10 de marzo

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Un nuevo historiador profano de los Apóstoles ha aparecido en Francia. Es Émile
Ferrière, y así se llama su primer libro, Los Apóstoles. Su propósito es descubrir de sus
hechos y palabras la personalidad real de los compañeros de Jesús. Sigue, aunque con
originalidad y novedad, por lo acucioso de su crítica, las huellas de Renan, Strauss y
Reuss.
París tiene ya tranvías eléctricos. Se ha hecho de ellos una buena muestra en la
última exposición, mas para ponerlos en acción era preciso llenar las calles de pilares, y
cables que llevasen a los carros el fluido conductor. Y acaba de inventarse ahora un
tranvía gallardo movido por una potencia invisible, que no ha menester de cables ni
pilares. El fluido eléctrico se transmitirá al tranvía por la cara interior de los rieles, a los
cuales se adoptarán bandas en las junturas para impedir que se interrumpan las
corrientes. Estos tranvías que han de ser elegantísimos, van a ponerse al servicio público
en el barrio de San Germán, que es el barrio de la vieja nobleza, el barrio elegante.
Fragueiro es el nombre de un poeta-niño, de quien copian versos singularmente
apasionados, vivaces y correctos los periódicos de Buenos Aires. Ni su edad, ni más
datos que estos que damos, hemos llegado a obtener; pero los versos que de él leemos
revelan, a la par que la inevitable influencia que han hecho en el niño precoz las
literaturas modernas, un candor, un desembarazo y un brío que anuncian la posibilidad
de que este, que se muestra ya versificador adelantado, llegue a ser, cuando crezca y
sienta, con lo cual ya no imitará lo que lea, un pensador original. Y Fragueiro no es solo
poeta lírico, sino que ya ha puesto en escena un drama suyo, que se llama Lucrecia la
Romana, y que le han inspirado de fijo, las compañías de trágicos de Italia que
representan a menudo en los teatros de Buenos Aires. No callaremos lo que alcancemos
a saber de Fragueiro y de su drama.
Se publica en Francia un libro muy notable, más que por el alcance final de su
intención, por la suma considerable de materias que contiene, y de cuyo conocimiento
no es dable prescindir a un hombre de letras y ciencias, en estos tiempos en que el saber
va siendo tan vulgar, y en que cada día da al mundo más maravillas de las que un
hombre estudioso y atento puede llegar a conocer en igual espacio de tiempo de asiduo
estudio. El libro, que cuenta dieciséis volúmenes es el Gran diccionario del siglo XIX, de
Pierre Larousse. Es un almacén gigantesco. Es como un Diccionario de la conversación,
no de materias generales y añejas, sino de hechos y personas de nuestros tiempos. Se
habla de lo nimio como de lo grandioso; de libros como de cuadros; de ciencias
filosóficas como de las artes; de elegancia; de política como de ciencias naturales. En
verdad que es una joya el diccionario de Larousse. Thiers murió sin acabar otro libro
extraordinario, que llamaba él “su monumento”, y que de veras lo hubiera
sido,porque era una historia, atractiva y profunda, como él sabía hacerlas, de toda la
obra humana en lo que iba de siglo hasta su muerte. De toda la obra humana, en
ciencias, en artes, en letras, en política, en comercio, en guerras, en guerras galantes:
cuanto han hecho los hombres en la centuria que corre; y a cuya par corría él, estaba
conmemorado y juzgado, no en detalles sueltos, sino en relación y conjunto, en esta
obra ciclópea. Los hombres antiguos labraban piedras: los hombres nuevos hacen libros
del tamaño de las piedras de los hombres antiguos.
Se ha constituido en Berlín una sociedad consagrada al estudio de la navegación
aérea. Ya en Francia hay una, desde 1868. No arredran a los asociados los fracasos
anteriores. Creen que, después de los descubrimientos que sabios como Welner, de
Brünn,
y
Schmidt,
de
Praga,
han
hecho
en
la
construcción
de
las
máquinas,descubrimientos que permiten la transformación de las fuerzas,el
problema de la navegación aérea ha entrado en el ánimo de las cosas posibles.
Visiblemente, el objeto de esta sociedad es aplicar el resultado de sus pesquisas a la
mejora de los aerostatos de campaña, que no prestaron en la colosal guerra de 1870 y
1871 todo el servicio que entonces se esperaba ya de ellos. La sociedad establecerá una
estación de experimentos en Berlín, y publicará un boletín periódico.
En París se ha repartido un folleto muy lujosamente impreso, y no destinado a la
venta, sino a circular privadamente. Es un tributo del príncipe Romanid Giedroyc a su
amigo el zar Alejandro II, recientemente asesinado. Adorna el folleto una lámina que
representa al Zar en su lecho de muerte. El príncipe cuenta todos los lances de la vía del
asesinato, y todos los detalles de este, y con ternura y lealtad celebra las cualidades
mentales y morales que él halló siempre en el zar Alejandro, de quien fue íntimo amigo.
La Opinión Nacional. Caracas, 10 de marzo de 1882
[Mf. en CEM]
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