ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN. Catequesis de La Eucaristía Con esta oración, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del Sacramento celebrado; la asamblea acoge esta oración con la aclamación: Amén. Ficha Nº6 RITOS DE COMUNIÓN Apuntes litúrgicos Comunión del sacerdote y de los ministros. Antes de comulgar, el sacerdote realiza una oración en silencio para prepararse a recibir con fruto el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El sacerdote primero comulga el Cuerpo de Cristo y luego toma el cáliz y bebe la sangre de Cristo. Luego del sacerdote, los diáconos o ministros también comulgan. Comunión de la comunidad presente Los fieles, al igual que el sacerdote, también pueden prepararse haciendo oración en silencio antes de comulgar Comunión bajo una especie Habiendo comulgado, el sacerdote y los ministros, distribuyen la Eucaristía a quienes quieran comulgar; lo hacen sosteniendo el Pan consagrado un poco elevado y diciendo a cada persona:”El Cuerpo de Cristo”, quien va a comulgar, responde: Amén. Y comulga. Comunión bajo las dos especies Si bien es cierto que “la comunión tiene una expresión más plena (…) cuando se hace bajo las dos especies ya que en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico1”, no siempre es posible realizarla. Preguntas para profundizar: 1. 2. 3. 4. 5. 1 ¿Cuáles son los momentos más hermosos que he vivido en torno a la mesa? ¿Es Dios Padre para mí?, ¿En qué lo noto? ¿Soy una persona que busca la paz y la vivo con Dios y mis hermanos? ¿La comunión con Cristo es el centro de mi vida? ¿Hago oración después de recibir la comunión?, ¿Qué ecos me genera ese diálogo? IGMR nº 240 Ideas centrales del Rito de Comunión El amén de la doxología concluye la gran plegaria eucarística. Con esta aclamación tiene término la parte central de la celebración, que se abre hacia su culminación. En efecto el sacrificio tiene un verdadero significado sólo si conduce y desemboca en la comunión, que es plena participación al sacrificio que la Iglesia ha ofrecido y de la cual hemos participado y hecho parte. La comunión desde la perspectiva ritual es bastante simple, pero parte esencial de la celebración, que hace referencia y cumple las palabras de Nuestro Señor: “coman mi cuerpo y beban mi sangre para tener la vida eterna”. Nos acercamos a comulgar para hacernos uno con el Señor, para que Él viva en nosotros, y nosotros en Él, sin perder de vista la dimensión de que el comulgar también es comunión con los hermanos que son Cristo2, la fracción del pan acompañada por el Canto del cordero, por una parte nos recuerda que el nombre original y primero de la Eucaristía fue el de fracción del pan. Pero también es una proclamación de nuestra fe eucarística en cuanto que el pan que partimos es verdaderamente Cristo el Cordero de Dios. Presente en medio de nosotros pero al mismo tiempo Señor de la Gloria 2 1Cor 11, 23-26 Partes del Rito de Comunión El Rito de Comunión está formado por: Padre Nuestro Rito de la Paz Fracción del pan Comunión Oración después de la Comunión. El Padre Nuestro Con la oración del Padre nuestro se inicia el rito de la comunión. La oración la reza toda la comunidad junto con el sacerdote. Pero, ¿por qué el Padre Nuestro abre el rito de la comunión? A causa de dos de sus peticiones: “El pan nuestro de cada día danos hoy” y “Perdona nuestros pecados”. Sin duda, Jesús hace que los discípulos pidan a Dios el pan que cada día alimenta el cuerpo, pero no se puede dejar de ver en esa petición, una alusión al pan que produce vida eterna. La petición del perdón de las ofensas gozaba de gran aceptación en la época en que solo se conocía la confesión de los pecados más graves. El Padre Nuestro constituía un medio privilegiado para recibir el perdón de las faltas de la vida cotidiana. El Rito de la Paz. En este rito se implora la paz y la unidad para la Iglesia y para el mundo. El signo de la paz es, más que un saludo, una expresión de caridad, en el que a través del gesto, un cristiano debiera asumir hacerse cargo de quien abraza. Se trata, entonces, de un signo de comunión fraterna. Fracción del Pan y Cordero de Dios “Fracción del pan” (Hch. 2,42.46; 20,7.11) es una expresión judía. Designa una antigua costumbre del pueblo de partir el pan antes de comer y después de la bendición de la mesa. Así, el gesto eucarístico se ubica en un simbolismo tradicional en que se vinculan íntimamente la hospitalidad y el compartir el pan con la comunión entre las personas. De ahí la reflexión de Pablo en 1Co 10-16: “El pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?”. En esa tradición es el dueño de casa el que parte y reparte el pan; el gesto de la fracción del pan, también lo realizó Cristo en la última Cena. El Cordero de Dios se canta o se dice durante la fracción del Pan y la inmixtión (gesto en que el sacerdote celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz). La invocación del Cordero de Dios puede repetirse varias veces mientras se prolongue la fracción del pan; la última vez se dice o canta: “danos la paz” Comunión Se puede decir que, considerando su raíz en el actuar de Jesús y, como también está atestiguado en los relatos de la institución y las comidas con el Resucitado, la Cena del Señor se celebró desde el comienzo en el contexto de una comida comunitaria ordinaria. El memorial de los gestos del Señor sobre el pan y el vino y la comunión en ellos estuvieron, así, siempre unidos a un sentido de comunión fraternal y de solidaridad, sobre todo con los más pobres. Seguramente por esta razón fundamental es que Pablo puede afirmar que el que cada uno coma “de su propia cena (…) mientras uno pasa hambre y otro se embriaga (…) eso ya no es comer la Cena del Señor”. La comunión acrecienta en nosotros la fe y la esperanza cristiana y fortalece la caridad para hacer de nuestra vida, como la de Cristo, una vida entregada a los demás. La Eucaristía es don y tarea: por ser «sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad»3, nos urge a la comunión eclesial. Es el encuentro anhelado e íntimo de hermanos que comparten la misma mesa. Tampoco en este momento hemos de olvidar a los demás, pues nunca el amor a Dios separa del amor al prójimo4. La comunión siempre ha sido considerada como un momento y un suceso trascendental en la vida de los fieles. Hombres y mujeres, jóvenes o adultos, experimentan, muchas veces, una inexpresable cercanía de Jesús en la comunión. El día de la Primera Comunión queda impreso en las almas tiernas de los niños,5 de los jóvenes y adultos convertidos. ¡Cuántas veces en las horas difíciles de la fe y de la vida los hombres y mujeres recurren a este dulce recuerdo! Santa Teresa de los Andes escribe en su diario: «El día 11 de septiembre de 1910, año del centenario de mi patria, año de felicidad y del recuerdo más puro que tendré en toda mi vida... No es para describir lo que pasó por mi alma con Jesús. Le pedí mil veces que me llevara, y sentía su querida voz por primera vez»6. El Padre Hurtado, curtido por la aspereza de su vida activa a favor de los pobres, nos dice: «¡Qué abundancia de gracia trae al alma del sacerdote la consagración de cada mañana! El fruto especialísimo de la tierra es para el celebrante fruto delicado, fruto del que sólo el sacerdote goza. Sólo por celebrar misa cada día se podía uno hacer sacerdote. Sólo por tomar aquella Hostia santa y ofrecerla todos los días al Padre y luego comerla y luego beber aquel «cáliz bendito, donde se encierra / el bien supremo de cielo y tierra,/ la sangre pura que al Hijo amado la Virgen dio.»7 San Agustín, Ev. Jo. 26, 13; cf. SC. 47 Texto: Quédate con nosotros, de los Obispos Chilenos 2000; Texto de Estudio sobre la Eucaristía VGP, 2000 5 La Beata Laura Vicuña lo expresa así: “¡Qué momentos más deliciosos! ¡Unida a Jesús le hablé de todos y para todos invoqué gracias y favores!,” cf. Sus propósitos en su Primera Comunión (positio, Scripta, pág. 1) 6 Teresa de los Andes, Obras completas, pp. 76-78 7 Padre Hurtado, La elección de carrera, nº7. Obras completas I, Santiago 1994, 579 3 4