Pecado del Orgullo - El Pecado de Pecados El pecado del orgullo es el pecado de pecados. Se nos dice que fue este pecado lo que transformó a Lucero, un querubín ungido de Dios, el mismísimo "sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de hermosura" (Ezequiel 28:12) en Satanás, el diablo, el padre de mentiras, aquel para el que fue creado el infierno (Juan 8:44, Mateo 25:41). Se nos advierte que guardemos nuestros corazones del orgullo no sea que también "caigamos en la condenación del diablo” (1 de Timoteo 3:6). Fue el pecado del orgullo lo que llevó primero a Eva a comer de la fruta prohibida. En Génesis leemos: "Entonces la serpiente dijo a la mujer: 'No moriréis. Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.' Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió. Y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:4-6). ¿Y quién cree usted que era la serpiente antigua que le presentó a Eva por primera vez este pecado de orgullo? Era nada menos que el mismo diablo (Apocalipsis 12:9 y 20:2) ansioso de compartir su condenación con otros. San Agustín de Hipo (354-430 d.C.) escribió: El orgullo es el principio de todo pecado porque fue esto lo que arrojó al diablo, del cual surgió el origen del pecado; y después, cuando su maldad y envidia persiguieron al hombre, el cual aún permanecía en su justicia, lo trastornó de la misma manera en que él mismo cayó. Porque la serpiente, de hecho, sólo buscaba una puerta por la que entrara el orgullo cuando dijo: 'Serán como dioses.' El pecado del orgullo es una obsesión con el yo. El orgullo tiene que ver con el "yo, mí, y yo mismo." Así que hasta la palabra orgullo se centra en el yo. Leemos acerca de la caída de Lucero: "¡Como caíste del cielo, o Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: 'Yo subiré al cielo; yo en lo alto, junto a las estrellas de Dios, yo levantaré mi trono, y en el monte del testimonio yo me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y yo seré semejante al Altísimo. Más tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo" (Isaías 14:12-15). La enemistad de Satanás contra Dios comenzó con el "yo". Y es así también con nosotros. Si usted está obsesionado con usted mismo, padece del pecado del orgullo. Una manera de determinar si usted está obsesionado consigo mismo es evaluar sus motivos. Tome la búsqueda de conocimiento, por ejemplo. Si usted estudia duro, porque eso es lo que el Señor quiere que usted haga y está siendo obediente, eso está bien. Eso es obediencia a Dios. O si usted estudia duro, porque quiere llegar a ser un maestro para poder edificar a otros y ayudarlos a crecer, eso también está bien. Eso es amor por otros. Pero si usted estudia duro solamente para acumular conocimiento para sí, de manera de poder decir que usted sabe más que nadie, ¡eso está mal! Su enfoque está en usted mismo y su propia gloria. Eso es obsesión con el yo. Eso es orgullo. Y si este es su caso, no solamente padece de orgullo, ¡sino que se está arriesgando a ser consumido completamente por él! El apóstol Pablo no bromeaba cuando dijo: "El conocimiento envanece, pero el amor edifica" (I de Corintios 8:1). Y cualquiera que alguna vez haya estado allí, le dirá que el conocimiento por las razones equivocadas (por ejemplo: vanagloria personal) acabará en un corazón orgulloso y en la enemistad con Dios. El pecado del orgullo es merecidamente distinguido como uno de los más sobresalientes de todos los pecados por muchos teólogos y estudiosos de Las Escrituras. Ahora bien, ¿Cómo luchamos contra el pecado del orgullo? Primero tenemos que reconocer que tenemos un problema. Y esta puede ser la parte más difícil, porque como hemos visto, el orgullo tuerce nuestra percepción de la realidad. Nos engaña. Nos dice: "No tienes un problema con el orgullo; no estás siendo orgulloso, ¡sólo estás siendo honesto contigo mismo! Tú eres mejor que nadie y mereces toda la gloria. Tú te has establecido por tu sabiduría y tu fuerza. Tú, tú, tú..." Y que bien se siente. Es difícil ver la verdad cuando su propio corazón le está mintiendo - cortejándolo con aprobación. Es difícil detenerse a pensar un minuto: "No, no valgo más que alguien más, Dios nos ama a todos por igual y Su opinión es la única que realmente cuenta. Y en lo que a mi gloria se refiere, ¡a Dios sea toda la honra y la gloria! Yo no me establecí por mi sabiduría y fuerza, ¡sólo utilicé los dones que Dios me dio para hacer aquello para lo que me los dio! Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.” (ver Lucas 17:10). Es difícil humillarse así cuando se encuentra atascado en el orgullo. Y es difícil ver la verdad cuando se está engañando a sí mismo. Así que va a necesitar ayuda. El Señor dice: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras" (Jeremías 17:9-10). Su corazón puede ser capaz de engañarlo, ¡pero no puede engañar a Dios! Así que la primera cosa que debe hacer es ponerse de rodillas y orar. Diga con David: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" (Salmo 139:23-24). Pídale misericordia a Dios. Clame con David: "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a la multitud de Tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Salmo 51:1-2). Al pedirle ayuda a Dios usted en realidad se está humillando delante de Él y Dios honrará eso. La Escritura dice: "Dios resiste al soberbio, pero da gracia al humilde." Esto no es solamente una advertencia para el orgulloso; es una promesa para el humilde. Si usted se humilla delante de Dios en oración, Dios derramará Su gracia sobre usted. Y aunque el pecado sea capaz de vencerlo, no es contrincante para el asombroso poder de Dios. Así que ore. Ore, ore, ore. Ese es el primer paso. Al orar, usted no sólo está pidiéndole a Dios que interceda por usted, lo que Él hará por Su gracia si usted es sincero, usted realmente está combatiendo el pecado del orgullo al humillarse delante de Dios, porque la humildad es lo opuesto al orgullo. Es como combatir el fuego con agua. La siguiente cosa que se debe hacer, después que Dios comience a mostrarle áreas de orgullo, es luchar contra él orgullo mentalmente. Cuando usted experimente una oleada súbita de orgullo y lo reconozca, denúncielo mentalmente. Admita para sí que está siendo orgulloso y pídale al Señor que lo perdone. Diga: "Estoy siendo orgulloso; por favor Señor, perdóname." La tercera y última cosa que se debe hacer es decirles a sus hermanos y hermanas en Cristo que está luchando con el orgullo y pedirles que oren por usted. "Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). Así que en resumen, el pecado del orgullo se manifiesta en motivos egoístas, un ego exagerado, una pobre opinión de otros, e irrespeto a Dios. Puede conducir a otros pecados en contra de Dios. Por ejemplo: robarle la gloria debida a Dios, y distorsionar su percepción de la realidad. Combatimos el orgullo al humillarnos delante de Dios en oración, pidiéndole que revele el orgullo oculto en nuestros corazones, reconociendo y arrepintiéndonos del orgullo cuando lo observamos en nosotros, y al ser transparentes con nuestra familia cristiana por medio de la supervisión de responsabilidades recíproca y la oración. No obstante, es irremediable que en algún momento de nuestras vidas, el orgullo nos haga pecar contra Dios, y cuando esto sucede, muchos de nosotros tenemos problemas con el concepto del pecado cuando viene como resultado de una caída provocada por el orgullo. Es difícil aceptar que hasta cuando tratamos de ser buenos, existen áreas de nuestra vida que permanecen pecaminosas. Aunque es duro aceptar nuestros errores, todavía puede ser más duro el confesarlos - hasta privadamente, en oración con Dios. Sin embargo, eso es claramente lo que Dios requiere: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1ra de Juan 1:9). La confesión por sí sola del pecado no es todo lo que Dios requiere. Él pide que nos arrepintamos, que dejemos nuestras actividades pecaminosas y en su lugar lo sigamos a Él. El arrepentimiento puede ser definido como: “Un apartarse del pecado, desobediencia, o rebelión y un regreso a Dios. En un sentido más general, el arrepentimiento significa un cambio de opinión o sentimiento de remordimiento o pesar por una conducta pasada. El verdadero arrepentimiento es un 'pesar proveniente de Dios' por el pecado, el acto de darse vuelta y caminar en la dirección opuesta. Este tipo de arrepentimiento conduce a un cambio fundamental en la relación de una persona con Dios." El apóstol Pablo observa esto en (Hechos 3:19-20): "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado." El arrepentimiento no significa que nos volvemos perfectos. Dios entiende que hasta cuando nos esforzamos, a veces podemos volver a caer. Sin embargo, cada vez que pidamos Su perdón, lo recibiremos. Hay inclusive mejores noticias para aquellos que han aprendido a confesar sus pecados, a arrepentirse y a volverse a Dios. La Biblia dice que Jesús mismo vendrá a ayudarnos. "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo. Y Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1ra de Juan 2:1-2). Cuando los pecados son perdonados por Dios, la Biblia dice que Dios se olvida de esos pecados. El (Salmo 103:11-12) dice: "Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció Su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones." Debido a que Dios nos perdona, estamos llamados a perdonar a otros. (Efesios 4:32) dice: "Antes, sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó." Para concluir, he aquí algunos pasajes de las Escrituras que tratan específicamente del orgullo: "El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios. No hay Dios en ninguno de sus pensamientos." (Salmo 10:4) "Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, más al altivo mira de lejos." (Salmo 138:6) "El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco." (Proverbios 8:13) "Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; más con los humildes está la sabiduría" (Proverbios 11:2) "Ciertamente la soberbia concebirá contienda; más con los avisados está la sabiduría." Proverbios 13:10) "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu." (Proverbios 16:18) "Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune." (Proverbios 16:5)