Racismo y medios de comunicación

Anuncio
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
Racismo y medios de comunicación
El apartheid periodístico
Las razas humanas no existen, pero el racismo sí. Diversos prejuicios e intereses se
conjugan para que esto ocurra. Los medios no sólo relatan los casos de discriminación,
sino que, en muchas oportunidades, fomentan la segregación de las minorías.
Adrián Eduardo Duplatt
[email protected]
Discriminación y sociedad
El diario Crónica (Comodoro Rivadavia) del lunes 3 de septiembre de 2007,
informó en su página 16 sobre una audiencia judicial por un homicidio cometido en la
ciudad de Trelew. El titular anunciaba en forma clara y precisa: “Se hace hoy audiencia
preliminar para llevar a juicio a joven homosexual acusado de homicidio”. La jerarquía
de la noticia también fue clara. La tipografía del título ocupó 7cm x 4 col. Lo que no
resultó claro fue el dato sobre la orientación sexual del acusado. En ningún otra
información sobre homicidios u otros crímenes se especificó -ni se especifica, aún en
otros medios- que el sospechoso o delincuente fuera heterosexual, aunque sí es común
la referencia a la juventud del supuesto delincuente. Entonces, ¿por qué la aclaración
sobre su sexualidad?
En un somero análisis crítico del lenguaje periodístico se puede establecer la
forzada puesta en escena de la relación entre homosexualidad y delito. Esta conclusión
ayuda, en un principio, a desenmascarar el prejuicio latente hacia los homosexuales,
prejuicio que no es patrimonio de los medios locales ni tampoco el único prejuicio de la
sociedad argentina.
En una encuesta del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y
el Racismo (Inadi), realizada por la consultora Ricardo Rouvier & Asociados entre el 18
y el 30 de diciembre de 2006, se estableció que el 40% de los encuestados sufrió algún
acto de discriminación y más de la mitad presenció otros1.
Los más discriminados -según la encuesta- son los pobres, los obesos, enfermos
contagiosos, discapaces, extranjeros, pertenecientes a minorías sexuales o religiosas, los
ancianos, los jóvenes y las mujeres.
Es decir, la homofobia no es patrimonio del diario comodorense, ni tampoco de
la sociedad argentina. El propio Vaticano llamó “eclipse de Dios” a las parejas
homosexuales. El autor de la frase fue el conservador cardenal colombiano Alfonso
López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y figura en el
Osojnik, Andrés (2007): “Los números del prejuicio y la segregación”, en Página/12 del 26 de febrero
de 2007.
1
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
documento -aprobado por el Papa- titulado “Familia y procreación humana” de junio de
20062.
Se impone, así, otra pregunta: ¿por qué se discrimina? Jean-François Lyotard
escribió que “Lo que hace similar tanto a un ser humano como a otro es el hecho de que
cada uno lleva en sí mismo la figura del otro” (Collo y Sessi, 1995:7). Ante tal
concepto, Paolo Collo y Frediano Sessi comparten la pregunta que encabeza este
párrafo. “¿Por qué la guerra, la violencia, el racismo, el prejuicio?” (Collo y Sessi,
1995:7).
Para tratar de encontrar algunas respuestas se hará hincapié en el prejuicio más
generalizado y que se basa en una creencia fatalmente errónea: el racismo.
Breve historia del racismo
¿Qué Barack Obama sea presidente de los Estados Unidos estaría indicando que
ya no existe racismo en ese país? Pues, para la Premio Nobel de Literatura Toni
Morrison pensar así sería un error. Para ella, “… el racismo todavía sigue operando y,
mostrando su eficacia como instrumento para perpetuar las divisiones en contra de lo
que debiera ser una verdadera democracia”3.
En Argentina, un lugar, en apariencia, sin descendientes africanos, el racismo
también se vislumbra. Facundo Mazzini Uriburu, bisnieto del primer presidente de facto
de la Argentina, fue acusado de haber dicho en la cola de un supermercado “A los
negros hay que matarlos a todos desde chiquitos”4.
El variopinto modo en que se materializa el racismo, desde el apartheid
sudafricano, hasta el peculiar caso argentino5, torna necesario precisar su concepto. Para
ello, nada mejor que conocer su origen.
Los conceptos de raza y racismo tuvieron un origen disímil. El primero en el
Renacimiento italiano y el segundo en la Francia del siglo XIX. Los estudios
sociológicos aconsejan mantenerlos separados, pero a lo largo de la historia fue
imposible disociarlos en los casos en que se impusieron teorías y prácticas para
justificar la supremacía de una raza6 sobre otra.
Hasta la Edad Media, la distintas comunidades se descriminaban entre sí en su
lucha por el poder, “pero en los siglos que siguieron, la Biblia, la economía y la ciencia
se aliaron para crear un fenómeno nuevo: la jerarquía de la raza” (Fredrickson, 2001).
Algañaraz, Julio (2006): “El Vaticano critica a las parejas homosexuales y las llama “eclipse de Dios”,
en Clarín del 7 de junio de 2006.
3
En suplemento “Ñ” del diario Clarín, 15.8.09; Morrison es autora de libros como “Ojos azules”, “La
canción de Salomón”, “Beloved” y “Jugando en la oscuridad” y recibió el Premio Nobel en 1993.
4
Pablo Abiad en diario Clarín, 19.3.03.
5
Es decir, un país sin “negros” con racismo contra los “negros”; en todo caso, la discriminación se
practica contra los “cabecitas negras” -gente del norte del país con ascendencia indígena presente en su
biotipo-.
6
Por el momento se continuará con el concepto tradicional de raza; más adelante se afinará su definición
o indefinición.
2
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
(La definición de racismo que adoptó la Unesco reza: existe racismo cuando un
grupo étnico o colectividad histórica domina, excluye o intenta eliminar a otro alegando
diferencias que considera hereditarias e inalerables).
No existen pruebas claras e inequívocas de que antes de la Edad Media existiera
racismo en Europa, solo discriminación o rivalidad. Las primera señales pueden
ubicarse en la asociación del judaísmo con el Diablo y la brujería en las creencias
populares de los siglos XIII y XIV. Después, en el siglo XVI, las sanciones oficiales
comenzarían en España con la discriminación y exclusión de los judíos conversos y sus
descendientes (Fredrickson, 2001).
Comenzados el Renacimiento y la Reforma, Europa tuvo un contacto fluido con
pueblos de pigmentación oscura de Asia, Africa y América. Si bien la esclavitud se
explica económicamente -necesitaban mano de obra para las plantaciones americanas-,
su fundamento era religioso: se trataba de infieles.
Los propietarios de esclavos se justifican en pasajes del Génesis. Aseveraban
que Cam, cometió un pecado contra su padre Noé, que condenó a sus descendientes
(supuestamente negros) a ser siervos de siervos (Fredrickson, 2001).
Cuando el estado de Virginia en 1667 decretó que los esclavos conversos
seguían siendo esclavos, no porque fueran infieles, sino porque descendían de ellos, la
justificación de la esclavitud dejó de ser religiosa y pasó a ser económica.
Durante el apogeo colonial del siglo XIX, los científicos europeos, basados en
supuestas pruebas biológicas, dieron pie al nacimiento del racismo con justificación
científica. Las teorías de la ciencia hablaban de diversidad racial y de la supremacía de
la raza blanca. Esta tenía la noble intención de acelerar el progreso de las razas
inferiores. De este modo, la colonización y explotación de pueblos lejanos tenía una
justifiación moral: ayudar al otro por medio de la civilización y el cristianismo. La
difusión de las noveles teorías evolutivas de Darwin y Wallace dieron origen al
darwinismo social. Solo sobrevirían los pueblos fuertes.
La noción de raza fue asimilada por las nacientes ciencias sociales, siempre con
la idea de la supremacía de la raza blanca.
Pero esta idea abrevó de otras formas de explotación a lo largo de la historia. La
supremacía de alguna casta, clase o grupo social siempre fue la excusa para masivas
deportaciones y esclavitudes, cuando no exterminio de pueblos enteros, como las
poblaciones originarias africanas, americanas o australianas.
(De igual modo, el antisemitismo no fue una creación del nazismo. Las matanzas
y reclusiones de judíos en ghettos se dieron en las Edades Media y Moderna, pasando
por los iluministas franceses, como Voltaire, que conjugaban los principios de igualdad
y tolerancia con el de antisemitismo. Si bien en Inglaterra estuvo casi ausente, en
Alemania, el Idealismo “acogió una doble herencia antijudía que les llegaba del
Luteranismo y el Iluminismo. Fichte (1762-1814), fue el filósofo alemán que contribuyó
mayormente a la evolución de las tesis antisemitas, luego usadas por los nazis” (Collo y
Sessi, 1995: 216)).
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
En concreto, el texto donde se realizó la primera formulación teórica del racismo
fue publicado en Francia en 1853: “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”,
escrito por el conde de Gobineau (1816-1882).
Gobineau rechazó los principios igualitarios de la Revolución Francesa y
pregonó que el progreso de la civilización se debía a la raza aria. Esta idea encontró
terreno fértil en Alemania, donde Richard Wagner (1813-1883) apoyó su difusión, de la
mano de panegíricos a los héroes germanos y en un contexto bismarckiano de repulsión
hacia los sistemas democráticos de gobierno, y nacionalismo a ultranza.
Por su parte, el racismo científico se asentaba en la idea de evolucionismo
darwiniano y supremacía de los más fuertes. Ahora bien, el pasaje del racismo teórico al
práctico se dio a finales del siglo XIX en Europa, con el nacimiento de movimientos
racistas con intentos de orientar a los ciudadanos (en Francia, la situación coincidió con
el affaire Dreyfus).
Otro libro antisemita fue “Los fundamentos del siglo XX” (1899), de
Chamberlain, suegro de Wagner. El propio káiser Guillermo II lo declaró su libro de
cabecera. El texto puede entenderse como la premisa de “Mi lucha” (1925), de Adolf
Hitler (Collo y Sessi, 1995: 218).
La ideología del racismo alcanzó su cénit en el nazismo. Todo el orden
institucional de Alemania se impregnó de tal pensamiento. Hitler se propuso purificar la
raza aria eliminando todo vestigio de otras inferiores. En el caso del judaísmo, se les
endilgaba la decadencia económica y cultural de la nación.
(El panfleto antisemita “Protocolo de los sabios de Sión”, a pesar de haber sido
considerado falso por tribunales internacionales, fue presentado como una serie de
reuniones en Basilea, en 1897, de un supuesto gobierno secreto judío que tramaba el
gobierno del mundo. Aún hoy es fundamento de grupos o movimientos neofascistas).
Por medio de este derrotero histórico puede afirmarse que el racismo es un
fenómeno innegable, pero no ocurre lo mismo con el concepto de raza.
¿Racismo?
La idea de “raza” es errónea. La ciencia ha demostrado que “las variaciones de
los rasgos somáticos de las distintas poblaciones son significativas sólo desde el punto
de vista de la genética y no tienen ninguna relación con presuntas diferencias
intelectuales y psicológicas, ni menos aún justifican clasificaciones de la especie
humana” (Collo y Sessi, 1995: 220). Sin embargo, el término persiste como excusa para
diferenciarse de los demás. Se razona en términos de raza; ergo, son razonamientos
equivocados.
Los biólogos sostienen que la especie humana es tan joven en su evolución y su
patrón migratorio tan amplio, que no tuvo tiempo de dividirse en grupos biológicos.
Craig Venter, director de Celera Genomics dice que “el de raza no es un concepto
científico, es un concepto social Todos hemos evolucionado en los últimos 100.000
años a partir del mismo pequeño número de tribus que emigraron desde Africa y
colonizaron el mundo” (Angier, 2000).
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
Desde el Proyecto Genoma Humano, distintos científicos han afirmado que
existe una sola raza, la humana. Las diferencias físicas son respuestas biológicas al
ambiente externo. Así, las poblaciones ecuatoriales desarrollan pieles oscuras para
protegerse de la radiación ultravioleta, mientras que las cercanas al norte del globo
desarrollan pieles claras para producir vitamina D ante la carencia de luz solar.
Ahora bien, semejante diferencia biológica se explica con una variación genética
de solo el 0,01% (Angier, 2000).
Lo correcto sería, entonces, hablar de poblaciones biológicas o grupos étnicos,
según se trate de factores genéticos o culturales.
En el caso de poblaciones biológicos, los rasgos externos -hereditarios- son
consecuencia de la selección natural y las adaptaciones climáticas (estudios genéticos).
Si se habla de grupos étnicos, el ambiente externo -familia, grupo cultural, estudios,
condiciones sociales y económicas- condiciona los comportamientos de sus integrantes
(estudios sociológicos y psicológicos) (Collo y Sessi, 1995: 220).
La capacidad intelectual -coeficiete de inteligencia- marca diferencias entre
individuos y no entre poblaciones biológicas. Las variaciones actitudinales, éticas… no
son patrimonio de ningún grupo étnico, sino que se transmiten horizontalmente por
herencia cultural (Cavalli-Sforza, 1999).
Lewontin, biólogo de la Universidad de Harvard, afirma que es falso que los
caracteres heredados genéticamente sean invariables. Una característica puede tener una
alta herebilidad en una población en un ambiente determinado y baja herebilidad en la
misma población en un ambiente distinto (Collo y Sessi, 1995: 222).
Por lo tanto, si los test de inteligencia indican diferentes valores en poblaciones
biológicas negras y blancas, esas diferencias pueden desaparecer variando las
condiciones ambientales de ambos grupos. Así se da por tierra con lo sostenido por el
profesor Jensen de la Universidad de California, quien en 1968 sostuvo que la igualdad
social de negros y blancos en América del Norte era imposible porque los negros eran
genéticamente inferiores de acuerdo a sus test de inteligencia (Collo y Sessi, 1995: 221).
En síntesis, la raza no existe, pero el racismo sí. Sus formas visibles como el
prejuicio, la segregación y la discriminación son moneda común en la vida cotidiana de
las sociedades y su realidad social construida por los medios.
“El racismo está fundado siempre y en todas partes sobre la práctica de la
‘exclusión’, en oposición al principio de igualdad y al concepto de ‘inclusión’, propio
de la democracia” (Collo y Sessi, 1995: 224). El racismo no es propio de regímenes
totalitarios; en democracia también se puede presentar como racismo institucional por
medio de leyes, ordenanzas admnistrativas, prohibiciones… Los derechos a la vivienda,
salud, educación -por nombrar algunos- no son para todos los habitantes de un país. Los
inmigrantes, v.gr. son un grupo claramente discriminado y objeto de prácticas racistas.
El Estado, lejos de buscar la integración de grupos minoritarios, los utiliza para
acicatear el racismo popular -éste último, entendido como “desde abajo”-. Ambos
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
racismos -institucional y popular- se retroalimentan agravando los problemas y
acontecimientos que producen por sí solos.
Etienne Balibar, filósofo francés, afirma que el racismo es estructuralmente
funcional al sistema de dominio del Estado (Collo y Sessi, 1995: 225). En épocas de
crisis, siempre es bueno tener a mano un chivo expiatorio. Y los sectores populares
también ven peligrosa la cercanía de inmigrantes en tiempos de escaso trabajo e ingente
pobreza. El Estado no toma en cuenta los derechos ciudadanos de los extranjeros,
incentivando a los demás a actuar en forma similar y ofrece un ejemplo autorizado y útil
para actos de racismo (Collo y Sessi, 1995: 225). Tal ejemplo es difundido por lo
medios, que se constituyen, así, en una herramienta de suma importancia, tanto para el
Estado, como para cualquier otro grupo que detente poder en la sociedad.
Los medios
El poder de los medios es simbólico y persuasivo, tienen la posibilidad de un
mayor o menor control de las mentes de los lectores, pero no sobre sus acciones (Van
Dijk, 1994).
El control sobre las acciones -meta última del poder- se ejerce, por lo general, de
un modo coercitivo y físico. Los medios tratan de lograr el mismo efecto de un modo
indirecto. Controlan la intenciones, los conocimientos, las creencias… de los individuos
al construir la realidad públicamente relevante que ellos adquieren. De este modo
configuran el mundo en la mente de la audiencia, mundo en el que los individuos se
desenvolverán de acuerdo al conocimiento que de él tengan.
(La construcción de la actualidad por parte de los medios y la recepción -por
cierto, no pasiva- por parte de los lectores son tópicos sobre los que no se abundará en
este trabajo).
Van Dijk subraya que
“los medios informativos no son las únicas instituciones de élite que están
implicadas en la reproducción del racismo. Sin embargo, ellos son los actores más
eficaces y exitosos en el manejo del consenso étnico y en la fabricación del
consentimiento público. Y lo hacen, sobre todo, para apoyar o legitimar las
políticas étnicas de otros grupos de élite: políticos, jueces, profesionales y
burócratas (2004:25).
Por ello, los temas preferentes de las coberturas de prensa conforman un
esquema práctico para definir e interpretar los acontecimientos étnicos y una estrategia
de dominación para definir a los otros (v.gr., los blancos son esencialmente
comprensivos y tolerantes, los otros, problemáticos y amenazantes).
De manera intencional o inconsciente, la prensa juega un rol fundamental en la
reproducción del racismo dando la voz al público blanco y definiendo los problemas
sociales en el marco que más conviene a las élites blancas. Esto ocurre, incluso, de
buena fe por parte de los reporteros. Muchas veces los periodistas no hacen más que
concordar con lo que están en desacuerdo, pero que no alcanzan a distinguir en su
dimensión profunda. La visión de mundo del periodista, condicionada por su habitus y
la cultura profesional del medio, le impide problematizar una situación que percibe
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
como natural (Duplatt, 2009). En consecuencia, en un momento de crisis social y
económica, se conforma un perfecto caldo de cultivo para la multiplicación del racismo.
Con base en sus investigaciones de la prensa europea, Van Dijk señala que
…las minorías hacen su aparición con menor frecuencia como agentes principales,
a menos que, una vez más, sean sospechosos o se les acuse de un acto negativo…
los valores informativos de los periodistas tienden a excluir a los grupos
socioculturales de fuera, tanto a título de temas como de fuentes de información
fidedigna (Van Dijk, 1997: 96/97).
Puede afirmarse -siguiendo a Van Dijk, 1997- que el racismo ofrece un marco
estructural que facilita y reproduce las conveniencias de los grupos de poder
dominantes. En último término, todos los blancos se benefician de este tipo de poder.
Los dirigentes, por su lado, actúan decididamente para que las relaciones sociales se
mantengan inalterables o se profundicen las asimetrías. Las élites -afirma Van Dijk-, a
través de los medios de comunicación aportan las preformulaciones de muchos
prejuicios en la sociedad. Además del discurso cotidiano de socialización, además de la
escuela, además de otras instancias de la sociedad civil, en la época actual, "los
emisores institucionales por excelencia (de las representaciones sociales) son el sistema
educativo en general y los medios" (Raiter, 2002:23).
El rol de los medios de comunicación exacerba las consecuencias políticas del
racismo al crear un consenso que “los políticos, agradecidos, interpretan como un
resentimiento popular que democráticamente necesitaban para legitimar las estrictas
limitaciones impuestas de forma creciente sobre la inmigraciónn en Europa y América
del Norte o para marginar a las minorías” (Van Dijk, 1997: 228).
El contexto en que este proceso se desarrolla es el de “ataque neoliberal y radical
contra el Estado de Bienestar” y de sistemáticos señalamientos a las minorías como
culpables de las crisis, minorías que fueron demasiado mimadas -protegidas por el
Estado- desde la posguerra hasta mediados de los setenta (Van Dijk, 1997; Pegoraro,
1997, Caparrós, 2002).
Se llega a extremos en que el discurso metáforico de los medios y la política
identifica a los inmigrantes pobres como una amenaza de invasores extranjeros (Van
Dijk, 1997). El fenómeno no es patrimonio de los llamados países centrales. En
Argentina, la revista “La Primera de la Semana”, en su edición nro. 3, del 4 de abril de
2000, publicó en su tapa como nota principal: “La invasión silenciosa”. En sus páginas
interiores se explayaba: “Los extranjeros ilegales ya son más de 2 millones. Les quitan
trabajo a los argentinos. Usan Hospitales y escuelas. No pagan impuestos. Algunos
delinquen para no ser deportados. Los políticos miran para otro lado”.
Sin embargo, los datos proporcionados por la revista son refutados en una nota
posterior del diario Página/12. Allí, además de precisar la información con datos
verificables que contradecían a los primeros, el periodista Sergio Kiernan dejó en claro
que “el autor de la nota -‘La invasión…’- caracteriza a los inmigrantes como sucios,
hacinados, tramposos y delincuentes. Para demostrarlo se utilizan datos distorsionados,
se inventan declaraciones y se dan vueltas las cifras” (Kiernan, 2000).
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
Pero, como ya se señalara, los medios y los políticos se retroalimentan a
conveniencia con las creencias populares. Una encuesta realizada por el Centro de
Estudios de la Opinión Pública (CEOP) a fines de 2003 indicó que la mayoría de los
entrevistados creía que la inmigración de ayer contribuyó a levantar el país, y la de hoy,
al desempleo. Sin embargo, es conveniente aclarar unos puntos para derribar este
prejuicio.
La Argentina tiene alrededor de 5% de población extranjera; de cada 5 de ellos,
3 son de países limítrofes. Bajos números para hablar de invasión. Con base en datos del
Indec puede afirmarse que desde 1869 y con relación a la población total del país, el
porcentaje de inmigrantes del Cono Sur nunca superó el 3%, con porcentajes medios
actuales de alrededor del 2,4-2,9%.
Por otro lado, la Población Económicamente Activa (PEA) en 2004 alcanzaba a
quince millones de trabajadores nativos y los de países limítrofes, unos 650.000 (4,5%
de la PEA). Es decir, no inciden significativamente en el mercado laboral.
La socióloga Susana Torrado analizó el prejuicio y explicó que una de las
razones fue que el ministro de Economía Domingo Cavallo echó la culpa de la
desocupación a la inmigración limítrofe, ocultando, así, las consecuencias negativas de
la convertibilidad y la política neoliberal. (Seoane, 2004). En vez de cambiar la política
económica, mejor era inculcar el miedo al extranjero -como derivación del miedo a
quedar desocupado y todo lo que ello acarrea-.
Por otro lado, en una entrevista con Página/12, los sociólogos Elizabeth Jelin,
Sergio Caggiano y Alejandro Grimson también dieron por tierra con esa imagen de los
inmigrantes que quitan el trabajo a los argentinos y utilizan a mansalva los servicios
públicos de salud y educación. Dejaron en claro que se trataba de mitos urbanos que no
pudieron corroborarse con una investigación seria (Carvajal, 2006).
Por último, cabe remarcar la utilización del racismo por parte del Estado y los
grupos dominantes, ya sea como una discriminación institucionalizada o a través de los
medios que construyen mundos posibles. Los discursos hegemónicos inoculan en la
sociedad miedos funcionales a sus intereses. Thomas Hobbes, varios siglos atrás, ya
había hecho hincapié en la importancia crucial del miedo como regulador de las
prácticas políticas y sociales. Al decir de Ricardo Forster, el clima neoliberal no es
ajeno a dicho proceso:
Hacer una pesquisa en torno de la continua presencia del miedo en el pensamiento
político moderno es indispensable para intentar comprender lo que sucede en
nuestra actualidad, el modo cómo en torno de la “inseguridad” se movilizan los
recursos materiales y simbólicos de una derecha que busca motorizar los “reflejos”
regresivos instalados en nuestra sociedad (Forster, 2008).
Sin embargo, es posibles iluminar el umbrío paisaje de la actualidad informativa,
en el que medios, miedos y políticas neoliberales se combinan en un cóctel de racismo y
discriminación. Para lograrlo, sólo bastaría un candil construido con datos precisos y
voces múltiples en la práctica periodística cotidiana. Nada más, y nada menos.
Narrativas, nro. 19, julio-sepiembre de 2009. ISSN 1668-6098
BIBLIOGRAFÍA:
ANGIER, Natalie (2000): “Genéticamente, no existen las diferencias entre razas”, en
diario La Nación, 23.8.00, www.lanacion.com.ar
CARVAJAL, Mariana (2006): "La mentira de la invasión silenciosa", en diario
Pagina/12, 18.9.06, www.pagina12.com.ar
CAPARRÓS, Marín (2002): Qué país. Buenos Aires, Planeta.
CAVALLI-SFORZA, Luigi Luca (1999): Quiénes somos. Historia de la diferencia
humana. Madrid, Crítica.
DUPLATT, Adrián E. (2009): “Los periodistas y el orden social”, en Narrativas, nro.
18, abril-junio de 2009. www.narrativas.com.ar
FORSTER, Ricardo (2008): “Entre Spinoza y Hobbes o el miedo, la inseguridad y la
política”, en diario Página/12, 13.11.08, www.pagina12.com.ar
.
FREDRICKSON, George M. (2001): “Auge y caída de las teorías racistas”, en El
Correo Unesco, www.unesco.org.
KIERNAN, Sergio (2000): “La invasión racista”, en diario Página/12, 9.4.00,
www.pagina12.com.ar
PEGORARO, Juan (1997): "Las relaciones sociedad-Estado y el paradigma de la
inseguridad", en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales, No. 9-10, 1997, págs.
52/63.
RAITER, Alejandro (2002): "Representaciones sociales" en RAITER, Alejandro et al:
Representaciones sociales. Buenos Aires, Editorial UBA.
VAN DIJK, Teun (1997): Racismo y análisis crítico de los medios. Barcelona. Paidós.
______________ (1994): Prensa, racismo y poder. México. Univ. Iberoamericana.
Descargar