Tierra…Semilla…Silencio…Raíz… Savia…Brote…Ramas…Flores… Frutos… “Pedro Ruiz de los Paños Sacerdote: Una vida en clave de Don” Seguimos celebrando el 75 aniversario del martirio del Beato Pedro Ruiz de los Paños, Fundador de las Religiosas Discípulas de Jesús. Y en Orihuela lo comenzamos de un modo muy especial como ya todos sabéis: Un ciclo de conferencias ofrecido en el Colegio Sto. Domingo por la Cátedra Arzobispo Loazes (Universidad de Alicante), que nos ha ido presentando la vida y vocación de Don Pedro bajo el símbolo de las estaciones del año, como si de un árbol se tratase, un árbol fecundo del que aún hoy nos alimentamos y a cuya sombra – la de su entrega - nos cobijamos. Queremos profundizar un poco más en todo lo dicho aquellos días y hacerlo a través de la oración. Todavía está muy, muy fresco el “dolor-gozo” vividos durante el ciclo: lo abríamos, coincidiendo el mismo día de la primera conferencia, con la marcha al cielo de nuestra Hna. Mª Sagrario (a quien muchos habéis conocido) y lo cerrábamos, en la conferencia de clausura, con la “presencia plena” de Hna. Ana María, que quiso celebrar aquella Eucaristía hermosa con todos nosotros desde Dios. Ellas dos, Discípulas de Jesús, herederas fieles del espíritu y carisma del Beato Pedro, nos han dejado “el listón muy alto” a las que aún caminamos por aquí. Por eso necesitamos mucho que nos echen una mano, que le digan al Maestro que nos mire a todos y nos dé fuerza para caminar cada día con fe, con esperanza, con amor… A ellas confiamos ya muchas ilusiones, preocupaciones, proyectos, inquietudes, preguntas sin respuesta… Y lo hacemos así porque nos han conocido y querido, porque se han llevado al cielo nuestras historias y nuestros nombres en su corazón. Para orar juntos con la Palabra compartimos estos textos y reflexiones. Tendremos también palabras, breves frases extraídas de los escritos del Beato Pedro y alguna oración que exprese deseos profundos elevados a Dios, gratitud y confianza, búsqueda del Agua Viva que sacie nuestra sed. Las palabras que encabezan estas líneas quieren simbolizar momentos en la vida de D. Pedro, en su camino vocacional; pero también momentos de nuestra propia vida, de nuestra propia vocación. Cada rato de oración compartida irá iluminada por uno de estos símbolos. Nos fundamentan estas Palabras de Jesús: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre… allí estoy Yo, en medio de ellos”. (Mt 18,20) ORACIÓN Tierra “Y entonces Yaveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn 2,7) Tierra: material con el que Dios trabaja y hace su obra. Dios modela con sabiduría y amor toda la creación, hasta ver “que todo era bueno”. Pero la tierra es también el símbolo del material que compone al ser humano: su cuerpo, su mente, su espíritu. En la Biblia, la tierra puede oír, puede escuchar la llamada de Dios: “Oídme, islas, atended, pueblos lejanos, Yaveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre”. (Is 49,1) Cada uno somos tierra abierta, posibilidad de tantas cosas… Y la Palabra de Dios se hace siembra en nosotros. Dios mismo se siembra en nuestra tierra, en la de cada uno y en toda la Humanidad como lo hizo un día en las entrañas de María. ¿Acaso no es eso lo que recordamos cada Adviento, cada Navidad? Tierra sagrada la que pisó Moisés aquel día ante la zarza ardiente (Ex 3,5) y tierra sagrada la que nosotros pisamos cada día. Dios nos envuelve y nos espera en cada persona, en cada experiencia, en cada gozo y en cada dolor, en definitiva, en la tierra sagrada que somos nosotros mismos desde que Él decidió “poner su tienda entre nosotros” (Jn 1,14) Somos una tierra cuidada por Dios, alimentada y nutrida constantemente por Él: “Tú visitas la tierra y la haces rebosar, la enriqueces sin medida, la acequia de Dios va llena de agua, tú preparas los trigales. Así es como la preparas: riegas sus surcos, allanas los terrones, con lluvias la ablandas, bendices sus brotes…las colinas se orlan de alegría y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan” (Sal 65) Hagamos “lectura creyente” de nuestra vida, de nuestra historia personal. La mano de Dios ha guiado nuestros pasos, va educando nuestro corazón como lo hacen los buenos padres con sus hijos. Podemos en un momento de silencio poner nombre a cómo el Señor nos ha “regado” y “ablandado” y adornado con alegría “las colinas” de muchas situaciones difíciles, y podemos enumerar los bienes que Él ha sabido sacar de tantos “valles” por los que hemos caminado. Pero hay algo que Él no puede hacer: ignorar nuestra libertad. Así como ordenó a Moisés descalzarse ante la zarza en tierra sagrada, Dios “se descalza” ante tu libertad y la mía. Y llama a nuestra puerta antes de entrar, con Infinito Respeto y Humildad. Pero Dios siembra, siembra siempre, siembra en todo lugar. Siembra Buena Semilla, siembra su Palabra; se siembra Él mismo… y espera Paciente el fruto: Salió el sembrador a sembrar y una parte cayó en el camino…otra parte cayó en terreno pedregoso… otra, entre zarzas…y otra, en tierra buena que produjo fruto. El que tenga oídos para oír, que oiga.” (Cf. Mt 13,3-9) Pedro-Tierra-Piedra… Miramos ahora al Beato Pedro y vemos a una persona que puso “su tierra” a total disposición de Dios desde niño: “-Dijéronme, siendo aún muy niño, que había de ser sacerdote, y en esa creencia viví siempre sin pensar una sola vez lo contrario”. Desde entonces, Pedro se trabajó a sí mismo y se dejó trabajar por sus formadores con docilidad. Comprendió muy pronto que Dios había sembrado en él la semilla de la Fe y de la vocación sacerdotal y colaboró con todas sus fuerzas para hacerlas crecer y dar fruto. Algunas de sus palabras iluminan nuestra “siembra”: “Dios siembra siempre, siembra en todas partes, y la semilla es buena; pero las almas no son iguales, ni tampoco las condiciones en que se hallan, así que hay que ayudarlas, como hace el labrador, para asegurar el fruto. Todo el que siembra sabe que lo primero es preparar la tierra… Yo no quiero más arma (ni herramienta) que el amor. El amor es luz, es fuerza, es escudo, es atracción, es lo único que engrandece, levanta y vivifica”. Por todo esto, rezamos juntos: Señor, te invito. Ven. Visita mi tierra. La tierra de mi vida, de mi casa, de mi familia, de mis relaciones todas, de mi tiempo todo. Si te encuentras obstáculos, no te vayas. Insiste a mi puerta. Sácame de mí para que camine hacia los otros, mis hermanos. Ayúdame a verte en cada cosa, en la tierra abierta de cada persona, en la árida explanada de lo cotidiano. Vacía mi mente de ruidos; la tierra de mi corazón, de ansiedades y pretensiones y déjala vacía de egoísmos para que pueda acogerte. Dame pies firmes para andar siempre hacia donde se me necesite. Que jamás desprecie la tierra sagrada de mis hermanos. Que jamás la rechace. Señor, hazme ser tierra de fácil acceso para Ti que vienes siempre y para todos los que andan por la vida buscando manantiales, refugios y caminos. Amén.