· Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos: una teoría

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· Sobre la naturaleza
y el desarrollo de los afectos:
una teoría unificada
** Charles Brenner
Las complejidades y dificultades inherentes a cualquier intento de
llegar a generalizaciones válidas y útiles acerca de los fenómenos
mentales resultan muy obvias en el campo de la teoría de los afectos.
Todo psicoanalista que se ha ocupado del tema comienza por destacar
el estado insatisfactorio de nuestros conocimientos teóricos a pesar
de la importancia de los afectos, tanto en la teoría psicoanalítica
como en la práctica clínica.
Cuando examinamos la literatura psicoanalítica pertinente, tenemos la impresión de que la mayoría de los trabajos sobre la teoría
de los afectos parten de dos supuestos básicos, que, como cabía esperar, derivan de lo que Freud (1915a, 1919) escribió sobre el tema.
Según el primer supuesto, los afectos son fenómenos mentales constantes e identificables, y que no varían de una persona a otra. Así, se
supone que cada uno de los muchos afectos enumerados en cualquier
diccionario puede diferenciarse de los otros en términos descriptivos
* Título original:
"On the Nature and Development of Affects: A Unified
Theory". Publicado por primera vez en 1974 (vol. 43, N~ 4) en Psychoanalytic
Ouarterly, que gentilmente ha autorizado su inclusión en nuestra revista.
,',* Dirección: 1040 Park Avenue, New York, NY 10028, USA.
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Charles Brenner
y estudiarse
tal como se lo observa en cada individuo; que, por
ejemplo, el terror, el miedo, la ansiedad y el horror son afectos distintos aunque afines y que, en esencia, cada uno es el mismo en
todas las personas que lo experimentan. En otras palabras, se da por
sentado que en general hay consenso en el sentido de que todos
"saben" en qué consiste cada uno de estos afectos y que todos pueden diferenciar unos de otros de la misma manera.
Según el segundo supuesto, los afectos constituyen un aspecto de
la descarga instintiva. Tal como lo expresó Freud (1915b), corresponden a los procesos de descarga (p. 2068 [178 *]) y deben entenderse en
primer lugar en términos de energía psíquica. En otras palabras, se
supone que cualquier teoría de los afectos debe en esencia ser de índole económica. Es probable que éste sea el motivo por el cual en la teoría
psicoanalítica
de los afectos se suele hacer poca referencia a los
datos clínicos, aunque sí a la importancia de los afectos en la práctica
clínica, e incluso hay algunos trabajos dedicados al tema (por ejemplo, Schafer, 1964).
Este trabajo no parte de ninguno de esos supuestos. Con respecto
al primero, sugiere que no es posible diferenciar un afecto de otro de
manera tan nítida o clara como suelen hacerlo los psicoanalistas ni
dar por sentado que son uniformes en todas las personas. En cambio,
llama la atención sobre la naturaleza individual de los afectos y el
grado en que difieren unos de otros y en que se superponen entre
sí. Con respecto al segundo supuesto, agrega a las consideraciones
puramente económicas de la teoría de los afectos, que tienen que ver
con la descarga instintiva (gratificación),
el acento que pone en el
papel del desarrollo yoico en lo que hace a la naturaleza y el desarrollo de los afectos.
La base para esta divergencia son los datos clínicos que proporciona el psicoanálisis. La enorme importancia de los afectos en la
práctica psicoanalítica y la familiaridad con ellos que todo analista
debe tener como consecuencia de su labor clínica cotidiana sugieren
la posibilidad de emplear los datos clínicos en mayor medida de lo
que se ha hecho hasta ahora para construir una teoría más satisfactoria de los afectos. Este trabajo constituye un intento en ese sentido.
Cabe agregar que los conceptos que se sugieren se relacionan sólo
con la psicología de los afectos, pues no se tienen en cuenta los
concomitantes fisiológicos de la emoción, con la excepción de breves
referencias en las secciones 5 y 6 de la última parte.
Un primer intento en la dirección en que apunta este trabajo se
ocupó del papel del desarrollo y las funciones del yo en relación
con un afecto en panicular, el de ansiedad (Brenner, 1953). Como
;.*
1,
Damos las páginas por B.N. y, entre corchetes, las de S.E. (N. de R.)
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[ ... J
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se recordará, Freud (1926) utilizó primero el término "angustia automática" para designar la reacción del niño pequeño frente a situaciones traumáticas y, más tarde, el término "angustia señal" para
las reacciones ante el peligro. Esta definición de ansiedad es en
esencia económica y cuantitativa. Define la ansiedad como la reacción frente a una afluencia de estímulos demasiado intensa como
para que el aparato mental la domine o descargue. En mi trabajo
de 1953 sugerí que resulta conveniente reservar el término "ansiedad"
para las situaciones que están asociadas con el peligro en años posteriores y llamar simplemente "displacer" a la respuesta a la situación
traumática. Tal definición de la ansiedad se basa en consideraciones
sobre el desarrollo y el funcionamiento del yo con respecto a experiencias de displacer antes que en consideraciones económicas. Lo
que sigue ha de resultar pertinente.
"La ansiedad es una emoción (afecto) que la expectativa del peligro despierta en el yo. No está presente como tal desde el nacimiento o desde la muy temprana infancia. En esos períodos muy
tempranos el niño percibe sólo displacer o placer en lo que hace a
las emociones. A medida que aumenta la experiencia, y que se
desarrollan otras funciones yoicas (por ejemplo, la memoria y
la percepción sensorial), el niño puede predecir que se producirá
un estado de displacer (una 'situación traumática'). Esta incipiente
capacidad para reaccionar ante el peligro con anticipación señala
el comienzo de la emoción específica de la ansiedad, que en el
curso del desarrollo ulterior, según podemos suponer, se diferencia
cada vez más de otras emociones displacenteras
(como ejemplo
de las cuales se sugiere la depresión)
(Brenner, 1953, p. 22).
11
Según esta definición, entonces, la ansiedad es displacer asociado a
un conjunto particular de ideas, a saber, que algo malo va a suceder. La labor clínica revela que ese "algo malo" es distinto para cada
paciente y puede serlo para un mismo paciente en distintas circunstancias. Parte de la labor analítica consiste en descubrir en qué
consisten exactamente los temores de castración, los temores al abandono, etc., de un paciente, es decir, cuáles son las fantasías inconscientes que los encarnan y con qué recuerdos infantiles están asociados sus orígenes. No nos contentamos con saber que un paciente
está ansioso sino que deseamos saber, y dirigimos nuestros esfuerzos
analíticos a tal fin, de qué tiene miedo y cómo comenzó todo. El
hecho de que el paciente mismo no tenga conciencia de la naturaleza
y los orígenes de sus temores no nos arredra: seguimos adelante
partiendo del supuesto de que la ansiedad no es tan sólo una sensación displacentera sino que también incluye ideas.
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La cuidadosa atención prestada a los datos clínicos desde 1953 me
ha llevado a la conclusión de que se justifica ampliar aun más la
formulación que se sugería entonces para la ansiedad y los afectos
displacen teros afines, de modo de incluir toda la gama de los afectos.
Creo que éstos, sean placenteros o displacenteros, constituyen fenómenos mentales complejos que incluyen: a] sensaciones de placer,
displacer o una mezcla de ambas, y b] pensamientos, recuerdos, deseos, temores, en síntesis, ideas. En términos psicológicos, un afecto
es una sensación de placer, displacer o ambos, sumada a las ideas
asociadas a ella. Las ideas y la sensación, tanto conscientes como
inconscientes, constituyen en su conjunto un afecto.
Además, lo que sabernos sobre el desarrollo yoico en general sugiere que cada afecto comienza temprano en la vida cuando las ideas
quedan por primera vez asociadas a sensaciones de placer y displacer.
Tales sensaciones están asociadas, con máxima frecuencia e importancia, a los impulsos instintivos. Surgen en relación con la tensión
y la descarga de los impulsos, es decir, con la satisfacción y la falta
de satisfacción de los deseos instintivos. Resulta razonable suponer
que, en general, las sensaciones de placer y displacer en la vida
adulta no son demasiado diferentes de las de la infancia, y que no
sufren ningún proceso especial de desarrollo. Empero, este supuesto
puede tener limitaciones ya que, para empezar, la mayoría de los
individuos no experimentan el orgasmo antes de la pubertad. Si bien
las sensaciones físicas que forman parte de la experiencia del orgasmo son específicas de esa experiencia, resulta difícil establecer si
el placer del orgasmo difiere de otras sensaciones previas de placer,
salvo en lo que hace a su extraordinaria intensidad.
De cualquier manera, parece justificado afirmar que en la actualidad no contamos con conocimientos sólidos sobre los cambios evolutivos en las sensaciones de placer y displacer durante la maduración
física y mental. Por otro lado, es obvio que las ideas que forman
parte de un afecto dependen por completo del desarrollo y el funcionamiento del yo en lo que concierne a su contenido y complejidad.
De esto se deduce que la evolución de los afectos y su diferenciación
recíproca dependen del desarrollo del yo (y del superyó) , De hecho,
se puede decir que la evolución de la vida afectiva constituye un
aspecto del desarrollo yoico, aspecto que puede servir como una muy
importante medida del nivel del funcionamiento del yo. Un sentimiento de placer, o de displacer, puede diferenciarse de otro sólo por su
intensidad y por las ideas asociadas con él. El placer y el displacer
son, por así decirlo, elementos biológicos dados en el desarrollo
psicológico de un niño. Cualquiera sea el momento exacto durante
las primeras semanas o meses de vida en que se pueda suponer que
comienza la vida mental, las sensaciones de placer y de displacer
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[ ... ]
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de esa temprana época constituyen la matriz indiferenciada a partir de la cual se desarrolla toda la gama de los afectos en los años
posteriores.
Por lo que sé, este concepto de la naturaleza y el desarrollo de los
afectos no se ha propuesto hasta ahora. Antes de examinarlo e ilustrarlo, se examinarán las escasas contribuciones en la literatura analítica sobre la relación entre los afectos y las funciones y el desarrollo
yoicos. Como se verá, Novey (1959) y Lewin (1961, 1965) se acercan
a algunos de los aspectos más importantes propuestos aquí.
El hecho de que tan pocos autores psicoanalíticos se hayan ocupado de la relación entre los afectos y las funciones y el desarrollo
del yo es quizá consecuencia del enfoque de Freud, exhaustivamente
estudiado por Jacobson (1953, 1971) Y Rapaport (1953), entre otros.
Freud puso el acento en la relación entre los afectos y la descarga
instintiva antes que en el funcionamiento yoico. Hizo algunas alusiones a la relevancia del desarrollo yoico para la teoría de los
afectos, que se mencionarán luego, pero es justo decir que no atribuyó gran importancia a dicha relación. Destacó por sobre todo la
dependencia de los afectos con respecto al flujo de las energías mentales así como la importancia de la herencia de características adquiridas en cuanto a determinar la forma adoptada por la expresión
afectiva (Freud, 1915a, 1915b, 1917 [1916-1917]). Las siguientes citas
de Freud resultan aquí pertinentes.
los afectos y las emociones
descarga [. .. ]" (1915b, p. 2068), [y
tor cuantitativo de la representación
rezca bajo la forma de un afecto [.
11 [
•••
]
corresponden a procesos de
uno de los destinos del] "facdel instinto [ ... es] que apa.. ]" (1915a, p. 2057).
Esta idea se repite en el mismo párrafo
y en las Conferencias
de
introducción al psicoanálisis.
la transformación de las energías psíquicas de los instintos
en afectos [ ... es] un nuevo destino de los instintos" (1915a, p.
2057). En algunos [de estos afectos] creemos poder remontarnos
más allá de estos elementos y reconocer que el nódulo en derredor
del cual se ha cristalizado la totalidad [acciones motoras, percepciones de acciones motoras, sensaciones directas de placer y displacer]. [ ... ] Este suceso [ ... ] perteneciente a la prehistoria de
la especie y no a la del individuo" (1917[1916-1917], pp. 2368-9).
11 [
•••
]
Con todo, Freud (1926) sí señaló el hecho de que la vida afectiva
forma parte de un proceso evolutivo cuando dijo que la ansiedad,
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el dolor y la pena resultan imposibles de distinguir entre sí en la
reacción de un bebé que se ve separado de su madre a comienzos
de la vida:
"Parece como si [en la reacción del niño] confluyeran conjuntamente [ ... ] elementos que más tarde habrán de separarse" (p. 2881
[169]) .
También es posible observar indicios de una referencia similar cuando Freud describe la secuencia de las situaciones típicas de peligro en
la temprana infancia y en la niñez: pérdida objetal, pérdida del amor,
castración y condena del superyó. En general, sin embargo, consideraba los afectos como elementos constitucionales "dados" cuya forma
está determinada por la prehistoria de la especie y cuya aparicron
en la vida mental constituye una función de la descarga instintiva
(pp. 2863-5[138-141]).
En 1947, Glover sugirió que una manera útil de clasificar los afectos consiste en dividirlos en primarios y secundarios. Consideraba
que los primeros eran innatos y los segundos dependían, al menos
en parte, del desarrollo psíquico, en particular del desarrollo del yo
y el superyó. Señaló también que resulta útÜ clasificar los afectos
según que resulten placenteros o displacenteros.
Reider (1952) también sugirió que las emociones dependen del
desarrollo yoico. Afirmó que algunos afectos requieren de muy escasa organización psíquica y, en consecuencia, aparecen temprano en la
vida, mientras que otros, al requerir de mayor organización, sólo
surgen más tarde. Por ejemplo, la rabia surge muy temprano, la
vergüenza algo más tarde y la culpa aún después.
Rapaport (1953) se ocupó sobre todo de cuestiones vinculadas a
la teoría de los afectos distintas de las que se tratan aquí, pero en su
compleja serie de proposiciones está implícita la idea de que se producen cambios evolutivos en los afectos que están relacionados con
cambios que constituyen una parte necesaria del desarrollo yoico.
Novey (1959) señaló la estrecha relación que existe entre el afecto
y las ideas, que, desde luego, son un aspecto del funcionamiento
del yo. Llegó a la conclusión de que afecto e ideas se superponen y
entremezclan a tal punto en los datos derivados de la experiencia
psicoanalítica clínica que, al menos en los adultos, resulta imposible
establecer cuál es la causa y cuál el efecto.
Alexander (1960, 1968, 1969a,
1963, 1964) escribió una serie
sorpresa, la ironía, el coraje, el
un trabajo sobre la seriedad y
1969b, 1972, 1973; Alexander e Isaacs,
de artículos, sobre la amargura, la
horror, el pathos y, junto con Isaaes,
otro sobre la función del afecto. En
Sobre la naturaleza
y el desarrollo
de los afectos.
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cada caso el autor intentó realizar una descripción metapsicológica
del afecto correspondiente. Estas descripciones siguen el esquema de
Rapaport y Gill (1959), por lo cual incluyen referencias a aspectos
de la función y el desarrollo del yo (y el superyó): En sus consideraciones, Alexander adoptó la posición, explícita o implícita, de que
cada uno de los afectos considerados incluía ciertas ideas. En éste y
en otros aspectos reconoció su deuda para con Novey.
Lewin (1961, 1965) hizo dos contribuciones al tema, ambas de considerable interés ya que en aspectos importantes se acercan al concepto de afecto propuesto aquí. Lewin se planteó la siguiente pregunta:
"¿Existe algo así como un 'afecto puro', es decir, afecto sin ningún
contenido ideacional?" En su trabajo de 1961 ofreció una respuesta
parcial, es decir, sólo con respecto a la tristeza. Llegó a la conclusión
de que, si bien se puede experimentar tristeza sin ningún concomitante ideacional consciente, siempre existen ideas concomitantes inconscientes. Afirmó que los mismos conflictos inconscientes que actúan en la mente de los pacientes que padecen de depresiones serias
están presentes, aunque con intensidad mucho menor, en la mente de
las personas que sólo están tristes. Sugirió, por ende, que debe entenderse la tristeza como una psicosis "menor" o "normal", tal como
sucede con los sueños. No nos concierne considerar aquí la validez
de la comparación entre los determinantes o concomitantes inconscientes de la tristeza y de la depresión. Para nosotros lo importante
es la afirmación de que afecto e idea son inseparables, de que el
primero no existe sin la segunda, aunque pueda parecer que un
afecto carece de contenido ideacional cuando es consciente y las
ideas vinculadas con él son inconscientes.
En su trabajo de 1965, Lewin hizo consideraciones más amplias.
Afirmó que cualquiera fuera la emoción, tristeza o dicha, depresión
o éxtasis, un afecto siempre tiene contenido ideacional. En las aparentes excepciones, al menos en los años posteriores de la infancia
y en la vida adulta, el contenido ideacional ha sido reprimido y, por
ende, es inconsciente. Lewin aceptó la posibilidad de que existieran
verdaderas excepciones que, en su opinión, eran de escaso interés o
importancia: los afectos en los recién nacidos, en la "rabia epiléptica" y en "animales decorticados".
Schur (1969) parece estar de acuerdo con los criterios expresados
por Lewin en su trabajo de 1965. Según Schur, un afecto es un "proceso cognitivo" sumado a una respuesta a dicho proceso cognitivo.
Ambos resultan inseparables. Considera que la respuesta puede ser
un "sentimiento", uno o más hechos somáticos, o ambas cosas al
mismo tiempo. Así, cuando existe un "sentimiento" siempre está inseparablemente ligado a una o más ideas.
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Si bien Jacobson (1971), al igual que Rapaport (1953), se ocupó
sobre todo de aspectos de la teoría de los afectos que no tienen
mucho que ver con la relación entre los afectos y el desarrollo yoico,
Jacobson reconoció la importancia de dicha relación en su trabajo.
Señaló que lo que es característicamente
humano en los afectos, es
decir la "amplia gama" de sentimientos en la vida adulta, constituye
una consecuencia o una [unción del desarrollo yoico (p. 32).
A. Katan (1972), al referirse a sus muchos años de experiencia
como analista de niños, opinó que mientras un niño no sea capaz
de pensar, es decir, hasta que no haya alcanzado cierto nivel de
desarrollo yoico, se debe hablar de congoja [distress] y no de ansiedad. Así corresponde hablar de ansiedad sólo cuando se ha alcanzado
un determinado nivel del desarrollo yoico.
Resulta interesante observar que cada uno de los autores mencionados hace una o más sugerencias o llega a determinadas conclusiones
que apoyan el concepto de la naturaleza y el desarrollo de los afectos
propuesto aquí. Tomados en conjunto, se puede considerar que concuerdan en grado considerable. En particular, Glover (1947) y Katan
(1972) destacaron el aspecto evolutivo de los afectos, mientras que
Novey (1959), Lewin (1961, 1965) Y Schur (1969) comparten el criterio de que las ideas forman parte de los afectos, están indisolublemente ligadas o inevitablemente asociadas a ellos.
A esta altura puede resultar conveniente resumir los conceptos
sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos ya presentados y
que constituyen la tesis principal de este trabajo.
1. Los afectos son fenómenos mentales complejos que incluyen:
a] sensaciones de placer, displacer o ambas, y b] ideas. Las ideas
y las sensaciones de placer/displacer
constituyen en su conjunto un
afecto como un fenómeno mental o psicológico.
2. El desarrollo de los afectos y su diferenciación dependen del
desarrollo del yo y, más tarde, del superyó. De hecho, el desarrollo
y la diferenciación de los afectos representan un aspecto importante
del desarrollo yoico.
3. Los afectos aparecen a comienzos de la vida cuando las ideas
se asocian por primera vez con las sensaciones de placer y displacer.
Tales sensaciones están asociadas con máxima frecuencia e importancia a la tensión pulsional * (falta de gratificación) y a la descarga
pulsional * (gratificación). Constituyen la matriz indiferenciada a partir de la cual se desarrolla toda la gama de los afectos en los años
posteriores.
* En el original, "drive tensíon" y "drive díscharge", (N. de R.)
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos.
[ ...
J
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Comentarios
La teoría unificada de la naturaleza y el desarrollo de los afectos
puede corroborarse, ampliarse e ilustrarse en lo que hace a su utilidad de diversas maneras.
1. Se trata de una teoría basada en datos psicoanalíticos observables. Como señaló Lewin (1961, 1965), las ideas asociadas con la
tristeza o con cualquier otro afecto pueden ser inconscientes, es
decir, sólo accesibles mediante la aplicación del método psicoanalítico. Idéntica noción está implícita, aunque no claramente expresada,
en casi todos los estudios psicoanalíticos de base clínica sobre cualquier afecto particular. He aquí algunos ejemplos: cuando Fenichel
(1934) y Greenson (1953) destacaron la naturaleza defensiva del
tedio, dieron a entender con toda claridad que un paciente aburrido
intenta de manera inconsciente convencerse de que no desea gratificar los deseos instintivos que lo atemorizan y de que, por el contrario, no desea hacer nada. Cuando Arlow (1957) relaciona la autocomplacencia con la envidia y la gratificación oral, su formulación
sugiere en forma implícita que cuando una persona está demasiado
complacida consigo misma, lo que hace es decir inconscientemente:
"Estoy mejor que tú, tengo a mi madre toda para mí". Cuando
Beres (1966) define la depresión en relación con la culpa, su argumentación encierra la afirmación implícita de que las personas que
se sienten conscientemente tristes tienen diversas ideas inconscientes
que permiten clasificarlas en varios grupos y que sólo los individuos que se autoacusan y se autocastigan, es decir, los que se sienten
culpables, sea consciente o inconscientemente, deberían considerarse
deprimidos. Así, sólo los datos psicoanalíticos justifican la aseveración de que todo afecto incluye ideas y sensaciones de placer y
displacer, pues tanto las ideas como las sensaciones de placer y displacer pueden ser inconscientes, esto es, pueden estar aparentemente
ausentes de una experiencia afectiva dada.
2. La teoría de los afectos propuesta aquí, tanto en sus aspectos
dinámicos como en los evolutivos, deriva y depende de la teoría estructural del desarrollo y el funcionamiento psíquico y es congruente
con ella, como lo demuestran las consideraciones previas y las que
siguen.
3. Se trata de una teoría unificada de los afectos porque se aplica
a la ansiedad en la misma medida que a los otros afectos. Como
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analistas reconocemos que la ansiedad ocupa un lugar especial en
la vida mental: es el motivo para la defensa. Las defensas cumplen el
propósito de dificultar o, de ser posible, impedir el surgimiento de
la ansiedad. Debido a su especial importancia en este sentido, la ansiedad suele ocupar un lugar especial entre los afectos en el discurso
psicoanalítico. De hecho, sin embargo, lo que sabemos acerca del
papel de la ansiedad en el conflicto mental es simplemente que, al
menos después de cierta etapa del desarrollo mental, los seres humanos reaccionan en forma intensa, no sólo ante el displacer sino
incluso ante la expectativa o la perspectiva del displacer. La mera
perspectiva de que se repita lo que fue penoso en el pasado basta
para provocar displacer en el presente, así como la perspectiva de
lo que fue placentero antes basta para causar placer ahora. .
Así, la ansiedad, en igual medida que los otros afectos, constituye
una sensación de displacer acompañada de ideas específicas. Además,
desde el punto de vista clínico, resulta ventajoso tener este enfoque
claramente presente. Como ya se señaló, cuando un paciente dice que
experimenta ansiedad, solemos preguntarnos: "¿A qué le teme inconscientemente?"
y "¿Cuáles son los orígenes de sus temores?" La
teoría unificada de los afectos presentada aquí sirve para recordarnos
que la ansiedad no es una excepción entre los afectos en este sentido.
Todos los afectos poseen contenido ideacional y una historia evolutiva. Analizar un afecto significa descubrir esas ideas y esa historia.
Cualquiera sea el afecto de un paciente -felicidad,
tristeza, belicosidad-, nuestro interés debe apuntar en la misma dirección en que
lo hace cuando está ansioso: "¿ Con respecto a qué está inconscientemente feliz, etc.?" y ",:Cuáles son los orígenes de esas ideas?"
4. Esta teoría de los afectos ofrece una base racional para definir
diversos afectos y establecer un distingo entre ellos, afirmación que
puede justificarse a través de algunas ilustraciones. Por ejemplo, la
ansiedad es displacer acompañado de la expectativa de que algo displacentero va a ocurrir; en otras palabras, displacer acompañado
por ideas que en una forma u otra tienen que ver con algún peligro.
Para que se pueda llamar ansiedad a cualquier afecto, éste debe
corresponder a la definición dada. Sin embargo, bajo el amplio encabezamiento de ansiedad a menudo se utilizan diferentes términos
para indicar variaciones, tanto en la intensidad del displacer que un
individuo ansioso pone de manifiesto como en la naturaleza de las
ideas conscientes e inconscientes asociadas con él. Si el peligro
se percibe como agudo o inminente, tendemos a designar el afecto
como "temor". Si el displacer es intenso, hablamos de "pánico". Si
el displacer es leve y el peligro escaso, incierto o lejano, bien podemos hablar de preocupación o malestar. Idénticas consideraciones se
Sobre
la naturaleza
y el desarrollo
de los afectos
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aplican a otros afectos. Cuando llamamos a un afecto "tristeza", nos
referimos a un displacer relacionado con ideas sobre algo (malo)
que ya ha ocurrido, por ejemplo, pérdida de objeto o daño físico
(cf. Abraham, 1911). Si, en tal caso, el acento está puesto en ideas de
anhelo por un objeto perdido, deseo de recuperarlo, hablamos de "soledad". Si, como señaló Darwin (1872): " ... no tenemos esperanza
de alivio", hablamos de "desesperanza". Si el displacer es intenso,
lo llamamos "aflicción" o "depresión". y si el displacer es leve,
"descontento" o "infelicidad".
Pasando ahora a los afectos placenteros, lo que llamamos felicidad
es un sentimiento de placer en relación con una experiencia o una
fantasía de gratificación instintiva, al margen de que la gratificación
sea total o parcialmente inconsciente. Si el placer es intenso, hablamos de "éxtasis" o "dicha". Si las ideas tienen que ver con haber
derrotado a uno o más rivales, el afecto recibe el nombre de "triunfo".
Algunas variantes del triunfo son la "omnipotencia, autosatisfacción,
leve superioridad o autocomplacencia", según la intensidad del placer
y la naturaleza de las ideas asociadas. Como se puede observar, en
general cualquier intento por definir los afectos en términos psicológicos y distinguir unos de otros sólo puede llevarse a cabo: a]
especificando la experiencia de placer o displacer y su intensividad
y b] haciendo referencia al contenido y origen de las ideas asociadas.
Puesto que las ideas más significativas a menudo son inconscientes,
también resulta importante recordar que el rótulo que utiliza el
paciente mismo no siempre resulta confiable. A veces lo es y otras
no, pero sólo una buena aplicación del método psicoanalítico puede
ayudarnos a decidir en tales casos.
Cabe agregar que también existen afectos caracterizados por una
mezcla de sentimientos de placer y displacer, así como por ideas
que incluyen diversas combinaciones de experiencias y expectativas
"buenas" y "malas". Tales afectos son la regla antes que la excepción,
por lo menos en la vida adulta, y a menudo deben entenderse como
uno de los aspectos de la ambivalencia. Como ejemplo de este tipo de
afectos, en algunas experiencias de ansiedad hay una mezcla consciente de placer y displacer. De hecho, en la mayoría de las experiencias de ansiedad que conocemos en nuestra labor clínica existe por
lo menos placer inconsciente (gratificación) como parte de la experiencia que llamamos ansiedad. Otro ejemplo corresponde al de las
ideas que tienen que ver con superar a un rival y que a menudo
involucran piedad o compasión por él y una expectativa de castigo
por haberlo derrotado. En tales casos el ganador experimenta una
mezcla de placer y displacer junto con las ideas asociadas de desear
y temer perder, de ser el rival del perdedor y su aliado, de dominar y
ser dominado o de castrar y ser castrado.
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Se llega así a la conclusión de que las categorías generales de
afectos tales como la ansiedad, la alegría, la rabia, el temor, etc.,
hasta completar la lista de varios cientos de palabras que corresponden a los encabezamientos de "afecto" o "emoción", no pueden
definirse sino en forma aproximada. Nunca son exactamente iguales
en dos individuos cualesquiera, y a menudo pueden ser muy distintos de una persona a otra. Es un hecho clínico bien conocido en
otros contextos que el mismo fenómeno mental consciente puede
tener determinantes inconscientes muy distintos en dos pacientes y
que determinantes
inconscientes muy similares pueden estar asociados con consecuencias conscientes muy distintas en el pensamiento
y la conducta. Lo mismo puede ocurrir con los afectos. Puesto que
éstos a menudo se designan sólo a partir de su aspecto consciente,
resulta importante recordar que esto puede llevar a la ambigüedad
o, peor aun, a la confusión. Un mismo nombre puede utilizarse para
constelaciones muy distintas de placer, displacer e ideas en distintos
individuos. Además, incluso cuando esas constelaciones son muy similares, nunca son idénticas en dos casos cualesquiera y a menudo
las diferencias son de considerable importancia práctica. También sucede lo contrario. Distintos nombres pueden referirse a estados afectivos muy similares. Por ejemplo, solemos utilizar el término euforia
para algunos estados afectivos en lugar de alegría, precisamente para
destacar su estrecho parentesco con la tristeza o la depresión, tal
como a veces utilizamos "valentía" para una reacción contrafóbica
queriendo destacar su parentesco con la ansiedad.
5. Otra conclusión que deriva de esta teoría es que cada afecto es
único para cada individuo. La vida afectiva de cada persona nunca
es idéntica a la de otra, ya que los deseos, los recuerdos, las percepciones, temores y expectativas de cada uno jamás son idénticos a los
de otro. Más aun, la posibilidad de comprender la relación entre
los afectos y el desarrollo y el funcionamiento yoicos permite esclarecer en parte el problema de las variaciones en las manifestaciones o formas de expresar los afectos de las distintas personas. ¿A qué
se debe que una persona grite cuando está atemorizada, otra se
desmaye y una tercera sienta náuseas? Al menos un esbozo de la respuesta a ésta y otras preguntas similares debe surgir del hecho de
que las influencias evolutivas en la infancia son responsables de tan
grandes variaciones. Los recuerdos infantiles, los deseos y los temores
de cada individuo influyen en alto grado sobre sus formas particulares de expresión emocional en la vida adulta. En este sentido, se
debe aceptar la comparación de Freud (1917[1916-1917]) entre la expresión afectiva y un paroxismo histérico: ambos están determinados
por hechos del pasado que inconscientemente moldean la conducta
del presente.
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[. .. ]
453
6. Además de las variaciones individuales en las manifestaciones
del afecto, existen variaciones de una cultura a otra y de un grupo social a otro. Asimismo, es posible comprender al menos en
parte los motivos de tales variaciones si empleamos un enfoque evolutivo. Uno de los factores importantes tiene que ver con la identificación. Cabe esperar que los niños imiten primero a los adultos
significativos de su medio y más tarde se identifiquen con ellos y
se les parezcan en lo que hace a las manifestaciones
del afecto,
como sucede con otros aspectos de la conducta, por ejemplo, la manera de caminar, de hablar, la postura, los intereses recreativos y vocacionales, etc. (Brenner, 1973, p. 216). Sin duda, estas manifestaciones
del afecto sufren en su desarrollo estas influencias inconscientes que
difieren en las distintas sociedades o culturas, lo cual lleva a diferencias notables en los resultados finales. Si bien hay muchos otros
factores que intervienen en el proceso, no cabe duda de que si se
comprende la relación que existe entre la vida afectiva y la compleja secuencia del desarrollo psíquico se logra una respuesta al
menos parcial al interrogante acerca de las variaciones sociales en
las manifestaciones afectivas, así como al de las variaciones individuales.
7. La concepción de los afectos presentada aquí encierra consecuencias significativas para la técnica psicoanalítica. En la labor clínica "un afecto" constituye una constelación particular de sensaciones de placer y displacer junto con ideas, tanto conscientes como
inconscientes, cuyo contenido, orígenes y papel funcional deben determinarse en la forma analítica habitual a partir de las asociaciones,
la conducta y la historia de un paciente. Cualquiera sea el afecto de
un paciente, es importante descubrir las ideas particulares que forman parte de él y en especial las ideas inconscientes, incluyendo sus
determinantes
históricos y la. forma en que funcionan, sea como
defensas, como derivados instintivos o como formas de autocastigo.
Es necesario analizar los "afectos" tal como se hace con otros fenómenos mentales, como los síntomas neuróticos, los sueños, las
fantasías, etc. Este enfoque de los problemas clínicos planteados
por los afectos resulta importante en todo análisis y puede ser
crucial en los casos en que los trastornos afectivos desempeñan un
papel central en la sintomatología (Brenner, 1974a, 1974b).
8. Las siguientes ilustraciones clínicas muestran la utilidad de esta
concepción de los afectos para comprender y tratar las vicisitudes de
los afectos que son consecuencia de las defensas yoicas. Los ejemplos
cumplen un mero papel ilustrativo y no pretenden ser una muestra
de toda la gama de las vicisitudes de los afectos o de su enorme
complejidad.
454
Charles Brenner
Es común que un paciente hable de pensamientos o ideas que,
según cabría esperar, deberían estar acompañados por sentimientos
definidos de placer, displacer, o ambos, aunque ninguno de ellos
forme de hecho parte de su experiencia consciente. Por ejemplo, un
paciente recordó que al regresar cierta vez a su casa durante las
vacaciones universitarias tuvo un ensueño diurno en el que imaginó
que habían asesinado a la madre y la hermana menor. Tuvo esa idea
sin "sentir nada" al respecto. Tales fenómenos se observan de manera
característica en pacientes con síntomas obsesivos o con una estructura caracterológica obsesiva. Se los atribuye al "aislamiento" o "represión" del afecto, por lo cual se entiende que el paciente no experimenta placer ni displacer en relación con ideas de las que cabe
esperar que despierten lo uno o lo otro. Agreguemos que un paciente
de este tipo no sólo no tiene noticia del placer o el displacer sino
que tampoco la tiene de ninguno de los pensamientos que tendrían que
acompañarlos: el deseo de matar, la alegría de la venganza, el horror,
la tristeza o el remordimiento
(culpa) por haber cometido esa acción
en la fantasía. Es decir, no se trata sólo de que estén ausentes las
sensaciones de placer y displacer sino de que todo el afecto, tanto
las ideas como el placer y el displacer, está ausente de la conciencia.
El análisis permite comprender en forma bastante detallada los
determinantes psicológicos de tal experiencia. En el caso mencionado,
esos determinantes eran en esencia los siguientes. El paciente estaba
solo en la casa cuando volvió de la universidad. El padre había
muerto unos años antes, su hermano mayor estaba a punto de casarse y la madre y la hermana se encontraban de vacaciones. Estas y
otras circunstancias hicieron que el paciente recordara con intensidad
la época en que nació su hermana. Entonces la madre se había internado en el hospital para el parto y él se había sentido muy solo. Lo
que ocurrió cuando la madre regresó fue incluso peor. Se apartó del
paciente y dedicó todo su afecto a la recién nacida. A partir de ese
momento, el paciente sintió que no lo querían ni lo deseaban. Pero la
rabia era peligrosa, pues ser un niño "malo", según había aprendido,
haría que la madre lo abandonara aun más, una madre que solía
castigarlo encerrándolo en un armario oscuro donde el paciente tenía
un estallido de rabia o, más tarde, negándose a hablarle. Además, los
celos eran aterradores porque sentir celos de la hermana significaba
que él mismo deseaba ser una niña, lo cual implicaba desear que lo
castraran, mientras que tener celos del padre implicaba la amenaza
de la retribución y la pérdida del único miembro de la familia por el
cual todavía se sentía amado y cuidado después del nacimiento de
la hermana.
Si bien se trata de una esquematización excesiva, necesaria en esta
breve exposición, se puede observar que cuando el paciente llegó a
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[ ... ]
455
una casa vacía, reaccionó con recuerdos de la época en que su hermana nació y él se sintió abrumado por los celos, el anhelo y la rabia.
No pudo desterrar por completo toda su reacción atemorizada y
culposa e imaginó que la madre y la hermana habían muerto asesinadas. Al mismo tiempo, sin embargo, negó su propio deseo de
matarlas -en su fantasía, otros eran los culpablesy logró evitar
todo sentimiento de placer o displacer ante la idea de que las habían
matado. No había ninguna huella consciente de placer o displacer,
tal como no había ninguna huella consciente de deseos sexuales
hacia la madre o de recuerdos de tales deseos o de experiencias pasadas vinculadas con ellos.
Todos estamos familiarizados con las defensas contra los deseos,
los recuerdos, las fantasías e ideas similares. Sabemos que se rechazan por medio de una u otra defensa con el propósito de evitar o
disminuir la ansiedad y la culpa. Por ende, resulta fácil comprender
por qué el paciente evitó, en la medida de lo posible, todo recuerdo
del nacimiento de la hermana y de sus propios deseos sexuales y
asesinos, de sus ideas de anhelo, rabia y celos en relación con esos
recuerdos. Debía hacerlo para no experimentar ansiedad y culpa. En
este caso, como ocurre tan a menudo, no lo logró por completo.
Algunas huellas disfrazadas lograron aparecer en la conciencia como
esa formación de compromiso que llamamos ensueño diurno: su
contenido era el asesinato de la madre y la hermana. Lo que es menos
conocido, quizá sólo porque se lo suele tratar en forma menos explícita, es el motivo por el cual el paciente no experimentó placer
ni displacer en relación con su ensueño diurno. Por ejemplo, ¿por
qué no sintió displacer, como a menudo sucede cuando se tiene un
ensueño de ese tipo? ¿Por qué no hizo el duelo por ellas, ni pensó
cuán triste se sentía al saber que habían muerto y hasta qué punto
prefería que estuvieran vivas o incluso que se sentía indignado y
ultrajado por su muerte y dispuesto a vengarse de los culpables?
Sólo cabe hacer especulaciones con respecto a las respuestas, pero
al menos dos de ellas parecen promisorias. Una tiene que ver con la
gratificación instintiva y la otra, con la defensa. En cuanto a la primera, este paciente era muy ambivalente, como lo son todos los obsesivos. Se podría decir que estaba demasiado enojado y celoso como
para sentir conscientemente tristeza, demasiado atemorizado y solo para sentirse conscientemente alegre al imaginar muertas a la
madre y la hermana. Sin embargo, si la ambivalencia fuera el factor
de importancia principal o exclusiva, cabría esperar una mezcla de
placer y displacer, un torbellino de sentimientos, más o menos intensos, pues la ausencia del placer y del displacer parece estar sobre
todo al servicio de la defensa. Es como si el paciente quisiera convencerse inconscientemente de que incluso su ensueño diurno encerra-
456
Charles Brenner
ba poca importancia para él, tal como se puede pensar conscientemente que algo carece de importancia, que no es necesario pensar
más al respecto. Parecería que la ausencia de placer y displacer,
sumada a la ausencia de ideas asociadas en términos del deseo de
matar, la alegría de la venganza, el horror, la tristeza o el remordimiento ante la espantosa acción, estuvieran inconscientemente destinadas a disminuir la importancia del ensueño diurno, a negar que
expresara cualquier intención seria y a ayudarlo así a no seguir pensando en ello, pues hacerlo podría llevar a que surgieran los pensamientos y recuerdos inconscientes que habían dado origen al ensueño
diurno y al desarrollo de una ansiedad intolerable, culpa, o ambas.
Otra vicisitud de los afectos que a menudo encontramos en la práctica psicoanalítica ya se ha mencionado en relación con el ejemplo
que se acaba de presentar. En esencia, constituye un aspecto del funcionamiento superyoico estrechamente relacionado con la formación reactiva. Un joven padre imaginó cierto día que vertía agua hirviendo
sobre su hija de dos años y medio cuando levantaba la pava de la
hornalla. De hecho, como explicó al relatar el incidente, siempre se
mostraba muy cuidadoso cuando manejaba agua o comida caliente
para evitar que la niña sufriera algún daño o se produjera un accidente. Se sintió horro:rizado por su impulso y por la imagen asociada
de su amada hija lanzando gritos de mortal agonía. Incluso le resultó
muy penoso relatar el episodio al día siguiente pues se sentía lleno
de remordimientos.
Los determinantes
inconscientes de este episodio eran complejos
y de vasto alcance, como en el primer ejemplo. Por lo que se pudo
comprender sobre la base de varios años de análisis, el factor desencadenante fue el hecho de que la niña se había enojado con él el día
anterior, se había negado a que jugaran y le había dicho: "Vete,
chico malo". La reacción inconsciente del padre fue recordar algunas
de las consecuencias del nacimiento de su hermana, que se había
producido cuando él tenía dos años y medio. Durante un tiempo se
sintió desplazado por ella en el afecto de la madre y celoso y enojado
con ambas. Un hecho que tuvo lugar tres años más tarde, sin embargo, fue de importancia decisiva en cuanto a determinar su reacción ante la rabia de cualquier tipo. Su hermano mayor fue enviado
a una escuela de pupilaje porque sus padres ya no podían tolerar su
conducta violenta y destructiva. Durante los años siguientes el paciente tuvo muchas pesadillas, se portó como un chico "bueno", y
pasaba horas imaginando cómo le iría si, al igual que Robinson Crusoe, quedara aislado en una isla desierta. Además, a menudo debía
permanecer en cama por alguna enfermedad y requería mucha atención y cuidados especiales. En el curso de su análisis habían surgido
pruebas suficientes de que reaccionaba inconscientemente frente a
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[ ... ]
457
su hija como si se tratara de su pequeña hermana, esto es, con celos,
rabia, intensa formación reactiva y obvia identificación. Cuando la
niña lo acusó de ser malo y le dijo que se fuera, su rabia se hizo
consciente en su impulso por arrojarle agua hirviendo y, al mismo
tiempo, quedó negada por el remordimiento, es decir, por un sentimiento de intenso displacer asociado con pensamientos que acentuaban hasta qué punto deseaba no dañarla y cuánto lamentaba
incluso haber pensado en hacerlo.
En este caso, como en el anterior, la diferencia entre los afectos
conscientes (arrepentimiento
y remordimiento)
y los inconscientes
(rabia y celos) cumplía una función defensiva. Esa diferencia no
eliminó por completo el displacer del paciente, pero lo hizo menos
intenso de lo que habría sido de otra manera. El remordimiento es
doloroso pero no tanto como una pesadilla.
Otra vicisitud común del afecto es el desplazamiento. Se lo observa
a menudo, por ejemplo, como parte de la transferencia. Un paciente
que acaba de hablar sin afecto consciente sobre el anuncio hecho por
su analista de que habrá un cambio de horario se lanza luego a
criticar el servicio de trenes de pasajeros por su falta de confíabilidad. Otro, inconscientemente
ofendido por un cambio en la decoración del consultorio, se burla del nuevo sofá de un amigo. Un
tercero percibe por primera vez que las personas que miran, hablan
o actúan de cierta manera resultan atractivas, sin tomar conciencia
de la similitud entre esas personas y su analista. Ejemplos como
éstos abundan en la práctica analítica cotidiana. Cuando los encontramos suponemos que, mediante el desplazamiento inconsciente del
afecto, el paciente puede evitar o al menos reducir la ansiedad y la
culpa relacionadas con ciertos deseos hacia su analista. En los ejemplos citados, dichos deseos involucraban rabia, celos y deseo sexual.
Al mismo tiempo, los deseos atemorizan tes del paciente se ven gratificados hasta cierto punto en relación con el objeto nuevo. Esto nos
recuerda que todo lo que sentimos por las personas que son importantes en nuestra vida adulta, y todo lo que deseamos hacer con o
para ellas, está desplazado de lo que sentimos y deseamos por las
figuras significativas de nuestra temprana infancia.
9. El interrogante planteado por Freud (1923) con respecto a si
los afectos pueden ser inconscientes ha sido objeto de una revisión
reciente (Pulver, 1971). La conclusión a que llega Pulver en el sentido de que pueden serlo se ve corroborada por las consideraciones
presentadas en este trabajo. Además, resulta obvio que cuando se
comprenden las complejidades del desarrollo que sufren los afectos
y su naturaleza
compleja en los años posteriores de la vida, es
posible atribuir un significado más amplio al interrogante mismo.
Como lo demuestran las ilustraciones presentadas, los afectos están
458
Charles Brenner
sujetos a muchas vicisitudes defensivas y no cabe duda de que la
represión es una de ellas, Las ideas que forman parte de todo afecto
pueden ser reprimidas y lo mismo puede ocurrir con las sensaciones
de placer y displacer que también forman parte de lo que llamamos
un afecto. Pero la represión no es la única posibilidad defensiva en lo
que concierne a los afectos, y sus vicisitudes resultan de una amplia
variedad de operaciones defensivas que es necesario estudiar con la
atención que merecen.
10. A menudo se ha señalado, y en general se acepta, que en el
análisis, como en otras formas de psicoterapia, el insight resulta útil
sólo si se trata de insight emocional, o significativo desde el punto
de vista emocional; en otras palabras, si está relacionado de alguna
manera con la vida afectiva del paciente. Este no es el momento
para una consideración adecuada de los muchos aspectos del problema que plantea el efecto terapéutico del insight. Todo lo que se puede
hacer en este contexto es ofrecer algunas ideas sobre ciertas relaciones entre el afecto y el insight que resultan pertinentes para la teoría
de los afectos propuesta aquí.
Parte de la meta de todo análisis consiste en ayudar al paciente a
tomar conciencia de sus propios deseos, de la culpa y el temor asociados con ellos, de los conflictos y síntomas a que dan origen y de los
recuerdos de las experiencias tempranas en que se originaron. Tomar
conciencia de todo esto, o al menos de buena parte, es lo que se
entiende cuando se utiliza el término "lograr insight". Puesto que
el término "insight" se refiere en medida tan considerable a los propios afectos -sentimientos
de placer y displacer, junto con las ideas
asociadasse deduce necesariamente que el logro de cualquier grado
considerable de insight debe involucrar la percepción de afectos y
recuerdos de afectos de los cuales el individuo se ha defendido de
diversas maneras: manteniéndolos
fuera de la conciencia en forma
total o parcial, aislándolos, negándolos, desplazándolos, etc. Sin embargo, esto no significa que para ser genuino y eficaz cada insight
en el curso de un análisis deba estar acompañado por un estallido de
afecto, sea inmediatamente
o al cabo de algún tiempo. No cabe ninguna duda de que esto puede ocurrir y a menudo sucede, pero no es
necesario que así sea para que el insight se considere genuino y eficaz
(Freud, 1937).
11. Una cuestión de cierto interés es la relación entre el dolor
físico y la evolución o el desarrollo de los afectos en la infancia. Los
deseos instintivos insatisfechos no son la única fuente de displacer,
pues también lo es el dolor físico resultante de enfermedades
o
heridas. Este dolor a menudo es intenso y en algunos casos prolongado o recurrente, o ambas cosas. A priori cabría esperar que en
algunos casos al menos el dolor físico desempeñara un papel tan
Sobre la naturaleza y el desarrollo de los afectos
[ ... ]
459
importante en el desarrollo de afectos como el displacer instintivo.
De hecho, sin embargo, las enfermedades y las heridas en la infancia,
sean dolorosas o no, por lo general quedan entretejidas en la trama
de la vida instintiva, en lo que concierne a los pensamientos sobre
ellas. Se los experimenta como pruebas de la mala voluntad de la
madre o de su falsedad; se los entiende como las consecuencias de fantasías incestuosas o castigos por los deseos que dan origen a esas
fantasías; simbolizan castración, parto o coito; se los ve como la retribución por los deseos asesinos y castradores, etc. La experiencia clínica
demuestra algo inesperado, a saber, que en la infancia, sobre todo en
la muy temprana infancia, incluso el dolor y la enfermedad son
secundarios en lo que hace a su efecto sobre el desarrollo mental
en comparación con los deseos y conflictos instintivos que dominan en tan algo grado la vida mental durante esos años.
Este hecho encierra algunas consecuencias o corolarios interesantes. Todo analista sabe que lo que los niños experimentan como dolor
físico cuando están en el sillón del dentista o se les pone una inyección
en el consultorio de un médico les resulta intolerablemente doloroso
debido a sus conflictos instintivos, a causa de lo que el torno o la
inyección simbolizan inconscientemente para él y la culpa y la ansiedad que despiertan en consecuencia. Si un niño puede disminuir el
sufrimiento y el conflicto con respecto a sus deseos instintivos, los
procedimientos odontológicos y médicos resultan menos dolorosos, y
a menudo mucho menos. Incluso en la vida adulta, el dolor físico
sufre la influencia de factores psicológicos inconscientes. Esos factores pueden hacer que el dolor se magnifique en alto grado o desaparezca por completo. Lo primero ocurre a menudo en la práctica
clínica. Lo segundo es menos común en términos de la clínica, pero
todo atleta y todo soldado sabe que, en la excitación de la competencia o la batalla, pasan inadvertidas heridas que en otras circunstancias serían muy dolorosas. Comienzan a doler después de la lucha,
no en su transcurso.
(Traducción de Noemí Rosenblatt)
Resumen
1. Se propone una nueva teoría de los afectos:
Los afectos son fenómenos mentales complejos que incluyen a] sensaciones de placer, displacer o ambas, y b] ideas. Las ideas y las sensaciones de
placer/displacer constituyen en su conjunto un afecto como un fenómeno
mental o psicológico.
El desarrollo de los afectos y su diferenciación dependen del desarrollo
del yo y, más tarde, del superyó. De hecho, el desarrollo y la diferen-
Charles Brenner
460
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
ciación de los afectos constituyen un aspecto importante del desarrollo
yoico.
Los afectos surgen muy temprano en la vida cuando las ideas quedan
asociadas por primera vez a sensaciones de placer y displacer. Tales sensaciones están asociadas con máxima frecuencia e importancia a la tensión
pulsional (falta de gratificación) y la descarga pulsional (gratificación) .
Constituyen la matriz indiferenciada a partir de la cual se desarrolla toda
la gama de los afectos en los años posteriores de la vida.
Esta teoría de Jos afectos se basa sobre todo en datos psicoanalíticos.
Es congruente con otros aspectos de la teoría psicoanalítica, es decir, con
la teoría estructural tal como se la formula en la actualidad.
Ofrece una teoría unificada de los afectos, que incluye la ansiedad tanto
como otros afectos, placenteros, displacen teros o mixtos.
Ofrece una base clínicamente verificable para distinguir los distintos afectos
entre sí.
Ofrece una explicación para las variaciones individuales y culturales en
cuanto a la expresión de los afectos.
Permite refinar el uso del análisis como instrumento terapéutico al analizar
afectos y amplía así su alcance, en particular con respecto a los casos cn
que los trastornos afectivos desempeñan un papel importante en la sintomatología.
Explica con mayor precisión de la que había sido posible hasta ahora las
vicisitudes de los afectos que son consecuencia de las defensas yoicas y
confiere un significado más amplio al hecho observable de que los afectos
son a menudo inconscientes.
Esclarece la relación entre los afectos y el insight, así como entre los afectos
y el dolor.
Résumé
AU SUJET
DE LA NATURE
ET DU DÉVELOPPEMENT
DES AFFECTS:
UNE THÉORIE
UNIFIÉE
1. Une nouvelle théorie des affects est proposée ici:
Les affects sont des phénornenes mentaux complexes qui incluent a] des
sensations de plaisir, de déplaisir ou encore toutes les deux a la fois et,
b] des idées. Les idées et les sensations de plaisir-déplaisir, constituent dans
l'ensemble un affect, en tant que phénornene mental ou psychologique.
Le développement des affects et leur discrimination dépend du développement du moi, et par la suite, du surmoi. En fait, le dévcloppement et la
discrimination des affee ts représentent un aspect fort important du développement du moi.
Les affects surgissent tres précocement dans la vie au moment oü les
idées restent pour la premiere fois associées a des sensations de plaisir
et de déplaisir. Ces sensations sont associées le plus fréquemment et avec
plus de poids a la tension pulsionnelle (manque de gratification) et a la
décharge pulsionnelle (gratification). Elles représentent la matrice indiscrimínée a partir de laquclle se dévcloppc toute la garnme des affects lors
des années postérieures de la vie.
Sobre la naturaleza
y el desarrollo
de los afectos
[ ... ]
461
2. Cette théorie des affeets se fonde avant tout sur des données psychanalytiques.
3. Elle est congruente avee d'autres aspeets de la théorie psychanalytique,
soit, avee la théorie strueturelle telle qu'elle est formulée a présent.
4. Elle offre une théorie unifiée des affeets, qui inclut l'anxiété au méme titre
que d'autres affeets plaisants, déplaisants ou mixtes.
5. Il est possible d'avoir ainsi une base cliniquement vérifiable permettant de
distinguer les différents affeets.
6. Cette théorie offre une explication aux variations individuelles et culturelles
pour ce qui eoneerne l'expression des affeets.
7. Elle permet aussi de raffiner l'utilisation de l'analyse en tant qu'instrument
thérapeutique étant donné que ce sont les affeets qui sont analysés et que
la portée de l'analyse s'en voit ainsi élargie, en particulier en ce qui eoneerne
les eas oü les troubles affectifs ont un role prédominant dans la syrnptomatologie,
8. Elle explique avee plus de précision que jamais, les vicissitudes des affeets
qui sont la eonséquence des défenses moiques et confere un sen s plus
ample a ce fait observable: les affeets sont souvent ineonseients.
9. Fínalement, elle établit clairement la relation qui existe entre les affeets
et l'insight et entre les affeets et la douleur.
Summary
ON THE NATURE AND DEVELOPMENT OF AFFECTS:
A UNIFIED THEORY
1. A ncw theory of affeets is advanced:
2.
3.
4.
5.
6.
Affeets are eomplex mental phenomena which inelude al sensations of
pleasure, unpleasure, or both. and b] ideas. Ideas and pleasurejunpleasure
sensations together eonstitute an affeet as a mental or psyehologieal phenomenon.
The development of affeets and their differentiation from one another
depend on ego and, later, superego development. Indeed the development
and differentiation of affeets is an important aspeet of ego development.
Affeets have their beginning early in life when ideas first beeome associated with sensations of pleasure and unpleasure. Sueh sensations are
most frequently and most irnportantly associated with drive tension (laek
of gratifícation) and drive diseharge (gratification). They eonstitute the
undifferentiatcd matrix from which the entire gamut of the affeets of later
life develop.
This theory of affeets is principally based on psyehoanalytic data.
It ís eonsistent with other features of psychoanalytie theory, i.e., with the
struetural theory, as eurrently formulated.
It offers a unified theory of affeets, embraeing anxiety as well as other
affeets, pleasurable, unpleasurable, and mixed.
It offers a elinically verifiable basis for distinguishing among various affeets.
It offers an explanation for individual and cultural variations in the expression of affeets.
462
Charles Brenner
7. It enables one to refine the use of analysis as a therapeutie tool in analyzing
affects, and by doing so to enlarge its scope, partieularly with respeet to
those eonditions in whieh affeetive disturbanees
play a major role in the
symptomatology.
8. It explains more precisely than it has hitherto been possible to do the
vicissitudes of affeets whieh are eonsequenees uf ego defenses and gives a
broader meaning to the observation that affeets are often uneonscious.
9. It illuminates the relation between affeets and insight, as well as the relation
between affects and pain,
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