SDV-20140303

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Asesor Diocesano
PARA QUE DIOS SEA EN
VERDAD REAL EN LA VIDA
ES PRECISO PONERLO AL
CENTRO DE NUESTRA VIDA
Tema de reflexión para el Retiro de Inicio de la Escuela de Dirigentes 2014, del Secretariado
Diocesano de Cursillos de Cristiandad de Valparaíso, dado por el Asesor Diocesano, P. Pastor
Salvo (Texto base: Apocalipsis 3,14-22)
INTRODUCCIÓN.
1.- ¿Por qué estamos aquí?
Porque queremos iniciar un nuevo ciclo de la Escuela de Dirigentes. Muchos podrán tener la equivocada
idea e que el Movimiento, la escuela, le empuje, le dé fuerzas para seguir. Pero no, sino quien se esfuerza
por darle impulso a la escuela, al MCC, sentirá que el movimiento le vigoriza, le hace bien.
¿Qué somos? Antes que nada, cristianos, seguidores de Cristo, porque lo descubrimos o redescubrimos
en la vivencia de un Cursillo. Decir esto es lo mismo que decir:
- hombres, mujeres de fe, creyentes en el Señor.
- Discípulos, seguidores de Jesucristo que, fascinados con El, lo queremos dar a conocer a los
demás.
¿Qué exige esta nuestra identidad? Nos exige ser creyentes auténticos. Y de eso quiero hablar en este
Retiro. Y para ello me planteo algunas preguntas con sus respuestas para ayudar a la reflexión que
pudiéramos hacer posteriormente.
SER CREYENTES HOY.
1.- ¿Somos creyentes de verdad?
Se trata de creer, de la fe misma en sí. Los cambios que se experimentan en el mundo hoy constituyen
una amenaza, un desafío, un riesgo para la fe. Podría decirse que la fe hoy se caracteriza por ser una fe
puesta en peligro. Antes se discutía tal o cual artículo de fe, el contenido de la fe, pero hoy se discute la
posibilidad o necesidad de la fe. En muchos sectores la fe ya no es un problema, ha dejado de interesar,
se es perfectamente indiferente a ella. Hay una crisis religiosa y crisis de Dios, la que se nota
especialmente en Europa y en algunos sectores de nuestra sociedad. La secularización ha tirado por la
borda muchas “creencias”, ha hecho tambalear la fe de muchos. Esto produjo, en un primer momento, la
eclosión de grupos religiosos radicales, fanáticos y sectarios. Pero hoy no es tanto así. Hoy día más bien
se da una emancipación de lo religioso; la religión no interesa. Hoy se va creando la “cultura de la
ausencia de Dios”. Como decía Benedicto XVI, el mundo se convierte en un desierto inhóspito para fe. Ya
no es crisis religiosa, sino más bien crisis de Dios.
La fe en Dios no calienta a muchos. Existe hoy una “anemia de la fe” de los creyentes, la que es el
aspecto más grave de la actual crisis. Hoy un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que
un cristiano rutinario o por tradición.
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Esta crisis de fe, de Dios, se da también al interior de la Iglesia, en personas de Movimientos, incluso en
personas consagradas (religiosos). Suena ofensivo afirmar esto, pero la falta de irradiación de la fe, la
incapacidad de trasmitirla a la gente de hoy está mostrando esta crisis.
La tibieza de vida, la acedia, dista mucho de reflejar la forma de creer que nos propone el Evangelio. Yo
diría que a veces estamos como la Iglesia de Laodicea. Nos conformamos con ser católicos, el haber
vivido el cursillo, porque admitimos un cúmulo de creencias religiosas, pero no las vivimos.
Sabemos que la fe es encuentro personal con Cristo, pero nos hemos quedado en el concepto sin dar el
paso.
Los primeros cristianos eran llamados “los creyentes”. ¿Podemos identificarnos nosotros con ese nombre?
Porque muchas veces nos conformamos con saber de Jesús, pero no procuramos creer en El, conocerlo a
El. Por otra parte existe una esclerosis de la fe. Es decir, algunos se aferran a formas y fórmulas rígidas y
así pretenden atraer a otros. Están demostrando su poca fe, su inmadurez de fe que la recubren con una
cáscara dura de intransigencia por el temor de perderla.
2.- ¿Qué debemos hacer?
Veamos qué podemos y qué no podemos hacer.
No puede ser una mera decisión nuestra definitiva, que nos permitiría conseguir lo que no hemos
conseguido hasta ahora.
Lo que sí podemos hacer es dar una respuesta a la llamada que el Señor nos hace. A todos el Señor
dirige su llamada a la conversión. Es la presencia originante de Dios en el corazón de todo hombre. Es el
polo de atracción para todo ser humano. Aunque no todos respondan. Esta respuesta humana parte del
reconocimiento que tiene el ser humano de esa Presencia divina. Al descubrir esta Presencia divina el
hombre pone en juego lo mejor de sí mismo. Es como descubrir el tesoro escondido (cfr. Mateo 13,44).
Mientras no se tope el hombre con Dios, éste es un Dios a la medida del hombre, un Dios que es
proyección del hombre. Es lo que sucede cuando hablamos de Dios es de una vida religiosa convencional
o desde un cristianismo rutinario y heredado. Dios es importante…pero nada más. Una persona que no ha
sabido responder al Señor tiene el corazón dividido. Tiene muchos dioses que se disputan con su Dios.
Cree en Dios, pero no está al centro. Le honra con los labios, con una religiosidad formal y superficial. Y
aquí cabe lo que dice la carta de Santiago acerca de la religiosidad verdadera (cfr. Santiago 1,26-27). Una
persona así ha entregado a Dios parte de su vida, pero no su vida toda. Su actitud es la tibieza de vida, no
se define. Está en la Casa del Padre, pero espera una recompensa, como si fuera criado y no hijo.
Es importante preguntarse: ¿quién es Dios verdaderamente para nosotros? O, ¿qué sabemos de Dios?
Podemos tener muchas respuestas doctrinalmente correctas acerca de Dios, pero ese no es el Dios de
nuestra fe. Como Pascal, al encontrarse con Dios, afirmó con decisión: “El Dios de Abraham, Dios de
Isaac…Dios de Jesucristo, no de los filósofos y de los sabios”.
No te des respuestas consabidas, teologales, correctas, pero frías. Que descubras en verdad la respuesta
en el interior de tu corazón, aun exponiéndote a las consecuencias que tuviera consigo el aceptar a Dios.
Es una actitud teologal. Es una nueva relación con Dios, como nos lo enseña Jesús.
3.- ¿Qué tiene que suceder para que la Palabra abra su esplendor?
Primero, que esa realidad se haga presente de mil formas: en el interior de uno mismo, en un
acontecimiento de la vida (un cursillo?), en la Escritura, en Jesucristo.
Segundo, que el sujeto tenga despierta su conciencia, sea una persona de buena voluntad.
Tercero, que la acoja en su interior y que la persona llegue al fondo de sí misma. Que sepa beber de su
propio pozo. Se debe pasar de la superficialidad de la vida a la recuperación del centro de la persona; de
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la dispersión a la unificación interior. De la disipación de sí a centrarse en lo único necesario. El
cristianismo es de la cultura de la hondura.
Cuarto, abdicar de la apropiación, hay que saber desapropiarse de todo, vaciarse de todo y ser libres de
todo afecto desordenado, de tantas adicciones que no nos permiten entregarnos a Dios. Un ave, sea que
esté atada con un hilo de seda o con una cadena igual no puede volar. El cristiano que tiene ataduras no
es libre, no puede correr la aventura de la fe. Sin esta disposición la persona no puede ser creyente, no
está dispuesta a responder al Señor, a acogerlo.
4.- ¿Qué es acoger a Dios?
Para que Dios sea en verdad real en la vida y no una simple teoría es preciso ponerlo al centro de nuestra
vida. Junto con el vacío o desapropiación (de la que recién hablé) hemos de hacer una revolución
copernicana, poner al Señor al centro de nuestras vidas, que sea El, el centro de todo.
Acoger a Dios es poner en El el centro de nuestra vida en actitud de confianza total.
Creer es una expropiación de sí mismo. Es la desinstalación del ser humano de su condición de sujeto y
centro de la realidad. Es la condición para que Dios sea realmente Dios en nuestra vida.
Creemos estar convertidos porque vivimos cursillo. Esa fue una primera conversión, en la que todavía
seguimos siendo dueños de nosotros mismos. Debe haber una segunda conversión en la que se entrega
todo el ser. Con la primera conversión le damos al Señor nuestras flores y nuestros frutos.
Con la segunda conversión le damos el árbol entero. Esto no significa aniquilar al ser, sino darle una
mayor plenitud, siguiendo la lógica del evangelio.
Hermanos, tengo miedo de estar volando alto, de no ser práctico y concreto, como se me ha pedido. Pero,
me pregunto, ¿podemos hablar de podar tal o cual rama, corregir tal o cual defecto, si no sabemos lo que
somos, cómo vivimos nuestra fe cristiana? ¿Podemos quedarnos tranquilos o satisfechos porque hacemos
tal o cual acto religioso, pero nuestro corazón está lejos?
Pasado mañana comenzaremos la Cuaresma. ¿Y qué es para nosotros la Cuaresma? Los obispos
holandeses para motivar a los cristianos de Holanda, una sociedad tremendamente secularizada, decían:
la Cuaresma es el Ramadán cristiano, haciendo alusión a la práctica de los musulmanes. Es el tiempo en
el que podemos nosotros ordenar la casa, ver qué está de más, qué está ocupando lugar y no permite vivir
a la centralidad de Dios.
Frente a tanta búsqueda, a tanto endiosamiento de lo material, la Palabra nos recuerda que no sólo de
pan vive el hombre, es decir, eso que parece tan vital para nosotros no lo es. ¿Y qué es tan vital al punto
de endiosarlo?
El hombre vive, debe vivir de la Palabra de Dios, de Dios mismo. El sí que es vital para el ser humano, no
sólo para el creyente, sino para todo hombre. Y mientras el ser humano sacie su hambre de infinito en
alimentos chatarra no va a ser feliz. Sólo Dios basta, sólo Dios es capaz de llenar, satisfacer, dar plenitud.
Hno. PASTOR SALVO B.
ASESOR DIOCESANO
3 de Marzo 2014
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