Rev. Col. Anest. 8:196, 1980 Algunas Historias en la Historia del Opio Dr. Tiberio Alvarez E. Introducción Histórica El opio (del griego opion = jugo de adormidera), es quizás el medicamento más antiguo conocido por el hombre para mitigar el dolor y la angustia; su origen parece estar en Asia Menor, Babilonia, unos 4.000 años antes de Cristo, donde apareció la civilización Sumeria creadora de la escritura cuneiforme; precisamente en la ciudad de Gil Gamesh, hacía el milenio III ya la adormidera estaba representada en este tipo de escritura con los caracteres Gil y Hull (1).* cristiana: Jesús en la cruz recibió una esponja empapada en vinagre, según los evangelistas, Mateo, Lucas y Juan, pero Marcos afirma que era mirra y vino especiado y Jesús la rechazó. Algunos historiadores creen que por esta época era costumbre dar de beber a los ajusticiados una bebida (esponja) a base de drogas como la mandragora y el opio, "pero el Mesías, dispuesto a continuar su calvario volvió la cara y se entregó al dolor" (3). Más tarde fue utilizada por los egipcios de quienes nos han quedado fórmulas (a través del papiro de Ebers 1873) de cómo preparar remedios con frutas de adormidera mezclados con excrementos de animales, "remedios para calmar las lágrimas: frutos de adormidera y excrementos de mosca que están sobre el muro. Hacer una mezcla y tomar durante cuatro días..." (2). Más tarde el opio fue prescrito para reducir el dolor y producir la calma o sueño; también para la tos y la diarrea. Durante la Edad Media, fue ampliamente prescrito, en parte como resultado de la influencia árabe en la medicina europea; fue ingrediente de muchas preparaciones durante el Renacimiento, y su aplicación en siquiatría se hizo para el amplio campo de los estados de excitación llamados "manías", para la histeria y la hipocondría (4). Entre los griegos, el opio era constituyente del Nepente, bebida que escanciaba Helena a sus soldados y que producía "un alivio del dolor y del infortunio". Según Hesíodo, Mnemósine, Hermana de Cronos y de Océano, madre de las Musas, puede ser identificada como la diosa de las Adormideras que venerában los cretenses (1-2). Jan Baptista Van Helmont (1577-1644) decía que el opio "es el don específico del creador" (5) y Thornas Sydenham (1604) quien introdujo en la terapéutica el uso del Láudano de Sydenham (opio) escribía: "entre los remedios que Dios ha dado al hombre para mejorar sus sufrimientos, ninguno es tan univeral ni tan eficaz como el opio" (5 - 4). La utilización del opio empieza a ser bien establecida con la aparición de la era * Bibliografía, 196 El Opio en Colombia En nuestro país Colombia (antigua Nueva Granada), es difícil señalar el mo- mentó exacto cuando se empezó a utilizar el opio y sus derivados para combatir las dolencias. Se sabe eso sí que estas plantas hacían parte del inventario en las boticas que existían en Bogotá (S. XVII - XVIII) y que tenían un riguroso control, pues para ejercer el oficio de boticario, así corno el de médico y cirujano, era necesario tener permiso real, "Por Real cédula de 12 de mayo de 1797, dispuso su majestad que los que ejerciesen las profesiones de médico-cirujano y boticario sin el examen prevenido en las leyes del Reino, incurran por la primera vez en la pena de quinientos ducados y destierro de la provincia; y por la tercera la de otros dos mil ducados y seis años de presidio en África,,," (6), Se conoce otra resolución de su Majestad del 8 de enero y cédula del Consejo de 5 de febrero de 1804 "...su Majestad bajo las penas más severas, ordena que ninguna persona de cualquier calidad o profesión que sea, puede elaborar ni vender medicina álguna, simple ni compuesta, ni aún con el pretexto de específico o secreto, pues uno y otro es, y ha de ser privativo a los farmacéuticos aprobados". Quizá la más antigua referencia sobre la utilización del opio en nuestro país, tiene la fecha de 1763; en este año se abre en Santa Fe la primera botica pública, de propiedad de los Padres Dominicos y atendida por Juan José Mangue; "poco tiempo después se titularon de boticarios en el Virreinato, Antonio Garráez y el Padre Bohórquez, de la orden de San Juan de Dios. Garráez fue el primer laico que vendió y erbas, triaca y ungüentos en Santa Fe" (7). nidad afligida por las enfermedades con los auxilios que de dichas oficinas se necesiten" (ó - 8). Los médicos emplearon el latín para sus recetas hasta muy entrado el Siglo XIX y los manuales de botica utilizados eran Farmacopea Española o la Especial Matritense. Cada comunidad religiosa tenía su botica propia; según Hernández de Alba el primer inventario de farmacia en el país se efectuó en 1650. Para fines del Siglo XVIII ya eran muy frecuentes las drogas a base de opio que se vendían en nuestro país según se desprende del siguiente informe de 1799, cuando se hace "visita a las boticas de Santa Fe y arancel de las drogas que en ella se vende"; dicho informe agrega la "tarifa de los precios a que se deben vender los medicamentos simples y compuestos en las boticas de esta capital de Santa Fe, formada de orden del Superior Gobierno, por don Miguel de Ida, año 1799". Las drogas en este arancel de 1799 vienen clasificadas por orden alfabético (aceites, aguas, bálsamos, cataplasmas, emplastos, esencias, extractos, gelatinas, pildoras, polvos, resinas, espíritus, etc.). Y se especifican además las onzas, dracmas (octava parte de una onza), escrúpulos, granos y el precio en redes de las drogas para vender. Revisando este arancel encontramos las siguientes drogas opiadas (6): A. Aceite de amapolas por expresión Agua anti-histérica (¿opiácea?) Agua anti-epiléptica (¿opiácea?) Agua teriacal La triaca era una antigua preparación que se componía de opio y otros ingredientes y se empleaban contra "las mordeduras de animales ponzoñosos". E. Extracto de opio. L. Láudano líquido de Sidemham Láudano opiado Las farmacias tenían obligación de atender al público "a cualquier hora de la noche, en disposición de favorecer a la huma- N. Nepentes (véase láudano) O. Opio puro 197 T. Triaca (confección de opio y otros componentes utilizado como antídoto para la mordedura de animales ponzoñosos). TRIACA MAGNA SEGÚN EL COLEGIO MAGNO MATRITENSE El Opio en la Independencia Con la llegada de los movimientos separatistas de la metrópoli y posteriormente con la guerra de la Independencia, la utilización de los opiáceos, fue probablemente muy socorrida en los campos de batalla, así encontramos la siguiente descripción, hecha por el historiador Duque Gómez y que narra los últimos momentos de nuestro más grande héroe nacional, José María Córdova, asesinado en 1829 en el Santuario (Antioquia) y quien, como dato curioso se había matriculado en el año de 1803 para estudiar medicina con el Padre Miguel de Isla. "El 18 de octubre de 1803, prosigue el padre isla, inasequible al desalientó, con el segundo año dé los cursos de medicina, con los estudiantes que habían seguido el primer año más los jóvenes José María Córdova, Miguel Domínguez y Esteban Quintana" (7). Dice el historiador en su biografía de Córdova: "...Córdova entre tanto, se había incorporado para comentarle, en tono suave a Giraldo: Hombre, hemos perdido la batalla pero en regla, porque los reclutas han peleado con mucho valor. Luego, auxiliado por algunos de los asistentes, ocupa otro sitio sobre un arcón de madera, quedando frente a su edecán, y da órdenes a los soldados heridos que estaban tendidos en el suelo, de desarmarse y esperar; todos oían respetuosamente las quejas que brotaban de sus labios y las peticiones de opio para calmar el dolor. Después de recibir los golpes homicidas, permaneció Córdova por algún tiempo mudo e inerte, y solo despegaba los labios 198 para pedir trabajosamente opio. Su fuerte naturaleza y briosa juventud, resisten desesperadamente en lucha con la muerte...". El 8 de julio de este mismo año de 1828, se estrenó en el Coliseo de Bogotá la obra teatral Las Convulsiones, de Luis Vargas Tejada; en esta obra, el autor, como dice el profesor Roselli, ridiculizaba un vicio social muy extendido en aquella época, cual era el "ataque nervioso" que hacían las muchachas casaderas cuando se veían contrariadas en sus caprichos "...parece que entonces se había generalizado en el bello sexo -anota don Eduardo Posada— la manía real o fingida de ataques nerviosos. Contra esa manifestación colectiva femenina —morbosa o de simple farsa— dirigíase la pieza principalmente y de ahí el título..." (10). Un falso Hipócrates (Cirilo) entra a la casa de la heroína (Crispina) con fines amorosos y le receta cuando le empiezan las convulsiones: "Señor, la convulsión es ascendente, puede quedarse muerta de repente. Jarabe diacodión, pronto, pronto. Melisa, Carmen, agua de Leodonto con gotas de opobálsamo y asbesto, un frasco de colonia, presto, presto, oxígeno que el aire purifica, vaya usted don Gervasio ala botica" Enseña el doctor Roselli que el jarabe diacodión era un compuesto opiáceo con 0.01 gramos de opio por 20 gramos y se utilizaba como sedante, analgésico e hipnótico. Es interesante anotar, cómo el Siglo XIX encontró a los médicos discutiendo sobre las teorías de Brown y Broussais y que hacían relación con la explicación fisiopatológica de las enfermedades basadas en los descubrimientos de la física. Para John Brown (1735-1783) nacido en Escocia, la vida dependía del continuo estímulo, bien fuera del calor, los alimen- tos, el movimiento muscular, la energía intelectual, la emoción, etc. (12). tamiento recomendaba las sangrías, lavativas, purgas y ayunos. Según lo anterior, las enfermedades se producían bien fuera por exceso de estímulos (enfermedades esténicas) o por falta de estímulos (enfermedades asténicas). El tratamiento era muy simple: si la enfermedad era esténica se debía tratar con sedantes como el opio y si la enfermedad era asténica se recetaban estimulantes como el alcohol. Las teorías de Brown y Broussais empezaron a perder vigencia en nuestro país después de la llegada a Bogotá de los profesores franceses Eugenio Campon e Hipólito Villaret en 1838 con cuyos estudios anatomopatológicos se terminó la famosa polémica (12). Parece que el mismo Brown sufría de enfermedad Esténica pues murió víctima del opio. "Los tratamientos de Brown produjeron más muertes que la Revolución Francesa y las guerras Napoleónicas juntas". Las preparaciones a base de opio fueron ampliamente utilizadas en todo el mundo para una serie de trastornos, como lo vimos anteriormente; pero estas preparaciones en su mayor parte fueron quedando relegadas al olvido con la aparición del primer alcaloide del opio, la morfina. En Colombia los médicos tomaron partído por una de las dos escuelas. En Antioquia el más vehemente seguidor de Brown fue el doctor William Ramsay Jervis, nacido en Inglaterra y quien vino al país hacia 1825 estableciéndose primero en Marmato y posteriormente en Medellín. Como buen Browniano, siguió las teorías de su maestro y empezó a utilizar con suma frecuencia tanto el opio como el alcohol hasta llegar a un estado demencia!. En una epidemia de disentería que se presentó en Cartago, el doctor Jervis recetó ampliamente el opio a sus pacientes con resultados muy malos (12-13). Por estos mismos años ejercía en Medellín el doctor Hugo Blair Brown, cirujano y teniente coronel de la Legión Británica, quien después de las guerras de independencia se estableció en esta ciudad en 1824. Como dato interesante para nuestra historia, "el doctor Blair, a más de sus conocimientos científicos y hablidad quirúrgica, sabía extraer un sedativo especial de la amapola..." (14). La otra teoría médica muy en boga a principios del Siglo XIX era la del doctor Francois Joseph Broussais (1772-1838) para quien la enfermedad se producía por las irritaciones e inflamaciones y como tra- Descubrimiento de la Morfina En efecto a partir del año de 1803, Serturner empezó a estudiar los derivados del opio crudo y publicó sus descubrimientos en 1805, llamando al alcaloide extraído, morfina en honor de Morfeo, el dios romano del sueño; Morpheus, era uno de los hijos de Sonnus, el dios del sueño, hermano de Fantasios y Forbertor; era el primero de los sueños y no presentaba a los hombres dormidos más que figuras humanas; se le confunde frecuentemente con el mismo sueño, a Morfeo, se le representa como un anciano de poblada, larga y blanca barba, con un par de das en la cabeza y otro par en la espalda, para expresar cómo se destiza por las noches para llevarlos sueños, ensueños y fantasías a los hombres. También se le representa como a un joven durmiendo plácidamente sobre un lecho de adormideras. Inicialmente la consecución de la morfina fue muy difícil por varios factores, entre ellos el alto costo, pero ya figuraba en la materia médica francesa en 1820. Sin embargo, el uso masivo de la morfina se inicia hacia 1855 con la introducción de la jeringuilla hipodérmica de Praváz y aparecen los grandes fenómenos de la drogadicción narcótica, iniciámente en los campos de bátala y luego en los refinamientos de la alta sociedad (11). 199 María y el Opio La primera edición de la famosa novela María, de Jorge Isaacs, se hizo en Bogotá, en la Imprenta Gaitán en 1867 (15) pero el relato se sitúa hacia el año de 1857, cuando María empieza a sufrir las crisis epilépticas y es llamado para atenderla el doctor Mayn ("este doctor Mayn existió realmente, se llamaba Jorge Enrique Mayne y nació en Londres hacia 1775... vino como médico cirujano mayor de la Legión Irlandesa... pasadas las guerras d é la independencia, se radicó en el Valle del Cauca...") (Doctor Roselli), Con los tratamientos del doctor Mayn, María permaneció indemne de crisis epilépticas unos siete meses. En el capítulo LXI muere María en un Status Epileptus que terminó en un coma de 24 horas de duración. "...no se conocían entonces los barbitúricos ni las hidantoínas; probablemente la terapéutica del Mal Sagrado, estaba reducida al crémor, la valeriana, los bromuros y los hipnóticos derivados del opio" (9). Morfina y Medicina en Antioquia Según el doctor Humberto Roselli, los médicos colombianos empezaron a utlizar la morfina por lo menos para trastornos mentales, en el arlo de 1875, precisamente en este año apareció en la Revista Médica de Bogotá un artículo escrito por el doctor Florentino Ángulo sobre "Locura curada con inyecciones hipodérmicas de morfina". Años antes el doctor Liborio Zerda había escrito "Análisis del opio bogotano" (9). En Medellín-Antioquia, el doctor Rafael Campuzano escribió en octubre de 1890 un artículo llamado "Inyecciones hipodérmicas y morfinismo" prácticamente un resumen de los conocimientos que se tenían entonces sobre el opio y sus derivados; recuerda cómo "Lu Dwig lo indicó (opio) desde 1686 con el nombre de magisterio del opio". "... mucho antes del descubri200 miento del método hipodérmico se usaban los vejigatorios morfinados. Después se usó la inoculación subepidérmica con la punta de la lanceta por consejo y recomendación de Lafargue desde 1837 y al presente (1890) conserva su puesto al lado de las inyecciones hipodérmicas...". Termina su artículo el doctor Campuzano con una buena descripción de los efectos dé la morfina y sobre el peligro de la sobre dosificación (16). En la penúltima década del siglo pasado ejercía en Medellín un médico muy afamado y querido por todos, llamado Alejandro E. Restrepo pero desgraciadamente cayó en la morfinomanía; grandes fueron sus sufrimientos y grande fue la angustia de colegas y familiares. Con ocasión de su muerte (1889), el doctor Manuel Uribe Ángel, publicó una excelente biografía del médico Restrepo, donde toca algunos aspectos sobre el morfinismo y su tratamiento. Escribe el doctor Uribe Ángel, refiriéndose al uso de los opiáceos y la cocaína "...el desdichado que transite ese camino, queda por lo mismo sujeto a tres espantosas servidumbres: tormento físico y moral, locura irremediable y muerte infalible...", Recuerda cómo el doctor Alejandro Restrepo fue un eminente médico antioqueño, con estudios en París, muy dedicado a la investigación y quien con algunos compatriotas, fundó en París la Sociedad Politécnica de Colombia que entró en contacto con el ingeniero Fernando de Lesseps para la construcción de un cana interoceánico por Colombia (Panamá); como cirujano "...conocía con perfección el uso y el manejo de todos los instrumentos y puesto que su hábil cuchilla andaba con rapidez... procuraba no herir nervios y vasos...". Este Juste colombiano "contrajo por amor a la ciencia y para combatir ciertas neuralgias que lo atormentaban, la peligrosa costumbre de experimentar los agentes terapéuticos que estudiaba en su propia persona para conocer a fondo sus efectos fisiológicos y medicinales...". "La acción de las preparaciones opiadas no habían producido alteraciones notables en el ser físico y moral hasta algún tiempo después;..". el doctor Restrepo probó con éxito, por primera vez, el uso de la coca para la cirugía ocular "mas como entonces ese alcaloide vegetal fuese escaso y muy caro en las boticas, Alejandro se procuró la adquisición de algunas hojas del Eritroxylum Coca que se cultiva como por adorno en nuestros jardines". ellas y se escogió la morfina como único elemento empleado...". el tratamiento que se hacía por la época era el siguiente: "se acordó, pues, que se continuarían las aplicaciones rebajando paulatinamente la dosis en cada una de Finalmente, a pesar de todos los tratamientos, el doctor Alejandro Restrepo murió en París bajo el efecto dé los narcóticos en 1889 (17). El tratamiento se llevó a efecto en una finca y duró 7 meses. "De sustracción en sustracción se llegó al cabo de algunos meses hasta punto de reducir a levísima cantidad la maléfica sustancia sin que Alejandro cayese en la cuenta y aún se mostrase contento sin mayores exigencias, hasta que por fin y sin sacarlo del engaño, el habíl joven (hermano) hacía las inyecciones con agua pura". BIBLIOGRAFÍA 1. Brau, lean Louis. "Historia de las drogas". Barcelona, Bruguera, 1974, pág. 447. No. 3 de la colección, 1971, prólogo de Alberto Mlramón. 2. Ebers. "Interpretación papiros egipcios". Londres, 1913, pág. 191 (citado por Eric J. Simón). 11. Eric T., Carison. "Opium as a traquilizer". Am. J. Psychiatry 120: 112-117. 1963. 3. Gorini. "La anestesia hasta el Siglo XVI". Rev. Arg. de Anestesia (Buenos Aires). 22: 47, 1964. 4. Alvares E., Tiberio. "Las endorfinas". Rev. Colombiana de Anestesiología, Bogotá, Vol. 8 No. 4. Oct-Dic. 1979. 5. Lain Entralgo, Pedro. "Historia universal de la medicina". Barcelona, Salvat, 1972, V. 4. 6. Hernández de Alba. 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