvelle Histoire de
l'Eglise, T.II: Le ¡v¡oyen .~ge, trd. del holandés,París,l968; R.W.
SOU'THERN: Western Society and the Church in the l"iiddle Ages, Harmondsworth,l970; J.l'ía.ORLANDIS: La Iglesia en la España visigótica
y medieval, Pamplona,l976; Nouvelle Histoire de l'Eglise, bajo la
d.Lrecci6n de L.G.ROGIER, R ......t:BER'l', h.D.KNGWIMS, I y II, Seuil, París, 1963-l968;E.LOZC~T~N:ilacia Sacra,Hist.Rel. ,Chicago,l9G8,p.209-43.
(15)- R.DOEP~ERD, op.cit., p.22.
(16) - E.LESNE: Propiété ecclésiastigue,op.cit.,pp.l22 y ss.
(17) - F.L01: Naissance de la Hrance, op.cit., pp.l9l-200.
(18) - J .EL.LUL, op.cit., pp.648-650.
(19) - Ibidem,pp.652-653; F.LOT, op.cit. ,pp.200-202; También sobre el monacato disponemos de una valiosisima bibliografía.Basta
citar obras tan importantes como las de: DCI"i J.BESSE: Les moines de
l'ancierL~e France, périodes gallo-romaine et mérovingienne, París,
1')06; DOI"l URSMER BERLIERE: L' ordre monastique, des origines au XIIe
siecle, París,l929; PH.SCHf!ITZ: Histoire de l'ordre de Saint Benoit,
Maredsous, 19Le2-1947, 7 vols; Sobre el gran movimiento monástico
cuyo promotor fue San Colombano: l'íélanges Colombaniens. Actes du
Congres international de Luxeuil, 20-23 ,juillet,l950, París,l95l;
San Colombano e la sua opera in Italia, Bobbio,l953; Importantes
son también las obras de DOl"l PATRICE COUSIN: Précis d'histoire monastique, Farís,l956; A.LATREILLE, E.DELARRUELLE y J.R.PALANQUE:
Histoire du catholicisme en France, T.I: Des origines a la chrétienté rnéd.iévale (II 8 fun du XIIe siecle), París,l95z; J.LECLERCQ,
:b'.VANDENBROUKE y L.BOUYER: La Spiritualité du r-'loyen Age, París,
1961; J.DÉCARREAUX: Les moines et la civilisation en Occident, des
invasions a Charlemagne, Grenoble,l962; F.FRINZ: Zur geistigen Kultur des f'lonchtums im spatantiken Gallien und im l"lerowingerreich,en
Zeitschrift für Bayerische Landesgeschichte, Munich, 1963, pp.29-
47
102; DOM DAVID KNOWLwS: Les moines chrétiens, trad. de C.RENARDCHEibiSSE, París,l969; M.f'ACAUT: Les ordres monastigues et religieux au !'ioyen Age, Nathan, París,l970; E.DSLAHcELLE: La piété
LO-
pulaire au !"!oyen Age, Bottega de Erasmo, Turín,l975; A.VAGCHEZ: La
Spiri tuali té a u l'ioyen Age occidental, PUF, Farís, 1975.
(20) - E.LESNE: Prooieté ecclésiastigue, op.cit.,T.II.
(21) - He consultado la obra de GRÉGOIRE DE TODRS: Historié
Francorum en las ediciones de R.POUFARDIN, coll.,Ficard, París,
1913, y la de R.LATOUCHE, 2 vols., París, 1963.
(22) -Véase F.SALIN: La civilisation mérovingienne, Farís, Fi-
a
card, 4 vols., 1950-59; Ch.LELONG: La vie quotidienne en Gaule
l'époque mérovingienne, París,l963; J.F.LE l'iARIGNIER: La l<'rance n:é-diévale: institutions et société, París,l971; R.DELCRT: La hoven
Age, histoire illustrée de la vie guotidienne, Edita, Lausana,lS'/2.
(23)- F.LOT:Naissance de la Fra..Y!ce, op.ci.t., pp.l58-lE)?.
(24) -Véase el trabajo de ARCADIO DEL CJ;S'TILLG: La err.ancireci6n
de la mu,jer ronana en el siglo I d.C., Granada,J.97G y :Far.1i:lle et
, Ed. cie
parenté dans l'Occident médiéval (Collooue de larís,
Boccard, París, 1977.
(25) - J .ELLUL, op.cit., p.G)l.
(26) - F.LOT: Na~ssance ~e 1 a Frarce.op.cit., pp.2?4-237; Entre
la numerosa bibliografía C.e estuciios lingüísticos sobre la Edad
Media, véase :FERDlNAND BRUNOT: Histoire de la la..'1gue frans:aise: des
origines a nos jours, Nueva ed., París,l966, T.I: De l'éuocue latine a la Renaissance.Bibliograohie établie P.ar JEAN BP/ri.l\Y, l-élJ'Ís,
1966¡ F.LOT: A g:1elle épooue a-t-on cessé de uarler latin, en Eulletin du Cange, VI,l931, pp.9?-159¡D,\.G NGBBERG: rlanuel pr'ati.que
de latin médiéval, Pa~·ís,l968¡ K.H.DEBUS: Studien z,u Merovinfischen Urkunden und Eriefen.rntersuchungen und Texte, en Arkiv flir
Diolomatik, Schriftgeschichte, Siegel-und Wappenkunde, 1968, fP·
1-192¡ Sobre la lengua de los autores del periodo merovingio existen numerosos trabajos recopilados por P.W.HOOGTERP: Deux proc'eErverbaux donatistes, en Bulletin du Canp:e, XV,l940,pp.1+4-46; Sobre
literatura latina, véase: D.C.f1UNRO: 'rhe Attitude of the ''iestern
Church towards the Stuciy of t:te Latin Classics in the early hiddle Ages, vol.VIII de la American Society of Church Ristory,l20,7;
J.DE GRELLINK: Littérature latine au rioyen Age: depuis les origines jusou'a la fin de la Renaissance, París,l939; F.J.E.RABY: ~
History of Christian Latin l'oetry from the beginning to the close
48
of the f:iddle Ages, úxford,l927; Ibid: A History of Secular Latin
Poetry in t.he í'üddle Ages, Oxford, 1934, 2 vols.; Sobre las dos
grandes figuras medievales: Gregario de Tours e Isidoro de Sevilla, véase: R.LATOUCHE: Études médiévales,París,l966, pp.53-59, y
J.FONTAINE: lsidore de Séville et la culture classique dans l'EsRagne wisigothigue, [Tesis doctoral], París,l959; Sobre la vida
intelectual, váse: Études d'esthétigue médiévale, 3 vols., Brujas,
1946 y L'Esthétique du I'loyen Age, Lovaina,l947, de E.DE BRUYNE; G.
BOAS: Essays on Primitivism and Related Ideas in the Middle Ages,
Baltimore,l'-)48; J.BALTRUSAITIS: Le Moyen Age fantastique, París,
195'); FH.DELHAYE: La Philosophie chrétienne au J:Ioyen Age, París,
19:',9; P.\·JILFER'J': edici6n: l''liscellanea I"Jedüevalia, T.III: Beitrage
zum Berufsbewsustsein des mittelalterlinchen Menschen, Berlín,l964;
Arts libéraux et philosophie au !"!oyen Age, en Actes du IVe Congri"!s
International de philosophie a u l"ioyen Áge, Montreal-París, 1969; J •
.FJ,UL: Histoire intellectuelle de 1' Occi dent médiéval, A.Colin,París, 1')73; J .J:Ia.ALEGRE: Influencias árabes en el pensamiento europeo y en las lenguas y literaturas romances, 2 vols., RIDS, Universidad de Coper:hague, 1976; JUAN VERNET: La cultura hispano árabe en
Oriente y Occidente, Barcelona,l978.
(27) -Véase PIERRE RICHÉ: Éducation et culture dans l'Occident
barbare, VI~VIIIe siecles, París, 1962.
(28) - J.ELLUL, op.cit., pp.674-676.
(29) - F.LOT: Naissance de la France, op.cit., pp.242-245.
(30) - Tema ampliamente estudiado por SAI"!UEL DILL: Roman Society in Gaul in the I"'erovingian Age, Londres,l926.
(31) - F.LOT: Naissance de la France, op.cit., pp.78-85.
(32)- R.DOEHAERD: Le haut f"wyen Áge. Economies et sociétés, Parls,l971, pp.306-309.
(33) - J.ELLUL, op.cit., pp.665-667.
()L>) - F.LO'r: Naissance de la France, op.cit., pp.l76-177; F.
LOT y R. FAW'EIER: Histoire des institutions fran9aises ••• , op.cit.,
J.'.II, pp.5ll-53l; No existe una historia completa del ejército francés en la Edad ~1edia. No obstante, son de gran valor para el estudio de este tema obras como F.LOT: L'art militaire et les armées
au Noyen Age, París,l94'7; C.OI"lAN: A History of the Art of War in
the l'iiddle Ages, ?a. ed.,Londres,l924; J.F.VERBHUGGEN: Di Kri,jgskunst in West-Europa in the lüddel-Eeuwen, Bruselas, 1954; J. VJERNEE: Bewaffnung und Waffenbeigabe in der l'lerowingerzei t, en Settimane di studio ••• , Spoleto, T.XV,l96?,pp.95-108; G.DUBY: Guerriers
X
49
et paysans: premier essor de l 1 économie europenne (VIIe-XIIe siecle), París, 1973¡ PH.CONTAJ"'INE: La gue-rre au hoyen hp;e, 1-UF, París, 1980.
( 35) • R. RÉI'\ONDON: La crise de 1 1 Empire roma in, I'arís, 1964, pp300-301; I'l.BLOCH: Les
ir,vasjons. Deux structures économioues:oc-
cupation du sol et peuplement, en Annales d 1 Histoire sociale, Farís,l945,p.36¡ G.hiCKWITZ: Die Systeme des
im IV. Jahrhundert, en
r~mischen
Silbergeldes
Comm.Hum.lit.,VI,2,Helsinki,l935,p.l81~.
(36) - A.DAUZAT: La vie rurale en France, l'arís,l'?6l,p.2C.
(37) - A.BLANCHE'l':Les enceintes rornaines ce la Gac;le,farís,l'?5C,
p.88.
(38) - J .ELLUL,op.cit. ,I,p.696¡ E.ENN:F.N: Fr,ühgeschichto der ec;ropa'Lschen Stadt, Borm,1953,p.SC)¡ BRÉ~UIGNY et ff,_ED.t,f:OSUS: Diplonata, chartffi et instrumenta ~tatis merovingicffi, 2 vals., farís,l8431849, Vol.I, p.l98; GHÉ:GOIRE DE 'TOURS: Historia Francorur:1, ec:. ée
R.LATOUCHE, 2 vals., .!:'arís,l963,1II ,c.XVIII.
(39) - Op.cit. ,p.85.
(40) - R.R:Ér-lONDON: La_srise ... , op.cit., p.36.
(41) - A.PIGANIOL: L 1 empire chréUen ( 325-395), en Histoire romaine, IV,2 [G.GLO'IZ],París,lC)4'(,p.2t13.
(42) - l"l.BLOCH: Les invasions ... , op.cit. ,p.3E·.
(43) - G.MICKWlTZ: Geld und Wirtschaft im
r~mischen
Reich
de~
IV. Jahrhc;nderts, en Comm.HurG.lit., Helsinki,l935,p.l84; Véase también: C.I·;.CIPOLI,A: EC'.onomic HistoC"y of h'orld Population, Harmondsworth,l962; l"J.REINHARD, ;~.ARl'IEc\fGAUD y J .DUEA.~UIER: Histoire p;ér:6rale de la nopulation mondiale, Farís,l96B;
J.C.!~USELL:
.Late
~~r:ci­
ent ant l"ledieval Population, Fhilaóelphie, 195t1.
(44)- 'I'eoría expresada por A.BLANCHE'I': Les enceintes .•• ,op.cit.
(Li-5) -
La vie rurale en France,I'arís,196l,p.2G¡ Vide: G.IJUEY:
L 1 éconornie rural e et la vi e des e an:pap;nes dans 1 1 Oc cid ent r~,éd i~vs 1,
Fa ís,1962, 2 vols.
(46) Código de Teodosio, ed. por 110l'J'lSEN Y hEYER: NoveUffi VI
(458), Vol.I,l905, p.153.
(47) - F.LOT: Histoire du Moyen Áge,París,l94l,p.l2¡ J.~a.ALE­
GRE: La España visigoda.Germanización de una orovincia romana, en
Re~~e
Romane, T.I.,Copenha6ue,1966,pp.l-23.
( 47bis) - P. COURCEI,LE: Histoire 1 i ttéraire des grandes invasions
p;ermanigues,París,1948,p.38.
(48) - Ibídem, p.37
(49) - C.SANCHEZ ALBORNOZ: Despoblación y repoblación en el va-
50
lle del Duero,Buenos Aires,l966; Ibídem: Orígenes de la nación
española, 3 vols., Oviedo,l972-1971+; JOSE l'ía. ALEGRE: Influencias
árabes ••. , op.cit., Vol.II, pp.l?-26.
(50) - Ed. de P.EwALTI y L.l'l.HARTl'lANN: S. Grep;orii PapeE Episto1~
sive Re5istrum, op.cit., I,p.73,c.49.
(51) - Ed. de BREQUIGNY y PARDESSUS: Diplomata ••• , op.cit.
(52) - Véase i''l. bLOCH: La société du haut Moyen Age et ses ori-
gines, en Journal des Savants, Farís,l926,p.418.
(53) - Ed. de H.Hd.SSEN y h..wERl'íiNGHOFF: Canons des conciles
mérovingiens et carolingiens, 3 vols., 1893-1908, Vol.I,p.2l,c.8
y e .4().
(54) - R.L.A'I'OUCHE: Economie occidentale, en La civilisation de
l'Occident médiéval,París,l964,p.80 y ss; E.LESNE: Histoire de la
;Jroniété ecclésiastique en France, 6 vals. ,Lille,l910-1943,T.I.,
p.C)) y ss; CH.HIGOUNET: L'Église et la vie ruralependant le tres
haut l"lo~rer:. Age, en s.s.C.I.A.l'í.E., t. VII, Spoleto, 1960.
(55) -Una amplísima bibliografía aparece en R.DOEHAERD,op.cit.,
pp. 30-34.
(56) - Geschichte der deutschen Landwirtschaft vom frühen l"littelalter bis zum 19.Jah:c>hundert, en Deutsche Agrargeschichte,Stuttgart,l962,pp.l2-13.
(';'?) - V!iase: A.GRANIER: Nanuel d'archéologie gallo-romaine,
2 volr;.,raris,l93l-l934,Vol.I,p.3')6;
1~.BLANCHE'I':
Ler; enceinter;
romcLiner; de la Gaule,París,l907; F.LOT: Recherches r;ur la population ct la Sclperficie des cités remontant
a
la période gallo-ro-
maine, Faris,l945-1953, 3 vols.; F.L.GANSHOF: Étude sur le dévelo_p.t-•ement des villes entre Loire et Rhin au Eoyen Áge,París y Bruselas, 1943; G.DUBY: Les villes du sud-est de la Gaule du VIII 8 au
XI
8
:üecle, en S.S.C.l.A.l'i.E., t. VII, Spoleto, 1959; E.ENNEN:Früh-
r;eschLehte der europa'Lschen Stadt, Bonn,l953; Ibídem: Die Entwiclüung des Stadwesens am Hhein und JYiosel vom 6 bis 9 J ahrhundert,
S.S.C.I.A.l'l.E., t.VI, Spoleto, 1959; J.HUBERT: Evolution delatopop;ranhie et de l'asnect des villes de la Gaule du Ve au Xe~
Gle, S.S.C.I.A.l"í.E., Spoletc,
t.V ,Spoleto, 1959; JOSE !·ía. LACA-
RitA: I-anora:na de la historia urbana, Ibídem; F.LAVEDA!"i: Histoire
de l'urbanisme, 'r.I: Antiquité et l'Ioyen Age, Farís,l926; J.H.l'iUNDY
y :P.RI:SSEN BERG: 'I'he JYledieval Town, Princeton,l958; H.PLANPrZ: Die
Deutsche Stadt in JVlittelalter, Graz-Colonia,l954; L.JVlUJVlFORD: The
yity in History, its Origins, its Transformations and its Pro~,
New-York,l965! L.G.DE VALDEAVELLANO: Sobre los burgos y los bur-
51
gueses de la España medieval, l"Jadrid, 1960.
(58) - San Isidoro de Sevilla definía la ciudad en el siglo VII
como "multitudo hominum societatis vinculo adunata" en Etymologüe,
t.LXXXII, col.536.
(59) - A.COVILLE: Recherches sur l'histoire de Lyon du Ve au
IXe siecle (450-80C),París,l928,p.l35; :C: • .CNNEN op.cit. ,p.SC).
(60)- F.LOT: Hecherches sur la pooulation .. ,op.cit. ,t.II.
pp.l95-20ú.
(61) - R.LATOUCHE: Les orip;ines de l'économie cccidentale,farfs,
1956, pp.l22-23.
(62) - A.Cov:::LI,E,op.ci.t. ,p.335;E.LESNE,op.cit,p.34;E.LOElLiERD,
op.cit.,pp.l22-l23.
(63)- Concilia, ed. de F.l"íAAS:c:N y L.~JEHi'élNGIWF':F, 3 vols.,l8C)3l9C8, II, p.40l, c.l22.
(64) - Este asunto ha sido bien estudiado en Francia.Yara el
caso de España, véase J .Iia .LACARRA: Panorama de la historia ur.·tana,op.cit.; Para el de Italia: J.}'.BCGNE'J'TI: Froblerr:i di meto:lo e
oggetti di studio nella sto:;oia delle citta italiane dell'alto rre-
dioevo, S.S.C.I.A.M.E., t.VI,
SpoJeto~
1959.
(65) - J.F.l1ARIGNIER: Queloues ""emaroues sur l'orvanisatio:1 ecclésiastique de la Gaule dt< VIIe au XI e siecle, Ibid, S¡:cleto, pp.
4')5-56;
nm,~RT
DE LA 'rGUE: Les paroisses rura.les de 1' anci.enne
France, Pa.rís, 1900.
(66) - R.DOEHAEHD, op.cit. ,p.l3(,,
(67)- l"l.BLOCH: Comment et uourouoi. fir:it l'esclavare antinc:e_,
en Annales E.S.C. ,l947,pp.l6l-6'7 y 185 y ss.
(68)- IJ.'ítulo XI,VI,2~Ce la Ed. de L.R.S.ALIS,l892.
(69) - Ed. de BEYERLE, vie::mar,l947,L.L. ,V,c.Sil.,p.l6l.
(70) - Ibide&, c.l4?,p.l6E.
(?l) - J.ELLUL,op.cit. ,p.677; Véase también: C.VEHLINDEN: L'eE.-
clavap;e en Europe médiévale,T.I: Féninsc;le
Iberigue,l~'rance,
Brujas,
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('¡'?)- J.ELI,UL, op.cit.,p.G69.
(78)- F.LUT: Naissance de la France, op.cit.,pp.l72-75.
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Comes in der Merovinger5eit, Z.S.S., G.A.,l957.
(00) - F.LO'T: Naissance de la France, op.cit. ,p.l70.
(81) - Asunto muy bien estudiado por GARAUD: Les origines des
"l'agi'' poitevins du fioyen Age (Vle-Xle siecles), en R.H.D. ,.París,
l')Lr9 1 y por h.PACAUT: Les structures poli tiques de l' Occident médiéval1.Paris,l969.
(82) - J.ELLGL,op.cit.,p.669.
(83) - F.LUT: L'imp6t foncier et la capitation personelle sous
le Bas-Empire et a l'épogue franque, París,l928 1p.83; l!'.'l'HIBAU'T:
L'imp6t direct dans les royaumes des Ostrov,oths, des Vlisigoths et
des BurgoJ].deE>, dans J. e ro;zau!<le des Lombards et dans J. es royaumes
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(fJLr) - l. LEVILLAIN, op. cit. , pp. 262 y ss.
(87) - I<.LO'l' y H.FA\tTIER: Histoire des institutions ••. ,op.cit.,
pp. J.59·-17ó; J. ELLl!L, op. ci t, p. 674.
(86) - R.DúEHAERD,op.cit.,pp.297-330. Estudios más completos y
detallados sobre la moneda y los problemas monetarios son las obras de !·i •.PROU: Catalop;ue des monnaies mérovingiennes et carolingiennes de la Bibliothegue nationale, 2 voJ.s.,Farís,l892-l896;V.
l'tONNEHET D.E VILLAHD: La monetazione nell'Italia barbarica, en Revista Italiana de Numismatica, XXIII,Roma,l920; R.S.LOPEZ: Un millenio di storia delle assozziazioni di monetiere, en Studi in
onore cü Gino Luz <lat to 1 Nilán, J. 949; Ibidem: r·wneta e monetieri
nell'Italia barbarie a, S.S.C.A.li.E., 'r. VIII, SpoJ.eto ,1961.; G.LUZZAT'TO: Economía monetaria e economía nR.turale in Occidente nell '
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Ibid.; A. BELTHAN l"!AH'l'INEZ: Numismática española, Zaragoza, 1972.
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de la fin de l'Emvire romain au XVI
r:riculture
8
siccle,l;arís,J.9'51; l'a-
a traver·s les ages, coJ.ecci6n fundada por E.SAVüY, '.r.
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P.J.~Cl~icS:
I,'It.Qc-
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S.S.C.I.A.~l.E.,
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(90) - Bien estudiado en obras como F.L.GANSEOF: Observations
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a
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Droit franqais et étranger, París,1955; D.HEHLIHY: The Carolin-
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en Recueil de travaux offerts
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Ci:i.PERRIN: Le manse dans le polypt;yque de l' abbaye de Prün
du IXe ~i~cle, en ftudes historiaues
a
a
la fin
la m~moire de No~l Didier,
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(92) - l'l.RENAHD: Technique et agriculture en pays tr~vire et
rémois, en Iatomus, XXXVIII,1959,p.370 y ss.
(93) - H.DICN: Histoire de la vigne et du vin en :France, des
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(94) - h.B.LOCH: J,es inventions m~diévales, en A.H.E.S.,VII,l935,
p.[3L+; Ibídem: Le mocllin a eau,Ibid,pp.538-565.
(95) - 'Jlema a:npliamente tratado en obras c;omo F.C.J.A.BOELEG:
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tijd, en l:li,jdr. voor de gesch. de::' Nederl., 1954, T.III-IV; R.DOEliicEHU: Lé(LLterran~e et éeonomie occiclentale pendant le haut l'loyen
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l'interieur de la Gaule
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,,·ienne d' a::Jres l' archéologie, en Ac tes du VI 8 Congres d' Études b:yzantines,l948; Ibidem: Les routes du Moyen ige, en Les routes de
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en ·vierte,-l,4a.hrschrift für Sozial-viirtschaftsgeschichte, T.XL,l953;
A.JORIS: ün the .t<;,ige of two ',vorlds in ·the Heart of the N01t1 Empire,
the i-l.omance .'.tegions of Nortnen Gaul during the l'lerovingian Jceriod,
en Stetdies in JVJedieval and Renaissance historv, 'l'.III,Nebrasca,
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(99) - G.FAIDER-FEYDER: La Belgiguo a l'époque mérovingier~e,
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La Haya,l964,pp.3l-32; R.LATCUCHE: Les origines de l'économie occidentale, Farís,l956,p.l62; U.I'lONNERET DE VILLARD: L'organizzazione industriale nell'Italia Longobarda, A.S.L., ser.4,XLVI,
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par des artisans pendant le Noyen Age, en Studi in onore di A.Sapori, l'1ilán,l957,p.90; L.WHITE: Technologie médiévale et transformations sociales, Mouton,París,La Haya,l969; tr. castellana: Tecnología medieval y cambio social,Paidos,Buenos Aires,l973.
(lOO) - G.l"llCKWITZ: Die Kartellfunktionen der Zünfte, en Societas scientiarum Fennica: commentationes hum~narum literarum,VIII,
3,Helsinki,l936,pp.ll8 y 196-97.
(101)- R.DOEHAERD: Le haut Moyen Age,op.cit.,pp.258-264.
(102) - J.ELLUL, op.cit. ,p.685.
(103) - Vide nota 90.
(104) - J.ELLUL, op.cit,p.668.
(105) -LUIS GARCIA DE VALDEAVELLANO: Historia de España, I,
l'1adrid,l963,pp.312-14.
(106)- J.ELLUL, op.cit.,pp.680,685,687; F.LOT y R.FAWTIER:
Histoire des institutions, op.cit.,pp.457-58 y 463-64.
HUMANI STI SK FAKULTET
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