Sólo las diosas pasean por el infierno Sólo aquellos que conocen las tinieblas saben hasta qué punto existe el cielo, ese lugar donde el dolor desaparece para siempre. Existen lugares en el mundo en los que el infierno no es una cuestión de fe sino una realidad que se impone tras una frontera, en las calles de una ciudad, que se asoma a la puerta de la casa y se cuela en la cama hasta pegarse a la piel. Hay mujeres que conocen las infinitas dimensiones de esa pesadilla porque viven en ella. Sólo sus células saben que una vez fueron diosas y eso las convierte en supervivientes, el escalón más bajo de la inmortalidad. Hubo un tiempo en el que las mujeres fueron el centro del universo, así lo aseguran las primeras tablillas, pertenecientes al milenio séptimo a.C., que fueron descubiertas, principalmente en Kotal Heyuk, en Anatolia, por profesor J. Malart. Son miles de documentos hechos de arcilla grabadas con escritura cuneiforme. El lugar en el que se levantaba ese paraíso se situaba entre ríos, el Eufrates y el Tigris, y su nombre era Mesopotamia. En aquel lugar se creía que la vida procedía del vientre de una mujer, que el universo había sido engendrado y en su gestación se implicaba la gracia divina, el mundo no era creado por el dedo impositivo, sin corazón y sin piel, del credo de los egipcios. Así fue cómo la tierra se fue sembrando de centenares de figuras de “mujeres desnudas” (diosas de la fertilidad) y se encontraron en la zona de Elam, en el sur del territorio actual de Irán y parte del territorio de Irak así como de Turquía. Estas figuras demuestran que la adoración de la diosa madre ha sido una de las mas antiguas creencias a lo largo de la Historia, mucho antes de la aparición del politeísmo, y por lo tanto, anterior a la figura de un dios masculino. (N.P.P: R. Grishman. Irán desde sus comienzos hasta el Islam . Editorial Bongahe Nashre Ketab, Teherán, 1355, cuarta ed. Pag,30). Los seres humanos no podían concebirse fuera de este “principio femenino de la existencia”, sin las "Supermujeres". En aquel fértil lugar, en Mesopotamia, vivieron las principales culturas humanas (Sumerios, Acadios, Babilónicos). Eran civilizaciones brillantes, dirigidas y administradas por mujeres. Con el paso del tiempo, esas sabias dirigentes combinaron el gobierno de la Tierra con el del Cielo. Los habitantes de la parte sur de esta mítica región conocían los secretos de la agricultura; cultivaban trigo, cebada, uva, olivo, limones, almendras… y también practicaban la ganadería, el comercio y la artesanía. Fue en Ninive, Ur, Uruk, Legash y Kish donde se construyeron las primeras Ciudades-Estado. En una descarga de creatividad muy original, que no sería igualada en otros 3,000 años, levantaron ciudades y vastos sistemas de irrigación; inventaron la escritura, el arado, la vela, la rueda, el gobierno institucional, las matemáticas, la educación académica y la astronomía sistemática; elaboraron un calendario de doce meses, dividieron el mes en cuatro semanas y el día en veinticuatro horas; hornearon ladrillos y cemento y crearon el primer código escrito de ética y leyes, el primer conjunto de literatura, la primera música escrita y muchas otras primicias que aún forman parte de las actuales culturas. Sin duda, la transformación económica del momento era la transición de la caza a la producción agrícola, lo que a su vez originó un cambio de valores culturales: progresivamente, se establece el sistema matriarcal, en el que la mujer administra las faenas de la comunidad, es juez y arbitrea los conflictos, a la vez que practica las tareas espirituales. Es decir, que la aparición de la agricultura y la ganadería potenciará el papel de la diosa como madre, encarnación de la fertilidad y la prosperidad tanto en el terreno de la vida terrenal como también después de la muerte pues también será la protectora y salvadora de los seres humanos en la otra vida. Es muy probable que en estas aldeas, los hombres continuaran pescando y saliendo en expediciones de caza mientras que las mujeres tenían encomendadas la tarea de recoger granos, semillas, frutas y raíces. La arqueología ha demostrado que fueron las mujeres quienes esencialmente inventaron la agricultura, la cual representó un gran paso en el progreso de la 1 civilización. La comunidad neolítica, hombres y mujeres, honraba a la mujer y tenía numerosas deidades femeninas. En una de aquellas tablillas (actualmente guardada en le Museo de la Universidad de Teheran-Iran) se puede leer que los sumerios creían que el universo estaba bajo el poder de un grupo de dioses femeninos de aspecto humano y natural, con poderes sobrenaturales. La mitología sumerios ha sido la principal fuente suministradora de los mitos y relatos aparecidos en los textos sagrados de las tres grandes religiones monoteístas de la humanidad: el judaísmo, el cristianismo y El Islam. Las sentencias impartidas en ellas sobre la mujer y su papel en la familia y en la sociedad, proceden en gran parte de este pueblo. Tomando a Mesopotamia y a las convenciones del pueblo sumerio como posible origen de las tradiciones de los territorios vecinos, las diferencias que se encuentran en relatos de otras religiones son una pista que explica no sólo cómo se produjo la evolución socio-económica de la sociedad sino la transmisión oral de esos mitos, que siempre estuvieron privados de la relativa exactitud que le podría donar la escritura. Sin duda, la similitud en algunos mitos y relatos en las religiones mas universales no son nada casuales, sino que casi todos tienen un punto de origen. En la religión sumeria, Namu, la diosa madre-suprema, el principio femenino de la creación, es un ente hermafrodita, sin que ningún compañero masculino colaborase con ella en la creación del universo. Namu, la Gran Madre, engendra la Tierra y el cielo al mismo tiempo: “el universo es como una montaña cuya superficie es la tierra y su cima el cielo”. Luego pide que su hijo, el dios An, proteja al cielo y que su hija, la diosa Ki (también llamada Ninmakh), salvaguarde la Tierra: “An, dios del cielo, conquistó a Ki, la diosa de la Tierra; Ki dio a luz a los árboles, los cañizares, las plantas y a Anlil”. El fruto de la unión de estos dioses menores es Anlil, quien separó la Tierra del cielo, colocándose en el medio y, por tanto, haciéndose con el poder del aire, pero de forma indirecta: “Anlil se convirtió en el emperador de los dioses y violó a la pequeña Ninlil, la diosa del Aire. De este apareamiento nació Nana, la diosa de la Luna”. Para el nacimiento de Nana, la diosa de la Luna, (N.P.P: Nana significa “la dama escogida” y aún hoy en las aldeas de Irán es sinónimo de “madre”) afirman que "antes de la creación del ser humano, la Tierra estaba habitada solo por los dioses. Ninlil, una muchacha joven de estirpe de dioses, vivía junto a su madre Ninbarshokonu, en esta tierra sagrada (para Ninlil no se ha asignado ningún padre). Anlil, mientras busca una pareja, ve a Ninlil desnuda, bañándose en un río y se enamoró de ella. Pero, Ninlil, bajo el pretexto de que aún tiene los ovarios pequeños, le rechazó. Anlil, que se niega a rendirse, la engaña, la secuestra y la viola. Ninlil se queda embarazada. Los dioses, indignados por este hecho vergonzoso, destierran a Anlil al mundo subterráneo (N. P.P : Es interesante que los dioses también reciban castigo, fiel reflejo de las normas y costumbres en la Tierra). Pero Ninlil no abandona a su joven enamorado y le acompaña a las profundidad de la Tierra." Una vez creado el universo, Namu, la gran madre, celebra una fiesta, en la que su hija, Ninmakh (la cuidadora de la tierra) y Enki (el dios de la sabiduría y de las aguas) se exceden con la bebida. En este momento y en el medio de la borrachera, Ninmakh coge un poco de barro de las profundidades del mar y construye seis seres incompletos, de entre los que se encontraban un eunuco y una mujer estéril. Una vez más la vida nace del barro, como ocurre en las tradiciones cristianas. En este caso, el fruto de esta unión son seres incompletos, las alternativas a Adán y Eva corresponden a otra aventura mítica que se completa con la creación del Paraíso, donde aparecerá también una metáfora de la manzana (pecado original). El Delmon sumerio (es decir, el paraíso) era una tierra pura y llena de luz, propicia para ofrecer la felicidad más completa al ser humano, donde no tenia cabida ni la muerte ni las enfermedades. A pesar de que el agua, elemento necesario para la vida humana, escaseaba allí, aquel paraíso era verde y estaba lleno de arboles frutales (N.P.P.: los investigadores creen que esta tierra imaginaria estaba situada en el sur del mar Caspio, la misma zona que un día los sumerios 2 abandonaron para habitar la Mesopotamia). Debido a esta escasez, Enki, el dios de la sabiduría y de las aguas, ordena a Uto, el dios del sol, extraer agua dulce del seno de la tierra. Uto obedeció y las aguas corrieron sobre la tierra. Es así como Delmon se convierte en un paraíso. La diosa Ki, con sus poderes creadores, plantó árboles en este oasis, advirtiendo a los dioses que no comieran sus frutos, pues habían sido creados sólo para los mortales. Entre ellos también da fruto el árbol de la discordia: Un día, Enki (el dios, masculino, que rige la sabiduría y las aguas) hace caso omiso de las advertencias de KI (la diosa, femenina, que organiza la tierra) y empieza a probar una planta tras otra. Ki (símbolo de la mujer) se enfada y le desea la muerte, y para no arrepentirse de lo que ha dicho, desaparece de su vista. Como en las religiones cristianas, lo masculino y lo femenino (dios y diosa) se dan la espalda y entre ellos nace el pudor (se ocultan). Consecuencia de su maldición es que Enki se pone enfermo; ocho de los órganos de su cuerpo son afectados por el mal que le lleva hasta el umbral de la muerte. Los dioses se ven impotentes, no pueden anular la maldición de la diosa y ruegan a Ki para que vuelva. Ki regresa y perdona a Enki, asignando una enfermera para cada uno de sus miembros dañados. Uno de aquellos órganos enfermos son las costillas de Enki, para su cuidado, Ki nombra a Nintin como la diosa que debe cuidar de las costillas del enfermo. El nombre de Nintin significa en sumerio “la Dama de la costilla” y también ”la Dama dadora de vida”, el mismo sentido que tiene la palabra Eva en hebreo. Por tanto, la costilla del hombre y la mujer vuelven a estar relacionados aunque con ciertos matices diferentes: En la Eva de las sagradas escrituras la mujer (Eva) nace de las costillas de Adán mientras que en los sumerios Nintín (Eva) nace para cuidar su costilla. Una vez que se sitúa a Eva/Nintín en el paraíso, los sumerios también inventan el pecado original, la pérdida de la inocencia. Ese pecado tan poco original En el imaginario sumerio el primer pecado también tiene forma de manzana porque esta fruta seductora representa desde hace miles de años el deseo sexual del ser humano. Según la mitología mesopotamica, Innana, preocupada por la felicidad de su pueblo, se dirige sola hacia las tierras del dios de la sabiduría, para conseguir herramientas con las que hacer prosperar su país. Antes de emprender el viaje, se toca con una corona de las plantas frutales, símbolo de su unción como reina de Uruk. Una vez que toma su poder, inicia su camino hacia la pradera. El recorrido es largo y, según cuenta el relato de "Innana y el jardinero", "un día, Innana, cansada del largo paseo que había dado por el cielo, bajo a la tierra, para descansar; en plena búsqueda, encuentra un jardín de arboles frutales y, cansada de caminar, se acuesta bajo un manzano, símbolo de la fertilidad. La diosa en realidad estaba realizando un viaje iniciático hacia su propia fertilidad porque, tras caer dormida, Shocali Toda, el jardinero, pasa por allí y se rinde ante su belleza. El deseo le domina de tal modo que, aprovechando que sigue dormida, se acuesta con ella y la cubre. Una vez complacido, temeroso por la probable reacción de la diosa, huye. Al despertar, Innana mira su vientre y comprueba que está embarazada. Furiosa, persigue al jardinero. Shocali Toda se esconde en una torre de la ciudad… En su búsqueda, la diosa, como represalia hacia este repugnante hecho, tiñe de sangre todas las aguas de los ríos y mares". En este relato, las relaciones sexuales entre la diosa y el jardinero están llenas de dolor, vergüenza e ira. La sombra del manzano, que convierte las entrañas puras de la mujer/niña en vientre generador de vida, es el lugar en el que anida el pecado original, la pérdida de la inocencia, que condena a hombres y mujeres. En un poemario amoroso sobre la unión matrimonial de la diosa Innana y Domuzi, el deseo también se sitúa en los brazos de la mujer: "... y después de hacer el amor, la diosa recita “Mi amor, luz de mis ojos, me visito. Disfrutamos mucho. Me llevó a un lecho dulce y perfumado. Mi dulce amor, esta durmiendo junto a mi corazón. Ahora, mi amor esta 3 satisfecho. (…) Oh, amor mío, qué dulce era tu seducción. Mi amor esta en el jardín de las manzanas, oh, mi amor …” Tras probar el placer, Innana es enviada por su esposo, Domuzi, al mundo subterráneo, un lugar alejado de la gloria de los dioses, ruin para una mujer divina, un viaje sin retorno que la condena no sólo a vivir entre mortales sino a conocer la muerte. La razón es que el dios quiere gobernar en solitario y siente que la presencia de la diosa le quita poder, pero su ambición no quedará sin castigo pues Domuzi también terminará viviendo entre los muertos. En la versión semítica la tentación, el placer, la manzana en boca de la mujer, implicará la pérdida del paraíso y la pérdida de la inmortalidad, ella será culpable del fin de la gracia. Así nace el rechazo a la mujer y a su sexualidad. Aún hoy en día, los judíos, en el día de Ezequil, frente al muro de las lamentaciones, lloran la muerte de Tomuz (Domuzi), el rey-pastor sumerico-semitico, maldiciendo la persona que provocó su muerte. Según relatan las tablillas encontradas en Mesopotamia, mientras Domuzi camina hacia la muerte, la diosa Innana cumple con su destino y cuida la tierra con tal esmero que provocan la envidia de los dioses. “Cuando ven la vida apacible y feliz de los seres humanos en la tierra, decidieron destruirla, enviando a las aguas para inundar la superficie de la tierra. Esta condena a muerte a los seres vivos entristece a la bondadosa Innana, quien acude a Enki, el dios de la sabiduría y el amigo del ser humano, para que impidiera el genocidio. A Enki se le ocurre aparecer en el sueño del rey Ziusura, un generoso y justo monarca, advirtiéndole de la llegada de una tormenta (tifón), enseñándole construir un barco, con el fin de guardar a todos los seres vivos. El piadoso rey así hizo. Una vez salvada la creación y con el fin de la tormenta y la vuelta del sol, Ziusura, al seguir las recomendaciones de Innana y Enki, se ganó la recompensa de la inmortalidad, convirtiéndose en un Inmortal” (esta tablilla se guarda actualmente en el museo de la Universidad de Teherán en Irán). Los sumerios abordan, así, otro mito: el del diluvio universal. Tras él esconden el aliento de la diosa-madre, frente al dios castigador, un gobernador masculino, absolutista y atemorizador que aparece en los textos cristianos, frente al que se salva Noe por su propia virtud e ingenio. Las religiones como el judaísmo y cristianismo, surgidas de las sociedades patriarcales, eran principalmente beduinas y ganaderas, y representaban a sus profetas en forma de hombres de origen divino. Los hebreos crearon al Dios-masculino para anunciar la muerte de las diosas-madres en el cielo y, para colmo de males, inventaron una mujer perversa y diabólica, culpable, que también les negara un lugar en la Tierra. Su condena alcanzaba todos los rincones de su existencia y no tardaron en elaborar unos mandamientos repletos de órdenes y sentencias contra la mujer, que luego desembocarían en leyes reales como las sentencias que reflejaban el paso de la sociedad agrícola a la comercial-ganadera. El único poder que logró conservar la mujer, frente a la condena de los hombres, es su capacidad de dar vida, quizá porque su capacidad reproductora es tan evidente y necesaria para la especie que no se puede arrebatar. Por otra parte, los hombres proceden inevitablemente de sus ovarios y si las condenaban del todo terminaban ensuciando sus propios orígenes. En un intento de suavizar su maldición, el cristianismo asignó a María un grado superior al de los mortales (aunque no la hacía divina): la santidad. Al fin y al cabo era la madre de Dios, el hombre. Aún así, esta religión fortaleció la masculinidad del Dios creando el mito de la Santísima Trinidad, un círculo sólo montado por hombres (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Ella no era ni diosa, ni hija de dioses, ni el Espíritu Santo, sino sólo una mujer, superior eso sí, pero sólo una mujer cuyo único mérito consistía en traer al mundo al hijo de Dios, sin placer, sin deseo, sin voluntad (la inseminación venía del cielo, anunciado por un ángel asexuado). En eso consistía ser la madre de Dios (ni tan siquiera la esposa). Una vez que los cristianos otorgaron esas las virtudes femeninas a María, inventaron su contrapunto. La llamaría Lilith, la mujer que niega sus ovarios, que desea a los hombres y no tiene hijos, la que tiene iniciativas y se moja y se mueve y sale del lugar establecido por los hombres. Por todo ello se convertirá en una bruja, perfecta representación del demonio, por quien estaba poseída. 4 Así fue cómo los cristianos ofrecieron dos únicos caminos a las mujeres: o el de María (una santidad sin deseo, sin voluntad) o el del Lilith. En las religiones politeístas, para imponer el poder masculino sobre el de la mujer-diosa se transformó a lo femenino en un símil de lo oscuro y lo maligno. Ellos representarían el poder bondadoso y ellas el destructor. Con el crecimiento de la población, los habitantes de Ubid, la mas antigua zona de sumeria, - situada en el territorio del actual Irak- se fueron dispersando en todo el territorio de Mesopotamia hasta llegar a ser vecinos de los poblados sirios y saudies. Las constantes incursiones de estos pueblos a aldeas prosperas sumerias, les causó la muerte, la destrucción de cultivos y viviendas, y cambios importantes en la forma de concebir la vida: los sumerios tuvieron que armarse por vez primera y crear un sistema defensivo contra los pastores. Una gran parte de los mitos de las primeras épocas de los sumerios consiste en narrar esas invasiones y matanzas. Para defenderse de los ataques sorpresas de sirios y saudíes, los sumerios construyen murallas alrededor de sus aldeas, creando el embrión de las ciudades-estado. En la creación de esta nueva forma de vida las mujeres tienen una participación muy especial. Los sumerios conceden un alto status a la mujer y esto se refleja en las creencias populares. El himno de “Innana y la diosa de la sabiduría” explica que fue la diosa de la ciudad Uruk, quien estableció las bases de la urbanización y sus normas. Se sabe, a través de las tablillas, que esas ciudades se administraban de forma colectiva, con la participación directa de la gente en la gestión de sus asuntos. Las constantes guerras con los beduinos, y la necesidad de disponer de un ejército, hizo que Lugal, el “Gran hombre”, elegido, en un primer momento, por las asociaciones populares para dirigir las operaciones militareis en los momentos de peligro, encabezara una fuerza ofensiva. Los guerrreros-pastores fueron integrados entre las filas de los reyes-dioses. Las diosas también tuvieron algo que decir en esta transformación de pueblo pacífico a pueblo guerrero: la sacerdotisa suprema del templo, como Dama de la Ciudad, daba la aprobación al Rey de los Guerreros y controlaba sus poderes* (Nota de P.P: La Dama de la Ciudad es el significado del nombre de Shahrzad, la bella y sabia contadora de cuentos de Mil y Una Noches, conservadora de la memoria, dueña de la disuasión y de la palabra, que con su sutileza consiguió controlar la maldad del Rey Sharya). Esta bendición de la Dama de la Ciudad se convirtiría con el tiempo en la ceremonia simbólica de la “boda sagrada”, que se llevará a cabo con el inicio del año nuevo. Esta primera iniciativa bélica de los sumerios origina guerras entre diferentes ciudades por el control de las mismas. El dominio político de los héroes-guerreros, en el tercer milenio a.C., se hace notar y los sumerios comprueban cómo la tranquilidad abandona sus tierras. En las tablillas encontradas en Mesopotamia se cuenta cómo el pueblo sumerio se revela a esta condición de sometidos y, frente a la gestión del rey Dommuzi desean el reencuentro con su esposas, Innana. Por eso dan la vuelta al mito y hacen que ella resucite de entre los muertos para hacer justicia: “Cuando la diosa subió del mundo inferior y vio que Dommuzi, el rey- pastor, había ocupado su trono, se enfadó y le envió al mundo inferior." Innana pone su mirada mortífera en los ojos de Dommuzi y él cae del trono, es arrestado y condenado a vivir en el infierno. De nada valen sus peticiones de perdón pues ha traicionado a la diosa, una forma indirecta de recordar que ha desilusionado al pueblo. En el segundo capitulo del mito de “el Arbol Holopu”, se cuenta cómo Gilgamesh, el héroe que había recibido como regalo el bastón del reinado de la diosa Innana, se le subió el poder a la cabeza y arrancó lagrimas de los ojos de las mujeres y niñas de Sumeria (a quienes había violado). La diosa no sólo le retiró las insignias del reinado (la imagen pública, la fama, el respeto) sino que le ordenó al mundo subterráneo para que se abriera y lo tragara. Este relato mítico simboliza la instalación de la primera monarquía absolutista en la Historia de la Humanidad, una forma de poder que necesitó cambiar la cultura e ideología de los hombres para poder arraigarse. La realidad exigió nuevos significados a sus mitos. Los sumerios habían cambiado su economía, que hasta ahora era eminentemente agrícola, para ser fundamentalmente 5 comercial. Los valores estaban cambiando. La supervivencia de los sumerios se basaba en la comercialización de sus productos agrícolas y su posterior exportación a otras regiones. El país poco a poco fue controlado por una elite de hombres de negocio, que ejercieron el poder de forma déspota, lo que originó constantes rebeliones de los agricultores. Los mercaderes tenían los principales recursos alimenticios en su poder y llegaron a amenazar a la población con el hambre. En paralelo, Sargon, el gobernante semita de Akas, conquista Sumario, Elam y los territorios actual de Siria (hace unos 4700 años) y termina invadiendo Nipur, la ciudad sagrada sumeria, convirtiéndola en un montón de escombros y llevándose consigo los dioses de este pueblo. Los textos sumerios son traducidos a la lengua akedia, pero, a causa de la complejidad de los símbolos de la cultura sumeria, muchos de sus mitos se pierden por el camino, entre otras razones porque no pudieron descifrarlos. Por otra parte, la emigración de los pueblos semíticos de Cannan a Palestina y Siria, hizo que buena parte de las tradiciones sumerias se mezclaran con la cultura semítica, mixtificando los valores de los mitos. El poder de las diosas tiene fecha de caducidad Con el paso del tiempo, en las sociedades pastorales y comerciales akedias-semitas, las diosas bajarán de categoría, para convertirse en simples Damas. Sólo Innana permanecerá en su trono, aunque con el nombre de Ishtar, la diosa del amor, la de los cielos y de la tierra, símbolo de la procreación y fertilidad. Mientras, Anlil, el dios masculino, es el dios supremo, sin que ninguna de las divinidades pudiese cuestionar sus decisiones y ni mucho menos castigarles, como había ocurrido antes. Más tarde, ya en la época akedia, Uto, el dios del Sol y Señor de los pastores, asciende de puesto, de forma progresiva, en la pirámide de los dioses, tomando el nombre de Shamsh para personificarse en el cuerpo de Marduk y terminar de encarnarse en el alma de Yahava. En las tierras arias del sur, sus virtudes se transmitieron a Mithra, el dios masculino más importante del mundo antiguo. El mito del nacimiento de Sargon, el rey de Akeda, Moisés, el profeta del pueblo judío, y el del Ciro el Grande, son bastante similares. Los tres, después de nacer, fueron abandonados en un río y guardados en una cesta de caña. Todos ellos fueron criados por mujeres que no eran sus madres: si Mithra, el dios ario de la guerra, nació de una roca; en los textos judaicos, Ciro El Grande, el rey aquemendias que liberó a los judíos del yugo de los babilonios, nació a la semejanza de la leyenda de Moises y Sargon. La religión judía, por tanto, no hace más que reproducir los mitos anteriores. Durante el dominio de los babilonios, las mujeres llegaron a perder tanto poder que hasta se les negó su asistencia a las escuelas públicas; los templos pasaron a ser burdeles y las sacerdotisas, guardianas de esos templos, fueron obligadas a prostituirse. Así lo explica el mito de Guil Gamesh, un guerrero divino de origen semítico que toma el poder de la ciudad y para celebrar su victoria viola a todas las mujeres: "Era un hombre consciente de todos los secretos (...) su orgullo no conoce limites (...) No dejó a ninguna chica virgen en la ciudad, las hijas de los heroes y la esposas de los grandes han perdido la paz y la tranquilidad pues, en cada momento, son llamadas a su lecho...” Algunos artículos de la ley elaborada por Urnamo, tercer rey de la monarquía Ur (2.1122090 a.C), son reformas de una ley anterior, una evolución que va mermando el estatus de la mujer, signo evidente de que paralelamente al empeoramiento de la situación de la mujer en el cielo mítico, su posición también se debilita en la tierra: “Las viudas no deben convertirse en la propiedad y esclava de los hombres poderosos y ricos”. Aun así, “entre 500 estudiantes de las 6 escuelas religiosas de la ciudad Nipur, no se ve ningún nombre femenino “ (Alvahe Sumeri, tablillas sumericas, Samuel karaimer, pag,18) De todos modos permanece todavía en el aire ese vínculo entre lo justo y lo femenino. En el texto más antiguo de derecho sumerio descubierto hasta hoy, la Justicia está ligada estrechamente con la diosa Nanshe, la dama de Gracia y de Justicia. A lo largo de las diecinueve tablillas se demuestra cómo el Principio Femenino de la Existencia dominaba las mentes de los habitantes de la antigua sumeria: "Nanshe conoce a las viudas y los huérfanos. Es consciente del sufrimiento ejercido por el ser humano al resto de los seres humanos (…) Ella es protectora de los pobres y el refugio de los desheredados" Este documento afirma que Nanshe, en el primer día del año nuevo, dirigirá un tribunal, ayudada por Nidaba, la Dama de las Cuentas y su esposo Jay para atender las denuncias de los súbditos: “Serán castigados los que: pisoteen la doctrina del buen comportamiento, los que rompan su promesa, los que se alíen con los malhechores, los que estafen a los demás…”. El hecho de que en las leyes elaboradas por Namu (tercera era del estado de la monarquía de Ur) se haya criticado normas anteriores implica que antes que él ya existía un derecho regulado. La importancia del código Ur-Namu reside en la reforma de la ley de Talión (elaborada por Hammurabi, que se resume en la conocida lógica del “ojo por ojo y diente por diente”), que es sustituida por Diye, una indemnización a la víctima o a sus familiares. Esta ley no distinguía entre el hombre y la mujer, pues utilizaba el termino "persona" en la cuestión de castigos . Aunque ambas leyes se siguen practicando hoy en los países que se regulan por las normas del Islam, existe una diferencia a la hora de aplicar la estricta letra de la ley y es que si la víctima es una mujer, recibirá menos indemnización que un hombre aunque el dolor causado sea el mismo. En el código de Namu, la situación de la mujer está descrita de la siguiente manera: "Las viudas no convertirse en la propiedad de los opulentos", "Los huérfanos no deben ser convertidos en la propiedad de los opulentos", "Los poseedores de un Shekel -la unidad monetaria de Ur- no deben agacharse ante los poseedores de sesenta Shekel". Las leyes de Ur-Namu son la primera reforma social en defensa de los derechos de los mas desfavorecidos. También hay normas que defienden algunos derechos de los esclavos, en las que ellos pueden tener un trabajo y con el sueldo que ganan, comprar su libertad, aunque su amo pueda castigarle en el caso de la desobediencia o marcarlo con fuego, normalmente se les señalaba en la cara o en los brazos (y en la Edad Media llegaron a quemarles los ojos con este tipo de sello), no ha de causarle invalidez o la muerte. De entre los documentos interesantes sobre el estado de derecho de la mujer en la antigua sumeria, nos llama la atención, una tablilla en la que, al parecer, una mujer denuncia a su marido porque "él, en el momento de hacer el amor, se niega a murmurarle en el oído palabras cariñosas y tiernas" en la tablilla que explica la sentencia del tribunal, el marido es condenado a adorar la Innana, la diosa de amor, y después murmurar a su mujer esas las frases cariñosas que la diosa cantaba a su marido Domuzi. La sentencia termina afirmando que" la mujer debe enseñar a su marido palabras dulces, a la vez que ella las pronuncie a su esposo". Otra tablilla, titulada por los sumerologos el juicio a la mujer silenciosa" se comenta que un hombre es asesinado por tres hombres. Los criminales llegan a contar los hechos a su viuda y ella guarda el secreto. El crimen se descubre y el tribunal encomienda a un grupo compuesto por nueve personas que investigue lo sucedido. La esposa del hombre asesinado será acusada por "la fiscalía" pero dos abogadas se hacen cargo de la defensa de la mujer y argumentan que ella no había participado en el crimen, pidiendo la absolución para ella. El jurado acepta los argumento de los abogados y la absuelve, puesto que el silencio y la indiferencia de ella hacia el asesinato de su esposo se debía a que el difunto no pagaba la manutención a su esposa (N.P.P.: AMUZAGAR. Pag.196). Por otra parte, esta tablilla tiene un valor añadido y es que nó sólo refleja que los acusados tenían derecho a un abogado defensor, incluidas las mujeres, y por otro lado, que hace cinco mil años los sumerios ya tenían "jurado" en sus tribunales. 7 El monarca semita Hammurabi, gobernó Babilonia desde 2025 hasta 2067. El conjunto de leyes conocido como "El código de Hammurabi" es el primer código legal del que se tiene registro. Sus artículos fueron descubiertos en las excavaciones realizadas en la provincia Juzestan, en el sur de Irán. Traídos como botín por los Elamitas, demuestran, por un lado, las profundas huellas que los sumerios han dejado en este sistema de derecho y por otro, los intentos de reformar las normas de este país, salvaguardando los artículos que favorecían, por ejemplo, la igualdad entre los sexos. Con el paso de los siglos este punto de partida fue corrompiéndose de modo que aquel reconocimiento sumerio a los derechos de la mujer desaparecieron bajo la presión de los guerreros semitas. Este código compuesto por 280 preceptos (de los cuales 60 no han sido descifrados) nos habla de las normas establecidas acerca de la patria potestad, matrimonio, divorcio, derecho sucesorio, deudas, delitos, contratos de comisión, de prestación de servicio y arrendamiento. Carente de sistematización, el codigo de Hamurabi enumera cada uno de los casos y cómo se debe obrar en consecuencia: su lógica es que “en caso de que pase ésto, se debe actuará de este modo": "En caso de que una mujer rechaze a su marido y afirme ‘No harás uso carnal de mí’, se determinarán los hechos de su caso en un juicio y, si se ha mantenido casta y sin falta en tanto que su marido es convicto de abandono y agravio, esa mujer no sufrirá castigo, tomará su dote (sheriktu) y marchará a la casa de su padre." De este articulo se deduce que la dote pertenecía a la mujer, puesto que en caso de divorcio la recuperaba y en caso de su fallecimiento pasaba a manos de sus hijos. Aunque durante el matrimonio la economía familiar está en manos de los varones de la familia, lo cierto es que tras el divorcio la mujer puede recuperar los bienes que originalmente llevó al matrimonio. Sólo en esos casos la mujer podrá administrar la dote a su gusto, hacer negocios con ella o donarlo a quien quiera (N.P.P: F. Lara, Código de Hammurabi, Madrid, Editora Nacional, 1982.). Por otro lado, el código, apoya la monogamia, salvo que la mujer sea estéril, en este caso el esposo tiene el derecho de tener relaciones con otra mujer. La infidelidad de la mujer se demostrará conn la "prueba del agua": se tirará a la esposa a un río y sólo si logra salvarse demuestra su inocencia. Las viudas podían volver a contraer el matrimonio, en acaso de la oposición de los hijos, el tribunal le concedía el permiso. En otras tablillas encontradas en el antiguo territorio sumerio se indica que la mujer babilonia podía, al igual a que los hombres, llevar sus quejas ante los tribunales de justicia. Es más: las de clase alta tenían la capacidad de dejar patentes sus derechos en el contrato matrimonial e incluso trabajabar en la administración del reino, en especial en la contabilidad y la industria. Hay escritos que demuestran que había mujeres entre los trabajadores textiles que cobraban su sueldo del Estado. La semejanza entre el legado jurídico de este documento y las de la Tora, escrita 600 años después, demuestra que los elaboradores del libro sagrado de los judíos tomaron prestadas muchas normativas de Hammurabi, como es el caso de la ley de Talión. Al igual que los demás pueblos de economía agrícola, las principales creencias de los elamitas -habitantes de la zona sur del territorio actual de Irán- se forman alrededor de los símbolos de la fertilidad, en los que la mujer ha sido la imagen representativa. Al contrario de los semitas y los babilonios, el trato de los elamitas acerca de la mujer es bastante menos agresivo. En una vasija perteneciente al tercer milenio a.C. se ve la boda de una pareja celestial, y en otra está gravada la imagen de cinco diosas. En un documento posterior, datado en 2260 a,C. vemos un grupo de mujeres-diosas, que dominaban el pensamiento religioso de los elamitas. En la cima de este panteón se colocaba la diosa Pinikir, la Gran Madre de los elamitas, la Gobernadora del Cielo. La transición tranquila y pacifica de estas sociedades agrícolas (con sus diosas gobernando el Cielo y la Tierra) a una sociedad administrada por los hombres se refleja en las figuras femeninas que progresivamente se presentan con el rostro barbudo, es decir, mitad hombre y mitad mujer. De 8 la época dorada de la civilización elimita (1300-1100 a, C,) tenemos la estatua bronce de la diosa Napir-asu, o las figuras de las diosas Ishmakarab y Kiririsha, rodeadas de serpientes y otros reptiles, simbolos totémicos del poder femenino. La adoración de los reptiles en la cultura de los elamitas se debe a la conexión que estos animales tienen con las aguas y el mundo subterráneo, el lugar en el que se levanta el Principio Femenino de la Exitencia, su poder mágico. En el derecho elamita la mujer mantiene la igualdad de derecho con respecto al hombre y en ningún caso se le trata como un ser inferior; esto tiene su refrendo en los mitos: la diosa Narundi es defensora de los derechos del pueblo, es la diosa de la victoria. 9