María Antonieta Pons: diez años bailando rumba en el

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María Antonieta Pons: diez años bailando rumba en el “paraíso”
Escrito por Roberto Cazorla
Martes, 11 de Noviembre de 2014 16:39 -
Falleció en México a los 82 años. Desde su retirada en 1965, se enclaustró en su mansión y no
existe ni una foto en la que aparezca envejecida. Consideraba que su carrera había
comenzado con Siboney, pero su primer trabajo para la pantalla fue un pequeño papel en la
película cubana La serpiente roja, con Aníbal de Mar como Chan-Li/Po, y Pituka de Foronda.
Siempre tuvo en sus recuerdos más gratos la figura de Aníbal de Mar, por lo que hasta sus
últimos días, escuchaba las grabaciones de La Tremenda Corte. La última vez que visitó Cuba,
fue en 1948. Siempre se mantuvo apartada del ambiente artístico. Lamentaba la llegada del
dictador Castro, para destruir lo que se había conseguido hasta 1959.
Cuando yo era un niño de 10 años, en mi pueblo, Ceiba Mocha, tenía un sillón de limpiabotas
en el portal de la bodega de los chinos, bajos de la casa de Ramiro Mauriño. Todos los
domingos, cuando el pueblo era invadido por “los guajiros” (¿Y nosotros qué éramos?), de
sitios colindantes, para pasear de una punta a la otra de la calle Central y asistir al cine (lo
teníamos jueves y domingos, en la nave del garaje del Negro Palomo), todos vestidos de
domingo, mi “fortuna” aumentaba a base de darle brillo a los zapatos; y botas. Cuando
terminaba mi labor, corría a mi casa para hacerle entrega del dinero que había ganado a mi
santa madre. Siempre me regalaba 50 centavos para que fuera al cine o me tomara un
refresco. De dicho dinero, solía ahorrarme algo, con el propósito de viajar de vez en cuando a
Matanzas (nuestra capital) con mi primo Pepe y ver 2 películas en el cine Moderno, calle Río,
entre Dos de Mayo y Manzaneda. Se especializaba en poner películas mexicanas, argentinas y
españolas. Casi nunca americanas.
Uno de aquellos viajes (para mí eran como ir a la luna, y nos separaban 22 kilómetros) en una
de las guaguas de Fernando Tirse, lo hicimos para ver la película cubana Embrujo Antillano,
rodada en Pinar del Río en 1947, protagonizada por María Antonieta Pons, Blanquita Amaro,
Ramón Armengod, Carlos Badías, Julio Gallo, Alberto Garrido, Kiko Mendive, Federico Piñeiro
y Caridad Rius; dirigidos por Juan Orol, descubridor y primer esposo de María Antonieta Pons. Con la presencia desbordante de esta actriz-rumbera, se fundó en mi mente algo que con el
tiempo descubrí se llamaba mitomanía.
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María Antonieta Pons fue mi ídolo cinematográfico. Desde entonces (a los 12 años me mudé
para Matanzas) no me perdí ninguno de sus filmes. Las vi todas mientras viví en la isla.
Compré un rústico álbum para pegar los recortes de sus fotografías que salían en los
periódicos y revistas, las pegaba con almidón del que le sobraba a mi madre cuando terminaba
su tarea de lavandera.
EN EL BARRIO DE LUYANÓ
El mito con el que soñaba no era Greta Garbo, Marlene Dietrich o Mae West, sino una cubana
que había nacido en el barrio de Luyanó, en La Habana.
En Matanzas, mi madre montó un tren de cantinas (comida a domicilio), además les servía a
varios obreros de la Fábrica la Rayonera (fundada en 1948 en Versalles), entre éstos, un señor
llamado Rafael Pons, mulato claro, que resultó ser tío de mi ídolo. Le hice la vida imposible
obligándole a que me contara lo que sabía de aquella estrella de cine, de su niñez y
adolescencia. Para mí, don Rafael era un dios caído del cielo.
Desde que vi su primera película, me convertí en su más fiel admirador. Para mí era y fue
hasta su última película, la más bella, rutilante, la que más representó a nuestra isla a base de
movimientos de caderas (ninguna las movía como ella), su sonrisa y su picardía.
Recientemente se cumplieron diez años de su partida definitiva. Desde entonces está bailando
rumba en el Paraíso. Alegrándole a Dios los disgustos que le provocan los supuestos hombres
creados por Él. María Antonieta Pons había nacido en el barrio de Luyanó (La Habana, Cuba) el 11 de junio de
1922. Inició su carrera como bailarina en Cuba actuando en diversos teatros y cabarets. Tenía
16 años cuando la conoció el actor y director cinematográfico español, Juan Orol, que se
convirtió en su pareja en diversos concursos de baile por todo lo ancho y largo de la isla
cubana. Contrajeron matrimonio y el director se propuso lanzarla como estrella del cine en
México. Antes la había dirigido en la cinta Siboney (1938), rodada en Cuba. Tras el rodaje tardaron en
volver a rodar, ya que la pareja se dedicó a realizar giras internacionales, y el circuito principal
de estas giras era Estados Unidos, particularmente Nueva York y Chicago. En 1943, la cubana
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regresó a la pantalla invitada por el productor Guillermo Calderón para rodar Noche de Ronda,
junto a Susana Guizar y Ramón Armengod. De aquel mismo año son Konga Roja, formando
pareja con Pedro Armendáriz, y Cruel destino, de nuevo con su marido, Orol. CUBA, PUERTO RICO Y BRASIL
Fue pionera de lo que se llamó el cine de rumberas. Abrió la puerta por la que entraron
cubanas como, Amalia Aguilar (que nació en Matanzas, Atenas de Cuba), Ninón Sevilla, Rosa
Carmina, Yadira Jiménez, Mary Esquivel, seguidas por la mexicana (que dominaba los ritmos
cubanos como si hubiera nacido en el barrio de Simpson en Matanzas), Lilia Prado.
María Antonieta Pons protagonizó 55 películas, entre 1938 y 1965, cuando rodó la última Caña
Brava. En 1981 protagonizó el documental México de mis amores. Resulta interesante mencionar algunos de los títulos que la convirtieron en una de las primeras
y más taquilleras del cine en el continente americano, referente a nuestra lengua: Toda una
vida, La reina del trópico, La insaciable, Ángel o demonio, La bien Pagada, La hija del pena, El
ciclón del Caribe, Piña madura, María Cristina (basada en la guaracha de Niño Saquito) Flor
de canela, La Gaviota o La mujer del puerto, en la que participa el actor también cubano
Eduardo (“Bebo”) Egea.
Compartió cartel con los actores más cotizados del cine mexicano, así como actrices de gran
valía; desde Katy Jurado hasta Andrea Palma, Sara García, Pedro Infante, Rafael Baledón,
Víctor y Tito Junco, Germán Valdés “Tin Tan”, Enrique Rambal, Blanca Estela Pavón, Manuel
Dondé, Lola Beltrán, etc. Además de rodar casi todas sus películas en México, país que
consideró su segunda patria, había rodado en Cuba, Puerto Rico y Brasil. En 1945 se divorció de Juan Orol. En 1950 contrajo segundas nupcias con el actor, director y
productor español, Ramón Pereda, hasta el fallecimiento de éste en 1986. En 1989 se casó por
tercera vez con Benjamín Álvarez, empresario, que permaneció a su lado hasta el final. Tuvo
una sola hija, María Guadalupe Pereda Pons, fruto de su unión con Ramón Pereda.
CONDENABA A FIDEL CASTRO
Tras su ruptura con Orol, fue contratada por el productor Gregorio Wallerstein, protagonizando
La vida íntima de Marco Antonio y Cleopatra, con el argentino Luís Sandrini, dirigida por
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Roberto Gavaldón. A partir de entonces fue dirigida por los mejores y más cotizados de la
cinematografía mexicana: Tito Davison, Ramón Pereda (Pereda, cuando la conoció, había
enviudado de la actriz Adriana Lamar y andaba en busca de una nueva musa), etc.
Consideraba que su carrera de actriz protagonista había comenzado con Siboney, pero su
primer trabajo para la gran pantalla fue con un pequeño papel en la película cubana La
serpiente roja, protagonizada por Aníbal de Mar en el papel de Chan-Li/Po, Pituka de Foronda
(hija de la escritora Mercedes Pinto, española que vivió en Cuba más de una década, y
hermana de Gustavo y Rubén Rojo).
Siempre tuvo en sus recuerdos más gratos la figura del actor cubano Aníbal de Mar, por lo que
hasta los últimos días de su vida, oía las grabaciones radiales de La Tremenda Corte, en la que
Aníbal comparte con Leopoldo Fernández, Miguel Ángel Herrera, Adolfo Otero y Mimí Cal.
La última vez que visitó su patria, fue en 1948. Aunque siempre se mantuvo aparte del
ambiente artístico, sí le consta a los que la visitaban, que lamentaba la llegada del dictador
Fidel Castro, para destruir lo que se había conseguido hasta 1959.
Existen cinéfilos que pagan lo que le pidan por sus películas. Uno de ello, George Charbonnier:
“Fue una de las más grandes rumberas y actriz del cine mexicano. Tengo muchas de sus
películas. Estoy a la casa de obtener Embrujo Antillano y La sin ventura”.
Sus amigos íntimos le llamaban Maritoña. Fue una fuera de serie, tanto por su forma de bailar,
su cálida voz, como por ser una actriz de estilo peculiar. Fue la más grande de las rumberas.
Desde que aterrizó en México, los mexicanos la consideraron una de sus más adorables hijas
adoptivas. Tras su llegada en plena adolescencia, entró de lleno en la industria cinematográfica
mexicana. Gracias a su sensualidad y enorme expresividad al bailar consiguió colocarse como
la favorita del género por más de un cuarto de siglo. Su exuberante movimiento de caderas y
hombros se posesionó de las pantallas de medio mundo para encabezar el grupo de rumberas
cubanas en el cine azteca. En 1965 se alejó por completo del mundo artístico. Desde su retiro, no permitió que su público
la viera. Muchos fueron los intentos de periodistas, empresarios y productores de hacerla
regresar, ya sea para algún homenaje o para actuar, solo encontraban su negativa. Prefirió
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Escrito por Roberto Cazorla
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retirarse para dejar a su público el recuerdo de la época en que era una mujer exitosa. No
existe una fotografía suya en edad avanzada. Todos la conservamos en nuestra memoria como
la voluptuosa y sex symbol Maritoña.
Falleció a los 82 años de un paro cardiaco en Ciudad de México el 20 de agosto del 2004.
Hace diez años que está bailándole rumba a Dios para que no sufra por tanta maldad ejercida
por sus hijos, los hombres.
Con su marcha, a la rumba cubana le faltan los bongoes principales. 5/5
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