PABLO Y AGUSTÍN, TRANSFORMADOS POR GRACIA 2.— “La Gracia es el Espíritu que vivifica” Rom 7, 24-25/ Gest. Pelg. 21; Corrept. 29) “La gracia no es la naturaleza perecedera, ni la letra que mata, sino el espíritu que vivifica”. (De gestis Pelagii 7, 20-9, 21) Cuando san Agustín se acerca en sus primeras obras a este texto de san Pablo, interpreta el texto como si éste hablara de una persona que todavía no había recibido el bautismo o bien de un cristiano imperfecto que tiene todavía que esforzarse en el camino de Dios. (Ser. Dom. In. Mont 1, 36). No obstante con el paso de los años y de la acción de la gracia de Dios –como pone de manifiesto el Papa en su homilía del 22 de abril de 2007 en Pavía-, san Agustín llega a comprender que el Apóstol está hablando de sí mismo, de la lucha que él tiene que librar en su interior contra los principios del pecado, por lo que va a interpretar este texto desde esa perspectiva, como una humilde confesión de Pablo de la necesidad de la gracia para luchar contra los principios del mal y del pecado que habitan en su interior (Retr. 1, 19, 1-3). Los pelagianos lo acusarán de que está afrentando la imagen de san Pablo al considerarlo pecador y necesitado de la gracia para continuar en la lucha. No obstante este texto ocupará un lugar importante en su polémica antipelagiana, para demostrar la necesidad de la gracia y de la humilde confesión cotidiana de nuestras debilidades, pues el hombre mientras viva en esta tierra no puede creer que ya ha vencido en la lucha contra el pecado, para la que es preciso pedir todos los días con confianza la gracia de Dios: De aquí procede que, al luchar entre sí las dos leyes, como la ley de los miembros repugna a la ley del espíritu y hace al hombre cautivo del pecado, llega el Apóstol a exclamar: ¡Desventurado de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? La gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Rm 7, 24-25). No nos libra, pues del cuerpo de esta muerte la naturaleza, vendida por esclava al pecado y herida por el pecado, y que tiene necesidad de redentor y salvador; ni el conocimiento de la ley, que nos da el conocimiento de la concupiscencia, pero no la victoria sobre la misma; sino que nos libra la gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor. La gracia no es la naturaleza perecedera, ni la letra que mata, sino el espíritu que vivifica. (De gestis Pelagii 7,20-9,21) La gracia no se restringe a la naturaleza, como afirmaba Pelagio, sino que es un don de Dios necesario para el obrar bien, para poder creer, para poder realizar obras meritorias delante de Dios, de aquí que este texto paulino sea muy importante para san Agustín, pues la gracia es la que precede toda obra meritoria, la sostiene y la lleva a su término. Así, la realidad del ser humano, en la que luchan las dos leyes, la de la carne y la del espíritu, no puede ser superada por el conocimiento (la gnosis), ni por el esfuerzo y la propia voluntad, sino sólo a través de la gracia de Dios manifestada en Cristo Jesús. Por ello en la espiritualidad agustiniana jugará un papel fundamental la humildad, pues es preciso reconocer que el hombre con sus propias fuerzas, medios y capacidades no puede librarse de su inclinación al mal y al pecado y que para hacer lo que agrada a Dios, necesita de la gracia que lo eleve y transforme. A.— Esquema oracional 1 . O r aci ón i ni ci a l Señor, pones a nuestra disposición este tiempo para reflexionar sobre la vida y tus dones. Nos das como asesores y ejemplo a nuestro padre san Agustín y a tu apóstol Pablo. Haznos diligentes para aprovechar la ocasión que nos ofreces. Danos inteligencia para comprender tus planes y fortaleza para llevarlos a cabo. De esta forma haremos aprecio de tus dones y mostraremos agradecimiento por los detalles de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. 2 . Lec t ur a del t ex t o de sa n P ab l o (R o m 7 , 2 2 - 2 5 ; o si se p ref ie re Ro m 7 , 1 4 -2 5 ) En voz alta. Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos. 3 . Lec t ur a del t ex t o de sa n Ag u stí n ( D e g e st i s P el ag ii 7 , 2 0 -9 , 2 1 ) Es preferible que se haya hecho previamente; si no, puede hacerse ahora en particular, en un tiempo de silencio. 4 . Co m en t ar i o s y a p or ta ci on es e n co m uni d ad 5 . P re ces Oremos ahora todos juntos y, a ejemplo de San Agustín, pidamos que la Gracia de Dios nos transforme. —Para que el Padre del cielo perdone con su gran bondad todas las ocasiones en las que nos hemos dejado arrastrar por la ley del pecado, roguemos al Señor. —Para que en nuestra vida personal y comunitaria resplandezca la humildad que brota de la confianza en la Gracia divina, roguemos al Señor. —Para que nuestras comunidades reflejen y generen dinámicas de vida según el Espíritu, roguemos al Señor. —Para que todos nuestros planes y proyectos no caigan en la trampa del voluntarismo, la autorrealización o el intelectualismo, sino que su fundamento sea la gracia de Dios manifestada en Jesucristo, roguemos al Señor. —Para que sepamos vivir con alegría y agradecimiento el don de haber sido salvados y liberados por Gracia, roguemos al Señor. —Para que, viviendo en comunidad de hermanos, colaboremos en la lucha por construir un mundo mejor guiado por la ley del amor y no por la ley del pecado, roguemos al Señor. 6 . O r aci ón f i n al Señor, Tú has enriquecido a tu Iglesia con el don de los apóstoles, que nos transmiten tu Palabra; y a nuestra familia agustiniana le has dado por padre y guía a san Agustín. Por todo ello te damos gracias. Ayúdanos a aprender de ellos: que luchemos contra los lazos del pecado que habita en nosotros, a la vez que reconocemos humildemente que nada podemos hacer sin la gracia de Dios que se nos ha dado en nuestro Señor Jesucristo, Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. B.— Esquema para la reflexión Los pasos 1 al 3 pueden ser los mismos ya indicados. 4 . P u nt os d e ref l ex i ó n — San Agustín es capaz de percibir que las palabras de San Pablo no son mero discurso intelectual, sino que tienen que ver con el modo en que el propio apóstol percibe la acción de la gracia en él. ¿Soy capaz de reconocer de qué modo la Gracia de Dios me ha ido transformando? ¿Hay algún acontecimiento en tu vida en que te hayas sentido “salvado-liberado por gracia”? — San Agustín y San Pablo, han experimentado de igual modo en sus vidas “la ley del pecado”; ¿dónde percibo en mí esa “ley del pecado”? ¿Crees que como familia religiosa también podríamos objetivar algunas resistencias o ataduras que obstaculizan la acción de la Gracia entre nosotros? —San Agustín da una importancia capital a la humildad; ¿cómo crees que puede traducirse hoy esta virtud en nuestra vida religiosa y comunitaria: servicio, disponibilidad…? ¿Cómo crees que vives personalmente ese binomio tan paulino y agustiniano del “reconocimiento de la fragilidad-confianza en Dios? Los pasos 5 y 6 pueden ser los mismos ya indicados. C. — Esquema para el coloquio Puede servir el esquema B. ANEXO. Materiales complementarios 1 º. O r aci ón a M a rí a Para rezar a coro. María, la llena de Gracia: ayúdanos a abrir nuestro corazón de par en par, al Espíritu de Dios que vivifica y destruye el poder del pecado. María, la Madre de Jesús, el Redentor: enséñanos tú a no poner resistencia a la voluntad del Padre y a confiar siempre en Él. María, la Madre humilde: guíanos tú, para que no caigamos en la trampa de la autosuficiencia, del orgullo, del voluntarismo sino que sigamos siempre el camino marcado por tu Hijo, Jesucristo, nuestro único Señor y Salvador. Amén.