1. uab [koyre] - Centro de Lógica, Epistemologia e História da

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CDD: 509
La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad
Científica 1
SERGIO H. MENNA
Centro de Investigaciones
Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC
[email protected]
Cómo tratar la creatividad científica es, quizá, el
principal problema que enfrentan los historiadores
de la ciencia. (Thomas Nickles, 1990:148)
Resumen: El problema de explicar la creatividad científica es uno de los problemas más
importantes de la historia de la ciencia. Mi objetivo en este trabajo es el de analizar y evaluar de
qué modo Alexandre Koyré, uno de los autores más representativos de la historia de la ciencia de la
primera mitad del siglo XX, intenta dar cuenta de este problema. En particular, subrayaré las
virtudes de su programa historiográfico, y haré algunos comentarios críticos acerca de las limitaciones
de su ‘intelectualismo’ estricto en la tarea de reconstruir los procesos de descubrimiento científico.
Palabras-clave: História de la ciência. Creatividad científica.
1. Introducción
El problema de explicar la creatividad científica es uno de los problemas
más difíciles e importantes de la historia de la ciencia. ¿Cómo y cuándo surge una
idea original? ¿A qué científico ‘se le ocurrió’ una nueva idea?; ¿de qué modo la
desarrolló, cómo diseñó experimentos a fin de testearla? ¿Qué instrumental
analítico se requiere para dar cuenta de estas actividades? Todas estas preguntas
requieren de la explicitación de diversos aspectos relacionados con la creatividad
científica.
1 Este trabajo es parte de las actividades desarrolladas en el marco de una beca de
post-doctorado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas al proyecto
“El rol de la metodología de la investigación en la creatividad científica”, y de un subsidio
grupal FONCYT (04-04353).
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El problema de explicar la creatividad científica es, también, uno de sus
problemas más antiguos y persistentes de la historia de la ciencia. A lo largo de la
historia de esta disciplina, y principalmente a partir del siglo XVII, pueden encontrarse, en diversos textos de carácter histórico, intentos por describir la tarea
creativa de los científicos (cfr. Hodgen, 1943). Pero una narración o un conjunto
de anécdotas no constituye una explicación histórica, una clarificación racional de lo
que de hecho aconteció. Esta clase de tarea comenzó a ser realizada a comienzos
del siglo XX, con la formulación de los primeros programas historiográficos
maduros, entre los que se cuentan el ‘positivismo’ de Sarton, el ‘sociologismo’ de
Merton y el ‘intelectualismo’ de Koyré.
El objetivo de este trabajo es el de analizar la obra de Alexandre Koyré, y
evaluar de qué modo este autor, uno de los más representativos de la historia de la
ciencia profesional, intenta dar cuenta del problema de la creatividad científica.
A fin de alcanzar el objetivo planteado, en el punto (2) de este trabajo
confrontaré la propuesta de Koyré con la de los principales programas rivales de
su época, y formularé sus principios historiográficos más importantes. En el punto
(3) expondré la reconstrucción histórica que el propio Koyré hace del origen de la
ciencia moderna en función de la aplicación de estos principios. En el punto (4)
presentaré algunos comentarios críticos acerca del alcance y los límites de su
propuesta, especialmente en los aspectos referidos a la explicación de la etapa
inicial de investigación, del contexto de descubrimiento, invención o concepción
original de una idea científica, contexto típico y más complejo de la creatividad
científica. Por último, en el punto (5) haré algunos comentarios finales sobre la
importancia de la obra de Koyré para la historia de la ciencia.
2. La historia de la ciencia de Koyré
Alexandre Koyré (1892-1964) fué el principal responsable del inicio de lo
que se ha concebido como una “revolución historiográfica” en los estudios sobre
la ciencia (cfr., p.ej., Kuhn, 1970). Koyré introdujo sus principios historiográficos
intelectualistas en el contexto de disputa de explicaciones sociologistas y
positivistas. La época en que difunde varios de sus artículos, es la misma en la que
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R. K. Merton publica su Science, Technology and Society in Seventeenth Century England
(1938) – texto paradigmático del análisis sociológico –, y Hans Reichenbach su
Experience and Prediction (1938) – texto que con su distinción entre ‘contexto de
descubrimiento/contexto de justificación’ da legitimación filosófica a los análisis
(filosóficos e históricos) positivistas. El impacto de estas perspectivas interpretativas, está relacionado con el surgimiento de las primeras cátedras de historia de
la ciencia. De hecho, Redondi (1987) entiende que 1938 puede ser propuesta
como la fecha simbólica del nacimiento de la historia contemporánea de la ciencia, y
Shapin (1992) subraya que en este período surge la historia académica de la ciencia.
El denominado ‘intelectualismo’ de Koyré se caracteriza por incorporar
entidades teóricas en la explicación histórica (cfr. Solís, 1984:22). Es el poder
causal de las ideas lo que da cuenta del desarrollo y el cambio científico. No la
acumulación de hechos (y la generalización de hechos en leyes, y la agrupación de
leyes en teorías) como afirma Sarton, o la influencia de factores sociales como
pretende Merton. Frente a las reconstrucciones positivistas, las cuales siguen el
ideal baconiano de narrar el camino directo de la mente a la verdad, Koyré
entiende que no existe un único camino, y que los que existen ni siquiera son
directos, ya que avanzan superando obstáculos conceptuales. Frente a las reconstrucciones sociológicas, las cuales sostienen que los ‘caminos’ científicos son
transitados porque hay condiciones, motivaciones y fuerzas externas que lo
posibilitan, Koyré asegura que las principales fuerzas motoras de la empresa científica son los “sistemas intelectuales”. Según afirma, las causas sociales y técnicas
“no son más que aspectos concomitantes y expresión de un proceso más profundo y fundamental” ([1957]:6). En otras palabras, que el elemento causal reside
en la cosmovisión de cada época.
A fin de presentar con más detalle su programa historiográfico, me ocuparé
de sus principios metodológicos – los cuales están presentes, implícita o explícitamente, en la mayoría de sus libros y artículos. Trataré de exponer brevemente los
principales, esperando que la rigidez que la síntesis y el esquematismo imponen no
opaque la riqueza dinámica que estos principios contienen.
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Holismo intelectual 2 . El intelecto humano conforma una unidad. El pensamiento, interpretado como un sistema, implica una cosmovisión, una
concepción del mundo (cfr. [1951]). Un corolario de este principio es que
cada forma particular de pensamiento no se desarrolla de modo independiente. El
pensamiento científico, por ejemplo, evoluciona dentro de un marco de
ideas “trans-científicas”: filosóficas, religiosas y metafísicas. Por lo tanto, su
estudio implica el análisis de la red completa de creencias, actitudes y
modos de razonamiento del sistema intelectual al que pertenece. “No se
comprende verdaderamente la obra del astrónomo ni la del matemático” –
comenta Koyré – “si no se la ve imbuida del pensamiento del filósofo y del
teólogo” ([1951]:5). Para comprender a Copérnico hay que comprender a
Boheme; para entender a Newton hay que interesarse tanto por su
pensamiento matemático como por su pensamiento religioso.
De acuerdo a Koyré, esta convicción metodológica fue utilizada por
él como un fecundo “principio de investigación” (op. cit.:4). Este principio historiográfico está estrechamente relacionado con un consistente sistema de
‘convicciones’ metodológicas:
Discontinuismo intelectual. No hay desarrollo continuo del conocimiento, sino
“mutaciones”, saltos de una cosmovisión a otra, de un sistema intelectual a
otro (cfr., p.ej., [1939]:I). Conservo el término ‘mutación’ pues es el más
empleado por Koyré. Pero este término no debe ser interpretado en su
habitual sentido evolucionista. Con él, Koyré pretende significar el cambio
de un ‘mundo’ a otro, pero no pretende cualificar el cambio, ni explicar cuales
son sus causas.
Causalismo intelectual. Para Koyré, las ideas trans-científicas son “fuerzas conductoras” en el desarrollo del pensamiento científico (cfr. [1954]). Aunque
él no distingue explícitamente etapas en este desarrollo – tarea analítica
2 Tomo esta conceptualización de Solís (1984). Las que siguen, empleadas a fin de
sintetizar cada principio historiográfico, me pertenecen.
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quizá contraria a la naturaleza holista de su programa –, por razones expositivas creo importante realizar tal distinción:
El rol causal de las ideas trans-científicas en el descubrimiento o invención de ideas
científicas. Las ideas filosóficas son “fuentes de inspiración” en la construcción de teorías científicas (cfr. ibid.). “La geometrización del espacio”, por
ejemplo, “permitió la invención de la ley de inercia” ([1939]:5).
El rol causal de las ideas trans-científicas en el desarrollo o prosecución de ideas
científicas. Una vez alcanzada una idea científica, ésta debe ser desarrollada y
conceptualizada. Esta también es una tarea creativa. A la “profunda mente
filosófica” de Newton, dice Koyré, debemos “la formulación” de las leyes
fundamentales del movimiento (cfr. 1965:3-4). “No su descubrimiento”,
aclara de inmediato, el cual tiene que ser adjudicado a Galileo y Descartes
(cfr. ibid.).
El rol causal de las ideas trans-científicas en la justificación o aceptación de ideas
científicas. Las razones en favor o en contra de la aceptación de teorías
científicas no pueden reducirse a la lógica y el experimento, sino que
también dependen de otras “razonables razones”, tales como “valores notécnicos” y “background filosófico” (cfr. [1954]). “La historia del pensamiento científico no es enteramente lógica. Por eso, para comprender su
evolución hay que tener en cuenta factores extra-lógicos” ([1951b]:83).
Reconstruccionismo histórico amplio. Tal como se deriva del principio anterior, al
ocuparse de un episodio científico Koyré se interesa en hacer una
reconstrucción histórica de toda la actividad científica involucrada en el
mismo. Es decir: su análisis no se limita a los aspectos evaluativos de
aceptación o justificación de teorías – los más priorizados por filósofos
tanto como por historiadores de la ciencia –; también intenta extenderse a
los aspectos creativos de desarrollo o prosecución y de descubrimiento o
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invención. “La historia del pensamiento científico, tal como yo la entiendo
y practico”, afirma, “tiende a captar el camino seguido por ese pensamiento
en el movimiento mismo de su actividad creadora” ([1951]:7).
Contextualismo analítico. Al explicar la ciencia (y la técnica) de cualquier
época, las obras analizadas deben ser estudiadas y comprendidas en el
contexto intelectual y espiritual al que pertenecen. El pensamiento matemático de
Bonaventura Cavalieri, por ejemplo, quien según Koyré goza de “una bien
establecida reputación de oscuridad a toda prueba”, sólo puede ser
comprendido si hacemos el esfuerzo de familiarizarnos con su estilo de
escritura y de pensamiento (cfr. [1954b]).
Fidelidad en la traducción y en la interpretación. Este análisis contextual debe
centrarse en los términos en los que cada civilización formuló a la ciencia de su tiempo,
y no debe ‘traducirlos’ al lenguaje técnico actual (Koyré admite que el
imperativo de transmitir a los lectores un lenguaje que no es el suyo y una
forma de pensamiento que les resulta ajena, expone al historiador al doble
riesgo de hacer al autor incomprensible o al de traicionarlo (cfr. [1943]b)).
Objetividad valorativa. De acuerdo a Koyré, cada generación de historiadores
tiende a reconstruir el pasado a partir de sus propios valores; “por eso la
historia se renueva y por eso nada cambia más deprisa que el inmutable
pasado” ([1963]:379). Advertidos de esto, debemos tener en cuenta la
valoración que de un determinado autor tuvieron sus propios contemporáneos, no juzgarlo desde nuestra situación histórica. Gassendi, por
ejemplo, no ocupa un lugar importante en la historia de la ciencia actual, a
pesar de haber sido considerado como un gran sabio en su época (cfr.
[1955]).
Valoración democrática. Hay que estudiar a autores que la posteridad valoró
como ‘importantes’ tanto como a autores que hoy se consideran poco
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relevantes. Descartes, y también Beeckman. Galileo, pero también Tartaglia
o Benedetti, o Gassendi, o Joseph Raphson (autores ‘menores’ a los que
Koyré les dedica artículos en sus [1957] y [1973]).
Simetría valorativa. Además de estudiar los resultados exitosos de la práctica
científica, también hay que ocuparse de los errores y fracasos (cfr. [1951]). Si
bien los descubrimientos simultáneos son importantes, y reveladores de
ideas motoras compartidas, los errores simultáneos son incluso más instructivos, ya que “nos permiten apreciar y comprender la marcha secreta [del]
pensamiento” ([1939]:75) 3 . La cosmovisión posibilita y a menudo obstaculiza
el desarrollo de la ciencia. Empleando la terminología de Boring ([1954]): el
Zeitgeist cumple un rol dual en la actividad científica.
Interpretación empática. Este estudio contextual, fiel, objetivo, ‘democrático’ y
simétrico, implica capacidad empática, supone comprender las razones de
un autor dentro de su propio ámbito de comprensión y de interrelación. El
historiador debe ponerse en la situación del personaje histórico que analiza, sin
extrapolar anacrónicamente sus creencias, supuestos y valores. Más que
saber lo que ese personaje sabía, esto supone olvidar lo que permite
conocer la perspectiva histórica. (Koyré parece entender, por ejemplo, que
habiendo nosotros soportado crisis culturales, “estamos más capacitados
que nuestros predecesores” para comprender crisis pasadas. Además,
entiende que como ya no vivimos en el mundo de las ideas de autores
pretéritos, estamos en condiciones de considerarlas desde dentro y desde
fuera de su trama cognitiva (cfr. [1951])).
3 Los ‘errores’ en los que hace hincapié Koyré no son los errores producto de
‘distracciones’ o ‘inadvertencias’, sino aquellos que no serían considerados como tales por el
científico ‘atento’ que los cometió, errores que revelan la presencia subyacente de un
entramado causal de ideas (cfr. [1939]:II).
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Holismo textual. Koyré incorporó a la historia de la ciencia la idea de que todo
es texto: literatura teológica, escritos místicos, libros de filosofía política, etc.
(cfr. Redondi, 1987).
Estos son los principales principios historiográficos de Koyré. En lo que resta del
trabajo, trataré de reflejar las virtudes y limitaciones reconstructivas de los mismos,
especialmente, de los aspectos creativos de la práctica científica. Con esta finalidad, en el próximo apartado mostraré su aplicación al análisis de la revolución
científica de siglo XVII, y contrastaré esta reconstrucción con las que ofrecen sus
programas historiográficos rivales.
3. Un ejemplo de análisis historiográfico koyreano: el surgimiento de la
ciencia moderna
El surgimiento de la ciencia moderna es uno de los eventos históricos más
apropiado para ser analizado con los principios de Koyré. Es bien conocida la
enorme divergencia de opiniones y de interpretaciones, por parte de los estudiosos
de este período, respecto de si la ciencia de los siglos XVI y XVII fue el resultado de
una evolución o de una revolución, y, en este último caso, respecto de cuándo comenzó la
misma, de cuáles fueron sus características distintivas, y, fundamentalmente, de cuáles
fueron sus causas.
De acuerdo a Koyré, realmente hubo una revolución científica en la modernidad; más
precisamente, una revolución “teórica” (discontinuismo intelectual). Esta revolución es
para Koyré una de las “mutaciones” intelectuales más importantes desde la
invención del Cosmos por los griegos, y es de la que más se ocupa en sus trabajos
(cfr., p.ej., [1939]:I y 1965). Esta no fue sólo una revolución en la ciencia, sino en
todo el pensamiento (holismo intelectual). El nuevo marco teórico emergente se
sintetiza en dos factores estrechamente relacionados: la disolución del Cosmos y la
geometrización del espacio (cfr. [1939]:I). La idea relevante del mismo, ‘el
universo está escrito en lenguaje matemático’, ordena todos los órdenes del
pensamiento (causalismo intelectual). A fin de fundamentar estas afirmaciones, Koyré
realiza un detallado análisis de textos de diversos autores modernos, tanto
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‘importantes’ como ‘menores’, a la vez que ataca a las explicaciones rivales de loque-de-hecho aconteció en la ciencia de los siglos XVI y XVII.
El surgimiento de la ciencia moderna se ha intentado explicar de muy
diversas maneras. Algunos autores han defendido que es el resultado del paso de
una vida contemplativa a una vida activa, de una ciencia contemplativa y estéril a
una scientia activa y operativa, como pretendía Bacon. De acuerdo a Koyré, esta explicación de corte sociologista es insuficiente: la actitud de Galileo, de Descartes, y
de los principales autores del siglo XVII, no es práctica, es principalmente teórica
(cfr. [1939]:I). “El hombre no es sólo un ser de acción”, afirma, “sino también,
e incluso primariamente, un ser de razón ” ([1954]:186-7; el subrayado es mío).
Disponer de tiempo y de comodidades pueden ser condiciones necesarias para el
trabajo de los científicos – es evidente que los factores ‘externos’ favorecen o
dificultan el desarrollo de la ciencia –, pero ni las facilidades materiales ni las
necesidades individuales ni las influencias sociales pueden explicar el cambio
científico. Es posible decir que la satisfacción de x condiciones posibilitaron el
origen a la ciencia moderna, pero esto no explica por qué efectivamente surgió una
ciencia con esas características. “Yo no veo” – dice Koyré – “que la scientia activa
tenga algo que ver con el desarrollo del cálculo [diferencial]” (1965:6). La estructura social de la Inglaterra del siglo XVII no explica los logros de Newton; el
surgimiento de la burguesía no está relacionado con las astronomías copernicana y
kepleriana. La ciencia, insiste Koyré, es esencialmente theoria, búsqueda de la verdad, y tiene una vida propia (cfr. [1963]).
También se ha intentado explicar el origen de la ciencia moderna como el
resultado del surgimiento de un “sentido experiencial y experimental”, como el
triunfo de los sentidos sobre la autoridad de la tradición. Según Koyré, esta explicación de raíz empirista también es incompleta, ya que “la experimentación presupone la existencia previa de un marco teórico que la dirija e interprete” (cfr.
[1939]:I). Los experimentos y observaciones que permitieron la matematización de
la naturaleza fueron una consecuencia del cambio de sistema filosófico, no una
causa. La revolución en astronomía fue independiente de la invención del teles-
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copio; la revolución en física fue independiente de la acumulación de descubrimientos.
Entre quienes enfatizan que el factor condicionante del pensamiento moderno fue el “método experimental”, se encuentran autores como Duhem y
Crombie. Para estos pensadores, el desarrollo experimental del siglo XVII tiene
sus raíces en el pensamiento medieval, razón por la cual debería verse a la ciencia
moderna como el resultado de una evolución continua de la ciencia del medioevo,
y no como el producto de una revolución súbita (social o intelectual). Koyré
comparte las premisas continuistas de estos autores: el desarrollo experimental de
la modernidad no es radicalmente diferente o superior que el de la Edad Media,
pero sin aceptar sus conclusiones evolutivistas: para él, “cambios imperceptibles
desembocan en una diversidad muy clara” ([1930]:9). La revolución científica fue
una ‘revolución teórica’ (cfr. [1956]); “una revolución bien preparada continúa
siendo una revolución” ([1943]:156).
Koyré entiende que, en general, las diferentes teorías acerca de la revolución
científica no están en desacuerdo en los hechos, sino en cuál es la interpretación y
el peso relativo que se les da a los mismos. Por ejemplo, mientras Crombie
fundamenta su interpretación continuista en el hecho de que el método cuantitativo
de la modernidad sólo difiere en grado del método cualitativo de la Edad Media, él
considera que la diferencia entre ambos métodos es de naturaleza (cfr. [1956]).
4. Consideraciones críticas
¿Qué factores están envueltos en el descubrimiento científico?
¿Los factores extra-científicos, en particular los principios
filosóficos y religiosos, juegan algún rol? ¿Cuál es específicamente ese rol? (Job Kozhamthadam, 1994:1)
La aplicación de los principales principios historiográficos de Koyré a casos
concretos de la historia de la ciencia, y su confrontación con los principios de
otros programas metodológicos rivales, revela en ellos virtudes y potencialidades,
así como problemas y limitaciones, principalmente en lo que respecta a su
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capacidad explicativa de los aspectos creativos del pensamiento científico. A
continuación, me ocuparé de estas cuestiones críticas del programa de Koyré.
4.1. El intelectualismo y sus explicaciones racionales
La influencia de la religión... un caso extremo de motivo
no-científico, ... puede ser explicada – y esta explicación
es realmente racional – como una expresión de la
dependencia del científico de la atmósfera intelectual de su
época. Un científico no puede desarrollar sus actividades
científicas totalmente libre de impulsos no-científicos. Como
cualquier hombre, él también está influenciado por el
Zeitgeist o la Weltanschauung de su época. (Karel
Berka, 1995:277-8)
El principal objetivo de Koyré es el de dar explicaciones. Él busca explicar el
surgimiento de la ciencia moderna, la aceptación y el rechazo de teorías, el éxito y
la coincidencia en el éxito, el error y la coincidencia en el error de algunos
científicos. Su modelo explicativo, por supuesto, no es el nomológico-deductivo;
no da cuenta de un evento histórico deduciendo un enunciado que lo describa a
partir de leyes universales adecuadas (en conjunción con condiciones iniciales
pertinentes) 4 . Intenta reducir lo no conocido a lo conocido. Por ejemplo, trata de
dar cuenta del éxito científico mostrando que las ideas trans-científicas funcionan
como principios rectores hacia ese logro final. Simétricamente, pretende hacer
comprensible un error inesperado cometido por algún científico mostrando que
sus ideas trans-científicas bloquean u obstaculizan un camino de investigación que
a nuestros ojos ‘históricamente cargados’ parece evidente y simple de ser recorrido.
Ahora bien: la reconstrucción histórica que hace Koyré – la cual enfatiza el
poder causal de las ideas no científicas –, ¿es una reconstrucción racional ? (Por
supuesto, sólo tiene sentido plantearse esta cuestión dentro de un sistema intelectual
establecido: de acuerdo a Koyré, las ideas trans-científicas – que funcionan como
4 Para una exposición de la aplicación del modelo nomológico-deductivo de Hempel a
la historia de la ciencia, cfr. Kragh ([1987]:VI).
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“fuerzas conductoras” del zigzagueante avance del conocimiento científico –
surgen por saltos conceptuales, por “mutaciones” cuya existencia él postula pero
cuyo origen no intenta explicar). Aunque el propósito de Koyré es el de dar una
“explicación racional” de diferentes eventos científicos ([1966]:75; el subrayado es
mío), no se detiene a fundamentar filosóficamente sus principios; de hecho, oposiciones conceptuales como ‘racional’/‘irracional’ no son parte de su lenguaje. De
todos modos, creo que igual puede intentarse una respuesta.
Tal como insistió Kuhn – quien reconoció la “influencia primordial” de la
obra de Koyré en su pensamiento (cfr. [1962/70]:10) –, la historia de la ciencia
nos enseña que debemos redefinir continuamente la noción de racionalidad 5 . De
acuerdo a lo que vimos hasta aquí, si hemos de redefinir la noción de racionalidad
a fin de que se adapte al marco koyreano, la nueva concepción resultante debe
tener al menos dos características. La primera es que no puede suponer normas
(ideas, principios) eternas y universales, sino normas contextuales, es decir, relativas a los sistemas intelectuales que ellas conforman. La segunda, es que no
puede restringirse a evaluar la interacción de componentes estrictamente ‘científicos’ (tal como hace la historia de la ciencia internalista), sino que debe admitir la
interacción causal de otras clases de componentes, esto es, de normas (contextuales) trans-científicas.
Para alcanzar esto es necesario quebrar la asociación clásica ‘científico ≈
racional’, ya que implica la asociación ‘trans-científico ≈ no-racional’. Esta ruptura
no supone necesariamente un paso al irracionalismo o al anarquismo. La tradición
internalista caracterizó como ‘científico’ a todo lo relacionado con evidencia,
inferencias, razones, etc., y definió como ‘racional’ a todo lo relacionado con esta
caracterización de ‘científico’. Pero, evidentemente, sólo se trata de una cuestión
5 Cfr., por ejemplo, Kuhn ([1971]:91): “La opinión respecto de qué es racional depende
de modo significativo, aunque por supuesto no exclusivamente, de qué se considere
aspectos esenciales del comportamiento científico”.
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de definición; de hecho, es posible encontrar muchas definiciones consistentes de
qué es ‘ciencia’ y de qué es ‘científico’ (cfr., p.ej., Krige y Pestre (1997))6 .
4.2. La función rectora de los sistemas intelectuales
Hay un aspecto del modelo de Koyré que, a mi entender, ha sido poco
desarrollado. Él entiende que “la actividad creadora” del pensamiento científico
dentro de un sistema intelectual puede ser explicada identificando las ideas transcientíficas de ese sistema, y mostrando de qué modo estas ideas conducen (o
entorpecen) la “marcha secreta” del pensamiento científico. Pero si se postula que
cada cosmovisión guía (u obstaculiza) la investigación realizada por quienes forman
parte de ella, ¿cómo es posible explicar de modo consistente el hecho de que un
científico tiene éxito y que otro científico contemporáneo de éste fracasa en su intento
por descubrir una misma ley? La respuesta de Koyré aludiría a que ‘el primero de
ellos tiene una mente con mayor profundidad filosófica y una clara concepción del
método’ – tal su definición de ‘genio’ (cfr., p.e., 1965:3-4). Esto es, postularía que
ese científico tiene una mayor comprensión de las ideas trans-científicas adecuadas
y sabe cómo proceder con ellas. Para analizar este aspecto con más detalle, tracemos una distinción entre ‘ideas trans-científicas universales’ e ‘ideas trans-científicas contextuales’.
Con la expresión ‘ideas trans-científicas universales’ me refiero a aquellas
ideas trans-científicas empleadas en todo tiempo y lugar. Ideas muy generales,
como las de coherencia, simetría, armonía o simplicidad, tienen esta característica.
Koyré las admite en su historiografía. En su ([1956]), por ejemplo, señala la
presencia del ‘principio de uniformidad’ en Aristóteles, Grosseteste y la edad
moderna. Debido a su generalidad, esta clase de ideas, por sí solas, difícilmente
puedan dar una explicación detallada de algún evento científico – pero no son
problemáticas para el aspecto del que nos estamos ocupando, ya que son comLa distinción interno/externo también depende de la definición de ciencia que
adoptemos (cfr., por ejemplo, Lelas, 1985). Para la tradición internalista, la ruptura de la
asociación ‘científico ≈ racional’ conlleva, de hecho, la ruptura de la asociación clásica
‘científico ≈ interno’.
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patibles con la otra clase de ideas mencionada. Por otro lado, en ocasiones estas
ideas pueden ser interpretadas, perdiendo su carácter de universalidad: la idea de
‘armonía’, por ejemplo, puede ser adoptada de diferente modo; como armonía
‘estética’, como armonía ‘matemática’, etc. Esto nos lleva a la siguiente clase de
ideas trans-científicas, las contextuales.
Con la expresión ‘ideas trans-científicas contextuales’, como adelanté en el
punto anterior, aludo a las ideas que, según Koyré, caracterizan a los sistemas
intelectuales. La ‘geometrización del espacio’, por ejemplo, para el sistema de la
ciencia moderna.
Ahora bien; con esta distinción como marco, a modo de ejemplo veamos
de qué modo explica Koyré algunas importantes “etapas de la cosmología científica” (cfr. [1951b]).
Al ocuparse de “la gran revolución que desplazó a la Tierra del centro del
Universo”, Koyré intenta responder a la cuestión de cómo alcanzaron sus diferentes concepciones cosmológicas pensadores como Copérnico, Brahe y Kepler.
Como bien sabemos, desafiando la fuerza de la tradición ptolemaica, Copérnico
puso al Sol como centro de las órbitas (circulares) de los planetas. Como también
sabemos, Kepler mantuvo esta concepción (aunque afirmando que las órbitas
tenían forma elíptica), a diferencia de Tycho Brahe, quien reinstaló a la Tierra en
su antigua posición (aunque ahora concebida como centro inmóvil del Sistema
Solar).
Koyré explica que fue la “búsqueda de coherencia inteligible” lo que llevó a
construir estas teorías (cfr., [1951b]). Dentro del marco general de esta idea
universal, afirma que fueron consideraciones contextuales de armonía “estética”
las que condujeron a Copérnico a colocar al Sol, fuente de luz, como centro
(geométrico) de los demás planetas, y que fueron consideraciones de armonía
“matemática” las que hicieron que Kepler mantuviese al Sol en esa posición, con
el agregado de que éste, “guiado por la idea de explicación causal”, concibió al Sol
como centro físico y dinámico del Sistema Planetario (op. cit.). Por último, entiende
que Tycho rechazó el modelo copernicano debido a que para él la idea de Sol
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La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
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central era contraria a las Sagradas Escrituras (causa religiosa) y debido a que
hallaba convincentes los argumentos contra el movimiento terrestre (causa física).
En su descripción, Koyré supone que Copérnico, Tycho y Kepler, quienes
pertenecen a una misma cosmovisión, y que por lo tanto podrían ser heurísticamente guiados (u obstaculizados) por las mismas ideas contextuales, tomaron sus
decisiones sobre la base de ideas contextuales diferentes (las cuales no son necesariamente compatibles). Kozhamthadam (1994:4), respecto del análisis que hace
Koyré de las innovaciones astronómicas de Kepler, indica que Koyré no tiene en
cuenta a muchas importantes ideas filosóficas de Kepler ni ofrece un estudio
sistemático y detallado del rol preciso de esas ideas en el desarrollo de las leyes
planetarias. También, señala que Koyré no identifica las diferentes creencias religiosas de Kepler. Muchas de estas dificultades no son necesariamente problemáticas, ya que pueden ser adjudicadas a problemas de aplicación de sus principios
historiográficos. De todos modos, Koyré debería acompañar a sus principios con
un marco teórico en donde de cuenta de qué modo distintas ideas contextuales
pueden coincidir, interactuar o colapsar entre sí, de qué modo estas ideas afectan a
las ideas científicas y, quizá, descender a un nivel de ‘ideas particulares’,
idiosincrásicas (conformado, por ejemplo, por ideas metodológicas), para explicar
la preferencia de cada científico particular por diferentes ideas trans-científicas
contextuales.
4.3. La historia intelectual y la creatividad científica
Una importante tarea del historiador de la ciencia es hacer
comprender al lector el desarrollo de nuevas ideas científicas,
nuevas teorías, nuevos modos de mirar el mundo ... ¿Cómo
nos explica un historiador el descubrimiento científico?
¿Existe algo sistemático que se pueda decir sobre cómo los
historiadores deberían dar cuenta del desarrollo de la ciencia?
(Noretta Koertge, 1980:21)
Existe otro aspecto poco preciso y revisable en el modelo historiográfico
de Koyré. Tal como señalé al comienzo, com su reconstruccionismo amplio Koyré
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Sergio H. Menna
pretende abarcar todo el proceso de construcción de hipótesis; esto es, tanto el de
justificación como el de prosecución y el de descubrimiento de las mismas.
Respecto a esta cuestión – tal como se deriva de su debate con Needham (cfr. los
artículos de ambos autores en Crombie (ed.) 1963) –, él entiende que los factores
externos sólo pueden funcionar como componentes condicionales o, en todo
caso, motivacionales, pero no como causas reales de construcción de teorías. Creo
que esto es evidente respecto de las primeras etapas de construcción, es decir, de
las más ‘creativas’. Incluso el externalista Merton entiende que los descubrimientos “son en gran medida independientes” de factores externos (citado en
Shapin, 1992:337). Es posible sostener que, en algunas ocasiones, los factores
externos tienen fuerza causal en la aceptación o el rechazo de teorías (hay muchos
ejemplos de (pseudo) teorías que incluso a pesar de contar con fuerte evidencia en
contra son aceptadas por motivos ideológicos o políticos), ¿pero cómo podrían
estos factores haber influido de modo eficaz en su descubrimiento (o, en el caso
de las pseudo-teorías mencionadas, de su ‘pseudo-descubrimiento’ ) ? 7
Rechazando un rol causal para los factores sociales en la construcción de
teorías, Koyré atribuye este rol a factores intelectuales, a las ideas trans-científicas.
Para mencionar afirmaciones ya citadas: las ideas filosóficas son “fuentes de
inspiración” (cfr. [1954]); “la geometrización del espacio permitió la invención de
la ley de inercia” ([1939]:5). Comparto el convencimiento de Koyré en que ideas
de esta clase cumplen un papel constructivo heurísticamente importante, pero
creo que no son suficientes para dar una explicación acabada del fenómeno creativo
del descubrimiento científico. Y esto por razones similares a aquellas por las que
Koyré cuestiona la explicación externalista: un científico motivado y con facilidades de trabajo, incluso con las ideas trans-científicas apropiadas, no necesariamente alcanza su objetivo epistémico.
7 Al contraponer ‘descubrimiento’ a ‘pseudo-descubrimiento’, lo hago desde nuestro
horizonte falibilista, inductivamente pesimista, advertido de la fragilidad y provisoriedad
epistémica de cualquier logro cognitivo. Todo descubrimiento, por supuesto, nace refutado.
Pero a un pseudo-descubrimiento o a un fraude ‘cientifico’ se le niega – o incluso se le
retira – su certificado de nacimiento.
Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 14, n. 1, p. 159-186, jan.-jun. 2004.
La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
175
Más que una explicación insatisfactoria, la explicación ofrecida por Koyré
es incompleta. Él utiliza sus principios historiográficos para explicar el desarrollo y
la aceptación de hipótesis, y el fracaso en los intentos por descubrir. Pero emplea
el mismo modelo explicativo para dar cuenta del descubrimiento exitoso de hipótesis – esto es, de la invención o generación original de leyes o teorías que luego
serán aceptadas. Esta simetría es loable, pero si bien sus principios parecen ser
suficientes para dar cuenta de la prosecución, la aceptación y el error, no lo son
para dar cuenta de la creación y la novedad. En los términos estrictamente
intelectualistas de Koyré, la explicación de los aspectos creativos de la ciencia no
puede ser paralela a la de los aspectos evaluativos.
Aparentemente, Koyré entiende que cualquier científico con una “profunda mente filosófica” 8 , guiado por ideas trans-científicas heurísticamente fértiles,
alcanzará su objetivo cognitivo (en ocasiones, luchando contra obstáculos transcientíficos incorrectos): “si Copérnico no se detuvo en el estadio tycho-brahiano ...
fue por una razón de estética o de metafísica, por consideraciones de armonía”
([1951b]:83). Aunque advierte que este objetivo no es fácil de ser alcanzado – “el
principio de inercia no salió ya elaborado del pensamiento de Descartes o de
Galileo como Atenea de la cabeza de Zeus; ... requirió de un largo y penoso
trabajo mental” ([1939]:152) –, Koyré parece suponer que las ideas adecuadas
conforman “fuerzas conductoras” suficientes para construirlo.
Pero no es así, tal como la ficción y la ciencia pueden ilustrarlo. En las
historias de Conan Doyle, por ejemplo, Watson era un hombre racional, que
compartía la cosmovisión de Sherlock Holmes, y que tenía acceso al universo de
8 Dice Koyré (1965:3-4): “debemos al insight y al genio experimental de Newton... [la
formulación de varias teorías científicas]; esto es, a su profunda mente filosófica ... junto con una
clara concepción del método y del significado de la indagación científica” (el subrayado me
pertenece). El hecho de que Koyré complemente a la captación de las ideas trans-científicas
adecuadas con el método científico es importante. Sin embargo, no incorporo este factor a
mi análisis de este punto porque, como veremos más adelante, Koyré entiende que hay
‘método’ sólo en las etapas de desarrollo (y evaluación) de las teorías, no en la típica etapa
creativa de descubrimiento o invención, la etapa de concepción inicial de una ley o teoría
– etapa de la que aquí me estoy ocupando.
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indicios del famoso detective. Sin embargo, aunque era capaz de ponderar y
aceptar las hipótesis razonables que Holmes proponía como elementales – en
otras palabras, aunque tenía una ‘profunda mente’ detectivesca como para entender los razonamientos de Holmes y asentir a sus explicaciones –, no era igualmente capaz de construirlas. Paralelamente, la observación de la práctica científica
nos enseña que aunque son muchos los científicos que investigan en una misma
dirección, son muy pocos los que realmente tienen éxito. Los descubrimientos
simultáneos, frecuentes pero no sistemáticos, constituyen una evidencia plausible,
tanto de la presencia causal como de la insuficiencia causal de las ideas trans-científicas.
A mi entender, el problema principal de la explicación de Koyré es que no
contempla adecuadamente a otras dos clases de factores que, además de los
factores sociales y los trans-científicos, también entran en juego en los procesos
iniciales de construcción de hipótesis. Me refiero, en primer lugar, a los factores
internos – es decir, los componentes estrictamente científicos (en la concepción
estándar de ‘científico’) –, factores clásicos de las explicaciones empiristas. En segundo lugar, a factores como la suerte y el azar, factores clásicos en las narraciones
irracionalistas.
Veamos con más detenimiento a qué hago referencia al señalar que el
modelo de Koyré no da lugar a los factores internos estándar, tales como la
evidencia y las reglas de inferencia. Para ejemplificarlo, volvamos a una de las
“etapas cosmológicas” de las que se ocupa Koyré; específicamente, a la propuesta
de Kepler de que las órbitas planetarias tienen forma elíptica.
La historia de la “guerra personal” de Kepler con el planeta Marte es muy
conocida 9 . En su Astronomia nova, Kepler introdujo la hipótesis M: ‘la órbita de
Marte es una elipse, inclinada en la eclíptica y con el Sol en uno de sus focos’,
hipótesis que luego generalizó para todos los planetas.
9 Para una versión agradable de la misma, cfr. Koestler ([1960]:IV); para una versión
detallada, cfr. Wilson (1972); para una versión enriquecedora, crf. Kozhamthadam (1994);
para la versión del proprio Kepler, cfr. su ([1609]).
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La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
177
Para Koyré, como vimos anteriormente, en los procesos de descubrimiento
intervienen “razones filosóficas” mucho más que “razones puramente científicas”.
Pero en un análisis histórico del ejemplo que nos ocupa podemos ver que Kepler
comienza sus investigaciones conducentes al establecimiento de M a partir de las
precisas observaciones que realizó Tycho Brahe, observaciones que revelaban
anomalías en la órbita prevista para Marte (por ejemplo, que la velocidad de este
planeta ‘aumentaba’ en algunos puntos de sus recorrido). Es decir, que el inicio de
las investigaciones de Kepler se debe a razones puramente científicas: específicamente, al hecho de que las previsiones de la teoría planetaria existente no concordaban con las observaciones realizadas en una magnitud tal que la astronomía de
la época no podía tolerar.
Por supuesto: siempre hay, como entiende Koyré, un contexto cultural que
alienta o bloquea la invención de una hipótesis 10 . De hecho, al comienzo de su
trabajo el joven Kepler consideró la hipótesis M, pero la descartó porque el
principio del movimiento circular uniforme estaba muy arraigado en su cosmovisión. Sin embargo, luego de intentar una y otra vez con órbitas circulares y de
comprobar que ninguna combinación de epiciclos, ecuantes y deferentes podía
dar cuenta de las velocidades y posiciones observables de Marte, estimó esta falta
de ajuste como una razón para abandonar la tradicional hipótesis de la circularidad. Y ésta es otra razón puramente científica. Además, y también por razones científicas (observaciones, interpolación de observaciones, conocimiento astronómico
de la época), Kepler confiaba en que la órbita de Marte era una curva continua y
cerrada.
10 Cfr. la explicación que da Koyré de un obstáculo intelectual: “[en el debate en torno a
la formulación de la ley de inercia], de lo que se trata es de filosofía, de ontología, de
metafísica. No de ciencia pura. Fueron razones filosóficas, mucho más que razones
puramente científicas, las que detuvieron a Kepler – a quien debemos el término mismo de
‘inercia’ –, impidiéndole establecer los fundamentos de la nueva dinámica” ([1939]:174; las
itálicas me pertenecen). Aquí se revela nuevamente la asimetría explicativa del modelo de
Koyré. Razones puramente extracientíficas pueden, por sí solas, detener la investigación.
Pero no pueden, por sí solas, dirigirla.
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Quizá esta clase de conocimiento junto a algún hábito o ley mental de asociación pueden ser los responsables causales de la génesis de M; quizá la percepción de las anomalías evocó en Kepler algún patrón conceptual almacenado en su
mente; quizá, como entiende Mill ([1872]:III.ii.34), Kepler hizo su descubrimiento
por “adivinación”; quizá, Kepler aplicó reglas al conocimiento del que disponía;
quizá, como afirma Koestler ([1960]:IV), Kepler fue como un “sonámbulo” que
llegó a su hipótesis sin trabajo consciente alguno; quizá, como opina Salmon
(1970:68), Kepler fue conducido por “un sentido místico de armonía universal”, o
– como dice Koyré – por un sentido de “armonía matemática”; o, quizá, simplemente Kepler reconoció como posibles explicaciones alternativas a un conjunto
de hipótesis surgidas en su mente por variaciones al azar. Pero cualquiera de estas
explicaciones (varias de ellas poco ‘explicativas’) sólo puede ser complementaria
de las razones científicas iniciales.
Como vemos, puede haber razones científicas en todas las etapas de los
procesos constructivos, algo que Koyré parece negar: “el lugar de la metodología no
está en el comienzo del desarrollo científico”, dice, “sino, por así decir, en medio de éste.
Ninguna ciencia ha comenzado nunca con un tractatus de methodo” ([1956]:66: el
subrayado es mío). Tal vez la enunciación adecuada deba ser: ‘nunca una ciencia
ha comenzado sólo con un tratado sobre el método’.
Al comienzo de este apartado señalaba que, además de no considerar adecuadamente el rol de los factores científicos en las etapas iniciales de los procesos
constructivos, otro de los problemas de la explicación historiográfica de Koyré es
que tampoco deja lugar a factores como la suerte y el azar. Como pudimos ver en
el ejemplo de Kepler, las precisas observaciones de Tycho Brahe sirvieron al
menos de estímulo para la construcción de la primera de sus leyes planetarias. Y
Kepler consiguió estas observaciones por suerte o casualidad: no sólo gracias a su
afortunada posibilidad de trabajar para Tycho, sino también a la ‘oportuna’ muerte
prematura de éste, fatalidad que puso a su disposición las preciosas observaciones
marcianas. Después de todo, las mismas ideas trans-científicas estaban disponibles
para sus contemporáneos, pero evidentemente se precisaba más que la tenacidad y
la profundidad de Kepler para descubrir que la órbita de Marte y de los demás
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La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
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planetas tenía la forma de una elipse. Claro que ‘la suerte favorece a la mente
preparada’ – o, en términos de Koyré, a la ‘profunda mente filosófica’ 11 . Y por
supuesto que sin mente preparada o profundamente filosófica no habría nuevas
ideas o teorías científicas: de hecho, Tycho trabajó infructuosamente en sus
propios registros sobre Marte. Pero los factores ligados con la suerte y el azar
deben estar presentes en la explicación de un evento, así como los hechos que la
suerte puso a disposición de una mente filosóficamente preparada. Plausiblemente, esta conjunción de elementos se ha de poder apreciar en la reconstrucción
de muchos casos científicos. Crick, por ejemplo, comenta acerca de su descubrimiento, junto a Watson, de la estructura del ADN: “las hélices estaban en el
ambiente y había que ser muy obtuso o muy obstinado para no pensar en líneas
helicoidales” ([1988]:73; el subrayado es mío), haciendo esta precisión una página
después: “sólo fue cuestión de suerte tropezar con una estructura tan bella” (op. cit.:74;
las itálicas son mías). Tal como apunta Medawar, “todo científico que no sea
hipócrita admitirá el importante papel que desempeña la suerte en el descubrimiento científico” (1984:49). Ideas trans-científicas, método científico y suerte
extracientífica. Consideraciones eclécticas similares pueden extraerse del ‘casi’
descubrimiento de Neptuno por parte del newtoniano John Adams. Ideas de
homogeneidad y uniformidad guiaron correctamente las investigaciones teóricas
de este matemático, pero lamentablemente los encargados de realizar la búsqueda
empírica del planeta no valoraron a tiempo las especificaciones de Adams, y
Neptuno fue finalmente descubierto a partir de las previsiones matemáticas de
Leverrier, otra profunda mente filosófica newtoniana.
11 Expresiones como: “la suerte ayuda a la mente preparada” (Pasteur), o “los golpes de
buena fortuna son sólo para quienes saben jugar bien” (Fontenelle), aluden al hecho de que
lo que en ocasiones se atribuye a ‘suerte’ o ‘fortuna’ debe más bien ser atribuído a la
capacidad de reconocer o interpretar un modelo como heurísticamente fértil, capacidad que
puede ser atribuida a la profundidad filosófica y a la preparación científica más que a la
suerte. No es, por supuesto, a esta clase de fortuna científica a la que hago referencia en este
trabajo.
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5. Consideraciones finales
Quizá la primera consideración a realizar sea la de cuál es el lugar y la importancia del enfoque historiográfico intelectualista iniciado, en gran medida, por
Alexandre Koyré. Esta pregunta no es trivial en el contexto de la historia de la
ciencia actual, considerando el fuerte impacto de autores constructivistas, quienes
pretenden forjar una historia de la ciencia prescindiendo completamente de los
aportes del intelectualismo y del empirismo.
Respecto de esta cuestión, Laudan (1990) subraya que Koyré (al igual que
otros historiadores y filósofos de la primera mitad del siglo XX) enfocaba la
ciencia en términos cognitivos, y lamenta que gran parte de los actuales historiadores
de la ciencia abandonasen este enfoque. La historia de la ciencia contemporánea,
afirma, ya no se ocupa del cambio teórico; se centra en el estudio de los científicos
más que en el de sus ideas respecto del mundo natural 12 . Laudan ataca a la historia
social e institucional sosteniendo que ésta en cualquier caso es secundaria y subordinada de la historia intelectual. La financiación y la política de la ciencia,
argumenta, dependen del éxito de la teoría y de su poder predictivo y operativo
sobre el mundo; luego, el estudio de estos aspectos – es decir, de la historia
intelectual –, es de importancia primaria.
12 “En estos días” – señala (1990:50-1) –, “el interés en las teorías, argumentos y
evidencias propuestas por los científicos, a muchos les parece un ‘internalismo’ fuera de
moda, o, peor aún, un estudio de ‘ideas descarnadas’”. Laudan hace una caracterización
general de la “indiferencia de muchos historiadores de la ciencia de la actualidad”, sin
precisar a qué escuelas o a qué historiadores se refiere. Sin embargo, se debería distinguir
entre, por ejemplo, el abordaje historiográfico de autores constructivistas, quienes efectivamente se despreocupan de los aspectos cognitivos de la ciencia, de, por ejemplo, el abordaje
de los sociólogos del Programa Fuerte, quienes (aunque buscando causas sociales y no
causas naturales) sí se ocupan del cambio científico. (Sobre el interés de sociólogos de la
ciencia en el cambio teórico, cfr., p.ej., los siguientes títulos: Barnes, S.; MacKenzie, D.,
1979, “On the Role of Interests in Scientific Change”, Sociological Review Monographs, y BenDavid, J., 1977, “Organization, Social Control, and Cognitive Change in Science”, en BenDavid, J.; Clarke, T. (eds.), Culture and Its Creators, University of Chicago Press, Chicago).
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La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
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A mi entender, la reacción de Laudan al sociologismo extremo también es
extrema. No estamos ante un problema de prioridades. La historia de la ciencia,
como cualquier otro estudio sobre la ciencia, tiene como propósito otorgar comprensión de la misma, y esto debe entenderse como abarcando no sólo a los logros
epistémicos, sino también a los procesos cognitivos y a todos los demás aspectos
que conforman la empresa científica. Lugares, comunidades, instrumentos, actividades, prácticas, científicos ‘periféricos’, son, tal como subrayan los sociologistas
extremos, legítimos objetos de estudio de la historia de la ciencia (cfr., p.ej., Golinski, 1990 y Pestre, 1997). La ciencia, efectivamente, se hace en laboratorios,
universidades y congresos, así como en pubs o bajo un árbol de manzana. Pero la
teoría de la gravitación de Newton, p.ej., trasciende su mítico lugar de creación,
impacta en otros, y modifica tanto las creencias como las actitudes y las acciones
de los científicos. Las teorías, los argumentos, las creencias, las ideas, son dimensiones científicas tan legítimas e importantes como las mencionadas anteriormente. Por lo tanto, la historia de las ideas, a la que tanto contribuyó Koyré, debe
tener un lugar en la historia de la ciencia, al lado de la historia social, la historia
institucional, la historia tecnológica, la historia inferencial, etcétera.
Una vez legitimado el enfoque historiográfico de Koyré, podemos pasar a
considerar el valor de sus contribuciones con más detalle. A mi entender, esto
debe hacerse desde dos puntos de vista diferentes: teniendo en cuenta el contexto
histórico en el que éstas fueron presentadas, y atendiendo a su capacidad reconstructiva de las distintas etapas del desarrollo del pensamiento científico, principalmente de sus aspectos creativos.
Como vimos, la propuesta intelectualista o cognitivista de Koyré fue formulada como una alternativa al externalismo extremo de los programas sociologistas y el internalismo extremo de los programas positivistas de su época.
Indudablemente, frente a la unidimensionalidad analítica de estos programas
rivales, la misma – sin dejar de ser unidimensional y extrema – introdujo consideraciones historiográficas importantes, consideraciones que más tarde – recuperadas por ‘nuevos’ filósofos e historiadores de la ciencia como Kuhn – contri-
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buyeron a cambiar la concepción filosófica y metodológica imperante durante un
largo período de la filosofía y la historia de la ciencia contemporánea.
Al analizar la capacidad reconstructiva de un programa historiográfico,
debemos distinguir al menos dos clases de actividades científicas: las relacionadas
con las actividades evaluativas y las relacionadas con las actividades creativas.
Como vimos anteriormente, el modelo de Koyré puede en ocasiones explicar
satisfactoriamente la aceptación y el error, pero no la concepción original de una
idea científica. Es, podemos decir, ‘asimétricamente explicativo’. La explicación de
la creatividad sobre la base exclusiva de ideas intelectuales no es suficiente.
Cuando nos detenemos a evaluar la capacidad reconstructiva de las actividades
científicas creativas que presentan los principios historiográficos intelectualistas,
podemos ver que los mismos juegan un rol importante en esta reconstrucción,
pero que este rol es limitado. El ‘causalismo intelectual’ no puede ser el único
instrumental reconstructivo. Los factores metodológicos, por ejemplo, son más
que factores motivacionales o ‘concomitantes’: interactúan al mismo nivel que los
factores intelectuales.
El principio de simetría del Programa Fuerte dice que la misma clase de
causas – en su caso, causas sociales –, deben explicar los éxitos tanto como los
fracasos. Supuestamente, el internalismo extremo ha de aceptar este principio para
las causas evidenciales y el intelectualismo extremo para las causas intelectuales.
Pero este principio, tal como señala Brown (1984:21), es un principio “todo-onada” 13 . Y, tal como se deriva de los ejemplos presentados, se trata de un principio restrictivo e innecesario: para alcanzar una reconstrucción adecuada de las
etapas creativas de construcción, se debe tener en cuenta la interacción de factores
de distinta clase. Una reconstrucción meramente ‘intelectualista’ de los tanteos de
Kepler para dar con la forma de la órbita de Marte, o una reconstrucción
simplemente ‘internalista’ de la búsqueda de Adams de la hipótesis del planeta
invisible, o una reconstrucción solamente ‘externalista’ de las negociaciones de
13 El principio de causalidad – otro de los que conforman los supuestos básicos del
Programa Fuerte – admite otras clases de causas, pero sólo como complementos o como
condiciones, no actuando de modo excluyente.
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La Historiografía de Koyré y el Problema de la Creatividad Científica
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Crick y Watson para adoptar conjuntamente con sus colegas la hipótesis de la
estructura helicoidal del ADN, siempre ofrecerán explicaciones historiográficas incompletas.
Los principios historiográficos intelectualistas, concebidos como complementos de – más que como alternativas a – los principios historiográficos de otros
programas, pueden ser considerados como aportes esenciales de Koyré al método
de investigación histórica.
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