ANA MARÍA SIMÓN FEAT. ADRIANA LOZADA SOY DE PURA AUTOBIOGRAGUÍA DE 9 MESES Y UN PARTO Todo lo bueno en esta vida despeina: hacer el amor, bailar, saltar, volar, un ataque de risa, besar... y tener un hijo. Este libro está dedicado a todas las personas que procuran vivir sus vidas con el pelo hecho un desastre. ... y a Micaela, responsable de la mejor despeinada de mi vida. BIEN VE NI DA Soy Ana María Simón, venezolana, locutora, actriz, tengo 40 años y una hija de 2 que se llama Micaela. Nunca estuvo en mis planes ser mamá. Nunca, hasta que cumplí 37 años. La única persona con la que me provocó que la historia cambiase fue con el Pollo. Por supuesto que ese no es su nombre de verdad. Se llama Rafael Brito, a.k.a. el Pollo. Él también es venezolano, músico, cantante, tiene un par de años y dos pares de hijos más que yo, y compartimos la ma/ pa-ternidad de esa misma hija de 2 años. He vivido con el estigma de haber nacido un 14 de septiembre, por eso cuando ven mi biblioteca organizada por categorías, mi clóset por colores o la rigurosidad con la que llevo mi agenda, tengo que escuchar, necesariamente: «Tú tienes que ser Virgo, ¿verdad?». ¿He sido ordenada? Sí. ¿Obsesiva? También. ¿Rigurosa? Pa’ qué te digo que no, si sí. Pero a diferencia de quien es obligado a poner las cosas en su santo lugar, vivir así me producía un profundo placer. Tener una aspiradora portátil para que cuando hubiese una reunión en mi casa las migas de las papitas pudiesen ser removidas inmediatamente, era normal. Regresar del estacionamiento, cuando ya estaba casi montada en el carro, porque recordaba que había dejado la toalla húmeda sobre la cama, después de haberme bañado, ¿qué tiene de malo? Me alejaba del desorden y, por supuesto, dentro de mis metas no existía ni remotamente la posibilidad, ni mucho menos las ganas, de ser mamá porque, ¿existe algo más parecido al caos que eso? SOY DE PURA Hoy, paradójicamente, ustedes tienen en sus manos un libro escrito por mí que se llama soy de pura madre y es la AutobiograGuía de 9 meses y un parto: el mío. Sin embargo, quiero aclarar que mi hija no fue una metida de pata. Micaela fue una niña deseada, pero eso sí, solo desde que la deseé. Antes no, y es bueno que lo diga, porque si un día llega a leer este libro, lo sabrá y no la veré echoneta por ahí diciendo que fue deseada de toda la vida. No, hija, esto es de ahorita. Pero cuando pasó, pasó para siempre. Las páginas que vienen a continuación son el resultado de un ejercicio en el que procuré no sobrestimar mi embarazo, sino vivirlo. Decidí pasar esos nueve meses tomando notas, algunas escritas y otras mentales, de mis verdaderos sentimientos con respecto a lo que me iba ocurriendo y no sobre lo que se suponía que debía sentir porque era lo políticamente correcto. Antes de compartir todo esto en un libro, lo pensé muchísimo. ¿Qué van a decir cuando comente algunas verdades que nos disfrazan con encaje rosado? ¿Tendré que decir que los meses del embarazo son los mejores en la vida de una mujer y que es maravilloso eso de estar enorme porque eres capaz de dar vida, y que la panza1 no te estorba para nada ni te hace sentir un verdadera gandola que no pasa por ninguna parte? ¿Soy tan egoísta como para guardarme información valiosa como que si decides ser madre, la más purita verdad es que 1 Nunca he podido decirle «barriga» a la de una embarazada, porque para mí, barriga tienen los que beben mucha cerveza. Tampoco puedo pensar que lo mismo que me duele hasta casi morir una vez al mes puede ser el sitio donde va a estar mi bebé durante nueve meses y por eso tampoco puedo llamarlo «vientre». Así es que preferí buscar un término que fuera lo más neutro posible y en este libro le diré «panza» a ese pedazo de nuestra anatomía que funge para nuestro futuro bebé como un hotel 10 estrellas durante nueve meses. más nunca vas a dormir tan profundo como antes o que tu cartera dejará de ser exclusivamente tuya porque siempre tendrá sorpresitas del tipo chupón, pañal o termómetro? Así que se los digo de una vez: estar embarazada, excepto honrosas y admirables excepciones, no es juego ‘e carrito. Estar embarazada es la vida misma sin artificios y con muchos, muchísimos malabarismos que, eventualmente, nos traen los resultados que queremos, porque si de algo nos graduamos las madres es de procurar salir ilesas cuando nuestros hijos, o las circunstancias, nos cambian el libreto. ¡Esto de ser madre sí que es saber improvisar! No soy de las mujeres que amaron su embarazo: aun cuando nunca tuve náuseas, ni mareos, fueron nueve meses que parecieron dieciocho. ¿Que si fue un embarazo complicado? No. ¿Delicado? Tampoco. ¿Que si me volví loca? Sí, casi por completo. Trabajar durante tantos años al lado de mi querido Henrique Lazo y salir embarazada, han sido las dos veces en mi vida en las que he estado más cerca del delirio. Mientras Micaela se formaba dentro de mi cuerpo, mi mente bajó su velocidad y su producción en un 60 % y mi humanidad aumentó 33 kilos de peso. No estaba embarazada: ¡tenía el cerebro de una ardilla dentro del cuerpo de una ballena! Supe lo que significa «vivir atormentada». Pensaba que, por el medio en el que me desenvuelvo, donde lo que abundan son mujeres bellas, flacas, fit y producidas, al yo ser lo diametralmente opuesta a esa descripción, más nunca iba a conseguir trabajo. Más nunca iba a volver a tener mis cuadritos. No se rían, es en serio. ¡Ah, pues, que los tenía! Por cierto, esa fue una lección de vida: tómate una foto cuando estés buena y, si te da pena mostrarla en ese momento, no importa, encalétala. SOY DE PURA Algún día te va a hacer falta como prueba para evitar la risita que acompaña el comentario: «¡Si, ajá, tenías cuadritos! ¡Jajajaja ‘ta bien, pues, @AnaFitness!». Y en ese momento chapeas y los callas a todos. Tomen nota: es mejor tener una foto de cuando estabas buena y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla. La sensación más aterradora que tuve durante esos nueve meses fue la de sentir que más nunca iba a volver a ser «la yo de antes», y como eso me tenía profundamente angustiada, trataba de controlarme, de calmarme, de hacer algo que me permitiera seguir adelante, algo que me diera un poco de paz... y comía más. Yo sabía cómo resolver casi todo en mi vida hasta que llegó mi hija. Ahora me lleno de dudas (y a veces de culpas) cada vez que tengo que tomar una decisión, incluso desde antes de que la viera fuera de mi panza por primera vez. La maternidad nos cambia por dentro y por fuera, para bien y para no tan bien. Cualquier absoluto que manejes en tu vida puede ser derribado en tan solo segundos. A lo mejor, después de una experiencia tan determinante y a veces tan devastadora como esta, terminas entendiendo hasta a tu mamá. Todo se vuelve relativo. Nuestros hijos deben haber venido a este mundo a hacer varias diligencias pero, sobre todo, llegan para sacudirnos una serie de teorías sobre las cuales juramos que tenemos la verdad absoluta. Nada más lejos de la realidad. A partir del momento en que ellos aparecen entendemos que: • No hay nada más liberador que desordenarse de vez en cuando. • Lo más probable es que eso que dijimos que nunca haríamos, ni que bajara Dios y nos lo pidiera de rodillas, lo haremos. • El amor más absoluto, incomprendido e incomprensible que podemos sentir los seres humanos es el amor por nuestros hijos. Dar la vida por alguien se convierte en una verdadera posibilidad cuando un hijo aparece. • «Avísame cuando llegues», «No me gusta que te juntes con esa muchacha», o «Mientras vivas bajo el mismo techo que yo, aquí se hace lo que yo diga» son frases perfectamente coherentes y que hay que respetar. • Es perfectamente normal esa angustia que te oprime el pecho porque quieres que tu hijo sea la persona más feliz del mundo y vas a hacer todo lo posible para que no sufra, no llore, para que le caiga bien a todo el mundo. Rezas para que sea bonito porque aquello de que «No importa como sea, pero que venga sano» es muy cierto, sí, pero ajá, si viene sano y bonito, mejor, ¿o no? Quieres que sea simpático, generoso, inteligente y buena persona, pero a lo mejor resulta que viene con solo algunas de las anteriores y no pasa nada. Igual para ti va a ser el mejor y el más bello del mundo. También comencé a hacerme preguntas que nunca pensé que pasarían por mi mente: ¿Será este el mejor momento para ser madre o ya pasó mi tren y no me monté? Si mi relación con su papá se acaba, ¿cómo hago para criar a este hijo yo sola? ¿Doy a luz en agua, parada, sentada, arrodillada, sin anestesia o que me duerman y me levanten cuando el niñito ya esté en primer grado? ¿Si la siento a ver conmigo The Ellen Show lograré que sea una niña inteligente, con buen humor, respetuosa y tolerante? Si le compro una Barbie y hereda mi celulitis, ¿será una acomplejada? Si le compro un Barney y hereda la cintura que caracteriza a las mujeres de mi familia, ¿acomplejará al pobre dinosaurio? ¿La llevo a Disney o dejo SOY DE PURA que vaya ella sola cuando pueda pagárselo? Este señor con todos esos peluches guindados en su estetoscopio y esas antenitas de vinil, ¿será el mejor pediatra para mi hijo? Como después de dar a luz voy a quedar igualita, no boto mi ropa «de antes de», ¿verdad? ¿Qué voy a hacer si alguna vez el bebé no me deja dormir por cuatro días seguidos y me lleno de rabia y de cansancio? ¿Me podré quejar sin que me tilden de mala madre o me tengo que callar y hacerme la perfecta? No teman: ser mamá no nos vuelve (del todo) locas, pero nos deja en la parada anterior. Porque ser mamá me enseñó a no desconfiar más nunca de mi intuición, a despeinarme con ganas, a ensuciarme sin remordimiento, a equivocarme sin miedo a equivocarme, a que la única obsesión que se mantenga en mi vida sea la de criar a mi hija como un ser humano incorruptible y a asumir, que de ahora en adelante, me pasaré el resto de mi vida encontrando, en algunos casos, la manera incorrecta de hacer las cosas bien. Como todo embarazo pasará, pero para que eso ocurra de la forma más suave posible no puedo prometerles fórmulas mágicas ni consejos absolutos y, mucho menos, puedo garantizarles que vayan a cerrar la última página de este libro diciendo: ¡Por fin encontré todas las respuestas! Lo que sí quisiera es que se llevaran la certeza de que no están solas en esto, de que somos muchas las que hemos pasado por ahí y hemos salido ilesas de ese mismo sitio. Estos meses, aun cuando yo soy de las que piensa que la amnesia es la única razón por la que una mujer sale embarazada por segunda vez, son una experiencia única, y mientras más registro lleves de ella, más te lo agradecerás a ti misma cuando pasen los años. Yo solo quiero echarte una mano llevando ese registro, y si te diviertes en el camino, pues mucho mejor. De ahí que algunos detalles de ciertas cosas que me pasaron durante ese periplo los quiero compartir a lo largo de este libro por una única razón: siempre vemos algo que nos está sucediendo como la cosa más complicada del mundo, pero llega ese instante en el que aparece otra persona que la pudo tener todavía más complicada que nosotros, y eso funciona como un vasodilatador, como una copa de vino a las ocho de la noche después de un duro día de trabajo. Todo se distiende. Todo pinta más bonito y aparece la esperanza, esa que Cortázar describió de manera tan sabia: «La esperanza le pertenece a la vida porque es la vida misma defendiéndose». Durante mi embarazo, además, tuve la suerte de reencontrarme con un personaje que muchos de ustedes conocen, y a los que no, los invito a que estén pendientes de las recomendaciones que nos dará a lo largo de este libro. Su nombre es Adriana Lozada, y cruzarme con ella en esta nueva etapa de su (nuestra) vida es de las cosas más divertidas que me ha pasado. Adriana ya no es la dueña y señorita del periódico urbe, ni soy yo una de sus columnistas o, eventualmente, una de sus portadas. Hoy en día, y desde hace ya unos cuantos años, Adriana es doula (Dou...¿what?). Que no cunda el pánico. En las próximas páginas el curioso Willy McKey se encargará de que sepan de qué se trata. Lo que les garantizo es que está certificada para responder buena parte de las dudas y temores que a las mujeres nos pasan por la cabeza antes y durante el embarazo. Después de ser madre, yo dejé de ser tan obsesiva con el orden, y ella, que también se dio a la tarea de poblar el mundo, ya no se pinta el pelo de azul ni entrega perros verdes como premio, porque su hija Ánika se encargó de pintarle la vida de todos los colores que le hacían falta. SOY DE PURA Por lo pronto les recuerdo que soy Ana María Simón, tengo 40 años y una hija de 2 a la que no le había preparado ningún discurso para el día en el que llegó a este mundo, y solo se me ocurrió decirle mi palabra favorita del diccionario: ¡Bienvenida! DUDAS ¡Felicitaciones enormes y de todo corazón! Estás metida en una aventura mejor que la de Alicia (aunque a veces igual de disparatada). Como la vida lo lanza a uno a esto de ser madre sin anestesia, es mi deseo que encuentres aquí una especie de paracaídas para que el descenso pueda ser más delicado, dejándote sobre la tierra con los pies bien plantados, lista para lo que venga. Y como nueve meses se pasan en menos de lo que te imaginas, comencemos ya a aclarar las dudas: ¿NO ME VIENE O ME VIENE? Puede ser que tu cuerpo e intuición ya te estén diciendo que estás embarazada; aunque si es algo que vienes deseando con demasiadas ganas, puede que más bien te estés «haciendo coco» con que lo estás. De cualquier forma, la mejor manera de confirmar el hecho es a través de una prueba de embarazo. M O M E N TO C I E N T Í F I C O !— — ¿Qué es lo que prueban las pruebas? En el momento en que un espermatozoide se une a un óvulo, comienza en tu cuerpo una danza hormonal en pro de preservar la especie humana. Cuando el óvulo fertilizado viaja del ovario al útero y se implanta en la pared uterina, tu cuerpo aumenta la producción de la hormona GCH (Gonadotropina Coriónica Humana). Las pruebas simplemente se encargan de detectar o medir su existencia. Los tipos de pruebas se dividen en dos grupos: examen de sangre o prueba de orina. Ambos se basan en la existencia de la GCH, pero la concentración de la hormona en el torrente sanguíneo es mayor, por lo que al comienzo es más fácil de detectar su existencia en la sangre. Por esa misma razón, el resultado de un examen de sangre es prácticamente infalible. Y también es la razón por la cual las pruebas caseras te hacen esperar más días antes de poder hacértelas: al comienzo del embarazo la cantidad de GCH en tu orina es muy poca para ser detectada. !— — Más sobre las pruebas caseras Falsos negativos Existe la posibilidad de que estés embarazada aun cuando la rayita de la prueba te haya dicho que no. A eso le llaman un «falso negativo», así que si el resultado te deprimió, no te apresures en ahogar tus penas en el alcohol. Las pruebas caseras se vuelven más confiables mientras más re SOY DE PURA traso del período tengas, por lo que no está de más hacerte otra prueba después de varios días para confirmar que, en efecto, no estás embarazada. Claro, esto es asumiendo que la prueba no esté vencida y seguiste las instrucciones detalladamente. Falsos positivos Volviendo a asumir que seguiste las instrucciones al pie de la letra, que la prueba no estaba vencida, pero que en este caso el resultado fue positivo: amiga, es casi 100% seguro que estás embarazada. Es muy, muy, muy raro que estas pruebas den falsos positivos. Ahora, si tuviste una pérdida o un aborto en las últimas 8 semanas, o estás tomando un medicamento para la fertilidad que contiene GCH, entonces es posible que el resultado sea falso. Espera dos semanas luego del último tratamiento antes de hacerte otra prueba casera, o habla con tu médico, quien al final conoce mejor tu caso. Ni lo uno ni lo otro No es que vas a estar «un poquito» embarazada, sino que el problema de las pruebas caseras, en especial las no-digitales, es que pueden ser difíciles de leer. Generalmente todas incluyen un resultado «control». Aparte de la línea o símbolo que te indica si sí o si no tienes bebé en camino, puede que el examen requiera que aparezcan dos líneas, o una cara feliz, o qué se yo. Esto es para indicarte que la prueba no está dañada y que, por lo tanto, puedes confiar en el resultado (igual sigue en pie todo lo que te dije de los falsos negativos o positivos). A veces la línea aparece tenue. Cuéntalo como un resultado positivo. A veces la línea aparece de un color diferente al esperado, o no aparece sino hasta muchos minutos más tarde de lo que decían las instrucciones: cuéntalo como resultado negativo. ¡NO FUMO, NO BEBO, NO NADA! Durante tu embarazo podrás bailar pegado todo lo que te permita la barriga, pero hay una gran cantidad de costumbres que vas a tener que mandar de vacaciones por un buen rato (y por más tiempo si vas a dar pecho). Cierra los ojos y respira A continuación viene una larga lista de cosas a evitar. Antes de que te comiences a angustiar, respira profundo y ten en cuenta lo siguiente: • Lo hecho, hecho está Si la semana pasada te fuiste de sushi y vinos para celebrar el cumpleaños de tu mejor amiga, bórralo de tu mente. De hoy en adelante, asume tu rol de mujer embarazada sabiendo que esto no durará para siempre, y que al final del túnel encontrarás lo más maravilloso que jamás hayas imaginado, digno del sacrificio de tener que comer todo cocido, pasteurizado, y sin alcohol. Cuando eras niña no bebías, fumabas ni –me imagino– comías pescado crudo; sé que puedes hacerlo de nuevo. • Foco en lo importante Más que preocuparte por memorizar esta larga lista, recuerda que el objetivo principal es mantener a tu hijo (y a ti) lo más sanos posible. Convéncete de que «vale la pena el esfuerzo». Si tu delirio por los quesos suaves te hace imposible dejarlos, entonces no los compres en el mercadito donde pasan varias horas a la intemperie sin refrigerar, ni los comas en un restaurante (porque quién sabe... ), solo hazlo en casa, sabiendo que son provenientes del automercado y que siempre han estado bien refrigerados. ¿Y qué tal si además los comes menos veces por semana? • Ponte creativa Sólo tú puedes determinar donde están tus límites, sabiendo que algunas actividades pueden ser más riesgosas que otras. Recuerda que las toxinas pueden entrar por tu boca, piel o nariz. Evalúa cuáles riesgos son SOY DE PURA demasiado altos, y cuáles pueden ser minimizados al cumplirse ciertas condiciones. A E V I TA R ✖— — ✖ Alcohol Los «vale la pena el esfuerzo» Si bien consumir uno de estos alimentos o hacer algunas de estas cosas no significa que automáticamente le estás haciendo un daño a tu bebé, los riesgos son altos y sus efectos están tan bien documentados que es mejor evitarlos. Puede que estés pensando que tu abuela o tu mamá fumó y bebió bastante durante su embarazo, y que todos sus muchachos salieron sanitos, pero me imagino que si ellas hubiesen sabido los posibles daños a los cuales los estaban exponiendo, hubiesen rumbeado con un poco más de cautela. Tomar alcohol durante el embarazo puede causar el Síndrome de Alcohólico Fetal (SAF). Los efectos de este síndrome son bien variados, e incluyen anomalías en la cara, problemas de crecimiento, de desarrollo, de aprendizaje y otros defectos tanto físicos como mentales. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo de cuánto es el consumo mínimo que afectaría al feto (no es muy ético reclutar a conejillas de indias para esto), por lo que es mejor que, simplemente, te resignes a la soda con limón. ✖ Cigarrillos Fumar durante el embarazo aumenta los riesgos de bebé prematuro y bajo peso, problemas con la placenta, problemas respiratorios crónicos, asma, problemas de comportamiento, defectos congénitos, y hasta la muerte. Esto es debido a que –entre otras cosas– la nicotina y el monóxido de carbono en tu sangre reducen la cantidad de oxígeno que le llega a tu bebé. ✖ Drogas Esta es una caja de pandora con demasiados elementos a considerar y aún mayor cantidad de riesgos. Resumiendo a grandes rasgos: los químicos de las drogas pasan por la placenta al cuerpo de tu bebé, donde pueden afectar (por no decir otras palabras más fuertes y censurables) su desarrollo. ✖ Medicamentos En este caso es vital que hables con tu doctor antes de tomarte cualquier pastilla (así sea aspirina o ibuprofeno). Si tomas medicamentos para la depresión, o para otras condiciones de salud, es muy importante que su uso sea evaluado ante un embarazo para determinar el mejor camino. Lo mismo con cualquier vacuna. P R O C U R A R N O. . . ✖— — ✖Tomar baños de tina calientes, baños de vapor, saunas o jacuzzis Aumentan tu temperatura y esto puede causarte mareos y/o crear problemas neurológicos en tu bebé. ✖ Acostarte boca arriba Sobretodo a partir del segundo trimestre, para no ponerle peso a la vena cava, que se encarga de devolver la sangre de la parte inferior de tu cuerpo a los pulmones y el corazón. Te podrían dar mareos, faltarte la respiración y el flujo de sangre a tu bebé podría ser obstruido. ✖ Dejar de utilizar el cinturón de seguridad del automóvil Es decir, úsalo SIEMPRE. Asegúrate que la cinta inferior cruce lo más bajo posible, a nivel de caderas, no del abdomen. ✖ Exponerte a rayos X De ser indispensable, dile al médico que estás embarazada para SOY DE PURA que te ponga un protector sobre la barriga. TA M P O C O. . . ✖— — ✖ Cafeína Los expertos no se han puesto de acuerdo en cuánto es la dosis máxima a consumir, pero parece ser no más de 200 mg por día. ✖ Peces y mariscos crudos Estas delicias pueden contener parásitos o bacterias que te caerían muy mal, embarazada o no. La vomitadera y deshidratación no te harían nada bien. ✖ Peces predadores grandes Esto incluye al pez espada, carite rey/sierra o caballa, tiburón, mero tipo guasa, y hasta ciertos atunes. Aunque hoy en día la mayoría de los peces contienen algo de mercurio, estos peces grandes han pasado más tiempo devorando peces pequeños, y por lo tanto sus niveles son mucho más altos. La contraparte a esto es que los peces son buena fuente de proteínas bajas en grasa saturada y del muy saludable Omega-3, por lo cual es bueno comerlos durante el embarazo. Buenas alternativas son el salmón, la trucha de granja, el bacalao y el atún blanco en cantidades limitadas. No los comas más de 1 ó 2 veces por semana y quítales la piel, que es donde se concentra más el mercurio. ✖ Cualquier tipo de carne cruda Puede que te produzcan toxoplasmosis. ✖ Jamones, fiambres, embutidos, salchichas, patés, o peces y mariscos ahumados fríos Pueden contener una bacteria llamada Listeria, aun cuando sean precocidos. Si los calientas a más de 74 grados centígrados, entonces la bacteria se muere. Aparte del malestar que te produciría una listeriosis, aumentaría el riesgo de pérdida o parto prematuro. ✖ Quesos blandos, y los hechos con leche no pasteurizada De nuevo con la posibilidad de Listeria. Esto se refiere generalmente a los quesos no curados, como el de mano, telita, fresco, panela, blanco, feta, brie, Camembert, azul y Roquefort, entre otros; siempre y cuando hayan sido pasteurizados. Algunas alternativas (quizás no tan deliciosas) son el requesón, la mozarella y la ricotta. ✖ Vegetales, frutas ✖ Jugos o leche no pasteurizados Aquí volvemos con el temor a la E. coli (jugos) y la Listeria (leche). ✖ Huevos no completamente cocidos El temor aquí es con la Salmonella. Asegúrate de que las yemas de tus huevos fritos o duros estén bien firmes, el revoltillo esté bien cocido, y evita el aderezo de las ensaladas César y la salsa holandesa. ✖ Edulcorantes, sobre todo y lechugas sin lavar la sacarina y el ciclamato Lávalos muy bien, no vaya a ser que tengan E. coli o Salmonella. Y ojo con comer las lechuguitas que colocan de contorno en ciertos restaurantes. Durante el embarazo lo primordial es una buena alimentación, y estos químicos no califican. Si decides no eliminarlos, por lo menos se más moderada en su uso. Es preferible que comas azúcar (de nuevo, con moderación). ✖ Brotes de semillas crudos o poco cocidos Igual que los vegetales y frutas sin lavar, pueden tener E. coli o Salmonella. El problema es que como los brotes son difíciles de lavar, es mejor evitarlos por completo. SOY DE PURA ¿DESMADRE HORMONAL? ASÚMELO CON GLAMOUR Aparte de los antojos y las náuseas, las hormonas son responsables de muchas otras variaciones en tu cuerpo: Si estás embarazada, puede que sientas estos cambios: Cabello más abundante y brillante, se te olvida todo, mayor estrés, cambios de ánimo, sueños locos, insomnio, dolores de cabeza, mareos. Ojos borrosos, acné, manchas en la cara, resplandor de embarazada, nariz ultra sensible, más grande y/o tupida, encías sensibles o sangrantes, ronquidos, náuseas y vómitos, sabor metálico, aumento de salivación, acidez y reflujo, mayor apetito, respiración recortada. Sentirte más sensual, senos sensibles y más grandes, aureolas más grandes y oscuras, goteo de calostro. Estrías, línea negra, picazón, gases, estreñimiento, hemorroides, incontinencia al reír, toser o estornudar. Aumento de flujo vaginal, dolor de caderas y del hueso púbico, dolor de ligamento redondo y presión pélvica, ciática. Dolor de espaldas y piernas, calambres, várices. Tobillos hinchados, pies hinchados y más grandes, síndrome de túnel carpiano. Torpeza, cansancio, aumento de peso, calor y sudores. No los hemos olvidado, muchachos. He aquí un breve manual de supervivencia para que les sea leve el trayecto al lado de una mujer embarazada... pero, sobre todo, para que se lo hagan más leve a ella. No la ignores cuando llore, ¡consiéntela! Eso es lo único que necesita una mujer embarazada... o no embarazada: ¡eso es lo que siempre necesita una mujer!