Ética del cuidado - Universidad Pública de Navarra

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Panel 6: Apoyos privados y públicos para la crianza saludable y para la
atención idónea a las situaciones de dependencia
Coordinadores: Demetrio Casado, María Jesús Sanz, Jorge L. Tizón
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EL CUIDADO COMO OBJETIVO POLÍTICO-SOCIAL, UNA NUEVA MIRADA
DESDE LA ÉTICA DEL CUIDADO.
Sol Angy Cortés Pérez
Trabajadora Social, estudiante de doctorado.
Universidad Pública de Navarra.
E- mail: [email protected]
RESUMEN
Ante la importancia de los principios universales, la imparcialidad, los derechos
individuales y la justicia de las teorías morales kantianas, la ética del cuidado enfatizó la
importancia del contexto, la interdependencia, las relaciones y la responsabilidad
concretas hacia las otras personas.
En el desarrollo de las/os teóricas/os del cuidado está presente la idea de que las
personas no son entes aislados y abstractos como las podría describir la teoría liberal
1
tradicional, sino que son fundamentalmente relacionales e interdependientes. Y ponen de
manifiesto que esta pertenencia a redes de relaciones se intersecta en varios niveles de lo
personal y lo político en maneras que dan forma a las vidas de las personas, así como a
los valores, las practicas, las políticas y las instituciones que les afectan.
Tener en cuenta el contexto social, político y personal es muy importante pues en
el desarrollo del cuidado como un ideal político basado en la noción de que todos los
seres humanos necesitamos cuidado, desafiando así la separación entre la espera pública
y privada.
En esta comunicación se quiere ahondar en la idea de que el cuidado debe ser
visto como una práctica democrática y la ciudadanía democrática debería garantizar a
todas las personas un acceso igual al hecho de dar y recibir cuidado. Teniendo en cuenta
tanto la ética del cuidado como la ética de la justicia podremos re-enfocar las normas de
igualdad y el acceso a las prestaciones públicas, de tal forma que cumplan los estándares
básicos de la justicia social.
UNA APROXIMACIÓN A LA ÉTICA DEL CUIDADO
Carol Gilligan en 1982 desde la psicología introdujo la ética del cuidado como
respuesta a lo que ella definió como modelo masculino de razonamiento moral y toma de
decisiones. A partir de sus trabajos diferentes autores y autoras desde distintas disciplinas
de las ciencias sociales y humanas han desarrollado distintos análisis, lecturas, hipótesis y
teorías sobre lo que ella llamó una voz diferente en la moral.
Así pues, por un lado encontramos lo que se ha denominado ética de la justicia,
ésta es definida como aquel conjunto de teorías que, desde Kant, establecen como eje
vertebral las normas o principios universales. Y por otro tenemos la denominada ética del
cuidado que reivindica la importancia de tener en cuenta la diversidad, el contexto y la
particularidad, esta concepción de la moral se preocupa por la actividad de dar cuidado,
centra el desarrollo moral en torno al entendimiento de la responsabilidad y las
relaciones, así como la concepción de moralidad como imparcialidad une el desarrollo
moral al entendimiento de derechos y reglas (Gilligan, 1985:42)
2
Desde sus inicios ha existido una amplia discusión entre los/as autores/as que
defienden la ética de la justicia como el desarrollo moral al que todo ser humano debe
aspirar, y los/as autores/as que defienden la ética del cuidado como un desarrollo moral
más completo pues tiene en cuenta al otro particular. Una de las discusiones que ha
surgido tiene que ver con la asignación de la ética de la justicia al desarrollo moral
masculino y la ética del cuidado al desarrollo moral femenino, puesto que Gilligan en sus
investigaciones tomó el discurso de mujeres como ejemplo de que el desarrollo moral
descrito por Kohlberg (ética de la justicia) no podía ser tomado como universal, pues la
voz de las
mujeres no había sido tenida en cuenta en la elaboración de las
investigaciones de Kohlberg.
Las investigaciones desarrolladas por Gilligan revelaron la existencia de unas
voces –perspectivas- diferentes que se caracterizaban por definir la moral en términos de
relaciones interpersonales, en lugar de hacerlo centrándose en las reglas o principios
abstractos. A esta respuesta moral de las mujeres Gilligan la llamo ‘ética del cuidado’.
Ahora bien, diferentes investigaciones han puesto de manifiesto que la
importancia a las relaciones y el cuidado no es un rasgo exclusivo de las mujeres, sino
que también estaría presente en grupos étnicos minoritarios, colectivos en situación de
exclusión, entre otros. (Tronto (1993), Puka (1993), Card (1995))
Kohlberg, por su parte, había utilizado la concepción kantiana de la moralidad
como contenido de su teoría. Dentro de ésta el nivel más alto de desarrollo moral será el
de aquel individuo autónomo que mediante el uso de la razón alcanzará los principios
éticos universales de justicia. Dejando el cuidado, es decir, la orientación a las relaciones
interpersonales, relegado a un estadio inferior, pues dentro de este paradigma hasta ahora
conocido como universalista1, las emociones y el contexto no son aspectos tenidos en
cuenta en la toma de decisión moral. Para Kant el amor y la amistad, las relaciones con
Benhabid (1990) dilucida que éstas son sustitucionalistas únicamente puesto que el universalismo
que defienden tiene en cuenta un grupo especifico de sujetos propietarios o al menos profesionales-–
adultos varones y blancos, como si estos fueran representativos de la totalidad de los seres humanos. La
autora distingue el universalismo sustitucionalistas del universalismo interactivo, el cual reconoce la
pluralidad de modos de ser humano, y diferencia entre los humanos, sin inhabilitar la validez moral y
política de todas estas pluralidades y diferencias (Benhabid, 1990:127).
1
3
los otros y otras, son inclinaciones que condicionan la toma de decisiones y las acciones,
por tanto hacen del sujeto menos autónomo, pues no es él mismo quien se da su propia
ley.
Una mirada igualitaria nos permitiría comprender que tanto las dinámicas
generadas por los chicos y las chicas son necesarias en el ejercicio del ser social que
identifica a las personas, pues fomentar la abstracción de las relaciones humanas es tan
importante como promover el desarrollo de la empatía y la sensibilidad necesaria para
comprender a la otra persona de forma concreta. Potenciar ambas cosas, lo abstracto y lo
concreto, tanto en hombres como en mujeres permitiría una relación equilibrada entre
individuo y mundo social, sin condicionamientos de género en lo que la relación con el
otro y consigo mismo/a se refiere.
Nos unimos a Fombuena cuando dice que el debate entre Kohlberg y Gilligan no
supone la existencia de una ética femenina, específica, diferente a la ética masculina. No
se trata de plantear un enfrentamiento entre la ética y la vida buena, entre lo público y lo
privado, lo imperativo y lo voluntario. Se trata de enfatizar la importancia imperativa del
vínculo afectivo, de comprender que las relaciones humanas son todas relaciones de
dependencia, siempre frágiles y discontinuas. Estas relaciones son fundamentales para la
adquisición de las competencias éticas y para convertirnos en seres humanos autónomos.
La mayor aportación de Gilligan está en dar cuenta de que existe otra posibilidad de
enfocar el desarrollo moral. (Fombuena, 2006:105)
Koggel y Orme (2010) explican cómo el desafío que Gilligan hizo a la teoría de la
moral dominante ha tenido amplias repercusiones y ha sido la base para construir un
cuerpo teórico fuerte que ha influido tanto en la teoría como en la práctica y en una
variedad de ámbitos y contextos, algunos debates se centraron en la medida en que la
ética del cuidado es una ética feminista (Held, 1995; Koehn 1998) que tiene que ver
predominantemente con las relaciones interpersonales de cuidado (Noddings, 1984) y las
instituciones que se basan en ellas. Otros teóricos ampliaron el debate a la esfera
política (Tronto, 1993; Sevenhuijsen 1998, Robinson 1999), o exploraron las
intersecciones entre ellas y la posible integración del cuidado y la justicia en las
4
relaciones internacionales y el contexto mundial (Held, 2006) (Koggel y Orme,
2010:109)2
Su aplicación se extiende ahora desde la moral a la esfera política, desde lo
personal hasta las relaciones públicas, de lo local a lo global, de los virtudes y valores
femeninos a los feministas y de las cuestiones de género a las cuestiones del poder y la
opresión en general.3 (Koggel & Orme, 2010:109-110)
En el desarrollo de las/os teóricas/os del cuidado está presente la idea de que las
personas no son entes aislados y abstractos como las podría describir la teoría liberal
tradicional, sino que son fundamentalmente relacionales e interdependientes. Y ponen de
manifiesto que esta pertenencia a redes de relaciones se intersecta en varios niveles de lo
personal y lo politico en maneras que dan forma a las vidas de las personas, así como a
los valores, las practicas, las politicas y las instituciones que les afectan.
Los trabajos desarrollados desde diferentes perspectivas feministas coinciden al
poner de manifiesto las limitaciones de la construcción teórica liberal del yo, la
autonomía, la justicia y la igualdad volviendo a concebir estos conceptos en terminos
relacionales. Como resultado tenemos la conceptualización de nuevas teorías, políticas y
estructuras, una intersección de la ética y el bienestar social entendido de forma amplia.
Koggel & Orme (2010) señalan que las reflexiones, críticas y ampliaciones de los
primeros trabajos centrados en aspectos más concretos de los individuos, actualmente se
hacen atendiendo a temas serios y urgentes en un contexto global, es decir, de una mirada
microsocial de las aplicaciones de la ética del cuidado se esta pasando a una mirada
macrosocial de las mismas, pues el contexto global resalta las características mas
importantes de la dependencia y la interdependencia que eran primordiales desde el
comienzo cuando Gilligan tomo las relaciones y la atención a las necesidades de las/os
2
Traducción propia
3
Traducción propia.
5
otras/os, como un tema central del razonamiento moral que sustentaba la ética del
cuidado. (2010:111)4
La exploración bibliográfica realizada para la elaboración de esta investigación ha
permitido observar un desarrollo teórico y práctico de la ética del cuidado para una
variedad de temas y contextos, explorando la relevancia de la ética del cuidado en
asuntos actuales que van desde el terrorismo, la violencia de genero, el cuidado de la
salud y la bioética; a preocupaciones globales como las leyes internacionales, la
globalización económica, la pobreza, y la crisis económica global.
En este articulo nos centraremos en el desarrollo de la ética del cuidado y la ética
de la justicia como base para que el cuidado sea una práctica democrática, pues una
ciudadanía democrática debe garantizar el acceso en equidad al dar y recibir cuidado. Si
dejamos el cuidado como una práctica y un debe de una sola parte de la población
(generalmente las mujeres) estamos dejando a la otra parte (generalmente a los hombres)
sin la posibilidad de desarrollar las competencias y habilidades que comprenden la ética
del cuidado para unos y la ética de la justicia para otras.
POLÍTICA Y ÉTICA DEL CUIDADO.
El interés por lo particular y concreto ha sido visto como un defecto de la ética del
cuidado por algunas/os autoras/es como Alison Jaggar (1995:94-95) quien opina que la
atención a la especificidad y la particularidad de las necesidades del otro desvía la
atención de rasgos generales como las instituciones sociales, pues se toman las
necesidades como dadas en vez de analizar el origen de las mismas o el por qué no están
satisfechas. Para ella un sujeto puede centrarse o en las características concretas de una
situación o bien en las causas estructurales que las determinan.
No estamos de acuerdo con el punto de vista de Jaggar, pues el valor de la
perspectiva que algunas profesiones como el trabajo social tienen de los asuntos sociales
donde intervienen, es precisamente la capacidad de observar a los individuos, grupos,
4
Traducción propia.
6
familias y comunidades a las que acompaña desde una mirada holística para que éstas
puedan ver las implicaciones especificas de sus necesidades al tiempo que, desde una
enfoque crítico, pueden hacerse concientes de las implicaciones estructurales de su
situación.
Ahora bien, bajo nuestro punto de vista es importante la aportación de Jaggar pues
sirve como recordatorio sobre como una práctica puramente asistencial que se dedique
únicamente a atender las necesidades individuales inmediatas de alimento, resguardo,
consuelo o compañía es probable que distraiga la atención del escrutinio moral de las
estructuras sociales que crean esas necesidades o las dejan insatisfechas. Como se puede
leer en el discurso de Alison Jaggar, (1995:196-197) la práctica puede quedar reducida a
lo que se conoce como soluciones de parche a los problemas sociales más que esfuerzos
por resolverlos institucionalmente o prevenir que ocurran a través de cambios sociales.
Fiona Robinson desde una tesis contraria a la de Jaggar afirma que la ética del
cuidado en la política, se extiende del ámbito de lo personal al ámbito político, y de ahí
al contexto global de la vida social. Propone una ética del cuidado crítica, que dé pistas
a la naturaleza moral de las decisiones políticas y lleve al debate de la ética económica,
las relaciones internacionales, más allá de sus estrechas fronteras (Robinson,1999:2
citado en Arias, 2007:33)
Robinson (2010) utiliza la crisis económica global actual como una oportunidad
para desafiar y repensar el paradigma liberal y neoliberal que ha dominado la teoría
política internacional. Desafiando el individualismo del liberalismo, la autora utiliza la
comprensión de la relacionalidad, la interdependencia y la responsabilidad hacia los/as
otros/as para esbozar una teoría de política internacional del cuidado.
El resultado es una teoría política del cuidado que es capaz de poner de manifiesto
las implicaciones de género y de raza del cuidado proporcionando soluciones a las
necesidades reales de otros en un contexto postcolonial5 formado por una política
económica global.
5
La teoría postcolonial, trata de un conjunto de teorías que lidian con el legado de la colonización
británica y francesa durante el siglo XIX o española y portuguesa desde el siglo XVI hasta el XIX analiza
7
Al observar las políticas económicas mundiales y sus efectos sobre las personas
en contextos específicos, pueden ilustrar como las éticas del cuidado pueden prevenir las
trampas de la política actual y prevén nuevas políticas y estructuras. Compartimos las
palabras de Robinson cuando dice que la relacionalidad e interdependencia y las
responsabilidades al respeto y prácticas de cuidado que surgen de ella, son aspectos
fundamentales de la vida moral y los lugares de contestación política que han sido
sistemáticamente atropellados y ocultados bajo el liberalismo. (Robinson, 2010:132)
Es un desafío para el individualismo del liberalismo la incorporación de la
perspectiva del cuidado a la política internacional evidenciando la responsabilidad y las
prácticas de cuidado que sostienen no solo en el día a día de las personas, sino en la
totalidad de la vida social en sus familias nucleares y extensas.
La perspectiva de la ética del cuidado evita construir a las personas, grupos o
estados como “victimas” o “guardianes”, desde nuestro punto de vista hacerlo de este
modo favorece precisamente la igualdad y la autonomía. A través de esta mirada la
igualdad no significará idénticos/as, el énfasis estará en garantizar que todas las
personas sean capaces de dar y recibir cuidado adecuado a sus necesidades, tal como se
definen en el contexto de las relaciones particulares y las comunidades. Además, al
demostrar la naturaleza sensible al género y la raza del cuidado en el mundo
contemporáneo – desde el nivel del hogar hasta el trasnacional – una teoría política
internacional del cuidado desafía nuestras premisas asumidas sobre la “dependencia”
en la política mundial, y abre espacios para interrogar políticamente no sólo el género
sino también la raza y otros aspectos de desigualdad en la economía política global.
(Robinson:2010:132))6
los efectos del conocimiento producido en los países colonizadores sobre los países colonizados, o sus
habitantes trata muchos aspectos de las sociedades que han sufrido el colonialismo: el dilema de constituir
una identidad nacional en la que se observa la perpetuación de las imágenes de los colonizados como seres
inferiores.
6
Traducción propia.
8
La ética del cuidado debe ser puesta en su contexto moral y político, solamente si
vemos el cuidado como una idea política que seremos capaces de desafiar las
convenciones que actualmente tiene el cuidado. El cuidado puede entenderse de forma
amplia de tal manera que recoja todo lo que hacemos para mantener, reproducir y reparar
nuestro mundo de tal manera que podamos vivir en el de la mejor manera posible. Ese
mundo incluirá nuestro “yo”, nuestro cuerpo y nuestra mente. (Featherstone, 2010: 76)
Tronto recoge cuatro fases analiticamente separadas pero interconectadas:
•
Preocuparse por otros/as.
•
El cuidar a otros/as.
•
El dar cuidado.
•
El recibir cuidado.
Estas cuatro fases analíticas genera cuatro elementos éticos que deberán
articularse como un todo, lo que supone conocer el contexto donde se desarrolla el
proceso del cuidado y hacer un análisis crítico de las necesidades conflictivas en un
contexto social, político y personal (Banks, 2009:103-105)
•
La atención: esta característica del cuidado tiene que ver con la capacidad
de darse cuenta de las necesidades de la otra persona, de tal manera que se
empatice con sus necesidades y puntos de vista.
•
La responsabilidad: este elemento del cuidado supone asumir la
responsabilidad del cuidado con un conjunto de prácticas y normas
culturales implícitas más que un grupo de reglas formales.
•
La competencia: se refiere al trabajo que es necesario hacer, es la
habilidad de la persona respecto a las necesidades de cuidado del otro/a.
Además de las habilidades técnicas, la competencia es una dimension
moral del cuidado que evita de la indiferencia de aquellas personas que
quieran hacer una tarea de cuidado sin involucararse. La competencia
deberá hacer parte de la ética profesional.
•
La receptividad: esta cáracteristica tiene que ver con la respuesta que da la
persona cuidada con respecto al cuidado con el fin de mantener un balance
entre las necesidades de quienes proporcionan el cuidado y quienes lo
9
reciben. La receptividad supone escuchar la posición del otro/a tal y como
el/ella la expresa.
Para Tronto tener en cuenta el contexto social, político y personal es muy
importante pues ella quiere desarrollar el cuidado como un ideal político basado en la
noción de que todos los seres humanos necesitamos cuidado, desafiando así la separación
entre la espera pública y privada. (Banks, 2009:106)
ÉTICA DEL CUIDADO Y CONSTRUCCIÓN DE NUEVAS CIUDADANÍAS.
Cortés y Parra exponen que los distintos agentes de socialización política (familia,
la escuela, el grupo de pares, medios de comunicación) generan claves diferenciadas
para hombres y para mujeres y que para construir una democracia real los valores del
cuidado y la responsabilidad deben dejar de ser exclusivos de la socialización de las
mujeres.
Para estas autoras la moral femenina se verá marcada por una socialización
centrada en el apego –pues hace una identificación con la madre- lo que le genera
dificultades para la individuación. Por el contrario, la moral masculina se verá
influenciada por el distanciamiento que el niño debe hacer de su madre, por lo que busca
independencia y autonomía. Estas diferencias en el desarrollo moral se transforman en
diferencias en las formas y estilos de participación en la vida pública y en el ejercicio del
poder, es decir, diferencias en el proceso de socialización política. (Cortés y Parra,
2009:207)
Cortés y Parra (2009:207) realizaron una investigación con mujeres líderes de
diferentes sectores de participación social de Bogotá y analizaron que los estilos de las
mujeres eran más horizontales, afectivos y altruistas, mientras que los hombres eran
percibidos como más autoritarios e individualistas.
Un análisis, desde la mirada de la ética del cuidado, sobre cómo los diferentes
agentes de la socialización (familia, medios de comunicación, escuela) influyen de
manera distinta en los procesos de socialización política de hombres y mujeres, les
10
permitió evidenciar ciudadanías diferenciadas en hombres y mujeres, pues las mujeres en
el desempeño de roles tradicionales de género construyen subjetividades políticas
diferentes a las de los hombres.
Para Cortés y Parra una nueva ciudadanía pasa por educar en la ética del cuidado
y la ética de la justicia para construir una sociedad en igualdad y equidad, dejando de
invisibilizar el cuidado que se da y se recibe en el ámbito privado y no remunerado, y
revalorizando el cuidado que se da y recibe en el ámbito público.
Si desde una ética del cuidado se busca el bienestar de los demás, se estaría
pensando como un derecho el bienestar de todos los excluidos.
Por tanto, sería
necesario que la ética de la justicia tome en cuenta los valores de la ética del cuidado, y
a su vez, esta última, se encamine a lograr una igualdad y justicia como ideales
democráticos, para no convertirse en más que en una relación de dependencia y
explotación (Cortes y Parra, 2009:211)
El cuidado debe ser visto como una práctica democrática y la ciudadanía
democrática debería garantizar a todas las personas un acceso igual al dar y al recibir
cuidado, debemos re-enfocar las normas de igualdad y el acceso a las prestaciones
públicas, de tal forma que cumplan los estándares básicos de la justicia social. Esta es
una herramienta muy importante para contrarrestar la tendencia a contraponer la ética de
la justicia y la ética del cuidado (Featherstone, 2010: 78) Esto refuerza nuestra postura de
unir ambas perspectivas éticas.
La vinculación entre el cuidado los derechos humanos que realiza Arias (2007)
pone de manifiesto la complejidad del cuidado como función social y estatal. Le
preocupa la pérdida de los saberes populares del cuidado y la preocupación por el otro y
la manera en que los Estados, cada vez más influidos por corrientes neoliberales, están
desmantelando sus funciones sociales, privatizando el aseguramiento de los mínimos
vitales que debería garantizar a la sociedad.
Esta dinámica ha generado un retroceso en la vigencia de los derechos sociales,
y económicos en particular, en medio de un amplio panorama de condiciones sociales
inequitativas, enmarcadas por un Estado neoliberal y una economía global, que se
11
pliegan a los imperativos del dinero y el poder burocrático, y a una ciudadanía
individualista, débil y periférica, conforme a la sociedad centrada en el consumo, la
acumulación y la competitividad. A esto se agrega la indolencia, la alta vulnerabilidad
social, la feminización del trabajo7, la doble jornada, la incertidumbre laboral, la crisis
de las instituciones y el debilitamiento de las funciones estatales del cuidado. (Arias,
2007:32)
Compartimos con la autora que, la intervención social desde los derechos
humanos debe resignificar el cuidado ampliando su dimensión ética, alimentando la ética
del cuidado como una práctica social y una necesidad de resistencia ante la indolencia8 e
incorporar con mayor conciencia, dominio y fuerza, en la investigación, diagnóstico,
orientación, formación, gestión social, y organización y participación, procesos propios
de la intervención social, la perspectiva ético-política del cuidado y los derechos
humanos. Así mismo, debe incorporar en las políticas públicas el enfoque del cuidado argumentado desde los derechos humanos- como referente para definir la calidad de la
convivencia y de la prestación de servicios, y como marco de acción colectiva para el
agenciamiento de la participación y la resistencia por una sociedad más justa y solidaria.
(Arias, 2207:35)
Creemos que una visión que incluya la perspectiva de la ética del cuidado y la
ética de la justicia aplicada a la política, en su intento de solucionar los problemas
sociales existentes, permite que no nos quedemos en concebir leyes, como puede pasar si
únicamente actuamos desde una moral de la justicia y los derechos, ya que la moral de la
responsabilidad y el cuidado posibilita dar un paso más para que exista un interés en que
las leyes se apliquen, y que cuando se haga, sea de forma correcta.
La idea de feminización del trabajo y feminización de la pobreza son formas de pensamiento
crítico que intentan señalar la permanencia de estilos de vida creados por sociedades desiguales y
asimétricas, En América Latina, dice Renate Rott, la feminización del trabajo y de la pobreza son conceptos
que ponen en evidencia el estilo de vida de muchas mujeres que deben asumir sobre cargas de trabajo sin el
poder de decisión y sin las condiciones apropiadas. Las mujeres, por ser mujeres, reciben un sueldo menor
que el de los hombres, que en muchos casos ni siquiera alcanza para adquirir la canasta básica de
alimentación.
8
Resistirse ante la indolencia es la invitación que hace Boaventura de Sousa (2003) para que los/as
científicos/as sociales se identificarse con un compromiso emancipatorio, frente a la lectura transversal y
articulada de las formas de poder, derecho y dominación, las cuales se expresan en seis espacios:
doméstico, productivo, comunitario, mercado, ciudadanía y Estado y mundo globalizado
7
12
CONCLUSIONES
Creemos que una ética universal basada exclusivamente en los derechos y que no
tenga en cuenta la percepción de las personas concretas implicadas en los procesos
morales tiene el peligro de convertirse en una moral justa, pero cruel e inhumana. Como
Michael Sanderl sostuvo: a una organización política de la sociedad basada
exclusivamente en el modelo jurídico y procesal de las relaciones humanas le faltaría
cierta solidaridad.
Las teorías feministas no solo han cuestionado el androcentrismo, también han
discutido los análisis que han tomado por universal el reducido mundo de los varones,
heterosexuales, blancos, con recursos económicos y generalmente europeos. Este desafío
ha permitido revalorizar las aportaciones de las otras voces que tampoco eran recogidas
en ese universalismo sustitucionalista.
Con la evolución teórica de la ética del cuidado se han ido agregando otras voces a
los estudios, encontrando que el desarrollo moral que tiene en cuenta la responsabilidad y
el cuidado también esta presente en grupos de personas subordinadas dentro del sistema
político, económico y global actual. En esta línea Tronto (1993) señaló que las mujeres
orientan su desarrollo moral al cuidado, no por su sexo, sino por su posición subordinada.
Un desarrollo moral que incluya el respeto de las diferencias facilitará que las
personas actualmente construidas como “Otros” -“Otras”- no vivan con malestar esa
diferencia, como esta pasando actualmente. Este malestar lleva a algunas personas a
tomar como propias las cualidades viriles socialmente aceptas -pensamiento autónomo,
capacidad de separación y objetividad, toma de decisiones claras bajo el prisma de la
justicia y el derecho, importancia a los objetivos, etc.-, dejando en un segundo plano la
intimidad, las relaciones, importancia al proceso y el cuidado.
En el ámbito público consideramos que también es importante integrar la
universalidad interactiva justa en las instituciones y las políticas pues como dijimos, las
13
personas que viven en sociedad no solo necesitan instituciones, leyes, procedimientos
justos que regulen la convivencia, también necesitan afecto, ayuda, compasión, compañía
y cuidado.
Nuestra propuesta es promover un diálogo entre las personas desde la
comprensión de los argumentos racionales que atiendan el contexto. Creemos que
incorporar ambas perspectivas favorece el proceso necesario para llegar a un consensuar
un punto de vista aceptable por todas las personas.
Somos conscientes de que esto supone un proceso complejo pero suponemos que
a medida de que las personas sean educadas en actitudes propositivas en vez de
competitivas, el tiempo que hasta ahora se ha venido utilizando en demostraciones de
supremacía argumentativa podrá ser utilizado en la consecución de acuerdos en los que la
interacción de las voces incluyendo sus dimensiones internas de todas las personas
implicadas sean tenidas en cuenta. Este ejercicio de diálogo crítico, desde nuestro punto
de vista, es la base para construir y ejercer una ciudadanía activa y crítica que como
consideramos pude ser uno de los objetivos del trabajo social en el momento en el que
asumimos el bienestar social como bien intrínseco de profesiones como el trabajo social.
Creemos que una visión que incluya la perspectiva de la ética del cuidado y la
ética de la justicia aplicada a la política, en su intento de solucionar los problemas
sociales existentes, permite que no nos quedemos en concebir leyes, como puede pasar si
únicamente actuamos desde una moral de la justicia y los derechos, ya que la moral de la
responsabilidad y el cuidado posibilita dar un paso más para que exista un interés en que
las leyes se apliquen, y que cuando se haga, sea de forma correcta.
14
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17
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