“Las personas se convierten en adictas cuando ellas reconocen o

Anuncio
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
Lindesmith, A. (1938) "A Sociological Theory of Drug Addiction".
American Journal of Sociology, Volume 43, Issue 4, January, pp. 593-613. 1
El problema de la adicción a la droga ha sido un tema importante en este país durante
varias décadas y ha sido difícil de manejar desde un punto de vista teórico así como
terapéutico. A pesar de más de medio siglo de experimentación con “curas”, la adicción
a la droga ha continuado retornando y así emergieron los interrogantes y la ira de
aquellos que han intentado tratarla. Se ha dicho frecuentemente que quien usa droga no
puede curarse “si él no quiere ser curado”; pero esto evade la pregunta de la esencia de
la adicción que es que la víctima desea usar la droga y al mismo tiempo desea liberarse
de ella. Un indicador de la fuerza de su apego a la droga es el hecho que cuando el
gobierno japonés permitió en 1929 que los fumadores de opio se registraran dándoles la
opción de aplicarles una cura o darles una licencia, sólo 30 de 25.000 pidieron la cura 2 .
Las explicaciones corrientes del hábito de la droga se centran en unas pocas
concepciones generales y modos de aproximación, ninguno de los cuales conduce a
resultados convincentes. A menudo los psiquiatras han considerado el uso de opiáceos
como un escape de la vida y han visto a los adictos como personas anormales buscando
compensar o evitar sus inferioridades y conflictos mentales 3 . Como podría esperarse los
adictos han sido etiquetados como “psicópatas” asumiendo que el anexarles esta
etiqueta ambigua explica –de una manera misteriosa- el fenómeno. Varias afirmaciones
como el porcentaje de personas anormales entre los adictos no son acompañadas por
ninguna comparación con el porcentaje de personas anormales entre la población
general no adicta. En realidad, la necesidad o deseo de esta suerte de comparación no
parece habérsele ocurrido a la mayoría de estos autores.
Este punto de vista contrasta al “anormal” [psychopath], de quien se asume que es
susceptible a la adicción, con las personas “normales” que se presumen inmunes, o si
eventualmente se vuelven adictas, logran salir y recuperan su libertad. No hay evidencia
que indique que algún adicto –excepto un porcentaje extremadamente bajo - se haya
mantenido libre de la droga por largos periodos de tiempo 4 y que ninguna persona
1
El estudio en el que se basa este paper fue desarrollado en la Universidad de Chicago bajo la dirección
del Dr. Herbert Blumer.
2
Report to the Council of the League of Nations by the Committee of Enquiry into the Control of Opium
Smoking in the Far East, II (1930), 420.
3
Esta visión general no es sólo ampliamente compartida por los psiquiatras sino popular. La gran mayoría
de autores de revistas de medicina lo asumen. Puede encontrarse elaborado en una forma típica en los
siguientes artículos de L. Kolb: “Pleasure and Deterioration from Narcotic Addiction”, Jour,. Ment. Hyg,
Vol.IX (Octubre, 1925); “Drug Addiction in Relation to Crime”, ibid., (Enero, 1925); “The Struggle for
Cure and the Conscious Reasons for Relapse”, Jour. Nerv. And Metn. Dis., Vol. LXVI (Julio, 1927); y
“Drug Addiction – a Study of Some Medical Cases”, Arch. Neurol. And Psychiat., Vol. XX (1928). Está
también desarrollado por el Dr. Schultz en “Rep- of the Comm. On Drug Addcts to Hon. R. C. Patterson,
etc.” como es informado en Amer. Jour. Psychiat, Vol. X (1930-31).
4
Dansauer and Rieth (“Über Morphinismus bei Kriegsbeshädigten” en Arbeit und Gesundheit –
Schriftenreihe zum Reichsarbeitsblatt, Vol. XVIII [1931]), encontró que el 96.5% de 799 adictos
reincidieron dentro de los cinco años de haber tomado una cura. La reincidencia después de 10 años se
menciona en algunos casos. Conocemos un adicto que sostenía haberse abstenido durante 15 años antes
de retomar la droga. Nunca encontramos o hallamos un relato auténtico de cualquier adicto curado que no
mostrase por sus actitudes a la droga que el impulso a reincidir estaba activamente presente.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
“normal” se muestra como inmune a la influencia de la droga. Del examen de la
bibliografía emerge que las personas que han sido lo suficientemente aventuradas como
para imaginarse inmunes y consecuentemente han experimentado con ellas mismas
tomando la droga durante cualquier duración de tiempo se han convertido en adictas o
“junkers”, como ellos mismos se tipifican 5 . La aseveración de que cualquier tipo de
persona puede ser rápidamente curada del hábito de la droga en forma permanente, no
tiene ningún sostén en términos de la evidencia disponible. Encontramos que los
agentes de narcóticos y otros en contacto cercano con el problema, comúnmente
adquieren un saludable temor a la droga y no se engañan sobre su propia capacidad de
resistir su influencia.
Un estudiante de medicina francés 6 al escribir una tesis sobre la morfina decidió
experimentar consigo mismo durante cinco días consecutivos y se inyectó cada noche
alrededor de las veintiún horas. Informó que después de la tercera o cuarta inyección
comenzó a desear las siguientes y que le costó un gran esfuerzo no inyectarse la sexta
noche. Logró llevar a cabo su plan pero dejó claramente implícito que de haber
continuado con el experimento un tiempo más, creía que podría haberse vuelto adicto.
El adicto, en su opinión, es un homme perdu que rara vez vuelve a estar en condiciones
de retener su libertad. Este informe constituye un interesante documento para el
individuo que cree que él o cualquier otro es inmune a la adicción en razón de una
superabundancia de fuerza de voluntad o por no ser un psicópata. En 1894 Mattison
aconsejó al médico:
No deje que se ciegue por una subestimación del poder de la amapola. No deje que lo
engañe una excesiva confianza en su propia fuerza de resistencia; en esta línea la
historia se ha repetido con lamentable frecuencia y –como mi experiencia probará- en
esas dos rocas traicioneras cientos de vidas prometedoras se han echado a perder 7 .
El Sr. William Willcox afirmó:
Conocemos gente que dice “soy un hombre, y uno con una fuerte voluntad. La morfina
o heroína no me afectarán; puedo tomarlas todo el tiempo que quiera sin convertirme
en un adicto”. He conocido gente –a veces médicos- que ha hecho alarde de ello y han
terminado penando 8 .
La concepción de los opiáceos como representando un escape de la vida tampoco
resulta satisfactoria o correcta en vista del bien sabido hecho que el adicto sostiene
invariablemente que lo que la droga hace es hacerlo sentirse “normal”. Es generalmente
aceptado que la euforia asociada con el uso de opiáceos es de carácter altamente
transitorio y que, mientras es verdad que durante las primeras semanas de uso la droga
puede causar placer en algunos casos y puede funcionar como medio de escape, cuando
la adicción esta establecida esta verdad deja de sostenerse. El adicto, que se supone
obtiene algún misterioso y extraordinario placer de la droga, no sólo no obtiene esto
sino que está totalmente conciente de la maldición de la adicción y lucha para salir de
5
Es típico en prácticamente todos los adictos que antes de su adicción no hubieran esperado o intentado
volverse adictos.
6
L. Faucher, Contrubtion alètude du rève morphinique et de la morphinomanie (Thèse de Montpellier, Nº
8 [1910-1911])
7
JAMA, Vol. XXIII.
8
Brit. Jour. Inebriety, XXXI, 132.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
ella. Lejos de estar liberado de sus problemas, es una de las criaturas más apenadas y
miserables en nuestra sociedad.
Finalmente, debemos llamar la atención sobre el hecho de que la actual concepción de
adicto como un “psicópata“ que escapa de sus propios defectos mediante el uso de
droga tiene la seria falla de ser inaplicable a un cierto porcentaje de casos. L. Kolb, por
ejemplo, halló que el 86% de los adictos incluidos en uno de sus estudios tenían
defectos que presumiblemente explicaban la adicción. Uno debe entonces preguntarse
cómo es explicada la adicción en el 14% restante de casos ¿son esas personas adictas
porque están libres de defectos? A veces se asume que esas personas en quienes no
puede encontrarse defectos tienen defectos secretos que explican la adicción. Tal
asunción, obviamente, coloca todo el asunto más allá de las esferas de la investigación
real. Más aún, uno podría preguntarse ¿quién de nosotros no tiene defectos de algún tipo
u otro, sea secreto u obvio?
En general, parece que la concepción del adicto a las drogas como un psicópata
defectuoso antes de la adicción pertenece más a la naturaleza de un intento por "culpar"
que por explicar el problema. Es fácil designar como "inferiores" o "débiles" o
“psicópatas” a las personas cuyos vicios son diferentes a los nuestros y a quienes, en
consecuencia, no entendemos 9 . Del mismo modo, las "causas " de la adicción como
habitualmente son expuestas -"curiosidad", "malas compañías" y la "falta de voluntad
para tratar alguna otra cosa"- pertenecen al mismo tinte moralista. Indudablemente los
mismos factores "causan" enfermedades venéreas, a pesar que la ciencia ha cesado de
interesarse en ellas. En los casos de adicción a las drogas estamos todavía más
interesados en probar que es la propia “falla” del adicto en serlo, que en entender los
mecanismos de la adicción.
Se ha observado ya hace mucho, que no todas las personas a las que se les han
administrado drogas opiáceas por períodos de tiempo lo suficientemente largos para
producir los síntomas de retiro se convirtieron en adictos. Ocurre frecuentemente en la
práctica médica que el dolor severo y crónico hace de la administración de opiáceos una
necesidad 10 . Algunas de las personas así tratadas no muestran signos de las reacciones
típicas de los adictos y pueden incluso ignorar totalmente lo que les están dando. Otros a
quienes la droga les es administrada de este modo vuelven a ésta después que les ha sido
retirada y se transforman en adictos confirmados. Este hecho provocó que estudiantes
alemanes y franceses adoptaran términos distintivos para ambas condiciones - aquellos
que recibieron la droga con fines terapéuticos y que no mostraron ningún síntoma del
típico “antojo" de los adictos fueron denominados como casos de "envenenamiento
crónico con morfina" o “morfinismo”, en tanto que los adictos en la acepción ordinaria
9
El propósito de este paper es presentar una teoría sociológica de la adicción de los opiáceos que ofrezca
posibilidades para un entendimiento básico, racional y objetivo del problema sin ningún elemento
moralizante. Esta teoría se basa en un contacto íntimo y personal con aproximadamente 50 adictos
durante un periodo prolongado. Los principales puntos de la teoría han sido probados en el material
disponibles en la literatura sobre el problema, y no se arribó a ninguna conclusión partir de los materiales
de casos recogidos a menos que esos materiales estuvieran claramente corroborados por casos materiales
en la literatura.
10
Dansauer y Reith (op. cit.) citaron doscientos cuarenta de tales casos. Muchos han usado la droga
durante cinco o más años sin volverse adictos.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
de la palabra son llamados "morfinómanos", o en alemán, Morphiumsuchtiger 11 . Se han
hecho intentos de introducir tal utilización en este país, aunque sin éxito, y
consecuentemente es problemático referirse a estas dos condiciones. En este paper el
término "habituado" será usado para referirse al desarrollo de la mera tolerancia
fisiológica, en tanto que el término "adicción " se reservará para aplicar a casos en los
que hay -sumada a la tolerancia fisiológica o farmacológica- una adicción marcada por
el imperioso deseo por la droga y que lleva al desarrollo de los otros modos de
comportamiento característicos del adicto tal como se les conoce en nuestra sociedad.
Para las personas que sólo están habituadas a la droga sin ser adictas, no hay necesidad
de un tratamiento conceptual diferente que para las personas que han tenido una
operación el hecho de ser distinguidas como una clase diferente. Una vez que la droga
ha sido quitada, esas personas no muestran deseos por ella ni tendencia alguna a
continuar su uso, a menos quizá, que la enfermedad por la que originalmente se les
suministrara el opio reapareciera .
Cualquier explicación de las causas de la drogadicción debe intentar explicar que no
todas las personas a las que se les dan opiáceos se vuelven adictas ¿Cuáles son los
factores que hacen que un hombre escape, mientras el siguiente, bajo las que parecen ser
las mismas condiciones, se convierta en un adicto incurable? Obviamente, que el
paciente sepa lo que le está siendo suministrado es algo importante, si ignora el nombre
de la droga será incapaz pedirla o desearla conscientemente. Está bastante generalizado
el reconocimiento de la importancia de que el paciente ignore las drogas que recibe.
Han sido aplicados varios recursos que sirven a ese fin, como dar la droga oralmente en
lugar de hacerlo hipodérmicamente, manteniéndola fuera de las manos del paciente e
impidiendo la autoaplicación, mezclando la dosis de opiáceos con otras drogas cuyos
efectos no son tan placenteros y que sirven para disfrazar los efectos de los opiáceos,
etc., convirtiéndose en una práctica más o menos rutinaria. Pero en algunos casos,
individuos que están plenamente conscientes de que están recibiendo morfina (o algún
otro opio-alcaloide) puede que tampoco se convierta en adicto, incluso después de un
lapso prolongado de administración 12 . Sin embargo, deben operar otros factores además
de la ignorancia sobre la droga administrada para prevenir la ocurrencia de la adicción
en tales casos. Lo que parece explicar esta variabilidad –y esto es lo esencial para que la
teoría avance- no es el conocimiento de la droga administrada, sino el conocimiento de
la verdadera significación del síndrome de abstinencia cuando él aparece y el posterior
uso de la droga con el motivo conscientemente entendido de evitar esos síntomas 13 .
Tanto como puede determinarse, no hay registros en la literatura de nadie que haya
experimentado la severidad del síndrome de abstinencia en completo conocimiento de
sus conexiones con la ausencia de la droga opiácea, que no se haya convertido también
en un adicto. La adicción comienza cuando la persona que sufre síndrome de abstinecia
se da cuenta que una dosis de la droga disipará toda su miseria y disconformismo. Si
11
Ver por ejemplo, Levisntein, Die Morphiumsucht (1877); F. McKelvey Bell “Morphinism and
Morphinomania”, N. Y. Med. Jour., Vol. XCIII (1911); y Daniel Jouet, Etude sur le morphinisme
chronique (Thèse de Paris [1833]).
12
El caso del doctor H. citado luego en este paper es un ejemplo.
13
La angustia dejadas por la droga comienza a aparecer después de unos pocos días pero no se vuelve
severa hasta las dos, tres o más semanas, cuando incrementa a un ritmo acelerado. En su forma severa
implica angustia aguda que va desde náuseas persistentes, debilidad general, dolor en las articulaciones en
las piernas, diarreas e insomnio extremo. En casos aislados de retiro abrupto de la droga ésta puede
provocar la muerte .
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
entonces la prueba y realmente siente el alivio casi mágico que ésta le proporciona, está
en camino de la adicción confirmada. El deseo de la droga, y la impresión de que es
necesaria, aparentemente se fija con una rapidez casi increíble una vez que ha
comenzado el proceso de usar la droga para evitar los síntomas de abstinencia. Entre
adictos confirmados resulta también ser una regla general que aquellos que tienen las
mayores dificultades para obtener dosis regulares de narcóticos (“boot and shoe dope
fiends”) son precisamente los que desarrollan el más intenso "antojo" por la droga y la
usan en exceso cuando la oportunidad se presenta. En otras palabras, la privación es el
factor esencial tanto en el origen el deseo como en su crecimiento.
Para probar la corrección de la teoría avanzada primero es necesario considerar su
aplicabilidad a la generalidad de los casos -esto es, determinar si los adictos se
convierten o no en adictos de otra forma que a través de la experiencia del retiro y si hay
no adictos para los cuales todas las causas de la adicción se han producido sin realmente
provocar adicción. No tenemos aquí el espacio para introducirnos en un extenso análisis
y explicación de un gran número de casos. Sólo podemos citar del análisis de los casos
que se nos presentaron, directamente o mediante la bibliografía, que resulta ser verdad
sin excepción, que los adictos de hecho se vuelven tales de esta manera y que la
adicción sigue cada vez que la droga es usada con el propósito consciente de aliviar el
malestar por el retiro. Esto es claramente puesto de manifiesto por el propio argot de los
adictos. El término “enganchado” [hooked] es utilizado por los usuarios de drogas para
marcar el hecho que una persona ha utilizado la droga lo suficiente como para que, si
intenta salir, el malestar por el retiro lo forzará a desear continuar usándola. Al mismo
tiempo, estar “enganchado” significa ser adicto, y cualquiera que haya estado alguna
vez "enganchado" será por siempre clasificado por sí mismo y por otros adictos como
miembro de un grupo, como un "adicto", "usuario", "drogón", sin importar si en ese
momento está usando o no la droga 14 . Del mismo modo, si una persona que nunca
estuvo "enganchada", sin importar si está usando la droga o no, es clasificada como un
adicto 15 . Por lo tanto, hablar de un junker que nunca ha estado "enganchado" o de un
individuo que ha estado enganchado sin convertirse en adicto es una contradicción en
términos del argot del adicto. El argot de los adictos no admite excepciones a esta regla.
Los que usan drogas invariablemente consideran cualquier pregunta sobre un adicto que
hipotéticamente no ha sido forzado a usar la droga por la angustia del retiro, o sobre un
hipotético no adicto que lo hecho, como un sin sentido. Para ellos es evidente que estar
"enganchado " y ser adicto son sinónimos 16 .
14
Hemos hallado este punto con adicto que se han abstenido voluntariamente por seis años. Se declararon
sin dudar como adictos que no estaban usando la droga en ese momento –por ejemplo, junkers o usuarios
o fuera del asunto.
15
Un tipo de individuo que usa la droga sin "estar enganchado" es el que la usa, digamos por una semana,
evitando así la angustia del retiro. Este tipo de personas se llaman "usuarios por placer" o “joy popper”
[los tomadores habituales de píldoras] y no es considerado adicto hasta que ha utilizado la droga
establemente por un tiempo, experimentando el síndrome de retiro y volviendo a engancharse. Entonces
pierde de manera permanente su estatus de “usuario por placer y se convierte en un “junker”. Un adicto
que se abstuvo por un tiempos y luego comenzó a usarla esporádicamente "no es un usuario por placer" él está sólo jugando. Ver el artículo de D. W. Maurer en American Speech de Abril de 1936.
16
Como otra evidencia que indica cuán central y tomado por hecho es el problema del retiro en las
adicciones podemos mencionar que la palabra de los allí yen [NT: deseo] se refiere simultáneamente al
malestar por el retiro de la droga y al deseo por la misma. También sentir el hábito significa sentir el
malestar por el retiro. Los adictos llaman a la cocaína no formadora de hábito porque no causa malestar
de retiro cuando se la deja.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
Hemos indicado que nuestra propia experiencia está en acuerdo con esta visión del
adicto tal como está cristalizada en su propia jerga. A la vez, hemos encontrado cierto
tipo de casos que sostienen más directamente la teoría y que ofrecen una verificación
conclusiva y ,podemos decir, experimental de la teoría. Sobre este tipo de casos
queremos concentrar nuestra atención.
Son ejemplos cruciales que corroboran la hipótesis aquellos casos en que la misma
persona se ha habituado primeramente a usar la droga por un período y que ha sufrido el
retiro de la misma sin convertirse en adicto; y luego, más tarde en la vida, y bajo otras
circunstancias, se convirtió en un adicto confirmado. Ervin Strauss 17 cita el caso de una
mujer:
“que recibió dos dosis diarias de morfina durante seis meses de febrero a julio de 1907,
porque tenía cálculos en la vesícula. Después de ser operada en julio se dejó de darle la
droga y la paciente no se volvió adicta 18 y retomó sus tareas habituales hasta 1916,
nueve años después cuando su único hijo murió en el frente. Ella quedó postrada por la
pena y, tras una intensa angustia y pensamientos de suicidio, pensó en la morfina que le
había sido administrada nueve años atrás. Comenzó a usarla, la halló útil, y pronto se
volvió adicta. Lo que vale pena resaltar es que cuando se le preguntó si había sufrido
algún síntoma cuando le retiraron la droga la primera vez en 1907 declaró que no podía
acordarse de ninguno”.
Otro caso similar fue entrevistado por el autor:
“Un hombre, el doctor H., recibió morfina durante un tiempo considerable mientras se
recuperaba de tres operaciones complicadas de apendicitis. No tenía esperanzas de vida.
Al recuperarse las dosis de morfina fueron gradualmente sus reducidas hasta retirarse
completamente sin ninguna dificultad. A pesar de que el paciente sintió cierta molestia
durante el proceso y sabía que había estado consumiendo morfina, atribuyó esas
molestias al proceso de convalecencia. El doctor H. había tenido la oportunidad de ver a
adictos en su práctica médica y siempre había sentido horror por la adicción y había
incluso pensado que era mejor pegarse un tiro que convertirse en adicto. Esta actitud de
horror permaneció inalterable durante su internación. Varios años más tarde tuvo
cálculos en la vesícula y le dijeron que era necesaria una operación. Le administraron
opiáceos y el doctor H. que deseaba evitar otra operación de cualquier manera se los
autoadministró, con la esperanza de que la operación pudiera evitarse. Comenzó a usar
la droga para dolores cada vez menores hasta que terminó usándola todos los días. El se
volvió aprensivo durante este proceso, pero concluía que no había nada de que
alarmarse dado que la adicción resultó no ser la cosa horrible que él suponía que fuera y
él estaba seguro que no tendría dificultades en dejarla. Su horror a la adicción
desapareció. Cuando intentó dejarla descubrió que era más difícil de lo que suponía. Por
17
Zur Pathogenese des chronischen Morphinismus, en Montasche für Psychiast und Neuro., Vol. XLVII
(1920).
18
Como lo define el Report of the Departamental Committee on Morphin and Heroin Addiction para el
Ministerio de Salud británico: “Una persona que, no requiriendo del uso continuado de una droga para el
alivio de los síntomas de una enfermedad orgánica, ha adquirido como resultado de las reiteradas
aplicaciones un sobrecogedor deseo por su continuidad, y a la cual el retiro de la droga la lleva a padecer
síntomas definitivos de malestar o desorden físico o mental”.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
supuesto, se dio cuenta retrospectivamente que había experimentado los mismos
síntomas, sin reconocerlos, varios años atrás”.
Un tercer caso de la misma categoría es mencionado por Dansauer y Rieth 19 y otros dos
han llamado la atención del autor. Obviamente el número de ejemplos en que es
probable que se produzca una coincidencia de este tipo es muy pequeño, pero lo que han
sido hallados, inequívocamente y sin excepción, indican que si la morfina es retirada
cuidadosamente sin que el paciente note o reconozca los síntomas de abstinencia, no se
produce ningún deseo por la droga. El fenómeno típico que indica adicción, como la
tendencia a incrementar la dosis, a exhibir y sentir un poderoso deseo de obtener la
droga a cualquier precio y a estar infeliz sin ella - estos fenómenos no aparecen hasta
que el paciente descubre que hay síntomas de retiro de carácter severo y ha usado la
droga por un tiempo, sólo o con vigilancia, para prevenir la aparición de esos síntomas.
En el argot del adicto cuando esto ha ocurrido la persona está "enganchada", "tiene el
hábito". Si deja antes que esto ocurra o si decididamente evita usar la droga para aliviar
los síntomas que abstinencia la primera vez que se presentan, todavía puede escapar. Sin
embargo, si los síntomas se producen con plena intensidad el impulso de buscar alivio
en la droga, cuando es sabido que sólo la droga dará alivio, es irresistible especialmente desde que es probable que el paciente no se de cuenta que está presente el
peligro de adicción. El piensa sólo en el hecho que puede obtener alivio de esos
terribles síntomas, los que para un inexperto pueden ser genuinamente aterradores.
Como un ejemplo del proceso de establecimiento de la adicción que se intenta aislar,
puede citarse otro caso de un hombre que se vuelve adicto en la práctica médica:
"El Sr. G estaba severamente lesionado internamente como resultado de un accidente.
Pasó trece semanas en un hospital, tiempo en el que recibió frecuentes dosis de morfina,
algunas hipodérmicas y otras orales. No prestó atención a lo que se estaba usando en él
y no sintió ningún efecto de carácter inusual, excepto que la medicina le aliviaba en
cierta medida el dolor. Le dieron el alta y después de algunas horas comenzó a
desarrollar un considerable disconformismo e irritabilidad y otros síntomas de retiro de
la morfina. El no tenía idea de qué pasaba. En 12 horas estaba con náuseas violentas y
casi muere en su primera noche en casa. El médico no sabía ciertamente qué es lo que
estaba mal, pero le dio sedantes suaves e intentó alentarlo. La violencia de los síntomas
se incrementó durante el día siguiente de tal modo que el Sr. G. empezó a creer que
moriría. Durante la segunda noche la familia del médico decidió que quizás él estuviera
sufriendo del retiro del opio y le dio una inyección de morfina para descubrirlo. El
efecto fue inmediato; en alrededor de veinte minutos el Sr. G. se sintió con sueño y cayó
dormido en perfecta calma por muchas horas. El aún no sabía qué es lo que le habían
dado, pero cuando despertó al día siguiente el doctor le dijo “ahora vamos a tener un
tiempo liberándote". La dosis fue reducida y en una semana o dos la droga fue
enteramente eliminada, pero el Sr. G. durante este corto tiempo se volvió un adicto.
Después que la droga se eliminó por unos días, se compró una jeringa hipodérmica y
comenzó a usarla 20 por sí mismo.
A primera vista puede parecer sorprendente que muchos adictos no reconozcan qué les
pasa la primera vez que tienen síntomas de abstinencia. No es difícil de entender cuando
se toma en cuenta que muchas personas parecen pensar que los síntomas de retiro son
19
20
Op. cit., pp. 103.
Entrevistado por el autor.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
puramente imaginarios o histéricos. Aún a pesar de la ocurrencia de estos síntomas en
animales que han sido sujetos a una prolongada administración de opiáceos, y a pesar de
su ocurrencia en pacientes que no tenían idea de qué opiáceos eran o de que les habían
suministrado alguno, los estudiantes de la adicción a las drogas han afirmado algunas
veces que estos síntomas no tienen una base fisiológicas. En vista de esta creencia entre
los instruidos, es fácil entender que el hombre común crea lo mismo cuando empieza a
experimentar con la droga. Más aún, no hay nada en los efectos iniciales de la droga que
proporcione la más mínima pista de lo que pasará luego. Si se continúa usando droga en
la misma proporción en que aparece la tolerancia y los efectos positivos disminuyen, los
síntomas de retiro aumentan hasta entrometerse en la atención del individuo y
tornándose dominantes. En la mayoría de los casos de adicción confirmada la droga
aparece como sirviendo a una casi única función que es la prevención de la aparición de
esos síntomas.
Una de las características de la adicción más difíciles de explicar en cualquier definición
del hábito de la droga en términos de sus efectos positivos o euforia que se supone
produce, es el hecho que durante el período inicial de uso ocurre una reversión gradual
del efecto de modo tal que en los adictos no sólo son diferentes que en los no adictos
sino realmente y en muchos aspectos precisamente opuestos 21 .
Esto es cierto, tanto respecto de los efectos fisiológicos como de los psicológicos. La
dosis inicial causa una sensación diferente de la normal, mientras en el caso de un adicto
la dosis inicial provocará el sentirse otra vez normal luego de sentirse por debajo de lo
normal sin la droga. La euforia inicialmente producida por la droga ha sido enfatizada
como causante, pero en cuanto esta euforia o “kick” desaparece en la adicción, la
continuación del hábito que la droga no puede explicarse de esta manera 22 . Más aún,
cuando se administra terapéuticamente contra el miedo, no hay ninguna euforia ni
siquiera en el período inicial, y el paciente puede no volverse adicto nunca. En realidad,
es posible que una persona no sea consciente durante la fase inicial cuando se establece
la tolerancia y aún siendo adicta como muestra el caso del Sr. G. Este cambio de efecto
da cuenta al mismo tiempo de los aspectos seductores e insidiosos de los opiáceos. En
cuanto cesan de producir placer se tornan una necesidad y producen pánico si se les
quita. La euforia producida por la droga facilita al principio el convertirse en adicto pero
no cuenta en la continuidad del hábito cuando la euforia se fue. Una teoría que toma
como central la angustia provocada por la abstinencia debe considerar esta reversión de
los efectos.
Se sigue que si alguien cree que el hábito de la droga debe considerarse sobre la base
del extraordinario o estado mental que se supone produce, los adictos deberían ser
capaces de reconocer tales efectos inmediata y fácilmente. De todos modos es un hecho
notorio –que confunde a los adicto así como a aquellos que los estudian- que bajo
ciertas condiciones el que usa droga puede estar completamente engañado por períodos
variables de tiempo creyendo que recibe opiáceos cuando no es así, o que no está
recibiéndolos cuando sí es así. No elaboraremos este punto más que para llamar la
21
Esto ha sido enfatizado parcialmente por Erlenmeyer, citado por Terry y Mildred Peines, The Opium
Problem (1928), pp. 600, y ha sido notado de una manera u otra en las investigaciones fisiológicas sobre
los efectos de la morfina.
22
El English Departamental Committee en 1926 afirmó que cualquiera haya sido el motivo, el uso de la
droga sigue no por los motivos originales sino por el " deseo creado por el uso” (citado en Terry y Peines,
ibid. 164-5).
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
atención que ha sido puesto en práctica como un principio en un número de curas de
reducción gradual, en donde el monto de droga fue gradualmente reducido sin
conocimiento del adicto y finalmente retirado totalmente mientras continuaban con
inyecciones de agua o solución salina 23 . Luego, cuando el adicto ha estado libre de
droga por muchos días o una semana, o aún más, se le dice que no ha estado tomando
droga en ese tiempo dándole el alta con la vana esperanza que esa experiencia le haya
probado "que sólo era su imaginación" la que lo llevó a pensar en la necesidad que la
droga! El hecho que semejante cosa sea posible, evidencia que los efectos más directos
per se no son lo suficientemente extraordinarios como para hacer inteligible la adicción.
La tendencia del adicto a reincidir sí puede ser explicada fácilmente en términos del
punto de vista esbozado, como emergiendo de la impresión que se hace cuando observa
los efectos destacados e inmediatos que tiene la droga en disipar estados físicos o
mentales displacenteros. Lo que él extraña cuando está fuera de la droga no es tanto la
euforia hipotética como el elemento de control. Drogado puede regular el tono de lo que
siente; cuando no la usa le parece que es una víctima pasiva de su entorno o de sus
humores cambiantes. Durante el período inicial de uso los únicos efectos de una
inyección que llaman la atención son comúnmente inmediatos y duran unos pocos
minutos o a lo sumo media o una hora: Esta significación episódica de las inyecciones
cambia hacia una continua sensación de dependencia que dura veinticuatro horas sólo
desde que el adicto ha aprendido de la recurrencia de los inicios del síndrome de
abstinencia, mientras los efectos de cada inyección desaparecen, que la droga es
necesaria para la continuidad de su sensación de bienestar. Aprende a atribuir efectos a
la “sustancia” [stuff] que son en parte imaginarios –o más bien, proyecciones de la
necesidad que siente por eso. Cuando está fuera de la droga, cada vicisitud de la vida
tiende a recordarle la droga y extraña la sensación de soporte y sostén de su presencia .
Y en cuanto los placeres ordinarios de la vida se enfrían, algo parece estar mal, y el
adicto infeliz eventualmente reincide -deliberadamente o de cualquier otra forma. No
obstante, si no reincide él permanece susceptible por largos períodos de años. Se
recuerdan casos de reincidencia luego de diez o más años de abstinencia 24 .
La tesis del paper es que la adicción a las drogas opiáceas está basada en los síntomas
de abstinencia que ocurren cuando los efectos de la droga comienzan a desaparecer, más
que por algún efecto más o menos desconocido o extraordinario y un placentero estado
mental erróneamente supuesto, producido por el uso continuo de la droga. La adicción
se establece en primera instancia en un proceso que involucra:
1. La interpretación de los síntomas de retiro como causados por la ausencia en
opiáceos 25 , seguidos de
2. El uso de la droga con el propósito consciente y entendido de aliviar esos síntomas o
mantenerlos suprimidos.
Como resultado de este proceso, se establece en el adicto el deseo típico de la droga,
una constante sensación de dependencia, y otras características concomitantes de la
23
Ibid. Pp. 577, citado por C.C Wholey; idib., pp. 572, citado por M. R Dupouy. Un número de adictos
han admitido tímidamente haber sido engañados de esta manera durante diez días .
24
Kolb, “Drug Addicts- a Study of Some Medical Cases”, loc. cit.
25
Es significativo notar que la creencia que la angustia del retiro esté causada por la ausencia del opiáceo
no es adecuada o correcta desde el punto de vista de la teoría fisiológica.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
adicción. Las actitudes que emergen en esta experiencia persisten cuando la droga ha
sido suspendida y predispone a la reincidencia. Cuando se alcanza el punto en el que los
síntomas de retiro interfieren la atención del individuo y lo compelen a continuar
usando la droga, el también ha forzado la definición de si mismo como un “fanático
drogadicto” [dope fiend]. Luego se da cuenta de que significa el deseo por la droga
aplicando a su propia conducta los símbolos que el grupo le aplica a él, y es compelido a
reajustar su concepción de si mismo a las implicancias de este punto de vista colectivo.
El lucha contra el hábito y luego acepta eventualmente su destino y se vuelve “sólo otro
drogadicto más” [just another junker]. Obviamente cuando la angustia del retiro ha
penetrado dentro de los motivos concientes de la persona y se da cuenta que debe
anticipar la recurrencia de estos terribles síntomas si él no puede garantizarse una
provisión de droga, y cuando ocurre la definición de sí mismo como un adicto, el
drogadicto se encuentra listo para la asimilación dentro de la cultura de la adicción a la
droga tal como existe principalmente en nuestro hampa.
La teoría propuesta tiene ventajas e implicancias más allá de las ya mencionadas. Es
aplicable en forma a todos los casos y, como se indicó, ni la exploración extensa de la
literatura ni las muchas entrevistas con adictos estuvieron lejos de fallar en descubrir un
solo caso negativo, aún basado en rumores. Más aún, armoniza y racionaliza varios
aspectos del hábito que han sido señalados como paradójicos o contradictorios en su
tipo –como, por ejemplo, el hecho que los adictos dicen no obtener placer de la droga, la
reversión inicial de efectos y la extraña tendencia de los adictos a reincidir cuando,
desde un punto de vista médico, parecen estar curados.
Un número de implicancias más profundas del punto de vista presentado parecen tener
importante sustento en ciertas teorías de la psicología social y la sociología. Los
estudiantes de los escritos de George H. Mead notarán que la hipótesis sigue las líneas
de su teoría del “símbolo significante” y su rol en la vida humana. De acuerdo a la
perspectiva presentada, los efectos fisiológicos de la droga no se tornan efectivos en
influir en la vida física y social de la persona hasta que él les aplicó “símbolos
significantes” (o quizá en lenguaje durkheimiano, “representaciones colectivas”) que
son utilizadas por el grupo para describir la naturaleza de estos efectos. En otras
palabras, la adicción aparece como un proceso que continúa, en el nivel de los
“símbolos significantes” –esto es, en otros términos, peculiar al hombre que vive en
sociedades organizadas en comunicación con sus pares 26 .
26
No se espera que los niños, los deficientes mentales y los locos tengan la necesaria y sofisticada
concepción de causalidad o la habilidad para manipular “símbolos significantes” que, como se indicó, son
necesarias precondiciones de la adicción.
El Dr. Charles Schultz en un estudio de 318 casos encontró sólo 14 pacientes, o menos del 5%, fueron
“probablemente deficientes mentales y aún estos dieron la impresión de tener juicios estúpidos por el
uso de la droga” (op. Cit.) Respecto de la locura, se ha notado que confiere inmunidad a la adicción y que
la locura parece ocurrir menos frecuentemente entre relaciones sanguíneas de adictos que entre relaciones
sanguíneas de muestras de la población general. O. Wuth, “Zur Erbanlage der Süchtigen”, A. für die Ges.
Neur und Psychiat, CLIII (1935), 495ff.; Alexander Piclz, “Zur Kontistution der Süchtigen” Jahrb Für
Psychiat, LI (1935), 169; Jouet, po. Cit.; Scelecthe and Kun, JAMA, LXXXII, 679.; P. Wolff, Deutsche
medizinische Wockenschrift, Vol. LVII, en su informe de resultados de un cuestionario, etc. Nótese el
testimonio de Gaupp, Bratz y Bonhoeffer.
Sobre la inmunidad de los chicos ver R. N. Chopra et al “Administration of opiates to Infants in India”
Indian Med. Gaz. LXIX (1934), 489; “Opium habit in India” Indian Jour. Med. Research, Vol. XV
(1927); “Drug Addiction in India and Its Treatment”, Indian Med. Gaz., Vol. LXX (1935) 121.
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
Esta teoría racionaliza y explica las razones para las reglas [rules-of-thumb] utilizadas
en la administración terapéutica de morfina para prevenir la adicción. Algunas de estas
reglas y prácticas incluyen 1) mantener al paciente ignorante del uso que es hace de la
droga , 2) mezclar con el opiáceo otras drogas con efectos diferentes y menos
placenteros, 3) variar el modo de administración y disfrazar la droga en varias clases de
medicinas. La significación de estas practicas parece ser que ellas previenen al paciente
de atribuir a la morfina los efectos que de hecho produce –en otras palabras, ellas
previenen al paciente de aplicar ciertos símbolos colectivos a su propios estados
subjetivos, previenen que la experiencia sea asociada con las preconcepciones del
paciente sobre la adicción a las drogas, y así previenen la adicción.
La hipótesis propuesta tiene la ventaja adicional de ser esencialmente experimental en el
sentido que está abierta a pruebas que la refuten, como por ejemplo, a cualquiera que
duda de ella y tenga voluntad o sea lo suficientemente aventurado como para
experimentar consigo mismo con la droga. Como se ha indicado, el autor no ha
encontrado ningún registro en la literatura de un experimento de este tipo que,
suficientemente prolongado como para ser un test –esto es, que haya durado lo
suficiente de manera tal que la angustia del retiro ante la suspensión de la droga haya
sido pronunciada- no haya resultado en adicción. Esto parece constituir una excepción a
lo que se asume como verdadero conocimiento en el campo de las ciencias sociales –
denominado, ipso facto, la habilidad de control. Esto concuerda con el hecho bien
conocido que la adicción a las drogas narcóticas es peculiarmente prevaleciente en
aquellas profesiones en las que el conocimiento teórico de estas drogas es generalizado
–esto es, en profesiones médicas o relacionadas.
Otra implicancia más profunda del punto de vista presentado es que ofrece un medio de
relacionar el fenómeno de una variedad puramente fisiológica a un fenómeno cultural o
sociológico. Debe enfatizarse que la interpretación de la angustia del retiro, que
señalamos como factor básico en el comienzo de la adicción, es un patrón cultural, una
interpretación social presente en un estilo formulado en la arena social como otras
creencias y conocimientos. Cuando los disturbios orgánicos producidos por el retiro de
la droga se entrometen en la atención de la persona, impiden su funcionamiento y
asumen la naturaleza del problema demandando alguna clase de racionalización y
tratamiento. La cultura del grupo provee esta racionalización definiendo la situación del
individuo y así introduciendo dentro de los motivos y concepción que determinen su
conducta otros factores conducentes a la adicción cuando se continúa usando la droga
más allá del punto en el que este insight se produjo.
Finalmente, quisiéramos enfatizar otra vez las implicancias metodológicas del estudio.
Una gran cantidad de argumentos han tenido lugar en sociología sobre el tema de la
metodología –si las generalizaciones universales son posibles o no, respecto del rol de
las generalizaciones estadísticas y la cuantificación, y respecto del método/estudio de
caso. Gran parte de estos argumentos han tendido a situarse en un nivel abstracto,
mientras que parecería que en el análisis final ellos pueden situarse sólo en términos de
los verdaderos resultados de la investigación. Consideramos significativo que la teoría
avanzada en este estudio no es cuantitativa en su forma, ni es puramente una
generalización intuitiva no sujeta a prueba, pero es experimente en forma a pesar del
hecho de basarse en análisis de datos sostenidos largamente en entrevistas personales.
Más aún, se afirma en una forma universal y consecuentemente no es dependiente o
relativo a una cultura o tiempo particular. Como tal, provee la posibilidad de su continua
Universidad de Buenos Aires
Fac. de Ciencias Sociales - Sociología
Cátedra Errandonea- Modalidad Infesta Domínguez
Metodología y Técnicas de la Investigación Social III
Traducción Valeria Dabeningno
Realizada en 2001
reconstrucción y refinamiento en términos de experiencias mas extensas y ejemplo mas
elaborados. En otras palabras, da lugar al caso crucial que G. H. Mead describió como
“el punto creciente de la ciencia 27 ”.
(Traducción libre realizada por Enzo Giambanco y Valeria Dabenigno para la cátedra de
Metodología de la Investigación Social III, en Marzo de 2001).
27
En un ensayo “Scientific Meted and Individual Thinker”, en Creative Intelligence (1917).
Descargar