La narrativa de Ramón López Soler: ficción y realidad

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Enrique Rubio Cremades
La narrativa de Ramón López Soler:
ficción y realidad
El corpus literario de R. López Soler ha sido analizado por la crítica
literaria desde múltiples perspectivas. En unas ocasiones atendiendo a su
peculiar ideario estético, fiel reflejo de un espíritu ecléctico que
intenta reconciliar la incipiente doctrina romántica con los postulados
neoclásicos1. En otras, como escritor-receptor de los nuevos rumbos de la
novelística romántica, con especial referencia a su novela Los bandos de
Castilla o El Caballero del Cisne2, relato que figura en los anales de la
literatura española como el primer intento de novela histórica. Incluso,
no faltan en este capítulo de referencias bibliográficas los clásicos
estudios en torno a las influencias literarias de escritores extranjeros,
con especial detenimiento a la obra de Walter Scott o Víctor Hugo3,
autores que tuvieron una gran influencia en los inicios literarios de
López Soler. Sin embargo, una gran parte de la obra del autor, salvo el ya
citado relato histórico y su novela La catedral de Sevilla, adaptación de
Notre Dame de Paris, de Hugo, es prácticamente desconocida por el lector
actual. Sus novelas Henrique de Lorena, Jaime el Barbudo, Las señoritas de
hogaño y las doncellas de antaño, Kar-Osmán, El pirata de Colombia,
Memorias del príncipe de Wolfen son hoy en día auténticas rarezas
bibliográficas, de difícil localización y atribuidas, en ocasiones, a
otros autores4. Circunstancia, esta última, motivada, tal vez, por la
utilización de distintos seudónimos.
El título del presente estudio -«Ficción y realidad»- pretende analizar la
obra literaria de R. López Soler basada en hechos concretos y específicos
del momento, prescindiendo, por ello, de los relatos ambientados en épocas
pretéritas y elaborados con el peculiar talante del escritor romántico. De
dicho escrutinio se puede apreciar que las novelas El pirata de Colombia y
Jaime el Barbudo están basadas en hechos reales y motivadas por la
presencia de personajes que tuvieron una fuerte presencia en los medios
periodísticos de la época. En lo que respecta a su novela Jaime el Barbudo
varias son las causas que empujaron a López Soler a escribir la historia
de este famoso personaje. Por un lado, el factor puramente literario,
consciente su autor del éxito y aplauso general que tenían los relatos
protagonizados por seres marginados por la ley, pues como es bien sabido
en el romanticismo asistimos a la idealización del proscrito. Tanto el
rebelde como el pirata o bandolero fueron descritos con singular acierto
por Goethe, Byron, Schiller, Hugo, Manzoni... Incluso el mismo Espronceda
mostrará su entusiasmo por intrépidos piratas, criminales, verdugos,
mendigos o personajes igualmente marginados por la ley. Las novelas de
Scott difundieron, del mismo modo, las peripecias de seres marginados que
lejos de cometer fechorías se comportarán como héroes inmersos en el
código del honor. Todos estos rasgos incidirán en ambos relatos de López
Soler; sin embargo, su autor, lejos de inventar a crear una ficción
histórica, buscará para su cometido la existencia de un personaje real.
Tanto López Soler como su generación conocieron al famoso bandido a través
de testimonios orales y periodísticos, pues se publicaron reiteradamente
episodios relativos a sus andanzas.
La documentación histórica existente en los municipios5 en que tuvieron
lugar las correrías del protagonista de López Soler corroboran lo descrito
por el autor en su novela Jaime el Barbudo; sin embargo, el autor se
aparta con frecuencia del detallismo histórico, prescindiendo no sólo de
ciertos episodios relacionados con la justicia, sino también eliminando de
su relato pasajes que pudieran explicar las causas que empujaron al
célebre personaje a convertirse en un ser marginado por la ley. A López
Soler lo que realmente le interesa es el carácter no sanguinario del
Barbudo, tal como corresponde a la realidad y como sustentan las fuentes
documentales y las novelas sobre dicho bandido consultadas al respecto6.
La única excepción la constituye un informe de la Audiencia de Granada que
le acusaba de cometer dos homicidios en una reyerta contra la Milicia
Nacional. López Soler parece inspirarse también en el Manifiesto publicado
en el Diario de Valencia, el 7 de junio de 1820. En dicho Manifiesto o
Sentencia contra Jaime Alfonso Menor, nombre real del célebre bandido,
leemos que ha sido sentenciado a la pena de muerte a causa de sus robos y
no por supuestos homicidios. Incluso, en el ya citado documento se hace
especial referencia a su carácter no sanguinario, a su peculiar concepto
del honor y a su bondad. Nos encontramos, pues, ante un personaje real que
gozaba de enorme prestigio entre los rústicos o aldeanos del contexto
geográfico analizado por López Soler. Igualmente el autor utilizará
documentación real para probar la inocencia de su protagonista al final de
la novela, apoyándose en los informes relativos al indulto concedido por
la justicia. Sin embargo, el autor, si bien refleja con objetividad la
personalidad del célebre personaje, prescinde, por el contrario, de
aquellos elementos truculentos y desagradables descritos por la prensa y
acrecentados por la propia imaginación del público de la época. A este
respecto cabría señalar, por ejemplo, la sentencia condenatoria a muerte y
las causas que empujaron a la justicia a descuartizar y freír sus miembros
para exponerlos públicamente en la comarca testigo de sus aventuras. Todos
estos hechos, conocidos por López Soler, no se refieren en la presente
novela, consciente el autor de la aureola de simpatía que gozaba por aquel
entonces la historia de Jaime Alfonso. Por el contrario describirá
parcialmente una realidad conducente al elogio y ensalzamiento del propio
personaje, al igual que en El pirata de Colombia, excluyendo aquellos
aspectos que pudieran denigrar o desmerecer el comportamiento de los
respectivos protagonistas. De esta forma nos encontramos frente a un
bandido que roba a los ricos para dar buena parte del botín a los pobres,
moderado en el uso de la violencia y respetuoso con sus contrincantes. Su
lucha irá contra los opresores de la sociedad, de ahí que los respectivos
protagonistas combatan con toda su astucia y poderío a los seres perversos
que aparecen en ambas novelas.
La ficción y la realidad se conjugan también en su novela El pirata de
Colombia, relato que supone una relación histórica de los crímenes y
aventuras del famoso delincuente Roberto Gibbs, conocido con el nombre de
El pirata de Colombia. Sin embargo, una vez más, López Soler utiliza
parcialmente la realidad histórica, pues si bien es cierto que ubica a su
personaje en un contexto social perfectamente conocido por la generación
del autor, tanto sus andanzas como aventuras y desventuras se verán
envueltas por una fuerte dosis imaginativa que actuará en detrimento de la
propia proyección histórica y real del personaje. Incluso, el autor en el
Prólogo parece advertir a los lectores del peligro que entraña la
admiración de héroes reales marginados por la ley, consciente del funesto
ejemplo que produciría entre dichos lectores, ensimismados por su espíritu
caballeresco y gentil. En ambas novelas los respectivos protagonistas
están al servicio de una causa justa, sabedores y conscientes de la
venalidad de los representantes de la ley. Sin embargo, en El pirata de
Colombia asistimos a un proceso mucho más complejo y sutil que en el
descrito en la novela Jaime el Barbudo, pues el autor describe
pormenorizadamente el gradual proceso amoroso del protagonista. Nos
encontramos, pues, ante la redención del delincuente por amor. Esta
circunstancia no se da en Jaime el Barbudo, relato que desde el inicio el
protagonista actúa como personaje con un alto concepto del honor, que no
duda en ningún momento en ayudar a los héroes de ficción perseguidos por
la injusticia social. El será, precisamente, el principal valedor del
resto de los personajes, atrapados por la intriga, envidia y ambición de
aquellos seres que representan, cruel paradoja, la justicia.
Ficción y realidad se conjugan, pues, admirablemente en estos dos relatos
de López Soler. La ficción novelesca cumple así parte del propósito
inicial del autor, consciente de que el relato, basado en hechos
históricos coetáneos a su generación, ganaría en amenidad. La sola
descripción de un episodio histórico o el análisis excesivamente
historicista de los hechos provocaría un resultado negativo en aquellos
círculos de lectores de la época, ávidos y deseosos de este tipo de
aventuras. Tanto el autor como los responsables de la editorial eran
conscientes de que este tipo de novelas podría proporcionar pingües
beneficios. Creemos, pues, que la utilización de ambos personajes reales
obedece más a esta premisa que al propio interés histórico de R. López
Soler. No es esta la primera vez que se aprovecha la proyección de un
célebre delincuente o un hecho luctuoso para tejer una historia novelesca
y distribuirla con rapidez vertiginosa para conseguir así los ya
consabidos beneficios económicos. Recordemos, por ejemplo, la novela de
Estanislao de Cosca y Vayo, Los terremotos de Orihuela y Florentina7,
relato escrito a los tres meses del célebre y luctuoso terremoto que
conmovió a toda España. Si por un lado el éxito editorial estaba
prácticamente asegurado, por otro se podría afirmar que la novela también
caía con prontitud en un completo olvido, pues carecía de calidades
capaces de atraer a un sector con un mínimo de exigencia literaria. Esto
ocurre, precisamente, con El pirata de Colombia, pero no con su novela
Jaime el Barbudo, obra que provocará numerosas imitaciones a lo largo del
siglo XIX.
Si en la elaboración, redacción y publicación de ambas novelas se mezclan
intereses editoriales, circunstancia harto frecuente en la época, no por
ello debemos infravalorar la proyección literaria de R. López Soler. Es
por ello que se debe completar la parcial imagen ofrecida por la crítica
actual, limitada tan sólo al campo de la novela histórica o a la de
difusor y propagandista del sector eclecticista. Creemos que López Soler
debe figurar como el introductor en España de la novela de relatos basados
en personajes marginados por la ley, capaz de conjugar el documento
histórico y el testimonio real con los peculiares recursos literarios del
romanticismo. Desgraciadamente, sus novelas, salvo Los bandos de Castilla,
son hoy en día verdaderas curiosidades bibliográficas; aun así, deben
tenerse en cuenta para la revisión y el estudio de la novela romántica
española, huérfana en este tipo de relatos por desconocerse, precisamente,
estas manifestaciones literarias de R. López Soler.
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