PABLO LLAMADO A LA FE LA CONVERSIÓN DE PABLO Introducción + Pablo es un personaje clave en la historia del cristianismo. Es imposible explicar el hecho cristiano y su evolución prescindiendo de él. Si el cristianismo es lo que es -no sólo en sus orígenes, sino también ahora-, es gracias en gran parte a la figura de Pablo. Como soy el primero en esta serie de charlas sobre él dejadme que sugiera con una serie de rápidos trazos el perfil de este hombre tan singular: + Sus principales aportaciones: Cristocentrismo (una religión centrada en una persona no en ritos, ni en normas, ni en su propia estructura u organización interna) y universalismo (catolicidad). A él se debe en gran parte que la Iglesia no hubiese acabado como una secta judía más (saduceos, fariseos, esenios…). Él supo darse cuenta de la novedad que llegaba con Cristo. Nadie como Pablo ayudó a la primera iglesia a comprenderse a sí misma y a tomar conciencia de su identidad distintiva. Pablo no fundó el cristianismo, como a veces se ha dicho, pero sí que contribuyó decisivamente a que éste tomase una determinada configuración histórica. + Sus escritos -las cartas que escribió a sus comunidades- son los más antiguos que poseemos del movimiento cristiano. Todas ellas fueron escritas apenas 20 años después de la muerte de Jesús y son, por supuesto, bastante anteriores a los evangelios. Aunque se trata de escritos circunstanciales (referidos a una situación y problemática concreta) contienen una profunda reflexión teológica sobre el misterio de Cristo. + Su actividad misionera (sus viajes, la fundación de comunidades por toda la parte oriental del Mediterráneo: Turquía, Chipre, Grecia) ha de considerarse como simplemente admirable. Habrá una charla dedicada específicamente a ello y por eso no me detengo más ahora. + Una personalidad rica, compleja, llena de contrastes, difícil incluso. Como retrato sirvan estas líneas escritas por un autor: “Hombre de pasión y místico, organizador y filósofo, misionero y teólogo, apologista y director de almas, reunía los dos extremos del espíritu humano, razón e imaginación, espíritu sintético y analítico, universal y profundo, lógico e intuitivo” (Brunot). Y otro autor añade: “Impetuoso y tierno, dogmático en sus argumentos hasta la irritación tanto como sensible y comprometido pastor de los suyos. Como hombre, apóstol y escritor, no era una persona distante o neutral; siempre apasionado, se comprometía de lleno (entregado totalmente a su causa) y se dejaba fácilmente arrastrar por lo que le ocupara en ese momento” (Bartolomé). + Figura controvertida (antes y después de su muerte): Ya durante su vida Pablo fue un hombre conflictivo y polémico. En unos suscitó entusiasmo y adhesión incondicional. En otros recelo, enemistad y rechazo. Su carácter era ciertamente fuerte, apasionado, vehemente… La absoluta convicción respecto a lo que predicaba y el estilo con el que dirigía sus comunidades no eran aceptados por todos. La Escritura da fe de sus enfrentamientos con personalidades relevantes y bien conocidas de la primera Iglesia (Juan Marco, Bernabé, Pedro…). Dentro de sus propias comunidades tampoco faltaron los encontronazos con cualquiera que quisiera enmendarle la plana (adversarios judeocristianos tradicionales). La interpretación de sus escritos ha sido causa de divisiones y hasta de cismas dentro de la Iglesia (ej. La Reforma Protestante de Lutero). Pablo, como el mismo Jesús, nunca deja indiferente a quien se acerca a él. La conversión de Pablo 1. Antecedentes + Pero centrémonos en el tema que nos han señalado: La conversión de Pablo, su llamada la fe. + Hablar de la conversión de Pablo es hablar, sin duda, del acontecimiento central -el quicio- de su vida porque la divide entre un ‘antes’ y un ‘después’ y porque supone para él una transformación radical, un “nuevo comienzo”. Si Pablo llegó a ser lo que fue, fue gracias a la experiencia que tuvo en el camino de Damasco. Es importante, por tanto que tratemos de profundizar en este hecho porque en él está la clave para comprender su persona, su actividad apostólica y su pensamiento: “Su teología y su acción serán la expansión de su experiencia espiritual” (Cerfaux). + Pero no podemos aislar ese hecho del resto de la vida de Pablo y especialmente de los años que lo precedieron. Por eso debemos utilizar la “moviola” y retroceder para tratar de hacernos cargo -en la medida de lo posible- de esa época no-cristiana que precede a la conversión de Pablo. + Tratemos de situar la biografía de Pablo en su contexto social, histórico, cultural… 2. Las fuentes + Por un lado es cierto que Pablo es la figura más asequible del cristianismo primitivo. De ningún otro poseemos tanta información (datos biográficos, obras escritas por él…). A primera vista podría sorprender la cantidad de datos que se acumulan sobre su persona a lo largo y ancho del NT. Con todo, y por mentira que parezca, no bastan de ningún modo para reconstruir una biografía completa del apóstol. + El primer problema para ello lo constituyen las fuentes. Hay que decir una palabra sobre ello. Y es que los datos que tenemos de Pablo llegan a nosotros en tres (cuatro) tipos de escritos: El libro de los Hechos de los Apóstoles (2ª parte del evangelio de Lucas y escrito por su mismo autor): contiene un relato seguido de la actividad misionera del apóstol, de sus viajes y predicación que ocupa más de la mitad de la obra (“Hechos de Pablo” sería, de hecho, un título más apropiado). Textos: Hch 9,3-9; 22,6-10; 26,12-18. Las cartas llamadas “protopaulinas” o auténticamente paulinas: Rom, 1-2 Cor, Gál, Flp, 1 Tes, Flm. Textos: Gál 1,12-16; 1Cor 15,8-11; 9,1; 2Cor 4,6; Flp 3,3-6. Las cartas llamadas “deuteropaulinas”, escritas seguramente por sus discípulos bajo su autoridad: 2 Tes, Col, Ef (autoridad discutida) y las “pastorales” (Tit, Tim). Textos: Col 1,25-27; Ef 3,3-5; 1Tim 1,11-14. A ellos se podría añadir un cuarto tipo de escritos: los que tenemos fuera del NT (Apócrifos -Hechos de Pablo y Tecla, biografía novelada del apóstol- y Padres de la Iglesia). + Cuando de lo que se trata es de utilizar los datos que contienen estos escritos en un sentido estrictamente histórico (¿qué pasó realmente?) no podemos valorarlos a todos del mismo modo: * El autor de Hch es un admirador de Pablo que quiere reivindicar su figura y su obra misionera para la gran iglesia, en la que convivían comunidades de origen judeocristiano con otras de origen paganocristiano como parte de una misma realidad. Su relato está escrito hacia los años 80-90 d.C. Pablo ya ha muerto y su persona y su obra ya no provoca las reacciones viscerales que había provocado durante su vida sino que es contemplada a la distancia de los años. De hecho, Lc idealiza la figura del apóstol ocultando sus rasgos más controvertidos. Más que escribir una crónica histórica en el sentido actual de la palabra quiere presentar a la religión cristiana en el contexto de la sociedad del imperio para hacerla aceptable. Su intención catequética y apologética. Sus datos no siempre se pueden compaginar con los de las cartas auténticas de Pablo. Por eso podemos utilizar la información que nos proporciona pero con cierta cautela. * Las cartas “deuteropaulinas”: están escritas por los discípulos de Pablo y nos presentan un retrato del mismo totalmente “adaptado” a la situación en que vivían las comunidades a las que se dirigen (organización, gobierno…). Aparecen en ellas problemas y situaciones que no vivió Pablo históricamente sino que corresponden a una etapa histórica posterior. Son testimonios “de segunda mano”. * Las cartas “protopaulinas” nos ofrecen el único ejemplo en todo el NT en el que alguien da testimonio en primera persona de su encuentro con el Resucitado. Un encuentro directo, sin intermediarios. + Por eso, aunque estemos acostumbrados a escuchar el relato de la conversión de Pablo que contiene (¡por tres veces!) el libro de los Hch, aquí vamos a privilegiar un acercamiento al mismo partiendo más bien de lo que Pablo nos cuenta de él en sus cartas auténticas. Las cartas “protopaulinas” serán, por tanto, nuestra principal fuente de información. 3. Marco cronológico + No resulta nada fácil encuadrar con fechas concretas la vida de Pablo, ni siquiera para los especialistas (cuestión abierta y discutida). Se pueden dar los siguientes datos aproximados: + Pablo tuvo que nacer a principios de la era cristiana, probablemente hacia el 5 d.C. (el hecho de celebrar en 2008 el “Año paulino” para conmemorar los 2000 años de su nacimiento no significa que estemos seguros de su fecha de nacimiento). + Se hizo cristiano poco después de la muerte de Jesús, hacia el año 35 d.C. Pablo debía tener unos 30 años. + Su etapa misionera abarca los 20-25 últimos años de su vida. + Murió, según una tradición muy antigua el año 64 (incendio de Roma, persecución de Nerón). Probablemente tendría algo más de 60 años. 4. Orígenes de Pablo + Es necesario conocer los orígenes de Pablo para captar la originalidad de su aportación. El lugar donde uno nace, crece, se educa y realiza las experiencias decisivas de la infancia y la juventud constituyen el sustrato humano sobre el que luego se construye lo demás (“la gracia no destruye la naturaleza”). + Hay ciertos rasgos que podemos destacar: Pablo era judío y nunca renegó de sus orígenes. En Flp 3,4-6, por ejemplo dice: “… en lo que a mí respecta, tendría motivos para confiar en mis títulos humanos. Nadie puede hacerlo con más razón que yo. Fui circuncidado a los ocho días de nacer, soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados, fariseo en cuanto al modo de entender la ley, ardiente perseguidor de la Iglesia, e irreprochable en lo que se refiere al cumplimiento de la ley”. Nada puede entenderse sobre él si no partimos de esta realidad (Testimonio de Shalom ben Chorim en ‘Reseña Bíblica’ nº 5). Un judío de la diáspora: Pablo, a pesar de ser judío, no había nacido en Palestina, sino en Tarso que era capital de Cilicia. Se trataba de una importante ciudad helenista, imbuida por tanto de la cultura griega difundida por las conquistas de Alejandro Magno. Era pues originario de la ‘diáspora’ (formada por las numerosas colonias judías sembradas por todo el Imperio, sus habitantes eran en general más abiertos y dialogantes con el mundo grecororomano. Gozaban de ciertos privilegios: p. ej. exención del servicio militar, religio licita… pero también fueron objeto de ciertos recelos a causa de su gregarismo y de la práctica de sus costumbres consideradas a veces como antisociales). Hombre “cosmopolita” a caballo entre tres mundos: el judaísmo fue su hogar religioso, el helenismo su mundo cultural (¡escribía en griego, la lengua franca de entonces!), el imperio romano su contexto social y político (según Hch era ciudadano romano por su nacimiento en Tarso). Todo ello hay que tenerlo muy en cuenta para entender su persona y su obra. Su doble nombre: Saulo (nombre de origen hebreo)-Pablo (nombre griego) indica ya esta múltiple pertenencia. De hecho era práctica común entre los judíos de la diáspora usar un doble nombre (tenemos otros ejemplos en el NT: José Bernabé; Juan Marcos; Silas Silvano…). Hch hace una lectura más teológica del cambio de nombre como signo del cambio de misión (Hch 13,7-9: deja ver que Saulo comienza a utilizar el nombre de Pablo al principio de su misión). Condición social: Pablo era un artesano textil. Su oficio era el de “tejedor de tiendas”. De hecho su ciudad natal -Tarso- era conocida por la fabricación de una tela fuerte hecha de pelo de cabra, llamada ‘cilicio’ que se usaba para fabricar las tiendas de los nómadas. Hay que tener en cuenta que la valoración del trabajo manual era muy diversa entre judíos y romanos. Entre los rabinos judíos era visto como una obligación de la que nadie podía estar exento (“el que no trabaja, que no coma”, recordará a los tesalonicenses). Ser artesano era una ocupación digna propia de las clases medias. En cambio, la mentalidad romana menospreciaba el ejercicio de oficios manuales como propio de gente baja y esclavos. Pablo siempre quiso vivir de su trabajo y nunca quiso depender económicamente de sus comunidades. Podemos añadir finalmente que Pablo es un “hombre de ciudad”. De hecho nació en una ciudad -Tarso- en la que seguramente pasó los primeros años de su vida y luego vivió al menos 10 años desde su conversión hasta su primera misión en ciudades helenistas de primera línea como Damasco o Antioquia. Más tarde privilegiará claramente los ambientes urbanos en su estrategia misionera. Sus escritos delatan su familiaridad con los ambientes propios de la ciudad helenista: el templo, el mercado, el foro, el estadio… y con las actividades que se desarrollan dentro de ellas: procesiones, juegos, viajes, celebraciones… Utiliza términos comerciales y jurídicos. Su mundo simbólico -a diferencia del de Jesús- es claramente urbano. Pocas veces recurre a comparaciones agrícolas. 5. Formación intelectual: + La formación intelectual de Pablo es, evidentemente deudora de su múltiple pertenencia: Por un lado, las cartas de Pablo denotan una buena formación helenista (por mucho que él no hable de ello e incluso parezca negarlo: 1Cor 2,3-4). Conoce la Biblia griega de los LXX, que es la que utilizaban los judíos de la diáspora, escribe en griego y está familiarizado con el griego literario, usa términos provenientes de la política romana, de la literatura, de la filosofía griega, maneja con soltura y hasta con maestría las técnicas retóricas (el arte del “bien hablar” que se aprendía en las escuelas de la época) e incluso cita a ciertos autores. Por otro lado el libro de los Hch habla de su formación en Jerusalén, muy ligado a ambientes fariseos tradicionales “de estricta observancia” (Hch 22,3). Aunque algunos lo han discutido, él mismo afirma en sus cartas que es “fariseo en cuanto al modo de entender la ley” (Flp 3,5). Y no resulta fácil entender dónde habría podido recibir Pablo una formación semejante fuera de Palestina. Los escritos de Pablo también denotan influencias propias de este tipo de formación: citas del AT, reglas rabínicas de interpretación… 6. Pablo, perseguidor de cristianos + Lo cierto es que Pablo, movido por motivaciones religiosas, se convirtió en un fanático judío y en un perseguidor de los discípulos de Cristo, como él mismo reconoce en sus cartas (cfr. tb. 1Cor 15,9): “Habéis oído, sin duda, hablar de mi antigua conducta en el judaísmo: con qué furia perseguía yo a la iglesia de Dios intentando destrozarla. Incluso aventajaba dentro del judaísmo a muchos compatriotas de mi edad como fanático partidario de las tradiciones de mis antepasados” (Gál 1,13-14). + Esta hostilidad sólo se explica como consecuencia del “fanatismo fariseo” de Pablo, que había optado por atenerse estrictamente a la ley. Una ley cuya práctica se empezaba a relativizar en ciertos ambientes cristianos (ej. Esteban y los “helenistas” de Jerusalén). Recordemos que en este momento los ‘cristianos’ no han dejado todavía de ser ‘judíos’ ni se han separado de la sinagoga (eso no sucederá sino a partir del año 70 d.C.). Por tanto la actitud de estos grupos es vista como heterodoxa y herética por quienes defendían el cumplimiento estricto de la ley. De ahí que comiencen a ser perseguidos. Pablo se suma a esa persecución porque los ve como una amenaza para el proyecto fariseo. Sólo que un encuentro inesperado va a obligarle a cambiar de rumbo. 7. La conversión de Pablo + ¿Qué sucedió exactamente en el camino de Damasco? Por mentira que parezca, es imposible responder de verdad a esta pregunta. Contamos con mucha información, pero se nos escapa la realidad más íntima. Es evidente que pasó algo “gordo”, decisivo en la vida de Pablo. El problema es cómo debe interpretarse lo que sucedió: * Los Hechos de los Apóstoles dan una tremenda importancia a este acontecimiento. De hecho aparece narrado ni más ni menos que tres veces a lo largo del relato. Una vez contado por el narrador (Hch 9,1-19) y otras dos por el mismo Pablo cuando ha de defenderse ante los tribunales (Hch 22,6-21; 26,12-23). Pero al analizar dichas versiones del mismo hecho más de cerca nos damos cuenta de que hay muchas divergencias entre los tres relatos. Más que una crónica histórica del hecho, lo que Lucas nos ofrece es una lectura teológica, una interpretación de su significado profundo a la luz de la fe. Quiere resaltar, en primer lugar que Pablo no se hizo cristiano por iniciativa propia. Pablo no fue un espontáneo iluminado. Lo suyo fue una verdadera vocación. Fue Cristo quien lo llamó para hacerle más tarde (¡ese tema no aparece en los relatos de la vocación!) apóstol de los gentiles y él no tuvo más remedio que responder a esa llamada y llevar a cabo esa misión. Con todo, parece que hay ciertos datos históricos que podemos “salvar” del relato: localización del suceso en Damasco, actividad previa persecutoria de Pablo, constatación del cambio profundo que se dio en él, la decisiva intervención de Ananías en la integración del converso en la comunidad cristiana… * En cuanto al testimonio que podemos recoger en las cartas auténticas de Pablo (Hemos dicho que nos centraríamos en ellas) debemos señalar lo siguiente: Curiosamente, Pablo suele hablar poco de este acontecimiento tan central en sus cartas. Se explica quizá por el carácter circunstancial de las mismas. Fueron escritas en medio de la misión, para llenar el vacío de la comunicación directa y para resolver los problemas de las comunidades. Pablo no escribe sus cartas con una pretensión autobiográfica, ni tiene necesidad de “contar su vida” a quienes ya le conocen. Por eso no encontramos en ellas un relato continuado ni completo de su vida. Los datos que nos proporcionan son aislados. Además, cuando Pablo habla sobre su vida, lo suele hacer en contextos polémicos, es decir cuando hay necesidad de defender la legitimidad de su apostolado frente a quienes la ponían en duda (¡¡no era de los Doce!!). Lo usa como argumento para mostrar que es un verdadero apóstol. Lo importante es constatar que él considera que su encuentro con el Resucitado es el fundamento y la razón última de su misión apostólica. Nunca cuenta lo que pasó. No hace una narración ni una crónica detallada de lo que sucedió en el camino de Damasco. No habla de su conversión directamente ni tampoco la describe como vivencia personal. Lo que sí hace es interpretar ese hecho señalando -eso sí- las consecuencias que tuvo en su vida, es decir la profunda reorientación que produjo en su existencia. Le interesa más el mensaje captado en esa experiencia que lo que pudiera tener de anécdota personal (puedo aludir a mi propia experiencia personal). + Yendo al grano, ¿qué dice Pablo sobre esta experiencia personal y única en sus cartas? Dando por sentado, como ya hemos dicho, que a través de ellas sólo podemos acercarnos a los hechos de un modo indirecto, Pablo afirma que: También él “ha visto al Señor” (1 Cor 9,1: “¿Acaso no he visto yo a Jesús, el Señor?”). Evidentemente, no alude a un ver físico. Pablo no conoció al Jesús de la historia. Entiende su conversión como una aparición del Resucitado que se deja “ver” (sentido bíblico del verbo ‘ver’). Esa visión le sitúa en igualdad de condiciones con los primeros testigos de la resurrección, aunque Pablo reconozca que su experiencia haya sido anómala, como la de alguien que nace a destiempo (1 Cor 15,8: “Y después de todos se me apareció a mí como si de un hijo nacido a destiempo se tratara”). Ni lo esperaba, ni lo merecía. Por eso se reconoce como “el menor de los apóstoles”, aunque apóstol al fin y al cabo (1Cor 15,9). Cuando se trata de especificar el contenido de esa experiencia recurre a diferentes imágenes y expresiones, pero en ningún caso la describen, sino que más bien apuntan simbólicamente a su sentido más profundo. - Equipara su llamada a la de la vocación profética (p.ej. Gál 1,15: “Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre” comparado con Is 49,1 y Jr 1,5). Pablo, por tanto, se reconoce profeta en lo más íntimo de su ser (Significado de la palabra; coincide con el testimonio de Lc: Hch 13,47). - Se trata de un cambio inesperado e inexplicable, en total discontinuidad con la trayectoria anterior de su vida como fanático judío. Por eso, para poner el acento en la transformación radical que tal suceso había supuesto en su vida, Pablo insiste siempre en su pasado como perseguidor de la Iglesia (Gál 1,13, ya leído cfr. supra). - Deja muy claro que es la iniciativa de Dios y no su propia iniciativa la que está detrás de lo que ha pasado. Su llamada es un regalo totalmente inmerecido: “por pura benevolencia” (Gál 1,15), como un acto de amor gratuito. Es Dios quien ha decidido por gracia escogerle y darle a conocer a su Hijo. En ese sentido, Pablo suele utilizar también el verbo “revelar”, de sabor apocalíptico (Gál 1,16: “(Dios) tuvo a bien revelarme a su Hijo y hacerme su mensajero entre los paganos…”. En Gál 1,12 había dicho ya que Jesucristo le “revelo” el evangelio que anuncia). Observemos, por supuesto que esa llamada va ligada, como siempre en la Biblia, a una misión, la de ser apóstol de los paganos. No se trata por tanto de una “anécdota personal”, sino de un hecho decisivo para entender el proyecto de Dios, un acontecimiento que forma parte de la “historia de salvación”. - Otro verbo con el que Pablo se refiere a las consecuencias de ese cambio es el verbo “conocer” (recordar su sentido bíblico; Flp 3,10: “De esta manera conoceré a Cristo…”). La experiencia de su conversión ha otorgado a Pablo un conocimiento de Cristo que no es según la carne, pero que le hace conocer quién es Cristo de verdad. A pesar de no haber conocido a Jesús en su vida terrena tuvo la certeza de haberse encontrado con él. Es un conocimiento de fe que le hace penetrar en su misterio. - Y es ese conocimiento el que reorienta su vida de manera radical, haciéndole considerar “basura” todo lo que hasta entonces había tenido como valioso -su vida religiosa anterior dentro del judaísmo(Flp 3,7-11: “Pero lo que entonces consideraba una ganancia, ahora lo considero pérdida por amor a Cristo. Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo y vivir unido a él con una salvación que no procede de la ley, sino de la fe en Cristo, una salvación que viene de Dios a través de la fe. De esta manera conoceré a Cristo y experimentaré el poder de su resurrección y compartiré sus padecimientos y moriré su muerte, a ver si alcanzo así la resurrección de entre los muertos”). A raíz de esta experiencia Pablo se ve a sí mismo como una “criatura nueva”, totalmente diferente en su manera de ver la realidad, de interpretar el mundo y la historia. En su cartilla de ahorros las “ganancias” se convierten en pérdidas” y viceversa. Su escala de valores queda totalmente trastocada. A partir de ahora no habrá para él otro punto de referencia que Cristo. - Por tanto, la identidad cristiana de Pablo no estará marcada por la práctica de normas o leyes propias de la Iglesia, sino por una nueva relación con Cristo. Pablo pasa de la confianza en sí mismo que le proporcionaba la obediencia a la ley a la confianza en Cristo que experimenta a través de la fe. Y en ese contexto utiliza una fórmula muy gráfica, pues dice en Flp 3,12 que ha sido “alcanzado” por Cristo Jesús: “No pretendo decir que haya alcanzado la meta o conseguido la perfección, pero me esfuerzo a ver si la conquisto, por cuanto yo mismo he sido conquistado por Cristo Jesús”. El cazador ha sido cazado. Cristo lo ha cautivado y su vida no tiene ya sentido sino es para identificarse con él. - De este modo la predicación del evangelio se le impone no como una opción entre otras muchas, sino como una necesidad, como una obligación (1 Cor 9,16: “Anunciar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo personal; es una obligación que tengo. ¡Y pobre de mí si no anunciara el evangelio!). Su felicidad y su realización personal ya no podrán entenderse al margen de esa “obligación” de dar a conocer lo que él había conocido por gracia. La “vocación” de Pablo” no se puede separar de su “misión”. Y será precisamente el celo con el que lleve a cargo ese encargo el que certifica la autenticidad de su llamada. + En resumen, más que una “conversión” (que implica un proceso de cambio paulatino, un conocimiento previo de la realidad a la que uno se convierte…), lo que sucedió en la vida de Pablo fue una verdadera “revolución”, una transformación radical. Si nos atenemos a los datos que poseemos hay que subrayar el carácter repentino del suceso. Nadie le influyó ni le preparó. No hubo ayudantes ni intermediarios (¡antes del hecho!). No fue mérito ni suyo ni de otros, sino gracia de Dios, elección totalmente inmerecida. Y él se sintió una llamado, el enviado de Dios para anunciar el evangelio a los pueblos gentiles. + Naturalmente que la experiencia de Damasco -experiencia vocacional- tendrá luego (como siempre sucede) que aquilatarse y concretarse… Pero aquí entramos en el tema que trataréis mañana: Pablo como misionero.