La Santidad en el Islam. - vicente haya | abdelmumin aya

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BASE CONFERENCIAS YARATULLÂH Y ABDELMUMIN
LA SANTIDAD EN EL ISLAM
Pamplona, 1-2 diciembre
Al santo en el Islam se le llama walî
walî, falta de separación, continuidad total. Intimo en Al-lâh. Persona
que deja a Al-lâh actuar en sí, de modo que no sabe dónde comienza él
y dónde su Rabb. Cada paso que se da hacia Al-lâh es un avance en la
wilâya: va haciendo del ser humano un walî. Si sólo atendemos las
significaciones de la raíz W–L-Y encontramos que wilâya implica las
ideas de “alianza, amistad íntima, asistencia mutua, lealtad absoluta”.
Wilâya es continuidad, no contigüidad. Se llama también así a la
investidura (jirqa) que reciben los herederos del Jidr, o de Muhammad en
cuanto a la Vía iniciática del Islam. Encontramos los términos árabes
tawal-lâ (hacerse cargo, tomar como amigo), walâya y walâ’
(parentesco), o wâlî (gobernador: leal al Sultán). Pero wilâya no es
simplemente la cercanía de dos cosas, sino una cercanía tal que no
conozca separación real entre las partes de que está compuesta;
yuxtaposición (sin solución de continuidad). El verbo walâ-yalî es no
sólo “estar cerca” sino más aún “estar contiguo, inmediato a algo”; el
verbo tawâlâ es “ser sucesivo”, y el adjetivo mutawâlî es “consecutivo”.
Profundizamos un poco más y encontramos la razón de esta
“inmediatez del walî respecto de Al-lâh”: istaulâ significa “apoderarse
de”. El walî es alguien que ha hecho que Al-lâh quisiera apoderarse de
él, hasta el punto de hacer de él una continuidad de Sí mismo Las y los
auliyâ’ son quienes convierten todo su ser en una prueba de la unicidad
de Al-lâh. Plural de walî, auliyâ’, todos los íntimos en Al-lâh perciben el
poder y la sabiduría que hay en cada cosa. Tras Muhammad ya no hay
más profetas, sólo los auliyâ’, herederos de sus enseñanzas y
experiencias espirituales. Del verbo walà: seguir inmediatamente, sin
romperse la continuidad (O sea, que es imposible decir dónde empieza y
dónde acaba otro). wilâya, sensación de cercanía, o más aún, de
contigüidad con Al-lâh. Se llama también así a la investidura (verjirqa) que
reciben los herederos del Jidr (ver), o de Muhammad en cuanto a la Vía
iniciática de la mística islámica. (Ver wali).
A veces el walî es también un faqîr
El término faqîr, literalmente, el necesitado viene del término faqr –
necesidad- (también se llama así al pobre). Dependencia, insuficiencia
en sí; necesitado de Al-lâh. Indigencia. O también; el que se desprende
de cualquier posesión o seguridad material para someterse al “no
tener”, transformándose en “no-ser”. Simboliza la precariedad de todo lo
que existe. Desde esta dimensión el místico ofrece su propia vacuidad,
libre de adherencias, como un cadáver entrega su cuerpo rendido a Allâh, sin condiciones.
Se es walî respecto de Al-lâh; se es sâlih respecto de los hombres
sâlih, es alguien que es útil a la sociedad. Viene de la raíz salaha,
literalmente: estar en buen estado; sin defecto. Reconciliación,
reparación, renovación, rectificación. Los llamados sâlihîn son amados
por Al-lâh. El Corán no describe en qué consiste, pero está relacionado
(inversamente) con los que no ama llamados “mufsidîn” (fasâd):
corrupción, desorden. Contra lo natural, el cosmos, la fitra.
Los santos son amados por Al-lâh
habîb, se llama amado (habîb) al invitado a intimar. Muhammad es
habibul-lâh querido por Al-lâh. hubb, viene de la raíz “habba”: amar o
desear algo. También literalmente, sólo como nombre (habb) y no como
verbo quiere decir “grano”, “simiente”, “semilla”. El amor es como la
semilla que se pone en algo para que crezca (cultivar el amor). Al-lâh ama
a determinadas criaturas por determinados actos. Dijo Muhammad: “Si
amáis a Al-lâh seguidme y Al-lâh os amará”. En islam se considera signo
de autenticidad del amor a Al-lâh, amar y seguir al profeta. De hecho, uno
de los nombres del profeta Muhammad es “Habîb”. La explicación que da
Ibn Yinni (un clásico de la ciencia de las letras) sobre el hubb es que se
trata de algo que procede de lo más íntimo y profundo de nuestro ser
(representado por la “ha”) y que se manifiesta externamente (la
exterioridad está representada por los labios, por la “ba”) con intensidad:
shidda (representada por la “shadda”, el signo que indica consonante
doble). mahabba, Este concepto de “amor a Al-lâh” no se conoce en el
islam hasta el siglo X. Rabe’ah al Addawiya es la que difunde con más
fuerza este sentido, junto con otros sufis que apoyan esta visión, que
intenta expresar un estado concreto que experimentan algunos íntimos
de Al-lâh (wali). Aunque más adelante se ha hecho uso y abuso de esta
idea, en el momento en que surgió se consideró una innovación (bida’)
y produjo mucha polémica. Dice el Corán que “Los justos están en el
Placer” (inna l-abrâra la-fî na’îm): (ver abrâr). Estos prueban un vino
especial (rahîq) y se sumergen en la Realidad (ver haqq). Esa bebida
sabrosa, que embriaga los corazones es el mahabbatul-lâh, con lo cual,
se percibe el mundo de Al-lâh con tal intensidad, que ya viven en el âjira
(ver), en medio de los placeres del ÿanna (ver). Pero dice el Corán que,
además, tras la muerte, verán con sus ojos a Al-lâh, porque se llevan de
este mundo “ojos vivos”. Dice el Libro: “Él los ama y ellos le aman”.
A algunos santos muy especiales –como a Abraham- se les ha
llamado jalîl
jalîl de Al-lâh -embeberse en Al-lâh- quien se “impregna” (del verbo
“tajal-la”) “como la lana de la lluvia” en imagen de Ibn ‘Arabî, o como el
vinagre (jal) cala en lo que toca. Dijo Muhammad: “Al-lâh me ha hecho
jalil como hizo con Ibrahim.
Los santos tienen karamat, transmiten la baraka y se dice de ellos
que son capaces de propiciar la mu‘ÿiça
karamat (plural), Son los hechos extraordinarios que acontecen en el
mundo fenoménico y que implican un corte en la cadena de las causas.
Aunque para la gente de conocimiento esos prodigios no son
sorprendentes y no hacen alarde de ello. El término “carismas” característica o cualidad especial o extraordinaria- contiene también algo
de este significado.
bâraka, eso que hace fecunda la vida. La bâraka emana de ciertos
objetos, lugares, y momentos. El Corán tiene bâraka -sus letras, sus
sonidos, su recitación-: “...Este Libro que te revelamos es mubârak”, es
decir, portador de bâraka, dice el propio Corán; pero también los olivos,
las palmeras, algunas piedras, así como determinadas grutas, bosques,
montañas, etc... Por eso, para los musulmanes, la bâraka es, ante todo
y sobre todo, el agua (lluvia, manantiales, ríos, lagos). En castellano
mismo ha quedado plasmado con el sello del sentir musulmán lo que es
“un depósito de agua en medio del campo”: “alberca”, es al-birka, lo que
contiene la bâraka de Al-lâh en sí misma. No hay “bendición de Al-lâh”
que no sea bebible, comestible, tocable, visible, que no se pueda besar
o sentir. El concepto de bâraka y todas sus connotaciones tienen una
enorme trascendencia. Da al ser humano no sólo la posibilidad de
aprovecharla sino de convertirse también en su trasmisor; es el caso del
walî aquel que en su progreso espiritual ha pulido en extremo su
sensibilidad y agudizado enormemente sus sentidos, y no sólo recibe la
bâraka que lo rodea sino que la proyecta, y cuanto más cerca está esa
persona de Al-lâh más intensa es su bâraka. Tanto viva como muerta
su bâraka continúa siendo efectiva y todo el que la visita o se acerca a
su tumba es penetrado por ella, porque estamos hablando de una
realidad concreta que se queda en el lugar. También la bâraka puede
ser trasferida voluntariamente cobrando una especial fuerza, o ser
retirada según unas formas determinadas. Aparte de los auliyâ’ (pl. de
walî), otras personas pueden poseer bâraka en menor grado: los niños
pequeños, los ancianos, los locos, los que conocen el Corán de
memoria... si son inocentes, sin malicia. También puede haber bâraka
en los animales; especialmente están dotados el caballo, el cordero, el
camello, el gato, la cigüeña, la golondrina y la abeja. Por supuesto, los
árboles y las plantas, y sus productos laurel, henna entre otros.
También se dice que tienen bâraka los solsticios, los viernes,
determinadas palabras y nombres, los números impares, ciertos
talismanes... La bâraka es testimonio de una presencia sutil de la
Capacidad de Al-lâh trasmitiendo prosperidad y fecundidad, espiritual y
física. Bâraka es la magia de algunos lugares, de algunas personas, de
algunos objetos; una magia benéfica que aprovecha al que la recibe.
Percibirla es estar en la fitra, recuperar esa dimensión íntima ligada a la
realidad última y sus energías.
mu‘ÿiça, es cualquier cosa que te deje espiritualmente impotente, Lo
único que no es mu‘ÿiça es lo que puedas hacer por ti mismo, que ni
siquiera puedes producir por ti mismo tu existencia, ni puedes estar
seguro de que puedas producir por ti mismo tu inexistencia. Ante esa
falta de base y fundamento de ti mismo en ti mismo, todo lo que hagas
se basa en tu incapacidad para ser o dejar de ser por propia voluntad.
Estás expuesto a la existencia, constituido por la existencia, y no
depende de ti. Cada cosa que existe, tú incluido, proclama tu
incapacidad, es una mu‘ÿiça para ti. Desde otro enfoque, es lo normal,
es la vida cotidiana vivida como la voluntad de Al-lâh, y supone la
actitud contraria a la que exige el milagro, es decir, que el ser humano
se abandone a la voluntad impredecible de Al-lâh y no a su propia
voluntad. Para el ser humano que cree en los milagros, el mundo
funciona por sí solo, y sin embargo para el mu’min el mundo es
voluntad directa, expresa y constante de Al-lâh. No puede vivirse ni un
instante sin Al-lâh. Los creyentes de verdad –de cualquiera de las
religiones que existen- piensan que toda la existencia es un milagro, y a
este “milagro habitual”, es a lo que en árabe llamamos mu‘ÿiça. Aislar
unos hechos de otros y considerar “milagrosos” unos y “no-milagrosos”
otros es minimizar la fuerza existenciadora de la voluntad iláhica, que
no sufre la menor merma en el mayor esfuerzo. Si algo existe, si algo
ha llegado a la existencia, ha completado su plenitud como maravilla.
Lo sagrado entra en el ámbito del quds y está protegido por un
haram
quds, podría expresarse en castellano como “el misterio insondable de
Al-lâh”. En el árabe católico: santidad. Sugiere la idea de lo que se
entiende por “sagrado”, “sin mancha”, “sin mezcla”. Pero estas
definiciones no responden al auténtico sentido que tiene este término
desde el islam. El hecho de no poder traducir a ningún concepto que lo
esclarezca, es ya un signo manifiesto de la profunda intimidad,
inescrutable e incomprensible de su verdadero significado.
harâm, espacio privado. De la raíz H-R-M “alejar, defender, excluir”,
provienen adjetivos como “inviolable, reservado”. Como el harâm de
Meca, que es el lugar donde se efectúa el ritual de la peregrinación.
Protege la Ka‘ba, que es el primer espacio sagrado construido para una
Divinidad Única. Su connotación es mucho más amplia, pues un lugar
vedado, significa que no hay que traspasar el límite. Así pues, el harâm
también es lo que se considera como vedado; es decir, la musulmana y el
musulmán no deben acceder a lo que el propio Corán señala como
harâm.
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