¿QUIENES SE SALVARAN? XXI Domingo del tiempo Ordinario CICLO C -13,22 Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. -v.23 Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”, el respondió: -v.24 Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. -v.25 En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”. Y él les responderá: “No se de donde son ustedes”. -v.26 Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo y tú enseñaste en nuestras plazas”. -v.27 Pero él les dirá: “No se de donde son ustedes; ¡apártense de mi todos los que hacen el mal!”. -v.28 Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Díos y ustedes serán arrojados afuera. -v.29 Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. -v.30 Hay algunos que son los últimos y serán los primeros y hay otros que son los primeros y serán los últimos”. Lc 13, 22-30 Introducción: Continúa el largo camino de Jesús hacia Jerusalén y en ese caminar va llevando a cabo su misión: enseña en los pueblos y las ciudades. En este contexto, un desconocido pregunta a Jesús si serán mayoría o minoría los que logren la salvación. Jesús no contesta directamente. Dejando en la incógnita su respuesta, orienta sus palabras no al número de los que se salvará, sino a las condiciones que se requieren para lograrla. Por medio de breves parábolas, expresa las dificultades que se deben vencer para entrar en el Reino de los Cielos, reflejadas en la imagen de la puerta estrecha. Aportes para la Lectura: -v.22 En el inicio del texto se reitera que Jesús iba camino a Jerusalén. En los evangelios este “camino” expresa la decisión de Jesús de cumplir fielmente la misión encomendada por su Padre de anunciar y practicar la Buena Nueva hasta las últimas consecuencias. Esta evangelización de Jesús es itinerante y continua (“iba enseñando por las ciudades y los pueblos”), solo se detenía para orar (Mc 1, 35-39). -v.23 En ese contexto –en la ruta a Jerusalén- tiene lugar la pregunta que un desconocido hace a Jesús respeto a la cantidad de los que logren la salvación. La pregunta tiene relación con una cuestión que en esa época se planteaban los judíos, seguros de que solo ellos se salvaban por pertenecer al pueblo elegido, pero según algunas interpretaciones apocalípticas más pesimistas solo unos pocos estaban destinados a la felicidad eterna (Ap 14, 1). - v. 24 Jesús no responde directamente a la pregunta. En lugar de contestar “cuantos”, explicó “como” se salvarán. La palabra que Jesús utiliza para responder a la pregunta, que en el texto se traduce como “traten”, en la lengua original (el griego) es muy ilustrativa, significa: “luchen”. La entrada en el Reino no es algo que se debe esperar ociosa y pacíficamente, sino que exige un esfuerzo comparable con una lucha. Para comparar mejor como se presenta esa dificultad, Jesús narra dos breves parábolas. La primera es la de la puerta de reducida dimensiones. La puerta estrecha, por la que muchos quisieran pasar, es excluyente, no en cuanto a la cantidad de personas, sino en cuanto al “derecho” de pasar hacia la salvación, que se adquiere siendo fieles a las enseñanzas de Jesús. Del contexto del relato, se puede deducir que la “puerta” es el mismo Jesús, que en la parábola del “Buen Pastor” dijo: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará” (Jn 10, 9). -v.25 En la segunda parábola aparece la figura del “dueño de casa” que controla la entrada “desde adentro”. La puerta estrecha se transforma en “puerta cerrada”, detalle que significa poner un límite a quienes quisieran pasar. El dueño de casa se asomará para ver quienes son los demorados que llegan tarde y no los reconocerá. Ya no será la estrechez de la puerta, sino la intervención personal del dueño, bloqueando la entrada desde el interior, quien dificulte o ponga condiciones a quienes intenten entrar. “¡Señor, ábrenos!”. Este pedido angustiado recuerda la parábola de las cinco muchachas necias (Mt 25, 10-13) que escucharon el mensaje del Señor, pero no lo llevaron a la práctica. -v.26-27 Ante la negativa del dueño de casa, los que quieren entrar recurren, entonces, a un argumento que les parece inapelable. Comienzan a explicar quienes son, para que el dueño de casa pueda reconocerlos y les abra la puerta nuevamente. Argumentan que han compartido la mesa y recibido sus enseñanzas en las plazas. Pero eso no basta, el dueño no los reconoce: “No se de donde son ustedes”. Según la enseñanza de Jesús, no basta en nuestros días con ir a misa todos los domingos (“hemos comido y bebido contigo”), no basta con escuchar la Palabra y prestar atención a la homilía del sacerdote (“tu enseñaste en nuestras plazas”). No es que la Eucaristía y la Palabra no sean importantes, pero lo que Jesús exige para permitir la entrada es que se haya obrado bien, que se haya obrado de acuerdo a lo que se escucha en la Palabra y lo que se celebra en la Eucaristía. La entrada en la casa solo es posible si uno es “conocido” del amo, lo que recuerda la idea del Antiguo Testamento, según la cual Dios conoce a los suyos (Ex 33, 17; Am 3, 2). Y no conoce, ni “soporta” a los que obran el mal (Sal 6, 9). -v.28 El “llanto y rechinar de dientes” es una imagen bíblica que expresa el remordimiento y desesperación de los pecadores frente a la felicidad de los que están con Dios en el cielo (Mt 13, 42-43). En la mesa del Reino de Dios, junto a los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob) y a todos los profetas, se sentará gente de todas partes del mundo, mientras afuera reinará la desesperación. La situación del que no pueda entrar será más dramática, será la entrada en un estado de amargura que no tendrá remedio, porque significa que para siempre se ha rechazado la amistad, el amor y la alegría que Jesús ha venido a traer. Ver a los tres patriarcas y a los profetas en el Reino, recuerda el pasaje de Lázaro y el rico mezquino condenado al infierno (Lc 16, 19-31). -v.29 Dios quiere la salvación, no solo de Israel el pueblo elegido, sino de todas las naciones. No importa la región geográfica, la raza o la religión a la que pertenezcan. Lo que sí se tendrá en cuenta, es la repuesta personal al llamado de Jesús y las buenas obras que se hayan hecho como consecuencia de este llamado. Los judíos no podían aceptar que los paganos pudieran tener una suerte semejante a la del pueblo de Israel. Sin embargo lo profetas ya habían anunciado que “todos” los pueblos serían llamados a la salvación (Is 66, 18). El banquete del Reino de Dios a que se hace referencia en el texto, corresponde a la participación en el banquete escatológico que Dios prepara para sus elegidos (Is 25, 6-8; 55, 1-2; Lc 14, 15-17; Jn 14, 2-3). -v.30 El texto termina con una frase muy popular: “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”, significando que los lugares que se ocupen en este mundo no se repetirán necesariamente en el Reino. Allí habrá otras categorías y otras jerarquías de valores. La única jerarquía valedera y auténtica será el amor que se ha entregado en esta vida, el servicio y la vida entregada sin interés. En su momento Jesús tuvo en la mirada a los judíos que se jactaban de ser muy religiosos y por eso se consideraban gratos a los ojos de Dios. También muchos de los primeros cristianos ya se habían acostumbrado a ser los nuevos elegidos y pertenecer al “Nuevo Pueblo de Dios”. Jesús les llama a no repetir el engaño de los judíos y sentirse falsamente seguros. Aportes para la Meditación: Una de las parábolas nos exhorta a entrar por la puerta estrecha y a “asumir” el compromiso cristiano, luchando con la gracia que nos regala Dios para vencer el mal: ¿Consideramos que basta con escuchar la Palabra de Dios y participar en la misa para recibir la salvación? ¿Cómo intentamos ser coherentes con lo que escuchamos y celebramos en cada misa? La segunda parábola nos invita a estar atentos y a obrar para alcanzar la salvación definitiva. ¿Cómo miramos a los que no participan en las celebraciones de nuestra comunidad? ¿Nos sentimos distintos a ellos (más confiados en la salvación, superiores)? ¿Qué lugar ocupa en nuestras vidas la solidaridad y el servicio a nuestros hermanos más necesitados, especialmente los más necesitados de fe? Modelo de Oración: Señor: Ayúdanos a entrar en el Reino por la puerta estrecha y no elegir el camino fácil de la gloria humana. Ayúdanos a obrar según tu amor para que nos puedas conocer por nuestro amor y nos aceptes en tu paz. Contemplación/Compromiso: En el último paso de la Lectura Orante debemos contemplar lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, que acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos.